AZUCRE
Título: Azucre.
Autora: Bibiana Candia (A Coruña, 1977) es escritora. Ha publicado los poemarios La rueda del hámster y Las trapecistas no tenemos novio, el libro de relatos El pie de Kafka y el artefacto narrativo Fe de erratas. Colabora de manera regular con Jot Down, Letras Libres y The Objective. Azucre es su primera novela y ha sido merecedora del Nollegiu de novela y del Premio de las Librerías de Navarra como uno de los mejores libros de 2021.
Editorial: Pepitas de Calabazas.
Idioma: español.
Sinopsis: Galicia 1853. El invierno más lluvioso de la historia ha destrozado las cosechas y una epidemia de cólera empieza a hacer estragos entre la población. Orestes, el Tísico, el Rañeta y Trasdelrío, el Comido, Tomás el de Coruña y muchos otros rapaces que anhelan un futuro mejor para ellos y sus familias deciden deciden abandonar sus hogares y partir rumbo a Cuba para ganarse la vida en las plantaciones de caña de azúcar. Pero ese viaje les tiene reservado un calvario que sus cándidas mentes jamás habrían sido capaces de imaginar. Azucre es el relato novelado de la auténtica historia de mil setecientos jóvenes que viajaron a Cuba para trabajar y terminaron vendidos como esclavos por obra de Urbano Feijóo de Sotomayor, un gallego afincado en la isla que, aprovechando la situación de necesidad de sus compatriotas, promovió una campaña de colonización blanca y sustitución de la mano de obra llevada desde África.
Su lectura me ha parecido: interesante, atípica, condensada, construida a base de impactos, muy visual, lírica, potente, pesadillesca en sus mejores momentos, plural en sus voces narrativas, epopéyica... Mi primer contacto con la historia - disciplina intelectual con la que algunas/os en este país tienen una relación más que problemática - fue, como a muchas y muchos de los que nos apasiona, a través de aquellos primeros ejemplares de la Muy Historia que cada mes devoraba como si de un bocadillo de atún con queso se tratara. Recuerdo el primero, dedicado a los (y las) malos malísimos de la historia. Ejemplar que aún, a día de hoy, guardo como oro en paño - no como aquel dedicado a la historia de la piratería que, misteriosamente, desapareció un verano en el pueblo - y que supuso entonces todo un shock para mi inquieta mente abierta a toda clase de información y aprendizajes. A lo que unos veían como una chorrada o una pérdida de tiempo, yo lo encontraba fascinante, entretenido y una buena forma de pasar el rato cuando el tedio aplanaba los días. Aquel primer contacto me llevó por senderos amazónicos, por una selva llena de criaturas - las y los susodichos personajes malvados del pasado - cuya fascinación se instaló en mi de inmediato. Fue en esas páginas donde descubrí figuras como las de Erzsébet Báthory - "La Condesa Sangrienta" para el común de los mortales - Josef Menguele, Calígula, Irma Grese, Mao Tse Tung, Guy de Rais, Iósif Stalin, Nerón, Pol Pot, Jorge Videla, Adolf Hitler, Leopoldo I de Bélgica y un larguísimo etcétera compuesto por dictadores, generales, reyes, lugartenientes fanáticos, médicos de dudosa ética, aristócratas, empresarios, matrimonios aparentemente "ideales" y anónimos que de pronto se revelan como el "carnicero de" o la "asesina de". Estoy convencida de que ahí empezó mi interés por leer sobre el mal, tratando de buscar la respuesta al porqué de dichos actos a todas luces totalmente condenables, de ahí mi fascinación por esos personajes - en el terreno de la ficción pero que bien podrían haber existido en la vida real - tan amorales y cuyo acercamiento supone un enorme desafío para la o el lector. Por eso cuando me topé, gracias a Bibiana Candia, con Urbano Feijóo de Sotomayor algo en mi cabeza hizo "clic", reconectándome directamente con aquellas perversas figuras que tanto me habían impresionado de adolescente. A pesar de que su presencia es más figurada que física, como esa inquietante mano que mece la cuna (o la política), lo cierto es que bien podría formar parte de una nueva lista, más patria, cercana, en la que figure como uno de los culpables de condenar a la esclavitud a casi 1.500 gallegos tras prometerles una vida mejor en la próspera Cuba de mediados de siglo XIX. Azucre: la terrorífica travesía hacia un aciago y vil destino.
Algo se mueve dentro del terreno de la novela histórica cuando textos como los de Dacia Maraini - veterana escritora italiana que consiguió plasmar las emociones de un mundo, por aquel entonces, con las cicatrices del confinamiento a través de una trama epistolar ambientada en la Sicilia del siglo XVIII - o de Maggie O´Farrell - cuyo Hamnet es una magistral carta de amor y reivindicación a aquellas mujeres que se han perdido entre los pliegues de la historia - tienen una repercusión tan positiva. El género está cambiando, evolucionando, sin olvidar la épica o el clasicismo formal en algunos casos, pero con un ojo puesto en el mundo que envuelve la escritura de estas piezas literarias. Prueba de ello es precisamente la primera novela - tras un intenso camino dentro del terreno de la lírica - de la escritora gallega Bibiana Candia y su Azucre. Un libro que, en comparación con los best sellers históricos al uso los cuales, por otro lado, siguen copando las listas de los más vendidos, destaca precisamente por esa notable diferenciación. Lejos queda Azucre de, por ejemplo, aquellas novelas que se mueven en la horquilla de las quinientas y mil páginas que nos siguen entregando una serie de autores cada dos o tres años. De hecho, además de su breve extensión, la novela de Candia sorprende desde la primera página, cuando la lectora o el lector se se adentra en ella descubre una presentación más sencilla, espaciada y con capítulos que, en ocasiones, no llegan a llenar la página entera. Aunque más que capítulos, habría que hablar más bien de impresiones, flashes visuales sobre los que su autora se apoya para tejer lo que quiere contar. Del mismo modo, el lirismo del que se enriquece - fruto de, como ya he comentado, sus inicios en la poesía - dista mucho de esos textos tan extensos como farragosos que a veces inundan la mesa de novedades de histórica. No por contenido (que nunca está de más) sino por no saber encauzarlos para resultar, ya no digo digeribles, al menos llamativos para el público. Más que una novela histórica al uso, Azucre resulta una rara avis dentro del género, ya que se mueve en dos terrenos, hasta ahora, muy diferentes. Por un lado, el rigor que exige cualquier libro que se aproxime a un hecho concreto del pasado y, por otro, el estilo que bien podría emplearse para elaborar prosa poética, así como un formato que destila profesionalidad y delicadeza. En cuanto a ese acontecimiento histórico que se narra en Azucre, lo cierto es que es la segunda y gran baza con la que juega ya que, al tratarse de un episodio relativamente desconocido - o al menos para una gran parte de las y los lectores - el reclamo es aún mayor. Gracias a esa poesía y una contención narrativa inusual, Candia sabe ahondar en la coralidad del relato para meternos de lleno en un viaje tan esperanzador - los rapaces lo emprenden motivados por alcanzar una vida mejor - como terrible - tanto en las condiciones de las naves donde viajan, como en su desolador destino una vez pisan tierras cubanas -. Mezclando lo mítico con lo terrenal, las leyendas con la aspereza, los amuletos con las cañas de azúcar o la humedad de los tablones de madera en constante contacto con el agua marina, Candia nos habla de estos antepasados gallegos a los que un político-empresario engañó vilmente en favor de unas ideas racistas. Pero también parece estar refiriéndose a aquellos otros jóvenes, los del siglo XXI, que cruzan el Mediterráneo en condiciones pésimas si no los ha engullido el mar, depositando su cuerpo en el extenso camposanto de algas, peces y tumbas arenosas. Cuesta comprender como, a pesar de la distancia histórica, todavía existen injusticias que, lejos de ponerles fin, se repiten una y otra vez ante nuestros ojos, los cuales han acabado asumiendo, casi sin darnos cuenta, pestilentes discursos de elitismo cultural eurocentristas. De esta tangible realidad nos habla Candia, aunque la trama transcurra a mediados en 1853, justo lo que, a mi juicio, debería hacer toda buena novela histórica que se precie. Por muy voluminosa o alternativa que sea. Tender puentes entre pasado y presente para hablarnos de como la capa del poder pervierte a quien la lleva puesta, así como de los que son expulsados o no son dignos de la protección que ofrece su aterciopelado manto.
Azucre: una historia de deseos, compañerismo, peligrosidad, fe, paganismo, crueldad, fascinación, dureza, esclavitud, silencio... Al rescate de aquellos hechos vergonzosos de nuestro pasado a golpe de imagen y poesía.
"La locomotora es una bestia dormida que resopla, grande como seis bueyes, brillante y cubierta de humo como una olla puesta al fuego. La impresión de La Habana aún no se ha desprendido de los rostros y ya están frente a un monstruo de hierro que jadea como un toro manso. Al hombre de la compañía, que de este lado viste de blanco impecable y tiene aspecto de alimentarse regularmente, lo acompañan dos mulatos jóvenes que no hablan, pero caminan justo detrás de él. Por edad podrían ser los rapaces; sin embargo, se miran como sabiendo bien si son de la misma especie. Los guían como un rebaño manso. Vamos, muchachos, no se me queden atrás, que el ferrocarril les espera, aún tienen por delante un camino de varias leguas hasta que lleguen a sus destinos.
Desde La Habana hasta los ingenios, el camino de hierro ahorra tiempo, carros y animales de carga. Nunca más llegamos, no era suficiente cruzar el océano, aún no llegamos. Nos han dado la bienvenida, pero aún no es aquí; aún hay que entrar más en la tierra, más lejos aún. ¿Seguirá existiendo el mundo que dejamos atrás? Nunca más llegaremos."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Pepitas de Calabaza