viernes, 1 de diciembre de 2017

RESEÑA: Hotel Iris.

HOTEL IRIS

Título: Hotel Iris.

Autor: Yoko Ogawa (Okayama 1962), estudia en la Universidad de Waseda en Tokio y en 1986 inicia su carrera de escritora inspirada por sus lecturas de los clásicos japoneses, El Diario de Ana Frank y las obras de Kenzaburo Oé. Ya con su primera novela, Cuando la mariposa se descompone, obtiene en 1988 el prestigioso Premio Kaien, y desde entonces, su fama no ha hecho más que crecer en Japón y en el extranjero. En 1991 logra el gran Premio Akutagawa por El embarazo de mi hermana, el cual, se convierte inmediatamente en un best seller en su país. En 2003 publica La fórmula preferida del Profesor que obtiene varios premios, entre ellos el de la Sociedad Nacional de Matemáticas por haber mostrado la belleza de la disciplina. A raíz del éxito de la novela y de su posterior adaptación al cine, a la radio y al cómic, en 2005 coescribe con el matemático Mashiko Fujiwara Una introducción a las matemáticas más elegantes. Además de las novelas mencionadas, Ogawa también es autora de Perfume de hielo, La niña que iba en hipopótamo a la escuela, La residencia de estudiantes, La Piscina, Amores al margen, Los tiernos lamentos, El museo del Silencio y Bailando con elefante y gato. (Fuente. Funambulista).


Editorial: Funambulista.

Idioma: japonés.

Traductor: Juan Francisco Fernández Sánchez.

Sinopsis: Mari, una muchacha de diecisiete años que ayuda a su madre en la gestión de un modesto hotel familiar cerca de la playa, en la noche escucha gritos de una mujer que sale medio desnuda de una de las habitaciones imprecando a un hombre de avanzada edad. Este, imperdurable, le manda callar con unas palabras tajantes. La autoridad con que las pronuncia tiene el efecto de un hechizo en la joven, que se siente inmediata e irremediablemente atraída por él. Algunos días después, lo encuentra por casualidad y siente la necesidad de seguirlo. El hombre es un traductor del ruso con un pasado oscuro - su mujer murió en circunstancias extrañas - que vive en una solitaria villa de una isla casi desierta. A partir de ese encuentro, nace entre ellos una turbia relación, y la casa del hombre se convierte en un inquietante lugar de trasgresión sexual. (Fuente. Funambulista).

Su lectura me ha parecido: inquietante, algo lenta, psicológica, con pequeños detalles muy interesantes, ligeramente cinematográfica, precipitada en cuanto a su desenlace...Queridos lectores y lectoras, a nadie se le escapa que el boom de la literatura erótica esta experimentando su particular y dulce ocaso. Hace unos años las librerías se llenaban de novelas que, bajo el todopoderoso calificativo de "best seller", abordaban de una forma un tanto decepcionante historias enmarcadas en el género erótico. Dichas novelas se vendían como churros, tal fue su impacto entre el público que incluso hay quien se hizo de oro con las ventas, y no solo hablamos de los propios autores, mujeres en su aplastante mayoría. Muchas editoriales nacieron al calor de este género tan en auge y el nombre de E.L. James acabó formando parte de la memoria de muchos fans y no tan fans de las novelas eróticas. Sin embargo, todo tiene una subida, que en ocasiones es vertiginosa, y una bajada, que también puede ser precipitada. Y en el caso de este género literario ya es un hecho que ha perdido ese impulso del principio y que, una vez forradas editoriales y escritoras, solo queda esperar y observar cual es el legado que este nuevo capítulo en la historia de la literatura dejará para la posteridad. Mientras tanto, lo que se está empezando a apreciar es un repentino interés por los clásicos del género y por una revisión de esas historias eróticas ñoñas que tanto habían triunfado, una vuelta de tuerca necesaria y que muestra al lector como todo eso que se consideraba sexy o placentero no es más que una apología de la dominación y una defensa de los roles de género tradicionales. Libros como el que hoy tengo el placer de reseñar, son ejemplo de ello y de que en Japón también se escriben novelas eróticas. Hotel Iris: la rebeldía frustrada por la sumisión.


La historia de como Hotel Iris llegó a mis manos y a mi adorada estantería es muy sencilla. Esta tiene su principio, que no es otro que el descubrimiento de Yoko Ogawa. Antes lo poco que sabía de lo que se escribía en Japón tenía más que ver con el éxito arrollador de Murakami. Sin embargo, y gracias a mi primer acercamiento a esta escritora con el impactante libro Lecturas de los rehenes, aprecié otro estilo, menos occidental en cierto sentido y más próximo a una forma de escribir con más identidad y personalidad, algo que por otro lado define perfectamente la literatura japonesa. Tras esa lectura vinieron otras, no muchas lo confieso, pero si lo suficientemente interesantes como para que una servidora acabase por conocer un poco más la cultura y la literatura de un país tan importante como desconocido en ciertos ámbitos. Pues, Japón no son solo robots, rascacielos, consumo salvaje, los videojuegos o el Manga. Existe un Japón muy desconocido, el que no ofertan las guías de viajes y que tiene su reflejo más fiel en la literatura. Volviendo a Yoko Ogawa, lo cierto es que tras Lecturas de rehenes estaba dispuesta y abierta a volver a su literatura en cuanto me fuese posible. Reconozco que no es una de mis autoras favoritas, pero en ella encontré formas de narración bastante originales que me marcaron para bien en su momento. Esa oportunidad, como no podía ser de otra forma, llegó en forma de libro nuevo, esta vez bajo el enigmático título Hotel Iris. Tras leer su sinopsis no tardé mucho tiempo en hacerme con un ejemplar, el cual, esperó pacientemente a ser leído. A medida que pasaba el tiempo fui leyendo casi por casualidad varias reseñas al respecto, algunas tremendamente positivas y otras no tanto. Ante esta circunstancia, una servidora acaba por pensar lo siguiente: o es extremadamente bueno o es terriblemente malo, no hay termino medio. Y aunque esas críticas no influyeron en que iniciase su lectura más tarde de lo que hubiese querido, mientras lo leía si que mantuve ese ojo crítico, al fin y al cabo, no deja de ser un libro del que una podía formarse una impresión sincera. Tras finalizar su lectura constaté en primer lugar que acababa de concluir una de esas historias con pequeños matices importantes para una posible reflexión y en segundo lugar que Hotel Iris no estaba a la altura de la tremenda Lecturas de los rehenes.


En lo que respecta a la critica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Hotel Iris presenta una lectura amena, distendida, pero que en ocasiones, por ello, resulta ligeramente monótona. Si bien es cierto que a medida que avanzamos en su lectura descubrimos más aspectos de todos los personajes, en especial de Mari y el traductor, Yoko Ogawa parece no resolver bien la narración. Esta no es una novela que sorprenda por la forma en la que esta escrita, no es como Lecturas de los rehenes, cuya premisa impacta, al igual que ese planteamiento narrativo tan interesante como dramático. Hotel Iris nos cuenta una historia que el lector ya ha leído muchas veces y a la que le falta impulso para poder estar a la altura de su antecesora. Si por este aspecto no destaca, si que lo hace por el contrario en el terreno de la construcción de los personajes. Hotel Iris no es una novela de estilo, sino de personajes, cuya potencia marca sobre el lector. Este libro se compone de tres personajes fundamentales que conforman una interesante pero clásica estructura triangular. En primer lugar encontramos a Mari, una joven obligada a dejar los estudios para trabajar en el hotel que regenta su madre. Tras verse superada por el control enfermizo que ejerce ésta sobre ella, encuentra una vía de escape en la particular relación con un desconocido. Ese desconocido, en segundo lugar, resulta ser un traductor de ruso cuyo pasado lleno de oscuridad y su forma de ser acaban sometiendo a Mari, llevándola por un camino truculento, plagado de violencia y sumisión. Y por último, la madre de Mari, implacable dueña del hotel, es tal vez el personaje más interesante de la novela. Dominadora, chantajista y fría como el hielo. La relación con su hija, producto de la soledad y la costumbre, ha desembocado en algo cordial y sin a penas muestras de cariño. Los tres con personalidades tan diferentes entre si conforman un relato típico pero en el que lo truculento está siempre presente. Asfixia es sin duda la palabra que a uno se le viene a la mente al recordar la lectura de Hotel Iris, una sensación de incomodidad presente de principio a fin, incluso en las situaciones donde no debería estar presente. ésta surge y se mantiene flotando en el ambiente, atrapando a los presentes. El escenario en el que se desarrolla la acción también ayuda a que esa sensación de ahogo, incluso al aire libre. El calor, la humedad, el sudor, la tensión...Todas esas cosas producen sin quererlo que el lector se sienta cierto agobio, algo que visto lo visto, es lo que sin duda Yoko Ogawa pretendía en esta novela. Por último, Hotel Iris no es más que una muestra de lo que ya hizo en su día el Marqués de Sade, es decir, denunciar situaciones habituales en la sociedad a través de la práctica sexual llevada al extremo. Pero evidentemente, Hotel Iris no está a la altura de la literatura del Divino Marqués.


Para poner punto y final a la redacción de esta reseña, pondremos los pies en polvorosa y reflexionaremos sobre uno de esos temas tan actuales como incómodos, pero del que, como no podía ser de otra manera, tenemos que hablar. En Hotel Iris se respira agua salada, sudor, pero también el insoportable aroma de la sumisión más absoluta. Como ya evidencia la sinopsis de la novela, esta no deja de ser una historia en donde las fuerzas están notablemente descompensadas y en la que podemos apreciar, explícitamente, dos tipos de dominación. Primero la de la madre sobre la hija, la cual vemos simbólicamente representada en la obsesión de la madre por cepillar el pelo de su hija Mari. Es un acto cotidiano y que muy fácilmente puede pasar desapercibido, sin embargo, en la novela adquiere un tono siniestro asociarlo con ese control sobre la vida de su única hija. La cotidianeidad convertida en un acto enfermizo. Y en segundo lugar la de el traductor sobre la propia Mari, la cual tampoco se ve y pasa inadvertida. Esta vez nos topamos con una sumisión en el terreno sentimental y sexual. La superioridad intelectual sobre la inocencia. La experiencia sobre la sobreprotección. La autoridad sobre la debilidad. Con estas características lector  no andará desencaminado al asociarlas con una relación de contrapesos, en la que el hombre está por encima de la mujer y en la que probablemente exista violencia física y psicológica por en medio. Ambos modos de dominación, de poder al fin y al cabo, pasan por encima arrollando al único personaje, el de Mari, en el que todavía residía algo de pureza y de bondad, las cuales acaban difuminándose hasta terminar desapareciendo. De esta forma, leyendo este tipo de novelas, el lector acaba siendo consciente de que a nuestro alrededor todo está construido de forma desigual, en donde siempre hay un poder que somete a lo que culturalmente se ha considerado inferior. Tanto en las relaciones sociales como en las laborales, incluso en el terreno de las ideas, la economía o la política; en todos los sectores hay un dominador y un dominado. Y ya si en ese sistema de desigualdad se incorporan cuestiones de género, sexo, raza o físico entre otras, entonces ésta es todavía más sangrante. Es evidente que es algo asentado y que es muy difícil luchar contra todo ese sistema, pero hay que hacerlo, aunque sea mediante pequeños gestos cotidianos, desde el anonimato, con contundencia. Los resultados no son inmediatos, pero con paciencia y constancia se hace el camino. Porque no puede ser que todavía, a día de hoy, no existan vías de escapatoria posibles, como le pasa a Mari, protagonista de la novela, que tratando de escapar de un tipo de dominación acaba por meterse en la boca del lobo, y nunca mejor dicho, que resulta ser otro sendero oscuro donde la sumisión es prácticamente absoluta. Hotel Iris: una historia de sometimiento, escapatoria, mentiras, oscuros pasados, falta de libertad, obsesiones, sábanas limpias, humedad...Una novela que demuestra que en Japón también podemos encontrar literatura erótica.

Frases o párrafos favoritos:

"Me parecía que aún quedaba en ellos algo de calor del hombre, quien, sin dirigirme una mirada siguiera, salió y se alejó bajo la lluvia."

Película/Canción: como no hay noticias de una posible adaptación cinematográfica aquí os dejo la pieza de J.S. Bach que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Simplemente excepcional y llena de matices.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

4 comentarios:

  1. Yo tenía muchas ganas de leer a esta autora, precisamente quería empezar por "Lectura de los rehenes" pero, por azar, me topé con esta y me la llevé a casa. Concuerdo con tus impresiones, a mí me resultó muy agobiante, una lectura dura y muy lejos de lo que en los últimos años se ha calificado como literatura erótica. Uno de mis regalos navideños espero que sea "Lecturas de los rehenes", que si ya tenía los dientes largos al respecto, tu reseña me los ha puesto aún más.
    Besos.

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  2. De esta autora sí he leído un par de libros, pero Lectura de los rehenes no, y por tu reseña me queda claro que ese libro lo tengo que leer. Y éste que traes hoy no me importaría, pese a ver que no te ha llenado tanto.
    Besotes!!!

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  3. no conocía a esta autora, pero es que más allá de Murakami, la literatura japonesa me es muy desconocida. por otro lado no soy muy de literatura erotica, aunque esta reseña nos muestra un libro que va mas allá del sexo salvaje y ofrece una interesante reflexión sobre un tema tan importante como la dominación de las personas sopbre sus semejantes.
    Una excelente reseña aunque no se si esta novela es para mi.

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  4. ¡Hola!
    Aprovecho a Bach para escribirte. No he leído ninguna de las novelas de esta autora, pero creo que si tuviera que empezar por alguna, sería ésta, visto que Lectura de los rehenes parece estar a un nivel superior.
    De todas maneras, me atrae mucho el tema de la sumisión tanto madre e hija como hombre y mujer, lo que me recuerda que todavía no he probado nada de El marqués de Sade.
    ¡Un saludo!

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