MUERTE EN LA RECTORÍA
Título: Muerte en la Rectoría.
Autor: Michael Innes (1906-1994) pseudónimo de John Innes Mackintosh Stewart. Escritor, académico y crítico literario, enseñó en las aulas del Queen´s University de Belfast y de las universidades de Leeds, Adelaide y Oxford. En 1936, comenzó a publicar una larga serie policíaca por la que hoy es recordado. Además de Muerte en la Rectoría, Innes también es autor de La torre y la muerte o ¡Hamlet, venganza! entre otras.
Editorial: Siruela.
Idioma: inglés.
Traductor: Susana de la Higuera Glynne-Jones.
Sinopsis: desde el momento en que el rector del St. Anthony´s College aparece muerto en su biblioteca, el escándalo está asegurado, pues las únicas personas con motivos para asesinarlo - una legión de excéntricos y grandilocuentes profesores - resultan ser aquellas que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Los esfuerzos de sus colegas por ofrecer sólidas coartadas que sirvan a la vez para inculpar a sus enemigos académicos, así como sus particulares divagaciones intelectuales, harán que la tarea del inspector Appleby y el agente Dodd no resulte sencilla en absoluto, ya que nada en ese caso es lo que parece a simple vista, ni siquiera la muerte...
Su lectura me ha parecido: entretenida, original, inteligente, a ratos densa, a ratos divertida, satírica, clásica, para nada arriesgada...Queridos lectores y lectoras, coincidiréis conmigo en que el periodo universitario es uno de los mejores. Es una de esas etapas que, para quienes la hayan experimentado y vivido en primera persona, siempre se mantiene en la memoria, intacta, inmune casi al paso del tiempo. Es un periodo de verdadera libertad, rebeldía, activismo, donde estudias lo que de verdad te gusta, donde conoces gente con tus mismas afinidades y donde no te sientes como un bicho raro, fuera de lugar. En mi caso lo percibí de esa forma, como algo importante que contribuyó a forjar mi forma de ser y a aumentar mi interés intelectual, algo que sin duda, quedará grabado en mi memoria por siempre jamás. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y es que la universidad, como institución, no es perfecta. Tras sus en ocasiones centenarios o milenarios muros, se esconden casos de injusticia, elitismo, nepotismo, machismo y el mirar por otros intereses que nada tienen que ver con lo estrictamente académico. Así es la universidad y España no se libra, sino que con algunas acciones contribuye a acrecentar esa leyenda negra que siempre ha acompañado a esta institución tan importante culturalmente hablando. En el libro que hoy tengo el placer de reseñar habla de la universidad, de los tejemanejes académicos, de todo ese micro cosmos propio que se ve alterado por un inesperado asesinato. Dicho de otra forma, la oportunidad para que un escritor como Michael Innes despliegue todo su ingenio literario en Muerte en la Rectoría: lo clásico al servicio del lector nostálgico.
La historia de como este libro llegó a mis manos es muy parecida a la que otras veces os he narrado en este espacio de crítica y opinión. Con el aliciente de que una servidora necesitaba renovarse en lo que respecta a lecturas de un género muy concreto, el policíaco. Como muchos sabréis, las historias de crímenes y misterios me han ido acompañando literariamente durante una parte muy importante de mi vida. De hecho, y creo que esto no lo he contado aún, esa afición por la literatura policíaca empezó con un libro que tenía en mi casa sobre el famoso Jack el Destripador. Era un libro realmente truculento, desagradable, donde incluso se mostraban fotos de los cadáveres de las prostitutas asesinadas por este enigmático personaje y que carecía de calidad literaria, pues se limitaba simplemente a describir lo sucedido cronológicamente. Ese libro que todavía conservo fue el germen, y aunque no fuese la lectura más recomendable del mundo, me empujó hacia el género y hacia otros autores. Tras esta incursión en el mundo del misterio y el crimen, le siguieron la lectura de algunos números monográficos de la revista Muy Historia, luego la ficción juvenil con los libros de los casos de Flanagan, años más tarde me adentré en la novela negra nórdica de la mano de Camilla Läckberg para acabar leyendo libros actuales del género que no lograban satisfacer mi apetito lector. Esta relación que estaba derivando en un intenso amor-odio cambió cuando sentí la necesidad de adentrarme en el germen, lo clásico en lo que dio prestigio y colocó a la novela policiaca en lo alto del mundo literario. Fue entonces cuando libros como En la Niebla de Richard Harding Davis, reseñado hace unos meses atrás, se coló entre mis lecturas, convirtiéndose en todo un descubrimiento. Siguiendo esta línea y tras leer varias reseñas positivas, decidí pedirles a Siruela, tras reseñar Historia de las Abejas, Muerte en la Rectoría. Un libro que creía que seguiría la misma estela e influencia literaria. Al poco de recibirlo, inicié ávida su lectura, y cuando la di por finalizada, sentí mis expectativas completamente satisfechas. Aún siento un enorme respeto hacia Conan Doyle, lo confieso, pero con lecturas como esta, una va preparando el terreno para enfrentarse al más grande del género.
En lo que respecta a la critica literaria propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Muerte en la Rectoría presenta una lectura lenta pero entretenida al mismo tiempo. Esto es así porque la lectura te obliga a estar atento a cada uno de los detalles que van apareciendo. Aunque, sinceramente, la palabra "atento" se queda corta, la más adecuada es "alerta". Muerte en la Rectoría te obliga a estar con los ojos constantemente pegados al papel, porque, cada página es importante y como te pierdas o se te olvide algo por no prestarle la suficiente atención, te tocará retroceder unas páginas atrás y releer lo que se ha pasado por alto, algo que, y doy fe, me ha pasado. Este aspecto de su lectura es bueno, porque mantiene en vilo al lector y lo obliga a seguir la historia con más implicación que nunca, como si éste fuera el verdadero detective. Sin embargo, y sopesándolo mucho, también encuentro un tanto perjudicial ese punto extra que el lector debe dar, pues, corre el peligro de que, si este libro cae en manos de alguien que no esté acostumbrado a este tipo de narración y estilo, lo deje pasar o simplemente no finalice su lectura como se pretende. Siguiendo con lo comentado, uno de los puntos fuertes de Muerte en la Rectoría es precisamente ese, el de implicar al lector de manera muy intensa en la historia que Innes nos cuenta. El autor invita al lector a traspasar el papel, a pasear por los pasillos de la Universidad de Oxford y a incluso unirse a los pasos del inspector Appleby y del agente Dodd, permaneciendo en un segundo plano pero igual de involucrados en la investigación que se está llevando a cabo. Por otro lado, y esto sin duda es la característica más reseñable del libro, Muerte en la Rectoría es una novela nostálgica en cierto sentido. Nostálgica en cuanto a sus influencias fundamentalmente. Cuando uno se adentra en esta historia no puede evitar pensar que esos personajes y ese marcado estilo británico son una especie de homenaje al gran Arthur Conan Doyle, y como no, a sus Sherlock Holmes y Whatson. En ese sentido, la novela no presenta ningún aspecto novedoso, es más, como ya he comentado, parece que Innes ha querido traer de nuevo esa esencia al panorama literario de los años 30, década en la que Muerte en la Rectoría sale al mercado, para reivindicarla de algún modo. De ahí que en ciertos momentos de la historia nos parezca que nos encontremos en el Oxford de los años 30, sino en el Oxford de finales de siglo XIX. Innes no esconde su admiración hacia las historias de misterio y detectives tradicionales, y eso el lector más clásico lo sabrá agradecer. Por último, destacar que en Muerte en la Rectoría nos topamos ante una atmósfera completamente atrayente como es la del mundo de los Colleges británicos. Tan herméticos, elitistas y cuyas leyendas y costumbres ancestrales han perdurado hasta nuestros días. Este es un terreno que Innes conoce a la perfección, es más, probablemente algún pasaje esté basado en alguna anécdota que le hayan contado o de la que haya participado. Es aquí, en este ámbito universitario, donde Innes da rienda suelta a su particular sentido del humor, burlesco y ligeramente crítico, dejando por los suelos a los eruditos con sus manías. Este es uno de los aspectos que más me ha gustado de la novela, esa capacidad para hacer reír sin caer en las bromas de mal gusto, siempre con un estilo refinado e inteligente que tanto admiro de la literatura británica.
En este cuarto y último párrafo, como en cada reseña que publicamos en el blog, me gustaría plantear y compartir con todos vosotros las reflexiones y pensamientos que esta lectura, Muerte en la Rectoría me ha sugerido. Ya he hablado un poco al principio de esas actitudes negativas que esconde la institución universitaria en su conjunto, y de como algunas de ellas, se siguen prolongando hasta nuestros días. Sin embargo, y aunque podría seguir hablando de este tema tan apasionante, he preferido centrarme en un pensamiento y una opinión que surgió gracias a un detalle que se muestra en este libro concretamente. Como bien sabréis, la universidad está plagada de genios, de intelectuales, de eruditos, de expertos mundiales en algún aspecto más o menos concreto de una rama específica del conocimiento. El mundo académico es así y la literatura, como bien muestra Muerte en la Rectoría, ha contribuido a estereotipar la figura del catedrático o del profesor universitario. En los libros, salvo raras excepciones, estos personajes aparecen como personas retraídas, bichos raros, con aficiones excéntricas, encerrados en despachos, rodeados de libros que se amontonan hasta en los lugares más insospechados y cuyas habilidades sociales son muy limitadas. Son como un animal al que si lo sacas de su ecosistema, no sabe como actuar ni como desenvolverse. En parte, y lo creo sinceramente, esa idea y visión del académico es cierta. De hecho, durante mi etapa universitaria he conocido más de un caso. Profesores con problemas para comunicarse con el alumno, profesores con el despacho infestado de libros, o incluso, quienes tienen sobre la mesa de trabajo, a modo de pisapapeles, útiles prehistóricos. En fin, haberlos los hay, como en todos los lados. Sin embargo, y tras leer Muerte en la Rectoría, he llegado a la conclusión de que esta tradicional visión del académico es interesada. Tal vez, y que conste que es una reflexión, la sociedad o el poder más concretamente, ha contribuido a conformar este estereotipo. ¿La razón? No interesa que lo académico resulte interesante. No obstante, hay una diferencia abismal, pues, los expertos en medicina, ciencias puras o ingeniería son los mejor valorados, en parte porque su imagen se ha revitalizado gracias a ilustres personajes y alguna que otra serie de televisión. En cambio, y esto es muy alarmante, el trabajo académico dentro de las humanidades es el menos valorado, sólo salta a los medios cuando hay un descubrimiento arqueológico o cuando se va a inaugurar una exposición de arte. Labores como por ejemplo, la del historiador experto en historia contemporánea, se ve diezmada por el intrusismo de ciertos periodistas mediáticos, los cuales, en muchos casos, carecen de las herramientas y del conocimiento necesarios. Lo que quiero decir, y con esto pongo punto y final a esta reflexión, es que ya sea de ciencias, de letras, de enseñanzas artísticas o de cualquier otra rama del conocimiento, hay que valorar el trabajo de los académicos, pues, gracias a ellos, nuestra percepción del mundo es cada vez más amplia y completa. Muerte en la Rectoría: una historia de humor, misterio, crimen, sospechas, estudiosos, alumnos aventajados, collages elitistas...Una novela policíaca al más puro estilo british.
Frases o párrafos favoritos:
"Y atemperadas como si anunciaran un réquiem por lo que sucedía dentro de sus muros, sonó por todo el college y la ciudad la milenaria melodía de las campanas de vísperas."
Película/Canción: hasta el momento no parecen haber noticias de una posible adaptación televisiva o cinematográfica. Por ello, os adjunto la pieza de BSO que me ha estado acompañando durante la redacción de esta reseña. Una pieza del todo inspiradora y acertada.
Idioma: inglés.
Traductor: Susana de la Higuera Glynne-Jones.
Sinopsis: desde el momento en que el rector del St. Anthony´s College aparece muerto en su biblioteca, el escándalo está asegurado, pues las únicas personas con motivos para asesinarlo - una legión de excéntricos y grandilocuentes profesores - resultan ser aquellas que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Los esfuerzos de sus colegas por ofrecer sólidas coartadas que sirvan a la vez para inculpar a sus enemigos académicos, así como sus particulares divagaciones intelectuales, harán que la tarea del inspector Appleby y el agente Dodd no resulte sencilla en absoluto, ya que nada en ese caso es lo que parece a simple vista, ni siquiera la muerte...
Su lectura me ha parecido: entretenida, original, inteligente, a ratos densa, a ratos divertida, satírica, clásica, para nada arriesgada...Queridos lectores y lectoras, coincidiréis conmigo en que el periodo universitario es uno de los mejores. Es una de esas etapas que, para quienes la hayan experimentado y vivido en primera persona, siempre se mantiene en la memoria, intacta, inmune casi al paso del tiempo. Es un periodo de verdadera libertad, rebeldía, activismo, donde estudias lo que de verdad te gusta, donde conoces gente con tus mismas afinidades y donde no te sientes como un bicho raro, fuera de lugar. En mi caso lo percibí de esa forma, como algo importante que contribuyó a forjar mi forma de ser y a aumentar mi interés intelectual, algo que sin duda, quedará grabado en mi memoria por siempre jamás. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y es que la universidad, como institución, no es perfecta. Tras sus en ocasiones centenarios o milenarios muros, se esconden casos de injusticia, elitismo, nepotismo, machismo y el mirar por otros intereses que nada tienen que ver con lo estrictamente académico. Así es la universidad y España no se libra, sino que con algunas acciones contribuye a acrecentar esa leyenda negra que siempre ha acompañado a esta institución tan importante culturalmente hablando. En el libro que hoy tengo el placer de reseñar habla de la universidad, de los tejemanejes académicos, de todo ese micro cosmos propio que se ve alterado por un inesperado asesinato. Dicho de otra forma, la oportunidad para que un escritor como Michael Innes despliegue todo su ingenio literario en Muerte en la Rectoría: lo clásico al servicio del lector nostálgico.
La historia de como este libro llegó a mis manos es muy parecida a la que otras veces os he narrado en este espacio de crítica y opinión. Con el aliciente de que una servidora necesitaba renovarse en lo que respecta a lecturas de un género muy concreto, el policíaco. Como muchos sabréis, las historias de crímenes y misterios me han ido acompañando literariamente durante una parte muy importante de mi vida. De hecho, y creo que esto no lo he contado aún, esa afición por la literatura policíaca empezó con un libro que tenía en mi casa sobre el famoso Jack el Destripador. Era un libro realmente truculento, desagradable, donde incluso se mostraban fotos de los cadáveres de las prostitutas asesinadas por este enigmático personaje y que carecía de calidad literaria, pues se limitaba simplemente a describir lo sucedido cronológicamente. Ese libro que todavía conservo fue el germen, y aunque no fuese la lectura más recomendable del mundo, me empujó hacia el género y hacia otros autores. Tras esta incursión en el mundo del misterio y el crimen, le siguieron la lectura de algunos números monográficos de la revista Muy Historia, luego la ficción juvenil con los libros de los casos de Flanagan, años más tarde me adentré en la novela negra nórdica de la mano de Camilla Läckberg para acabar leyendo libros actuales del género que no lograban satisfacer mi apetito lector. Esta relación que estaba derivando en un intenso amor-odio cambió cuando sentí la necesidad de adentrarme en el germen, lo clásico en lo que dio prestigio y colocó a la novela policiaca en lo alto del mundo literario. Fue entonces cuando libros como En la Niebla de Richard Harding Davis, reseñado hace unos meses atrás, se coló entre mis lecturas, convirtiéndose en todo un descubrimiento. Siguiendo esta línea y tras leer varias reseñas positivas, decidí pedirles a Siruela, tras reseñar Historia de las Abejas, Muerte en la Rectoría. Un libro que creía que seguiría la misma estela e influencia literaria. Al poco de recibirlo, inicié ávida su lectura, y cuando la di por finalizada, sentí mis expectativas completamente satisfechas. Aún siento un enorme respeto hacia Conan Doyle, lo confieso, pero con lecturas como esta, una va preparando el terreno para enfrentarse al más grande del género.
En lo que respecta a la critica literaria propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Muerte en la Rectoría presenta una lectura lenta pero entretenida al mismo tiempo. Esto es así porque la lectura te obliga a estar atento a cada uno de los detalles que van apareciendo. Aunque, sinceramente, la palabra "atento" se queda corta, la más adecuada es "alerta". Muerte en la Rectoría te obliga a estar con los ojos constantemente pegados al papel, porque, cada página es importante y como te pierdas o se te olvide algo por no prestarle la suficiente atención, te tocará retroceder unas páginas atrás y releer lo que se ha pasado por alto, algo que, y doy fe, me ha pasado. Este aspecto de su lectura es bueno, porque mantiene en vilo al lector y lo obliga a seguir la historia con más implicación que nunca, como si éste fuera el verdadero detective. Sin embargo, y sopesándolo mucho, también encuentro un tanto perjudicial ese punto extra que el lector debe dar, pues, corre el peligro de que, si este libro cae en manos de alguien que no esté acostumbrado a este tipo de narración y estilo, lo deje pasar o simplemente no finalice su lectura como se pretende. Siguiendo con lo comentado, uno de los puntos fuertes de Muerte en la Rectoría es precisamente ese, el de implicar al lector de manera muy intensa en la historia que Innes nos cuenta. El autor invita al lector a traspasar el papel, a pasear por los pasillos de la Universidad de Oxford y a incluso unirse a los pasos del inspector Appleby y del agente Dodd, permaneciendo en un segundo plano pero igual de involucrados en la investigación que se está llevando a cabo. Por otro lado, y esto sin duda es la característica más reseñable del libro, Muerte en la Rectoría es una novela nostálgica en cierto sentido. Nostálgica en cuanto a sus influencias fundamentalmente. Cuando uno se adentra en esta historia no puede evitar pensar que esos personajes y ese marcado estilo británico son una especie de homenaje al gran Arthur Conan Doyle, y como no, a sus Sherlock Holmes y Whatson. En ese sentido, la novela no presenta ningún aspecto novedoso, es más, como ya he comentado, parece que Innes ha querido traer de nuevo esa esencia al panorama literario de los años 30, década en la que Muerte en la Rectoría sale al mercado, para reivindicarla de algún modo. De ahí que en ciertos momentos de la historia nos parezca que nos encontremos en el Oxford de los años 30, sino en el Oxford de finales de siglo XIX. Innes no esconde su admiración hacia las historias de misterio y detectives tradicionales, y eso el lector más clásico lo sabrá agradecer. Por último, destacar que en Muerte en la Rectoría nos topamos ante una atmósfera completamente atrayente como es la del mundo de los Colleges británicos. Tan herméticos, elitistas y cuyas leyendas y costumbres ancestrales han perdurado hasta nuestros días. Este es un terreno que Innes conoce a la perfección, es más, probablemente algún pasaje esté basado en alguna anécdota que le hayan contado o de la que haya participado. Es aquí, en este ámbito universitario, donde Innes da rienda suelta a su particular sentido del humor, burlesco y ligeramente crítico, dejando por los suelos a los eruditos con sus manías. Este es uno de los aspectos que más me ha gustado de la novela, esa capacidad para hacer reír sin caer en las bromas de mal gusto, siempre con un estilo refinado e inteligente que tanto admiro de la literatura británica.
En este cuarto y último párrafo, como en cada reseña que publicamos en el blog, me gustaría plantear y compartir con todos vosotros las reflexiones y pensamientos que esta lectura, Muerte en la Rectoría me ha sugerido. Ya he hablado un poco al principio de esas actitudes negativas que esconde la institución universitaria en su conjunto, y de como algunas de ellas, se siguen prolongando hasta nuestros días. Sin embargo, y aunque podría seguir hablando de este tema tan apasionante, he preferido centrarme en un pensamiento y una opinión que surgió gracias a un detalle que se muestra en este libro concretamente. Como bien sabréis, la universidad está plagada de genios, de intelectuales, de eruditos, de expertos mundiales en algún aspecto más o menos concreto de una rama específica del conocimiento. El mundo académico es así y la literatura, como bien muestra Muerte en la Rectoría, ha contribuido a estereotipar la figura del catedrático o del profesor universitario. En los libros, salvo raras excepciones, estos personajes aparecen como personas retraídas, bichos raros, con aficiones excéntricas, encerrados en despachos, rodeados de libros que se amontonan hasta en los lugares más insospechados y cuyas habilidades sociales son muy limitadas. Son como un animal al que si lo sacas de su ecosistema, no sabe como actuar ni como desenvolverse. En parte, y lo creo sinceramente, esa idea y visión del académico es cierta. De hecho, durante mi etapa universitaria he conocido más de un caso. Profesores con problemas para comunicarse con el alumno, profesores con el despacho infestado de libros, o incluso, quienes tienen sobre la mesa de trabajo, a modo de pisapapeles, útiles prehistóricos. En fin, haberlos los hay, como en todos los lados. Sin embargo, y tras leer Muerte en la Rectoría, he llegado a la conclusión de que esta tradicional visión del académico es interesada. Tal vez, y que conste que es una reflexión, la sociedad o el poder más concretamente, ha contribuido a conformar este estereotipo. ¿La razón? No interesa que lo académico resulte interesante. No obstante, hay una diferencia abismal, pues, los expertos en medicina, ciencias puras o ingeniería son los mejor valorados, en parte porque su imagen se ha revitalizado gracias a ilustres personajes y alguna que otra serie de televisión. En cambio, y esto es muy alarmante, el trabajo académico dentro de las humanidades es el menos valorado, sólo salta a los medios cuando hay un descubrimiento arqueológico o cuando se va a inaugurar una exposición de arte. Labores como por ejemplo, la del historiador experto en historia contemporánea, se ve diezmada por el intrusismo de ciertos periodistas mediáticos, los cuales, en muchos casos, carecen de las herramientas y del conocimiento necesarios. Lo que quiero decir, y con esto pongo punto y final a esta reflexión, es que ya sea de ciencias, de letras, de enseñanzas artísticas o de cualquier otra rama del conocimiento, hay que valorar el trabajo de los académicos, pues, gracias a ellos, nuestra percepción del mundo es cada vez más amplia y completa. Muerte en la Rectoría: una historia de humor, misterio, crimen, sospechas, estudiosos, alumnos aventajados, collages elitistas...Una novela policíaca al más puro estilo british.
Frases o párrafos favoritos:
"Y atemperadas como si anunciaran un réquiem por lo que sucedía dentro de sus muros, sonó por todo el college y la ciudad la milenaria melodía de las campanas de vísperas."
Película/Canción: hasta el momento no parecen haber noticias de una posible adaptación televisiva o cinematográfica. Por ello, os adjunto la pieza de BSO que me ha estado acompañando durante la redacción de esta reseña. Una pieza del todo inspiradora y acertada.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Siruela
Tengo el libro en la estantería esperando turno, después de leer tu reseña acaba de ganar puntos para que lo lea antes.
ResponderEliminarBesos
lamento no compartir tu gusto por el genero policiaco. nunca ha conseguido atraerme literariamente hablando, sin embargo, y es u poco contradictorio quiza, me encantan las series detectivescas o inspiradas en el genero, como House, que no deja de ser un detective de lo clinico- medico.
ResponderEliminaruna reseña muy intereante, aunque creo que dejare pasar el libro.
Sobre la universidad y los catedraticvos ¿qué voy a decir? estudié filosofia, a los despachos de mis profesores y profesoras habia que entrar de lado dada la gran cantidad de libros, articulos y revistas que tenian por todos lados. No es que la gente que enseña humanidades sea introvertida, tenga gustos raros o sea desordenada, es que las gentes de ciencias no logran entender que no todo se puede clasificar en categorias numericas. las humanidades hablan de la libertad humana, de lo contingente y eso es imposible de predecir desde als ciencias empiricas. En cierto sentido, somos bichos raros porque les rompemos los esquemas y eso creo que es bastante positivo, no conviene dejar a los cientificos caer en el conformismo y la complacencia.
Una gran reseña
Hola! A pesar de tu increíble reseña, no me has convencido, no creo que sea el tipo de libro que yo busque ahora mismo puesto que me apetece algo totalmente distinto y arriesgado, un beso!
ResponderEliminar~~Julietta~~ de el blog: https://unasmaravillasdelibros.blogspot.com.es/
Pues me has convencido. Creo que me gustaría mucho este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hla,Jimena: me gustó "Muerte en la rectoría" sobre todo poorque estudié filología. He recordado aquellos tiempos en que nos perdíamos en disquisiciones tipo Wittgenstein para pasar al goce de las largas horas para las largas lecturas.Te pido permiso para usar esta película que conozco gracias a ti en mi twitter, pues he encontrado en ella temas que me interesan.
ResponderEliminar"¡Hamlet, venganza" es novela que recuerdo vívamente por haberla releído en su momento.
Y "Todo Sherlock Holmes", la reserve ,como hago con las lecturas extensas ahora, para un Verano.
Un saludo cordial.
Pilar.
Perdón por las incorrecciones tipográficas. He tenido que redactarlo varias veces al no conocer el funcionamiento del blog.
ResponderEliminarGracias.
Pilar.