Estimadas lectoras y lectores: el blogJimena de la Almena permanecerá inactivo todo el mes de agosto. Es hora de que esta servidora se tome unas merecidísimas VACACIONES. Este ha sido un año en el que los proyectos, las nuevas colaboraciones editoriales, los artículos y demás menesteres han conseguido motivarme pero no han evitado que desease que llegara Agosto para poder aminorar la marcha y descansar. Este verano necesito leer, pero también escribir con urgencia, ya que he conseguido dar con el camino adecuado hacia una historia con la que estoy bastante ilusionada. ¿Puede que este sea por fin mi año? ¿Conseguiré acabar alguno de mis escritos? ¿O el calor acabará conmigo?
No me quiero despedir, temporalmente, sin agradecer a esas 1.398 personitas que desde que empecé siguen ahí leyendo cada una de mis reseñas. Así como a todas las que o los que, aunque no sean seguidores fijos, se pasan por este lugar. También me gustaría dar las gracias a las editoriales colaboradoras con Jimena de la Almena, a las que llevan más tiempo y a las que acaban de aterrizar este año. Creo que a lo largo de todo este tiempo he demostrado ser una persona currante, infatigable, siempre al pie del cañón. Pero en los momentos de debilidad, pues soy humana al fin y al cabo, el saber que tu trabajo importa a otros, hasta el punto de confiar en ti para que reseñes sus libros levanta el ánimo a cualquiera.
A la vuelta de vacaciones seguiré reseñando, como siempre. Sólo os puedo avanzar que las hermanas Brontë, Mary Shelley o Virginia Woolf serán algunas de las autoras que vendrán pisando fuerte. En cuanto a autores, Colson Whitehead, Joseph Conrad o Gastón Leroux serán los protagonistas. Al igual que el ensayo, la autobiografía, la novela de ciencia ficción feminista, los cuentos, el teatro, algún libro de poesía...E incluso habrá un sorteo de lo más otoñal e irlandés. Pero de lo que estoy segura es que, al igual que la temporada que hoy finaliza, seguiré leyendo a más y más autoras. Todavía hay muchas mujeres increíbles por descubrir y que merecen un espacio destacado en este blog de crítica y opinión para que todo el mundo las conozca.
Me gustaría contaros más cosas, ya me conocéis, pero una maleta y un sinfín de proyectos me esperan. No desesperéis, pronto nos volveremos a ver, a escribir y a leer, sobretodo a leer. Y para que la espera se haga menos pesada, aquí os dejo una canción de lo más veraniega. Lo se, ABBA es una de mis debilidades, al igual que esta película.
¡Un beso, un saludo, un abrazo a todo el mundo, a seguir leyendo y hasta septiembre!
Autora: "Margaret Drabble (Shef-field, Yorkshire, 1933) hermana de la novelista A. S. Byatt y de la historiadora Helen Langdon. Fue la segunda hija del abogado y novelista John F. Drabble y de la maestra Kathleen Marie. Después de asistir al internado Mount School, en York, obtuvo una beca para estudiar letras en el Newham College, en Cambridge. Sus primeros intereses personales la llevaron al campo de la actuación, y en 1960 se unió a la Royal Shakespeare Company, donde llegó a estar bajo la tutela de Vanessa Redgrave. Poco después abandonó la compañía para dedicarse de lleno a la literatura. A Sumer Big Cage, publicada en 1963, narra la historia de las tensas relaciones entre dos hermanas. En 1965, le otorgaron el John Llewellyn Rhys Prize y empezó a recibir el reconocimiento de público y crítica que ya no la abandonaría jamás. Entre 1980 y 1982 presidió la National Book League. La Universidad de Cambridge la distinguió en 2006 con un doctorado honoris causa y en 2008 fue ascendida a Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico. Drabble ha publicado diecisiete novelas. Entre otras, Jerusalem the Golden, en 1967, con la que ganó el James Tait Black Memorial Prize. Aunque es reconocida fundamentalmente por su narrativa, Drabble también ha escrito guiones, obras de teatro y cuentos, así como obras de no ficción como A Writer´s Britain: Landscape and Literature y las biografías de Arnold Bennett y Angus Wilson. Sus trabajos de crítica literaria incluyen análisis de las obras de William Wordsworth y Thomas Hardy. Así mismo, se ha encargado de la edición de dos versiones de The Oxford Companion to English Literature. En 1982 se casó con el escritor y biógrafo Michael Holroyd. En la actualidad reside en Londres." (Fuente: Sexto Piso).
Editorial: Sexto Piso.
Idioma: inglés.
Traductor: Regina López Muñoz.
Sinopsis: ""La vejez es un tema de heroísmo. Requiere mucho valor", dice Francesca Stubbs, la protagonista de esta novela. Fran pasa de los setenta, aunque goza de saludo y autonomía, y a pesar de que hace tiempo que debería estar jubilada, trabaja gustosa para una institución benéfica que ofrece asistencia a ancianos que deben afrontar toda clase de penurias. Las personas que la rodean - su amiga Josephine, su ex marido Claude...- se ven abocadas a luchar por salvaguardar la dignidad en el último tramo de su existencia, una existencia que, más que disfrutarse, se sobrelleva en un carrusel de achaques y limitaciones de todo tipo. Así las cosas, Fran será una suerte de Virgilio - un Virgilio cercano, enamorado de los pequeños placeres de la vida - que guiará al lector por los infiernos, a menudo convertidos en tabú, de la vejez." (Fuente: Sexto Piso).
Su lectura me ha parecido: lenta, sobrecogedora, algo pesada, reflexiva hasta decir basta, con unos personajes con los que no he conseguido conectar del todo, recomendable, absolutamente necesaria a pesar de todo...Queridas lectoras y lectores, todos nos morimos. ¿Qué obviedad verdad? ¿Qué rotundidad? ¿Cuánta negatividad? Pues en parte si, pero la verdad, no me importa decirlo en voz alta o escribirlo en mayúsculas si hace falta. Porque esa es la única certeza, nadie es inmortal (al menos de momento) y tarde o temprano dejaremos de existir en este planeta. Sin embargo, cuando hablas de la muerte ocurre algo muy extraño, el silencio irrumpe con fuerza a la vez de que ese ambiente distendido se contrae de una forma un tanto inquietante. De pronto, uno de los participantes en la conversación te aconseja, siempre desde la amabilidad, que es mejor cambiar de tema. El de más allá, suele ser siempre el más extrovertido, te espeta que un "no seas agorera/o" o un "la vida está para disfrutarla y no para hablar de eso". Incluso está quien se cree que tienes un problema por el simple hecho de haber mentado algo relacionado con el tema. Está claro, nos cuesta hablar sobre la muerte. Normalmente esa incapacidad se asocia con el miedo, el temor al momento en el que nosotros y todo lo que nos rodea se convierta en polvo. Pero, ¿y si es por otro motivo? ¿y si existe un origen cultural para explicarlo? ¿y si nos paramos a pensar en ese tramo previo, ese del que nadie habla y al que nadie quiere llegar? ¿y si esa etapa de la vida a la que todos algún día llegaremos es el verdadero tabú? De todo esto, es decir, de hacerse mayor, de tener más de setenta años y todo lo que eso conlleva, habla Margaret Drabble en Llega la negra crecida: un tratado literario sobre la vejez en todas sus dimensiones.
La historia de como Llega la negra crecida llegó a mis manos comienza con el descubrimiento literario de su autora, de Margaret Drabble. Escuché hablar por primera vez de esta escritora inglesa gracias a un volumen de relatos titulado Un día en la vida de una mujer sonriente, editado el año pasado por Impedimenta. Un volumen compuesto por trece cuentos que estaba, literalmente, en todas partes: librerías, bibliotecas públicas, Twitter, Facebook, Instagram, publicaciones en papel, periódicos digitales, en reseñas, artículos de opinión, dentro de las recomendaciones espontáneas de famosos...No había lugar en el que no estuviese ese libro. Y como fue normal, una servidora no pudo evitar hacerse con él, motivada, además de por esa insistencia mediática, también por ese repentino interés que el año pasado experimenté respecto al cuento en todas sus dimensiones. Un día en la vida de una mujer sonriente se convirtió en la lectura que dominó los primeros días de septiembre del pasado año, una lectura que me cautivó en gran medida (aunque no todos los relatos eran perfectos) y que me sirvió para descubrir a una autora para mi desconocida hasta ese momento. Desde entonces y hasta que Llega la negra crecida apareció en mi vida, era de las que buscaba las novelas y relatos de Margaret Drabble entre las estanterías de las principales librerías de mi ciudad. Pensaréis que estaba loca, y puede que a ojos de quienes no aman los libros lo parezca, pero, lectoras y lectores, ¿quién no ha sentido ese impulso inmediato de buscar otros textos de una autora o autor con el que habéis disfrutado mucho? La cosa siguió así durante un tiempo, aunque sinceramente, nunca adquirí ningún libro suyo, es lo que tiene ser joven en este contexto de crisis y falta de oportunidades laborales. Y continuó de la misma forma, pasaron los meses hasta que un día, sin previo aviso, La negra crecida apareció ante mis ojos. Era una de sus últimas novelas publicadas y lo cierto es que desde el minuto uno quise leerlo y que formase parte de mis lecturas acumuladas. Sin saber si quiera de que iba, conseguí hacerme con un ejemplar gracias a la editorial Sexto Piso. Reconozco que tardé un tiempo en leerlo, pues como los lectores somos así de volátiles, en ese momento habían otros libros en los primeros puestos de mi lista de eternos pendientes. Sin embargo, conseguí ponerme al fin con él a principios de este mes, todo ello, recordemos, sin haber leído de qué iba y solamente guiada por el nombre de su autora. ¿La moraleja de esta historia? leer siempre las sinopsis. ¿El resultado? Una lectura que, aunque no me haya enamorado del todo, si que ha conseguido plantearme preguntas, suscitar reflexión y rememorar a los que ya no están, en especial a mi abuelo materno.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Llega la negra crecida presenta una lectura algo densa y por consiguiente ligeramente pesada. De hecho, podríamos decir que Llega la negra crecida pertenece a un tipo de novela muy particular, esas que narran historias en las que no sucede nada trascendental, pero que por el contrario, poseen un poso de reflexión tremebundo. Con esto no pretendo disuadir a nadie de su lectura, ya que el que me haya parecido algo tediosa en cuanto a su narración, no es sinónimo de evitar este libro a toda costa. Eso si, una cosa os voy a decir, los que conozcáis de que trata esta novela os vais a llevar una grata sorpresa, pues, no encontraréis esas ideas preconcebidas acerca de la literatura que aborda temas relacionados con la tercera edad. Todos tenemos prejuicios, y en este caso tendemos a pensar que las historias en las que los protagonistas son gente mayor suelen ser tristes, grises, trágicas, auténticos dramones...En pocas palabras, que consiguen deprimir a cualquiera. Sin embargo, en esta novela, Drabble consigue que el lector asista pasmado a su lectura. El puñetazo en el estómago es inmediato, no lo voy a negar, pero hay una desmitificación magistral de muchos tópicos asociados a la vejez, el paso del tiempo, su día a día y su estatus en la sociedad actual. Nada más abrir el libro nos topamos con Francesca Stubbs, más conocida por todos como Fran, la protagonista absoluta de esta novela. Un personaje complejísimo en su construcción y en el que debemos detenernos unos instantes para comprender el carácter de este libro. Fran tiene más de setenta años, vive sola y trabaja en una entidad benéfica ayudando precisamente a ancianos en situación de vulnerabilidad. Su labor diaria es la de encargarse de inspeccionar viviendas sociales para mejorar las condiciones de alojamiento y vida de las personas que residen en ellas. Una rutina que le reportará tristeza, sufrimiento, pero también amistad y la construcción de todo un sistema de solidaridad al rededor del bienestar de quienes acuden a la asociación. En esta novela, todos los personajes se ayudan entre ellos o a otras personas, en un acuerdo de intercambio de favores. Creando de este modo todo un entramado de buenas acciones mientras todos esperan a que su existencia sea interrumpida de un momento a otro. Porque sí, como es normal, el tema de la muerte está presente, pero no de una forma melodramática, sino con crudeza, proveniente sin duda de las mejores novelas psicológicas. Además del fin de la vida, son otros los temas que envuelven a Llega la negra crecida, tales como la enfermedad, la dependencia, la emigración, los refugiados o la sociedad del espectáculo entre otros. Todos ellos abordados por un lado desde la visivilización y por otro desde la crítica pura y dura. A pesar del tono crudo de la novela, Drabble encuentra, como buena inglesa, espacio para el humor. Pero no un humor desternillante, sino de una clase muy específica, para nada irónico, sino simple, sutil, como si surgiese de manera espontánea en relación a una conversación o situación que viven los personajes. Esa naturalidad le aporta a la novela un toque de realismo, más allá de la situación que la autora plantea y las acciones de sus protagonistas. Los vuelve humanos y entrañables de alguna manera. Por último, destacar la original forma que tiene Margaret Drablle a la hora de presentar los escenarios, pero sobre todo, a sus personajes. Resaltando primero sus aspectos psicológicos más importantes para después permitirle caminar, hablar o realizar cualquier tipo de acción, posponiendo la mención de su nombre. En resumidas cuentas, personaje antes que identidad.
La vejez es un tabú. Estamos en pleno siglo XXI y todavía lo es, a pesar de que desde los medios de comunicación o la publicidad reivindiquen todo lo contrario. Me parece estupendo que se hable de la vejez en los telediarios o en los anuncios de televisión, sin embargo, el reivindicar las canas o el incluir a más personas mayores promocionando productos a través del entorno audiovisual no ha conseguido que ésta deje de ser uno de esos temas del que preferimos no hablar. No nos gusta cumplir años, ni descubrirnos nuestra primera arruga en el rostro, ni mirarnos al espejo y observar como nuestro cabello ya no es como cuando teníamos veinte años, ni darnos cuenta de que nuestro cuerpo ha cambiado o que nuestra saludo va poco a poco cuesta abajo. ¿Por qué sucede esto? Muy simple, porque existe un culto casi divino hacia la juventud. Lo vemos en las series, las películas, los periódicos, los medios digitales, en las campañas publicitarias, en los telediarios, en el deporte, en el arte, en la literatura, en la política...Muchos son los rostros jóvenes que pueblan todos estos ámbitos, unos porque han accedido a ellos por sus propios méritos y otros, en la mayoría de los casos, no tenemos más remedio que observarlos en nuestro día a día. Desde que, por ejemplo, cogemos el autobús, hasta que desembarcamos en el centro, un lugar plagado de carteles y anuncios en los que, mujeres en su práctica totalidad, lucen un perfecto cutis y una silueta realmente envidiable. Sin embargo, en este mundo en el que se rinde cada vez más culto a la imagen, en cuanto tratas de acceder a una oferta de empleo, la juventud es un problema, pues se asocia inmediatamente con inexperiencia. Una paradoja que también se da en la gente mayor, ya entrada en la vejez, pues demás de considerarse socialmente a estas personas como baluartes de la experiencia, cosa bastante obvia, su edad también es motivo de discriminación y de prejuicios. Si eres joven y tu edad te supone un problema, cosa que a mi juicio me parece inexplicable, lo afrontas lo mejor que puedes, teniendo siempre la certeza de que aún te quedan muchos años por delante para poder alcanzar tus metas profesionales y personales. Sin embargo, cuando se llega a una determinada edad, a los setenta y muchos de la protagonista de esta novela por ejemplo, la sensación es que se acaba el tiempo, que lo mejor ya pasó y que ahora queda resignarse y venirlas venir. Afortunadamente no me encuentro en ese rango de edad y tal vez por ello me haya costado empatizar más con los personajes de esta novela. Sin embargo, leyéndola, he podido ser consciente de la volatilidad de la vida, así como las diferentes formas de abordar la vejez y el deterioro tanto físico como psicológico. Y también, para ser más exactos, como las personas mayores reaccionan ante esta situación, ante esa certeza o excusa de no servir para nada, de vivir eternamente de los recuerdos, de encerrarse en si misma o mismo, en no atender a razones, en permanecer en silencio, un silencio como preludio de la negra crecida, metáfora de la muerte ideada por D. H. Larwence y que Margaret Drabble retoma para hacernos reflexionar. Llega la negra crecida: una historia de solidaridad, compañerismo, vejez, recuerdos, amistad, ayuda, enfermedad, pérdida, tenacidad...Una resignación o una huida hacia adelante para escapar de las garras de la muerte.
Frases o párrafos favoritos:
"No puede evitar vivir la vida como un viaje."
"Fran ya es demasiado vieja para morir joven"
Película/Canción: como no podía ser de otra manera, y a falta de una adaptación cinematográfica, os adjunto la pieza de BSO más conocida de una de las películas sobre la tercera edad más famosas de la historia. ¿Nos damos una vuelta Miss Daisy?
Autora: Kameron Hurley (Battle Ground, Washington 1980), residente actualmente en Ohio, Graduada en Estudios Históricos por la Universidad de Alaska y la Universidad de KwaZulu-Natal, se ha especializado en la historia de los movimientos de resistencia sudafricanos. Colabora con Locus, The Atlantic y Tor.com. Su artículo Siempre hemos luchado, incluido en esta colección, fue el primer texto de no ficción en obtener el premio Hugo. Es autora además de la novela Las estrellas de la legión, de las trilogías The Bel Dame Apocrypha (compuesta por God´s War, Infidel y Rapture), Worldbreaker Saga (compuesta por The Mirror Empire, Empire Ascendant, y The Broken Heavens) y de más de una decena de novelas cortas. La Revolución Feminista Geek es una colección de todas sus reflexiones sobre feminismo, cultura, redes sociales, el mundo de los videojuegos o el género de la ciencia ficción entre otros. (Fuente: Alianza Editorial).
Editorial: Runas (Sello de Alianza Editorial).
Idioma: inglés.
Traductor: Alexander Páez García.
Sinopsis:La Revolución Feminista Geek es una colección de esnayos de Kameron Hurley sobre feminismo, la cultura, experiencias personales, las relaciones de poder o de las redes sociales. Comprende numerosas entradas de su blog, así como ensayos escritos específicamente para este libro. Con un estilo beligerante y directo, al tiempo que cuidadosamente elaborado, reflexiona sobre cuestiones como la lucha contra la invisibilización de las mujeres, la perseverancia necesaria para progresar como escritora, la importancia del cambio cultural...Que encuentran eco en muchas personas, interesadas o no e la cultura geek. Su escritura elocente, provocadora y brutalmente honesta, es universal. (Fuente: Alianza Editorial). Su lectura me ha parecido: honesta, crítica, necesaria, sin concesión alguna, inspiradora, revolucionaria, instructiva, enriquecedora, totalmente imprescindible...Queridísimas lectoras y lectores, en el título del libro que hoy tengo el honor de reseñar contiene una palabra, "geek", cuyo significado para mi era totalmente desconocido hasta ahora. "Geek" viene a ser a grandes rasgos un término que se utiliza para referirse a la persona fascinada principalmente por la tecnología y la informática. El desarrollo del término no ha sido igual en todos los ámbitos y culturas, aunque sí ha se mantenido asociada la palabra "friki" (más conocida por el común de los mortales) como sinónimo. Antes la palabra "geek" se usaba de forma despectiva y asociándola o bien con ciertos objetos (ordenador, videojuegos...) o bien con una serie de adjetivos muy concretos (perdedora/or, asocial, solitaria/o, perdedora/or, impersonal...). Las personas "geeks" suelen ser creativas, hasta el punto de convertirse en los creadores de sus propias áreas de interés. Por ejemplo, si son amantes de los cómics, no dudan en dibujar y guionizar sus propias historietas. Si les apasionan los videojuegos, suelen crear y difundir sus propios juegos de computadora o lanzarse a elaborar teorías sobre sus personajes favoritos. Lo mismo sucede en el ámbito del cine, la televisión o la literatura. El "geek" hace un uso intensivo de las nuevas tecnologías, convirtiendo a internet en el medio de expresión cultural e intercambio de gustos, aficiones y opiniones sobre los temas que les apasionan. Y para acabar, según lo que he podido leer, la o él que se define como "geek" siente especial atracción por la ciencia ficción (ya sea televisiva, literaria o cinematográfica), llegando a convertir a algunas creaciones audiovisuales (Star Wars, Star Trek, Back to the Future, Matrix, Blade Runner o las series Lost, Alias, Heroes entre otras) y del mundo del libro (Farenheit 451, Yo Robot, gran parte de las novelas de Stanislaw Lem...) en auténticos iconos que sobreviven al paso del tiempo. Pero como todo en esta vida, ni estas características generales se cumplen a rajatabla (pues cada persona es un mundo y dentro de la cultura "geek" también) ni este ámbito se libra de sufrir la lacra del machismo más peligroso y que actúa con total impunidad. De esto y más se habla en el que, por méritos propios, se acaba de convertir en uno de los mejores textos de no ficción que he leído en lo que llevamos de año. Un libro que espero que trascienda y que sean muchos, identificados o no con el ámbito en el que se desarrolla, los que lo lean y recomienden con fervor. La Revolución Feminista Geek: la reivindicación de la mujer geek.
La historia de como La Revolución Feminista Geek llegó a mis manos es bien sencilla. Aunque para ser más justa, debería empezar este apartado confesando que jamás había oído hablar del mundo "geek", pero si del "friki", que en siempre se presenta, como he comentado en el primer párrafo, como el sinónimo más extendido. Cuando era más joven, durante mi adolescencia, la palabra "friki" se usaba para describir a ese minúsculo grupo (formado por chicos en su totalidad) que no se amoldaban a los gustos mayoritarios del resto. De hecho, se podría decir que mi mejor amiga de por aquel entonces (actualmente vinculada al mundo del diseño de videojuegos) y una servidora pertenecíamos a él, siendo ella la que más aficiones y gustos sobre el mundo del entretenimiento virtual compartía con el resto. Los videojuegos, las novelas de fantasía, el manga, los cómics de súper héroes...Todos temas para mi desconocidos y que en algunos casos, como el de los videojuegos por ejemplo, me gustaban más bien poco. No obstante, en cuanto me pongo a pensar en aquellos recuerdos de adolescencia me doy cuenta de que sólo éramos dos (o tres a veces) chicas respecto a más de cinco tíos hablando sobre estos temas. Y sólo ahora me percato de lo poco representada que me sentía con algunos de aquellos productos de discusión y disfrute. No me sentía desplazada, al contrario, pero si una especie de bicho raro entre los dos polos opuestos de aquel momento, entre lo convencional y lo extravagante, o lo que la gente definía cruelmente como "estúpido". Superé el instituto, el bachillerato y la universidad sin que me gustasen los videojuegos y los mangas; y no por ello me sentí mal. Sin embargo, no fue hasta mi ingreso en los estudios superiores cuando me percaté que lo "friki" se había puesto de moda, o al menos, se había dejado de ver como algo peyorativo. Gente que nunca me imaginé perteneciente a la llamada "cultura friki" comenzó a ver series como Juego de Tronos, leer con fervor a H.G. Wells o a vestir camisetas con el casco de Darth Vader o el logo de Superman impreso en ellas. Si antes era motivo de burla, en ese momento todos se definían frikis argumentando ser una apasionada/do de un tema en concreto, incluso si este excedía del universo friki. Una tónica que continua hasta nuestros días y que se ha visto reforzada gracias en particular a la serie televisiva The Big Bang Theory, en la que se cumple a rajatabla el estereotipo del friki y que ha conseguido conectar con el público especialmente gracias a esa exageración no tan alejada de la realidad del hombre geek. Y si, digo hombre, porque las mujeres que aparecen en la serie no lo son, por lo que en el fondo la serie parece mostrar un modelo patriarcal geek: hombre, blanco, con gran inteligencia, apasionado de las nuevas tecnologías y con un punto antisocial. Un modelo en el que posiblemente muchos hombres geeks se hayan podido ver reflejados, y que por el contrario, no encontramos a la mujer representada en el universo geek. Es en este contexto, en el que me he ido interesando por la figura de la mujer en la ficción, apareció ante mis ojos el presente libro, La Revolución Feminista Geek. En un primer momento dudé en darle una oportunidad, pues como no estaba muy familiarizada con el mundo geek, pensé que no lo disfrutaría tanto. Craso error, pues el libro de Hurley duró días en mis manos, jornadas en las que me adentré en un mundo para mi desconocido y que ahora miro con otros ojos.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos apuntando que La Revolución Feminista Geek presenta una lectura potente, directa y sin concesiones de ningún tipo. Su sinceridad es abrumadora, al igual que si ingenio para captar la atención del lector a través de la ironía, una ironía muy fina y que solo hace acto de presencia cuando toca, pues para hablar de temas serios, Hurley no tiene problema en cambiar el tono y hacer que el lector pase de esa media sonrisa a la estupefacción. Y es que en La Revolución Feminista Geek se tocan muchos temas, algunos de ellos bastante impactantes y que como lectores en un mundo cada vez más conectado los tenemos que conocer y sin filtro alguno. Antes de pasar a analizar en profundidad el libro, es importante comentar que La Revolución Feminista Geek es una colección de breves ensayos (37 en total), la mayoría de ellos extraídos de su blog, otros escritos expresamente para la publicación de este volumen y uno de ellos (titulado Siempre hemos luchado: cuestionando la narración de "mujeres, ganado y esclavos") merecedor en el año 2013 del Premio Hugo siendo éste el primer texto de no ficción en ganar el prestigioso galardón. Que no os asuste el hecho de que no sea novela. Ya sé que Kameron Hurley nos tiene más acostumbrados a la ficción que al ensayo, pero creedme cuando os digo que éste libro merece, y más en la actualidad, nuestros cinco sentidos puestos sobre él. La Revolución Feminista Geek se divide en cuatro capítulos perfectamente diferenciados. El primero de ellos, "Subir de nivel", está dedicado al trabajo del escritora/or y a la ardua tarea de escribir un texto, ya sea de ficción o de no ficción. Hurley habla sin tapujos de los problemas a los que la o el aspirante a novelista se tiene que enfrentar (falta de inspiración, bloqueo, presión social, horarios de trabajo, invisibilidad, falta de apoyo, menosprecios hacia el oficio...) y define a la escritura como una carrera de fondo. El que la autora/or vea publicado su primer escrito es un triunfo, sí, pero también el inicio de una incansable lucha contra todo tipo de situaciones que pueden acabar minando la autoestima y la determinación de cualquier escritora. Pues claro está, si eres mujer y escribes ciencia ficción, todavía es más difícil triunfar o por lo menos que los lectores sepan de ti y de tu obra que si eres hombre y escribes ciencia ficción. A lo largo de este capítulo, como escritora, me he visto bastante reflejada en algunos apartados, sobre todo por el sentimiento de culpa que a veces me entra cuando veo que mi trabajo no está bien visto por la gente, haciéndote sentir que estás perdiendo el tiempo. En el segundo, "Geek", ha sido sin duda la parte más instructiva y que como lectora más he disfrutado, pues Hurley se extiende analizando la representación de la mujer y los problemas de género en la ficción literaria y audiovisual. Los análisis que hace sobre True Detective y Mad Max: Furia en la Carretera son de lo mejor del libro en general. Estos ejemplos le sirven a la autora como excusa para reflexionar sobre el tipo de ficción que estamos consumiendo y el poder de ésta para cambiar el actual "statu quo" en el que lo masculino se impone sobre lo femenino. En el tercero, "En lo personal", haciendo honor al título del capítulo, Hurley se adentra en el terreno más íntimo para hablarnos de las experiencias que a ella le han marcado como escritora de ciencia ficción. Esta es la parte más emocionante del libro, pues algunas de sus historias destacan por su dureza. Su primera y tóxica relación sentimental siendo adolescente, el acoso sufrido por los integrantes del "gamer gate" a través de internet o la vez que estuvo a punto de morir con veintipocos años de edad tras pasar dos días en coma. Hay quien dice que los escritores se inspiran en su propia biografía para poder escribir, pero en el caso de Kameron Hurley, tendría más sentido decir que la vida, y sus vicisitudes, te forja como escritora. Y por último, el cuarto capítulo, "Revolución", a modo de conclusión Hurley expone de forma contundente que somos nosotros los que debemos enfrentarnos al racismo, al machismo, al acoso o a la censura. Como por su puesto, no tolerar actos tan despreciables como el secuestro del Premio Hugo de novela que tuvo lugar hace un par de años por parte de los trolls del "Gamergate". Una vez desgranado uno a uno cada apartado del libro sólo me queda deciros, pediros y rogaros que lo leáis. Da lo mismo, es perfecto tanto para personas que conocen en profundidad la cultura geek como para quienes como yo es la primera vez que nos adentramos en este tema. Habla de temas muy necesarios y que merecen una reflexión por parte del lector, además de ofrecer una panorámica novedosa de lo geek y todo lo que le envuelve. Todos lo pueden llegar a entender y a amar, pues libros como el de Kameron Hurley hay pocos por desgracia en este mundo.
A lo largo de La Revolución Feminista Geek Hurley lanza a los lectores varios mensajes que no deben caer en saco roto y que hoy, porque sí y porque me da la gana, me dispongo a plasmar en este último párrafo dedicado al debate y a la opinión crítica. En primer lugar, algo que puede parecernos obvio: no rendirse. Toda escritora, pues a ellas principalmente se refiere en este ensayo, debe ser constante y disciplinada en el proceso de creación literaria, sin olvidar disfrutar durante las semanas, meses o años que dure la escritura de un libro. Sin embargo, Hurley denuncia las diferentes vicisitudes a las que la mujer escritora debe enfrentarse tanto en su día a día como en el terreno profesional. Y de entre todas ellas, la invisibilidad, parece ser la más peligrosa. El machismo sigue instaurado entorno a ellas, a las mujeres escritoras, un machismo que difunde prejuicios y estereotipos que por desgracia consiguen calar hondo y que promueve esa temida invisibilidad. Una discriminación que en géneros literarios como los de la ciencia ficción, en el que Hurley se mueve como pez en el agua, es tal vez más notable, pues tradicionalmente ha sido monopolio de los autores, no de las autoras. Es muy revelador ese desglose que la autora hace, citando a la escritora de ciencia ficción Joanna Russ, en relación al canon de prejuicios relacionados con la mujer escritora: "Ella no lo hizo", "ella lo escribió pero no debería haberlo hecho", "lo escribió pero fíjate sobre qué escribió", "lo escribió pero solo escribió uno", "lo escribió pero la ayudaron", "lo escribió pero es una anomalía"...Frases que nos escandalizan cuando las leemos pero que se escuchan y se pronuncian en los círculos literarios e intelectuales más de lo que podamos imaginar. En segundo lugar, un cambio urgente en el tratamiento del género femenino en el mundo audiovisual y literario, principalmente en series, películas y novelas. Mujeres floreros, víctimas, principio de pitufina, la señora personaje masculino, damiselas en apuros, la hipersexualización...Toda una serie de patrones de eje patriarcal que tanto hombres como mujeres consumen de forma continua, aunque evidentemente éstos están dirigidos especialmente al público masculino. Incluso a día de hoy es difícil que una mujer consiga identificarse con los personajes femeninos de las series, cómics o películas del universo geek. Por ello, y aprovechando el inmenso poder amplificador de estos productos audiovisuales y literarios, Hurley aboga por una transformación, un cambio en el paradigma, o dicho de otro modo, presentar modelos femeninos alejados de la construcción patriarcal. Hurley no llama al boicot, sino al cambio, porque el pasado no se puede cambiar, en cambio el futuro todavía está por decidir. En tercer lugar, algo fundamental: atesorar cada experiencia vivida como mujer y como persona en esta sociedad. Cada recuerdo, cada vivencia, cada palabra...Todo puede constituir el germen de una buena historia y formar como escritora, incluso los malos momentos. En este sentido, Hurley se explaya hablando de los trolls del llamado "Gamergate" y de su particular campaña de acoso hacia mujeres relacionadas con el mundo del videojuego, la novela de ciencia ficción y demás ámbitos de la cultura geek que o bien formaban parte de ella con orgullo o bien alzaban la voz para denunciar el machismo en sus respectivas industrias. Unos ataques que se elevaron de tono, hasta el punto de que algunas mujeres llegaron a recibir amenazas muy específicas y en algunos casos provocar la muerte (el mes pasado saltó la noticia del suicidio de la desarrolladora de videojuegos Chole Sagal a causa del terrible acoso perpetrado por los integrantes del portal). El Gamergate, un problema que no ocupa titulares, del que no hablan en la televisión, que la mayoría de personas desconoce, pero que está ahí y no duda en resurgir cada vez que una mujer publica un libro de ciencia ficción o se atreve a hablar de feminizar la industria del videojuego. Y en cuarto y último lugar, Hurley insta a la revolución. Un movimiento a pequeña y gran escala, desde las personas anónimas hasta las que tienen el privilegio de tener todos los días un altavoz. Un cambio que sólo nosotros como sociedad podemos llevar a cabo para conseguir que el machismo, el racismo, la homofobia o la censura sean erradicados de todos los ámbitos. Hace una semana tuvo lugar el Celsius 232 en la ciudad asturiana de Avilés, el mayor festival de literatura de ciencia ficción, terror y fantasía de España. Una edición marcada por la presencia de un gran número de escritoras (algunas de ellas de extraordinaria juventud) en las presentaciones, conferencias, firmas y talleres realizados durante la semana que duró el festival. Escritoras que no dudaron en inmortalizar su asistencia en la foto que precede a este párrafo, a los pies de la catedral de Avilés y posando con sus respectivas obras. En la fotografía aparece Kameron Hurley (autora de este ensayo) y Elisabetta Gnone (autora de las WITCH y de Fairy Oak) como las escritoras estrella de la edición. Sin embargo, en la foto aparecen un buen puñado de autoras españolas consolidadas en los ya nombrados géneros literarios como Elia Barceló, Sofía Rehi o Geòrgia Costa (la mitad del productivo dúo literario que forma con Fer Alcalá). Así como escritoras jovencísimas y llenas de talento como Marta Álvarez, Patricia García Ferrer, Laura Tárraga, Esther G. Recuero, Alba Quintas Garciandia, Iria G. Parente, Selene M. Pascual o África Vázquez Beltran entre otras. Un acto, una intención, una imagen que evidencia la disposición a un cambio y como las generaciones venideras están más concienciadas que nunca. Y de paso, ya que estamos, para callar bocas, pues luego dirán que sólo son cinco o seis. La Revolución Feminista Geek: un libro de confesiones, lucha, reivindicación, denuncia, rabia, videojuegos, cómics, películas frikis...Un ensayo que inspira y que mira al futuro desde una nave violeta. Frases o párrafos favoritos:
"No os puedo garantizar, jóvenes escritoras, que las cosas vayan a mejorar. No voy a fingir que no os van a trolear, acosar, amenazar u hostigar. Pero lo que sí puedo prometer es que no estáis solas en la lucha."
Película/Canción: en lugar de adjuntaros el videoclip de alguna canción o el tráiler de alguna de las películas o series analizadas en este libro por Kameron Hurley, he pensado que lo mejor sería acudir a Anita Sarkeeshian. Licenciada en ciencias de la comunicación, Sarkeeshian se hizo famosa por haber denunciado la sexualización, estereotipación y la objetualización de los personajes femeninos en los videojuegos. Creadora del proyecto "Frecuencia Feminista" y conferenciante ha sido desde entonces el blanco del acoso por parte del Gamergate, llegando incluso a recibir amenazas de asesinato. Aquí os adjunto el enlace a una de sus conferencias más famosas. Os recomiendo que le echéis un ojo, merece la pena.
Autora: Violette Leduc (Arras 1907-Faucon 1972), escritora francesa conocida por su amistad con Simone de Beauvoir. Sus escritos suscitaron una gran controversia porque se enfrentaban a lo socialmente establecido. Desde pequeña sintió el desplante de los suyos por ser hija ilegítima, hecho que plasmó en La Bâtarde (1964). Sus obras muestran sin tapujos su vida. L´Asphixie (1946) recuerda sus años de infancia y la querencia por su madre. Leduc recibió la estima y aprecio de sus colegas Albert Camus, Jean Paul-Sartre, Jean Genet y de la propia Beauvoir, pero, quizá Francia no estaba preparada para comprender "un desierto de monologa", como ella misma se definía ante su amiga. (Fuente: Mármara).
Editorial: Mármara.
Idioma: francés.
Traductor: Delfín G. Marcos.
Sinopsis: el internado ha sido escenario en el cual autores tan relevantes como Robert Musil, Fleur Jaeggy o Robert Walser han ambientado sus obras y dado a conocer sus experiencias de juventud. Con Thérèse e Isabelle, Violet Leduc viene a incrementar ese elenco de autores; entre las cuatro paredes de un internado descubrió por primera vez la amistad, el amor, el sexo y los prejuicios sociales. Originariamente, este episodio autobiográfico formaba parte de Revages (1955), pero fue censurado por el alto contenido erótico. Tuvieron que pasar varios años para que Leduc viese publicado el texto íntegro. (Fuente: Mármara).
Su lectura me ha parecido: sensual, intensa, erótica, con una latente y poderosa crítica social, adictiva, elegante, veloz, inolvidable...Queridas lectoras y lectores, a todos nos ha pasado lo siguiente. Y quien no lo haya vivido, es que o bien no sabe apreciar el valor de los libros o bien que directamente no lea. Esa sensación de estar en un momento de crisis, ya sea personal, laboral, familiar o de cualquier tipo. Esa impotencia que de pronto nos invade, consiguiendo corromper nuestro optimismo y sensatez. Esa angustia que te asalta y te devora por dentro, sin dejarse ni una miga en el plato. Esas ganas de llorar que parecen no cesar nunca, ni siquiera ante cualquier muestra de afecto de ánimo por parte de quien te quiere. Ese pesimismo que provoca que no desees levantarte de la cama por las mañanas. Esa desazón que acaba resultando desesperadamente cotidiana. Ese desgarro interno. Esas noches de no pegar ojo pensando que estas perdiendo el tiempo. Esa confusión. Esa dolorosa desorientación. Esos días en los que tienes la impresión de que has fracasado, y de que por tanto, no vas a ser incapaz de levantar cabeza...Seguro que os suenan estos síntomas, al fin y al cabo, todos los hemos pasado. En mi caso, y aquí me voy a poner un poco seria, vino dado por una serie de circunstancias que se juntaron todas a la vez. Pero a grandes rasgos tuvieron que ver con una mala noticia relacionada con una oferta de empleo (confiaba en que esta vez fuera un sí en lugar de un no) y con una crisis creativa (a nivel de escritura) que llevaba arrastrando desde hacía tiempo. Tuve unos días muy malos, no lo voy a negar, pero afortunadamente la tormenta se despejó ligeramente, y todo se lo debo al libro que hoy tengo el placer de reseñar. No es una de mis lecturas más recientes pero si la que me ha dado la pieza que faltaba en el puzzle de una historia que llevaba algunos meses en mi cabeza. Gracias a ella he podido, por fin, plasmar todas esas ideas sobre el papel. Lo de la falta de curro todavía persiste, pero lo que es optimismo y ganas de cumplir un sueño han regresado, y espero que para quedarse. Los libros tienen el poder de iluminar los días negros, y esta novela en concreto, parece no ser de este mundo. Thérèse e Isabelle: una pasión lésbica en el entorno más opresor.
La historia de como esta breve novela de Violette Leduc llegó a mis manos es bien sencilla, y en parte os la he contado en el primer párrafo de esta reseña. Sin embargo, como en toda novela que se preste, en este caso existe una primera parte. No fue en los estantes de una librería, ni en el escaparate de unos grandes almacenes, ni siquiera se lo he visto leer a nadie en el transporte público, como tampoco en manos de algún conocido o amigo. La primera vez que vi Thérèse e Isabelle fue en una biblioteca pública. Una circunstancia que puede ser muy lógica, pero que para mi en ese momento me resultó fascinante. Normalmente, cuando visito algunas bibliotecas de confianza de mi ciudad, en particular la de mi barrio y algunas situadas en el centro, mis ojos suelen ir, no se por qué, a las novedades. Y es que algunas de ellas se lo montan muy bien para que el lector acuda al estante donde reposan, como recién salidos del horno, deseosos de tú seas la primera persona en catar su lectura. Sin embargo, por desgracia, estas estrategias (totalmente legítimas y normales) consiguen que pases del resto de libros que hay en la biblioteca de turno, libros que en su día fueron destacados pero que ahora pasan los días, meses y años recogiendo polvo en los estantes menos atractivos. Por eso, es bueno que de vez en cuando, los librófobos pasemos de vez en cuando de las jugosas novedades y nos adentremos en el laberinto de libros que, en apariencia, nadie quiere leer. No vaya a ser que, como me sucedió a mi, os topéis con la lectura de vuestra vida. Thérèsse e Isabelle se presentó ante mis ojos de esa forma, como un tesoro descubierto entre filas y filas de novelas que rara vez salen de sus estantes para ser degustados. Todo era perfecto: la sinopsis una maravilla, la portada un misterio y justo la extensión que en aquellos momentos necesitaba (lo más breve posible). Sin embargo, como en todo guión cinematográfico, el giro dramático de los acontecimientos se produjo cuando acudí emocionada al mostrador y me dijeron que no podían prestármelo porque todavía estaba sancionada. Se me llevaron los demonios aquel momento, ¿cómo pude tener tan mala suerte? Afortunadamente, y a pesar de que la presencia de Thérèse e Isabelle en las librerías me recordó durante un tiempo aquel anecdótico pero decisivo episodio, la vida te recompensa, y en mi caso fue gracias a Mármara, editorial a la que pude pedir un ejemplar de esta novela de Leduc para poder leerlo con total tranquilidad. El resultado: una experiencia lectora única.
En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Thérèse e Isabelle presenta una de las lecturas más ágiles y bellas que he leído. Su extensión, 122 hojas, es perfecta. Hay quien seguramente piense que no le habría venido bien a la novela unas cuantas hojas de más, pero sinceramente, ¿de verdad hace falta? ¿Es necesario añadir páginas cuando su contenido es perfecto? Me cuesta decir que un libro es totalmente redondo, ya que siempre se le puede sacar algún punto de mejora, pero creerme cuando os digo que esta novela de Violette Leduc (una escritora injustamente olvidada) me ha llevado por terrenos insospechados. Me ha hecho volar, pensar, temblar, estremecerme, excitarme, y por primera vez en mucho tiempo, mantenerme al borde del llanto...En pocas palabras, que esta novela ha hecho conmigo lo que ha querido. Leduc es capaz de llevarse al lector al terreno que le interesa para luego, una vez captada toda su atención, sacudirlo y atravesar su alma con un afilado cuchillo, para luego dejarlo tirado, desolado, triste, con la sensación de no haber leído un libro, sino de haber sufrido un terremoto en sus propias carnes. Por no hablar de su exquisito erotismo, muy alejado de lo chabacano y simple que tanto se prodigó hace unos años, cuando la literatura erótica vivió un renacimiento impulsado por el marketing tras el éxito de Cincuenta sombras de Grey. Todos aquellos textos carecían de interés, de un trasfondo bien definido, de una historia que fuese más allá de las escenas de sexo (aunque estas constituyan los momentos centrales de la novela, por algo se le llama novela erótica y no romántica por ejemplo) y de un poso de reflexión (de hecho, muchas de ellas caen en el machismo más peligroso, sin crítica alguna). Una vez escuché a una escritora decir, en relación a la literatura erótica, que la línea que separa lo elegante de lo vulgar es muy fina, por lo que toda o todo escritor que pretendiese escribir una novela de estas características debía medir bien los pasos a seguir y presentar un estilo lo más depurado posible. Lo de Violet Leduc en Thérèse e Isabelle directamente es belleza, más allá de todo estilo literario (por muy depurado que esté). Sutileza, embriagadez, pasión...Todo eso junto y perfectamente revuelto en perfecta harmonía con lo que se esta narrando. La historia parte de una base muy sencilla: la tórrida relación amorosa y sexual entre dos alumnas de un internado de señoritas en la Francia de o bien a principios de siglo XX o bien a mediados de éste (pues no queda del todo claro) y en la que encontramos el patrón clásico dentro de la novela erótica de maestra y pupila. Thérèse (la propia Leduc) aprende de Isabelle. Sin embargo, toda incoherencia que podamos encontrar queda difuminada y olvidada, pues aquí, a parte de lo que se cuenta (que es vital e importante para entender la envergadura de esta novela), lo que de verdad importa es el envoltorio, o lo que es lo mismo, el como Violet Leduc lo cuenta. Aún así debemos ser conscientes como lectores que Thérèse e Isabelle representa un hito en la historia de la literatura francesa por varios motivos. En primer, lugar por la propia trama. Que en los años 50 del pasado siglo una autora se atreviese a escribir una historia sobre una relación lésbica es realmente fascinante. Esto refleja lo que ya sabíamos, que Violette Leduc fue una mujer adelantada años luz a su tiempo, a esa Francia de mediados de siglo que parecía despertar de un largo letargo puritano. En segundo lugar, por el carácter autobiográfico de ésta. Si lo de plantear una historia de amor entre dos mujeres ya era un atrevimiento, el exponerse de esa forma ante una sociedad cerrada y moralizante podía suponer un suicidio mediático. De hecho, no debemos olvidar que este libro fue censurado y que Leduc no pudo ver su obra publicada hasta unos años después. Aún así, Violette Leduc fue una autora aclamada por los intelectuales de su tiempo, en especial por su íntima amiga Simone de Beauvoir y su compañero Jan Paul Sartre (¡Casi nada!). Y en tercer lugar, lo obvio, esa feroz crítica a la moralidad de la época, la cual se materializa en la atmosfera de la novela. Empezando por el propio edificio del internado y finalizando por las maestras. Un entorno represor que no hace sino acentuar la asfixia y el miedo en los dos personajes principales. Nadie duda a estas alturas de que Thérèse e Isabelle me ha gustado, hasta el punto de servirme como inspiración para un proyecto que estoy elaborando, por eso, me gustaría que lo leáis. Ya no sólo por una cuestión personal, también porque esto sí es literatura erótica de calidad. De la que profundiza, de la que te provoca, de la que logra excitarte de verdad.
Todos sabemos que la semana pasada tuvieron lugar en Madrid la impresionante, reivindicativa y siempre colorida fiesta del Orgullo LGBTIQ+. La más importante a nivel nacional y la que congrega cada año a miles de miembros del colectivo en la plaza Pedro Zerolo, situada en el icónico barrio madrileño de Chueca. Hasta ahí todo correcto. El problema viene cuando se extrae beneficio a costa de una reivindicación social tan importante como la del colectivo LGBTIQ+. Coincidiendo con los actos de esa semana, muchos fueron los políticos que se apuntaron al carro de reivindicar los derechos LGBTIQ+, algunos incluso procedentes de partidos contrarios a éstos. No podemos pasar por alto el famoso tweet de María Dolores de Cospedal en el que deseaba a sus seguidores un feliz Orgullo. Como tampoco la participación de Ciudadanos en la multitudinaria manifestación del sábado, en la que su líder, Albert Rivera, aprovechó para ensalzar las ventajas de la gestación subrogada para el colectivo LGBTIQ+. Dos formas de manifestar su apoyo a la causa totalmente oportunistas. Por un lado el PP, que siempre ha votado en contra de la mejora de los derechos del colectivo, pretendía lo que parece ser una especie de lavado de cara del propio partido político más que un apoyo sincero. Y por otro Ciudadanos que, como en otras ocasiones, sus líderes más visibles no pierden la oportunidad de buscar rédito político a costa del valor de las peticiones del colectivo. Al igual que los partidos políticos pretenden obtener votos apoyando al movimiento, las empresas no dudan en subirse al carro y teñir sus principales logos con la bandera del arcoíris. Apple, la prensa escrita, Netflix, HBO, el Banco Santander...Hay muchos ejemplos, y la mayoría de ellos aprovechan las fechas para lanzar ofertas o poner a la venta productos relacionados con la temática (camisetas, pins, calcetines, banderas, pulseras, discos recopilatorios). Aunque lo más surrealista que he visto últimamente por ahí ha sido un anuncio en un portal de empleo y emprendimiento de mi ciudad, en el que en apoyo al colectivo, iban a apoyar durante esa semana a los emprendedores que quisiesen montar empresas gay-friendly. A todo eso, amigas y amigos, se le conoce con el nombre anglosajón de Pinkwashing, que significa literalmente "blanqueamiento rosa". En otras palabras, las estrategias políticas y de márquetin dirigidas a la promoción de instituciones, países, personas, productos o empresas apelando a su condición de simpatizante del colectivo LGBTIQ+ con el objetivo de ser percibidos como abiertos, progresistas, modernos y tolerantes. Aquí en España, el Pinkwashing se da solamente durante los actos de la semana del Orgullo en Madrid, en donde todos los interesados sacan la artillería pesada para poder conseguir su propósito. Esto también ocurre en muchos países de nuestro al rededor y del otro lado del charco, aunque sin duda, en donde esta estrategia esta tomando tintes más terribles es en Israel. País que, por un lado esta impulsando una espectacular campaña publicitaria para atraer al colectivo LGBTIQ+ a su territorio, al mismo tiempo que comete crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino. Turismo y conversión de Tel-Aviv en capital gay friendly mundial para ocultar la violación de los derechos humanos perpetrados. ¿Por qué digo todo esto? ¿A qué viene esto del Pinkwashing? Pues al hecho de que no debemos caer en las redes de éste (o al menos a intentarlo), a que todos los días se tiene que reivindicar la diversidad y la tolerancia (y no sólo una semana al año) y a que una buena forma de escapar del Pinkwashing es leyendo libros como el que hoy he reseñado en cualquier momento del año. Primavera, verano, invierno u otoño. Cualquier ocasión es buena para adentrarse en esta literatura tan intensa como reivindicativa. Thérèse e Isabelle: una historia de amor, sexo, pasión, deseo, represión, dudas, noches sin dormir, desafío a las convenciones sociales...La novela que todas y todos deberíamos leer, recomendar y tener a nuestro lado.
Frases o párrafos favoritos:
"Isabelle llegó del país de los meteoros. de las conmociones de las catástrofes, de los estragos. Me lanzó una palabra liberada, un programa, en su hálito el frescor de los mares del norte. Tuve la fuerza para guardar silencio y hacerme de rogar."
"El escalofrío es la caricia lo que el relámpago a la noche."
Película/Canción: existe una adaptación de 1968 realizada por el director estadounidense Radley Metzger. Sin embargo, y a falta de un tráiler disponible en internet, he querido hacer un pequeño homenaje a este libro adjuntando el videoclip de una de las canciones más famosas y trasgresoras de Mecano. Cada vez que la escucho se me ponen los pelos de punta.
Autora: Ayòbámi Adébáyò (Lagos, Nigeria, 1988). Sus historias han aparecido en diversas revistas y antologías literarias, y han sido muy elogiadas por el jurado de Commonwealth Short Story Prize en 2009. Tras cursar un máster en Literatura inglesa en la Universidad de Obafemi Awolowo, Adébáyò realizó otro de Escritura Creativa en la Universidad de East Anglia, donde recibió una beca de Escritura Creativa. También ha obtenido otras becas de investigación y ha sido residente en Ledig House, el Sinthain Cultural Centre, Hedgebrook, la Ox-Bow School of Art, Ebedi Hill y el Sienna Art Institute. Quédate conmigo es su primera novela. (Fuente: Gatopardo).
Editorial: Gatopardo.
Idioma: inglés.
Traductora: Irene Oliva Luque.
Sinopsis: Yejide espera un milagro: un hijo. Es lo único que quiere su marido, lo único que quiere su suegra, y ella lo ha probado todo: duros peregrinajes, consultas médicas, plegarias a Dios. Pero cuando sus familiares se empeñan en buscar una nueva esposa, cruzan el límite de lo que Yejide es capaz de soportar. Y se verá abocada a los celos, la traición y la desesperación. (Fuente: Gatopardo).
Su lectura me ha parecido: intensa, compleja, estremecedora, durísima, de las que dejan huella, exquisita, grandiosa, elegante, deliciosa... Hace unos días, mientras meditaba cual sería el libro que protagonizaría la próxima reseña en este blog, me di una vuelta por el índice de contenidos que podéis encontrar en Jimena de la Almena si deslizáis hacia abajo el ratón. Leí cada uno de los apartados, algo que no hacía desde el momento en el que comencé a despreocuparme de los números y las visitas, y me topé con algunos datos curiosos. ¿Es posible que de las 257 reseñas que llevo publicadas, unas 68 sean de libros escritos por autoras o autores ingleses? Sí, es posible, ya que mi idilio con la literatura de dicho país parece ser eterno. Le sigue de cerca Estados Unidos con 56 reseñas y en tercera posición España con 48 (algo a lo que tendré que poner remedio más pronto que tarde). Bastante más alejados están Francia con 19 y Alemania con 10, pero a grandes rasgos estos serían los cinco países cuya literatura he reseñado más, al menos si nos ceñimos a los datos numéricos. Sin embargo, dentro de todo ese índice compuesto de periodos históricos, nombres de autoras/es, corrientes literarias, temas y editoriales; hay representados una serie de países cuyo número de reseñas es bastante inferior. Entre ellos se encuentra Irlanda con 6 reseñas (este ha sido sin duda el país que más he descubierto este año literariamente hablando gracias especialmente a Edna O´Brien), Italia con 5 (increíble pero cierto), Australia con 5 (cortesía de Kate Morton), Chile con 3 (bendita Isabel Allende) Suecia con 5 (alabada sea Camilla Läckberg y todas las escritoras/es de novela negra de este país), Austria con 3, Dinamarca con 2 y Grecia también con 2. Y un escalón más abajo, una tímida representación países como Brasil, China, Corea del Norte, Estonia, Finlandia, Hungría, Islandia, Portugal, República Checa, India, Suiza, Turquía y Vietnam. Cada uno con un solo libro reseñado. Este repaso general, además de demostrar que soy una lectora bastante ecléctica aunque con claras preferencias, me ha hecho reflexionar acerca de la cantidad de literatura que existe y que nos queda por descubrir. Es cierto que, como acabo de demostrar, en cuanto a gustos literarios la influencia anglosajona pesa mucho, y la americana ya ni os cuento, pero ahí están otras autoras/es procedentes de los países más remotos que nos podamos imaginar, deseosos de que su obra sea conocida por el gran público. El libro que hoy tengo el placer de reseñar está escrito por una novelista cuyo país de procedencia inaugura nueva pestaña en el índice, y con él, la irrupción de un continente, el africano, el cual está demostrando en los últimos años que esta plagado de talento literario. Quédate conmigo: la maternidad como motor de una historia tan dolorosa como hermosa.
La historia de como Quédate conmigo (sí, yo también pensé en Pastora Soler la primera vez que leí el título de este libro) llegó a ocupar un privilegiado lugar en mi adorada estantería es bien sencillo. Pero estaría siendo injusta con todos vosotros si no relatase esta breve explicación de los hechos desde el verdadero principio, que no es otro que desde ese desconocimiento absoluto por la literatura procedente de África. Todo sistema capitalista que se precie, en especial los más invasivos y devastadores, se encargan siempre de repetirte hasta la saciedad que lo que éstos ofrecen es lo mejor y que por tanto es digno de ser consumido salvajemente. Y por el contrario, lo que consideran perjudicial o una posible amenaza al "chiringuito" que tienen montado, no dudan en despreciarlo y realizar un lavado de cerebro a todos nosotros, con el objetivo de crearnos una opinión desfavorable o indiferente sobre X cuestión, producto, cultura, etc. Eso es justo lo que ocurre cuando escuchamos hablar de África. Muchos no dudan en evocar las imágenes del Rey León, fragmentos sueltos de algún documental de naturaleza, la icónica danza de los masáis que se uso para un conocido anuncio, los simpáticos y marchosos lémures de Madagascar o el famoso vuelo en avioneta de Memorias de África. Pero más allá de lo que el mundo audiovisual nos haya podido transmitir, lo cierto es que cuando escuchamos "África" la palabra que se nos viene a la cabeza de inmediato es "hambre"a la que se le suman otras tantas como "pobreza", "muerte", "desnutrición", "guerra" "inmigración" o "enfermedad". Agoreras palabras que consiguen crear una imagen que, si bien es cierta por desgracia, no define en su totalidad al territorio africano dejando a un lado ese poso cultural tan importante que éste posée a lo largo y ancho del continente. África no está muy presente en los telediarios, y cuando lo hace es por una mala noticia (atentados terroristas, golpes de estado, hambrunas, rebrote de enfermedades mortales, catástrofes naturales, inmigración ilegal...) pero no porque uno de sus hijas o hijos naturales, por ejemplo, haya alcanzado un notable logro en cualquier campo del conocimiento o a nivel profesional. Afortunadamente, aunque a cuenta gotas, los lectores occidentales estamos poco a poco conociendo más este continente tan fascinante más allá de los problemas y los tópicos con los que se suele asociar a través de una serie de singulares autores. Desde el candidato al Premio Nobel como el keniata Nügï wa Thiong´o hasta la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (cuyas novelas y ensayos feministas han conseguido colarse entre los más leídos a nivel global), pasando por Yaa Gyasi, Nuruddin Farah o Nii Ayikwei Parkes entre otros. Nadie duda que la literatura africana, por un motivo u otro, ha comenzado a conquistar las ventas y los halagos de la crítica más exigente, y una servidora no pensaba quedarse atrás. Aunque he de confesar que me inicié en la literatura procedente de este continente con los Ted Talks feministas de Chimamanda Ngozi Adichie, no ha sido hasta Quédate conmigo, la novela que hoy reseñamos, cuando de verdad he podido degustar las migas de una literatura tan autóctona y especial como es la africana. En cuanto lo vi por vez primera a través de las redes sociales, supe que el libro de Ayòbámi Adébáyò tenía que ser mío. Un amor a primera vista que parece prolongarse en el tiempo y en mi memoria.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Quédate conmigo presenta una de esas lecturas que no quieres que acaben nunca. Sabemos que ningún libro es infalible, ni absolutamente perfecto, pero existen unos pocos que consiguen aproximarse, tanto que hasta parecen rozarla con sus palabras. En el caso de esta novela, Ayòbámi Adébáyò logra una cosa muy difícil: contar una historia tan dura como la vida misma, o más incluso, y al mismo tiempo atrapar al lector en ella sin que éste alce la mirada del papel, sin que dude, sin que pestañeé, fascinado por como la cuenta. En Quédate conmigo ese experimento consistente en filtrar la crudeza de la trama a través de un estilo depurado, sugestivo y hasta colorido si se me permite el atrevimiento, da como resultado una doble fórmula: la de un inmediato éxito editorial y la que convierte a esta novela en un recuerdo imborrable en el lector que se atreve con su lectura. Adébáyò construye una historia que ya nos la han contado muchas veces, sobre todo desde el plano más occidental. Que levante la mano quien no haya leído un libro en el que la protagonista no puede quedarse embarazada y tiene que asistir a los problemas o a las consecuencias de su sino. Sin embargo, al ambientarse en Nigeria, y encima en el contexto de las revoluciones sociales a las que el país asistió durante la década de los 80 del pasado siglo, ésta adquiere una dimensión totalmente nueva y novedosa a ojos del lector. A grandes rasgos, Quédate conmigo narra la historia de Yejide, una mujer movida por un único objetivo: ser madre. Sin embargo, no consigue quedarse embarazada, situación que aviva las presiones desde su entorno más cercano, empezando por las de su marido Akin y finalizando por las de su suegra Moomi, la cual amenaza con buscarle a su hijo una nueva esposa (algo que finalmente lleva a cabo), y que llevará a la protagonista a iniciar un desesperado periplo con el único fin de mantener intacta la vida que tenía. El amor está presente a lo largo de esta novela, pero no es un amor romántico al uso, sino llevado al extremo, hasta el punto de que éste acaba por materializarse en un hilo, tan fino que en cualquier momento puede romperse, y con él, todo lo construido a lo largo de los años. De esta forma tan metafórica, Adébáyò nos habla de la fragilidad de las relaciones de pareja, así como de los sacrificios que se hacen (en este caso de forma evidentemente desigual) para que la convivencia siga siendo tan armoniosa como al principio. Una historia la de Quédate conmigo que nos ofrece unas pocas pinceladas del marco espacial y cronológico en el que ésta se desarrolla. No muchas, pero si las suficientes como para que el lector se sitúe en medio de un país que oscila entre lo político-social (el clima de tensión y violencia se palpa en el ambiente y en el carácter de los propios personajes) y el misticismo de las creencias ancestrales tan arraigadas en los comportamientos humanos. En medio de ese caos en el que parece que ha caído el país, Yejide peregrina hacia una montaña en busca de los milagros de un supuesto profeta. Un contraste que acentúa aún más esa dualidad entre lo ancestral y anacrónico y la realidad más acuciante. Mención a parte merecen los personajes de esta novela, en especial el Yejide de la protagonista absoluta. Su complejidad, su determinación, sus momentos de flaqueza, pero sobre todo su fuerza, la cual saca de donde no hay, hacen que este personaje se quede en la retina del lector. Si bien es cierto que a medida que nos acercamos al final parece decaer en intensidad, no podemos quitarle el merito a Adébáyò, capaz de cargar sobre los hombros de su protagonista femenina todo el peso de la historia sin ningún remordimiento. Akin, el marido de Yejide, también es importante para esta historia, pues si en Quédate conmigo conocemos la historia desde la perspectiva de ella, la introducción de un personaje como el de Akin nos sirve como contrapunto y como excusa para contar la historia desde la otra mirada, es decir, desde la mirada masculina. La cual por supuesto, no tiene nada que ver con la femenina, ni en tratamiento ni en protagonismo. Es interesante conocer su versión, como él vive el hecho de que su mujer no pueda tener hijos, pero éstas escenas son escasas en comparación con las que vive Yejide. Creo que en este sentido Adébáyò podría haber equilibrado mejor las dos narraciones para que éstas no quedasen totalmente descompensadas. Y por último, si ha habido un personaje que he odiado con todas mis fuerzas ese es el de Moomi, la madre de Akin y por tanto suegra de Yejide. Una mujer que representa ese mundo tradicional y a la vez caduco tan presente en la novela y que no hace más que machacar a su nuera para que le de un nieto. Sin duda un personaje tan odioso como atemporal. Nadie a estas alturas de la reseña duda que, además de todo lo mencionado, el poder cautivador de Quédate conmigo reside en su exotismo. El lector occidental, raramente acostumbrado a consumir literatura que traspase las fronteras de lo convencional, encontrará en esta novela la puerta de acceso a un universo literario nuevo, tan fascinante como demoledor, pero que es necesario conocer.
Salta a la vista que Quédate conmigo parece erigirse como un tratado novelado sobre la maternidad en todas sus facetas. Pero también de un enorme tabú, tan antiguo y tan trascendental que éste ha llegado hasta nuestros tiempos. Que no es otro que el de la infertilidad, en concreto de la infertilidad masculina. Desde que el mundo es mundo siempre se ha culpado a la mujer de la imposibilidad de tener hijos, lo cual ha comportado como consecuencia duros castigos o sambenitos que provocan gran estigma social. Y esto es así porque a la mujer siempre se le ha asociado con esa capacidad biológica, sin tener en cuenta que en el proceso el hombre juega un papel fundamental. Sin los espermatozoides la vida no nace dentro de la mujer, eso es de cajón, de primero de educación sexual y de clase de biología. Sin embargo, la sociedad patriarcal salvaguarda el honor de los hombres, pues se da por hecho que los hombres no son infértiles por naturaleza. Todas y todos estamos cansados de ver, ya sea a través de los libros de texto o en algunos casos en vivo y en directo, cuerpos de hombres desnudos. Es una constante: desde las esculturas clásicas de las antiguas Grecia y Roma, hasta los cuadros más modernos, pasando por todas esas corrientes pictóricas y escultóricas del Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo o el Romanticismo entre otras. En cada una de estas etapas históricas, la figura masculina se nos presenta erguida, fuerte, musculosa, en actitud defensiva o realizando algún movimiento concreto (siempre relacionado con actividades tan fuertes e impactantes visualmente como el combate, el ejercicio físico o la toma de decisiones trascendentales). Unos cuerpos perfectos en los que los miembros viriles están presentes y a la vista de todo el mundo. Aunque curiosamente es cierto que a lo largo de la historia éstos se han visto censurados. Ejemplo de ello son las famosas hojas de parra colocadas con posterioridad sobre algunas esculturas clásicas o la censura de la que hizo gala Pío IV al ordenar al pintor Danielle di Volterra vestir los desnudos de la Capilla Sixtina, los cuales en su mayoría son masculinos. Por no hablar de que, en el año 2012, una televisión china pixeló los genitales del David de Miguel Ángel durante un reportaje. Aunque más reciente es el hecho de que en muy pocos productos audiovisuales (cine y televisión principalmente) aparezcan desnudos integrales masculinos. Creo recordar que en Juego de Tronos aparece alguno, al igual que en las series Roma, Deadwood o en la reciente The Leftovers. Y en cuanto al cine la cosa no es muy habitual. Uno de los más recordados es el de Michael Fassbander en Shame, pero también lo son los de actores como Viggo Mortensen, Vicent Cassel, Ewan McGregor o Daniel Craige. Sin embargo, en cuanto a desnudos masculinos en el cine o en televisión siempre nos muestran el plano trasero, por lo que es muy difícil que el espectador pueda ver el pene del actor en concreto. ¿A qué se debe todo esto? Muy fácil, a que todavía persiste en el mundo del arte y en el plano social-cultural la idea de que la debilidad del hombre reside en el pene. En otras palabras, a que su supuesta "masculinidad" y "fertilidad" están en juego en función del tamaño de su miembro. Se que suena demasiado chabacano, brusco incluso, pero es así. Hasta en la actualidad muchos chicos se obsesionan con el tamaño de su pene, midiéndoselo y comparándolo con el de los demás en los vestuarios o en la privacidad del hogar (y esto es completamente verídico). Una obsesión que acaba por convertirse en una cuestión de honor, algo que podemos apreciar en el mundo del cine. ¿Alguien ha pensado alguna vez que hubiese sido de Arnold Schwarzenegger si en algún momento de su carrera cinematográfica se hubiese prestado a un desnudo frontal? Nunca lo sabremos, pues el derecho a preservar esa posible "mancha" en su anatomía, y por tanto su "hombría", está asegurado. De estar en lo cierto, automáticamente su imagen de tipo duro, hipermusculoso y agresivo (no muy lejano a la masculinidad de las esculturas clásicas). Ese hombre que el patriarcado quiere venderte como modelo a seguir a través del consumo de masas se iría al traste. Sin embargo, con las mujeres no pasa eso. Las mujeres en las películas se desnudan, incluso frontalmente, dejando al descubierto sus órganos sexuales. Pero la diferencia radica en que, en el mundo de la ficción, las mujeres sufrimos más el sexo o los desnudos gratuitos. En parte gracias a que nuestro cuerpo ha sido tomado en el mundo del arte como un bello objeto, dejando a un lado claro está, todo debate intelectual entorno a él. Un cuerpo al servicio de los hombres, los cuales están llamados a otros quehaceres de mayor altura. Un cuerpo que es usado hasta la saciedad y cuya única función es la de tener hijos. Un cuerpo, como sucede en Quédate conmigo, sujeto al escarnio público y a las presiones de la sociedad. Un cuerpo cuyo honor y derecho a ser respetado no alcanza al del de los hombres. Un cuerpo diferente al del sexo masculino y cuya evolución en el imaginario artístico, literario y social parece no sufrir cambio alguno con el paso de los siglos. Dejando patente, una vez más, lo mucho que nos queda por avanzar. Quédate conmigo: una historia de amor descomunal, infertilidad, roles de género, tradiciones anacrónicas, maternidad, tensiones sociales...Una novela necesaria para los tiempos que corren. Párrafos o frases favoritas:
"Ya entonces intuía que habían venido en son de guerra. Los veía a través de las hojas de cristal en la puerta. Oía su cháchara. No parecieron percatarse de que llevaba casi un minuto entero de pie al otro lado de la puerta. Quería dejarlos plantarlos allí fuera, subir las escaleras y volver a acostarme. Tal vez se derritiesen en charcos de fango marrón si se quedaban al solo el tiempo suficiente." Película/Canción: como no existe una posible adaptación audiovisual a la vista, he optado por adjuntaros una pieza de BSO preciosa, una de mis favoritas. La película para que fue compuesta no tiene nada que ver con Quédate conmigo, sin embargo, sus notas no pudieron evitar evocarme algunos pasajes del libro, en los que la alegría y el drama se funden en un mismo color.