martes, 27 de junio de 2017

RESEÑA: Bonavia

BONAVIA

Título: Bonavia.

Autor: Dragan Velikic (Belgrado 1953) es uno de los escritores serbios con más proyección del panorama actual. Cuando tenía solo cinco años, su padre, oficial de la Marina, fue destinado a Pula, ciudad en la que se quedaría hasta que llegó el momento de emprender estudios universitarios. Licenciado en Literatura Comparada y Teoría Literaria por la Universidad de Belgrado, en 1994 comenzó a trabajar como editor de Radio B92. En 1999 abandonó su empleo para comenzar a redactar sus propias columnas para diversas publicaciones de tirada nacional, como Vreme o Danas. En el año 2009 fue nombrado embajador de la República Serbia y Montenegro en Austria. En 2007 obtuvo el galardón más prestigioso de su país, el premio NIN a la mejor novela del año, con La ventana rusa, y años más tarde, en 2015, volvería a ser reconocido con el mismo galardón por El forense, que además se convertiría en el libro más solicitado en bibliotecas serbias en 2016. Miembro de la sociedad literaria de Serbia, ha publicado más de una decena de novelas, que han sido traducidas a quince idiomas. En castellano ha aparecido su novela Plaza de Dante (1997). En la actualidad vive en Belgrado.


Editorial: Impedimenta.

Idioma: serbio.

Traductor: Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek.

Sinopsis: Dragan Velikic nos presenta las vidas entrelazadas de unos personajes que intentan restablecerse tras los estragos de la Guerra de Yugoslavia y su disolución. Miljan, un restaurador que huyó de su Belgrado natal para instalarse en Viena, abandonando a su hijo recién nacido, se ocupa ahora de su nieto Sinisa, Marija, una filóloga con pánico a la soledad, conoce, ante el consulado húngaro, a Marko, un novelista frustrado, que escribe una "guía para evitar disgustos". Kristina, cumpliendo la profecía que una adivina le lanzó la noche de su graduación, cruza "el agua grande" para comenzar de nuevo en Boston. Bonavia es la historia de un viaje y de muchos viajes. Un laberinto que nos demuestra que, aunque nos esforcemos en borrarlo, el pasado siempre vuelve.

Su historia me ha parecido: intensa, poderosa, emotiva, impactante, lacrimógena, bien escrita, fuertemente armada y rabiosamente actual...Queridos lectores, desde hace unos años, una servidora lleva observando un fenómeno bastante curioso pero no por ello necesario. Tanto en el campo de la ficción como en el de los ensayos, el aficionado a la lectura y a las buenas historias, esas que de verdad cuentan cosas, observa como proliferan numerosos libros dedicados a temas tan importantes como la memoria, la guerra y las consecuencias de la misma desde el prisma de quienes les toco vivir la peor parte. Así mismo, también se está poniendo en valor a base de reediciones, la figura de ciertos escritores que padecieron el exilio como Sandor Marai o Stefan Zweig, éste último siendo uno de los intelectuales más citados en la actualidad por la delicadeza de sus novelas y por el acertado y atemporal análisis de sus ensayos de corte histórico. Vivimos tiempos convulsos, eso lo sabemos todos, los medios de comunicación ya nos lo recuerdan a cada hora, y la literatura no es ajena a todas esas impactantes imágenes, protagonizadas por aquellos que huyen de su país para salvar la vida y la de los suyos, y que en muchos casos, perecen en el intento. La novela que hoy tengo el placer de reseñar va de eso, de vidas rotas, de huidas, del trauma que supone la guerra, de empezar de cero en un lugar desconocido. Algo que por desgracia, nos resulta demasiado familiar. Bonavia: historias entrelazadas, voces de la experiencia exigiendo ser escuchadas.


La historia de como Bonavia llegó a mis manos es bien sencilla, sin embargo, y para ser más justos, debería empezar esta reseña por el verdadero principio: el descubrimiento de otras vías de investigación histórica. Como muchos ya sabéis, el pasado curso asistí a las clases del master de especialización en Historia Contemporánea que organiza todos los años la facultad de Geografía e Historia donde cursé mis estudios universitarios. Hace tan sólo unos días, invadida por los nervios y el hartazgo, no dejaba de repetirme a mi misma que había perdido un tiempo maravilloso y que ese master no me iba a servir para nada. Pasada una semana, me puse a pensar, a meditar, necesitaba convencerme de nuevo que había merecido la pena, y si, si que lo había merecido, pues, en él, tuve la extraordinaria oportunidad de trabajar con un tipo de fuente única: los testimonios. En mi caso fue un texto escrito, de una persona que había estado encerrada en una cárcel franquista, cuyo sello estaba acuñado en algunas de sus páginas, lo que me hizo tomar conciencia de la importancia de la historia y de sus protagonistas, aunque éstos fuesen anónimos. Aquel trabajo me descubrió un campo de investigación nuevo para mi, en el que no había trabajado antes y que suscitó en mi pequeñas y grandes reflexiones que sin duda, me acompañarán el resto de mis días. Tras esa intensa experiencia, mi curiosidad intelectual se despertó, inquieta, como si de la noche a la mañana alguien hubiese liberado un torbellino de interés, expectante a novedades. Necesitaba leer más testimonios, conocer más vidas, comprender desde sus ojos cómo ellos veían el mundo que les tocó vivir. Desde entonces son muchos los libros de estas características, ya sean desde la ficción o desde un testimonio verídico, los que han pasado por mis manos, y entre ellos, Bonavia acabó por quedarse para siempre en mi particular biblioteca y en un lugar privilegiado de mi memoria. Hasta ese momento, no tenía mucha idea de las Guerras Yugoslavas, había leído mucho sobre la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Guerra de Vietnam, pero de la también conocida como Guerra de los Balcanes poco sabía. Si que había visto alguna película al respecto, pero me faltaba ese acercamiento literario al conflicto, y Bonavia parecía cumplir esa doble función, la de satisfacer mi interés por conocer el contexto y la de empaparme de nuevo de una lectura donde el testimonio, aunque fuese ficticio, iba a jugar un papel fundamental. Pasado un tiempo y gracias a Impedimenta, logré hacerme con un ejemplar que devoré a pasos agigantados, obteniendo como resultado pertinentes reflexiones que hoy, más que nunca, conviene plantear.


Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Bonavia presenta una lectura sencilla y ligera, pero que merece por el contrario leerse con calma. No nos encontramos ante el típico best seller que te acabas en pocos días, Bonavia exige, por su tema e intensidad, una lectura más pausada, deteniéndose en los detalles y en la personalidad de cada uno de los personajes. Es más, para que la experiencia sea todavía más enriquecedora, os aconsejaría que a lo largo de la lectura no dudéis en consultar cuestiones referentes a la Guerra de los Balcanes. Si se conoce previamente a grandes rasgos en que consistió el conflicto, la lectura de Bonavia será mucho más completa. Seguidamente, en lo que respecta a la estructura del libro, hay que decir que Bonavia se presenta al lector como una novela coral, perfectamente estructurada y en donde cada personaje cuenta su historia sin miramientos, sin filtro alguno, dejando de este modo al descubierto las distintas caras de la guerra y del exilio. En este sentido, Bonavia podría definirse como una mezcla de influencias procedentes de diferentes tradiciones literarias. En primer lugar, encuentro cierto parecido con La colmena de Camilo José Cela, en el sentido de que Velikic retrata las vidas de los personajes, aparentemente diferentes entre ellos, pero que los une el contexto y la experiencia de la guerra. Si en La colmena ese nexo de unión son la terrible postguerra tras la Guerra Civil Española, en Bonavia lo que une a cada uno de los personajes es el recuerdo del conflicto, los traumas y como desde la distancia han sabido convivir con ello. La diferencia, que en la novela del nobel español la acción transcurre en una geografía determinada y en la de Dagan Velikic traspasa fronteras geográficas. En segundo lugar, existe cierta similitud con los libros de la Premio Nobel de Literatura Svetlana Alekievich, en los que los testimonios y la experiencia vivida son la base de su literatura. En el caso de Bonavia, esto sucede, no desde la primera persona, pero si de forma más narrativa, más literaria, dejando que las propias circunstancias propicien que los personajes hablen, como si se desprendiesen poco a poco de esas capas que los protegen ante la adversidad y la cotidianeidad lejos de su casa. En tercer lugar, Bonavia se impregna de la influencia de autores tan importantes como los ya mencionados Sandor Marai y Stefan Zweig, cuyas vidas fueron enormemente condicionadas por el exilio. Al mostrar un estilo tan similar al de estos dos ilustres autores, no podemos evitar pensar que existe una clara intención detrás de esta novela, la de recuperar esa tradición literaria y actualizarla para los lectores del siglo XXI. El contexto actual lo exige, necesita novelas de este estilo, así que no es tan descabellado pensar lo contrario. En lo que respecta a los personajes, he de felicitar a Velikic, pues ha sabido retratar esa sociedad post-yugoslava desde una serie de voces que representan a la perfección cada sector de edad. Aunque si tuviese que quedarme con alguno, me quedo con los de Miljan y Kristina, pues sus historias me parecen de las más duras y reflejan bastante bien la perspectiva que ofrece la diferencia de edad, no es lo mismo la mirada hacia el pasado de un hombre mayor que la de una joven con toda la vida por delante. Por último y ya para acabar, me gustaría remarcar la importancia de la intensidad en Bonavia. Ésta es tal que es imposible no empatizar con los personajes y llegar incluso a derramar una lágrima de impotencia, pero también de resignación ante un mundo que desde los años 90, en ciertas cuestiones, no ha cambiado demasiado.


En lo que respecta a la reflexión final, y como cabía de esperar, ésta, queridos lectores y lectoras, es más necesaria que nunca. Mientras buscaba información para la redacción de esta reseña, me he topado con infinidad de instantáneas escalofriantes. Campos de tumbas, edificios en llamas y cuerpos sin vida sobre el asfalto de las grandes ciudades. Sin embargo, hubieron ciertas fotografías que lograron que se me encogiera el estómago. En ellas, miles de personas caminaban, portando como único equipaje las pocas pertenencias que habían logrado salvar y un poso de experiencia traumática difícil de olvidar. Fue entonces cuando, tras observar dichas imágenes, recordé aquellas fotografías en blanco y negro de quienes escapaban de la represión de los sublevados durante la Guerra Civil Española. Todos hemos visto alguna vez, a través de documentales o reportajes en televisión, como familias enteras cruzaban los Pirineos con lo puesto, soportando el frío y la nieve del invierno, algunos con los pies descalzos y portando en brazos a los más pequeños. Testimonios visuales de una guerra que directamente nos recuerdan a lo que está sucediendo en la actualidad. Si comparamos las imágenes de los refugiados de la Guerra Civil o de la Guerra de los Balcanes con las de los actuales refugiados sirios, observaremos que no existe a penas diferencia alguna. Europa, mal que nos pese, ha vivido periodos de gran convulsión que han desembocado en su mayoría en devastadoras guerras, cuyas principales víctimas son siempre quienes no tienen la culpa. También, Europa ha sabido dialogar, consensuar, debatir, en definitiva, estar unida ante cualquier adversidad y problema que ha surgido a lo largo de estos últimos años. Sin embargo, ante la conocida ya como la crisis de los refugiados, procedentes en su mayoría desde la devastada Siria, no ha sabido encontrar una solución, ni atajar el problema, ni evitar el sufrimiento de miles de refugiados que sólo pretenden escapar del horror y de la guerra. Hace unos días, todos conocíamos la noticia, el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2017 recaía en la Unión Europea. Durante la lectura, el jurado del galardón destacó su modelo de "integración política" así como de ser la embajadora de la libertad, los derechos humanos y la solidaridad. En fin, visto lo visto y tras haber leído Bonavia, considero una autentico atropello conceder este premio a la Unión Europea, además de un insulto a todas esas personas que han sufrido la insolidaridad de Europa estos últimos años, una Europa que dice ser abierta pero que no duda en establecer barreras y poner trabas a quienes quieren vivir en su territorio. De integración política si que puede dar cierto ejemplo, aunque en los últimos tiempos las tensiones son más evidentes que nunca, pero debe aprender urgentemente a desarrollar su faceta como integradora social. Lecturas como Bonavia nos hacen que seamos más conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor y de como las injusticias siguen produciéndose, machacando los derechos y las libertades por un lado y premiando a los auténticos culpables de todo ese sufrimiento por otro. En vez de acoger, dificultamos o directamente cerramos la puerta, y eso, queridos lectores y lectoras, como sociedad no podemos consentirlo. Bonavia: una historia de viajes forzosos, exilio, recuerdos terribles, supervivencia, redención, añoranza...Una novela de raíces arrancadas de cuajo y de la posibilidad de volver a ver la luz al final del túnel.

Frases o párrafos favoritos:

"La escena de esa última noche en Europa le suele acudir a la mente cuando después de un día duro se acuesta en la cama de su guarida bostoniana y la mano se le va sola al muslo. Empieza a elegir a un acompañante para pasar la noche. Se le acercan en la oscuridad. Está indecisa. Emergen de las brujas del tiempo ¡Hay que ver lo que archiva su memoria! Los archiva sus pensamientos, pero los ve por primera vez."

Película/Canción: al ser un libro muy reciente, obviamente no cuenta con adaptaciones televisivas o cinematográficas. Sin embargo, y como va siendo costumbre en Jimena de la Almena, os adjunto la impresionante pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Totalmente adecuada.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Impedimenta

martes, 20 de junio de 2017

RESEÑA: Karl y Anna.

KARL Y ANNA

Título: Karl y Anna.

Autor: Leonhard Frank (Wüzburg 1882-Múnich 1961) e origen humilde, llevó a cabo múltiples trabajos: mecánico, chófer, pintor de edificios, celador de hospital... Gracias a su talento para la pintura estudió bellas artes durante seis años en Múnich y en 1910 se instaló en Berlín. Humanista, pacifista y antifascista, llevado por la exaltación de la bohemia de Múnich y más tarde por la efervescencia intelectual y artística de Berlín, Frank creyó siempre en el poder transformador de la literatura. Durante la Primera Guerra Mundial se exilió a Suiza. Sus primeros trabajos literarios vieron la luz en este periodo. En 1918 volvió a Alemania, convencido ya de dedicar su vida a la escritura, que le proporcionaría premios tan prestigiosos como el Theodor Fontane o el Kleist. Su novela Karl y Anna obtuvo un gigantesco éxito internacional, se convertía en una obra de teatro representada en salas de todo el mundo e incluso Hollywood se inspiraría en ella para la película Desire Me. A pesar de esto, en 1933 se prohibieron y quemaron todos sus libros en Alemania. Se exilió entonces de nuevo: primero a Suiza, luego a Francia (donde fue hecho prisionero tres veces) y, más tarde, a Portugal y Estados Unidos. Tras diecisiete años de exilio, regresó a un país en ruinas, pero eso no impidió que siguiese escribiendo. Frank es también autor de la fundamental A la izquierda, donde está el corazón.


Editorial: Errata Naturae.

Idioma: Alemán.

Traductor: Elena Sánchez Zwickel

Sinopsis: en plena Primera Guerra Mundial, Richard, el marido de Anna, sobrevive y trabaja con Karl durante unos meses en un campo de prisioneros siberiano. Día tras día, para hacer más llevadera su situación, le narra a su inseparable compañero cada detalle, esencial o sin importancia, de su pasada vida con Anna, a la que añora continuamente. La situación de desamparo, las vividas evocaciones de Richard, la nostalgia de un amor verdadero lograrán al fin que Karl se enamore de esa imagen femenina que con el tiempo ha adquirido para él rasgos cada vez más reales, con sus texturas y olores, con sus deseos; una imagen que lo impulsa también, al fin, a vivir y renacer tras el desastre- El azar separará a ambos amigos, y Karl huirá hacia Alemania para conocer al fin a Anna y hacerse pasar por su marido, sirviéndose de su parecido físico con Richard y de las terribles inseguridades provocadas por la guerra.

Su lectura me ha parecido: breve, concreta, interesante, típica, bien escrita, poderosamente reflexiva, intensa, muy recomendable...Queridos lectores y lectoras, todos hemos querido ser otra persona. Se que suena muy extraño así de buenas a primeras, pero es cierto, es algo que todos y cada uno de nosotros hemos deseado, al menos una vez en la vida. ¿Quién no ha soñado con ocupar el lugar de otro? ¿Quién no ha ansiado vivir la vida de alguien a quien admiramos o envidiamos? ¿Quién no ha intentado? o al menos ¿Quién no lo ha pensado en esos momentos de gran desazón y pesimismo? Todos tenemos ídolos a los que tratamos de emular, hay quien se conforma con adoptar su forma de vestir, pero hay quien lo lleva al extremo y directamente pretende convertirse en un clon. Pero también los hay que, lejos de las más altas pretensiones, se pondrían sin dudarlo en la piel y en el cuerpo de ese o esa, quien por su posición, su situación familiar, sus aspiraciones personales o su vida en general se nos antoja mejor que la nuestra. Es entonces cuando os lanzo las preguntas más pertinentes al respecto ¿Qué pasaría si el camino para lograr nuestro objetivo estuviese libre? ¿Si esa persona a la que tanto veneramos de repente desaparece sin dejar rastro? ¿Y si por el azar del destino, éste nos ha brindado la oportunidad de ocupar su lugar? De esto y de otras muchas cuestiones se habla en la siguiente novela que hoy tengo el placer de presentaros, que aunque muy típica en su planteamiento, nos hace por el contrario reflexionar y comprender un contexto interesante histórico. Karl y Anna: delicadeza y emoción con implicaciones sociales.


El por qué un libro como Karl y Anna llegó a mis manos y de paso a engrosar mi apreciada estantería, tiene su propia historia. La verdad es que éste es uno de esos libros a los que una servidora le había echado el ojo desde hacía bastante tiempo, desde que Errata Naturae lanzó la presente edición al mercado. Karl y Anna era un libro que perseguía con la mirada y que siempre buscaba cada vez que entraba en alguna librería de mi ciudad. Su sinopsis, aunque realmente típica, me atrajo desde el primer momento, algo que la verdad no es muy propio de mi. Adoro la originalidad y sorprenderme mientras leo, pero, lo cierto es que me sorprendí a mi misma interesándome por un relato cuyo tema ha sido explotado a lo largo de la literatura. No se, algo dentro de mi decía que Karl y Anna no iba a ser un libro cualquiera. En cuanto supe en qué contexto vio este libro la luz comencé a percatarme de que había algo más y de que seguramente, iba a ser una de esas lecturas que acabaría de seguro recomendando. Años después y gracias a la propia editorial, pude al fin, acariciar con mis dedos su portada y respirar el aroma que desprendían las páginas de cualquier libro que esperas con gran expectación. Reconozco, no obstante, que en los días previos a la lectura, los prejuicios acudirían raudos a mi cabeza. Tal vez había tenido un momento de debilidad, o no estaba en lo cierto al confiar tanto en este libro. Sin embargo, una vez abrí la novela por la primera página, tuve la sensación de quedar atrapada en ella. Sentí sumergirme en una época compleja y que con el tiempo, y gracias a la literatura de ciertos autores, ha acabado por fascinarme. Finalmente, y tras ese intenso recorrido, pude por fin despedirme de Karl y Anna, con la certeza de que había algo más allá del estereotipo novelístico.


En lo que respecta a la critica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Karl y Anna presenta una lectura sencilla pero ágil, breve pero intensa. Repito lo mismo que ya dije en la reseña de Agnes Grey, cuanto menos páginas, más se acentúan las emociones, si se hace bien claro. En el caso de Karl y Anna sucede lo mismo que con la novela de Anne Brontë, nos topamos ya no sólo con esa acentuación de la intensidad, también con una prosa exquisita y envolvente, capaz de transportar al lector y hacerle partícipe de la trama. Cual privilegiado espectador, el autor logra implicar a éste en la novela hasta el punto de obligarle a reflexionar, algo que a una servidora en particular le ha encantado realizar. Cabe ponernos en situación: Karl y Anna cuenta una historia de amor en la que intervienen tres personajes. Primero está Karl, quien se enamora de una imagen idealizada de Anna, la mujer de su compañero y amigo Richard, con quien soporta el día a día en un campo de prisioneros siberiano. Tras una fortuita separación, Karl se dirigirá a Berlín para conocer a Anna haciéndose pasar por su marido. En segundo lugar está Anna, quien pasa en soledad los años de la guerra y que a la llegada de ese que dice ser Karl, se encuentra ante un dilema: echar al farsante o entregarse a él sabiendo que no es su marido. Y en tercer lugar, la figura de Richard, el eterno ausente, el nombre que sobrevuela incesante las vidas y las conciencias de Karl y Anna. En definitiva, nos encontramos ante la clásica usurpación de identidad que tantas veces hemos visto en el cine y en alguna que otra novela. Este aspecto, sin duda, fue el que hizo que dudase de la singularidad de Karl y Anna, sin embargo, Frank logra que esta historia no pase desapercibida y que no se quede en lo superficial, algo que si que se aprecia en otros libros. Para conseguirlo, Frank se basa en el contexto histórico de su tiempo, esos años tras la Primera Guerra Mundial, en los que los recuerdos de lo vivido todavía siguen a flor de piel y en los que se empieza a apreciar las primeras consecuencias de la misma. Es más, situar la acción en el Berlín de la postguerra le aporta a la historia un plus, pues, el lector está acostumbrado a leer libros que transcurren en esta época, pero desde la perspectiva estadounidense o anglosajona mayoritariamente, por lo que resulta una novedad y un puerta abierta a descubrir la realidad en uno de los países perdedores y más castigados tras la guerra. Y claro, en un entorno histórico y social como ese, una historia como la que Frank nos narra no resulta inverosímil, hasta nos hace pensar que pudo haber ocurrido de verdad. Por último, y de forma muy breve, me ha encantado la construcción del personaje de Anna, porque toma partido, porque no es un objeto pasivo y porque representa perfectamente a todas esas mujeres que durante la contienda tuvieron que soportar la soledad, la incertidumbre y que lograron crear redes de solidaridad para ayudarse unas a otras para sobrellevar los días, los meses, los años... A la espera de que sus esposos e hijos regresasen. Todo ello, y eso me ha parecido muy acertado, sin ese halo romántico e irreal que siempre ha acompañado tradicionalmente estas situaciones. La cruda realidad, sin idealismos, sin artificios.

Centrándonos en la pertinente reflexión final, he de confesaros que me ha resultado relativamente fácil escoger el tema en cuestión. Y no, no son las profundas meditaciones que uno se hace si intenta ponerse en la piel de Anna, como tampoco la fuerza imparable e los sentimientos humanos en circunstancias adversas. No, nada de eso. Hoy me gustaría centrar este último párrafo en hablar de la guerra. Si, eso que deseamos que nunca suceda, pero que sin embargo, cuando ésta acontece al otro lado del mundo, en un país más pobre o en vías de desarrollo, la mezquindad humana surge en su faceta más miserable. La guerra, como acontecimiento, trae como consecuencia infinidad de cambios políticos, económicos, sociales y culturales. Además de la proliferación de nuevas ideas relacionadas con la psicología o la memoria misma. Esto es así, tras toda guerra, el pensamiento experimenta un notable cambio en el ser humano, y eso se refleja en infinidad de trabajos, algunos de ellos estrictamente relacionados con la literatura. Después de una guerra aparecen nuevos temas, nuevos conflictos, nuevos dilemas, nuevas circunstancias históricas que merecen ser plasmadas sobre el papel. Fomentando de esta forma la aparición de auténticos y prolíficos movimientos culturales o generaciones de escritores y escritoras que quisieron participar de estos años de forma activa. Este por ejemplo es el caso de la famosa generación perdida, que aglutinó a personalidades tan importantes como Ernest Hemingway, T.S Eliot, Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, John Dos Passos, Dorothy Parker, John Steinbeck o Gertrude Stein entre otros. Esta generación surgió de los estragos de la Primera Guerra Mundial, de hecho, algunos de sus componentes llegaron a combatir en la misma, y sus temas oscilan entre el pesimismo, el descreimiento, los felices años veinte, la bohemia parisina o en última instancia el crack del 29. Durante esos años de entre guerras también surgió otro movimiento cultural menos conocido, vinculado a Berlín, Austria y Suiza y cuyos exponentes respondían a los nombres de Thomas Mann, Herman Hesse, Stefan Zweig o Pierre-Jean Jouve entre otros. El autor de Karl y Anna, Leonhard Frank participó de la bohemia de Múnich y de ella, y del exilio que sufrió durante la Primera Guerra Mundial, se empapó para crear su producción literaria, llegando a tener un notable éxito en vida. Con esto no quiero decir que tiene que haber una guerra para que haya una posterior explosión cultural e intelectual, sólo quiero resaltar algo muy importante. La experiencia vivida conforma el carácter de una persona, y si en esa experiencia la guerra, el sufrimiento, la impotencia o el exilio han estado presentes, la personalidad no será la misma, será diferente de quien no haya vivido todo eso en carne propia. Lo mismo sucede con la escritura, susceptible a cualquier cambio y a cualquier recuerdo personal, por lo que, y hoy mas que nunca, hay que leer a estos autores. No sólo por lo que fueron y por lo que nos pueden transmitir, también en claro homenaje a sus correspondientes figuras y a su discurso tras años de injusto desprecio y de terrible olvido. Karl y Anna: una historia de amor, desesperación, soledad, cariño, remordimientos... Una novela que merece ser leída y recuperada para los lectores del siglo XXI.

Frases o párrafos favoritos:

"Llegaron a un punto en que el fluir de la vida, todo intercambio de sentimiento y toda lucha fecunda se hacían imposibles, tan imposibles como la unión de los cuerpos."

Película/Canción: en el año 1947 se estrenó la primera y única adaptación que existe de Karl y Anna. Bajo el título Desire Me y dirigida por Jack Conway, cosechó gran éxito de público y critica en su momento.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Errata Naturae

lunes, 12 de junio de 2017

RESEÑA: El Mundo Resplandeciente.

EL MUNDO RESPLANDECIENTE

Título: El mundo resplandeciente.

Autor: Margaret Cavendish (1623-1674), duquesa de Newcastle, fue una destacada investigadora y una prolífica mujer de letras. Interesada en todo tipo de saberes, publicó diez libros de filosofía natural y fue la primera dama en ser recibida en la Royal Society de Londres, que acogió también su famosa colección de telescopios. Fue sepultada con honores en la Abadía de Westminster.


Editorial: Siruela.

Idioma: inglés.

Traductor: Maria Antònia Martí Escayol.

Sinopsis: El Mundo Resplandeciente es un título precursor en el campo de la ciencia ficción y la primera obra firmada por una mujer en toda Europa, es un originalísimo trabajo que incorpora además elementos propios de la filosofía utópica y de la novela de aventuras, y una lectura imprescindible para conocer la mentalidad de la época. Con una mirada moderna y subversiva, la autora desafía convenciones literarias, roles de género, divisiones religiosas y teorías científicas, convirtiéndolo así el fantástico viaje de una dama hasta una extraña tierra poblada por animales parlantes en todo un reto para la imaginación y el pensamiento contemporáneos.

Su lectura me ha parecido: sorprendente, filosófica, didáctica, avanzada a su época en muchos sentidos, imaginativa, inteligente...Antes de ahondar en la reseña propiamente dicha, me gustaría, si me lo permitís, lanzar una pregunta: ¿A qué se debe este complot? ¿Por qué no hemos sabido los lectores, pero sobretodo las lectoras, de la existencia de este libro? Desde que el mundo es mundo y desde que el hombre ha impuesto su visión patriarcal sobre él, a las mujeres se nos ha tratado como seres inferiores, unas eternas menores de edad a las que hay que educar para permanecer en casa calladas, serviles, diligentes e ignorantes. ¿De qué servía instruir a la mujer en otros saberes si éstos no le van a servir para su verdadero cometido? Sin duda, aquellos que ostentaron el poder en las diferentes etapas de nuestra historia, hombres claro está, se cuidaron mucho de que la mujer no supiese de astronomía, matemáticas, política, literatura, medicina, filosofía o de historia entre otros muchos saberes, pues, atentaría contra su posición y hombría que una mujer se erigiese intelectualmente y se posicionase a la misma altura que ellos. Solamente unas pocas afortunadas, pertenecientes claro está a la nobleza o a sectores de la alta burguesía, tuvieron la oportunidad de acceder a todo ello, aunque tampoco lo tuvieron nada fácil. Pasados los años y los siglos, es evidente que las mujeres hemos ido alcanzado metas y derechos, no obstante, es muy reducida la cantidad de referentes femeninos. Generaciones de niñas han crecido sin la inspiración de ciertas figuras de mujeres que desde sus actividades han destacado y cuyos logros han quedado para la posteridad. De ahí que sostenga que todavía, a día de hoy, exista una especie de complot para evitar que la sociedad conozca a ciertas mujeres y sus respectivas hazañas. Algo que muy especialmente se observa, por desgracia, en los libros de texto. Menos mal que, de vez en cuando, las editoriales nos rescatan del pasado y del olvido a mujeres excepcionales cuyos trabajos merecen la pena ser tenidos en cuenta. Este es sin duda el caso de la autora del extraño pero interesante libro que hoy tengo el honor de reseñar. El Mundo Resplandeciente: la filosofía utópica disfrazada de fantasía y ciencia ficción.


La historia de como El Mundo Resplandeciente llegó a mis manos y a formar parte de mi adorada y cada vez más abarrotada librería tiene mucho que ver con lo expuesto en el primer párrafo. Como muchos bien sabréis, en los libros de texto que usamos tanto en el colegio como en el instituto las figuras femeninas siguen estando olvidadas. Salvo las reinas, y no todas, alguna científica, escritora o política, el resto de mujeres que contribuyeron a la humanidad desde sus respectivos campos y actividades es como si no existiesen, como si no mereciesen la pena ser conocidas y estudiadas. A medida que iba pasando el tiempo, me daba cuenta de que si quería aprender algo sobre historia de género, debía empezar a instruirme por mi cuenta. Y aunque durante la carrera nos han hablado de mujeres importantes y de otras cuya existencia desconocía, fuera de las clases siempre salía a relucir el nombre de alguna mujer importante pero que la historia había enterrado. Eso último fue exactamente lo que me sucedió con Margaret Cavendish. ¿Inglesa? ¿australiana? ¿Tal vez americana? ¿A qué se dedicaba? ¿Qué escribió? Todas esas dudas se disiparon en el momento en el que tuve, por primera vez entre mis manos, un ejemplar en castellano de El Mundo Resplandeciente. Cuando me adentré en la sinopsis enseguida entendí la importancia de su figura. Inglesa, nacida en 1623, Duquesa de Newcastle, aristócrata por tanto, durante un tiempo Dama de la Reina de Francia Maria Enriqueta, segunda esposa de Sir William Cavendish, testigo de la República de Cromwell y de la Restauración de los Estuardo en 1660, interesada en la materia y el movimiento, autora de más de 10 libros sobre filosofía natural, pionera en la formulación de las primeras teorías moleculares, primera mujer de la historia en ser recibida por la Royal Society de Londres, poseedora de una sofisticada colección de microscopios, la primera mujer en Europa en firmar una obra de ciencia ficción, fallecida en 1674 y finalmente, enterrada con honores en nada menos que en la abadía de Westminster. En fin, con ese currículum lo normal hubiese sido que en los colegios y en los institutos se conociese, al menos, su faceta científica. ¡Pues ni eso! Sentí rabia, impotencia, pero también fascinación y una enorme curiosidad por sumergirme en sus páginas. Gracias a la editorial Siruela, unos meses después de verlo por vez primera, conseguí hacerme con un ejemplar. El resultado: demasiadas sensaciones para plasmarlas en una sola entrada.


Centrándonos en la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que El Mundo Resplandeciente presenta una lectura descriptiva, algo densa, didáctica y que invita al lector a investigar sobre ciertos aspectos que aparecen a lo largo de su lectura. Aunque se asemeje más a una obra filosófica que a una novela propiamente dicha, esto no tiene que disuadir al lector, al contrario, El Mundo Resplandeciente, por fortuna, no presenta esa lectura farragosa que si encontramos en algunos libros de filosofía, sino que ésta es más asequible, sin descuidar claro está la profundidad y la calidad intelectual. Por primera vez, en lo que respecta a este libro, debemos detenernos obligatoriamente en el maravilloso y muy necesario prólogo. Sinceramente, yo no soy mucho de leer los prólogos de las novelas, sin embargo, cuando te enfrentas a un libro de estas características, en donde no conoces ni al autor ni su producción literaria, si que es al menos conveniente que el lector se lea el prólogo que sirve siempre como breve introducción a lo que es el escrito en si. En este caso, tengo que felicitar tanto a la editorial Siruela como a Maria Antònia Martí Escayol por la decisión de adjuntar y elaborar un prólogo tan completo e instructivo. No sólo el lector se puede hacer una idea de quién era Margaret Cavendish, sino que además, te introduce en el contexto de la época, en las convulsiones políticas y en el ambiente filosófico y cultural del momento. Haciendo especial hincapié en lo que respecta a la ciencia de aquel siglo. Este es sin duda, uno de esos prólogos que hay que leer obligatoriamente antes de adentrarse en el libro, en este caso, en Un Mundo Resplandeciente. En lo que respecta al texto, lo cierto es que me impactó toparme de buenas a primeras con un texto más filosófico que novelístico, es más, lo agradecí enormemente. Mediante una narración que podría acercarse a las novelas de aventuras, Cavendish nos sumerge en un viaje hacia un mundo inventado, único, al principio extraño, luego exótico, en el que a medida que vamos avanzando en su lectura, nos sentimos cada vez más cómodos. Un mundo en el que los habitantes tienen cabeza de animal y en donde cada especie se ocupa de una tarea, de una pieza dentro del engranaje que hace funcionar ese insólito lugar. A partir de ahí, la sabiduría y el ingenio de la autora brotan poco a poco. En El Mundo Resplandeciente, Cavendish diserta sobre las teorías científicas de corte cartesiano, cuestiona algunos experimentos llevados a cabo en la Royal Society, se habla sobre el Leviatán de Hobbes, de las teorías del estado de todos contra todos, se observa el cielo con curiosidad, buscando en los astros las respuestas a las incógnitas más comunes de los astrónomos de la época. También se aborda la influencia de la luna en ciertos fenómenos naturales, hay constantes referencias a grandes obras de la literatura universal, se intuye la existencia de la piedra filosofal, se cita a Platón y comprende la importancia de la retórica en el ámbito político. Cada uno de los habitantes de ese lugar, del Mundo Resplandeciente, le aporta un conocimiento nuevo, despertando en la protagonista una inquietud intelectual, por la que llega incluso a cuestionar lo establecido y a formular sus propias teorías y opiniones. Todo ese saber nuevo lo llevará consigo para poder ayudar al rey de su país, que en este caso se intuye que es Carlos II de Inglaterra, a vencer a sus enemigos políticos, que obviamente son Oliver Cromwell y la República. En relación con esto último,  un aspecto que me ha llamado la atención para bien es que sean mujeres las protagonistas del libro, algo que de seguro no era lo normal en este tipo de libros. Tanto la Emperatriz como la Duquesa, que claramente son Maria Enriqueta de Francia y la propia Margaret Cavendish, son las que visitan el Mundo Resplandeciente y las que obtienen finalmente las herramientas necesarias para poder socorrer al rey. Esto denota no sólo una novedad, sino también una clara intención de dignificar y empoderar a la figura de la mujer, saltándose de golpe y porrazo todos los convencionalismos. Y si a eso le añades ciertos coqueteos con el travestismo y el lesbianismo, no me extrañaría nada que en aquella época maldijeran a este libro y a la pobre Cavendish, quien no tenía la culpa de mirar más allá, de ser una adelantada a su tiempo. En resumidas cuentas, y a pesar de que todo lo que he contado sobre historia, ciencia y filosofía pueda disuadir al lector más convencional, os animo a salir de la zona de confort y a darle una oportunidad a El Mundo Resplandeciente, merece la pena.

Como cabría de esperar, y si no sería mal asunto, El Mundo Resplandeciente ha logrado despertar más de una reflexión pertinente, y más en los tiempos que corren, en los que saberes como la historia o la filosofía están cada vez más denostados y desprestigiados. Por ello, y en relación con este libro, he decidido decantarme por el tema más abrumador de todos. Además de un relato fantástico, El Mundo Resplandeciente es en el fondo es la construcción de un lugar idílico, en otras palabras, la definición de una utopía. El término utopía viene de lejos, de muy lejos, los antiguos griegos ya hablaban de sociedades ideales e inexistentes que podrían llevarse a cabo según una serie de criterios sujetos a la personalidad de quien los formula. Existen utopías muy famosas, como la República de Platón, la religiosa de San Agustín de Hipona, la de Tomás Moro o el llamado socialismo utópico. Algunas de ellas incluso llegaron a ponerse en práctica de la mano de Charles Fourier y Robert Owen mediante la construcción de Falansterios en el caso del primero y la comunidad de Nueva Armonía en el caso del segundo. Ambas sin llegar a prosperar. El marxismo y el anarquismo, como ideologías, también tienen una base utópica, al igual que el ecologismo, cuya construcción utópica se plasma en el libro Ecotopía. Dejando a un lado la historia, la utopía propiamente dicha viene a ser un lugar ideal, maravilloso, inexistente y que sirve para criticar o escapar de las garras del sistema dominador. Para cada uno de nosotros, la utopía puede ser muy diferente, nuestro paraíso no es el mismo en todas las personas que conforman la sociedad, incluso habrá alguien para quien la utopía se identifique con actividades delictivas y otras del todo condenables. Pero lo cierto es que, todos y cada uno de nosotros, tiene una idea más o menos clara de cual sería su lugar ideal, su panacea, ese territorio inventado en el que refugiarse cuando estalla la tormenta. En él podemos encontrar lo que nos hace feliz, lo que puede aliviarnos, calmar nuestras heridas, lo que permita abrigarnos, correr, gritar, ser libres, lejos de las ataduras del día a día y de las presiones que el sistema ejerce sin piedad sobre nosotros. La utopía, nuestra utopía, propia, personal, intransferible, única, reconfortante, envolvente y cuyo camino solemos recorrer. En ese sentido, no estaban locos los primeros en hablar de ella, pues a juzgar los resultados, parece que lo utópico, lo deseable, está más interiorizado en nuestra forma de ser de lo que nos imaginábamos. Por eso, es interesante acercarse a este tipo de libros, como El Mundo Resplandeciente, en donde Cavendish invita al lector a sumergirse en su particular utopía, animándonos a conocer sus entresijos y a percibir la dura crítica a las espesas sombras del siglo XVII. El Mundo Resplandeciente: una historia de aprendizaje, cuestionamiento, intelectualidad, ciencia, filosofía, política, hombres-animales fantásticos... El gran descubrimiento literario del año.

Frases o párrafos favoritos:

"Aunque no pueda ser Enrique V, ni Carlos II, me esfuerzo por ser Margaret I. Y, aunque ni tengo poder ni ocasión para conquistar el mundo como lo hicieron Alejandro y César, y tampoco puedo ser dueña de uno, pues ni la Fortuna ni el Destino me lo darían, he creado un mundo por mí misma, por lo que nadie, podrá culparme, al tener cada cual el poder de hacer lo que desee."

Película/Canción:  sinceramente, veo bastante complicado llevar a cabo una adaptación de este libro, es más, dudo que se haga. Por lo que os invito a escuchar la pieza de Handel que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Breve pero sugerente.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Ediciones Siruela

martes, 6 de junio de 2017

RESEÑA: Mónechka.

MÓNECHKA

Título: Mónechka.

Autor: Marina Palei (Leningrado 1955) es una destacada escritora y periodista. Su estilo extravagante y ecléctico que combina elementos modernos y posmodernos, le ha valido el respeto de la crítica así como del amor y la fidelidad de los lectores. Tras graduarse en Medicina y ejercer la profesión durante unos años, Palei empezó a involucrarse en círculos teatrales y a escribir poesía. Poco después comienza a estudiar en el Instituto de Literatura Maksim Gorki, del que se graduaría en 1991. Marina Palei experimenta desde entonces con todos los géneros literarios. Entre sus obras destacan: Mónechka (La Cabiria de Leningrado), El coro, Lunch Klemens, Zhora Zhirniago y Tributo a la Salamandra.


Editorial: Automática.

Idioma: ruso.

Traductor: Marta Sánchez-Nieves.

Sinopsis: desde la adolescencia, Mónechka siempre mostró un inigualable talento para disfrutar de los placeres mundanos; esa precoz habilidad, que alcanzaba las más altas cotas en su relación con los hombres, marco desde el principio el rumbo de su existencia. Monka se arrojó a la vida a pecho descubierto, y esta la acogió en un torbellino de excesos y pasiones que la llevarían a transitar por igual las sendas de la felicidad y el dolor.

Su lectura me ha parecido: intensa, barroca, breve, apasionada, reflexiva, a ratos algo pesada, distinta...Queridos lectores y lectoras, como muy bien sabréis, la literatura rusa es de las más importantes de la historia. Algunos de autores, en su mayoría hombres por desgracia, pueden presumir de tener un cómodo sillón en el Olimpo de los grandes de la literatura universal. Tolstoi, Dostoievsky, Gogol, Pushkin...Todos podemos recordar sus nombres o mencionar alguna de sus obras más importantes. Para seros sincera, aunque esto ya lo he comentado en más de una ocasión, mi relación con la literatura rusa no ha sido muy buena que digamos. Mi primera incursión en los clásicos procedentes de este extenso país fue con la inmensa Guerra y Paz, y lo hice durante un verano a una edad bastante temprana. Tal vez por eso mi impresión no fuese del todo justa con la novela en cuestión, sin embargo, aquella lectura me hizo de alguna manera huir de todo lo que tuviese que ver con Rusia y realismo. Ni Crimen y castigo, ni Los hermanos Karamazov, ni Anna Karenina, no he leído ninguno. Se que es un sacrilegio, sobretodo por Anna Karenina, una novela que parece que muchos se han leído, pero esa experiencia con la monumental novela de Tolstoi me alejó de esa literatura y de ese estilo narrativo. Lo encontraba pesado, lento, interminable y eso que tengo un máster en leer libros del periodo realista. No obstante y tras haber leído el libro que hoy tengo el placer de reseñar, siento que empiezo a sentir el gusto por lo que está viendo la luz en lo que respecta a la narrativa rusa actual. No se cuanto tiempo mantendré esa barrera entre el realismo ruso y yo, pero lo que si que esta claro es que Marina Palei acaba de entrar por la puerta grande. Mónechka: sexo, literatura rusa y feminismo en estado puro.


La historia de como Mónechka llegó a mis manos es bien sencilla. Todo empezó por un correo electrónico. Un simple correo electrónico en la bandeja de entrada, cuyo autor era Automática Editorial. En él, me ponían al corriente de una de sus novedades, el libro en concreto se titulaba El abuelo y estaba escrito por Aleksandr Chudakov. No era la primera vez que recibía por parte de pequeñas editoriales este tipo de correos, de hecho, suelo pasarlos por alto si lo que me ofrecen no satisface mis apetencias lectoras. Sin embargo, con Automática pasó lo contrario, no sólo logró captar mi atención sino que consiguió que me invadiera la curiosidad por conocer que más títulos había publicado. Aquel día me pasee unos minutos por su página web y me sorprendí al comprobar que Automática Editorial estaba especializada en autores rusos en su mayoría. Los que hayáis leído la introducción comprenderéis que al principio tomé ese dato con cierto escepticismo, sin embargo, y tras ojear en el catalogo algunos de sus títulos, comprendí que esta editorial iba más allá de los clásicos y que ofertaba libros de tirada y temática más actual, además de algún texto que abordaba crítica a la Unión Soviética. Todo esto en su conjunto me convenció y a los pocos días inicié colaboración con ellos, no obstante, no me decanté por El abuelo, la novedad que en el correo me ofrecían, sino por otro de sus títulos, uno que me pareció enormemente enigmático: Mónechka. Recuerdo que la portada me impactó. Sobre un blanco impoluto, una figura lánguida y de luto surge imponente, con actitud fría y sujetando un cigarrillo con firmeza. Lo cierto es que la mujer que ilustra la cubierta guarda un parecido razonable con Scarlett Johanson, tal vez, si se diese el caso y se estuviese barajando la posibilidad de adatar al cine esta novela, la actriz norteamericana podría por su magnetismo encarnar perfectamente el papel protagonista. El libro llegó a mi buzón antes de lo esperado, sin embargo, no fue hasta unos meses más tarde cuando por fin pude ponerme en serio con su correspondiente lectura. El resultado: mejor de lo que me esperaba.


Centrándonos en la critica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Mónechka presenta una lectura precisa, medida al milímetro, extraordinariamente breve pero con un estilo demasiado barroco para mi gusto. Es de agradecer que en medio de todo lo que se está publicando hoy en día, donde lo sencillo y lo rápido de leer prima sobre cualquier otra cosa, de repente el lector más inconformista se tope con libros como este, donde se aprecia personalidad en quien lo escribe y en la forma en la que se plasman las ideas sobre el papel. Sin embargo, he de confesar que en el caso de Mónechka he echado mucho en falta que la autora vaya directa al grano y no que se entretenga en descripciones que, aunque importantes, están sobrecargadas de adjetivos. Esta muy bien conocer la personalidad del personaje y el entorno que lo rodea, pero con más sutileza. Seguidamente, y tras haber comentado ese punto negativo, tengo que reconocer que Mónechka resulta un relato, más que una novela debido a su extraordinaria brevedad, donde convergen varios aspectos a destacar. El primero de ellos tiene que ver con el uso de una narración para nada tradicional. No te esperas, de buenas a primeras, que quien narre esta historia sea una persona cercana a la protagonista, en este caso su prima, que la conoce pero que, debido a su posición, no es capaz de desvelarnos ciertos aspectos, como sus pensamientos por ejemplo. Es una mirada subjetiva, desde la confianza de un familiar, desde unos ojos que no juzgan y que observan la vida de una persona a la que aprecia enormemente. En segundo lugar, si por algo destaca este libro es por la perfecta caracterización del personaje de Mónechka, diminutivo de Raimonda. Palei logra en muy pocas páginas que el lector se haga una idea muy concreta de como es Mónecka, consiguiendo que éste se convierta en uno de esos personajes difíciles de olvidar. Mónechka es un espíritu libre, cuya personalidad está por encima de los convencionalismos sociales. Es una mujer que quiere divertirse, volar, disfrutar de la vida, exprimirla al máximo. A Mónechka le gustan los hombres, hasta el punto de que en el libro se le califica a esta pasión como "perdición", sus relaciones con ellos no son siempre fáciles, disfruta de su compañía, del sexo y sufre las consecuencias del mal de amores, pero ella se levanta, es fuerte y sigue adelante, reivindicando su propia identidad e independencia. En el relato asistimos al crecimiento de este personaje, desde su infancia hasta la madurez, siendo testigos de como esquiva las convenciones sociales, soportando incluso los episodios de violencia familiar que sufre por su individualidad y su negativa a acatar la tradición, lo que confiere a Mónechka una dimensión necesariamente feminista en los tiempos que corren. En tercer y último lugar, el libro está plagado de referencias constantes a la literatura rusa, unas veces para justificar y otras para describir, pero siempre está ahí. Si usted, querido lector o lectora, es un apasionado de los novelistas rusos, Mónechka es su lectura.


En lo que respecta a la tradicional reflexión que siempre procuro extraer de cada lectura que pasa por mis manos, esta vez, no he tenido que devanarme mucho los sesos. No quiero decir que Mónechka sea una lectura carente de ideas sujetas a debate por parte del lector, más bien que de su lectura se desprende una sola y poderosa reflexión que a continuación me dispongo a exponer. Este relato va de una niña rebelde, de una joven independiente y de una mujer que tiene muy claro las cosas. Y lo más importante de todo, una mujer que disfruta al máximo de placeres como el sexo sin pudor alguno, sin una carga llamada "tradición" a sus espaldas. Hoy en día las mujeres somos más libres y hemos alcanzado derechos que se nos han negado a lo largo de la historia. Sin embargo, hay cosas que parece que no cambian, o más bien, lo correcto sería decir que cuesta que cambien. A la mujer todavía se le sigue tratando como un trozo de carne al que se le puede hacer de todo, incluso violar. En ciertas culturas, la mujer, durante el acto sexual, no puede sentir placer, sólo el hombre tiene derecho a disfrutar del sexo en toda su plenitud. Incluso hasta hace bien poco, el que una mujer se situase sobre el hombre a horcajadas, era síntoma de pérdida de virilidad y de poder en el ámbito privado y familiar. Hoy en día a la mujer le siguen llamando "puta" o "zorra", ya no sólo por haber tenido muchas parejas, sino que parece haberse extendido a la cotidianeidad, más de una vez he escuchado a alguna chica referirse a otra con esa palabra, incluso con tono desenfadado, como si "puta" sustituyese a tu propio nombre ¿No nos estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado? También, la mujer tiene todavía, en los tiempos que corren, cuidarse mucho de escoger el vestuario apropiado, pues, puedes pasar de fresca a frígida en cuestión de segundos. Tampoco podemos caminar solas por una calle desierta, ya sea a plena luz del día o a las 3 de la madrugada, sin que sintamos ese miedo innato que ya parece natural. Y por no hablar de la regla, una cuestión que sigue siendo un tabú, sobretodo para los hombres. En lugar de interesarse, no quieren saber nada, ni oír hablar de ella, usando como único y patético argumento la ya desgastada y casposa frase: "eso es cosa de mujeres". Si, es cierto, es cosa de mujeres, la regla solamente la tenemos nosotras, pero, no por ello merece apartarse de las conversaciones, ignorarla o simplemente referirse a ella con eufemismos. En fin, si por algo he soltado esta parrafada tan necesaria, es porque Mónechka nos habla de todo eso, de como la mujer, por ser simplemente mujer, no puede disfrutar con libertad y menos en cuestiones relacionadas con el sexo. Mónechka pasa de todas las habladurías y poco le importa el que dirán persigue sus deseos para lograr el éxtasis definitivo y ¡Eureka! No recibe castigo por parte de su autora, ni existe una voluntad moralizante. Mónechka vive la vida, siendo persona pero también siendo mujer. Mónechka: una historia de amor, pasión, libertad, prohibiciones, sexo, muerte, abismo, luz, renacer... Un autentico soplo de aire fresco.

Frases o párrafos favoritos:

"Me arrastré hasta casa. Me tumbé, me quedé tumbada. No sabía como defenderme de la muerte."

Película/Canción: aunque sin duda éste sería un buen momento para plantearse una posible adaptación cinematográfica sobretodo, os adjunto la pieza que me ha acompañado durante la redacción de la reseña. Una canción que siempre me ha puesto los pelos de punta.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Automática Editorial