UN PAR DE CÓMICOS
Título: Un par de cómicos.
Autor: Don Carpenter (California, 1931-1995) escribió numerosas novelas, cuentos y guiones de cine a lo largo de veintidós años de carrera. Su primera novela, Dura la lluvia que cae, se publicó en 1966. A ésta le siguieron títulos como Un par de cómicos (1979) o La promoción del 49 (1985). Fue alabado por la crítica y sus colegas, pero su obra nunca llegó a un público masivo. Víctima de una serie de enfermedades que lo acabaron incapacitando, se suicidó en 1995 antes de acabar su última novela, Los viernes en Enrico´s, terminada y prologada por Jonathan Lethem y publicada por Sexto Piso en 2015.
Editorial: Sexto Piso.
Idioma: inglés.
Traductor: Rubén Martín Giráldez.
Sinopsis: Desde hace años. Jim Larson y Dave Ogilvie forman un célebre dúo cómico cómodamente asentado en la fama. Cuando no están actuando en Las Vegas o de gira por el país, se encuentran en Hollywood grabando alguna de sus taquilleras películas. La amistad entre Dave y Jim parece haber sobrevivido al tiempo, al éxito (también al extraño cansancio que éste conlleva), a la implacable maquinaria del show business, e incluso a algún que otro avispado agente que quiere que Jim emprenda una carrera en solitario. A pesar de todo, siempre han sabido moverse como pez en el agua en un mundillo que conocen y aman, sin pagar, aparentemente, un peaje demasiado caro. Aún así, cíclicamente, Jim necesita desaparecer sin avisar a nadie, y Dave teme que alguna de esas veces sea la definitiva y todo acabe.
Su lectura me ha parecido: tragicómica, ligera, burlesca, implacable en su retrato de lo que sucede tras las bambalinas del mundo del espectáculo, ausente de sentimentalismos, una brisa entre un panorama literario a rebosar de intranscendentes dramas... La risa, esa que aflora de nuestros labios y garganta, como si de una idea que por necesidad tenemos que exponer en voz alta, para que todo el mundo la oiga, hasta los comensales situados a la otra punta del restaurante. Cuantos más mejor. Porque, si de algo vive la risa es de la compañía, de una comunión de afines que dan su aprobación en forma de más carcajadas. Complacientes, sinceras, comedidas, exageradas, con implicaciones nasales, lagrimales, vocales o todo a la vez. No hay una risa única, como tampoco aquello que nos conduce a ella. Dentro del infinito catálogo, los libros - adscritos al género humorístico - figuran en un puesto destacado a pesar, eso sí, del descrédito vertido más por la crítica que por parte del público, el cual, se entrega a ellas cual fan de una legendaria banda de rock. Homero fue, como en casi todo todo, pionero del noble arte de conseguir que nos partiéramos la caja con su epopeya Batracomiomaquia. Al igual que Aristófanes, Menandro o Luciano de Samosata con sus obras de teatro que bailaban entre lo pícaro, lo explícito y la sátira social. Siglos más tarde encontraríamos aquellos autores que provocaron cierta hilaridad en tiempos medievales tales como Chaucer, Martínez de Toledo o el Arcipreste de Talavera, capaz de aunar el carácter cortesano con ingenio verbal. Aunque el Decamerón de Boccaccio se considera uno de los textos de humor más importantes de la historia de la literatura - y en los últimos tiempos una suerte de manual para sobrevivir a una pandemia a base de contar historias cada cual más loca y subida de tono que la anterior - no podemos olvidarnos de nuestros patrios Fernando de Rojas con La Celestina y esa misteriosa o misterioso anónimo (no descartemos que fuese una mujer la que escribiese tremendo libro) que figura bajo El lazarillo de Tormes. Dos obras de impensable importancia que saben moverse entre los recovecos de la tragicomedia sin olvidarse de un despiadado retrato de la sociedad de su tiempo. Siglos más tarde llegarían Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca o William Shakespeare para renovar - en el caso del primero la novela y los tres siguientes el teatro - provocando regocijos desde los siglos XVI y XVII hasta nuestros días. Y más cercanos a la actualidad Sharpe, Whodehouse, Waugh, Durrell, Lodge, Pratchett, Jardiel Poncela, Fo o Gómez de la Serna entre otros. Todos ellos influenciados por escritores tan dispares como Wilde, Dikens, Twain, Valera o Zúñiga (nótese la ausencia de autoras en este género, lo cual nos debería hacer pensar). Luego, y tras este breve pero entretenido repaso a la historia de la literatura más desternillante, está Carpenter. Un guionista curtido en una escritura precisa y no exenta de comicidad que nos regaló una joya desconocida - al menos para una servidora - que nos habla de lo que se esconde tras los focos, de la otra cara de la fama, de las apariencias forzosas cuando, en el mundo de las icónicas parejas humorísticas, uno de los integrantes decide bajarse del barco. Un par de cómicos: jocosidad y desenfreno tras el dorado cartel de Hollywood.
En su extraordinaria labor por rescatar novelas de un injusto ostracismo, la editorial Sexto Piso se afana por traernos de vuelta la obra de Don Carpenter. Escritor de una dilatada experiencia de, ojo, veintidós años dedicada a la escritura de escaletas y diálogos para el séptimo arte. Autor de gran agilidad estilística y poseedor de un imaginario literario indisociable de su biografía - o más bien de sus vivencias entorno a la dorada Babilonia, más conocida como la industria Hollywoodiense - que, por desgracia, nos dejó demasiado pronto en el año 1995. Dicho esto, y a falta de haberme leído su obra póstuma y editada por la mencionada editorial Los viernes en el Enrico´s, Un par de cómicos viene a iniciar lo que se la venido a llamar la Trilogía de Hollywood, en la que Carpenter nos sumerge en el brillante pero podrido mundo del show business para hacernos reír pero también para revelarnos lo que todos ya sabemos aunque nunca viene mal recordarlo de vez en cuando: que el negocio del cine norteamericano, fascinante donde los haya, tiene el poder de colocarte en lo más alto de la fama planetaria como, al mismo tiempo, condenarte al más absoluto de los olvidos. Dicho de otra forma, unos días estás arriba, con las estrellas del firmamento, y otros en el sótano del fracaso del que se antoja complicada su salida. En el caso de Un par de cómicos (la primera novela que nos llega de esta temática abordada por Carpenter) no estamos tanto en un terreno pantanoso donde somos testigos de la decadencia de un actor o actriz cuyo tiempo de gloria ha quedado atrás, ni ante algo parecido a El crepúsculo de los Dioses hecho novela, sino en el meollo de una historia de amistad más allá del ámbito profesional que está a punto de llegar a su fin. Como los grupos de música, los dúos míticos o, por supuesto, las legendarias parejas de cómicos, muchos han acabado separándose y, por consiguiente, poniendo fin a sus carreras para volar, con mejor o peor suerte, en solitario. Justo lo que les sucedió a Dean Martin y Jerry Lewis (pareja cómica en la que claramente se inspira la novela de Carpenter) mientras el primero sucumbió ante los egos de su compañero de profesión por culpa de las críticas de la prensa y, como consecuencia, su popularidad fue cayendo con los años, el segundo despegó y creció hasta convertirse en uno de los humoristas y directores más importantes de la historia del cine.
Con un poso de comicidad con atisbos de patetismo y dramatismo - o lo que es lo mismo, lo que llamamos comedia triste - Carpenter nos habla de Jim Larson y Dave Oglive (magnífico perfilamiento de ambos personajes tanto en sus virtudes como en sus numerosos defectos), de su historia en común, de sus idas y venidas (sobre todo por parte de Jim influenciado por un productor que le insta a abandonar a Dave para actuar en solitario), de las fiestas glamurosas y regadas de alcohol que ambos se pegan y, sobre todo, de la sordidez y perversidad que impregna la trastienda del mundo de los teatros o sets de rodaje. Especialmente memorables son los pasajes en los que describen sus inicios, su primer encuentro y el inicio de la amistad que, ahora, está a punto de truncarse. Así como las insistentes arengas del productor, las lamentaciones y meditaciones de Dave en su rancho de Somona, el satirizante retrato del Hollywood de los 60-70 (décadas que cambiarían la industria para siempre) o el propio ambiente de las juergas - con aparición de Hugh Hefner, fundador de la revista Play Boy, incluida - desinhibidas y plagadas de arquetipos que le sirven al autor como ejemplos para acentuar la degradación social y moral. Una fauna de interesados y carroñeros a ojos de alguien que, paradójicamente, forma parte de la propia maquinaria. Ligereza y pericia en sus diálogos - la mano de guionista es prácticamente palpable en cada página - Un par de cómicos no deja de ser el reflejo, bastante trasnochado, de la vida misma en cuanto a relaciones sociales se trata. El ser humano tiende a relacionarse con otras personas, ya sea por afinidades concretas - amor, amistad, trabajo, familia, ocio... - o por interés, sin llegar a estrechar un vínculo particular, simplemente por la coyuntura de la situación. Éstas pueden ser duraderas, tanto que solo la muerte acabará por truncarlas. Pero, ¿qué pasa cuando algo falla? ¿Cuando ya no reconoces a la persona con la que has pasado gran parte de tu vida? ¿Cuándo existen más diferencias que puntos en común? ¿Cuándo vuestros intereses difieren por completo? ¿Cuándo has aborrecido la compañía de quien, hasta hace poco, era imprescindible en tu vida? Los ciclos existen, y en lo que a relaciones sociales éste está a la orden del día. Por eso evolucionamos, exploramos nuevos territorios que en ese momento nos resultan más atractivos, en definitiva, cambiamos. Y en ese camino, seguramente, algunos de los que considerábamos una extensión de nosotros mismos acaben quedándose por el camino. Ley de vida dicen, como sucede en la novela de Carpenter. Sin duda, la mejor bisagra entre esa lectura trascendental de 1.000 páginas y ese cuento que exige toda tu atención.
Un par de cómicos: una novela solvente, crítica, sin complejos temáticos y literarios, entretenida, que vuela en tus manos sin descuidar el contenido... Sin chistes malos pero con una buena dosis de tragedia burlona.
Frases o párrafos favoritos:
"Hacer películas es aburrido, y trabajar en Las Vegas es aterrador: ésa es la principal diferencia. Después de nueve o diez horas de aburrimiento, lo único que quiero hacer es irme a casa y ver la televisión, pero después de dos horas de terror, el mundo parece un lugar maravilloso."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Sexto Piso