lunes, 2 de diciembre de 2019

RESEÑA: El coloquio de las perras.

EL COLOQUIO DE LAS PERRAS

Título: El coloquio de las perras.

Autora: Luna Miguel (Alcalá de Henares 1990) vive en Barcelona, donde trabaja como periodista y editora. Es columnista en Eldiario.es, aunque algunos de sus artículos han aparecido también en Público, El País, S Moda, Nylon, La Vanguardia, Quimera, Tierra Adentro o El Cultural. Entre 2014 y 2018 fue redactora y editora de PlayGround Books, donde empezó a analizar, visibilizar y homenajear a escritoras olvidadas y silenciadas por el canon. Junto con Antonio J. Rodríguez, está a cargo del catálogo de Caballo de Troya en 2019 y 2020, un sello de Penguin Random House destinado a descubrir nuevas voces en español. Como escritora ha publicado los libros de poesía Estar enfermo (2010), Poetry is not dead (2010), La tumba del marinero (2013), Los estómagos (2015) y El arrecife de las sirenas (2017). Varias selecciones de estas obras se han traducido y publicado en más de una docena de lenguas. Además, es autora del cuento Exhumación (2010); de los ensayos El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación femenina (2016) y El coloquio de las perras (2019), del libro infantil Hazme volar (2019), y de la novela El funeral de Lolita (2018). Miguel también ha coordinado algunas antologías de poesía joven como Tenían veinte años y estaban locos (2011), Sangrantes (2012) y Vomit (2013). Actualmente se encuentra escribiendo su segunda novela, Conejitos, así como el libro de poemas Poesía masculina. (Fuente: Editorial).


Editorial: Capitán Swing.

Idioma: español.

Sinopsis: recuperando el título de un pequeño cuento con el que la puertorriqueña Rosario Ferré analizó la misoginia literaria en los años noventa, El coloquio de las perras pretende ser un homenaje a las escritoras hispanohablantes que sortearon todo tipo de obstáculos para hacer su literatura. Desde populares figuras como Elena Garro, Gabriela Mistral o Alejandra Pizarnik hasta otras más desconocidas como Alcira Soust Scaffo, Agustina González López o María Emilia Cornejo, la periodista y poeta Luna Miguel entabla una conversación llena de ladridos con una docena de mujeres, con la voluntad de que sus obras sean leídas y reivindicadas, y tal vez con la esperanza de que la egoísta y peligrosa raza del «escritor macho» quede de una vez por todas extinguida. (Fuente: Editorial).

Su lectura me ha parecido:

   Interesante, crítica, inminentemente divulgativa, feminista, poco profunda en su conjunto, concisa, no tan reposada como me gustaría, a pesar de todo, necesaria, apremiante, urgente... "El boom latinoamericano fue totalmente machista", así de categórica se mostró la escritora chilena Alejandra Costamagna - famosa sobre todo por sus narraciones cortas - en una entrevista. Es una declaración muy fuerte como para no estar respaldada con datos o evidencias de algún tipo, las cuales pronto quedan patentes ante nuestros ojos con tan sólo una pequeña búsqueda en google. Cuando tecleas "autoras latinoamericanas siglo XX" el resultado no puede ser más desalentador. Borges, Cortázar, Paz, Bioy Casares, Benedetti, García Márquez, Onetti, Fuentes, Asturias... La lista es larga, muy larga, tanto que la o el interesado podría pasarse horas descubriendo los aspectos más importantes de la literatura de estos autores. Sí, he dicho autores, pues la ausencia de sus compañeras, ya no sólo en los libros de texto, también en los manuales y estudios académicos es sencillamente vergonzosa. Hacía tiempo que no me topaba con un agujero, ¿qué digo agujero? Un profundo socavón en el que se ha decidido arrojar y cubrir de tierra el legado de todas esas mujeres que, con su talento, contribuyeron a engrandecer la literatura latinoamericana en su época de mayor esplendor internacional. Afortunadamente, y en tiempos de feminismo globalizado, actualmente existen autoras que han recogido el mensaje, las demandas sociales, para transformarlas o bien en literatura o bien en rescates bibliográficos que en muchos casos bien merecerían mayor reconocimiento por parte de la crítica y de los lectores. Dentro de este segundo grupo nos topamos con un nombre propio, el de la madrileña Luna Miguel, más conocida por su faceta en el campo de la poesía que en los últimos años ha escalado en popularidad como la espuma en el panorama literario de nuestro español gracias a la publicación de su primera novela - El funeral de Lolita - por su constante activismo feminista tanto en redes sociales como en cada uno de los artículos que han visto la luz en diversos medios de comunicación, y sobre todo, por su extraordinaria labor de editora - junto a Antonio J. Rodríguez - al frente de Caballo de Troya. En este sentido nunca le agradeceré lo suficiente el haber apostado por una línea millenial y por haberme descubierto a autoras tan interesantes a la vez que dispares como Marina L. Ruidoms, Anna Pacheco y Aixa de la Cruz. Sin duda, la trayectoria de Miguel va en ascenso. A la espera de conocer los nuevos títulos de Caballo de Troya tras las Navidades, con la vista puesta en otros proyectos literarios que se asoman en el horizonte de la autora y con la publicación del breve ensayo que hoy tengo el placer de reseñar, parece que vamos a tener Luna Miguel para rato. El coloquio de las perras: divulgación y justicia.

Elena Garro (1916-1998)

   La crítica del presente libro - de tan sólo 165 páginas - se articula al rededor de las palabras que han contribuido a cerrar el anterior párrafo: divulgación y justicia. De hecho, se podría decir que ambas son los planetas al rededor de los cuales orbitan los intereses de la propia autora. Tal y como comenta Luna en el prólogo - cuyo primer epígrafe titulado "Escribo esto con un poco de prisa" resume a la perfección el carácter del presente ensayo - redactó El coloquio de las perras en tan sólo tres meses inundada por la urgencia de reconocer, de una vez por todas, la presencia de mujeres en el boom de la literatura latinoamericana que tuvo lugar a mediados de siglo XX (con ecos notorios y más que sonados de popularidad en las correspondientes siguientes décadas). Sin duda una actitud intachable y que merece toda mi admiración al respecto. No obstante, como amante de la lectura e historiadora, he de confesar que me ha sabido a poco. Reconozco que lo que esperaba encontrar en el interior de El coloquio de las perras me ha sorprendido por varias razones que poco a poco iré desgranando en esta entrada, pero también se me ha quedado corto en cuanto a contenido y tal vez mayor maduración de la idea. Esta muy bien escribir un ensayo en el que se visibilice a todas esas importantes autoras, eso no lo discuto, pero tal vez si el proyecto hubiese reposado más, si Luna Miguel hubiese dedicado más tiempo, si esa prisa se hubiese controlado probablemente estaríamos ante un texto de mayor trascendencia bibliográfica. El coloquio de las perras no pretende, por tanto, sentar cátedra ni servir como estudio pormenorizado de un tema en concreto, sino servir como trampolín, como lanzadera, como primer contacto del lector con la historia de estas autoras ignoradas. Por tanto estamos moviéndonos en un terreno tan fundamental y al mismo tiempo tan desprestigiado por el mundo académico: la divulgación. Sé que lo mejor, en cualquier disciplina del saber, sería acudir a las fuentes primarias y a esos estudios que, de alguna forma u otra, son fundamentales para entender X problema o campo de estudio. Y como sé - lo digo por experiencia - que eso en la mayoría de ocasiones es casi imposible o una verdadera odisea, la buena divulgación debe actuar a modo de puente, para que los lectores puedan transitar entre el conocimiento más generalista y el más especializado. Sin divulgación, por ejemplo, yo no habría tomado la decisión de estudiar la carrera de Historia, como tampoco interesarme por ciertos mecanismos intrínsecos en la literatura que considero fundamentales para aproximarse al estudio del pasado. Así que menos desprestigiarla, sobre todo desde los privilegiados sillones de los despachos universitarios, y más apoyarla con publicaciones de calidad y no con proyectos que una y otra vez ahondan en lo mismo sin la valentía de asumir ciertos riesgos. Porque es muy fácil hablar del Nazismo - en el campo de la historia - o de Octavio Paz - en el de la literatura -. Pero cuesta más, por ejemplo, dedicar un monográfico a las víctimas del colectivo LGBTI supervivientes o víctimas de los campos de concentración, o en el campo de lo literario, hablar de como Elena Garro casi deja de escribir por culpa de los celos de Octavio Paz hacia su talento literario. En ese sentido, Luna Miguel hace un gran trabajo divulgativo al presentarnos ese mapa de escritoras a la sombra de los grandes cuando, en realidad, ellas podían perfectamente posicionarse a su misma altura o incluso doblarla.

Eunice Odio (1919-1974)

   El coloquio de las perras - además de servir como una iniciación y un empuje para seguir investigando - tiene una estructura muy marcada. Con un prologo iniciático y que nos pone inmediatamente en situación, seguido de una serie de capítulos monográficos - cada uno de ellos dedicado a una autora diferente - tras los cuales la autora incluye una serie de cartas en las que da las gracias a cada una de ellas por motivos muy diferentes. Centrándonos en los capítulos en cuestión, decir que la brevedad con la que Miguel aborda los aspectos más interesantes y significativos de la vida de las autoras desde la brevedad - justificada como ya hemos comentado en el anterior párrafo por la imperiosa necesidad de denunciar la injusticia cuanto antes - lo cual hace más digestiva su lectura. Sin recrearse en el morbo, la autora nos desgrana las características de su olvidada obra, así como puntos biográficos que ayudan a comprender mejor no sólo su personalidad sino el por qué de su silencio académico. Alejandra Pizarnik - sin duda debido a mi pasión por la literatura de terror - es la única autora que se nombra en el libro de la que había leído algo, en concreto La condesa sangrienta. A Gabriela Mistral y a Aurora Bernárdez las conozco, más a la primera que a la segunda, pero todavía no me he puesto a descubrir su producción literaria. De Elena Garro, Rosario Ferré, Pita Amor, Alcira Soust Scaffo, Agustina González, María Emilia Conejo, Eunice Odio, Mavel Moreno y Victoria Santa Cruz, por desgracia, nada sabía. Ni de los libros que habían escrito, ni de los poemas que parieron sus plumas, ni de sus apasionantes - y breves en algunos casos - vidas, ni de su relación con sus colegas o maridos escritores, ni de su importancia a nivel pionero. Luna Miguel es la culpable de que, tras haber leído El coloquio de las perras, tenga una larga lista de nombres y obras por descubrir, especialmente las de Odio, Ferré y Garro. Debo reconocer que ha sido esta última la que más me ha llamado la atención por, según palabras de la propia Miguel, tratarse de la madre del realismo mágico. De ser así, ya pueden los académicos hacer un hueco en el olimpo de la literatura latinoamericana del siglo XX, justo al lado de Gabriel García Márquez, para que Elena Garro y Los recuerdos del porvenir estén en el lugar que les corresponde desde 1963. Casualidades de la vida, cuatro años antes de que el autor colombiano escribiese Cien años de soledad.

Alejandra Pizarnik (1936-1972)

   Leyendo a Luna Miguel me quedan claras dos cosas. La primera, la de cambiar de una vez por todas el canon establecido para dar voz y palabra a todas esas escritoras ignoradas por la historia de la literatura universal, es una obviedad que, sin embargo, no parece entusiasmar a la élite intelectual. El polvo o la humedad son algunos de los enemigos más peligrosos de los libros, y al igual que contribuimos a proteger y a limpiar aquellos que amamos - en su mayoría escritos por hombres - ¿por qué no pasar un trapo por aquellas obras desconocidas para el gran publico firmadas con nombre de mujer? ¿Por qué no conservarlas en las mismas condiciones? ¿Por qué no rescatarlas del cajón desastre para colocarlas en primera fila? ¿Por qué no estudiar sus relatos, novelas, poemas o ensayos? ¿Por qué no hacerlo desde una perspectiva de género? ¿Por qué no contribuir a seguir ahogándolas con nuestras propias manos? La respuesta a todas esas preguntas se contesta sola o con la lectura - y correspondiente documentación - del presente texto. Y la segunda, el sueño de que, como bien hace Miguel al final de cada capítulo, cualquier escritora o escritor, en un futuro, pueda darles las gracias a través de cartas por haberles servido de referentes literarios en su ilimitado camino de crecimiento creativo. Si bien es cierto que algunas de sus cartas - las de Luna Miguel - tienen una carga extraordinariamente personal, demasiado tal vez, éstas me han hecho creer que esta utopía puede tener lugar en un futuro, espero, no tan lejano. Un futuro en el que la igualdad entre hombres y mujeres sea total gracias a la empatía, la escucha, la admiración mutua y el respeto.

   El coloquio de las perras: una historia de olvido, discriminación, talentos enterrados, poesía, novela, relato, biografía, divulgación, recuperación, actos de justicia... Un ensayo donde las autoras escriben, opinan, reflexionan, ladran.

Párrafos o frases favoritas:

"Miro los libros acumulados sobre el escritorio durante estos días de verano en los que me dispongo a cerrar El coloquio de las perras y de pronto entiendo el vínculo. Un pálpito. Solo un pálpito de comprender al fin la necesidad femenina de escribir nuestros nombres."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Capitán Swing

1 comentario:

  1. ni conocía la obra que nos reseñas ni a ninguna de las escritoras que en ella se mencionan, y eso es, como bien dices, consecuencia de su invisivilización en el mundo académico y como consecuencia, del silencio que se impone sobre ellas en las aulas. Lo mismo ocurre con las grandes mentes femeninas en las ciencias o la tecnología.
    Hace un año más o menos, una importante editorial anunció que sacaría en los quioscos una gran colección de las grandes figuras de la filosofía universal. Pues bien, esta editorial de prestigio no incluyó a ninguna de las muchas mujeres que podrían ostentar ese gran honor de ser figuras trascendentales, como Hannah Arendt o más modernamente Martha Nousbaum.
    Queda mucho por avanzar y somos los lectores y lectoras, los que debemos pedir a las editoriales que se interesen por esas figuras femeninas olvidadas aunque fundamentales
    Gran reseña.

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