viernes, 4 de septiembre de 2020

RESEÑA: Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo.

POR QUÉ LAS MUJERES DISFRUTAN MÁS
 DEL SEXO BAJO EL SOCIALISMO

Título: Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo y otros argumentos a favor de la independencia económica. 

Autora: Kristen Ghodsee (Nueva Jersey, EEUU, 1970) profesora de Estudios de Rusia y Europa del Este y miembro del Grupo de Graduados en Antropología de la Universidad de Pensilvania. Siete de sus nueve libros se centran en la vida cotidiana y los trastornos sociales, políticos y económicos posteriores a la caída del Muro de Berlín en 1989. En las últimas dos décadas, se ha especializado en el estudio de la vida cotidiana bajo el socialismo y el postsocialismo, los efectos de género de las transformaciones posteriores a la Guerra Fría y el examen etnográfico de la memoria y la nostalgia en Europa del Este. Sus artículos y ensayos han sido traducidos a más de una decena de idiomas y han aparecidos en publicaciones destacadas como Forgein Affairs, Dissent, Jacobin Magazine, The Lancet, The New Republic, Aeon, The World Policity Journal, The Baffler, The Washington Post y The New York Times. Ha recibido numerosas becas de investigación residencial en Princeton, Harvard, el Centro Internacional Woodrow Wilson, el Instituto de Estudios Avanzados de Friburgo, la Friedrich-Schiller Universität, el Instituto Max Planck y la Universidad de Helsinki. En 2012 recibió una beca John Simon Guggenheim por su trabajo en antropología y estudios culturales. Ghodsee también suele escribir sobre temas de género para Chronicle of Higher Education y es coautora del libro Professor Mommy: Finding Work-Family Balance in Academia. (Fuente: Editorial). 


Editorial: Capitán Swing. 

Idioma: ingles. 

Traductora: Blanca Rodríguez. 

Sinopsis: Esta es una investigación que explora enérgica y profundamente por qué el capitalismo es malo para las mujeres y cómo: cuando se desarrolla correctamente, el socialismo conduce a la independencia económica, a mejores condiciones laborales, a un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida y, sí, a un mejor sexo. En un artículo de opinión ingenioso e irreverente que se volvió viral, Kristen Ghodsee argumentó que las mujeres tenían mejor sexo bajo el socialismo. La respuesta fue tremenda: expresó claramente algo que muchas mujeres habían sentido durante años: el problema está en el capitalismo, no en nosotras. Ghodsee ha pasado años estudiando qué sucedió con las mujeres en países que pasaron del socialismo de Estado al capitalismo, y sostiene que éste último perjudica de manera de manera desproporcionada a las mujeres y que por ello debemos aprender del pasado, rechazando lo malo y rescatando lo bueno de las ideas socialistas, y así mejorar nuestras vidas. Las mujeres están alzando su voz como nunca antes, desde el aumento en el número de ellas que se postulan para argos públicos hasta en las marchas masivas o la ya constante protesta pública contra el acoso sexual. Cada vez está más claro para las mujeres que el capitalismo no funciona para ellas.

Su lectura me ha parecido: amena, entretenida, muy documentada, con un lenguaje a caballo entre lo técnico y lo divulgativo, feminista, irónico en algunos pasajes, autobiográfico al inicio de muchos capítulos, incisivo, nada complaciente, analítico, una lectura trasversal y muy oportuna; hasta en tiempos de coronavirus... El capitalismo se ahoga sin actividad económica. Y ha tenido que ser un virus procedente de China el responsable de que a día de hoy conozcamos las consecuencias de un parón a nivel global en toda su crudeza. Esa es una de las conclusiones que la ciudadanía puede sacar en claro al respecto de estos tres meses confinados en nuestras casas, bajo un estado de alarma que obligó a poner en pausa a una sociedad excesivamente acelerada y en los que no parábamos de asistir a noticias sobre nuevos contagios y muertes día tras día. Fue entonces cuando empezaron a aparecer los primeros problemas: agravamiento de las enfermedades mentales, la pobreza, la violencia de género, la soledad en el caso de los mayores o un aumento en los conflictos entre los integrantes de un mismo núcleo familiar, precariedad, imposibilidad de poder desconectar del trabajo al estar empleada/o en una actividad esencial, cese de la productividad, despido, erte, estrés ante la falta de oportunidades laborales en la "nueva normalidad"... Y de entre todas ellas, las dificultades para poder conciliar el trabajo con el ámbito familiar fue uno de los que más titulares acaparó en los últimos meses. Hubo quien creyó que las excepcionales medidas para potenciar el teletrabajo contribuirían, no sólo a una mayor conciliación, sino a asentar las bases del inicio de una equiparación o igualdad entre mujeres y hombres, aunque fuera en ese equilibrio entre lo doméstico y lo laboral. Sin embargo, lejos de tornar en realidad lo que durante siglos se ha considerado utópico, lo cierto es que la pandemia ha agravado todavía más las dificultades de conciliación, sobre todo si tenemos en cuenta que en muchos hogares es la mujer la que asume los cuidados y la mayoría de las tareas de la casa. Hay quien señaló, y muy acertadamente, el cierre de colegios como una de las causas determinantes para que muchas mujeres, aún teniendo la opción de trabajar desde casa, acabasen abandonando sus correspondientes empleos. Pero también, y esto había que decirlo, la falta de corresponsabilidad de los hombres respecto a esta situación. Si un porcentaje elevado de hombres hubiese asumido su parte correspondiente de tareas y cuidados, entonces estaríamos hablando de revolución y no de peligroso retroceso. De este modo, el teletrabajo se ha convertido en una trampa amarga que augura un futuro no muy halagüeño en cuestiones de igualdad. Por otro lado, cabe resaltar ese dato aplastante, ese 70% de mujeres que a nivel mundial copan el ámbito sanitario, convirtiéndolas en las principales luchadoras contra la enfermedad en puestos de médicas, enfermeras, celadoras o limpiadoras entre otras profesiones. También han sido las que más se han arriesgado a la hora de salir a hacer tareas como la compra o a cuidar a algún familiar o persona dependiente. Por no hablar de las empleadas de supermercados o farmacias, sectores altamente feminizados que han estado siempre al pie del cañón. Menos publicaciones académicas, menos libros, menos artículos en prensa, menos presencia en actividades profesionales... En definitiva, menos tiempo empleado para trabajar y, por supuesto, más paro, discriminación y desigualdad. Se que el asunto que aborda Kristen Ghodsee - recordemos, una de las mayores expertas en Estudios Rusos y de Europa del este - dista de lo que acabo de escribir en la introducción. De hecho, no estamos ante un libro que aborda directamente los entresijos de la pandemia, pero sí ante un texto que pone de manifiesto las debilidades del capitalismo en su vertiente más neoliberal. Y al fin y al cabo, las mujeres estamos como estamos en parte por culpa de un sistema que nos aplasta y construye esos irrompibles techos de cristal. Eso es algo que ya sabíamos, pero ha sido el Coronavirus el que nos ha hecho replantearnos otras formas para alcanzar la igualdad lejos de los postulados tacherianos. Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo: o por qué el capitalismo no ama a las mujeres.

Flora Tristán

Antes de adentrarnos un poco en ahondar en la tesis del presente ensayo, permitidme que imparta una pequeña clase de historia. El neoconservadurismo - movimiento político nacido en Estados Unidos durante la década de los 60 del pasado siglo XX - surge en un principio como reacción a una política exterior cada vez más pacifista del Partido Demócrata, al surgimiento de una nueva izquierda y a las protestas de la contracultura contrarias a la Guerra de Vietnam. La palabra "Neoconservador" ("neocon" como se conoce en su forma más abreviada) era la que se usaba para referirse a aquellos políticos e intelectuales comunistas americanos críticos con la ideología de la Unión Soviética. Así que el viaje ideológico de una punta a otra del espectro político fue notable, desde una izquierda antiestalinista hasta los campos y promulgados más conservadores. Por simplificar, ya que no estamos redactando una tesis doctoral, podríamos reunir sus principales características en las siguientes. En primer lugar, el neoconservadurismo se caracteriza por dotar de existencia y apoyo a las fuerzas militares para que defiendan al país de posibles ataques externos, al contrario que, por ejemplo, partidos más progresistas, que aboga por el dialogo, la negociación y la diplomacia a la hora de resolver conflictos. En segundo lugar, los neocon se decantan más por promover la libertad económica y el individualismo, frente a quienes abogan por el intervencionismo o el estado de bienestar. En tercer lugar, aunque esto no es algo generalizado, sus posicionamientos en materia religiosa son muy marcados, hasta el punto de no adoptar políticas que puedan afectar a los intereses de la propia iglesia. Y por último, en su momento, los neocon se consideraron fervientes opositores a toda idea comunista o que implicase medidas colectivistas en la sociedad. Gurús del neoconservadurismo como Daniel Bell, Nathan Glazer o Daniel Moynihan sostenían la idea de que la crisis de los 60 y 70 respectivamente fue producto de que los sindicatos y todos los colectivos surgidos de la cultura de la izquierda tenían demasiado poder, por lo que, según ellos, iba en detrimento de la economía. Y por si fuera poco, pensaban además que existía un relajamiento moral de la sociedad y que eso perjudicaba a la autoridad, a la paz y el orden. Por eso propusieron una liberalización masiva, en orbita con las ideas neocon, así como una vuelta a los valores tradicionales (iglesia, familia heterosexual, roles de género patriarcales...) dejando fuera al tiempo que discriminando a todo lo que se saliese de lo que ellos entendían como correcto. Estos influencers de la derecha - por llamarlos de alguna manera - acabaron siendo decisivos en el campo de la política, ya que fueron muchos los políticos que adoptaron estos postulados en sus respectivos países. Ronald Regan y Margaret Tacher son los más citados, pero también podemos apreciar lo neocon en los mandatos de los Bush (padre e hijo), José María Aznar, Jacques Chirac, Silvio Berlusconi o Wolfrang Schaüble. El impacto y fuerza arrolladora de esta nueva cultura política, junto con las medidas aperturistas y de transparencia que se aprobaron durante el gobierno de Mijaíl Gorvachov, acabaron desencadenando la caída de la propia Unión Soviética. Una mastodóntica unión de países bajo la órbita comunista con casi un siglo de historia caía, como las piedras del muro de Berlín, ante los ojos de medio mundo. Algunos sostienen que la URSS fue la primera víctima de la revolución neoconservadora. Y sí, puede ser, pero lo cierto es que luego le siguieron otras, como nosotras/os mismos, inconscientes perjudicados de un capitalismo en el que nosotras, en femenino, salimos enormemente perjudicadas. 

Rosa Luxemburgo

Una aclaración de última hora: que no os asuste su título. Que aunque parezca sacado de los típicos libros de auto ayuda - de ahí, en parte, su posible tirón comercial - nada tiene que ver con ese mundo de frases motivacionales o consejos para afrontar mejor los problemas que la vida te pueda lanzar. Dicho esto, más allá de llamativos enunciados y coloridas portadas, no sorprende que el libro de Kristen Ghodsee haya acaparado gran atención. En un mundo cada vez más polarizado, en el que por desgracia las ideologías de extrema derecha han entrado incluso en los parlamentos, en el que parece existir una terrorífica voluntad de retroceder atrás y desposeer de derechos y libertades a todos aquellos colectivos que tanto han luchado por alcanzarlos. En una sociedad en la que, en definitiva, la gente se cree lo que sale en la tele, sin contrastar, o simplemente, sin ejercer un sano espíritu crítico, que se publiquen y traduzcan libros así no está de más. Podíamos decir que hasta es un deber, aunque sea para intentar frenar esta espiral que en lugar de girar hacia adelante parece querer virar en el sentido contrario. Y aún más si son libros como este, en el que su tan interesante como controvertida tesis levanta alguna que otra ampolla, hurgando en la infectada llaga. La idea sobre la que pivota todo el libro es bien sencilla: las mujeres viven mejor bajo el socialismo, y por consiguiente, el sistema capitalista es peligroso para ellas. Sin duda, una hipótesis muy atrevida que no ha hecho, a pesar de las duras críticas procedentes de la caverna intelectual y mediática, más que corroborarse a lo largo de las sucesivas crisis económicas del siglo XX. De ahí la importancia de conocer la revolución neoconservadora - de la cual he hablado largo y tendido en el anterior párrafo - y sus postulados, propios del capitalismo más salvaje y que distan de la tradición socialista, sobre la que se ahonda en el presente ensayo y que tiene, por fin, a las mujeres como su objeto de estudio y análisis. Las razones que Ghodsee van desde la más pura de las obviedades hasta datos y estadísticas. Bajo un régimen de socialismo, que no bajo un sistema comunista (la autora se cuida mucho de usar las palabras adecuadas) se potencia lo común antes que lo individual. Esa idea de colectividad se traslada a todos los ámbitos, creando igualdad de oportunidades y acercando los servicios básicos a todo el mundo. De esta forma, es viable una red de cuidados estatal, en la cual están incluidos todos aquellos derechos que consideramos ganados tales como las pensiones, las ayudas por desempleo o los permisos de maternidad. 

Alexandra Kollontai

Es en este punto - lo concerniente a los derechos del sexo femenino - donde la autora se detiene para mostrarnos todo un catálogo de avances y medidas que, tanto a nivel político, económico y social, trataron de promover la independencia de las mujeres en los países, recordemos, bajo un socialismo de estado. Dicho de otra forma, aumentar la presencia de éstas en el tejido productivo de la sociedad. Todo ello, claro está, sin olvidarse de los errores o las medio victorias que tuvieron lugar en dichos países. Pero siempre resaltando la idea de que, desde sus primeros pasos - rememoremos la Segunda Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en el año 1910 - ya se recogían ideas pioneras a todos los niveles. Utopías en el pasado que, por aquel entonces, comenzaron a materializarse. Como el ya citado seguro de maternidad, por el cual, las mujeres ganaron una mayor autonomía, abriendo la veda en el camino hacia la tan ansiada igualdad de género. Seguro que el sistema capitalista, por supuesto, rechaza en su burbuja de libre mercado y de ensalzamiento de los valores individualistas. Al capitalismo, directamente, no le gustan las mujeres, por terrible y simple hecho de que éstas pueden quedarse embarazadas en cualquier momento, y por tanto, a ojos del empresario, resultar menos productivas, lo que se traduce en una molestia para los planes o el rendimiento de la empresa. De ahí que en muchas entrevistas de trabajo se pregunte precisamente por los futuros deseos reproductivos de la candidata en cuestión. Hecho que, por supuesto, vulnera los derechos de las mujeres, ya que intrínsecamente se revela como un flagrante acto discriminatorio por el simple hecho de haber nacido hembra. Al jefe - o al capitalismo, lo mismo da - no le importa si tenemos intención o no de ser madres. Por otro lado, el ensayo no pasa por alto la influencia que estas ideas tuvieron en la Europa Occidental de mediados de siglo XX - manteniéndose inamovibles desde entonces en algunos de ellos como es el caso de los países escandinavos por ejemplo - y como consiguieron introducirlas dentro de los sistemas capitalistas. De ahí surge lo que conocemos como socialdemocracia, muy arraigada en la Europa del norte, intocable desde entonces y que fomentó la proliferación de guarderías y comedores gratuitos financiados por el estado. Baluartes de una mejor conciliación, la libertad de elección, de una pronta inserción laboral para las mujeres y ya de paso, como reza el título, de una vida sexual más placentera y feliz (sí, el capitalismo también nos joroba hasta para echar un polvo). En definitiva, la creación de individuos plenos en una sociedad de mercado. Una vez expuesta la teoría, tanto de un lado como de otro, creo que es una lectura amena, más cercana a lo divulgativo que a lo puramente académico (algo que si está bien escrito se agradece). Con puntos irónicos, argumentos que desarmarían al más escéptico neoliberal, el ensayo de Ghoodse ofrece una mirada que, si bien todos conocíamos, o al menos las y los versados en estos temas, la fluidez y su carácter cercano lo hace apto para todos los públicos, así como su importancia dentro del contexto en el que nos estamos moviendo. Una época en la que, como ya he dicho, se hace más necesario que nunca reivindicar los derechos alcanzados, ya no sólo por las mujeres, sino por todos los colectivos en general. Cuanto más conscientes seamos de ello como sociedad, más fuerte apretaremos la mano, impidiendo que alguien, con oscuras intenciones, nos la intente abrir a la fuerza. No dejemos nunca de reivindicarlo, defenderlo, y por supuesto, de reivindicar a sus principales figuras, muchas de ellas mujeres por cierto. 

Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo: un libro de datos, estadísticas, argumentos, acontecimientos históricos, logros, hundimientos, nombres de mujer, pioneras, políticas, científicas, filósofas... Un ensayo que invita a mirar hacia el futuro, un futuro en el que nuestras hijas e hijos no hereden lo peor de un sistema amoral y arrollador. 

Frases o párrafos favoritos: 

"La búsqueda de un futuro más brillante exige aprender de los errores del pasado, sin olvidar una evaluación ponderada de la historia del socialismo de Estado del siglo XX en Europa del Este."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Capitán Swing

2 comentarios:

  1. Me alegra ver que estas de nuevo activa en el blogg y que esta temporada empieza con la reseña de este trabajo, el cual he visto alguna vez y he llegado a meditar su compra, pero aun no he realizado ese paso. Ahora con esta reseña está más que decidido que será una de mis primeras lecturas cuando disponga de tiempo libre.
    Me ha gustado mucho esta reseña, especialmente el aporte que haces para contextualizar sobre la revolución neoconservadora, es un tema que llevo trabajando mucho tiempo a nivel académico y del que muy poca gente sabe. Sin embargo hay que tener en cuenta que la revolución neocon es bastante más compleja, tiene repercusiones no solo en occidente, también en oriente, pues coincide con una deriva reaccionaria en el mundo árabe, que se volvió por entonces más cerrado, proliferando las revoluciones islámicas, como la de Jomeini en Irán, a la vez que grupos integristas, por todos conocidos, tomaban cada vez más fuerza. Los 80 fueron muy activos para la derecha política, y mucho creo que tiene que ver la actividad de los think thanks americanos en eso. Al mismo tiempo conviene darse cuenta de que la revolución neocon, en cierto modo, fue causada por el propio sistema del Estado del bienestar y sus deficiencias de funcionamiento en cuanto a su dependencia del propio capitalismo para poder procurar los servicios básicos a la ciudadanía y como este mismo sistema del bienestar dio pie a la aparición del prototipo humano del "egoísta racional". Como bien señalas en la reseña hay que aprender de la historia y eso implica darse cuenta de que no todo en el sistema del bienestar es perfecto.
    Sobre la tesis del ensayo, poco que decir, además de que, tal vez habría sido interesante señalar como fue la revolución neocon la que también ahogó las posibilidades de liberación de la mujer, al apostar por una vuelta a los roles tradicionales, algo que incluso tenía que ver con el sexo. Los defensores del neocorservadurismo sin duda no veían con buenos ojos la revolución sexual de los 60, a la cual no dudaron en achacar los problemas de las ETS, de ahí que se resistieran a la idea del sexo fuera del matrimonio e incluso a ciertas practicas sexuales, consideradas como "inmorales". Aun perviven estas ideas, de ahí el éxito de la novela erótica actual, que transgrede esa moral impuesta por la hegemonía cultural neocon. Por ejemplo ¿en cuantas librerías se puede encontrar el kamasutra a la venta? en cambio no es difícil encontrar el "mein kaft".
    Las mujeres tiene peor sexo con el capitalismo, sin duda, los varones también tenemos el mismo problema hoy día. Es una situación que nos atañe a todos los sexos y géneros, porque no es solo que el socialismo procure unas condiciones materiales más dignas y como consecuencia deje más espacio para la libertad de mujeres y hombres, es que el sistema capitalista actual esta diseñado, de facto, para hacernos a todos enormemente infelices al privarnos de una verdadera libertad, que en el caso de las mujeres es aún más sangrante, ya que deben arrostrar mayores cargas.
    Una lectura excelente la que nos presentas. Espero poder leer el libro pronto, ya que creo que me será útil para aun proyecto que tengo en mente.

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  2. Una reseña completísima. Aunque esta vez no me animo, que no es lo que suelo leer, sinceramente.
    Besotes!!!

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