UN LUGAR PAGANO
Título: Un lugar pagano.
Autor: Edna O´Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) es una de las voces más prestigiosas de la narrativa en lengua inglesa de nuestro tiempo, aclamada tanto por la crítica como por sus más relevantes autores contemporáneos. O´Brien siempre sintió la necesidad de escribir; sin embargo, en 1950 terminó sus estudios de Farmacia, que había comenzado obligada por su familia. Su carrera literaria arrancó con Las chicas del campo (1960), que le proporcionó fama mundial tanto por su calidad literaria como por reivindicar la independencia de las mujeres en un ambiente hostil. La chica de los ojos verdes y Chicas felizmente casadas, que pueden leerse sin conocer el libro anterior, amplían las aventuras de las dos protagonistas de aquella primera novela. Considerada la grande dame de las letras irlandesas, desde la publicación de esta obra, Edna O´Brien ha creado un corpus literario único: con novelas como A Pagan Place, el libro de relatos Saints and Sinners, una obra de teatro sobre Virginia Woolf y dos importantes biografías sobre James Joyce y Lord Byron respectivamente. (Fuente: Errata Naturae).
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: inglés.
Traductor: Regina López Muñoz.
Sinopsis: una joven recuerda su difícil, y a la vez fascinante, niñez en la Irlanda rural de los años treinta y cuarenta: los rituales de la vida en el pueblo, las personas que conoció y amó, la encantadora belleza del paisaje. Pero también recuerda qué la llevó a abandonar su hogar para siempre, aquel instante exacto: el indecible misterio de su familia. En esta extraordinaria novela autobiográfica, Edna O´Brien nos habla acerca de la sexualidad y la muerte, la familia y la iniciación a la vida. (Fuente: Errata Naturae).
Su lectura me ha parecido: dura, fascinante, costumbrista, trasgresora, poética, perturbadora, hostil, intensa...Cuando el lector piensa en literatura irlandesa, inmediatamente se le vienen a la cabeza varios nombres: Oscar Wilde, Jonathan Swift, Bram Stoker y el todopoderoso James Joyce. El primero de ellos, aunque muchos crean erróneamente que es inglés, debe su fama a grandes obras como El retrato de Dorian Gray o su extensa epístola De profundis entre otras y a su condición de homosexual, la cual le trajo a lo largo de su vida más de un problema. El segundo, recordado por todos por Los viajes de Gulliver, obra que eclipsó a una extensa producción literaria entre la que podemos encontrar desde tratados políticos a mordaces sátiras. El tercero, al igual que Wilde y Swift, y aunque escribiese quince novelas más, Drácula sepultó a todas ellas y devoró el resto de facetas que Bram Stoker había demostrado como novelista. Tal fue el éxito de Drácula que minó el impacto del Carmillla de Joseph Sheridan le Fanu, Irlandés también, publicada años antes que el pelotazo de Bram Stoker. Y el cuarto ¿Qué decir del cuarto? Es tal la leyenda negra que pesa sobre sus libros, en especial sobre su Ulises, que muchos lectores a lo largo de la historia se lo han pensado dos veces antes de atreverse con su descomunal lectura. Detalles como que en sus páginas se encuentra el monologo interior más pesado y famoso de la literatura universal, la existencia de un alto porcentaje de lectores que han dejado a medias su lectura o que varios expertos literarios han dictado sentencia afirmando que Ulises se ha quedado anticuado para los parámetros en cuanto a literatura en el siglo XXI han conseguido disuadir y temer a Joyce. Sin embargo, y a pesar de esa mala fama que acompaña a sus novelas, Dublín se ha rendido ante su talento recordándolo en cada plaza, en cada esquina, erigiendo estatuas de sus personajes o colocando placas con pasajes de algunas de sus obras clave. Algo tenía que hacer la ciudad de Dublín, pues gracias a Joyce, ésta es conocida mundialmente como ciudad literaria. Tras estos nombres de hombre, de pronto, una servidora se topa con la primera mujer de la lista. Su nombre, Edna O´Brien, natural de Tuamgraney y que tras una larga carrera literaria, hace unas semanas, le han concedido el PEN /Nabokov for International Literature, uno de los premios literarios más prestigiosos a nivel internacional. Hoy, en Jimena de la Almena, volvemos a Irlanda reseñando uno de sus libros más conocidos y hasta entonces inédito en España. Un lugar pagano: belleza y hostilidad juntas de la mano.
La historia de como este libro llegó a mis manos, y de paso, a mi adorada estantería es bien sencilla. Aunque para hacerlo bien y no pasar directamente al final de este relato, debemos comenzar por el momento en el que descubrí a Edna O´Brien. El año pasado, tras haberme estremecido con la lectura de Vivir, de Anise Postel-Vinay en colaboración con Laure Alder, y tras haber redactado y publicado su correspondiente reseña, llegó el momento que todo crítico literario espera, el momento de elegir que nueva lectura ocupará las próximas noches de lectura. En aquel momento, no se exactamente por qué, una servidora se decantó por un libro que en aquellos momentos se estaba promocionando bastante, uno titulado Las sillitas rojas, escrito por una tal Edna O´Brien. La biografía de la autora y la sinopsis de la novela fueron suficientes para convencerme, por lo que más pronto que tarde, pude hacerme con uno de aquellos ejemplares. Como ya comenté en su momento, jamás había oído hablar de esta escritora irlandesa, como tampoco de su producción literaria, la cual al parecer es bastante extensa. De entre todos sus libros publicados había ido a parar con uno de los últimos que había escrito, y aunque al parecer las críticas fueron bastante dispares, lo cierto es que Las sillitas rojas me gustó bastante. Fue interesante adentrarme en el tema de la guerra de las guerras yugoslavas, y el tratamiento de la palabra guerra en general, desde una perspectiva bastante inusual, lo cual me dejó impactada además de hechizada. Tras aquella lectura me hice la promesa de que leería más libros de Edna O´Brien, sobre todo los que se corresponden a su periodo irlandés, los cuales, según los lectores, eran los mejores de la autora. Sin embargo, lo que pasa siempre, las necesidades lectoras van cambiando en función de múltiples causas, por lo que durante un tiempo ese interés por los libros de Edna O´Brien quedó en un segundo plano. La cosa siguió así hasta que, en septiembre del año pasado, Errata Naturae anunció la publicación de Un lugar pagano, una de las novelas más importantes de O´Brien. En cuanto conocí la noticia a través de las redes sociales los ojos me hicieron chiribitas, además, como resistirse a esa edición tan cuidada, con una portada tan idílica como misteriosa. Por ello, en cuanto tuve la oportunidad, conseguí hacerme con uno de aquellos bellos ejemplares para leerlo de inmediato. Cuando por fin finalicé la lectura de su última página comprendí por qué los lectores decían que Las sillitas rojas era su peor novela y por qué la etapa irlandesa es la mejor de todas.
Centrándonos en la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Un lugar pagano presenta una lectura amena, extraordinariamente psicológica e intimista. Pero sin duda, lo que más llama la atención cuando uno se adentra en sus páginas es esa extraordinaria narración en segunda persona con la que la autora nos muestra, a fin de cuentas, la vida en la Irlanda rural de los años 30 y 40 del siglo XX. Un lugar pagano no nos parecería ni psicológica ni intimista hasta el extremo sin el uso de una segunda persona muy particular, la de alguien que conoce perfectamente a la protagonista, su entorno, los personajes que la rodean y las costumbres del lugar. En un curso de escritura creativa que realicé el año pasado la profesora comentó la complejidad del uso de la segunda persona a la hora de construir un relato, y razón no le faltaba. Sin embargo y en vistas que Edna O´Brien la ha usado, y sin perder la tensión narrativa, para escribir nada más y nada menos que 251 páginas, no descarto en tener este libro como referente en un futuro no muy lejano en cuestiones de escritura. ¿A quién se dirige ese narrador en tono maternalista? ¿Quién es ese tú? No sabemos su nombre, pero si sabemos que se trata de una niña primero y joven después, atrapada en las costumbres de una aldea perdida en la inmensidad de la Irlanda rural, cuyos actos y educación se rigen por la fuerte presencia de la religión en la sociedad y por el qué dirán y que sufre en carne propia el estancamiento social al que se ve abocada sin remedio. No se nos presenta a una niña especialmente infeliz, todo lo contrario, pues durante la infancia se deja llevar por la dinámica del pueblo y por las enseñanzas de la iglesia, las cuales, rigen con firmeza las vidas de sus habitantes. Sin embargo, y a medida que nos vamos acercando a la adolescencia, aquella niña comienza a cuestionar lo asimilado desde su nacimiento y a querer escapar de todo aquel encorsetamiento social, alejarse de su hogar, vivir nuevas experiencias que en su aldea se considerarían inmorales. Estamos, por tanto, ante una novela de aprendizaje constante, de evolución, de un viaje hacia las profundidades del ser humano desde todos sus prismas. Como de lo estrictamente correcto pasamos al surgimiento de temas como el deseo sexual, tan presente en la novela, al que Edna O´Brien lo ensalza como un símbolo de libertad y liberación femenina frente a esa sociedad aparentemente castrada. Es lógico que el lector que haya leído algo más de Edna O´Brien se aventure a pensar que Un lugar pagano tiene toques autobiográficos, y no iría tan mal desencaminado al parecer. No hay más que detenerse en la breve biografía de la solapa para comprender como O´Brien ha sabido convertir sus experiencias personales más íntimas en la inspiración para sus libros, algo que, a todos los efectos, garantiza morbo pero también un toque personal indudable. En Un lugar pagano, O´Brien construye la novela a través de imágenes que se suceden a lo largo de la novela, las cuales ilustran la vida en la aldea, sus vecinos, sus casas, la iglesia...Pero también la paradoja que sobrevuela el libro: como el entorno más bello, que de hecho así será, puede ser también el más hostil. Como esos paisajes verdes que tanto caracterizan a Irlanda se convierten de pronto en la cárcel más insoportable. A esto último en particular ayuda la esplendida construcción de los personajes que, aunque arquetipos de la novela irlandesa de aquellos años (una madre ama de casa conciliadora, un juez de paz alcohólico como padre, una hermana con deseos de conocer la ciudad, la inflexible maestra o el cura hipócrita y de oscura personalidad), despliegan ante el lector un abanico de posibilidades infinitas. Por último señalar, sin hacer spoiler alguno, que el final de Un lugar pagano se intuye desde el principio, pero Edna O´Brien consigue que éste adquiera un matiz cuanto menos sorprendente.
Como es lógico, una servidora no puede dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre un tema importante y que en cierto modo nos concierne a todos. En Un lugar pagano Edna O´Brien nos adentra en un ecosistema muy particular: el de la Irlanda rural de los años 30. Pequeños núcleos de población que sobresalen entre infinitas praderas y frondosos bosques en los que la tradición y la religión imponen su ley, y en aquellos tiempos más férrea si cabe. Todos o al menos la mayoría de los lectores ha leído o conoce Las cenizas de Angela, las memorias noveladas de Frank McCourt que se adaptarían a la gran pantalla en el año 1999, por lo que podemos hacernos una idea de cual era la situación en la que muchos irlandeses se encontraban por aquel entonces. Dicha miseria y apego a la religión adquirían una dimensión más acentuada en el campo, en donde además, la tradición impone comportamientos adecuados y comportamientos inadecuados que afectan a todos sus habitantes. Una realidad de la que no escapaba ninguna población pequeña, ni siquiera en los países de al rededor, sin ir más lejos, en España la cosa no era tan distinta a la realidad de la Irlanda de principios de siglo XX. Sin embargo, en lo que a comportamientos se refiere, existía y sigue existiendo una diferencia abrumadora, y es que las mujeres, en estos temas, siempre han sido las peor paradas. Un lugar pagano lo refleja perfectamente, mientras los hombres, a pesar de que debían obedecer la palabra de dios, gozaban de una mayor libertad (trabajando más al aire libre, la posibilidad de aspirar a trabajos más allá del agrícola, un mayor número de espacios de sociabilidad o el desempeño de cargos en asociaciones culturales o sindicatos entre otras actividades) las mujeres estaban obligadas a una mayor reclusión en el hogar (cuidado de hijos y casa), a que sus espacios de sociabilidad fuesen muy limitados y a que, en el caso de que trabajasen fuera de casa, no les pagasen o que su sueldo fuese mísero. A eso no ayudaba el hecho de que, en ciertos lugares, las propias fiestas patronales implicase una cosificación de la figura femenina (no debemos de olvidar la puja de mujeres que ha decidido recuperar el pueblo granadino de Lecrín o el "no pasa nada, estamos en fiestas" que resta importancia a comportamientos machistas durante los días grandes). Por no hablar de las pocas posibilidades de prosperar para una mujer si ésta vive en el campo, acatando una serie de normas que impone la tradición, sin la opción, en muchos casos, de aspirar a algo más o al menos de poder rebelarse contra lo establecido. Y pobre de la que no comulgue con todo eso, pues, el castigo y escarnio público es mayor que si lo hace un hombre. Todo eso unido a la influencia de la religión convierten a estos lugares en cerrados microcosmos donde la hipocresía y la falta de libertad campan a sus anchas. Afortunadamente en la actualidad son muchos los pueblos que se están abriendo al mundo y que poco a poco se van desprendiendo de esos comportamientos y tradiciones machistas. Sin embargo, todavía hay lugares que se resisten al cambio y en donde los roles de género todavía siguen siendo similares a los de los años 30. Si algo enseña Un lugar pagano es que lugares como el que nos muestra en la novela, esa aldea perdida de la Irlanda profunda, existen, y más cerca de lo que nos podemos imaginar. Un lugar pagano: una historia de normas, religión, naturaleza, campo, pobreza, prejuicios, ansias de libertad, despertar sexual, represión...Un relato tan bucólico como perturbador.
Frases o párrafos favoritos:
"Dejaste de tomar dulces. Te impusiste tareas, penitencias. Cuando sentías el impulso de hablar te mordías la lengua. Hacías siempre lo contrario de lo que querías hacer. Observabas al carnicero trocear, hasta que el hacha penetraba en la grasa y el hombre asestaba los golpes últimos y fundamentales, observabas los moscardones, observabas todo aquello que aborrecías. Hervías cabezas de cordero para los puerros. Sus ojos te devolvían la mirada cuando tapabas la cazuela. Cuando decidiste asistir a un baile tus padres pensaron que te había poseído un diablillo, pero el verdadero motivo es que tendrías que hacer cabriolas y dejarte abrazar por hombres que te repugnaban."
Película/Canción: aunque no existen noticias de una posible adaptación cinematográfica, aunque debería hacerse más pronto que tarde, os adjunto esta pieza de baile irlandesa que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae
Frases o párrafos favoritos:
"Dejaste de tomar dulces. Te impusiste tareas, penitencias. Cuando sentías el impulso de hablar te mordías la lengua. Hacías siempre lo contrario de lo que querías hacer. Observabas al carnicero trocear, hasta que el hacha penetraba en la grasa y el hombre asestaba los golpes últimos y fundamentales, observabas los moscardones, observabas todo aquello que aborrecías. Hervías cabezas de cordero para los puerros. Sus ojos te devolvían la mirada cuando tapabas la cazuela. Cuando decidiste asistir a un baile tus padres pensaron que te había poseído un diablillo, pero el verdadero motivo es que tendrías que hacer cabriolas y dejarte abrazar por hombres que te repugnaban."
Película/Canción: aunque no existen noticias de una posible adaptación cinematográfica, aunque debería hacerse más pronto que tarde, os adjunto esta pieza de baile irlandesa que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae