EL CLUB DE LOS MENTIROSOS
Título: El club de los mentirosos.
Autora: Mary Karr (Groves, Texas, 1955) desencadenó una revolución con sus memorias: El club de los mentirosos fue uno de los libros más vendidos durante un año entero según New York Times, y mejor libro del año para The New York Tomes Book Review, The New Yorker, People y Time. Karr ha ganado el Whiting Award, el Radcliffe´s Bunting Fellowship y dos premios Pushcart. Además ha recibido una beca Guggenheim. Entre sus obras destaca The Art of Memoir, las memorias de Lit y Cherry y poemarios como Sinners Welcome, Viper Rum o The Devil´s Tour. Actualmente es profesora de Literatura en la Universidad de Siracusa y vive en Nueva York. (Fuente: Errata Naturae).
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: inglés.
Traductora: Regina López Muñoz.
Sinopsis: la tragicómica niñez de Mary en una localidad petrolera del este de Texas nos presenta a unos personajes tan singulares como divertidos: un padre bebedor, una hermana que con doce años le planta cara a un sheriff, una madre con un sinfín de matrimonios a sus espaldas - y cuyos secretos amenazan con destruirlos a todos -. Precisamente, será la madre, ese personaje maravilloso, quien se convertirá a lo largo del libro en la clave de esta gran historia, de esta novela autobiográfica e inolvidable. (Fuente: Errata Naturae).
Su lectura me ha parecido: tremenda, dura, sobresaliente, arrolladora, conmovedora, exenta de sentimentalismos, inolvidable...Queridas lectoras y estimados lectores, libros los hay de muchos tipos. Los hay que duran cuestión de horas entre tus manos, los que por el contrario necesitan más tiempo para ser leídos, los que nacen y mueren en el momento exacto en el que el lector punto y final a la historia, los que se degustan cual helado de chocolate en verano o los que inmediatamente quedan relegados al cajón de las lecturas que nos avergüenzan. También existen los que vencidos por el aburrimiento regresan a la estantería a medio terminar, los que nos trasladan a una noche de tormenta eléctrica, los que nos acompañan durante los trayectos en transporte público, los que dejamos olvidados sin querer en algún banco del parque, los que no soltamos ni para ir al baño o los que acaban por convertirse en un amor a primera vista. Pero también, y es completamente cierto, libros a los que accedemos con cierto escepticismo, libros en los que el lector consigue adentrarse en sus profundidades, libros que consiguen que una sienta formar parte de la trama, libros tan trepidantes que parece que vas a acabar devorado por la propia historia o libros que prefieres mantener a cierta distancia de tus ojos y curiosidad recogiendo polvo en una estantería de tu casa. Pero a grandes rasgos, en cuanto a lecturas se refiere, existen los libros que se leen desde la butaca de un teatro, desde donde el lector asiste a la representación que tiene lugar en la novela, a la vez que existen esos que invitan a que te apalanques, poses los pies sobre la mesa y te relajes en el sofá ante la complicidad que produce su lectura. Esa intimidad, esa confianza, esa asombrosa sinceridad, esa interpelación constante al lector, esa franqueza, esos atisbos de humor en los momentos más inesperados, esos traumáticos trapos sucios caracterizan una de las novelas más duras y fascinantes que he leído este año. El club de los mentirosos: el descenso a los infiernos en busca de la reconciliación con el pasado.
La historia de como El club de los mentirosos llegó a mis manos es bien sencilla. Aunque a lo largo de mi vida como lectora no he sido muy asidua a ciertos géneros literarios, como el ensayo filosófico, la poesía o géneros más experimentales. Lo cierto es que si han sido varias las memorias las que han marcado mi camino en el mundo de los libros. La primera de ellas, un clásico, El Diario de Anna Frank. Que aunque no se suele clasificar en el género de las memorias, y si en la literatura testimonial, si que puedo decir que podría considerarse una autobiografía de los días que la joven judía permaneció escondida en la casa de atrás. A la lectura del famoso diario le siguieron los escritos de otra adolescente judía, los de Rutka Laskier, cuyo testimonio sobre la vida en el Guetto de la ciudad polaca de Bedzin, se publicó en el año 2007 bajo el nombre de El cuaderno de Rutka. Mucho más breve que el de Anna Frank pero igual de importante para conocer uno de los episodios más negros del siglo XX. Muchos años después de que aquella curiosidad intelectual por el holocausto se disipase, cayó en mis manos un libro que anteriormente lo concebía solo como película: Las cenizas de Angela. Aquel libro, descubierto durante uno de mis habituales paseos por la biblioteca de mi barrio, acabó por convertirse en uno de mis imprescindibles. Con Las cenizas de Angela si que parece existir una especie de consenso al respecto, pues muchos expertos lo definen como una memorir. Sin embargo, personalmente diré que el libro de Frank McCourt tiene algo diferente, pues no eran unas memorias al uso, sino una mezcla entre la técnica puramente memoriaística y el novelístico, imprimiendo una personalidad y un estilo nunca antes vistos en el género. Luego vinieron otras lecturas con toques autobiográficos como En el camino de Jack Kerouack, El comensal de Gabriela Ybarra, Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado de Maya Angelou, Suave es la noche de F. Scott Fitzgerald o Apegos feroces de Vivian Gornick entre otros. Hasta que un día, casi por casualidad, varios ejemplares de El club de los mentirosos de Mary Karr aparecieron expuestos en el escaparate de una de las librerías más importantes de la mi ciudad. Como la mayoría, desconocía por completo estas memorias, así como a su autora. Intuía que podía ser estadounidense, pero no lo pude comprobar hasta que no lo tuve entre mis manos y pude por fin leer la breve biografía de Mary Karr así como la sinopsis de la novela. ¿El resultado? Un amor casi a primera vista. Sin embargo, las críticas que estaba leyendo al respecto me hicieron dudar durante un tiempo, pues todas coincidían en señalar que el libro era excelente y extremadamente duro al mismo tiempo. No me apetecía, sinceramente, enfrentarme a una lectura con la que acabase llorando o sintiéndome mal. Pero definitivamente la curiosidad mató al gato y gracias a Errata Naturae conseguí hacerme con un ejemplar cuya lectura disfruté y sufrí a partes iguales.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que El club de los mentirosos presenta una lectura eficaz, ágil, a la que el lector accede, como en mi caso, con cierto temor por lo que se desprende en la sinopsis de la contraportada, pero en la que finalmente consigues asentarte no sin sobresaltos y momentos en los que desearías traspasar el papel para abrazar a Mary. Sí, por si no lo había comentado antes, El club de los mentirosos es una autobiografía, pero no al uso. El lector que piense que este libro expone el periodo que va de la niñez a la adolescencia de la propia Mary Karr sin mayor atractivo, ya puede desechar esa idea preconcebida. O el que sostenga que El club de los mentirosos son unas memorias más dentro de la larga tradición literaria es porque no ha conocido a ese alcohólico padre, a esa esquizofrénica madre, a esa altiva hermana mayor, ese estado de Texas de los años 60-70 y todo lo que le sucede a la autora. ¿De qué va entonces este libro? pues de la infancia y adolescencia de Mary Karr, criada en un ambiente desestructurado y con el contexto histórico de los años de la contracultura y el atraso de los estados sureños. Mary Karr narra su infancia situándola primero en Texas, luego en Colorado para años más tarde volver al principio, a ese pueblo texano que se nos antoja, por las palabras de Karr, sucio, deprimente y sórdido. Allí conocemos a los personajes reales que marcaron su vida de forma determinante. En primer lugar, un padre bebedor, embaucador, que se pasa las tardes en el bar con sus amigos y al que acompaña y asiste en sus juergas y borracheras. En segundo lugar, una madre culta, artista de profesión, con problemas mentales y con varios matrimonios a sus espaldas. En tercer lugar, una hermana, Lecia, malhablada, altiva, desafiante, cuya infancia se ve truncada por el hecho de tener que asumir las tareas propias de un adulto a una edad muy temprana. Y en cuarto lugar, una abuela, terriblemente autoritaria que muere ante sus ojos por un terrible cáncer. Todo eso acompañado de algunos episodios bastante traumáticas que Mary sufre durante su infancia y adolescencia relacionados directamente con este ambiente familiar o por consecuencia de la situación. Una vez sabemos esto, la siguiente pregunta sería ¿Qué es entonces es el "club de los mentirosos"? Fácil, es el nombre con el que el padre se refiere al grupo de amigos con los que comparte sus borracheras e historias en el bar. Pero por extensión, también podría aplicarse a los componentes de esta familia tan peculiar, pues todos mienten a diario y sobreviven sostenidos por una serie de tretas que les permiten seguir adelante. Ante esta situación lo lógico es que Mary Karr, la pequeña de la familia y autora de este libro, quedase marcada de por vida, algo que si sucede. Hasta el punto de que la depresión y los intentos de suicidio la asaltan en varias ocasiones. Sin embargo, lo que el lector no espera es precisamente lo que Karr hace en El club de los mentirosos. Que no es otra cosa que un ejercicio bestial de recuerdo, de reencontrarse con esos personajes, con su familia, con sus problemas, con esos sucesos anormales que la cotidianeidad los integra y asume, con esos episodios de su infancia y adolescencia tan traumáticos y duros (como la violación que sufre por parte de un compañero de juegos o el intento de asesinato por parte de su madre durante un brote sicótico). Una vez recopilados todos esos tremendos recuerdos, toca lo más difícil, ponerlos por escrito. Entonces, y de forma totalmente sorprendente, se obra el milagro literario, un milagro en forma de voz, de una narradora que en lugar de lamentarse e inspirar compasión como los huérfanos dickensianos, toma fuertemente las riendas y nos narra en un tono desenfadado, casi socarrón, irónico. Ejemplo de ello podría ser la forma en la que la autora narra la anécdota que desencadena el libro y que se explica en el prólogo. Evitando cualquier spoiler sólo os diré que es dolorosamente surrealista. No hay línea cronológica, ni caos, sino que las circunstancias y los recuerdos construyen esta narración partiendo de esa base, que no es otra que los trapos sucios que toda familia esconde, y que en su caso, son especialmente tremendos. Unos hablan de humor negro como velo para ocultar la catarsis dramática, otros de ciertas similitudes con la obra de Lucia Berlin y la mayoría destacan los momentos de desnudez en los párrafos más duros (en los que el uso del paréntesis, en párrafos enteros incluso, articulan los sentimientos más profundos). Personalmente creo que El club de los mentirosos es una mezcla de todo eso y más, en donde también tendría cabida ese análisis sobre la sociedad sureña en esos años o ese sentimiento de identificación que puede suscitar su lectura. De hecho, este último podría ser el responsable del arrollador éxito editorial de este libro en Estados Unidos y de que muchas personas que han leído este libro se acercaran a la autora durante las presentaciones para expresarle que no era la única, que ellos también habían sufrido infancias y adolescencias como la suya. Tal era la situación que la autora contó en una ocasión que desde la publicación de El club de los mentirosos acostumbraba a llevar a las firmas paquetes de pañuelos, pues algunos de sus lectores, al confesarle lo identificados que se sentían, se echaban irremediablemente a llorar. Antes de pasar a la reflexión final, la cual tiene su miga, sólo diré que mientas leía El club de los mentirosos experimenté muchísimas emociones: de sonreír ante el humor con el que cuenta una de las precipitadas y suicidas huidas hacia adelante que emprende la madre con Mary Karr y su hermana Lecia, a querer matar a esos padres ante la impotencia de sentir, como lectora, testigo de la violación que sufre cuando era una niña, para después pasar al horror más primitivo al presenciar ese intento de asesinato por parte de la madre armada con un cuchillo. Una montaña rusa que, aunque duela, el lector no puede perderse.
Una vez leído el tercer párrafo no hay ninguna duda de que El club de los mentirosos no son ni unas memorias al uso ni una lectura fácil de digerir. Y menos con ese estilo que, aunque aparentemente parezca poner distancias con el lector, consigue todo lo contrario, que te sumerjas en la vida de Mary Karr con todas las consecuencias, entre las que se encuentra el quedar devastada/do tras su lectura. Todas las críticas y reseñas que he leído sobre El club de los mentirosos coinciden en que el tema principal de la novela es la redención, y a partir de ella, construir de nuevo los pilares de una nueva vida. En otras palabras, que se puede sobrevivir y salir adelante tras haber sufrido una infancia y una adolescencia macabra y terrible. Sin embargo, y por ser un poco más original, dedicaré este último apartado a reflexionar de otro de los temas que pululan y sobrevuelan constantemente la novela y que terriblemente pasa desapercibido. "Antes, la tradición decía que había que silenciar estas historias (...) Pero el rechazo de Karr a reprimirse, su rechazo a no mentir nos señala que esos tiempos ya han quedado atrás. De aquí en adelante se hará la luz." Con estas palabras expresa la mediática actriz y autora del epílogo de esta edición Lena Dunham, unas palabras que en el contexto actual no dejan de resultar paradójicas. En el sentido de que por un lado es cierto que la sociedad se está poco a poco liberando de muchos de los tabúes que coartaban la libertad de los individuos, pero al mismo tiempo, y esto es una realidad, todavía existen muchos lugares del mundo en el que "el qué dirán" significa silencio y olvido en algunos casos. Y no solo me refiero a los países tercermundistas, pues, hasta hace cuatro días en los pueblos de la España profunda por ejemplo, no muy diferentes a los de la América profunda de hace unos cuantos años, se guardaban con celo los episodios más oscuros de una familia, aunque éstos acababan formando parte de la rumorología popular del lugar. Algo que actualmente continua siendo una constante en gran parte de la España rural que se extiende a lo largo y ancho del país. Y dentro de estos chismes y secretos inconfesables, los que tienen como protagonista a una mujer se guardan bajo siente candados. En El club de los mentirosos, Mary Karr habla largo y tendido sobre su madre. Hasta el punto de que ésta acaba por adquirir mayor protagonismo a medida que vas avanzando en su lectura. Curtida, inteligente, dura, que ha hecho lo que ha querido, que no obedece a los dictados que impone la sociedad. En definitiva, su personalidad queda lejos de la madre "coraje" que se ocupa de sus hijas mientras su marido se emborracha en el bar, no es ese modelo que el patriarcado fabrica, sino una mujer y madre imperfecta, como todas las mujeres y madres del planeta tierra que en ocasiones se sintió incapaz de mantener a Mary y a Lecia debidamente por las depresiones que sufría. Todo eso, la depresión y la imperfección en la maternidad, se ocultaba. A ojos del vecindario, del pueblo, de la ciudad, de la sociedad y del mundo las mujeres tenían que ofrecer una imagen de perfección artificial que en lugar de aportar cosas positivas, socava a toda mujer que se ve sumida en ese juego de apariencias, y en el caso de la madre de Karr hasta límites extremos. Si algo enseña Mary Karr El club de los mentirosos es que, además de que existe esa luz al final del túnel, este tipo de historias, los secretos, si se guardan demasiado tiempo, pueden resultar dolorosos, mortales incluso. Yo no digo que todos tengan que revelar ahora mismo todos esos secretos inconfesables, pero si apelo a la confianza, a la comprensión, a la empatía y a lograr una sociedad con una mente más abierta, que sea capaz de escuchar y de no juzgar movida por los eternos tabúes que deben poco a poco desaparecer. Hablar cuando una o uno esté preparado, respetar su decisión y dejar los prejuicios guardados en un cajón. El club de los mentirosos: una historia de tretas, infancias truncadas, violencia, humor, incomprensión, machismo, depresión, suciedad, esperanza...Un libro para leer, asimilar y reflexionar.
Frases o párrafos favoritos:
"Y entonces fue como si un agujero negro me tragara entera. O, más bien, como si el agujero siempre hubiera estado dentro de mi y me hubiera devorado poco a poco a lo largo de estos años sin que me diera cuenta. Me rendí sin más. ¿Qué término es el que usaban los médicos? Ah, sí: implosionar. Implosioné."
Película/Canción: a la espera de que alguna directora o director tenga la lucidez de adaptar estas novelas, pues tienen un interesante punto cinematográfico, os adjunto el tema ochentero que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae
La historia de como El club de los mentirosos llegó a mis manos es bien sencilla. Aunque a lo largo de mi vida como lectora no he sido muy asidua a ciertos géneros literarios, como el ensayo filosófico, la poesía o géneros más experimentales. Lo cierto es que si han sido varias las memorias las que han marcado mi camino en el mundo de los libros. La primera de ellas, un clásico, El Diario de Anna Frank. Que aunque no se suele clasificar en el género de las memorias, y si en la literatura testimonial, si que puedo decir que podría considerarse una autobiografía de los días que la joven judía permaneció escondida en la casa de atrás. A la lectura del famoso diario le siguieron los escritos de otra adolescente judía, los de Rutka Laskier, cuyo testimonio sobre la vida en el Guetto de la ciudad polaca de Bedzin, se publicó en el año 2007 bajo el nombre de El cuaderno de Rutka. Mucho más breve que el de Anna Frank pero igual de importante para conocer uno de los episodios más negros del siglo XX. Muchos años después de que aquella curiosidad intelectual por el holocausto se disipase, cayó en mis manos un libro que anteriormente lo concebía solo como película: Las cenizas de Angela. Aquel libro, descubierto durante uno de mis habituales paseos por la biblioteca de mi barrio, acabó por convertirse en uno de mis imprescindibles. Con Las cenizas de Angela si que parece existir una especie de consenso al respecto, pues muchos expertos lo definen como una memorir. Sin embargo, personalmente diré que el libro de Frank McCourt tiene algo diferente, pues no eran unas memorias al uso, sino una mezcla entre la técnica puramente memoriaística y el novelístico, imprimiendo una personalidad y un estilo nunca antes vistos en el género. Luego vinieron otras lecturas con toques autobiográficos como En el camino de Jack Kerouack, El comensal de Gabriela Ybarra, Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin, Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado de Maya Angelou, Suave es la noche de F. Scott Fitzgerald o Apegos feroces de Vivian Gornick entre otros. Hasta que un día, casi por casualidad, varios ejemplares de El club de los mentirosos de Mary Karr aparecieron expuestos en el escaparate de una de las librerías más importantes de la mi ciudad. Como la mayoría, desconocía por completo estas memorias, así como a su autora. Intuía que podía ser estadounidense, pero no lo pude comprobar hasta que no lo tuve entre mis manos y pude por fin leer la breve biografía de Mary Karr así como la sinopsis de la novela. ¿El resultado? Un amor casi a primera vista. Sin embargo, las críticas que estaba leyendo al respecto me hicieron dudar durante un tiempo, pues todas coincidían en señalar que el libro era excelente y extremadamente duro al mismo tiempo. No me apetecía, sinceramente, enfrentarme a una lectura con la que acabase llorando o sintiéndome mal. Pero definitivamente la curiosidad mató al gato y gracias a Errata Naturae conseguí hacerme con un ejemplar cuya lectura disfruté y sufrí a partes iguales.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que El club de los mentirosos presenta una lectura eficaz, ágil, a la que el lector accede, como en mi caso, con cierto temor por lo que se desprende en la sinopsis de la contraportada, pero en la que finalmente consigues asentarte no sin sobresaltos y momentos en los que desearías traspasar el papel para abrazar a Mary. Sí, por si no lo había comentado antes, El club de los mentirosos es una autobiografía, pero no al uso. El lector que piense que este libro expone el periodo que va de la niñez a la adolescencia de la propia Mary Karr sin mayor atractivo, ya puede desechar esa idea preconcebida. O el que sostenga que El club de los mentirosos son unas memorias más dentro de la larga tradición literaria es porque no ha conocido a ese alcohólico padre, a esa esquizofrénica madre, a esa altiva hermana mayor, ese estado de Texas de los años 60-70 y todo lo que le sucede a la autora. ¿De qué va entonces este libro? pues de la infancia y adolescencia de Mary Karr, criada en un ambiente desestructurado y con el contexto histórico de los años de la contracultura y el atraso de los estados sureños. Mary Karr narra su infancia situándola primero en Texas, luego en Colorado para años más tarde volver al principio, a ese pueblo texano que se nos antoja, por las palabras de Karr, sucio, deprimente y sórdido. Allí conocemos a los personajes reales que marcaron su vida de forma determinante. En primer lugar, un padre bebedor, embaucador, que se pasa las tardes en el bar con sus amigos y al que acompaña y asiste en sus juergas y borracheras. En segundo lugar, una madre culta, artista de profesión, con problemas mentales y con varios matrimonios a sus espaldas. En tercer lugar, una hermana, Lecia, malhablada, altiva, desafiante, cuya infancia se ve truncada por el hecho de tener que asumir las tareas propias de un adulto a una edad muy temprana. Y en cuarto lugar, una abuela, terriblemente autoritaria que muere ante sus ojos por un terrible cáncer. Todo eso acompañado de algunos episodios bastante traumáticas que Mary sufre durante su infancia y adolescencia relacionados directamente con este ambiente familiar o por consecuencia de la situación. Una vez sabemos esto, la siguiente pregunta sería ¿Qué es entonces es el "club de los mentirosos"? Fácil, es el nombre con el que el padre se refiere al grupo de amigos con los que comparte sus borracheras e historias en el bar. Pero por extensión, también podría aplicarse a los componentes de esta familia tan peculiar, pues todos mienten a diario y sobreviven sostenidos por una serie de tretas que les permiten seguir adelante. Ante esta situación lo lógico es que Mary Karr, la pequeña de la familia y autora de este libro, quedase marcada de por vida, algo que si sucede. Hasta el punto de que la depresión y los intentos de suicidio la asaltan en varias ocasiones. Sin embargo, lo que el lector no espera es precisamente lo que Karr hace en El club de los mentirosos. Que no es otra cosa que un ejercicio bestial de recuerdo, de reencontrarse con esos personajes, con su familia, con sus problemas, con esos sucesos anormales que la cotidianeidad los integra y asume, con esos episodios de su infancia y adolescencia tan traumáticos y duros (como la violación que sufre por parte de un compañero de juegos o el intento de asesinato por parte de su madre durante un brote sicótico). Una vez recopilados todos esos tremendos recuerdos, toca lo más difícil, ponerlos por escrito. Entonces, y de forma totalmente sorprendente, se obra el milagro literario, un milagro en forma de voz, de una narradora que en lugar de lamentarse e inspirar compasión como los huérfanos dickensianos, toma fuertemente las riendas y nos narra en un tono desenfadado, casi socarrón, irónico. Ejemplo de ello podría ser la forma en la que la autora narra la anécdota que desencadena el libro y que se explica en el prólogo. Evitando cualquier spoiler sólo os diré que es dolorosamente surrealista. No hay línea cronológica, ni caos, sino que las circunstancias y los recuerdos construyen esta narración partiendo de esa base, que no es otra que los trapos sucios que toda familia esconde, y que en su caso, son especialmente tremendos. Unos hablan de humor negro como velo para ocultar la catarsis dramática, otros de ciertas similitudes con la obra de Lucia Berlin y la mayoría destacan los momentos de desnudez en los párrafos más duros (en los que el uso del paréntesis, en párrafos enteros incluso, articulan los sentimientos más profundos). Personalmente creo que El club de los mentirosos es una mezcla de todo eso y más, en donde también tendría cabida ese análisis sobre la sociedad sureña en esos años o ese sentimiento de identificación que puede suscitar su lectura. De hecho, este último podría ser el responsable del arrollador éxito editorial de este libro en Estados Unidos y de que muchas personas que han leído este libro se acercaran a la autora durante las presentaciones para expresarle que no era la única, que ellos también habían sufrido infancias y adolescencias como la suya. Tal era la situación que la autora contó en una ocasión que desde la publicación de El club de los mentirosos acostumbraba a llevar a las firmas paquetes de pañuelos, pues algunos de sus lectores, al confesarle lo identificados que se sentían, se echaban irremediablemente a llorar. Antes de pasar a la reflexión final, la cual tiene su miga, sólo diré que mientas leía El club de los mentirosos experimenté muchísimas emociones: de sonreír ante el humor con el que cuenta una de las precipitadas y suicidas huidas hacia adelante que emprende la madre con Mary Karr y su hermana Lecia, a querer matar a esos padres ante la impotencia de sentir, como lectora, testigo de la violación que sufre cuando era una niña, para después pasar al horror más primitivo al presenciar ese intento de asesinato por parte de la madre armada con un cuchillo. Una montaña rusa que, aunque duela, el lector no puede perderse.
Una vez leído el tercer párrafo no hay ninguna duda de que El club de los mentirosos no son ni unas memorias al uso ni una lectura fácil de digerir. Y menos con ese estilo que, aunque aparentemente parezca poner distancias con el lector, consigue todo lo contrario, que te sumerjas en la vida de Mary Karr con todas las consecuencias, entre las que se encuentra el quedar devastada/do tras su lectura. Todas las críticas y reseñas que he leído sobre El club de los mentirosos coinciden en que el tema principal de la novela es la redención, y a partir de ella, construir de nuevo los pilares de una nueva vida. En otras palabras, que se puede sobrevivir y salir adelante tras haber sufrido una infancia y una adolescencia macabra y terrible. Sin embargo, y por ser un poco más original, dedicaré este último apartado a reflexionar de otro de los temas que pululan y sobrevuelan constantemente la novela y que terriblemente pasa desapercibido. "Antes, la tradición decía que había que silenciar estas historias (...) Pero el rechazo de Karr a reprimirse, su rechazo a no mentir nos señala que esos tiempos ya han quedado atrás. De aquí en adelante se hará la luz." Con estas palabras expresa la mediática actriz y autora del epílogo de esta edición Lena Dunham, unas palabras que en el contexto actual no dejan de resultar paradójicas. En el sentido de que por un lado es cierto que la sociedad se está poco a poco liberando de muchos de los tabúes que coartaban la libertad de los individuos, pero al mismo tiempo, y esto es una realidad, todavía existen muchos lugares del mundo en el que "el qué dirán" significa silencio y olvido en algunos casos. Y no solo me refiero a los países tercermundistas, pues, hasta hace cuatro días en los pueblos de la España profunda por ejemplo, no muy diferentes a los de la América profunda de hace unos cuantos años, se guardaban con celo los episodios más oscuros de una familia, aunque éstos acababan formando parte de la rumorología popular del lugar. Algo que actualmente continua siendo una constante en gran parte de la España rural que se extiende a lo largo y ancho del país. Y dentro de estos chismes y secretos inconfesables, los que tienen como protagonista a una mujer se guardan bajo siente candados. En El club de los mentirosos, Mary Karr habla largo y tendido sobre su madre. Hasta el punto de que ésta acaba por adquirir mayor protagonismo a medida que vas avanzando en su lectura. Curtida, inteligente, dura, que ha hecho lo que ha querido, que no obedece a los dictados que impone la sociedad. En definitiva, su personalidad queda lejos de la madre "coraje" que se ocupa de sus hijas mientras su marido se emborracha en el bar, no es ese modelo que el patriarcado fabrica, sino una mujer y madre imperfecta, como todas las mujeres y madres del planeta tierra que en ocasiones se sintió incapaz de mantener a Mary y a Lecia debidamente por las depresiones que sufría. Todo eso, la depresión y la imperfección en la maternidad, se ocultaba. A ojos del vecindario, del pueblo, de la ciudad, de la sociedad y del mundo las mujeres tenían que ofrecer una imagen de perfección artificial que en lugar de aportar cosas positivas, socava a toda mujer que se ve sumida en ese juego de apariencias, y en el caso de la madre de Karr hasta límites extremos. Si algo enseña Mary Karr El club de los mentirosos es que, además de que existe esa luz al final del túnel, este tipo de historias, los secretos, si se guardan demasiado tiempo, pueden resultar dolorosos, mortales incluso. Yo no digo que todos tengan que revelar ahora mismo todos esos secretos inconfesables, pero si apelo a la confianza, a la comprensión, a la empatía y a lograr una sociedad con una mente más abierta, que sea capaz de escuchar y de no juzgar movida por los eternos tabúes que deben poco a poco desaparecer. Hablar cuando una o uno esté preparado, respetar su decisión y dejar los prejuicios guardados en un cajón. El club de los mentirosos: una historia de tretas, infancias truncadas, violencia, humor, incomprensión, machismo, depresión, suciedad, esperanza...Un libro para leer, asimilar y reflexionar.
Frases o párrafos favoritos:
"Y entonces fue como si un agujero negro me tragara entera. O, más bien, como si el agujero siempre hubiera estado dentro de mi y me hubiera devorado poco a poco a lo largo de estos años sin que me diera cuenta. Me rendí sin más. ¿Qué término es el que usaban los médicos? Ah, sí: implosionar. Implosioné."
Película/Canción: a la espera de que alguna directora o director tenga la lucidez de adaptar estas novelas, pues tienen un interesante punto cinematográfico, os adjunto el tema ochentero que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae