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lunes, 6 de febrero de 2017

RESEÑA: La Venus de las pieles.

LA VENUS DE LAS PIELES

Título: La Venus de las pieles.

Autor: Leopold von Sacher-Masoch (Ucrania 1836 - Alemania 1895) nació en una familia de la alta aristocracia, por lo que gozó de una educación privilegiada. Estudió Historia y Matemáticas en la ciudad austríaca de Gratz y tras doctorarse en Historia ejerció como profesor en su ciudad natal, para posteriormente, dedicarse al periodismo y a la escritura. Fue muy polémico en su época por mostrar en sus escritos prácticas sexuales de sometimiento que vincularon para la posteridad su nombre al término "masoquismo". Además de La Venus de las pieles, su obra más famosa, es autor de Agua de juventud, La pescadora de almas o La mujer divorciada entre otras.

Editorial: Sexto Piso. 

Idioma: alemán.

Traductor: Elisa Martínez Salazar.

Sinopsis: la novela narra la relación entre Severin y Wanda, y como aquel, en busca de una rara y esquiva "supersensualidad", consigue convencer a su amada para que lo trate como un esclavo. Severin, entre la devoción y la penitencia, entre lo sacro y lo blasfemo, recorrerá de rodillas todos los trechos de este vía crucis del Eros. El servilismo, la crueldad y el fetichismo no serán sino los hitos que irán marcando su camino hacia una nueva voluptuosidad.

Su lectura me ha parecido: sensual, introspectiva, descriptiva, progresiva, reflexiva, libre, condensada, sugerente, un clásico...Queridos lectores y lectoras, hay nombres que quedan para siempre asociados a sus logros más importantes. Cristóbal Colón con el descubrimiento de América, Gutemberg con la invención de la imprenta o Florence Nightingale por la creación del primer modelo conceptual de enfermería. Otros, no tuvieron la misma suerte, y su nombre y apellidos forman parte de una lista negra donde se inscriben los acontecimientos más terribles. Este es el caso de Maria Antonieta y la Revolución Francesa, Adolf Hilter y el Nazismo o Francisco Franco y la Guerra Civil Española. Algunos, por otro lado, ven incluidas sus credenciales dentro de movimientos artísticos, incluso son considerados insignes representantes de ellos. Ejemplos hay de sobra, desde Zola y el Naturalismo hasta Picasso y el Cubismo. Incluso hay quien, y no son muchos los afortunados, que con el paso del tiempo, su propio nombre se ha usado para referirse a su mayor aportación a la sociedad. Louis Pasteur y "pasteurización" es el primero que se nos viene a la cabeza, pero existen muchos más, cuyos nombres u apellidos aparecen reflejados por citar un simple ejemplo, en la famosa tabla periódica que todos, alguna vez en nuestra vida, nos hemos tenido que aprender. Por último, y en relación al tema que nos ocupa, existen una serie de personajes no tan conocidos por desgracia, que han pasado a la historia gracias a un tipo de literatura muy concreto y con unas características muy específicas, y que además, han dejado su impronta morfológica en términos todavía tabú en muchas sociedades. El más famoso es sin duda alguna el Marqués de Sade, dando lugar al término "sadismo" gracias a su amplia producción literaria. Pero también, en el siglo XIX, existió un escritor muy particular, lleno de influencias y cuyo aristocrático apellido dio lugar a otra palabra muy estrechamente relacionada con la anterior. Su nombre, Leopold von Sacher-Masoch aparentemente no nos dice nada, sin embargo, cuando uno se adentra en su novela más famosa, uno entiende entonces por qué Masoch acabó dando lugar a "masoquismo". La Venus de las pieles: un tapiz de sensaciones, tejido por los placeres más oscuros y recónditos.


Aunque La Venus de las pieles llegó a mis manos gracias a una colaboración editorial, lo cierto es que ésta historia arranca desde el más absoluto de los desconocimientos. Jamás había escuchado hablar de esta novela, es más, ignoraba por completo su existencia. A este echo se le añadía una cuestión puramente personal, y es que el género erótico nunca ha sido uno de mis predilectos en cuanto a lecturas. He de reconocer que me inicié bastante tarde en él, en concreto cuando el mundo se vio sacudido por el fenómeno E.L James y sus Cincuenta sombras de Grey. Fueron unos años en los que literariamente no se hablaba de otra cosa y en los que las grandes editoriales de turno comenzaron a publicar novela erótica como si no hubiera un mañana. Si antes los vampiros habían sido los reyes indiscutibles del panorama editorial, ahora las más lujuriosas perversiones acaparaban todos los focos mediáticos. Una servidora, antes de que aconteciese todo ese tsunami mediático, lo más explícito que había leído hasta la fecha fueron algunas escenas de sexo que pude encontrar en algunos de los libros de Ken Follett, escenas que a pesar de su ligero grafismo, pasaban bastante desapercibidas entre las miles de páginas de género histórico que atesoraban sus novelas. Movida por la curiosidad, me leí la primera entrega de la trilogía de E.L James, sin embargo, aquello me defraudó tanto que durante mucho tiempo mostré mis reticencias con respecto a este género. Todo eso cambió cuando, y casi sin creérmelo, acabé leyendo dos títulos que cambiaron mi perspectiva sobre este tipo de literatura. El primero fue Historia O, cuya historia me sorprendió por su veracidad y agilidad narrativa, y el segundo, por supuesto, se trató de los Cuentos Eróticos del Divino Marqués. Este último en concreto me gustó de tal manera que fue, sin duda alguna, el que me encaminó hacia la lectura de una literatura erótica de calidad, sin edulcorantes, sin extraños recursos, simplemente con una calidad buena, y en algunos casos sobresaliente. Es en esta reconciliación con esa parte género donde descubro y me intereso por La Venus de las pieles, un texto que me llega, en esta ocasión, en forma de sugerente novela ilustrada y que acabó en uno de los estantes de mi librería particular con un sabor relativamente agridulce y satisfactorio a partes iguales.


Centrándonos en la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que La Venus de las pieles presenta una lectura descriptiva, no en exceso, pero que sin duda puede resultar a ratos densa y pesada. Quienes no estén habituados a la lectura de la literatura erótica más clásica, este libro les parecerá muy pesado, incluso es posible que algunos lo abandonéis antes de hora. Con forme avanzamos en su lectura observamos como, a pesar de proceder de una tradición literaria no muy lejana, Masoch deja espacio a la reflexión, una reflexión que parte no sólo desde la propia acción y de los personajes principales, también, desde un diálogo fluido que parece establecerse entre el lector y el autor, tan personal e íntima que en ocasiones puedas incluso sentir su aliento y la fuerza de su narración golpeándote por dentro. Es una sensación interesante, muy explotada, pero reseñable. Seguidamente, en La Venus de las pieles asistimos a una historia de perversión y de dominación de la mujer sobre el hombre en el plano puramente sexual. La mujer, Wanda, se convierte en la dueña, y el hombre, Severin, en el esclavo. Y como suele pasar, en esta novela nada es casual, ni mucho menos. Según diferentes estudios, Wanda procede de diferentes tradiciones lingüísticas que sitúan el nombre como significado de "insigne" o de "maravillosa", mientras que con Severin no hay que ser muy listo para no darse cuenta de las similitudes con la palabra "sirviente", "servicio" o "servil", lo que justifica en cierto modo la intención y a profundidad que Masoch quiso darle a La Venus de las pieles. Por otro lado, hay que aclarar que la situación, la trama, las características de los personajes, los diálogos e incluso la narración de Severin en primera persona que parece atender a dos conversaciones, la de Wanda y la del lector que es testigo de estas escenas, no son originales. Ya lo desarrolló en el pasado el Marqués de Sade, maestro del género y padre de muchos autores posteriores, entre los que Masoch podría incluirse perfectamente. Pero si algo diferencia al maestro del aprendiz es que el primero, impregnó de crítica social cada uno de sus escritos, el segundo, obvió en parte la crítica, dejándose llevar más por las pasiones y por la introspección en este tipo de relaciones. He ahí la originalidad, pero también, una oportunidad perdida que por ejemplo si que aprovechó Flaubert con Madame Bovary, y sin necesidad de acercarse al género erótico. Cambiando de tema y en relación con su posible interpretación, he leído por algún sitio que La Venus de las pieles rezuma de feminismo al presentar a la mujer como dominadora. Y si, es cierto, se puede extraer un punto reivindicativo, no mucho, pero una pizca si. Un ejemplo sería ese parlamento final del libro en el que se habla de igualdad entre hombres y mujeres, y de como estas lo lograrían a través del trabajo y la formación. Más que feminismo por la simple dominación de la mujer sobre el hombre, pienso que es más por las perlas ligeramente reivindicativas que puedes ir encontrando a lo largo de su lectura.  Por último, destacar el gran trabajo de edición, que en esta ocasión iba complementada con ilustraciones extravagantes, explícitas y originales al mismo tiempo, capaces de trasladarnos al mismísimo mural del placer y de los sentidos.


Finalizando la redacción de esta reseña con la tradicional y siempre necesaria reflexión personal, en esta ocasión, he dado luz verde a mi curiosidad siempre latente. Aprovechando que llevamos ya una serie de novelas eróticas reseñadas en este espacio de crítica y opinión, no he podido evitar formularme una pregunta que de seguro, todo lector se ha hecho en algún momento, y si no, debería. ¿Por qué leemos literatura erótica? ¿Por qué desde que aparecieron los primeros adscritos a este género el amante de la lectura ha acabado sucumbiendo de vez en cuando a historias donde el sexo es el principal tema? En mi más humilde opinión, existen dos posibilidades. La primera de ellas tiene que ver con la libertad, la cual poco a poco se ha ido extendiendo a todos los ámbitos de la sociedad, pero no en todos los países y de forma bastante desigual. En el caso de occidente, durante largos periodos históricos hemos vivido en la más absoluta de las ignorancias con respecto a algunos temas tan importantes como el de las relaciones sexuales, tema que a pesar de la extensión de la libertad, todavía sigue siendo un tabú en muchos lugares del mundo. Cuando apareció la primera literatura erótica sólo la leían los que tenían cultura y posibles, pero a escondidas siempre, pues no era un tema que despertase muchas simpatías en algunos sectores como el religioso o el político por citar algunos. A medida que fue pasando el tiempo, y en cuanto la libertad se hubo asentado en nuestras sociedades, la proliferación de este tipo de literatura y el interés por parte de los lectores fueron en aumento. Y cuando se metió la globalización y el capitalismo de por medio, la literatura erótica vivió su edad dorada en ventas pero oscura en calidad. La libertad, en resumen, permitió un acceso mayor a este tipo de libros, el cual, se ha ido incrementando con el paso del tiempo. En segundo lugar, la otra posibilidad tiene más que ver con el morbo. Si, el morbo, esa sensación que todos y todas hemos experimentado más de una vez y que, contrariamente a lo que se cree, produce después un pequeño sentimiento de culpa en algunas personas. El morbo está en nuestro día a día, en la televisión, en los periódicos, en las pequeñas historias cotidianas o en nuestras propias fantasías. Y como no, en la literatura también, y más concretamente, en las del género policíaco, biográfico o erótico. El ser humano siente la necesidad de satisfacer esa inquietud que a veces produce lo escabroso, las tragedias ajenas o los secretos ocultos con la lectura de novelas que los exploren con menor o mayor exactitud. Por estos dos factores creo sinceramente que leemos novela erótica en este caso, por reivindicar nuestra libertad tan duramente peleada y que hoy en día vuelve a cuestionarse, y también, por una atracción a veces inesperada hacia lo más oscuro de la condición humana. Todos somos personas, si, pero nos gustaría en ocasiones conocer qué hay detrás, en el ámbito privado: servidumbre, masoquismo, sadismo, fetichismo o tal vez nuestra Venus particular. La Venus de las pieles: una historia de supeditación, dominación, perversión, juegos, embustes, decepciones, pasión...Una novela que atraerá hasta el más puro de los lectores hacia las entrañas del placer.

Frases o párrafos favoritos:

"Quien se deja azotar, merece que lo azoten."

Película/Canción: La Venus de las pieles ha servido de inspiración para la composición de canciones, operas y como base para alguna adaptación teatral. En el ámbito cinematográfico, encontramos una adaptación del año 2013, dirigida por el polémico director Roman Polansky y que pasó con buena nota por el Festival de Cannes:


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Editorial Sexto Piso


3 comentarios:

  1. Una reseña de diez! No conocía este libro y aunque no me veo leyéndolo, he disfrutado mucho leyendo tu magnífica reseña.
    Besotes!!!

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  2. una reseña fantastica, a pesar de que el libro no me atrae demasiado. No soy un gran lector de literatura erotica.
    una reseña excelente

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  3. Vaya pedazo de reseña te has cascado!!!!!! Brutal.
    Un título que no he leído pero chica, dejas la miel en los labios.
    BEsitos

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