Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

sábado, 22 de mayo de 2021

RESEÑA: Parentesco.

 PARENTESCO


Título: Parentesco. 

Autora: Octavia E. Butler (Pasadena, Estados Unidos, 1947 - Lake Forest Park, Estados Unidos, 2006). La apodada como "la gran dama de la ciencia ficción" vivió su infancia en un barrio interracial, siendo criada por su abuela y su madre y devorando cada revista sobre dicho género que caía en sus manos. Años más tarde ingresó en la California State University, la cual abandonó para comenzar a estudiar Escritura Creativa en la Universidad de los Ángeles llegando a recibir su título de profesora asociada en Artes en 1968 en el Pasadena Community College. Así mismo, también estudió en el Screenwriter´s Guild Open Door Program y en el Clarion Sciencie Writer´s Workshop, donde asistió a clase con el maestro de la ciencia ficción Harlan Ellison. Su primera historia, Crossover, fue publicada en la antología Clarion de 1971. Pattermaster, su primer a novela, fue el primer volumen de una serie de cinco entregas - Mind of my mind (1997), Survivor (1978), Wild Seed (1980) y Clay´s Ark (1984) -. Con la publicación de Parentesco en 1979, Butler logró mantenerse como escritora a tiempo completo y al fin el reconocimiento a su obra. Butler también es autora de la trilogía Xenogenesis, de La parábola del sembrador (1993) así como de una colección de cuentos cortos publicados bajo el título Hijo de sangre y otras historias (1995). Ha ganado algunos de los premios más prestigiosos que reconocen las obras de ciencia ficción, entre ellos el Premio Locus, el Premio Hugo, el Premio Nébula o el Premio Science Fiction Chronicle. 


Editorial: Capitán Swing. 

Idioma: inglés. 

Traductora: Amelia Pérez Villar. 

Sinopsis: Dana, una joven negra es de repente e inexplicablemente transportada desde su hogar en la California de la década de 1970 hasta la Maryland de mediados de siglo XIX, en plena Guerra Civil. Mientras viaja en el tiempo entre ambos mundos, uno en el que es una mujer libre y otro en el que forma parte de su propia y complicada historia familiar en una plantación del sur, se enreda aterradoramente en la vida de Rufus, un conflictivo esclavista que es a la vez un antepasado de Dana, y en las vidas de muchas personas que están esclavizadas por él.

Su lectura me ha parecido: original, clásica desde lo estilístico, tremendamente imaginativa en la trama, muy crítica, fascinante en su tratamiento de los personajes - especialmente los femeninos - ágil, reflexiva, inquietante, desgarradora por momentos, totalmente pertinente en los tiempos que corren... Harriet Tubman, nacida a mediados de 1820 en Maryland. Hija de esclavos que, tras sufrir humillaciones, trabajos forzados, insultos, palizas - incluyendo un golpe en la cabeza con una pesa de un kilogramo que le provocó desmayos, mareos y episodios epilépticos de por vida - y ante la posibilidad de ser separada de su familia, escapó en dos ocasiones de la plantación, siendo la segunda de ellas la definitiva. Obligada a viajar de noche, debido a la peligrosidad del camino, y guiada por la Estrella Polar, caminó más de noventa millas hasta llegar a Pensilvania, uno de los estados abolicionistas más importantes de la época. A partir de ese momento, Harriet se dedicó a rescatar esclavos de las plantaciones a través de la ruta conocida como Ferrocarril Subterráneo, jugándose la vida y bajo los apodos de "Moisés" o "General" para esconder su verdadera identidad. Tras la Guerra Civil - donde se convirtió en la primera mujer en liderar un asalto armado - siguió luchando por la abolición de la esclavitud, así como por el derecho al voto femenino. Rosa Parks,1913, natural de Alabama, por aquel entonces, uno de los estados con la política segregacionista más extrema del país. Costurera de profesión, el mundo entero la conoció por su negativa a levantarse ante las insistencias de un conductor de autobús para que cediese su sitio a un hombre blanco. Cuando la policía le preguntó por qué no se levantaba, Parks respondió con otra pregunta: "¿Por qué todos ustedes están empujándonos por todos lados?". Acusada de perturbación del orden público, Parks fue arrestada y multada con un cargo de 14 dólares. En respuesta a su encarcelamiento, Martin Luther King - un pastor bautista relativamente desconocido en ese momento - condujo la protesta de autobuses públicos de Montgomery instando a la población afroamericana a no subirse en en autobuses y a transportarse por sus propios medios. La protesta de 382 días concluyó con el fin de la segregación racial en el transporte público, así como en otros ámbitos de la vida cotidiana en Estados Unidos. De este modo, Rosa Parks no solo inició una carrera política vinculada al Partido Demócrata en favor de los derechos de los afroamericanos, también se convirtió en un símbolo de lucha pacífica que ha perdurado hasta nuestros días. Alicia Garza (Okland, 1981), Patrisse Cullors (Los Angeles, 1984) y Opal Tomei (Phoenix, 1984). Socióloga, filósofa e historiadora y experta en comunicación respectivamente. Tres mujeres de la generación de los ochenta, un contexto en el que la población afroamericana había consolidado algunos de los derechos fundamentales más importantes. Sin embargo, las tres frecuentaron o formaron parte de diferentes grupos activistas antirracistas, afrofeministas o de reivindicación LGTBI ante la certeza de que aún quedaba - y queda - mucho camino que recorrer al respecto. Ante la absolución de Geroge Zimmerman - responsable de vigilancia comunitaria - por la muerte del adolescente de 17 años Trayvon Martin en el año 2013, las tres fundaron el movimiento Black Lives Matter. Movimiento que traspasó las esferas de Twitter y de los hastags hasta convertirse en todo un clamor popular y mundial en las calles, siendo especialmente activo tras el fallecimiento de George Floyd a manos de un policía el pasado 2020. Cinco mujeres, tres contextos diferentes, pero todas atravesadas por una realidad: la discriminación de la comunidad afroamericana que, lejos de haberse superado, todavía seguimos hablando de racismo institucionalizado más allá de la proliferación y auge de la extrema derecha en el país durante los últimos años. De ahí que, para entender lo que está sucediendo, así como para librarnos de todos los prejuicios raciales que pueda sustentar erróneamente, acudo a los ensayos, pero también a la ficción, a novelas como la que hoy tengo el placer de reseñar. Parentesco: esclavitud, memoria histórica y viajes en el tiempo. 



"Mujer, negra, escritora y, por si fuera poco, de Ciencia Ficción." Eso mismo debieron pensar muchos - sí, en masculino, ya que el género estaba en los años 60 y 70 copado mayoritariamente por hombres blancos - puristas al observar como Octavia Butler se llevaba los premios más importantes - incluyendo el Hugo y el Nébula - de la Ciencia Ficción novelada. En un momento en el que autores como Ray Bradbury, Stanislav Lem e Isaac Asimov parecían intocables, siendo sus libros los que de alguna forma marcaban el patrón a seguir por las nuevas generaciones, de pronto, irrumpe Butler con igual o mayor talento que sus antecesores y con unas ideas que estaban llamadas a revolucionar la Ciencia Ficción tal y como se conocía entonces. Octavia Butler pertenece a la conocida como "Nueva Ola" en la que, a pesar de estar encabezada por Philip K. Dick - autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que Ridley Scott adaptaría al cine bajo el título de Blade Runner - fueron muchas las mujeres que comenzaron a ganar peso en un género tan masculino. Ursula K. le Guin, Johana Russ, Sheri S. Tepper, Margaret Atwood o Alice B. Sheldon entre otras muchas pusieron los cimientos para que, en la actualidad, las mujeres no sean consideradas bichos raros por escribir sobre sociedades distópicas, viajes espaciales o ficción especulativa. Librándolas de prejuicios y supuestos a la hora de juzgar su capacidad para imaginar otros mundos posibles. Sin perder ni un ápice de la tradición dentro del género, Butler coge las enseñanzas recibidas (tanto de sus lecturas de infancia y juventud como de lo aprendido durante su etapa universitaria) y lo conduce a terrenos hasta entonces inexplorados. Porque sí, Parentesco es una novela sobre viajes en el tiempo, eso es cierto y en ese sentido su inspiración no puede ser más clásica. Así como su estilo, rápido, directo, con muchos diálogos, con unos personajes enormemente funcionales. Bebiendo en ese sentido también de aquellos relatos que aparecían en las revistas de Ciencia Ficción que tanto consumía Butler de pequeña. Pero entonces, la trama se convierte en el principal elemento de la novela, una trama que la escritora trufó de temas, debates, críticas y reflexiones que, hasta ese momento, nadie había osado introducirlas en el género. Cuestiones como el Afrofeminismo o Feminismo Negro - tan en boga en los años 70 gracias a Angela Davis, Audre Lorde o Bell Hooks entre otras activistas - que busca poner sobre la mesa la interseccionalidad del movimiento feminista, el propio racismo aún presente en los Estados Unidos - señalando a los culpables de su asimilación social - así como la importancia de la historia (y la memoria sobre todo) como motor del cambio y el avance de los derechos y libertades de la comunidad afroamericana. Porque sin historia no hay recuerdos, y sin recuerdos - saber lo que pasó para analizar sus causas y consecuencias - es muy difícil seguir adelante. De este modo y en un ejercicio literario soberbio Octavia Butler reinventa la ciencia ficción desde el feminismo trasversal - otorgando gran protagonismo a las mujeres negras - asentando las bases de lo que posteriormente se conocerá como Afrofuturismo - estética literaria y cultural que también tiene, por citar un ejemplo, la película Black Panther - además de proporcionarnos una pertinente llamada de atención desde los años 70 (década en la que se publicó) a toda esa gente que piensa que el racismo es un problema del pasado. 


Centrándonos en la obra propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Parentesco nos presenta a Dana, un personaje memorable donde los haya que sirve tanto como motor de la historia como catalizador de todos los planteamientos y reflexiones que la autora vierte en la novela. Dana, una joven novelista, vive con su novio Kevin, que también es escritor en la California de los años 70. Su relación resulta incómoda, tanto para sus respectivas familias como para el resto de gente ya que, a pesar de que las cosas parecen haber cambiado, todavía resulta escandaloso que una mujer negra y un hombre blanco se enamoren y quieran vivir en pareja. Aún así su unión es fuerte, bien avenida y, aunque han tenido que trabajar mucho para dedicarse profesionalmente a lo que les apasiona y el color de sus respectivas pieles parece resultar un problema para la sociedad que los rodea, ellos deciden apostar el uno por el otro y superar cualquier adversidad. Un día, Dana sufre un mareo que le transporta a una plantación de Maryland - lugar al que llegaron desde África los primeros hombres y mujeres que posteriormente serían esclavizados - hacia 1815. Allí, en este primer viaje en el tiempo, salva a un niño pelirrojo llamado Rufus sin ser consciente de la importancia de dicho acto. Dana regresa inmediatamente al presente, pero los continuos mareos hacen que cada vez le sea más difícil regresar a él. Es entonces cuando Kevin decide acompañarla en sus viajes, en los cuales ambos descubrirán que Rufus, el niño que Dana no dejó que muriese, además de ser hijo del propietario de la plantación, es antepasado de la propia protagonista. Descubriendo que en su linaje se mezcló la sangre de blancos y negros. Dicho esto, Dana toma como "misión" preservar la vida de su antepasado, a pesar del dilema moral y paradoja que se da - debe proteger a un familiar que a su vez se convertirá en la mano ejecutora de latigazos y demás abusos hacia los suyos - así como moverse entre los propios esclavos para no ser descubierta, algo que no le será fácil debido a su instruida educación. Esta circunstancia hará que los roles entre Kevin - quien se infiltra entre los esclavistas para pasar desapercibido - y la propia Dana cambien, así como su entendimiento como pareja. Dentro de esta novela de personajes sobresale, como no, el de Dana, la enorme protagonista que Butler crea como catalizador de, no solo la acción que está teniendo lugar, también las reflexiones que la autora vierte sobre ella. Tampoco debemos pasar por alto a Rufus que, pese a convertirse en un ser despreciable como pocos, se eleva como el contrapunto perfecto de la novela. Así mismo, Parentesco se nutre de ricos personajes secundarios, como Alice, otra mujer de poderosa impronta dentro de la trama. Además de una clara intención de rescatar y reivindicar personajes femeninos reales de la época tales como la ya mencionada Harriet Tubman o Sojourner Truth (feminista y abolicionista, se convirtió en la primera mujer negra en ganar un juicio contra un hombre blanco en su lucha por recuperar a su hijo). Y es que, como ya he dicho al principio de la reseña, Butler persigue tres objetivos claros. El primero de ellos, la renovación de los parámetros de la ciencia ficción, acercándola a otras realidades y miradas que no fuesen la blanca y heteropatriarcal. Segundo, en relación con este último, dar más protagonismo a las mujeres dentro del género, otorgándoles papeles protagónicos potentes y ausentes de estereotipos. Y por último, y creo que más importante, mostrar al lector como un problema histórico - el racismo hacia la población negra - sigue estando, por desgracia, no solo de actualidad, sino que, por si fuera poco, intrínsecamente unido al sistema capitalista que ha dominado Estados Unidos - con su respectiva evolución, claro está - desde hace siglos. Un carácter instructivo que, más allá del estilo empleado y de contener momentos de gran dureza, acaba por impregnar toda la historia. Dejando muy claro cual es el problema, cual es su origen, la urgencia de ponerle remedio al problema y, por supuesto, evidenciar lo poco que ha cambiado la sociedad estadounidense al respecto. 

Parentesco: una historia de desigualdad, violencia, viajes temporales, injusticia, Afrofeminismo, esclavitud, vigencia, pertinentes debates... La novela que debería leerse en cada instituto y en cada casa. En Estados Unidos y en cualquier otro país del mundo. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Yo era, probablemente, el peor guardián que podía tener: una negra cuidando de él en una sociedad que considera a los negros seres infrahumanos, una mujer en una sociedad que trataba a las mujeres como si fueran eternamente niñas". 

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Capitán Swing

miércoles, 12 de mayo de 2021

RESEÑA: La ladrona de fruta.

 LA LADRONA DE FRUTA


Título: La ladrona de fruta. 

Autor: Peter Handke (Griffen, Austria, 1942). Premio Nobel de Literatura 2019, es todo un clásico contemporáneo de la literatura en lengua alemana. Su medio centenar de novelas, ensayos y obras de teatro tienen en común la angustia de la soledad y la incomunicación, con un estilo original que nunca renuncia a la creación cerebral. También ha escrito algunos guiones cinematográficos para Wim Wenders y dirigió la película La mujer zurda, basada en una novela homónima. Entre los numerosos numerosos premios que ha recibido a lo largo de su carrera es de destacar el Georg Büchner, equivalente al Cervantes de las letras alemanas. Handke también es autor de Contra el sueño profundo, La tarde de un escritor, Carta breve para un largo adiós, Desgracia impeorable, El miedo del portero al penalty o La noche de Morava entre otros


Editorial: Alianza Editorial. 

Idioma: alemán. 

Sinopsis: Alexia, a la que todos llaman "la ladrona de fruta" va a emprender una "Expedición-de-una-sola-mujer" por la Picardía francesa en busca de su madre. Antes de partir, su padre le da algunos consejos para el camino. Pero el relato se inicia con Alexia, sino con el narrador, que parte un día de agosto de la "bahía de nadie": ¿para qué?, ¿para observar a "la ladrona de fruta"?, ¿para acompañarla en silencio? No: para dar fe de sus experiencias y aventuras en su viaje iniciático. 

Su lectura me ha parecido: densa, meta literaria, actual, pesimista, crítica, cálida, detallista, abrumadora en su lenguaje así como en datos, épica desde lo contemporáneo, reflexiva, un viaje (explícita e implícitamente) … En su híbrido ensayo la también Premio Nobel de Literatura Olga Tockarczuk - cuyo nombre sonó junto al del autor que ocupa la presente reseña delante del solemne portón dorado y frente a una nube de periodistas procedentes de medio mundo - hacía una pertinente distinción. Para la autora polaca lo volátil, lo móvil, en definitiva, lo errante, es civilizado según nuestra propia concepción europeísta y etnocentrista. Mientras que lo directo, ese lugar que se fija en el mapa para ir por el motivo que sea, se antoja más una conquista que cualquier otra acción. Los turistas invaden, llenan monumentos, dejan dinero en la ciudad y se van. Un poco como los bárbaros (o lo que desde una posición, de nuevo, no exenta de prejuicios consideramos como tal) al efectuar sus incursiones de conquista. Porque sí, los turistas conquistan, en una época concreta del año, pero a diferencia de los pueblos que acabaron por tomar Roma - por citar un ejemplo - o bien no vuelven nunca más o repiten, en sus ansias por seguir atesorando recuerdos, vivencias, instantáneas que ilustrarán los álbumes familiares del primer estante de la biblioteca del comedor. Siguiendo la opinión de Tockarczuk el verdadero viaje sería el no planificado, el que se emprende no por placer sino por conocimiento, el que supone un ejercicio de autodescubrimiento, el que no sigue la corriente - o el que escapa de las vías de turismo más tradicionales - y, por supuesto, el que no atiende a coherencia, horarios, necesidades generalizadas o plazos. Si bien es cierto que, para emprender una travesía como la que Tockarczuk nos expone en Los errantes, tendríamos que haber superado las trabas que el capitalismo más salvaje nos pone y, tener un nivel económico lo suficientemente solvente y, por supuesto, que la sociedad en general viese con buenos ojos otras opciones menos planificadas y más austeras (y no solo a nivel material). Dicho esto, fue una casualidad casi prodigiosa el toparme con esta conexión entre la escritora polaca - famosa por su literatura a caballo entre la crítica ecologista y un realismo mágico propio - y el autor austríaco de apellido casi cinéfilo - lo sé, Handke y Haneke no se parecen en nada, pero en mi cabeza parece ser que sí - de polémicas y despreciables declaraciones - sus opiniones negacionistas acerca del genocidio de Sreberinca causaron bastante revuelo - de innumerables  galardones literarios - incluyendo el Nobel de Literatura del año 2019 - y de una producción literaria larga y potente. Esta, mi primera incursión en su universo novelístico, os aseguro, no será la ultima. La ladrona de fruta: viaje iniciático, observación y la Picardía francesa. 


Este libro no es lo que parece. Eso os lo comento ya de antemano. Ni siquiera la brevísima sinopsis que nos encontramos en la contraportada refleja el mamotreto literario al que debe enfrentarse el lector si su objetivo es hincarle el diente para saciar cualquier apetito placentero o intelectual. Handke no es un escritor fácil, de hecho, está en las antípodas de lo que podríamos considerar literatura del montón. Handke viene de lo incómodo, de una posición de insumisión célebre dentro del conjunto literario europeo, de la experimentación, así como de un frontal rechazo a cualquier servidumbre de carácter comercial que implicase una traición a sus propios valores, y por tanto, a su propia forma de escribir y de concebir la literatura. Aún así y a pesar de sus polémicas opiniones de carácter político - de las cuales he citado un ejemplo en el primer párrafo - eso no ha evitado recibir en la última década aquellos galardones que acaban por engrandecer o condenar la carrera de un escritor. Esto no quiere decir, repito, que ser Premio Nobel sea sinónimo de escritor de difícil comprensión (de hecho, otras y otros galardonados se han caracterizado por poseer un estilo más accesible para el gran público tales como Svetlana Alexiévich, Alice Munro, Patrick Modiano o Kazuo Ishiguro entre otros) pero en el caso de Peter Handke hay que informarse previamente, aunque sea a través de reseñas u opiniones varias - hasta en caliente diría yo -, no vaya a ser que pensemos que nos vamos a topar con la típica historia veraniega para entretenernos sin pensar mucho cuando (y aunque lo estival está muy presente) es mucho más. Sí, La ladrona de fruta se ambienta en la estacijón más calurosa. Sí, el lector será testigo del viaje que emprende Alexia - cuyo apodo da título a la presente novela y confieso que me encanta - a lo largo de tres días en los que recorrerá parte del territorio francés hasta llegar a la Picardía. Y sí, existe un objetivo, el de encontrarse con su madre además de suponer una especie de viaje iniciático, de un acceso a la madurez desde la juventud. Pero, La ladrona de fruta es eso y mucho más. Podríamos pensar, antes de adentrarnos en sus páginas, que Alexia será la que lleve la voz cantante, la que nos guíe a través de las ciudades y pueblos que deja a su paso, que conoceremos su historia a través de sus pensamientos. Sin embargo, la sinopsis nos da la clave de que esto no va a ser tan fácil. Que es probable que disfrutemos de la novela, pero que el camino será largo, algo denso e introspectivo, muy introspectivo. Para empezar, Alexia - alias la ladrona de fruta - resulta ser el personaje más llamativo de cuantos se encuentra el verdadero narrador, quien parte de un lugar desconocido y la acompaña, en silencio, sin estridencias, observando sus pasos, decisiones, lugares por los que pasan. Todo para dar fe de su recorrido, del viaje que emprende y que, al mismo tiempo, le sirve a él de reflexión interna como viajante, escritor, intelectual y persona que le importa el contexto que tiene lugar a su alrededor. ¿Veis como no era simplemente un libro sobre unas vacaciones soñadas entre cobertizos, ríos y atalayas medievales?


Dividida en dos partes, La ladrona de fruta se presenta como una especie de continuación de una novela anterior - Por la sierra de Gredos (2002) y de la cual no entraré a hablar - y en la que al parecer hay un cambio de papeles. Si en Por la sierra de Gredos la historia giraba entorno a una madre en busca de su hija, en La ladrona de fruta es una hija la que emprende el viaje para encontrarse con su madre. Una odisea que, como ya he anticipado en el anterior párrafo, tiene un profundo poso de autodescubrimiento y confecciona el marco perfecto para que su autor, Peter Handke, exponga reflexiones entorno al conocimiento, la vida en general, el errante caminar - de ahí la conexión con Tockarczuck - los males de la sociedad actual así como sus reflexiones desde su posición de intelectual y escritor. Con un detallismo casi exhaustivo, Handke detalla los preparativos para el viaje del narrador - su alter ego - así como su condición de outsider social. Más adelante, vemos como éste va anunciando la aparición de Alexia hasta que finalmente se encuentran en un pueblo. A partir de ese momento, el narrador sigue los pasos de la ladrona de fruta en su viaje de "expedición-de-una-sola-mujer" por una tierra salpicada de castillos y arquitectura medieval. Es en ese momento en el que el narrador se echa a un lado para otorgarle cierto protagonismo, que no todo, a Alexia en su particular odisea. Dicho esto, observamos como Peter Handke, en palabras de la traductora Ana Montané, trata en La ladrona de fruta de redefinir, o de actualizar, el género de las epopeyas medievales. Aquellos textos que en prosa o en verso buscan narrar las aventuras del protagonista, un caballero y a menudo acompañado de un escudero, en la búsqueda de un objetivo concreto. Que la novela transcurra en la Picardía francesa - famosa por sus fortalezas góticas e impresionantes construcciones de la Plena y Baja Edad Media - ya nos sumerge en el mismo paisaje (aunque restaurado y visto con los ojos de alguien que habita el siglo XXI). Por no hablar del sentido del viaje, más allá de las reflexiones entorno a si se debería o no perseguir una motivación para emprenderlo, y ese joven que aparece en el tramo final, convirtiéndose en ese "escudero" contemporáneo que le faltaba a la historia. Aquí el caballero andante - tan celebrado y popularizado unos siglos después por Miguel de Cervantes - es en realidad una mujer decidida, fuerte y que está dispuesta a llevar a cabo su empresa. Por otro lado, Handke nos adentra en senderos poco transitados dentro de la literatura de viajes donde emergen los debates más candentes de la sociedad actual, así como su visión más deprimente: la indefensión de los inmigrantes ante la injusticia que se comete contra ellos, una población cada vez más "empantallada" o la vulneración de los espacios naturales. De este modo, lo que parecía un viaje al interior de Francia se convierte en un viaje al interior de la mente del escritor. Una cabeza en plena ebullición, en busca de una historia, de la inspiración, de aquello que haga fluir la tinta de la pluma. Algo que Peter Handke parece encontrar en Alexia, en la literatura medieval - especialmente la del escritor alemán Wolfrang von Eschenbach - y en la certeza de que, observando (ojo a las pormenorizadas descripciones de la novela) conseguirá culminar su obra magna. 

La ladrona de fruta: una historia de etapas, paisajes de otro tiempo, adalides, aprendizajes, iniciación, fascinación, deambular, acontecimientos insustanciales que acaban marcando un antes y un después... Una vuelta de tuerca contemporánea a uno de los géneros literarios más antiguos de la historia. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Y, además, el fuego, también preparado ya hacía raro, ardía, crepitaba, crujía, chisporroteaba y rugía en la chimenea, que, de nuevo, no era ni demasiado pequeña ni demasiado grande, tenía justo las proporciones adecuadas para esta noche. ¿Un fuego de chimenea en verano? ¿Y qué? ¿no estaba la mesa, que no era de ébano, o de mármol, pero tampoco de contrachapado o de plástico, puesta, no con porcelana de Limoges y cristal de..., pero tampoco con... ?: todo eso, como solo en las historias antiguas, muy antiguas. "¿Solo?" ¿Entonces eso quería decir: que a diferencia de en la vida, en realidad? ¡No! También en la vida sucedían cosas así, de vez en cuando y justo en el momento adecuado, y también en la realidad; lo real de la realidad."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

martes, 4 de mayo de 2021

RESEÑA: Anónimas. La escritura silenciosa de las mujeres.

 ANÓNIMAS

LA ESCRITURA SILENCIOSA DE LAS MUJERES


Título: Anónimas. La escritura silenciosa de las mujeres. 

Autora: Raquel Presumido (Oviedo, 1992). Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos y el Máster de Guion del Sindicato de Guionistas en la Universidad Carlos III de Madrid. Trabajó como becaria en productoras televisivas y teatrales durante algún tiempo, compaginándolo con su formación en escritura de ficción en escuelas como Hotel Kafka o Fuentetaja. En 2016, La Casa del Lector otorgó el primer premio a su relato Amantes insomnes en el certamen Cuentos Sonoros. Aficionada al mundo de los fanzines políticos, debutó en 2018 con la autopublicación de su ensayo Sabrina, cosas de brujas, un análisis feminista del guion de la serie adolescente de los noventa. Actualmente oposita a profesora de Lengua y Literatura e imparte talleres de escritura que giran entorno a la ficción escrita por mujeres. 


Editorial: Antipersona. 

Idioma: español. 

Sinopsis: Sentados juntos a la máquina de escribir, las mujeres han redactado documentos, mecanografiado contratos y escrito cartas para sus jefes. También han aguantado las bromas, los comentarios y el acoso sexual de compañeros y superiores. Convertidas en mito erótico y blanco de chistes, las secretarias escribían en silencio documentos que firmaban sus jefes. Pero eso no sucedía solo en el interior de las oficinas. Las mujeres de los genios de la literatura hacían de secretarias, traductoras, correctoras y agentes mientras se ocupaban de la casa y los niños y a veces incluso trabajaban fuera para sostener económicamente a la familia. Su rastro se perdía en la historia mientras ellos recibían premios y reconocimiento. Otras mujeres, unas pocas, consiguieron publicar enfrentándose a los prejuicios y a las dificultades. A veces no pudieron firmar sus obras, en otras ocasiones lo hicieron con nombre masculino. Este libro traza la genealogía de esa escritura silenciosa de las mujeres para que no la olvidemos y para que no dejemos que continúe pasando.  

Su lectura me ha parecido: breve, ágil, muy accesible, iniciática, con capítulos a destacar (aunque en general todos son necesarios e interesantes), urgente, feminista, capaz de empujar a la o el lector a investigar por su cuenta... Cuando terminé de leer este cortísimo ensayo - demasiado tal vez - fueron dos los personajes (uno seriéfilo y otro cinéfilo) que se me vinieron a la cabeza. El primero fue el de Peggy Olson entrando por primera vez en las oficinas de Sterling Cooper. Aquella mujer de ojos claros, melena oscura, callada, de apariencia tímida, remilgada, vestida con tonos pastel, recorriendo las estancias de la agencia de publicidad. Entraba como secretaria, una de las profesiones más feminizadas, erotizadas, ridiculizadas y menospreciadas del mercado laboral de los años 60 - algo que se extiende en parte hasta nuestros días - . En un lugar en el que los puestos de gran responsabilidad eran copados por hombretones trajeados que se robaban las ideas para grandes campañas o anuncios con sesudas reflexiones y bebiendo más de lo que su hígado podía soportar. Y en un país, los Estados Unidos, que comenzaba a despertar del sueño del American Way of Life a golpe de contracultura y feminismo de segunda ola. Peggy Olson - interpretada por Elizabeth Moss - entró como mera secretaria ante los ojos de los espectadores, a la sombra de su jefe, del protagonista, el totémico Don Drapper (encarnación del macho alfa en decadencia de mediados de siglo XX) pero saldrá, tras siete gloriosas temporadas, como una de las mejores publicistas de la empresa, además de en una de las abanderadas del feminismo liberal - blanco y de clase media por supuesto - de su tiempo, y por extensión, un icono audiovisual para los tiempos actuales. El vivo retrato de algunos de los derechos que Betty Friedan, Gloria Steinem o Bella Abzug entre otras condensado en su personalidad inteligente, despierta y leal. Demostrando que sus ideas eran igual de buenas que las de cualquier otro compañero, que esa "cesta de besos" podía ser una gran campaña. El segundo, fue el de Joan Castelman. Pelo blanco, ojos azules y rostro casi hierático. La impecable representación del terrible dicho "la gran mujer detrás del gran hombre". Un hombre, su marido, al que van a otorgar el Premio Nobel de Literatura, de ahí el viaje a Estocolmo y todas las entrevistas concertadas en la capital escandinava. Joan lo acompaña con resignación, a cada acto, a cada tertulia, a cada cena previa a la ceremonia con embajadores y demás autoridades, harta de la condescendencia con la que la tratan - a pesar de tener estudios - y de la invisibilidad a la que le ha condenado su propio esposo. Pero todo tiene un límite y Joan explota revelando al espectador el secreto que ha estado guardando durante años, el de que ella es, en realidad, es el verdadero coloso literario, la autora de la novela que lo hizo merecedor de dicho reconocimiento mundial. Amarga película que, no solo nos ofrece una de las mejores interpretaciones de Glenn Close, sino que además resulta una reflexión entorno al rol de la mujer del supuesto genio, del artista, del brillante escritor que el patriarcado ha contribuido a moldear. A Peggy Olson y a Joan Castelman les separan décadas, épocas, empleos y circunstancias personales. Pero aunque son dos mujeres procedentes del mundo de la ficción, su inspiración puede rastrearse en el de otras mujeres reales a las que la escritora Raquel Presumido ha querido reivindicar desde lo puramente divulgativo. Anónimas: de secretarias, mujeres de, autoras amordazadas y de como el patriarcado convirtió su talento en invisibilidad. 


Centrándonos en la reseña propiamente dicha comenzaremos, en primer lugar, resaltando la extraordinaria brevedad del presente ensayo. No es de extrañar si tenemos en cuenta que Antipersona - la editorial valenciana que lo ha publicado - siempre se ha caracterizado por hacer llegar a los lectores textos, en su mayoría de no ficción, de una extensión bastante asequible sobre temas que - antes sobre todo - no habríamos encontrado en editoriales más generalistas. Desde un libro sobre la evolución de lo que significa "salir de fiesta" a lo largo de la historia hasta una novela sobre el caso Alcasser y el trauma que causó en la psique colectiva de los años 90, pasando por mujeres barbudas y su representación en el cine, las experiencias de varias voces influyentes del colectivo trans en España, el diario de un oficial al mando del IRA durante su estancia en la cárcel, un fresco sobre señoras victorianas cleptómanas y el nacimiento de los grandes almacenes en Europa o un ensayo sobre la Yakuza entre otros. El texto de Raquel Presumido ha encontrado hogar en una editorial que, como acabamos de comprobar, ostenta una de las líneas editoriales más eclécticas del panorama literario. Rellenando algunos huecos del conocimiento que habían quedado desclasados o directamente ignorados por el gran público desde una intención inminentemente divulgativa. El libro de Pesumido, en comparación con algunos títulos del catálogo, es tal vez el que más se adecúe a la urgencia intelectual del momento, a la necesidad de contar la historia desde otra perspectiva, la de las mujeres, las grandes olvidadas, a las que desde no hace mucho, y por fin, parece que se les empieza a escuchar de nuevo. Tras el montaje teatralizado de la portada  - donde vemos a un jefe demasiado "pachorro" y a una secretaria con la sonrisa demasiado amplia, casi forzada - y tras un impecable prólogo de Silvia Nanclares encontramos una escritura pulida, solida, perfectamente apoyada en una bibliografía que se recoge al final del libro y a la que la autora no duda en recurrir cuando es necesario para su argumentación. Con una clara pretensión divulgativa, la autora invita a que el lector, a posteriori, reflexione, desarrolle mirada y pensamiento crítico, buscando por su cuenta otras lecturas más especializadas, más densas si lo prefiere, relacionadas con los distintos temas que se abordan. Algo que nunca está de más. Dicho esto, y volviendo a la cuestión de la brevedad, es cierto que hay capítulos magníficos donde Presumido construye un discurso y ofrece datos, pequeñas biografías de personajes femeninos invisibilizados y desconocidos para el gran público, citas, títulos de películas, apoyo fotográfico... Pero me ha faltado cierta profundidad en algunos capítulos, como en el de "Personajes femeninos en series y cine", donde me he quedado con ganas de más y es que, en comparación con otros, este apartado se queda un poco corto. 


Sin embargo, y a pesar de lo comentado en el anterior párrafo, Anónimas no deja de ser un ensayo importante dentro del maremágnum de libros feministas que han visto la luz en los últimos años. No solo por su acercamiento al lector, sin planteamientos extraordinariamente complejos y yendo directamente al fondo de la cuestión a tratar, sino por su despliegue de planteamientos y personajes que deberían tener su hueco en la historia de la literatura pero que, por el hecho de ser mujer, o bien nunca lo han recibido o si lo han hecho ha sido demasiado tarde - o lo que es lo mismo, una vez muertas -. Mujeres a la sombra de los grandes. Casadas con quienes, en muchas ocasiones, han impedido que éstas se desarrollasen como autoras de renombre pese a tener el talento suficiente como para lograrlo. Como Zenobia Camprubí - perteneciente a las Sin Sombrero, poeta, autora de una de las colecciones de diarios fundamentales para conocer el contexto de principios de siglo XX pero que, por desgracia, es más conocida por se la mujer de Juan Ramón Jiménez - Vera Slónim - quien tuvo que abandonar sus aspiraciones literarias para leer, traducir, corregir, mecanografiar, asesorar jurídicamente, hacer labores bibliográficas, chófer y hasta cazar mariposas para que su marido, Vladimir Nabokov, pudiese dedicarse solo a escribir - o Sofía Behrs - quien incluso sufrió el plagio de una de sus novelas por parte de su marido, el intocable Lev Tólstoi, quedando reflejada en el imprescindible Guerra y Paz -. Obligadas a firmar sus obras con pseudónimo masculino o siglas - "James Tiptree Jr." era Alice Sheldon, "Currer Bell" Emily Brontë, "A.M" Louisa May Alcott, "George Sand" Aurore Dupin, "Víctor Catalá" Catalina Albert, "George Elliot" Mary Ann Evans o tras "J.K. Rowling" se escondía en realidad Joanne Rowling -. Amordazadas a la retórica patriarcal - escritoras como Phillis Wheatley, María Lejárraga, Colette, Violette Leduc, Sylvia Plath o Lucia Berlin vieron como sus obras eran firmadas por sus esposos o bien murieron antes de recibir el reconocimiento que merecían -. O simplemente inexistentes para el mundo - como es el caso de Bette Nesmith, la secretaria que en los años 50 inventó el Típex cansada de empezar de nuevo cada vez que cometía un error mientras escribía a máquina -. Imprescindible es el capítulo reservado, precisamente, al de las secretarias. Profesión feminizada donde las haya y donde se evidencia, de nuevo, otro tipo de escritura invisible, la de aquellas mujeres que redactaban informes, contratos, cartas y demás escritos en nombre del jefe de turno. Por no hablar de su conversión en falso mito erótico por parte del cine, la prensa y la publicidad. Pasando a ser el flanco de burlas, comentarios machistas, acosos y abusos sexuales de toda clase. Dos escrituras silenciosas: la de las escritoras que luchan por hacerse un hueco en una disciplina intelectual que las desprecia y la de las secretarias que pelean por ser valoradas y reconocidas en un mercado laboral inminentemente masculino. Las primeras, en algunos casos, acaban sin quererlo convirtiéndose en las segundas, y viceversa, de secretarias en escritoras, con mejor o peor suerte, redactando sus propios textos para darlos a conocer al mundo. Interesantes paradojas y lúcidas reflexiones finales - la prevalencia de los casposos prejuicios respecto a las escritoras en tiempos donde se publican más libros firmados por mujeres que nunca - las que se dan en este ensayo que, esperemos, no sea el último de Raquel Presumido. 

Anónimas: un ensayo sobre injusticia, invisibilidad, secretarias que tratan de escapar al estereotipo erótico, escritoras engullidas por el genio, escritoras que no publicaron, escritoras que lo hicieron bajo otro nombre, escritoras cuidadoras, escritoras olvidadas... Una conciso estudio feminista que aboga por una educación en igualdad y en el conocimiento de todas y cada una de ellas. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Por mucho que la crítica literaria y el periodismo más tradicional se empeñen en decir que son buenos tiempos para las mujeres en la literatura, afirmando poco menos que nuestro modesto éxito es fruto de una necesidad de cumplir una cuota de diversidad por parte de las editoriales, en realidad es una moda temporal y las autoras salen a cuentagotas. Además, el público que consume ficción escrita por mujeres está formado, en su mayoría, por otras mujeres. Los prejuicios acerca de autoras no han cambiado tanto, a la vista está que, cuando una mujer escribe un libro, los medios se centran exclusivamente en el hecho de que sea una mujer y hacen aburridas y simplistas comparaciones con otras escritoras que nada tienen que ver con ellas."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Antipersona