jueves, 2 de julio de 2020

RESEÑA: Cuentos imprescindibles.

CUENTOS IMPRESCINDIBLES

Título: Cuentos imprescindibles. 

Autor: Egar Allan Poe (Boston 1809- Baltimore 1849) es una de las figuras clave de la literatura moderna. Tras el abandono de su padre y el fallecimiento prematuro de su madre, Edgar fue acogido por el matrimonio Allan, una familia rica de Richmond (Virginia). Tras estudiar en la universidad de Virginia, el autor se enroló una temporada en el ejército y posteriormente comenzó a escribir, por motivos económicos, relatos y crítica literaria en algunos periódicos locales de la época, llegando a ser reconocido en el ambiente como un autor de estilo caustico y elegante. El influjo de su obra se puede rastrear la raíz de muchos de los géneros actuales más populares, así como en numerosísimos autores posteriores, desde Charles Baudelaire a Julio Cortázar. Aunque es mayoritariamente conocido por su obra cuentística, Poe también escribió Narración de Arthur Gordon Pym y El cuervo y otros poemas. Adicto al alcohol, su cuerpo sin vida fue encontrado en una calle de Baltimore a la edad de cuarenta años. 

Editorial: Alianza Editorial. 

Idioma: inglés. 

Traductor: José Luis López Muñoz. 

Sinopsis: Los cuentos de Edgar Allan Poe fueron desde su publicación un hito y referente inexcusables en la literatura fantástica, de misterio y de terror. Este volumen reúne sus Cuentos imprescindibles, todos aquellos de los que se ha oído o se pude oír hablar alguna vez y que han ejercido unánime fascinación sobre generaciones de lectores. Desde El pozo y el péndulo a El corazón delator, desde La caída de la casa Usher a Bernice, se concentra en estas páginas, como en un hipnótico frasco robado del laboratorio de un viejo alquimista, la quintaescencia de su genio. 

Su lectura me ha parecido: apasionante, reflexiva, terrorífica, controlada, intensa, sugerente, genuina, gótica, misteriosa, fantástica, pesadillesca, universal, influyente, sensitiva, un torrente incesante de inspiración... Siempre me ha obsesionado la muerte de Edgar Allan Poe, incluso antes de estremecerme con ese corazón que late bajo el suelo de madera, de admirar el incendio de la mansión de los Usher o de, dicho de forma coloquial, flipar lo más grande con la resolución del caso del crimen de la calle Morgue. Si hasta la idea de escribir un relato sobre aquellos últimos momentos de vida antes de encontrarse cara a cara, como si de uno de sus protagonistas se tratara, con la parca todavía sigue rondándome insistentemente. No se si sería el mejor homenaje, pero al menos lograría una aproximación a la decadencia del genio, cuya oscuridad - hablar de luz sería totalmente ridículo - se iluminó en el momento en el que dejó de existir, en el instante en el que se supo que jamás volvería a atemorizarnos con su pluma gatuna o alada. Me lo imagino caminando a trompicones, vagando por los callejones de la vieja Baltimore, tal vez con una botella de absenta en la mano, escuchando a lo lejos el gentío de cualquier taberna de mala muerte. Se decía que días antes había tenido un encuentro fortuito con una antigua amante, que las deudas lo exprimían, que los acreedores lo perseguían, que los cuentos y poemas que escribía ya no le daban para pagar todo lo que debía, que alternaba episodios de felicidad absoluta con intentos de suicidio. Si hasta cuenta la leyenda más macabra y morbosa que el propio Poe le pidió a María Clemm - tía y suegra al mismo tiempo y único familiar con el que mantenía contacto - que muriese a su lado. Tras la alcoholizada odisea, Edgar Allan Poe fue hallado a la mañana siguiente - el 3 de octubre de 1949 - tirado en el suelo y vistiendo unas ropas que no eran suyas. ¿Ataque cardíaco? ¿Delirium tremens? ¿Epilepsia? ¿Sífilis? ¿Cólera? ¿Asesinato?... Nunca lo sabremos. Dicen los que lo encontraron que su estado rozaba el delirio, que estaba falto de ayuda y atención inmediata. La leyenda recogida especialmente por Julio Cortázar - sin duda, uno de sus más dignos sucesores - apunta a un Poe torturado, obsesionado con la figura de un tal Reynolds - ¿el personaje real que le había servido de inspiración para La narración de Arthur Gordon Pym o simplemente un ente ficticio producto de una quebrada creatividad? - al cual no dejaba de invocar constantemente. Al expirar, como bien señala Cortázar, pronunció las siguientes palabras: "¡Que Dios se apiade de mi pobre alma!". Lo cual cuadraría bastante con la peculiar y trágica vida del propio autor. Aunque una servidora es menos épica al pensar que lo último que sus ojos vieron fue la silueta de un cuervo picoteándole la palma de la mano tras haber ejecutado un majestuoso vuelo. Sí, lo reconozco, soy más tenebrosa, siempre buscando resquicios en lo perturbador para confeccionar imágenes poéticas pero impactantes; y eso se lo debo al que considero uno de mis maestros en el complejo y gratificante arte de la escritura. Nunca estaré a su altura, eso lo sé, pero si algún día consigo llegar a transmitir las mismas sensaciones que sus relatos provocaron en mi durante mis años de universidad, entonces habrá merecido la pena pasar tanto miedo. Cuentos imprescindibles: maestro, inspiración, influencia y el causante del mayor grado de pesadillas de la era contemporánea. 


Si hablamos de los cuentos de Edgar Allan Poe es importante, en primer lugar, hablar aunque sea brevemente de algunos aspectos determinantes de su vida - y que sin duda vendrían a confeccionar una personalidad de lo más inquietante - así como de lo que le sirvió como inspiración para crear uno de los volúmenes de cuentos más famosos e importantes de la historia de la literatura. En primer lugar, ya lo he anticipado, la vida de Edgar Allan Poe ha venido marcada siempre por la tragedia y la polémica. Huérfano desde muy pequeño, enemistado con su padre adoptivo por culpa de su afición al juego, al alcohol y las deudas que desde la universidad comenzó a acumular, obsesionado con su madre y su supuesta vida desordenada, sus relaciones románticas poco fructíferas - o acababan como el rosario de la aurora o se le morían, como fue el caso de su última esposa, Virginia Clemm, con la que se casó en secreto cuando ella sólo tenía 13 años y el 26 -, la muerte de la propia Virginia de la cual no se recuperó, sus intentos desesperados por vivir de la escritura, la pobreza extrema, las dificultades para ver su trabajo remunerado, sus polémicas en la escena literaria de la época, el fracaso en su breve incursión en la política, el sueño frustrado de fundar su propia publicación, su intento de suicido ingiriendo grandes cantidades de láudano. Todo ello teniendo también en cuenta su propia muerte, de la cual he hablado en el primer párrafo, que sin duda le confiere ese toque tenebroso y misterioso del que tanto ha hecho gala en su literatura. Por otro lado, y en segundo lugar, no existe escritor sin influencias, sin lecturas, sin esos gustos lectores adquiridos desde bien temprano y que resultaron, en el caso de Poe, tremendamente determinantes. Se cuenta que su pasión por ambientar sus relatos en entornos de fuerte impronta gótica le vino de su corta estancia en un internado inglés, experiencia de la cual el escritor no guarda precisamente un buen recuerdo. Seguidamente, a una edad muy temprana comenzó a escuchar las truculentas historias de los esclavos negros que trabajaban en la plantación de la que era dueño su padre adoptivo. Cuerpos desmembrados, cementerios, fantasmas errantes y demás criaturas terribles poblaban aquella tradición oral de barracón que, en lugar de traumatizar al joven Poe, le causaron gran fascinación. Ya en su etapa estudiantil, el futuro escritor leyó todo lo que se le ponía ante los ojos, no le hacía ascos a nada. Sin embargo, si que sentía especial devoción por una serie de autores a la larga claves para su desarrollo en el terreno del relato. Para empezar, leyó con gran pasión a Bocaccio y Chaucer - sin duda, dos grandes nombres a tener en cuenta si lo que pretendes es dedicarte a escribir cuentos - así como todo lo que pudo de literatura gótica inglesa - especialmente a Horace Walpole, Anne Radcliffe y Mattew G. Lewis -. Lejos de quedarse ahí, el natural de Boston se adentró en otros autores como Daniel Defoe, Walter Scott o Washington Irving; así como en el estudio de los principales científicos de su tiempo como Laplace, Newton y Kepler. Pero si hubo un escritor por el que sentía especial devoción ese era Lord Byron, hasta el punto de tratar de imitar algunos de sus comportamientos más extravagantes durante su juventud. Dicho esto, si juntamos la desdichada - en cierto modo buscada - vida que tuvo, todas las influencias literarias de las que bebió y su talento a la hora de ponerse frente al papel, sinceramente, raro sería que el cuervo adoptivo de Virginia no hubiese escrito, no sólo unos cuentos que estilísticamente y temáticamente son en su mayoría perfectos, también todo ese icónico e influyente ideario que los envuelve. 


Partiendo de la base de que una servidora es muy fan de las ediciones en las que aparece Julio Cortázar citado como traductor, aún así debo reconocer las razones de Alianza Editorial sacando esta edición - en una colección cuyos tres volúmenes restantes versan sobre vampiros, algunos de los mejores textos de Lovecraf y los cuentos de terror de Dickens -. Y es que ha querido reunir los mejores cuentos de Edgar Allan Poe en un solo libro en un intento por no asustar al lector menos acostumbrado a leer clásicos. Sin embargo, en esta noble causa se han dejado unos cuantos textos que igual no hubiese estado mal incluirlos en el presente volumen tales como La carta robada, El misterio de Marie Rogêt o el escalofriante El demonio de la perversidad (que si no lo habéis leído ya estáis tardando). Dicho esto, toca hablar de los que sí que están, de los que el lector podrá disfrutar si lee esta edición. Y es que hay que ser sinceros, los que la editorial ha decidido incluir son prácticamente los más famosos y trascendentes, que obviamente coinciden con los mejores a nivel literario. El propio Julio Cortázar a la hora de traducir y ejercer como editor de los mismos decidió dividirlos en varios bloques en función de los temas que los engloban y que sirven como catalizadores para sus respectivas tramas. A saber: terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje y grotescos o satíricos. Sin embargo, y en vistas de que la presente edición poco se amolda a lo que el Premio Nobel argentino estructuró en su día, he preferido ceñirme a una relación más amplia y generalista. La cual me permitirá abordar casi la totalidad de los relatos recogidos en el presente libro de la forma más resumida posible. Dentro de esta nueva ordenación iniciaremos nuestro viaje al origen del mal de la mano de el género de terror. Sin duda, el leitmotiv de toda antología que se reedite de Edgar Allan Poe. Porque si por algo es conocido este escritor es por conseguir que lectores de todas las generaciones pasen miedo, tengan pesadillas o al menos perturbarlos. Culpa de ello tiene su especial talento para la construcción de atmosferas impregnadas de un delicioso estilo gótico - llevado a su Norteamérica de mediados del siglo XIX - su deje poético y por supuesto, esos "punch" en la trama que conducen a algunos de sus relatos a coquetear con el gore o lo sobrenatural. Dentro de esta categoría encontraríamos El pozo y el péndulo - espeluznante  y sangrienta reflexión entorno a la desorientación y la desesperanza de alguien que sabe que va a morir - La caída de la casa Usher - súper actualizado a lo largo de la historia de la literatura y una alegoría al estigma de la enfermedad - El gato negro - el culpable de que a día de hoy todavía asociemos la mala suerte con los felinos de oscuro pelaje - Ligeia - una enorme elegía al duelo y las dificultades para superarlo - La máscara de la muerte roja - curiosamente de pertinente lectura en los pandémicos tiempos en los que nos hayamos - o Entierro prematuro - un título que en sí es un autentico spoiler y que relata precisamente la peor de nuestras pesadillas -. Pero si me lo permitís, dejadme que me deleite unas líneas con El corazón delator. Lo sé, suena muy típico, citado hasta la saciedad, incluso Los Simpsons lo han parodiado en un memorable capítulo. Aún así, a día de hoy todavía me recorre un escalofrío al rememorar aquel breve relato en el que el arrepentimiento y la culpa jamás estuvieron tan bien descritos. Y esa voz, esa primera persona, esa perturbadora personalidad... Una maravilla. 


No estaría siendo justa si me dejase por el camino el otro gran pilar que sustenta la producción cuentística de Edgar Allan Poe. Pues si se le daba de miedo - valga la redundancia - plantear poderosas reflexiones a través de gatos que traen desdicha, verdugos con terribles métodos de tortura o muertos que reviven en forma de fantasmas; también lo clavaba en sus relatos de corte más detectivesco. Tal era su habilidad que Arthur Connan Doyle a su lado era simplemente un aficionado. ¿Y cuáles son los cuentos de este estilo más famosos y que, por descontado, aparecen en la presente edición? Pues tenemos El escarabajo de oro - una historia de obsesiones y criptograma incluido con el que Poe ganó un concurso literario valorado en 100 dólares - y Los crímenes de la calle Morgue - considerado el primer cuento de detectives moderno en el que el detective Auguste Dupin se enfrenta a la resolución de un doble crimen brutal e inenarrable que desafía al raciocinio y a cualquier respuesta lógica -. Detengámonos, si me lo permitís, en este relato, uno de los más memorables del autor, en el que el misterio, la trama policial y esa resolución imprevisible y totalmente salvaje se juntan con el canon que servirá de inspiración para futuras novelas policíacas. Con Auguste Dupin Poe asienta las bases de, por ejemplo, el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle o el Hercules Poirot de Agatha Christie. Es decir, la creación de un detective ingenioso, carismático, inteligente, cuyo método de investigación parte de lo analítico y de buscar al culpable menos sospechoso a ojos del lector y que, por supuesto, siempre sale airoso de cada nueva investigación. Y remarco lo de cada nueva investigación porque la revolución que propició Poe en el género fue el hecho de que este detective pudiese resolver otros casos, dicho de otro modo, protagonizar otras historias. Siempre episódicas eso sí - con un final cerrado y sin posibilidad de desarrollar una subtrama, eso llegará más adelante - pero que en su momento supuso todo un cambio en el paradigma. Dicho de este modo, podría decirse que un norteamericano fue el padre de la novela detectivesca británica, la misma que durante años se ha considerado como la más clásica de todas las vertientes, por lo que muchas autoras y muchos autores cuya fama ha sido estratosférica en este género, le deben prácticamente todo al malogrado Poe. Es una pena que Alianza Editorial no incluyera más relatos de corte detectivesco en esta antología, ya que si una de las intenciones es iniciar a los lectores en la literatura de este autor, podrían haber diversificado más y haber incluido el mismo número de cuentos de terror y de misterio. Así la presentación sería más equilibrada y éste podría tener la libertad de decantarse, si por el Poe más policíaco o por el Poe más sobrenatural. Aunque si me preguntasen mi opinión, sin dudarlo, y a pesar de que amo Los crímenes de la calle Morgue, yo me quedo con su versión más oscura. Una vez vomitados datos biográficos, literarios, concernientes a la crítica literaria y de carácter más personal; creo que queda más que clara mi total admiración por su obra y reflexiones que se desprenden de su prosa extraordinariamente lírica. No me cabe la menor duda que Edgar Allan Poe seguirá creando legiones de lectores, así como de escritoras y escritores apasionados por nuestros mayores temores - H.P. Lovecraft, Robert Louis Stevenson, Charles Baudelaire, Ray Bradbury, Shirley Jackson, Jorge Luis Borges, Alfred Hitchcock, René Margritte, Stephen King, David Lynch, Horacio Quiroga o Marilyn Manson entre otros se han declarado admiradores y deudores de su literatura -. Desde escritores a pintores, pasando por filósofos, poetas, cineastas e incluso músicos. Todos se han visto empapados o influidos por su forma de sacar a la luz lo peor de la condición humana y lo cierto es que la cosa va para largo. A no ser que el coronavirus - y el terror que ha provocado a nivel mundial - inicien un nuevo ciclo en esta siniestra y siempre lúcida tradición literaria. El tiempo lo dirá. Mientras, Edgar Allan Poe seguirá ahí para estremecernos y abrirnos el camino. Aunque sea desde sus perturbada visión del mundo, vistiendo ropa vieja y con síntomas de haberse pasado tres pueblos con el láudano. 

Frases o párrafos favoritos:

"Mientras la contemplaba, la grieta se ensanchó muy deprisa - llegó el feroz soplo del remolino -, la esfera completa del satélite estalló de golpe ante mis ojos y mi cerebro se tambaleó al ver cómo los tremendos muros se desmoronaban - cómo se oía un largo grito tormentoso, semejante a la voz de mil aguas - y cómo el frío y profundo estanque a mis pies se cerraba, hosco y silencioso, sobre las ruinas de la Casa Usher."

¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!

Cortesía de Alianza Editorial

2 comentarios:

  1. Hola! No es un género que suela leer pero Poe siempre me ha llamado la atención así que no lo descarto!

    Un saludo!

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  2. leí y estudié a Poe en la facultad para mi asignatura de estética y filosofía de las artes u me encantó. Plena coincidencia en tu valoración: es un autor inmenso del que siempre se puede aprender algo, era todo un maestreo a la hora de narrar y tenía una mente privilegiada para la creación artística. Sin embargo, confieso, mi relato favorito siempre ha sido la caída de la casa usher. Lo que se puede sacar de ahí en cuanto a reflexión teórica es enorme...
    Me ha gustado mucho la reseña, aunque creo que más que preguntarnos sí el coronavirus va a re definir la literatura de terror, es innegable que lo va a hacer, dejando un poco de lado a Poe, tal vez, sea mejor preguntarnos cómo los autores y autoras van a seguir recurriendo a Poe para contar historias de terror sobre el coronavirus. No creo que la influencia de Poe vaya a desaparecer.
    Por ultimo te recoemindo, si te ha gustado Poe, adentrarte en los relatos de Hoffmann y Moupassaunt, que tienen estilos similares al del americano

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