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"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

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jueves, 4 de julio de 2019

RESEÑA: Nadie con los terneros.

NADIE CON LOS TERNEROS

Título: Nadie con los terneros. 

Autora: Alina Herbing ( Lübeck, 1984) vive en Berlín y Colonia. Estudió Filología e Historia en Greifswald, Literatura Alemana Moderna en Berlín, así como Escritura Literaria y Creativa y Periodismo Cultural en Hildesheim. Ha publicado diversos textos en antologías y revistas. Nadie con los terneros (2017) es su primera novela. Herbin es profesora de Escritura Literaria en la Academia de Artes de Colonia. (Fuente: Editorial).


Editorial: Volcano Libros.

Idioma: alemán.

Traductora: Claudia Toda Castán.

Sinopsis: Christin, una joven de veinticinco años, vive con su novio, Jan, que trabaja y administra una explotación ganadera junto a su padre en una pequeña localidad del norte de Alemania, cerca del antiguo Muro. Mientras que la vaquería lo es todo para Jan, el sueño de Christin es vivir en una gran ciudad, vestir zapatos de tacón y tener un trabajo de oficina. Un sueño al que debe renunciar por su dependencia emocional y financiera. Para huir del trabajo y ganar su propio espacio, Christin recurre a la mentira ocasional y a las escapadas con un ingeniero de una empresa de mantenimiento mayor que ella.

Su lectura me ha parecido:

Amena, desmitificadora, antiromantica, implacable, realista, violenta, rozando lo despiadado, tremendamente actual... Hace unas semanas y a propósito de la presente reseña revisé el historial de entradas, con el único objetivo de ver cuanto espacio le había dedicado a la literatura germana en los últimos años. Y la verdad es que es para preocuparse. En todo este tiempo sólo he reseñado doce (sí, habéis leído bien) doce libros escritos por autoras u autores alemanes. Y lo más llamativo, además de este pésimo dato, fue descubrir dos cosas verdaderamente sorprendentes y que deberían conducirnos a una reflexión más profunda. En primer lugar, la abundancia de historias pertenecientes o bien al periodo entreguerras (tan turbulento como apasionante) o bien de las décadas siguientes al fin de la Segunda Guerra Mundial. Entre las cuales, como no podía ser de otra forma, nos topamos con lecturas de inspiración autobiográfica (varias de ellas incluso consideradas como fieles autobiografías) y con otras más ficticias pero sin despegarse del todo de la realidad de su momento. Y en segundo lugar, lo más preocupante, y es que abundan en mi archivo más escritores que escritoras germanas. Algo que, con el tiempo y de manera consciente, he tratado de subsanar poco a poco. ¿Cuál es la conclusión a la que llego con esto? Pues, por un lado, que mi amor por los años 20 y 30 del siglo pasado sigue igual de intacto, y por otro lado, que hacen falta más libros escritos por mujeres en lengua alemana ya no sólo en este espacio de opinión y debate, sino para que también acaben, con el tiempo, formando parte de mi biblioteca material y mental. ¿Qué hacer entonces? Pues muy fácil, apostando por voces femeninas - y no cesar en el empeño nunca - al mismo tiempo que abriéndonos a otras épocas, como la actual, en donde seguro encontramos novelas interesantes que nos hablen desde el presente más o menos inmediato. O lo que es lo mismo, desde la Alemania del progreso económico, la Alemania de la hegemonía política, la Alemania de Merkel... O mejor aún, desde la Alemania desconocida y cuya cara parece ser menos amable. Nadie con los terneros: el campo como condena y la ciudad como vía de escapatoria.

   En todo esto no sólo sorprende la juventud de su autora - nacida en 1984 y por tanto perteneciente a una generación que, aunque nacida en tiempos de la Guerra Fría, no ha vivido su adolescencia y desarrollo profesional con las limitaciones de ésta - sino que además Nadie con los terneros resulta ser su primera novela. Aunque a decir verdad, y desde todo el respeto del mundo, creo que deberíamos ir a estas alturas dejar de concebir "joven" con "inexperiencia. Dos palabras que para muchos siempre van juntas y cogidas de la mano. Claro que las primeras obras son imperfectas, cualquier escritora o escritor con un mínimo de autocrítica te sacará infinidad de defectos a su opera prima - el caso de Almudena Grandes respecto a Las edades de Lulú es uno de los más clamorosos en las letras españolas. No obstante, cuando el trabajo está bien hecho y la novela es sorprendentemente solvente - que las hay - se debería reconocer independientemente de la edad que tenía cuando le vino de pronto la inspiración. Además de este eterno y siempre abierto debate, lo importante es que el lector sepa que en este caso la juventud no entiende de límites, y menos en lo que a talento narrativo se refiere. Si bien es cierto que la historia ya la hemos visto reproducida en infinidad de formatos - y no sólo en lo estrictamente literario - en esta ocasión nos topamos con un tono extraordinariamente chocante, además de unas localizaciones espaciales y temporales que no son habituales encontrarnos en la literatura alemana.

   Áspera, brutal y en ocasiones cruda. Con estas tres palabras podríamos definir perfectamente y a grandes rasgos la lectura de Nadie con los terneros. Pero estaríamos sin duda quedándonos en la superficie, en ese lugar en el que como lectoras y lectores nos sentimos cómodos y en el que sabemos que nada ni nadie nos hará daño. ¿Qué aburrido no? Eso mismo pensaría Herbing durante el proceso de escritura, y por eso podemos hablar de una novela que sin contemplaciones nos hace bajar hasta los infiernos y alterarnos nuestra idealizada percepción sobre las cosas. Porque, al igual que su lectura, el campo también puede ser, en ocasiones, áspero, brutal y crudo. Desde la desesperada mirada de su protagonista Christin - a la que al principio coges un poco de manía pero a la que después entiendes perfectamente - nos adentramos en el desierto de Mecklenburg-Vorpommern. Que para quienes no lo sepáis es no de los dieciséis estados de los que se compone Alemania. Delimitada al norte por el Báltico, al oeste con el estado de Schleswig-Holstein, al suroeste con la Baja Sajonia, al sur con Brandemburgo y al este con Polonia; Mecklenburg-Vorpommern es una región de carácter prácticamente rural, en donde la agricultura todavía a día de hoy sostiene a gran parte de su población y que en comparación a otros estados Alemanes el porcentaje dedicado a la explotación del campo es superior. Es muy importante saber esto ya que, en Nadie con los terneros, es la geografía lo que condiciona la vida de sus habitantes, entre los que se encuentra por supuesto Christin. Es normal que a lo largo de su lectura tengamos la sensación de que, a pesar de su verdoso paisaje, Shattin (pueblo en el que se desarrolla la trama) nos parezca una especie de páramo desolado, cubierto de campos de cultivo, animales, pequeñas aldeas y granjas diseminadas. Sin duda un desierto en la mente de Christin, quien no sueña con acabar sus días entre estiércol y el cacarear del gallo a primera hora de la mañana, sino con una vida más interesante e independiente en la gran ciudad. Le sobran argumentos para largarse, empezando por su relación con su novio (la cual no puede ser más tóxica) y acabando por su padre (alcohólico y sin esperanzas de abandonar dicha adicción). Pero también una urgente necesidad de realización personal, de escapar y vivir la vida que siempre quiso para ella. Por ello, en cuanto se le presenta la oportunidad - gracias a un ingeniero llamado Klaus y con alguna mentira de por medio - no duda en agarrarse a ella. Nada en la novela de Herbing deja al lector impasible, ni la actitud de los habitantes de Shattin, ni los celos enfermizos de Jan, ni siquiera el olor a abono. Porque sí, su autora en lugar de maquillar realza, describe y presenta sin cortapisas la vida en el campo desde la perspectiva de Christin. Una veinteañera sin apenas formación, condenada a una existencia que no se la desearía ni a mi peor enemigo y con la esperanza de subirse a un tren para no volver nunca más.

   En tiempos en los que se reivindica el retorno a los pueblos. En una semana en la que hemos asistido a protestas de carácter vecinal y medioambiental en el pleno corazón de Madrid. En un siglo, el XXI, en el que por fin nos hemos dado cuenta que el calentamiento global es una realidad y no una falacia como nos han hecho creer empresarios y políticos. En definitiva, en años en los que la causa ecologista está más viva y de actualidad que nunca, una novela como Nadie con los terneros nos propone justo lo contrario. Un camino a la inversa que, si lo pensamos fríamente, lleva siendo habitual desde siempre. No hace falta irse muy lejos en la historia para encontrar casos muy parecidos o similares a lo que se narra en la novela de Herbing. Pensemos en nuestras abuelas y abuelos, nacidos en su mayoría en pueblos de Teruel, Albacete, Zaragoza, Cuenca, Soria o Cáceres por citar algunos ejemplos. Pensemos en sus lugares de procedencia que - salvando las distancias temporales y espaciales - no eran los mejores para desarrollar ya no sólo sus ambiciones personales, sino que en aquellas pequeñas localidades veían su futuro coartado por la pobreza, la falta de oportunidades laborales o incluso por asfixiante peso de la tradición. Por todo ello no dudaron en emigrar en masa a ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao o a la propia capital en busca de un futuro y una vida mejor. Como he comentado antes, actualmente se aboga por la vida en el campo, por los cultivos ecológicos, por recuperar o salvar a pueblos en vías de extinción o por ofrecer - en el ámbito del turismo - pacs que combinan alojamiento más trabajo en granjas. Todo por y para que el cliente disfrute de una vida campestre plena. Sin embargo, hay que decir que ni la vida en el mundo rural es perfecta, así como tampoco lo es vivir en una gran urbe. Las megalópolis de hormigón gris no son del todo atractivas, pero es que tras ese halo bucólico, de ese cúmulo de estereotipos, descubrimos que el verdor de los campos esconden también muchos inconvenientes. En Nadie con los terneros, Herbing nos propone una reflexión un tanto paradójica en un momento en el que parece instaurarse la nostalgia, el regreso a los orígenes, a la comunión del ser humano con la naturaleza. La de que a día de hoy hay personas, como Christine, que ven en el asfalto la materialización de sus sueños y en la tierra un lugar en el que simplemente se hunden los pies. Nadie con los terneros: una historia de escapatoria, agobio, olores fuertes, animales de granja, violencia de género, urbanidad, ruralidad... Una primera y gran novela que, espero, sea el inicio de algo mucho más ambicioso.

Frases o párrafos favoritos:

"Unas cuantas moscas se posan en los ojos del ternero y le recorren la boca. La vaca lo empuja otra vez y las espanta, pero enseguida vuelven y por un momento pienso en meterme en uno de los chamizos y quedarme ahí tirada hasta que los hierbajos me crezcan por encima. Justo entonces las vacas del bebedero se echan a un lado y Jan aparece entre ellas por la pradera. Guardo el móvil."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Volcano Libros

2 comentarios:

  1. Hola! No conocía el libro pero la verdad es que parece muy interesante y me gusta la ambientación así que me lo llevo apuntado. Gracias por la reseña.

    Un saludo!

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  2. No conocía esta novela, pero es que de literatura alemana en lo que respecta a las ficciones actuales ando un poco justo. Me he quedado en Thomas Mann y a partir de él he desconectado de la ficción, no así de la producción de ensayos en lengua alemana.
    Con respecto a la novela, parece muy interesante y conveniente. Debemos reflexionar sobre los estereotipos y ver cuales son funcionales y cuales son meras incomprensiones de una realidad compleja. Ni todo en el campo huele a rosas, ni en la ciudad tiene porqué haber mayor libertad u oportunidades laborales. Supongo que al final, la clave de todo está en averiguar cual es la vida que conviene a cada cual y para ello habrá que probar tanto la vida en la ciudad como la vida en el ámbito rural, pero de verdad, sin packs de vacaciones.
    Una estupenda reseña

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