jueves, 2 de septiembre de 2021

RESEÑA: Todo cambia. Crónica de los Cazalet.

TODO CAMBIA

CRÓNICA DE LOS CAZALET


Título: Todo cambia. Crónicas de los Cazalet. 

Autora: Elizabeth Jane Howard (Londres 1923 - Suffolk 2014) escribió quince novelas que recibieron una extraordinaria acogida del público y crítica. Los cinco volúmenes de Crónica de los Cazalet, convertidos ya en un hito inexcusable dentro de las letras inglesas, fueron adaptados con gran éxito a la radio y la televisión por la BBC. La publicación del primer volumen de la saga, Los años ligeros, puso la piedra de toque de lo que se convertiría en un inmediato clásico contemporáneo y en la novela-río más importante escrita en Gran Bretaña desde Una danza para la música del tiempo, de Anthony Powell. En el año 2002, su autora fue nombrada Comandante de la Orden del Imperio Británico. 


Editorial: Siruela. 

Idioma: inglés. 

Traductora: Raquel G. Rojas. 

Sinopsis: Década de 1950. Con el fallecimiento de la Duquesita, matriarca indiscutible del clan de los Cazalet, desaparecen también para siempre los últimos vestigios del mundo de ayer, ese entorno privilegiado en el que prosperó la familia, un universo de grandes mansiones y leales sirvientes, un perfecto equilibrio entre clase, ocio y tradición. Y si bien los más mayores no encuentran ya las claves para descifrar el futuro, los divorcios, los affaires, el equilibrio entre el matrimonio y la maternidad, entre los ideales y las ambiciones, hacen que tan poco las jóvenes generaciones puedan trazar con decisión un nuevo rumbo para sus vidas. En una tan nostálgica como esperanzada, Navidad, convergerán todos una vez más en Home Place, quizá la única certeza, un frágil asidero mientras todo sigue, mientras todo cambia...

Su lectura me ha parecido: pulcra, ágil, en la que todo discurre de forma natural, magnífica, elegante, más concisa quizás, cercana, haciendo más partícipe al lector de la historia que revisita por quinta y última vez, nostálgica, emocionante... Últimamente no dejo de pensar en lo que está por venir. No hablo a nivel personal, eso es otro cantar y es que el nubarrón de la incertidumbre - como el que hace unos días cubría por completo una ciudad en pleno optimismo postvacacional - todavía no se ha ido del todo. Sino de lo que este loco mundo es capaz, en un giro brusco de guión, de ofrecernos. Como esa inesperada trama que te sorprende en el clímax de las buenas películas. Como ya comenté en la lejana reseña de Testamento de juventud de Vera Brittain, las consecuencias psicológicas de la pandemia comienzan a notarse, sobre todo en mi generación. Aquella que jamás vivió una guerra o ni siquiera escuchó hablar de ella más allá de los libros de historia. Aquella que, por un lado, respeta a sus mayores con gran devoción y, paradójicamente, por otro lado, los contagia tras una noche de desmadre, alcohol y carreras delante de la policía. Aquella que observa las fotos de sus antepasados con la misma fascinación de quien se planta frente a la Piedra Rosetta al tiempo que ve como la ansiedad que ya anidaba en su estómago crece cada vez más deprisa al tiempo que el futuro parece desvanecerse en el horizonte. Unos por exceso y otros por defecto. Lo cierto es que todos los cambios que ha traído consigo la Pandemia del Covid-19 son o bien aceptados con una aplastante resignación o, por el contrario, ignorados sistemáticamente, construyéndose cada individuo una visión, un mantra, un universo paralelo donde, a pesar de las restricciones y la gente muriéndose aún en los hospitales, somos felices y revivimos una y otra vez la Nochevieja del 2019. Sin mascarillas, bailando hasta altas horas de la madrugada, besándonos, abrazándonos. Sin embargo, cuando una enfermera me inyectó la primera dosis de la vacuna, vi un rayo de luz. Un pequeño síntoma de esperanza para una sociedad luchadora y desmemoriada a partes iguales. Y aunque sé que queda mucho camino por recorrer, que las vacunas no nos harán invencibles - como muchos piensan - y que la pandemia no remitirá de la noche a la mañana como por arte de magia, algo ha empezado a cambiar. Tal vez quienes creyeron que libertad es sinónimo de libertinaje dejarán de pertenecer a la masa alienada. O quizás, por fin, esto nos sirva para poner el foco en las enfermedades mentales y aprobar una especie de plan nacional que las combata con todos los medios posibles. Es posible que el teletrabajo haya venido para quedarse, que se ponga en valor los cuidados, que la investigación salga reforzada... Aunque también cabe la posibilidad de que nos volvamos aún más salvajes dentro del capitalismo, que la locura consumista sea exacerbada y acabemos, como consecuencia, quitándole años al planeta tierra. Los aires de cambio, sea el que sea, están más cerca que nunca, algo que se respira en el libro del que hoy os voy a hablar. Vidas que evolucionan, que se estancan o simplemente que abren la puerta a horizontes inesperados. Horizontes que, en esta ocasión, se acaban imponiendo a pesar de esa melancolía hacia tiempos pasados. La primera reseña de la temporada en la que ponemos punto y final a una historia de amor entre lectora y saga literaria que, sinceramente, no quería que terminase. Todo cambia: el último regreso a Home Place. 


Que tengamos con nosotras/os el quinto volumen de la saga de los Cazalet - una historia, como tantas otras del género de té y tacitas, pero que, en su grandeza narrativa, trasciende más allá del salseo o de los problemas intrascendentales de las clases altas atrincheradas tras los ladrillos de una mansión custodiados por el servicio de turno - es un acontecimiento casi extraordinario. Pensad que Todo cambia se publicó en el 2013, veintitrés años después de la publicación de la mítica primera entrega de la saga, dieciocho desde la cuarta entrega (la cual, durante muchos años, se pensaba que ponía punto y final al viaje literario) y tan solo un año antes de su muerte en el año 2014. Por tanto, el lapso de tiempo entre un ejemplar y otro es extraordinariamente amplio, décadas en las que Reino Unido había cambiado completamente y, lo más interesante, ni siquiera se era consciente del terremoto político que estaba por venir y que caracterizó el final de la pasada década. Hablamos, por supuesto, del Brexit y de las consecuencias económicas, políticas, sociales y hasta culturales que éste ha provocado. De ahí que leer Todo cambia se convierta en una experiencia tanto curiosa como inocente. Ya que es maravilloso observar como Elizabeth Jane Howard - ojo, a sus noventa años - fue capaz de mantener el mismo tono y el mismo estilo narrativo intacto. A pesar de los cambios históricos que el país había sufrido por el camino y, por otro lado, en una sociedad que comenzaba a estar más pendiente de las pantallas de los teléfonos móviles que de observar a su alrededor. De hecho, sinceramente, estoy convencida de que, después de todo por lo que hemos pasado - pandemia incluida - si Jane Elizabeth Howard hubiera aguantado hasta los noventa y ocho años (la edad que tendría si hoy en día viviera) estoy convencida de que habría habido un cambio. Al menos en lo que al tono se refiere. Más pesimista. Tal vez menos melancólico. Con un horizonte todavía más difuso. En todo caso, siempre es un placer lecturas por las que, por mucho que pase el tiempo, consigan arrancarnos una sonrisa o nos mantengan pegados a las páginas durante horas. Porque, si de algo estoy segura es que Howard, además de elevar literariamente en calidad un género tan popular como tradicionalmente denostado por el ala más progre de la intelectualidad británica, es de iluminarnos el camino en tiempos de zozobra, enfermedad y hartazgo generalizado. 


La historia avanza y con ella sus principales personajes. En este último libro viajamos a la Inglaterra de 1956 y la autora, a modo de prólogo, nos sitúa argumentalmente por si acaso nos habíamos olvidado de lo que ha sucedido en los anteriores libros. Como si de el recordatorio que emiten al principio de una serie de televisión se tratara. Esto al lector puede gustarle más o menos, pero lo cierto es que, teniendo en cuenta que la anterior entrega se publicó en 1995, probablemente existiera una generación que no conociera ni la trama ni sus protagonistas. De hecho, este es un clarísimo ejemplo de saga que debes leer en el orden establecido. Ni libros independientes ni cualquier cosa que se le parezca. Del uno al cinco, sin saltarse ninguno, porque si no, te perderás y no disfrutarás plenamente de una lectura que merece la pena conocer. Seguidamente, el primer golpe en el estómago del fan; la muerte de la Duquesita, la matriarca, el personaje más querido. Como si de pronto, por establecer un punto de comparación, en Downton Abbey se muriera Violet (personaje interpretado por la siempre genial Maggie Smith). La última pieza que ancla a los Cazalet a aquel tiempo que tanto me fascinó en Los años ligeros y que, en esta última entrega, parece enterrarse poco a poco. Un pasado de distracciones, baños en la playa, paseos, descanso y, en definitiva, la calma antes de la tormenta, la de aquella Europa de principios de siglo XX que ignoraba la sangrienta y tumultuosa deriva que acabaría tomando dicho siglo. A todo esto, cabe decir que, lejos de ser un destripe - me encanta esta nueva palabra que viene a sustituir al "spoiler" de hace unos años - lo pone directamente en la contraportada. Tras dicho hecho, el lector presencia el devenir del resto de personajes en su crecimiento, madurez y, como es normal, el transcurso de sus vidas. Todo cambia, sin embargo, está plagado de anécdotas, de las voces de los actores de la novela recordando aquello de lo que fueron testigos en el pasado pero, sin embargo, desde un carácter despreocupado, como si aquellos tiempos pasaron a mejor vida y solo importase los problemas de su generación. Aunque aquí todos tienen su cota de protagonismo - con sus buenas o pésimas decisiones - Howard otorga más presencia a las voces de los nietos, aquellos que en la primera novela conocimos de pequeños y aquí ya se han convertido en mujeres y hombres dispuestos a enfrentarse a cualquier cambio, en una ciudad cada vez más cosmopolita y una política cada vez más propicia a implantar el estado de bienestar, que esté por llegar. Si bien es cierto que la ironía no desaparece (ya es marca de la casa) en esta ocasión lo melodramático - bien entendido - parece anteponerse a cualquier otra cosa. No es para menos teniendo en cuenta que cualquier fin de ciclo merece su pequeña dosis de lagrimitas en los ojos. No obstante, y a medida que avanzas en su lectura, tienes la sensación de que cada uno de ellos te toma de la mano, te da dos besos, o un abrazo y se va poco a poco despidiendo. Eso ocurre como a más de la mitad del voluminoso libro. Y claro, Howard consigue que no quieras abandonarlos, que te resistas a soltarles de la muñeca, a deshacer ese cobijo literario en el que te has sentido feliz durante tanto tiempo. El último tramo de la novela es realmente emotivo. Hasta el punto de que te emocionas con cada puerta que se cierra en Home Place. Epicentro de una familia literaria que me llevo conmigo para cuando la desesperanza azote mi vida, como las olas llegando a la orilla, arrastrando consigo todo lo malo, tragándoselo, llevándoselo al mar de los profundos acantilados. 

Todo cambia: una historia de avances, familia, nuevos aires, optimismo, pasar página, recuerdos evocados, adioses que huelen a césped recién mojado... Broche de oro a una de las sagas de mi vida. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Pero la casa siempre ha permanecido igual. Si cierro los ojos, puedo describir cada detalle de cualquier habitación, del huerto y el bosque con el arroyo que lo atraviesa. Podrías llevarme con los ojos vendados y sabría donde estamos en cada momento. Lo que intento decir que es que todos sentimos lo mismo. Llevamos esta casa dentro y nunca la olvidaremos. Creo que somos afortunados por tener un ligar tan querido que recordar de corazón."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Siruela

1 comentario:

  1. Aunque me ha encantado esta primera reseña he de decir que esta vez la novela que nos presentas no me atrae, así que la dejo pasar, aunque menudo merito el de la autora, capaz de mantener el tono de las entregas anteriores a una edad tan avanzada.
    Gran reseña

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