LAS SOLDADESAS
Título: Las soldadesas.
Autor: "Ugo Pirro (1920-2008), nombre artístico de Ugo Mattone, nació en Battipaglia, Apulia. Es conocido sobre todo por su extraordinaria y prolífica producción como guionista cinematográfico, que le valió dos nominaciones a los Óscar (Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha y El jardín de los Finzi-Contini) y la fama de cineasta contestatario y políticamente comprometido gracias a películas como La clase obrera va al paraíso u Operación ogro, sobre el asesinato de Carrero Blanco. Su experiencia como soldado durante la Segunda Guerra Mundial influyó en su temprana producción literaria, de la que forma parte Las soldadesas, su exordio como narrador. Otros títulos destacados de Pirro son Jovanca y las otras, Cinco mujeres marcadas, Frío furor y Mi hijo no sabe leer. " (Fuente: Altamarea).
Editorial: Altamarea.
Idioma: italiano.
Traductor: Gerardo Mataliana Medina.
Sinopsis: "Segunda Guerra Mundial, ocupación italiana de Grecia. Una misión muy peculiar rompe la alucinada monotonía de la vida militar de un joven teniente de estancia en Volos. Tendrá que ir a Atenas para recoger a un grupo de prostitutas griegas y entregarlas a las tropas italianas apostadas por diferentes puntos de la península helénica. Empieza así su viaje a través de una Grecia amiga y hostil, bella y desfigurada por la guerra y por el hambre. Un itinerario no sólo geográfico sino también interior, un periplo formativo que el joven soldado emprende niño y acaba hombre, después de haber conocido en el arco de unos pocos años el amor, la compasión, la vergüenza, el rencor y el remordimiento." (Fuente: Altamarea).
Su lectura me ha parecido: durísima, interesante, tremenda, reflexiva, sin adornos, salvaje, dolorosa, de esas que no puedes quitarte de la cabeza... Como muchos ya sabréis, uno de los temas que más de obsesionaron durante mi adolescencia fue el de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en cuanto descubrí que durante dicha contienda tuvo lugar uno de los mayores exterminios de vidas humanas, a lo que posteriormente se le conoció con el nombre de "Holocausto", no hubo quien me disuadiese durante aquel curso, a mis quince años de edad, de aprovechar cualquier oportunidad (trabajos de clase), para hablar sobre ello. Años más tarde, ya encontrándome en las aulas de la facultad de Geografía e Historia, me desencanté por completo del tema. Las causas: un profesor bastante descafeinado en sus lecciones y un hartazgo respecto a ese periodo concreto de la historia. Un hartazgo provocado, entre otras cosas, por una saturación, ya que, por si no lo sabíais, La Segunda Guerra Mundial y en concreto el Holocausto son los temas estrella que a toda o a todo interesado por la historia ha devorado, los que los alumnos (ya sean de secundaria, bachiller o universitarios) esperan con más ansia para ser abordados en clase, los que (ya sea por morbo o por verdadero interés) consiguen cambiar a las personas. Tras conocer lo sucedido durante los años que duró la contienda una ya no es la misma. Aunque con el paso del tiempo dediques tus pesquisas intelectuales a otros ámbitos, siempre acabarás regresando ahí, indirectamente incluso, pues el mundo cambió tras esa guerra, ese desembarco, esas ciudades devastadas, pero sobre todo, tras esas fotografías tomadas en Auschwitz. Sin embargo, y a pesar de que todo parece ya contado, investigado, hablado, debatido, escuchado, verificado, fotografiado, publicado... Las y los otros protagonistas de la Segunda Guerra Mundial tienen aún mucho que decir. No me estoy refiriendo a esos grandes personajes que la historia nos ha puesto en bandeja, cuyas posaderas reposaron sobre sillas del Reichstag, la Casa Blanca o el parlamento de Westminster, sino a aquellos cuyas voces aún nos son completamente desconocidas, aquellos que, aún fallecidos, pueden arrojar luz sobre ciertos episodios de un mismo acontecimiento, distintas perspectivas de lo que todos sabemos o creemos conocer. Ejemplo de ello, como no podía ser de otra forma, es el libro que hoy tengo el placer de reseñar, cuyas páginas nos trasladan a aquellos años, a aquella mortífera guerra, pero también a un escenario (por desgracia) no tan conocido ni estudiado y a unos personajes que bien podrían haber existido. Todo ello bajo la pluma de un autor, del que hasta ese momento jamás había oído hablar, que vuelca sus experiencias como soldado en la contienda para hablarnos de la crueldad y la compasión humanas. Las soldadesas: cuando la boca del infierno se llamó Grecia.
La historia de como Las soldadesas llegó a mis manos es bien sencilla, aunque para seros sinceros, irrumpió de forma totalmente inesperada. No lo vi venir, no me lo imaginaba, ni siquiera concebía la idea de que un libro así pudiese existir. Hasta el día que la editorial Altamarea (especializada en literatura italiana) acaparó gran parte de la prensa, así como las reseñas de muchas compañeras/os de la red con esta novela, a mi la participación de Italia en la Segunda Guerra Mundial no me resultaba interesante. Ojo, que no digo que sea un episodio carente de contenido intelectual o indigno de estudiarse, al contrario, lo que sucedió es que, como a mucha gente, me interesó más en su momento lo más llamativo de esta contienda, que como todos bien sabréis, fue el régimen Nazi y todo lo que giraba al rededor suyo. Sé que suena muy típico, pero, ¿quién puede asistir impasible a unas clases de historia en las que se habla de una política que llevó el imperialismo y la intolerancia, en todas sus vertientes, a límites tan extremos? ¿Quién no se queda algo traumatizado cuando, por primera vez, la profesora habla de campos de concentración en los que se eliminaba sistemáticamente a seres humanos? ¿Qué mentes tan retorcidas fueron capaces de llevar a cabo todas aquellas atrocidades? La respuesta, todas y todos la sabemos. No obstante, y esto pasa en todas y cada una de las áreas de conocimiento en las que una o un estudiante puede especializarse una vez acabas la carrera de Historia, el mapa de los acontecimientos es basta, enorme y en ocasiones inabarcable. De ahí el desconocimiento del alumnado en algunos aspectos de nuestra historia, la falta de profundización en las distintas perspectivas (incluyendo la de género o la queer entre otras muchas) o el ninguneo respecto a ciertos episodios que, aún teniendo lugar en el mismo año que, por ejemplo, la toma de París por los Nazis, no son tenidos en cuenta. Los motivos, o bien la profesora/or no es experto en el tema o bien no lo considera importante para explicarlo. Esto fue lo que, simple y llanamente, sucedió ya no sólo con la figura de Benito Mussolini durante la guerra (al cual, por supuesto, abordamos al principio, cuando se instaura el fascismo en Italia, y no volvimos a saber de él hasta el final de la contienda, con sangrienta anécdota incluida), también respecto al papel que Italia desempeñó en la misma. Las menciones no sirven de nada, decir que Italia participó en la guerra y punto no vale si no profundizas, algo que por supuesto no se produjo. Esto impidió que, por ejemplo, pasase por alto la invasión de Grecia por parte de las tropas fascistas el 28 de octubre de 1940. Que, como consecuencia de ello, no supiera nada respecto, ni siquiera que la península helénica había estado sometida a las tropas del eje. Y en última instancia, que no me interesase por el tema, por falta de incentivación fundamentalmente, hasta que, como he comentado antes, leí la primera reseña de Las soldadesas de Ugo Pirro. Tras aquel primer contacto lo tuve claro, aquel libro no sólo me iba a ampliar conocimientos sino que iba a suplir una carencia académica que aquel joven profesor de Historia Contemporánea Universal no supo suplir. Pasó el tiempo y conseguí hacerme con un ejemplar gracias a Altamarea, ejemplar que por supuesto me bebí entero, sin pensar en el dolor que aquel brebaje me iba a provocar en el estómago y en el alma.
En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo, a modo de advertencia, que en Las soldadesas no hay lugar ni para contemplaciones ni para recreaciones excesivamente literarias. Quien espere de ella una lectura blandita, complaciente y que recurra constantemente a la autocensura; que se abstenga, o mejor, que lo lea tras haberse curtido en mil y un batallas literarias, con la crudeza que eso implica. Subestimar a Ugo Pirro, quien en este texto se revela como un narrador directo y de gran potencia visual, es un error garrafal, y más teniendo en cuenta que Las soldadesas no es más que la consecuencia de su experiencia en el frente. No debemos pasar por alto que Pirro fue combatiente en Yugoslavia, Cerdeña y por supuesto Grecia, escenario de esta novela y lugar al que regresa literariamente hablando. No es de extrañar que, tras el trauma de la contienda, decidiese canalizar sus sentimientos, vivencias y demás experiencias horrendas del frente de la mejor forma que sabe. A unos les dio por pintar, a otros por el cine, pero Pirro decidió que la escritura sería su modo de vida, a la vez que su vía de escape, su medicina, su terapia para sobrellevar una juventud truncada primero por el fascismo y luego por la guerra. ¿El resultado? Una carrera como guionista muy sólida, con un estilo extraordinariamente contestatario, reconocido internacionalmente y, en el caso de Las soldadesas, una prosa igual de comprometida y lacerante. Definir la obra de Pirro resulta complicado, sobre todo si una recuerda su crudeza, su fusión de géneros (pues bien podríamos estar hablando de una suerte de perversa road movie trasladada al papel), sus realistas y abrasivas descripciones, "ese momento" (del que algunas reseñas han hecho spoiler sin contemplación alguna) y los sentimientos a flor de piel que me provocó nada más finalizar su lectura, esa travesía, ese viaje a través de una Grecia hambrienta, destruida, arrasada por la guerra. Discernir entre lo verídico o la fantasía, de nuevo, para el lector más exigente se presenta como una laboriosa tarea. Mi opinión es que sí, que el joven protagonista es Ugo Pirro y que sí, efectivamente, desde los altos mandos fascistas en Grecia le ordenaron cumplir aquella insólita misión. Más allá de eso, lo que está claro es que, espero que intencionadamente, el autor buscó hablar de uno de los episodios más ignorados de la Segunda Guerra Mundial, al menos para el gran público, al mismo tiempo que mostrarnos una de las caras menos conocidas y por desgracia más desapercibidas de cualquier guerra, como fue el mundo de la prostitución, en concreto, durante la ocupación fascista de Grecia. Como bien apunta la sinopsis, el joven protagonista tiene que recoger a un grupo de prostatitas en la capital para luego repartirlas por los diferentes campamentos fascistas que se encontraban a lo largo de la península con el fin de "levantar la moral" a las tropas. Además de, en lo cinematográfico, recordarme constantemente a Apocalypse Now, y en lo literario, a un moderno Corazón de las tinieblas, lo que se desprende de esa historia es una amalgama de temas muy conocidos por el gran publico pero que aquí, en Las soldadesas, adquieren un matiz memorable. Esos paisajes destruidos que el protagonista recorre, ese hambre tatuado en los cuerpos de las meretrices de un burdel de Atenas, ese olor permanente a muerte, esa extraña y tierna relación con las prostitutas, las terribles razones por las que estas mujeres se vieron obligadas a ejercerla, la evolución de la relación del joven con una de las prostitutas llamada Eftijía (de la cual él el se llega a enamorar), las guerras por conseguir un pedazo de pan, las ejecuciones, los cuerpos en las cunetas, los niños famélicos, ese paso de la juventud a la madurez siempre de fondo, esa sensación de que estás leyendo una novela de iniciación o aprendizaje única,"ese momento" (tan fuerte como desgarrador)... Todo tiene su lugar en esta novela, dejando para la posteridad unas imágenes (pues Pirro era más guionista que novelista) que bien podrían hacernos temblar o incluso sollozar, pero también apuñalar nuestro estómago. Las soldadesas se ganó a pulso, y por méritos propios, estar en la lista de lo mejor que había leído en 2018. Espero que tras leer esta reseña no os acobardéis y me hagáis caso, ¿quién sabe? Es posible que esta lectura os haga pensar, reflexionar, descubrir que aún quedan muchas cosas por contar y que la guerra escuece, devora, aplasta, veja, amputa, viola; deja cicatrices imposibles de sanar.
En primer lugar, en el año 1942 se estableció el primer prostíbulo alemán en un campo de concentración, El de Mauthausen fue el primero, seguido del de Auschwitz en 1943 y el de Buchenwad en 1944. Fueron creados con el objetivo de crear un incentivo de colaboración para los prisioneros. Sin embargo, sus instalaciones fueron finalmente utilizadas por los kapos, funcionarios y criminales en su mayoría. Lejos de incentivar la productividad e los verdaderos cautivos, lo que provocó fue la proliferación de un mercado de cupones entre los altos mandos. Se calcula que al menos más de 34.140 mujeres fueron violadas en aquellos lugares y que la mayoría de ellas fueron trasladadas desde el campo de concentración Ravensbrück. Además de contraer enfermedades de transmisión sexual, lo cual las condenaba a una muerte segura, muchas de ellas fueron obligadas a someterse a esterilizaciones o abortos, los cuales en la mayoría de los casos provocaban su fallecimiento. El tema de la prostitución en los campos de concentración no aparece en los relatos de supervivientes hasta el año 1972, cuando se publicó la primera edición de Heinz Heger´s Book - traducido al español como Los hombres del triangulo rosa - un documento pionero narrado en primera persona sobre el internamiento de los homosexuales en los campos de concentración. Hasta entonces, tema desconocido en la historiografía y para el gran público. Pero no fue hasta los años 90 del pasado siglo cuando las investigaciones de historiadoras de la talla de Christa Paul o Christa Schulz contribuyeron a desmontar el tabú de la prostitución femenina forzosa en dichos lugares. En segundo lugar, en 1981 salieron por primera vez a la luz los testimonios de mujeres como la coreana Lee Ok-seon, que con quince años fue raptada por el Ejercito Imperial para ejercer la prostitución. A pesar de su juventud, Ok-seon cuenta que tenía que acostarse con más de cincuenta soldados al día, o de lo contrario, recibían violentas palizas. Como ella, se calcula que más de 200.000 jóvenes procedentes de países como China, Corea, Filipinas y Japón fueron secuestradas y forzadas a ejercer la prostitución en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en la cual Japón tuvo un papel muy activo defendiendo a las potencias del eje en el pacífico contra los Estados Unidos. Pasado el tiempo, todavía encontramos en la sociedad nipona gente que niega su existencia, revisionistas que sostienen que las barbaridades cometidas contra las "mujeres de solaz" - como comúnmente se les suele conocer - fueron una invención para menoscabar la historia japonesa. Ya van quedando menos supervivientes de la violencia sexual, y las pocas que aún viven (algunas de ellas sobrepasan los ochenta años de edad) siguen esperando una disculpa más sincera que la que recibieron en el año 2007 por parte del gobierno de Japón, además de que las promesas de compensación (tanto social como económica) se cumplan. Y en último lugar, se ha escrito mucho sobre el Día D o la Batalla de Berlín, pero hasta hace bien poco no se ha puesto el foco en contar y sacar a la luz las historias de todas aquellas mujeres que fueron violadas por las tropas aliadas por un lado y soviéticas por el otro. En cuanto al desembarco de Normandía, se estima que unas 17.000 mujeres francesas fueron violadas por soldados norteamericanos. Y en cuanto una de las últimas batallas de la Segunda Guerra Mundial, estudios llevados a cabo por el historiador británico Anthony Beevor y el testimonio anónimo de Una mujer en Berlín arrojan luz sobre una tragedia que condenó a muchas mujeres agredidas sexualmente por las tropas soviéticas a un sangrante ostracismo. Tampoco debemos olvidar que de una violación tan terrible como la que sufrió Lynne Jones, esposa del novelista Anthony Burgess, en suelo británico y perpetrada por un grupo de soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, salió una de las novelas más escalofriantes y que el cine acabó convirtiendo en un icono: La Naranja Mecánica. Una denuncia y feroz crítica al sinsentido de la violencia, una violencia gratuita que por desgracia, en muchos ámbitos de nuestra vida, hemos aprendido a normalizar. Las soldadesas de Ugo Pirro nos habla, entre otros muchos temas, de como una sociedad tan machista como la de mediados de siglo XX engendraba monstruos capaces de cometer las mayores barbaridades contra la población, en especial contra las mujeres. Pero también, y eso debe quedarnos a todas/os claro, la importancia de hablar, de escribir, de narrar. Pues si algo no se conoce, si no se menciona, si no se investiga, si permanece oculto, si nadie pone voz a los testimonios, si nadie los lleva ante las altas esferas, si nadie los da a conocer al público en... Entonces, para la sociedad, no pasó, ergo, no existió. Las soldadesas: una historia de guerra, hambre, destrucción, muerte, violaciones, prostitución forzosa, aprendizaje a golpe de realidad... La novela por la que los lectores estaremos eternamente agradecidos a Altamarea.
Frases o párrafos favoritos:
"-Eftijía, no somos enemigos... Las cosas son así... Nunca lo hemos sido... No se llega a serlo de un día para otro, no basta con una orden desde arriba para que nazca el odio en el interior. Para que crezca el odio se necesita tiempo... A veces no es suficiente ni siquiera un siglo... El amor es diferente: un chico ve a una chica y se enamora al instante... No..., no..., no hay una sola razón que justifique esta sangre..., esta hambre que os consume hasta la vergüenza... "
Película/Canción: si tuviera conocimientos sobre dirección cinematográfica y mucho dinero, estoy convencida de que llevaría esta historia a la gran pantalla. Que no os quepa la menor duda. Pero como eso no va a suceder (al menos en los próximos diez años, soy optimista a pesar de todo) os adjunto una pieza de la BSO de Zorba the Greek. Una cinta protagonizada por Anthony Quin y Alan Bates en la que la música del compositor griego Mikis Theodorakis habla por si sola. Puede que la pieza en cuestión sea demasiado alegre para lo que se narra en Las soldadesas, pero no he podido evitar recrearme en su sonido tan directo a la raíz de lo que musicalmente es Grecia para redactar la presente reseña.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Altamarea