viernes, 23 de febrero de 2018

RESEÑA: Un lugar pagano.

UN LUGAR PAGANO

Título: Un lugar pagano.

Autor: Edna O´Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) es una de las voces más prestigiosas de la narrativa en lengua inglesa de nuestro tiempo, aclamada tanto por la crítica como por sus más relevantes autores contemporáneos. O´Brien siempre sintió la necesidad de escribir; sin embargo, en 1950 terminó sus estudios de Farmacia, que había comenzado obligada por su familia. Su carrera literaria arrancó con Las chicas del campo (1960), que le proporcionó fama mundial tanto por su calidad literaria como por reivindicar la independencia de las mujeres en un ambiente hostil. La chica de los ojos verdes y Chicas felizmente casadas, que pueden leerse sin conocer el libro anterior, amplían las aventuras de las dos protagonistas de aquella primera novela. Considerada la grande dame de las letras irlandesas, desde la publicación de esta obra, Edna O´Brien ha creado un corpus literario único: con novelas como A Pagan Place, el libro de relatos Saints and Sinners, una obra de teatro sobre Virginia Woolf y dos importantes biografías sobre James Joyce y Lord Byron respectivamente. (Fuente: Errata Naturae).


Editorial: Errata Naturae.

Idioma: inglés.

Traductor: Regina López Muñoz.

Sinopsis: una joven recuerda su difícil, y a la vez fascinante, niñez en la Irlanda rural de los años treinta y cuarenta: los rituales de la vida en el pueblo, las personas que conoció y amó, la encantadora belleza del paisaje. Pero también recuerda qué la llevó a abandonar su hogar para siempre, aquel instante exacto: el indecible misterio de su familia. En esta extraordinaria novela autobiográfica, Edna O´Brien nos habla acerca de la sexualidad y la muerte, la familia y la iniciación a la vida. (Fuente: Errata Naturae).

Su lectura me ha parecido: dura, fascinante, costumbrista, trasgresora, poética, perturbadora, hostil, intensa...Cuando el lector piensa en literatura irlandesa, inmediatamente se le vienen a la cabeza varios nombres: Oscar Wilde, Jonathan Swift, Bram Stoker y el todopoderoso James Joyce. El primero de ellos, aunque muchos crean erróneamente que es inglés, debe su fama a grandes obras como El retrato de Dorian Gray o su extensa epístola De profundis entre otras y a su condición de homosexual, la cual le trajo a lo largo de su vida más de un problema. El segundo, recordado por todos por Los viajes de Gulliver, obra que eclipsó a una extensa producción literaria entre la que podemos encontrar desde tratados políticos a mordaces sátiras. El tercero, al igual que Wilde y Swift, y aunque escribiese quince novelas más, Drácula sepultó a todas ellas y devoró el resto de facetas que Bram Stoker había demostrado como novelista. Tal fue el éxito de Drácula que minó el impacto  del Carmillla de Joseph Sheridan le Fanu, Irlandés también, publicada años antes que el pelotazo de Bram Stoker. Y el cuarto ¿Qué decir del cuarto? Es tal la leyenda negra que pesa sobre sus libros, en especial sobre su Ulises, que muchos lectores a lo largo de la historia se lo han pensado dos veces antes de atreverse con su descomunal lectura. Detalles como que en sus páginas se encuentra el monologo interior más pesado y famoso de la literatura universal, la existencia de un alto porcentaje de lectores que han dejado a medias su lectura o que varios expertos literarios han dictado sentencia afirmando que Ulises se ha quedado anticuado para los parámetros en cuanto a literatura en el siglo XXI han conseguido disuadir y temer a Joyce. Sin embargo, y a pesar de esa mala fama que acompaña a sus novelas, Dublín se ha rendido ante su talento recordándolo en cada plaza, en cada esquina, erigiendo estatuas de sus personajes o colocando placas con pasajes de algunas de sus obras clave. Algo tenía que hacer la ciudad de Dublín, pues gracias a Joyce, ésta es conocida mundialmente como ciudad literaria. Tras estos nombres de hombre, de pronto, una servidora se topa con la primera mujer de la lista. Su nombre, Edna O´Brien, natural de Tuamgraney y que tras una larga carrera literaria, hace unas semanas, le han concedido el PEN /Nabokov for International Literature, uno de los premios literarios más prestigiosos a nivel internacional. Hoy, en Jimena de la Almena, volvemos a Irlanda reseñando uno de sus libros más conocidos y hasta entonces inédito en España. Un lugar pagano: belleza y hostilidad juntas de la mano.


La historia de como este libro llegó a mis manos, y de paso, a mi adorada estantería es bien sencilla. Aunque para hacerlo bien y no pasar directamente al final de este relato, debemos comenzar por el momento en el que descubrí a Edna O´Brien. El año pasado, tras haberme estremecido con la lectura de Vivir, de Anise Postel-Vinay en colaboración con Laure Alder, y tras haber redactado y publicado su correspondiente reseña, llegó el momento que todo crítico literario espera, el momento de elegir que nueva lectura ocupará las próximas noches de lectura. En aquel momento, no se exactamente por qué, una servidora se decantó por un libro que en aquellos momentos se estaba promocionando bastante, uno titulado Las sillitas rojas, escrito por una tal Edna O´Brien. La biografía de la autora y la sinopsis de la novela fueron suficientes para convencerme, por lo que más pronto que tarde, pude hacerme con uno de aquellos ejemplares. Como ya comenté en su momento, jamás había oído hablar de esta escritora irlandesa, como tampoco de su producción literaria, la cual al parecer es bastante extensa. De entre todos sus libros publicados había ido a parar con uno de los últimos que había escrito, y aunque al parecer las críticas fueron bastante dispares, lo cierto es que Las sillitas rojas me gustó bastante. Fue interesante adentrarme en el tema de la guerra de las guerras yugoslavas, y el tratamiento de la palabra guerra en general, desde una perspectiva bastante inusual, lo cual me dejó impactada además de hechizada. Tras aquella lectura me hice la promesa de que leería más libros de Edna O´Brien, sobre todo los que se corresponden a su periodo irlandés, los cuales, según los lectores, eran los mejores de la autora. Sin embargo, lo que pasa siempre, las necesidades lectoras van cambiando en función de múltiples causas, por lo que durante un tiempo ese interés por los libros de Edna O´Brien quedó en un segundo plano. La cosa siguió así hasta que, en septiembre del año pasado, Errata Naturae anunció la publicación de Un lugar pagano, una de las novelas más importantes de O´Brien. En cuanto conocí la noticia a través de las redes sociales los ojos me hicieron chiribitas, además, como resistirse a esa edición tan cuidada, con una portada tan idílica como misteriosa. Por ello, en cuanto tuve la oportunidad, conseguí hacerme con uno de aquellos bellos ejemplares para leerlo de inmediato. Cuando por fin finalicé la lectura de su última página comprendí por qué los lectores decían que Las sillitas rojas era su peor novela y por qué la etapa irlandesa es la mejor de todas.


Centrándonos en la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Un lugar pagano presenta una lectura amena, extraordinariamente psicológica e intimista. Pero sin duda, lo que más llama la atención cuando uno se adentra en sus páginas es esa extraordinaria narración en segunda persona con la que la autora nos muestra, a fin de cuentas, la vida en la Irlanda rural de los años 30 y 40 del siglo XX. Un lugar pagano no nos parecería ni psicológica ni intimista hasta el extremo sin el uso de una segunda persona muy particular, la de alguien que conoce perfectamente a la protagonista, su entorno, los personajes que la rodean y las costumbres del lugar. En un curso de escritura creativa que realicé el año pasado la profesora comentó la complejidad del uso de la segunda persona a la hora de construir un relato, y razón no le faltaba. Sin embargo y en vistas que Edna O´Brien la ha usado, y sin perder la tensión narrativa, para escribir nada más y nada menos que 251 páginas, no descarto en tener este libro como referente en un futuro no muy lejano en cuestiones de escritura. ¿A quién se dirige ese narrador en tono maternalista? ¿Quién es ese tú? No sabemos su nombre, pero si sabemos que se trata de una niña primero y joven después, atrapada en las costumbres de una aldea perdida en la inmensidad de la Irlanda rural, cuyos actos y educación se rigen por la fuerte presencia de la religión en la sociedad y por el qué dirán y que sufre en carne propia el estancamiento social al que se ve abocada sin remedio. No se nos presenta a una niña especialmente infeliz, todo lo contrario, pues durante la infancia se deja llevar por la dinámica del pueblo y por las enseñanzas de la iglesia, las cuales, rigen con firmeza las vidas de sus habitantes. Sin embargo, y a medida que nos vamos acercando a la adolescencia, aquella niña comienza a cuestionar lo asimilado desde su nacimiento y a querer escapar de todo aquel encorsetamiento social, alejarse de su hogar, vivir nuevas experiencias que en su aldea se considerarían inmorales. Estamos, por tanto, ante una novela de aprendizaje constante, de evolución, de un viaje hacia las profundidades del ser humano desde todos sus prismas. Como de lo estrictamente correcto pasamos al surgimiento de temas como el deseo sexual, tan presente en la novela, al que Edna O´Brien lo ensalza como un símbolo de libertad y liberación femenina frente a esa sociedad aparentemente castrada. Es lógico que el lector que haya leído algo más de Edna O´Brien se aventure a pensar que Un lugar pagano tiene toques autobiográficos, y no iría tan mal desencaminado al parecer. No hay más que detenerse en la breve biografía de la solapa para comprender como O´Brien ha sabido convertir sus experiencias personales más íntimas en la inspiración para sus libros, algo que, a todos los efectos, garantiza morbo pero también un toque personal indudable. En Un lugar pagano, O´Brien construye la novela a través de imágenes que se suceden a lo largo de la novela, las cuales ilustran la vida en la aldea, sus vecinos, sus casas, la iglesia...Pero también la paradoja que sobrevuela el libro: como el entorno más bello, que de hecho así será, puede ser también el más hostil. Como esos paisajes verdes que tanto caracterizan a Irlanda se convierten de pronto en la cárcel más insoportable. A esto último en particular ayuda la esplendida construcción de los personajes que, aunque arquetipos de la novela irlandesa de aquellos años (una madre ama de casa conciliadora, un juez de paz alcohólico como padre, una hermana con deseos de conocer la ciudad, la inflexible maestra o el cura hipócrita y de oscura personalidad), despliegan ante el lector un abanico de posibilidades infinitas. Por último señalar, sin hacer spoiler alguno, que el final de Un lugar pagano se intuye desde el principio, pero Edna O´Brien consigue que éste adquiera un matiz cuanto menos sorprendente.


Como es lógico, una servidora no puede dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre un tema importante y que en cierto modo nos concierne a todos. En Un lugar pagano Edna O´Brien nos adentra en un ecosistema muy particular: el de la Irlanda rural de los años 30. Pequeños núcleos de población que sobresalen entre infinitas praderas y frondosos bosques en los que la tradición y la religión imponen su ley, y en aquellos tiempos más férrea si cabe. Todos o al menos la mayoría de los lectores ha leído o conoce Las cenizas de Angela, las memorias noveladas de Frank McCourt que se adaptarían a la gran pantalla en el año 1999, por lo que podemos hacernos una idea de cual era la situación en la que muchos irlandeses se encontraban por aquel entonces. Dicha miseria y apego a la religión adquirían una dimensión más acentuada en el campo, en donde además, la tradición impone comportamientos adecuados y comportamientos inadecuados que afectan a todos sus habitantes. Una realidad de la que no escapaba ninguna población pequeña, ni siquiera en los países de al rededor, sin ir más lejos, en España la cosa no era tan distinta a la realidad de la Irlanda de principios de siglo XX. Sin embargo, en lo que a comportamientos se refiere, existía y sigue existiendo una diferencia abrumadora, y es que las mujeres, en estos temas, siempre han sido las peor paradas. Un lugar pagano lo refleja perfectamente, mientras los hombres, a pesar de que debían obedecer la palabra de dios, gozaban de una mayor libertad (trabajando más al aire libre, la posibilidad de aspirar a trabajos más allá del agrícola, un mayor número de espacios de sociabilidad o el desempeño de cargos en asociaciones culturales o sindicatos entre otras actividades) las mujeres estaban obligadas a una mayor reclusión en el hogar (cuidado de hijos y casa), a que sus espacios de sociabilidad fuesen muy limitados y a que, en el caso de que trabajasen fuera de casa, no les pagasen o que su sueldo fuese mísero. A eso no ayudaba el hecho de que, en ciertos lugares, las propias fiestas patronales implicase una cosificación de la figura femenina (no debemos de olvidar la puja de mujeres que ha decidido recuperar el pueblo granadino de Lecrín o el "no pasa nada, estamos en fiestas" que resta importancia a comportamientos machistas durante los días grandes). Por no hablar de las pocas posibilidades de prosperar para una mujer si ésta vive en el campo, acatando una serie de normas que impone la tradición, sin la opción, en muchos casos, de aspirar a algo más o al menos de poder rebelarse contra lo establecido. Y pobre de la que no comulgue con todo eso, pues, el castigo y escarnio público es mayor que si lo hace un hombre. Todo eso unido a la influencia de la religión convierten a estos lugares en cerrados microcosmos donde la hipocresía y la falta de libertad campan a sus anchas. Afortunadamente en la actualidad son muchos los pueblos que se están abriendo al mundo y que poco a poco se van desprendiendo de esos comportamientos y tradiciones machistas. Sin embargo, todavía hay lugares que se resisten al cambio y en donde los roles de género todavía siguen siendo similares a los de los años 30. Si algo enseña Un lugar pagano es que lugares como el que nos muestra en la novela, esa aldea perdida de la Irlanda profunda, existen, y más cerca de lo que nos podemos imaginar. Un lugar pagano: una historia de normas, religión, naturaleza, campo, pobreza, prejuicios, ansias de libertad, despertar sexual, represión...Un relato tan bucólico como perturbador.

Frases o párrafos favoritos:

"Dejaste de tomar dulces. Te impusiste tareas, penitencias. Cuando sentías el impulso de hablar te mordías la lengua. Hacías siempre lo contrario de lo que querías hacer. Observabas al carnicero trocear, hasta que el hacha penetraba en la grasa y el hombre asestaba los golpes últimos y fundamentales, observabas los moscardones, observabas todo aquello que aborrecías. Hervías cabezas de cordero para los puerros. Sus ojos te devolvían la mirada cuando tapabas la cazuela. Cuando decidiste asistir a un baile tus padres pensaron que te había poseído un diablillo, pero el verdadero motivo es que tendrías que hacer cabriolas y dejarte abrazar por hombres que te repugnaban."

Película/Canción: aunque no existen noticias de una posible adaptación cinematográfica, aunque debería hacerse más pronto que tarde, os adjunto esta pieza de baile irlandesa que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Errata Naturae

martes, 20 de febrero de 2018

RESEÑA: La nueva mujer: relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX.

LA NUEVA MUJER:
RELATOS DE ESCRITORAS ESTADOUNIDENSES
DEL SIGLO XIX

Título: La nueva mujer: relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX.



Autoras: Sara Orne Jewett (1848-1909), Mary Austin (1860-1934) Willa Cather (1873-1947), Kate Chopin (1850-1904), Su Sin Far (1865-1914), Susan Glaspell (1876-1948), Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), Harriet E. Prescott Spofford (1835-1921), Zitkala-Sa (1876-1938) y Catharine Maria Sedwick (1789-1867).

Editorial: Dos Bigotes.

Idioma: inglés.

Traductor: Gloria Fortún.

Sinopsis: mujeres que reclaman su derecho a trabajar en un mundo de hombres, valientes guerreras indias, forajidas del Oeste americano, inmigrantes sin pelos en la lengua, heroínas atrapadas en tenebrosos bosques...Estas son algunas de las protagonistas de La nueva mujer: relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX. Las autoras elegidas por Gloria Fortún para esta antología - mujeres de vanguardia que desafiaron con la pluma y el papel las convenciones sociales - son el símbolo de los anhelos y luchas de una época que asistió al surgimiento del empoderamiento femenino. La nueva mujer reúne a diez escritoras que, después de haberse forjado una carrera a la sombra de un canon literario eminentemente masculino, brillan ahora con más fuerza que nunca gracias a la riqueza y diversidad de sus relatos que reflejan desde múltiples perspectivas la realidad de la condición femenina en un tiempo marcado por profundas transformaciones políticas y sociales. (Fuente: Dos Bigotes).

Su lectura me ha parecido: interesante, compleja, crítica, mordaz, rebelde, contundente, completa, interesante a nivel biográfico, absolutamente necesaria...Queridas lectoras y queridos lectores, hoy me siento abrumada. He de confesaros que, aunque llevo unos días sumida en un estado de constante meditación, en los que nada más acostarme en la cama me paso un buen rato mirando al techo de mi habitación en busca de esa chispa que active mi imaginación, hoy no puedo evitar experimentar como se me contrae el estómago. No estoy enferma, ni mucho menos, es solo que el peso de la responsabilidad se ha apoderado de mi. Esto me sucede cuando menos lo espero, incluso en el ámbito estrictamente cotidiano, pero en lo que respecta al trabajo, pues lo que hago en este espacio de crítica y opinión lo considero como tal, esa responsabilidad adquiere en ocasiones una mueca casi terrorífica. En esta ocasión, tengo ante mis ojos un libro muy especial, cuya lectura ha marcado un antes y un después en mi faceta como escritora, sin embargo, su sola presencia ya me intimida, pues tiene dos de las características más complejas a la hora de reseñar un texto literario. En primer lugar, que se trata de un volumen de cuentos escritos por diferentes autoras en este caso, lo cual lleva al crítico a adoptar una estrategia que dista mucho de la que se suele usar cuando los relatos los ha escrito una sola persona. Una serie de malabarismos para que la lectura de la reseña no decaiga por aburrimiento del lector al considerarla demasiado larga o excesivamente cargada de información. Y en segundo lugar, el tema que sobrevuela al rededor de cada relato, el cual no pasa desapercibido, al menos para mi y que siempre acaba convirtiéndose en una cuestión personal. En fin, espero que logre captar vuestra atención, que la presión se traduzca en éxito y que todos y cada uno de vosotros os adentréis con el tiempo en La nueva mujer: relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX: el literario y urgente empoderamiento femenino.


La historia de como La nueva mujer llegó a mi estantería es como muchas otras. Sin embargo, y a diferencia de otros libros, éste apareció por primera vez ante mis ojos de una forma más tecnológica. No fue en una de las concurridas librerías del centro de mi ciudad, ni en el mercadillo de libros viejos que todos los domingos montan cerca del Mercado Central, ni siquiera di con él a raíz de una recomendación por parte de algún amigo/a. Nada de eso. Fueron las nuevas tecnologías, una tarde poco productiva y un golpe de suerte los que hicieron que me topase, por casualidad, con este libro. Al principio pensaba que se trataba de un manual, como tantos otros, de historia de la literatura, en el que se pondría en contexto los textos de las autoras norteamericanas del siglo XIX. Algo que, sinceramente, no me apetecía por aquel entonces leer. Sin embargo, la suerte quiso que La nueva mujer no fuese uno de esos manuales universitarios que tanto había leído durante mis años estudiando Historia, sino algo mejor, un volumen recopilatorio de los textos de estas diez escritoras. Leí uno por uno sus nombres y a excepción de Kate Chopin, la cual conocía gracias a La culpa, y Willa Cather, interesante escritora norteamericana, el resto me resultaban completamente desconocidas. Fue precisamente ese último dato, el absoluto desconocimiento en estas lides, el que me empujó a contactar con Dos Bigotes y hacerme con un ejemplar de La nueva mujer lo más pronto posible. No obstante, y a pesar de que en un principio tenía muchas ganas y predisposición absoluta, no me sentí en ese momento capaz de enfrentarme a un libro de estas características, pero cuando por fin me animé, no pude soltarlo. Más tarde vendrían los problemas de tiempo, esa responsabilidad de la que os he hablado antes en el primer párrafo y las dificultades de enfrentarse, desde la mirada de la crítica literaria, a un libro de estas características, en donde cada texto, cada cuento, esta escrito por una autora totalmente diferente. Pero queridas lectoras y queridos lectores, todos estos meses de meditación y esfuerzo posteriores a su lectura han merecido mucho la pena. ¿La prueba? En el siguiente párrafo.

En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que La nueva mujer, en su conjunto, no nace como un simple libro recopilatorio sin más. Al contrario, en este texto Dos Bigotes ha puesto al alcance del lector más común un volumen potente, reivindicativo y que en ocasiones va directo a la yugular, pues, la situación de la mujer y sus derechos todavía son temas de rabiosa actualidad. En La nueva mujer observamos claramente y de forma explícita dos intenciones. La primera de ellas es que ésta es una edición claramente enfocada al aprendizaje y a la contextualización histórica. Aprendizaje en el sentido de que a lo largo del libro, y siempre al principio de cada relato, se nos expone a modo de introducción una breve biografía de las autoras escogidas, la cual sitúa al lector no sólo ante el texto que está a punto de leer en cuestiones de estilo o género literario, también nos da las claves para comprender mejor quien está detrás de la creación y que aspectos de su vida pudieron influir o no en el texto en cuestión. Todo ello acompañado de una situación espacio temporal muy cuidada. Desde el primer momento, el lector ya se da cuenta de en que terreno se está adentrando y que los relatos responden a una época muy determinada en el tiempo, en este caso, la de los Estados Unidos del siglo XIX. Al respecto no solo ayuda el subtítulo del libro o las numerosas biografías de las autoras, también el breve pero necesario prólogo de Gloria Fortún, quien a su vez también ha sido la encargada de traducir los relatos que aparecen en el libro. En él, Fortún ahonda en las vidas de estas diez mujeres y en sus facetas como escritoras, sociólogas, viajeras, activistas, sufragistas, periodistas etc. Todo para, además de situar al lector, con el propósito de que éste sienta los deseos de profundizar más en su legado leyendo sus obras más conocidas, las cuales, por desgracia, no todas están traducidas al castellano. Este si es un prólogo de recomendada lectura antes de adentrarse en la lectura de los relatos. La segunda intención, como no podía ser de otra forma nos la proporciona cada uno de los textos, en los cuales, la figura de la mujer sobresale notablemente y en los que ésta sirve como pretexto para abordar temas de urgencia en lo que respecta a sus derechos y libertades. Unos mensajes que trascienden y que traspasan las barreras del espacio tiempo, llegando al lector actual como un autentico soplo de aire fresco entre tanto tertuliano que piensa que las mujeres ya lo hemos conseguido todo. En La nueva mujer, diez autoras y diez relatos son los que articulan una lectura placentera pero cargada de mensajes tan potentes que retumban en tu cabeza durante semanas, haciéndote reflexionar y cuestionar el mundo que nos rodea en términos de igualdad entre hombres y mujeres. En ellos, las mujeres se revelan contra el poder de los hombres, toman las riendas de su vida, deciden, opinan, trasgreden, logran sobrevivir en una sociedad profundamente machista, derrotan estereotipos de género e incluso vencen a tribus. Y todo ello escritas desde su respectiva posición social y cultural, lo cual, enriquece todavía más el contenido de este libro. Desde la comodidad de la burguesía norteamericana, pasando por la comunidad asiática, el proletariado o las tribus indias. Este logro reside en la apasionante biografía de las propias autoras, entre las cuales, encontramos a figuras tan interesantes como la activista india Zitkala-Sa, la cuentista de origen chino Sui Sin Far, la periodista Susan Glaspell, la sufragista Charotte Perkins Gilman o la escritora Catharine Maria Sedwick considerada una de las fundadoras de la literatura norteamericana entre otras. Sin olvidarnos de Kate Chopin y Willa Cather, las más conocidas y difundidas en nuestro país. Sus vidas tan distintas y fascinantes acaban convirtiéndose en la base de estos diez relatos de personalidad tan marcada. Me encantaría detenerme en cada uno de los relatos y analizarlos como es debido, pero en esta ocasión, prefiero que seáis vosotros, lectoras y lectores, los que os adentréis en ellos y descubráis su magia y fuerza. En ocasiones, el factor sorpresa ayuda a que un libro sea recordado a lo largo del tiempo, y en el caso de La nueva mujer, espero que así sea.


Centrándonos en la principal reflexión que nos transmite La nueva mujer, hay que decir que la cosa está bastante clara, o al menos eso es lo que una siente nada más finalizar su lectura, nada más despedirte de su último cuento, en concreto, del de Willa Cather. Las diez mujeres que componen este volumen nos hablan desde del pasado, desde los márgenes de la historia de los Estados Unidos del siglo XIX, un país que durante ese siglo asiste a numerosos acontecimientos históricos. La Guerra de Secesión, la guerra contra México, la abolición de la esclavitud o la conquista del Oeste son algunos de ellos, los que la gente versada o no en historia más se acuerda. Sin embargo, y también en el siglo XIX, concretamente en la localidad neoyorquina de Seneca Falls, tuvo lugar en 1848 la primera convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos. Organizada por Lucretia Mott y Elizabeth Clady Stanton, abolicionistas y pioneras del movimiento feminista, tuvo como resultado la redacción y publicación de un documento, la Declaración de Seneca Falls, basado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos en el que denunciaban las restricciones, mayoritariamente políticas, a las que estaban sometidas las mujeres. Poder votar, poder presentarse a unas elecciones, la posibilidad de ocupar cargos públicos, conseguir afiliarse a organizaciones políticas, asistir a reuniones de carácter político eran sus reivindicaciones, pues, para las mujeres, dichos ámbitos estaban completamente vetados. Dicho documento sentó un importante precedente para que, tras la Guerra de Secesión, Elizabeth Clady Stanton y Susan B. Anthony fundaran la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer y para que, ya en las primeras décadas del siglo XX, la sufragista Alice Paul liderase numerosas manifestaciones pacíficas durante el mandato del presidente Woodrow Wilson. Una inagotable lucha que desembocaría en la aprobación del voto femenino en el año 120, pero solo el de la mujer blanca, las mujeres afroamericanas aún tardarían varias décadas hasta ver sus reivindicaciones cumplidas en 1967. Este fue el contexto, en lo que a temas de igualdad se refiere, en el que la mayoría de las autoras que componen La nueva mujer se movieron. Algunas desde el activismo abolicionista, otras desde las asociaciones de mujeres a favor del voto femenino y otras, las que durante mucho tiempo han permanecido ocultas para la historia, desde la reivindicaciones para un mayor reconocimiento de los derechos de las poblaciones indígenas. Sus cuentos, en aquella época, significaron un acto de rebeldía y valentía en un mundo donde el poder del hombre era absoluto. Mensaje que no se ha perdido, y que en los tiempos que corren, en pleno siglo XXI, ha adquirido una fuerza imparable. En el caso de Estados Unidos, las mujeres han vuelto a manifestarse bajo el lema "Me too" para defender sus derechos y libertades frente al machismo de su nuevo presidente. Si algo enseña La nueva mujer es que, a pesar de que nuestras antepasadas han luchado y logrado alcanzar derechos hasta entonces imposibles, las nuevas generaciones debemos recoger el testigo y persistir, porque, aunque no lo parezca, todavía quedan muchos techos de cristal por romper, muchas barreras que superar y muchos objetivos que alcanzar. Un mensaje atemporal que retumba en nuestra conciencia y se traduce en una mirada más crítica, más abierta, más concienciada, en definitiva, menos manipulada. La nueva mujer: Relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX: cuentos de perseverancia, valor, fuerza, tenacidad, frustración, feminismo, individualidad, constancia...Diez relatos, diez autoras, diez tesoros literarios imperecederos.

Frases o párrafos favoritos:

"Como mujer lloraba, como escritora regocijaba."

Película/Canción: como no podía ser de otra manera he decidido adjuntar el tráiler de una película que he descubierto recientemente y que va en la línea del concepto de la nueva mujer y la lucha feminista en Estados Unidos. Se trata de Iron Jawed Angels (2004), dirigida por Katja von Garnier y con las interpretaciones de Hillary Swank, Julia Ormond, Vera Farmiga, Anjelica Huston o Frances O´Connor entre otras, narra la historia del movimiento sufragista americano durante las primeras décadas del siglo XX.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Editorial Dos Bigotes


jueves, 15 de febrero de 2018

RESEÑA: Invierno.

INVIERNO

Título: Invierno.

Autor: Christopher Nicholson (Londres 1956). Creció en Surrey y se educó en Tonbrisge School en Kent. Después de la universidad trabajó en Cornwall para una organización benéfica. Posteriormente fue guionista de radio y productor, realizó varios documentales para el Servicio Mundial de la BBC de Londres. Se casó con la artista y dibujante Catherine Nicholson, que falleció en 2011. Durante los últimos veinticinco años ha vivido en el campo, entre Wiltshire y Dorset. Además de Invierno (2015) ha publicado tres libros: The Fattest Man In America (2005), The Elephant Keeper (2009) y Among the Summer Snows (2017); estos dos últimos serán publicados próximamente por Gatopardo ediciones. (Fuente: Gatopardo)

Editorial: Gatopardo ediciones.

Idioma: inglés.

Traductor: Catalina Martínez Muñoz.

Sinopsis: una mortecina mañana del mes de noviembre, el anciano escritor Thomas Hardy y su esposa Florence Dugdale, esperan en su casa de campo la visita de Gertrude, la actriz principal de una adaptación amateur de la novela de Hardy Tess la de los d´Urberville. Sin embargo, la llegada de esta hermosa y joven actriz de teatro pronto perturbará el equilibrio de sus recluidas vidas campestres. (Fuente: Gatopardo).

Su lectura me ha parecido: interesante, original, reveladora, desmitificadora, psicológica, descriptiva, adictiva...Queridos lectores y lectoras, en ocasiones, los libros, obran verdaderos milagros. Todos somos humanos, cierto, y por eso no podemos evitar dejar al descubierto nuestro verdadero estado de animo, tanto en los buenos como en los malos momentos. Y es en éstos últimos especialmente cuando uno se siente verdaderamente echo polvo, físicamente y psicológicamente. No tienes ganas de hacer nada, te sientes inútil, te invade la impotencia y una sensación de angustia recorre tu cuerpo de arriba abajo. No quieres hablar, evitas mirar a la gente a los ojos, por tu boca sólo salen escuetas palabras, tienes ganas de llorar, no logras concentrarte en lo que tienes que hacer y encima te invade un tremendo sentimiento de culpa. Todos somos personas, de carne y hueso, a los que se puede hacer mucho daño si pulsamos sobre los botones más sensibles de nuestra personalidad. En los años que llevo administrando este blog me han sucedido cosas realmente maravillosas, pero eso no me ha librado de no sufrir episodios en los que solo deseaba desaparecer. Incluso ha habido veces en las que he hecho el esfuerzo de ponerme frente al ordenador y escribir, aunque me estuviese muriendo por dentro. El libro que hoy tengo el placer de reseñar llegó a mi vida justo cuando anímicamente más lo necesitaba, logrando levantarme el ánimo y evadirme de todo esa oscura niebla que inundaba mis pensamientos. Invierno: un triangulo de sueños, insatisfacción y vejez.


La historia de como este libro llegó a mis manos, al igual que en las películas, tiene dos partes. La primera de ellas tiene que ver con el descubrimiento de Thomas Hardy como novelista. Antes de leer algo de él yo desconocía por completo su existencia, jamás había oído hablar de este autor inglés y por aquel entonces me interesaba bastante poco lo que a clásicos se refería. Pero entonces, y casi por casualidad, Tess la de los d´Uberville apareció en mi vida como una especie de revelación casi divina. Me encantó, tanto que su lectura se convirtió en algo más para mi, constituyendo incluso la base de algún trabajo universitario, incluso el tema principal de una conferencia. A Tess la de los d´Urberville le siguió Los habitantes del bosque, que pese a no estar a la altura de Tess, la considero una buena e interesante novela. Después, vinieron años en los que no leí nada de Thomas Hardy. Aún así, aquella primera novela que leí permaneció en mi cabeza durante mucho tiempo, a día de hoy incluso todavía sigue estando muy presente. Por aquel entonces me había hecho una idea del autor bastante clara, me encantaba su manejo del lenguaje, sus largas descripciones, sus personajes femeninos, el tratamiento de temas polémicos en su época y esas ambientaciones rurales. Paisajes y más paisajes de campos de cultivo, bosques, pueblos entre extensas praderas...Hardy era capaz de trasladarte a ellos y de que el lector oliese la hierba mojada. Sin olvidar el dramatismo de la escena final de Tess la de los d´Urberville, con el monumento prehistórico Stonehenge como escenario para el trágico desenlace. ¡Inolvidable! Años después, y justo en el momento que más lo necesitaba, Thomas Hardy regresó a mi mesita de noche gracias a Gatopardo Ediciones y a Christopher Nicholson con Invierno. Aquellos fueron días complicados personalmente, en los que me sentía triste y con ganas de gritar, pero en los que al mismo tiempo, no podía desahogarme como es debido si no era en la más estricta soledad. Menos mal que esta novela, Invierno, que no es una novela de Thomas Hardy sino sobre Thomas Hardy, logró que recuperase poco a poco el ánimo. Aunque fuese por unos minutos, antes de acostarme.


En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Invierno, como he señalado en el párrafo anterior, no es una novela de Thomas Hardy, sino de Thomas Hardy. En otras palabras, que el autor se convierte en un personaje más dentro de la novela. Pero no en un sentido ficticio, todo lo contrario, pues en Invierno Nicholson pretende acercar al lector la figura de Hardy lo más fiel posible a la realidad. Sin cortapisas, sin medias tintas, tal y como en teoría se comportaba tanto en su faceta como escritor como en lo concerniente a su vida privada. En este sentido me ha encantado, pues siempre es de agradecer toparse con este tipo de novelas, en las que la línea que separa la ficción de la realidad es extremadamente delgada, y más si el protagonista de ésta es uno de tus escritores favoritos. Sin embargo, y en lo que se refiere a lo estrictamente personal, he de decir que me ha sorprendido toparme con un Thomas Hardy que dista bastante de lo que creía intuir en sus libros, sobre todo en lo que respecta a temas como el de la independencia femenina, tan importante en su producción literaria y tan escaso en su vida cotidiana. Esta novela, además de Thomas Hardy, se compone de dos personajes importantes, el de su segunda esposa,  Florence Dugdale, y el de Gertrude Bugler, una actriz amateur escogida para interpretar el papel de Tess en la primera adaptación teatral de la novela más importante de Hardy, Tess la de los d´Urberville. La primera, completamente enamorada de Thomas, sufre el desapego cotidiano de su marido. Lo hace en silencio, Florence, como muchas mujeres a lo largo de la historia, con el fantasma de la primera esposa de Hardy todavía presente, con la insatisfacción de no ser valorada ni apoyada por su marido en sus intentos por convertirse en escritora, viéndose relegada a ser su secretaria particular y con la amenaza de una mujer cuya juventud puede poner en peligro su matrimonio. La segunda de ellas, Gertrude, busca en Thomas Hardy el apoyo y el consejo de cara a su próximo proyecto teatral, en el que dará vida a la protagonista de ésta. Bella, joven y de carácter dicharachero, ansía cumplir sus sueños, aunque ello signifique separarse de su marido e hija durante unos meses, aunque dicha decisión sea percibida como irresponsable e inmoral por parte de algunas personas del pueblo. Los tres (escritor, esposa y actriz) conforman un triangulo tan perfecto estructuralmente como interesante a nivel de personajes. Un triangulo cuya arista más importante es aparentemente Thomas Hardy pero que en ocasiones ésta mengua o cede protagonismo a las mujeres de esta novela, en especial a Florence, cuya caracterización me ha parecido la mejor de todas. En Invierno asistimos, además de un excelente juego de poder e influencia en el ámbito privado, a una narración múltiple, en la que cada uno de los protagonistas cuenta, en primera persona, su versión de los hechos con un tono y mirada completamente diferente. A lo que se le añade, por si fuera poco, una descripción psicológica de cada uno de los personajes bastante exhaustiva. Esto ayuda a que el lector se situé en la historia y que ésta se enriquezca de una variedad de matices que ensalzan el valor de este libro. Por otro lado, como no podía ser de otra forma, el lector descubre a lo largo de su lectura ciertos aspectos de los últimos años de vida de Thomas Hardy realmente importantes, tales como sus manías al enfrentarse a un texto literario, su verdadera opinión de los temas de actualidad en aquella época, su amor por la naturaleza o lo más importante, cual fue el germen de Tess la de los d´Urberville. Por último, la historia que se narra en Invierno se envuelve de un paisaje tan privilegiado como hostil, el de la Inglaterra rural. Un entorno idílico para quienes buscan paz, tranquilidad o un lugar para escribir, pero que muestra su peor cara en cuanto la estación más fría del año hace acto de presencia. En ocasiones el lector, sobre todo el más familiarizado con la literatura de Hardy, no puede evitar sentirse sumergido en alguna de las novelas del escritor inglés, pues en ellas el contacto con la naturaleza es prácticamente continuo.


Centrándonos en la reflexión final, esta vez si, me gustaría hablaros de algo muy importante. El tema del que hoy versará el debate no tiene tanto que ver con la historia que se expone en Invierno como en lo que respecta al ámbito de las apariencias. Como ya he comentado antes, a medida que iba avanzando en su lectura, Christopher Nicholson iba desmitificando poco a poco la figura de Thomas Hardy, llevándolo a un terreno insospechado pero que en cierto sentido es del todo razonable. Algo que provocó que desde entonces, desde que di el libro por terminado, mi opinión sobre el autor británico cambiase bastante. En la novela, Nicholson sitúa la trama en los años 20 del pasado siglo y nos presenta a un Thomas Hardy en sus últimos años de vida: anciano, distante, asaltado por constantes episodios nostálgicos pero con las facultades e ingenio literario intactos. Un hombre cascarrabias, egoísta en ocasiones, cuyos silencios hablan por si solos y que ignora a su esposa prácticamente a diario. Sin embargo, como contrapunto, vemos como fuera del ámbito privado, Thomas Hardy es un hombre muy respetado, querido y aparentemente con muchos admiradores, los cuales, no dudan en trasladarle su entusiasmo a través de cartas, las cuales, Florence lee con bastante desdén. Consejos, preguntas, inquietudes...Hasta invitaciones para pronunciar conferencias en prestigiosas universidades británicas. Todo ello de cara a la galería, todo ello a espaldas de su verdadera naturaleza como ser humano, todo ello sin que nadie conozca su comportamiento en lo estrictamente privado. Si algo me ha hecho reflexionar tras la lectura de Invierno es que no conocemos del todo a las personas, y que probablemente, jamás lleguemos a saber si, como Thomas Hardy, existe un Thomas Hardy para la vida pública y un Thomas Hardy completamente diferente en el calor del hogar. Al leer sus libros uno no puede evitar penar que sus valores son bastante progresistas en algunos casos, y que por lógica, creer que en la vida real Thomas Hardy predica con el ejemplo. Pero nada más lejos de la realidad, pues, Hardy resulta ser al fin y al cabo como la mayoría de los hombres que vivieron el final del XIX y los primeros años del XX, algo que queda bastante claro si nos fijamos en como trata a su esposa y como ha minado sus sueños y aspiraciones. De hecho, hay un momento en la novela en donde la propia Florence tacha de hipócrita a Hardy tras leer una carta en la que una mujer se deshace en elogios con Hardy por comprender el alma femenina. Esas cosas, las del ámbito privado, nunca o muy pocas veces se conoce, y más si se trata de un escritor tan particular e idolatrado como Thomas Hardy. Tras leer Invierno me ha quedado claro una cosa, que cierto o no lo que se narra, Christopher Nicholson ha conseguido desmitificar su figura llevándosela a lo terrenal, dejarnos claro que la personalidad de un escritor no reside solo en sus escritos y que una servidora, quien encontró en Hardy una interesante vía de investigación, lea sus próximos libros con otra mirada, más crítica que antes pero sin perder la ilusión del primer día. Invierno: una historia de frustración, frío, sueños, ambiciones, celos, nostalgia, vejez, soledad, hastío...Una novela perfecta para leer al calor de las llamas.

Frases o párrafos favoritos:

"¿Dónde existe el pasado si no es en los recuerdos? Aterra pensarlo. pero ¿no es cierto?"

Película/Canción: aunque sinceramente este libro da para una buena película, la cual todavía ni está ni se le espera de momento, he decidido ponerle el broche final a esta reseña con una pieza de BSO que me ha acompañado durante la redacción de esta novela. En homenaje al fallecido Johánn Jóhansson y a todos esos momentos de inspiración que me has proporcionado con tu breve pero intensa carrera.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Gatopardo Ediciones

viernes, 9 de febrero de 2018

RESEÑA: Y eso fué lo que pasó.

Y ESO FUE LO QUE PASÓ

Título: Y eso fue lo que pasó.

Autor: Natalia Ginzburg (Palermo, 1916-Roma, 1991) es una de las voces más singulares de la literatura italiana del siglo XX. Publicó en 1934 su primera narración, a la que siguieron obras teatrales, ensayos  - Las pequeñas virtudes (1962), Mai devi domandarmi (1970), Serena cruz o la verdadera justicia (1990)  -, novelas - El camino que va a la ciudad (1942), Nuestros ayeres (1952), Valentino (1957), Las palabras de la noche (1961), Léxico familiar (1963), Querido Miguel (1973) y Vita imaginaria (1974) -. Así como la biografía de Antón Chejov (1987). (Fuente: Acantilado).


Editorial: Acantilado.

Idioma: italiano.

Traducción: Andrés Barba.

Sinopsis: publicada en 1974, Y eso fue lo que pasó, la segunda novela de Natalia Guinzburg, es la historia de un amor desesperado; una confesión, escrita con un lenguaje sencillo y conmovedor, de la desgarradora lucidez de una mujer sola que durante años ha soportado la infidelidad de su marido y cuyos sentimientos, pasiones y esperanzas la abocan a extraviarse inexorablemente. (Fuente: Acantilado).

Su lectura me ha parecido: intensa, pesimista, breve, contundente, desgarradora, dramática, catártica, reflexiva, muy necesaria...Hace unos días, en la entrada conmemorativa del quinto aniversario del blog, señalé que una de las cosas que iba a seguir haciendo como única administradora del blog era reseñar más libros escritos por mujeres. Aunque bien es cierto que en los tiempos que corren se está poniendo en valor más que nunca el trabajo de las mujeres en los diferentes ámbitos de la sociedad, abarcando todas las profesiones y facetas, siento que éste, el de las escritoras, merece que sea especialmente reconocido y visibilizado. A lo largo de este último año he ido descubriendo nuevos libros, nuevas historias, nuevos e interesantes personajes, nuevos estilos narrativos, pero sobre todo, nuevos autores con nombre de mujer. Y lo más interesante de todo es que, las lecturas que más me han marcado, en su mayoría, fueron escritos por mujeres con vidas y carreras tan apasionantes como sus novelas. Esto no debería sorprendernos, pues, al menos en mi caso, he encontrado en sus palabras una especie de refugio en los días turbios y un espacio de reflexión que pocas veces encontramos en la literatura escrita por hombres. La mirada es otra, la experiencia es distinta, la percepción sobre los grandes temas varía ligeramente, destaca el tratamiento de temas nuevos, hasta en la propia escritura se nota. Sólo hace falta fijarse un poco para apreciarlo y comprobar como todos estos pequeños detalles hacen que la literatura producida por el sexo femenino es tan necesaria hoy en día. Eso mismo sucede con el libro que hoy tengo el placer de reseñar, de potente mensaje y escrito por una mujer, Natalia Ginzburg, cuya vida desconocía y que merece un capítulo a parte. Y eso fue lo que pasó: la desmitificación más sincera e impactante de la vida marital.


La historia de como este libro llegó a mi casa es bien sencilla. Para seros totalmente sincera, y creo que a muchos les pasó lo mismo, hace unos años el nombre de Natalia Ginzburg no me decía nada. Jamás había oído hablar de esta autora, ni siquiera recuerdo haber leído su nombre en los libros de historia de la literatura. ¿Casualidad? No lo creo, siempre ha sido destacado el trabajo de ellos antes que el de ellas. Polémicas a parte, lo cierto es que me enteré de su existencia no hace mucho, el año pasado en concreto, cuando algunas de las editoriales se lanzaron de lleno a editar sus principales novelas traducidas, en algunos casos por vez primera, al castellano. Debido a este boom una servidora sintió verdadera curiosidad por las novelas de esta escritora, pero de entre todos ellos, el presente título, Y eso fue lo que pasó, es el que logró captar mi atención. Tanto fue así que aquellas navidades se convirtió en uno de los regalos que mi madre recibió el día de Reyes. Primero fue ella la que primero lo leyó y tras su entusiasta recomendación, acabé por adentrarme en sus páginas tiempo después. El resultado no pudo ser más positivo a la par que inquietante. Sin embargo, una parte de mi deseaba saber más cosas de su autora, como si conocer su biografía me ayudase a entender mejor no sólo Y eso fue lo que pasó, si no toda su producción literaria que espero poder descubrir poco a poco.  De este modo, y con ayuda de internet también, descubrí a una autora bastante interesante. Italiana, apellidada Levi, criada en el seno de una familia acomodada, casada en primeras nupcias con el intelectual antifascista Leone Ginzburg con quien tuvo tres hijos, amiga de Cesare Pavese, sufrió las consecuencias de desafiar al régimen de Mussolini primero en el destierro a Pizzioli y después con el asesinato de su marido en una cárcel italiana tras ser torturado. Novelista, dramaturga, biógrafa y ensayista, Ginzburg también hizo carrera política hasta lograr un escaño en el parlamento por el Partido Comunista Italiano en 1983. En total Ginzburg publicó dieciocho novelas, once obras de teatro, cuatro ensayos y una biografía, además de trabajar bajo las ordenes de Pier Paolo Pasolini en la película El Evangelio según San Mateo dando vida al personaje de Maria de Betania. Con esta biografía, la cual ahora que lo pienso merecería ser plasmada en algún artículo, ¿Cómo es posible que haya pasado totalmente desapercibida para mi durante todo este tiempo? La respuesta, creo que muchos la habréis adivinado.


En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos apuntando que, a pesar de que en la publicidad que se ha hecho de este texto se haya definido a Y eso fue lo que pasó como una novela, lo cierto es que lo más correcto, bajo mi punto de vista, es referirse a ella como novela corta o incluso como relato. Su perfecta condensación y su brevedad (tan sólo tiene 110 páginas) consiguen que esta obra literaria tenga más valor en manos del lector de a pie. Una vez aclarada esta cuestión, debemos iniciar esta crítica por lo verdaderamente importante: la historia que en ella se narra. Pues, de no ser así, creo que le haríamos un flaco favor al texto y a lo que éste transmite. Italia, mediados de los 40 del pasado siglo, dos protagonistas y un conflicto: el fracaso de un matrimonio. Este argumento lo encontramos en muchas novelas, tantas como libros publicados. Sin embargo, y aunque al principio la protagonista se parezca ligeramente a la de La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda, tras avanzar un poco en su lectura descubrimos como este personaje experimenta un cambio drástico en su personalidad. Al igual que el marido, el otro pilar fundamental de esta historia, quien también sufre una evolución más convencional pero no por ello carente de interés en lo que respecta a la resolución final del relato. Dos polos opuestos. Ella anodina, confiada, inocente, de apariencia frágil y que poco a poco se da cuenta de que el matrimonio y la maternidad no constituyen una panacea para la mujer. Él egoísta, insatisfecho, que nunca se toma nada en serio y que desea tener todo bajo control.  Lo que más le asusta a ella es la soledad. A él la libertad y lo inabarcable. Y como no podía ser de otra manera, estos dos mundos convergen durante el primer tramo del relato, dando como resultado una relación tóxica en la que él hace lo que le da la gana sin importar las consecuencias y en la que ella acaba atrapada en una espiral de extrema dependencia de la que parece imposible salir. Hasta llegar a un catártico final en donde ella tendrá la última palabra de esta historia. Este juego que Ginzburg propone al lector provoca que éste se vea inmerso en una narración tortuosa, con giros inesperados y durante la cual no puedes evitar sentir angustia, impotencia y unas ganas terribles de no dejar a medias el relato. Es tal el grado de implicación del lector en esta historia que cuando finalizas su lectura te sientes devastado, pero también maravillado ante el talento narrativo de Ginzburg. Para conseguir que la experiencia lectora sea inolvidable, para bien y para mal, usa algo tan clásico y tan socorrido como la narración en primera persona. Algo tan simple puede sorprendernos, pero hay que saber usarlo, sin caer en lo evidente o ya visto, llevándolo a lo particular, algo que sin duda, Ginzburg demuestra en Y eso fue lo que pasó. Evidentemente no podemos dejar de lado la importancia, vital en este caso, de unos personajes secundarios bien construidos que logran estar a la altura de los protagonistas. No quiero dar muchas pistas sobre sus características, pues, me gustaría que algún día pudierais leer el libro. Pero sólo os diré que éstos sorprenden y mucho. Por otro lado, no podemos hablar de Y eso fue lo que pasó sin referirnos a ese pesimismo que envuelve la novela. Mucho se ha hablado de si el contexto en el que escribió el relato (su regreso a Turín con sus tres hijos tras el asesinato de su marido en manos de los fascistas) influyó de manera notable sobre su escritura. A juzgar por la prosa del libro podríamos aventurarnos a pensar que si, que lo ocurrido afectó enormemente a su prosa. Pero la verdad sea dicha, el estado de ánimo, terrible en este caso, ha dado como resultado un texto más oscuro, si, pero bastante redondo y con una aproximación psicológica deslumbrante. No se como son el resto de libros de Ginzburg, pero lo que está claro es que en ocasiones, la experiencia, por muy dura que sea, a veces nos recompensa con obras de arte. Por último, resaltar el hecho de que, a pesar de que nos encontramos ante un texto corto, los temas que ésta abarca son del todo importantes. La violencia de género, la maternidad, el matrimonio, el choque entre realidad e idealización, la infidelidad, la dependencia e incluso la sororidad femenina están muy presentes a lo largo del relato.


En este último párrafo, dedicado a la reflexión y al debate, me gustaría en esta ocasión detenerme en una cuestión que me ha resultado especialmente llamativa de este libro. Sabemos que Alberto es el nombre que recibe el personaje del marido y conocemos el nombre de dos de los personajes femeninos secundarios más importantes, Giovanna y Francesca. Pero por el contrario nunca conocemos el nombre de la protagonista de la novela, de la mujer al rededor de la cual gira toda la trama del relato, la persona que narra a modo de confesión todo lo sucedido, la que soporta, en definitiva, todo el peso de la historia sobre sus hombros. Sabemos de todo sobre su personalidad, sobre sus deseos, sobre sus frustraciones, incluso Ginzburg nos da la oportunidad de adentrarnos en el terreno más psicológico, en la trastienda de lo que no se ve. Pero jamás sabemos el nombre que engloba todas esas características. Corregirme si me equivoco, pero creo recordar que es así. Este hecho me ha hecho que pensar, más allá de los temas más abrumadores que desfilan a lo largo de Y eso fue lo que pasó. Además de lanzar una clara advertencia sobre el peligro que corre la sociedad al idealizar cuestiones como el matrimonio o la maternidad, Ginzburg parece gritarnos algo igual o más importante. Y es que, al no darle un nombre a la protagonista del relato, nos está queriendo decir, de la forma más clamorosa posible que las mujeres, provengan de la extracción social que sea, no pueden tener individualidad, sino que constituyen una masa de anónimas cuya opinión poco importa. Pero hay más. Ginzburg no se refiere exactamente a todas las mujeres, sino a las que toman la iniciativa, a las que toman decisiones por si mismas, a las que trasgreden la norma, a las que, como la protagonista de Y eso fue lo que pasó, se atreven a hablar, a contar la verdad, aunque duela, en definitiva, a ejercer la libertad. Hemos hablado en numerosas ocasiones de esas grandes mujeres que a lo largo de la historia han sufrido un injustificado olvido, borrando de un plumazo sus contribuciones a los diferentes campos del saber, ocultando sus nombres bajo la alfombra, entre polvo y suciedad. Lo mismo sucede con las que no han inventado cosas o han escrito grandes obras literarias, pues, su nombre no importa, y más si éste resultaba ser nombre de mujer. O incluso podemos encontrar este problema en un producto de enorme consumo de masas como puede ser el cine. ¿En cuántas películas sabemos el nombre de los personajes femeninos que en ella salen? Os sorprendería conocer la cantidad de productos audiovisuales en los que aparece una mujer cuyo nombre ficticio nunca sabremos. Esta demostrado, al poder patriarcal le da miedo que las mujeres piensen, escriban, luchen, inventen, pinten, bailen...Pero sobre todo que hablen, como la protagonista de Y eso fue lo que pasó, que tras un terrible anonimato, cuenta sin filtros una experiencia terrible. Ese es el verdadero mensaje de esta novela, el cual, ha querido transmitirnos Natalia Ginzburg de la forma más universal posible: nosotras tenemos individualidad, que nadie ose arrebatártela. Y eso fue lo que pasó: una historia de insatisfacción, violencia, dura maternidad, infidelidades, secretos, violencia...Un libro de personajes inolvidables, un relato intenso de principio a fin.

Frases o párrafos favoritos:

"Cuando una muchacha está demasiado sola y lleva una vida demasiado monótona y agotadora, cuando se ve con poco dinero en el bolso y los guantes viejos, se le va la imaginación a diario detrás de tantas cosas que al final se encuentra indefensa frente a todos los errores y trampas que le pone la fantasía."

Película/Canción: aunque alguien debería ponerse las pilas y adaptar esta novela, os adjunto la pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Realmente emocionante.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

lunes, 5 de febrero de 2018

QUINTO ANIVERSARIO: Cinco años de reseñas juntos.

CINCO AÑOS DE RESEÑAS JUNTOS


¡Buenos días lectores/as! Un año más, celebramos que Jimena de la Almena, este espacio de crítica, debate y opinión está de celebración. Cinco años es lo que hoy conmemoramos y en el que hacemos repaso de lo que ha dado de si esta última temporada. Este año hemos superado al anterior en número de reseñas, nada menos que 69, una cifra que ni en sueños pensaba alcanzar. Cuando un lluvioso febrero de hace cinco años decidí reconvertir el blog nunca pensé que lograría conseguir tanto en tan poco tiempo. Y aunque han habido momentos en los que he estado a punto de tirar la toalla, pues es muy duro hacerte un hueco en el mundo de los libros y de las editoriales de forma totalmente altruista, he de reconocer que ha merecido la pena hacer todo este recorrido. Conocer nuevos libros, nuevos autores, hacer entrevistas, plantear cuestiones de debate, suscitar la discusión, disertar sobre los grandes temas de la literatura y la historia y comprobar como cada día más lectores se leen cada una de las reseñas. Este ha sido un año en el que las colaboraciones editoriales han ido en aumento, el año en el que he apostado por una mayor visibilidad de la mujer como escritora y como protagonista de novelas, el año en el que hemos desentrañado y conocido mejor a Jane Austen, en el que me he enfrentado a auténticos clasicazos de la literatura y en el que el cuento ha sido el género revelación. Varias son las reseñas que han tenido mayor acogida entre los lectores, tales como Tea Rooms, mujeres obreras, El lector, Los cuentos de hadas de Angela Carter, Mujeres excelentes, Los años ligeros. Crónicas de los Cazalet, El cuento de la criada, Dame tu corazón (con retweet de la propia Joyce Carol Oates incluido), Carmilla y por supuesto las novelas de Jane Austen, en especial Orgullo y prejuicio, la cual se ha colado en la lista de las más visitadas del blog. En esta nueva temporada trataré de relanzar la clásica sección de El rincón del Lector y trataré de realizar alguna entrevista a compañeros de la blogsfera o a autores, además de continuar reseñando libros escritos por mujeres, pues cuanto más visibilidad tengan, más contribuiremos a que sus textos no caigan en el olvido. Como novedad, al igual que hice el año pasado con Jane Austen en colaboración con Alianza Editorial, en esta ocasión nos adentraremos en la producción literaria de las hermanas Brontë, en especial en la de Emily Brontë, coincidiendo con el 200 aniversario de su nacimiento. También, debido a los 40 años de Mayo del 68, trataré de presentaros lecturas que hablen del tema o que beban de la influencia de aquel movimiento estudiantil. Estas y otras serán algunas de las propuestas que iremos realizando a lo largo del año, siempre desde la máxima profesionalidad y humildad. Finalmente, me gustaría dar las gracias a todos los lectores que, siendo seguidores o no, se pasan por este espacio. Sin vosotros, es imposible que blogs como éste puedan seguir creciendo. Antes de despedirme de todos vosotros hasta la próxima entrada, me gustaría recordar todas las reseñas redactadas durante este quinto año en activo, las cuales, podéis ver a continuación:










¡GRACIAS A TODAS/OS POR LEER!


¡Un saludo y a seguir leyendo!

jueves, 1 de febrero de 2018

RESEÑA: Lady Susan y otras novelas.

LADY SUSAN Y OTRAS NOVELAS

Título: Lady Susan y otras novelas.

Autor: Jane Austen (1775-1817) era la hija menor de un pastor protestante que se ocupó personalmente de su educación. Llevó siempre una existencia apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra y permaneció soltera. Siendo testigo de la época de la Regencia, empezó a escribir con tan solo 16 años, en una época en la que la que a la mujer se le asignaba un rol más tradicional y sujeto a las normas de una sociedad estrictamente patriarcal. Además de Orgullo y prejuicio, su novela más importante y famosa, también escribió Mansfield Park, Emma, Sensatez y sentimiento, La abadía de Northanger o Persuasión entre otras; además de escribir una abundante cantidad de diarios personales que retratan y reflejan la realidad de una época. Su obra es una fabrica de generar controversia, interpretaciones, alabanzas y lo que es más importante; una atracción especial hacia un público más amplio y menos especializado. Murió de tuberculosis a los 41 años dejando incompleta Los Watson, quien años después su sobrina, la también escritora Catherine Hubback, sería quien la finalizase. (Fuente: Alianza Editorial).


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: inglés.

Traductor: Miguel Ángel Pérez Pérez.

Sinopsis: además de sus seis grandes novelas, Jane Austen escribió también historias de menor extensión en las que no resultan menos reconocibles ni brillantes las cualidades que hacen de ella una de las favoritas del público, como son el análisis de los sentimientos, un fino sentido del humor y la hábil caracterización de los personajes. El presente volumen reúne las mejores de estas obras menores en tamaño, aunque no en calidad: Lady Susan, novela cuya desinhibida protagonista se aparta de los tipos más comunes de las obras de Jane Austen; Los Watson, en la que explora la situación de la dependencia de las mujeres; Amor y amistad, divertida parodia de las novelas galantes, y Sanditon, prometedora novela que truncó la enfermedad que llevó a la muerte de la autora. (Fuente: Alianza Editorial).

Su lectura me ha parecido: interesante, variada, reveladora, importante, nada que envidiar a sus otras novelas, ligeramente diferente, afilada, más ágil...Queridos lectores o lectoras, cuando se trata de los grandes de la literatura universal tendemos a recordarles por su obra más importante. Sus particulares e interesantes biografías también despiertan el interés, pero de no ser por ese libro, por esa historia, si no llega a ser por esos personajes en concreto, tan icónicos, nadie se acordaría de quienes les dieron vida sobre el papel. Hay casos en los que la balanza entre novela importante y autor esta muy bien equilibrada, pero en ocasiones, ésta suele descompensarse en favor del poder de ese libro en concreto. Ejemplos hay  muchos, sin ir más lejos, Drácula ha devorado a Bram Stoker, Frankenstein a Mary Shelley o El Fantasma de la Ópera a Gastón Leroux. En el caso de la autora de la que hoy hablamos, tantas veces abordada en este espacio de crítica y opinión, el tiempo le ha tratado bastante bien. Sin embargo, si que es cierto que la figura biográfica de Jane Austen se ha asociado inevitablemente con Elizabeth Bennet, la inolvidable protagonista de Orgullo y prejuicio. Esto seguramente se deba a que algunos críticos han querido ver en la más interesante de las hermanas Bennet una especie de aler ego de la propia autora o incluso la posibilidad de que sus novelas reflejen algunos pasajes de su breve vida. Lo que está claro es que el nombre de Jane Austen va ligado al de Emma, Persuasión, La abadía de Northanger pero sobre todo al de Orgullo y prejuicio, obra que eclipsa al resto de forma abrumadora. Sin embargo, todo escritor/a tiene en su archivo otros textos, no tan conocidos o no tan valorados por la crítica y los lectores, los cuales, en muchos casos no desmerecen en calidad literaria. Jane Austen, en este sentido, no es una excepción, y en Jimena de la Almena pretendo demostrarlo con la reseña que hoy publico. Lady Susan y otras novelas: lo breve, si bueno, dos veces bueno, incluso en la Inglaterra Georgiana.


La historia de como Lady Susan y otras novelas llegó a mis manos es bien sencilla. Como muchos ya sabréis una servidora se propuso al inicio del pasado 2017, y aprovechando que se cumplían 200 años de la muerte de esta insigne escritora inglesa, leer y reseñar sus obras más importantes. De este modo, en febrero de 2017 y gracias a Alianza Editorial inauguré este reto literario a lo grande con una reseña de Orgullo y prejuicio, la cual, con el paso del tiempo, ha acabado por convertirse en una de las más leídas del blog. A esta novela le siguieron otras: Persuasión, La abadía de Northanger, Emma, Sensatez y sentimiento y Mansfield Park. Pero justo antes del verano, tras haber publicado la reseña de La abadía de Northanger en el blog, descubrí para mi asombro y alegría que Alianza Editorial iba a sacar a la venta un séptimo volumen conmemorativo. En este caso, se trataba de un libro igual de cuidado estéticamente pero en el que podías encontrar las narraciones más breves de Jane Austen: Lady Susan, Los Watson, Amor y amistad y la inacabada Sanditon. Ante esa noticia mis ojos hicieron chiribitas y pensé que con aquel libro sería la mejor forma, no solo de cerrar esa relación entre autora y lectora, también de poner el broche de oro a un año marcado por sus lecturas. Recuerdo que Lady Susan y otras novelas me llegó a mediados de septiembre, junto con el Lais de María de Francia, y que las semanas siguientes no podía evitar dirigir mis ojos hacia el primer estante de mi adorada biblioteca. Allí estaban, y siguen estando, los siete volúmenes, cuyas páginas atesoran el legado que Jane Austen dejó para la posteridad y para todas aquellas personas que, de algún modo, se han sentido atraídas por su literatura. No obstante la acumulación de lecturas atrasadas y la exigencia de llegar a todo a tiempo hicieron que la lectura de Lady Susan y otras novelas se postergase en el tiempo, hasta que un día, por fin, pude leer la primera novela corta del libro. Seguramente hubiese sido más lógico que la reseña de esta novela se publicara en diciembre de 2017, cierto, pero si un autor o autora te gusta mucho, tanto como para apreciar detalles que van más allá de la propia historia, lo disfrutas siempre, incluso en su 201 aniversario.


Antes de adentrarme en la crítica propiamente dicha, tengo que comentar que este libro se compone de tres novelas cortas más una cuarta que la autora no terminó debido a su prematuro fallecimiento, por lo que si me dejo algo sin comentar que sepáis que no es a adrede. Si reseñar libros de cuentos ya es complicado cuando se trata de cuatro textos de mayor extensión, y encima escritos por una escritora como Jane Austen, la tarea adquiere mayor dificultad. Una vez dicho esto comenzaré diciendo que Lady Susan y otras novelas sorprende. Es evidente que la sorpresa no viene por un cambio de estilo o de ambientación, ni mucho menos, en ese sentido Jane Austen sigue fiel al terreno que mejor domina. No obstante, ésta aparece nada más inicias su lectura y en el momento en el que finalizas la primera de las novelas que componen el libro. ¿Cuál es entonces el factor sorpresa? La síntesis. Si en sus libros de mayor envergadura, tanto en trama como en páginas, Austen demuestra que es capaz de emocionar, provocar pertinentes reflexiones y hacer reír, en el presente volumen el lector no puede evitar admirar su capacidad de condensar tanto en tan poco. No estamos hablando de relatos de pocas páginas, pero si de novelas cortas en las que se puede encontrar un poso de debate y en donde tienen cabida todas las características que tan célebre han hecho a Jane Austen. Sin renunciar a su estilo irónico y más afilado de lo normal, Austen desarrolla una serie de historias que bien podrían estar inspiradas en experiencias reales de la propia autora o en todas esas lecturas tan de moda en esa época y con las que Austen era especialmente crítica. Es evidente que Lady Susan, escrita en 1794, es la novela más famosa de las que podemos encontrar en este libro, y también la más peculiar, pues, su protagonista dista mucho del modelo de heroína austeniana que tanto se reproduce en sus libros más conocidos. Lady Susan resulta a ojos del lector una mujer odiosa, detestable, muy vanidosa, egoísta y que se presta a las intrigas con tal de que su hija, a quien obliga a casarse con un hombre que no ama, adquiera una mayor posición social, mientras ella, Lady Susan, no duda en coquetear con todos los hombres que conoce. En ese sentido, Lady Susan como novela puede que sea bastante diferente si la comparamos con otros de sus libros, sin embargo, la intención de este libro queda clara al descubrir como Austen vuelve a ofrecernos un trato sobre la situación de la mujer en aquellos tiempos. Esto, añadido a una forma de redacción epistolar, elevan a Lady Susan varios pisos, hasta colocarla a la misma altura que Emma por ejemplo. En el caso de Los Watson, escrita en 1804, y aunque epistolar también, se aprecia un notable cambio de estilo. Esto se debe a que Los Watson quedó inacabada por el fallecimiento de su autora, no obstante,  Catherine Hubback, escritora y sobrina de Austen, fue la encargada de continuar con su redacción. Los Watson se salvó de quedarse a medias, si, pero a costa de un cambio de retórica que hace, a mi juicio, que la novela decaiga un poco en su tramo final. Aún así, Los Watson resulta una novela muy interesante, sobre todo en lo que tiene que ver, de nuevo, con la condición femenina, incidiendo en esta ocasión en la sobreprotección de estas y en su falta de libertad. En lo que respecta a Amor y amistad, de nuevo una novela epistolar, que para mi es la más divertida de las historias recogidas en este volumen. No está a la altura de Orgullo y prejuicio, pero su socarrona crítica a las novelas de galantes no tiene precio. Reconozco que es un poco extraña en cuanto a su planteamiento, que la trama puede resultar simplona y se nota que ésta es una obra de juventud, pero ese uso tan extremo del estereotipo y esas situaciones en ocasiones tan surrealistas me han descubierto a una Jane Austen que desconocía, una Jane Austen que puede ser aún más divertida. Por último, Sanditon, un texto que comenzó a escribirse en 1817 y que, esta vez si, quedó irremediablemente inacabado. Prometedora novela en la que apreciamos los inicios de una trama, su escenario de acción (un balneario) y los principales rasgos de algunos personajes. No obstante, la sensación que el lector experimenta al adentrarse en Sanditon es de tristeza y finalmente de rabia, pues, independientemente de si la idea era buena o mala, uno no puede evitar preguntarse cómo habría continuado la historia y si Sanditon eclipsaría a Persuasión, en mi opinión, su mejor novela junto con Orgullo y prejuicio.


No podía finalizar esta reseña sin antes, en este último párrafo dedicado a la reflexión y al debate, dedicar unas palabras a Jane Austen, autora que ha protagonizado esta última temporada de reseñas en Jimena de la Almena. Reconozco que antes no me suscitabas interés. Había visto películas basadas en algunas de tus novelas, en especial la de Orgullo y prejuicio de Joe Wright. Inolvidable y sincera la interpretación de Keira Knightly, por la cual fue nominada al Oscar aquel año, al igual que el aplomo de Matthew Macfadyen en la piel del siempre correcto señor Darcy. Sin embargo, he de confesarte, querida Austen, que por aquel entonces pensaba que tus novelas no eran para mi. Tenía una imagen de ellas cursi, ñoña, incluso de que pudieran resultar un verdadero tostón de proporciones épicas. No obstante, algo cambió dentro de mi cuando conocí a una de tus compatriotas, Mary Wolstonecraft, pionera del feminismo, autora del famosísimo Vindicación de los derechos de la mujer y madre de la gran Mary Shelley. Gracias a lo que iba descubriendo en relación a su pensamiento feminista, pude entender comprobar como, a pesar de que te separa una generación con Wolstonecraft, ambas partíais de un mismo punto en común: del hecho de que, a semejanza del hombre, se reconociese a la mujer como un ser racional. A continuación y durante un tiempo me picó el gusanillo por adentrarme en tu producción literaria, aunque he de reconocer que todavía tenía mis reservas. Siempre he sido una persona muy prudente y con tendencia a dejarse llevar, en ocasiones, por los prejuicios, unos prejuicios a los que tú supiste sacarles, literariamente hablando, todo el partido del mundo. No fue hasta finales del 2016, y gracias a unas preciosas ediciones que Alianza Editorial estaba a punto de sacar a la venta, cuando me percaté de que el 200 aniversario de tu prematuro fallecimiento se acercaba. En ese momento, y tras unos días de meditación, supe que aquello había sido una señal, que no podía dejar pasar la oportunidad de adentrarme en tus novelas. No sabía cual sería el resultado de aquel propósito personal, pero de lo que si estaba segura era de que si no lo hacía acabaría arrepintiéndome mucho tiempo. A las pocas semanas tuve entre mis manos un ejemplar de Orgullo y prejuicio y tras su lectura le siguieron todos los demás, hasta completar gran parte de tu producción literaria. Tus libros me sumergieron en una época que a penas conocía, la de la Inglaterra Georgiana, llamada así por los sucesivos reinados de reyes llamados Jorge y por una sociedad de apariencias muy férrea, donde la moralidad y la tradición imperaban sobre las libertades individuales, en especial, sobre las de las mujeres. En tus historias me adentraste en ese mundo y en la personalidad de tus protagonistas femeninas, cada cual más diferente a la anterior pero que las unía una cierta reivindicación feminista muy adelantada a tu época. A cuestiones como el matrimonio, la soltería, los hijos, las aspiraciones intelectuales, el ideal romántico, el amor, la individualidad, la independencia, la falta de libertad les supiste dar la vuelta y transformarlas, gracias a esa ironía tan fina, en casi denuncias sociales. Incluso, gracias a tus palabras, he podido conocerte mejor, interesarme por tu biografía y comprobar que eras una mujer inteligente, sensible, tenaz y con las ideas muy claras. El tiempo ha pasado, estamos en 2018 y el mundo ha cambiado mucho desde que tu te fuiste la mañana del 16 de diciembre de 1817, pero sigues cosechando éxito cada vez que alguien pronuncia tu nombre o cada vez que una editorial reedita algunos de tus textos más inolvidables. Tienes una legión de fans muy fiel, y aunque tus historias se han quedado en algunos aspectos bastante anticuadas, la gente sigue leyéndote con autentico fervor. Por todo esto y más quiero darte las gracias. Gracias Jane Austen, gracias por permitirme leer novelas como Persuasión o La abadía de Northanger desde el punto de vista de una historiadora, gracias por mostrar esa visión de la mujer, gracias por habernos dejado este legado literario tan interesante, gracias por tus imperfectas heroínas, por tus secundarios estereotipados, por tu ironía, por tu humor...Pero sobre todo, gracias por desposeerme de los prejuicios que tenía con respecto a tu obra. No te has convertido en una de mis escritoras favoritas, pero si en una autora imprescindible a la que puedo acudir en momentos de gran importancia, tanto académicamente como intelectualmente. Por lo tanto, esta despedida no se resume en un simple "adiós", sino en un reconfortante y sincero "hasta pronto". Lady Susan y otras novelas: historias de amor, ambición, egoísmo, humor, drama, falta de libertad...El perfecto punto y final a un largo y enriquecedor viaje literario.

Frases o párrafos favoritos:

"Resulta un placer exquisito dominar un espíritu insolente, hacer que reconozca tu superioridad un individuo predispuesto en contra tuya."

Película/Canción: en el año 2016 se estrenó la adaptación de la novela Lady Susan bajo el título Amor y amistad (título de otro libro de Austen). Dirigida por Whit Stillman y con las interpretaciones de Kate Beckinsale y Chloë Sevigny, recidió grandes elogios por parte de la crítica y fue un éxito en la taquilla norteamericana.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial