EL MOTEL DEL VOYEUR
Título: El motel del voyeur.
Autor: Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey 1932), de raíces italianas fue periodista en The New York Times entre 1956 y 1965 y ha escrito en The New Yorker, Time, Harper´s Magazine o Esquire, que señaló su artículo Frank Sinatra está resfriado como el mejor que jamás publicaron sus páginas. Junto con Tom Wolfe, se considera el padre del Nuevo Periodismo. En 2012 recibió el Premio Reporteros del Mundo, otorgado por El Mundo, en reconocimiento a toda su obra, que incluye Retratos y encuentros o El silencio del héroe, una extraordinaria recopilación de sus crónicas deportivas. En 1971 publicó Honrarás a tu padre, monumental crónica sobre la mafia que inspiró Los Soprano y fue elegido como uno de los mejores libros de no ficción del año por Qué Leer. En 1992 narró la historia de la familia Talese en Los hijos, a la que siguió Vida de un escritor. El motel del voyeur es su último libro.
Editorial: Alfaguara.
Idioma: inglés.
Traductor: Damià Alou.
Sinopsis: a principios de 1980, Gay Talese recibió una carta de un hombre de Colorado que le hacía partícipe de un secreto sorprendente: había comprado un motel para dar rienda suelta a sus deseos de voyeur. En los conductos de ventilación instaló una "plataforma de observación" a través de la cual espiaba a sus clientes. Talese viajó entonces a Colorado, donde conoció a Gerald Foos y pudo comprobar con sus propios ojos la veracidad de la historia. Además, tuvo acceso a sus diarios: un registro secreto de las costumbres sociales y sexuales de su país. Pero Foos había sido testigo también de un asesinato, y no lo había delatado. Tenía, pues, muchos motivos para permanecer en el anonimato, y Talese pensó que esta historia nunca vería la luz. Hoy, Foos está listo para hacerla pública y Talese puede darla a conocer.
Su lectura me ha parecido: interesante, atrayente, reveladora, sutil, perspicaz, honesta, para nada tediosa, un descubrimiento... La historia de la literatura está plagada de lugares emblemáticos. Ciudades, pueblos, aldeas, monumentos, casas particulares, campos, bosques, praderas, lagos, ríos, océanos, cafeterías, restaurantes, prostíbulos, librerías, puentes, caminos...Y como no podía ser de otra forma, las escritoras y los escritores han acabado rindiéndose también ante los hoteles. Si lectoras y lectores, esos espacios inmóviles, que aguantan inexplicablemente el paso del tiempo y en cuyas habitaciones han vivido, permanentemente o temporalmente, personas de toda clase y condición. Seguro que rápidamente se nos viene a la cabeza el famosísimo hotel Overlook (Colorado)que Stephen King describió en El resplandor y que posteriormente Kubrik lo convirtió en uno de los hoteles más famosos del cine, aunque originalmente éste se llame Stanley. Como no recordar el hotel Ruán, donde Emma Bovary y Leon Dupis daban rienda suelta a su pasión o el Hotel des Bains, donde Gustav von Aschenbach se aloja en la novela de Thomas Mann La muerte en Venecia. Seguramente, quien sea un forofo de Cortázar recordará que su monumental Rayuela abundan los hoteles. Sin embargo, muy pocos conocen que fue en uno concretamente llamado Esmeralda donde el reputado autor escribió dicha obra. A diferencia de los nombrados en este párrafo, el lugar en el que se ambienta la historia del libro que hoy reseñaremos es un modesto motel, de carretera, sencillo, pero que sin duda, por sus características, logra por si solo convertirse en un protagonista más dentro de la narración. Al oír la palabra motel es imposible que el lector no la asocie con el ficticio Bates Motel, espacio en el que Hichcock ambientó Psicosis. Pero a partir de ahora, y espero que por mucho tiempo, se recuerde el Manor House gracias a El motel del voyeur: obsesión, tratado social y periodismo de calidad.
La historia de como El motel del voyeur llegó a mis manos es bastante curiosa. Desde siempre, incluso ya encontrándome estudiando la carrera de Historia, me han atraído más la novela que el ensayo puro y duro. Esto fue así durante un tiempo, es más, no disfrutaba igual cuando me tocaba leer algún libro de filosofía o algún artículo científico. Me gustaba lo que leía, aprendía y resultaba a mis ojos muy instructivo, pero no lograba que aquellos textos me llegasen a apasionar tanto como cuando me adentraba en cualquier buena novela. Todo eso cambió, creo recordar, cuando por casualidades de la vida, tuve que leerme La Mística de la Feminidad de Betty Friedan. Escogí su libro para hacer el trabajo de una asignatura sobre Historia de Estados Unidos y de un día para otro, se convirtió en uno de esos libros que marcarían no sólo mi interés por la literatura y el pensamiento feminista, también logró entreabrir esa puerta tantos años cerrada. Por vez primera, sentí curiosidad por lo real, lo no ficción, esos libros que sin grandes pretensiones logran hablarte de temas de gran actualidad desde la veracidad que implica el ensayo en todas sus dimensiones. Desde ese momento, por mis manos han pasado diversos títulos que se ajustan a esta descripción, hasta llegar a la que se convertiría en uno de mis referentes, Svetlana Aleksiévich. Con ella y con Voces de Chernóbil me introduje de pleno en en el llamado periodismo literario, y para seros sincera, la experiencia me encantó. Tanto que posteriormente he ido ampliando mis lecturas dentro de este tipo de ensayo. Y gracias a ese descubrimiento, y tras indagar un poco en el género, llegué hasta la obra de Gay Talese, respetado periodista y autor de grandes libros de investigación periodística. Al principio, me interesé enormemente por Honrarás a tu padre, pero El motel del voyeur se cruzó en mi camino y el que pudiese tomarlo prestado de la biblioteca de mi barrio, acabó por sepultar mi curiosidad por aquella monumental crónica sobre la mafia. Inicié su lectura al poco tiempo y no sólo acabó por convertirse en una de las lecturas de este verano, sino en un imprescindible con mayúsculas.
Centrándonos en lo que de verdad importa, diremos que El motel del voyeur presenta una lectura amena, muy sutil y que va ganando a medida que vas avanzando. Es inevitable que, hasta el lector menos experimentado en estas lides, acabe leyendo este libro llevado por el morbo. Y puede que así sea, pero, hay que reconocer que Gay Talese, como buen periodista que es, no se deja llevar por la especulación ni por la polémica, sino que cuenta lo sucedido, así, sin más, de la forma más transparente posible. Tras la publicación de este libro en Estados Unidos vino lo previsible: la polémica y el buscarle tres pies al gato. Sin embargo, para el lector siempre le quedará el consuelo de que Talese obró bien, prueba de ello es que esperó a que el verdadero protagonista, Gerald Foos, estuviese preparado para contar su historia. Por otro lado, estamos ante un libro peculiar, un ensayo periodístico, cuya estructura es tremendamente marcada, por la que el lector avanza sin problema alguno. Aunque eso si, tengo que reconocer que cuando el autor llega al meollo del asunto, es decir, al diario del voyeur, la lectura adquiere una dimensión distinta. Si pensabas que iba a ser una narración sin más, estás muy equivocado, El motel del voyeur guarda muchos ases en la manga, y es trabajo del lector sorprenderse cuando los encuentre. Seguidamente, y en lo relativo a esa historia que Talese nos presenta, la verdad es que parece sacada de una película de las de antes. De hecho, en mi mente las imágenes que recreaba eran de una tonalidad uniforme, con ecos al Bates Motel y al Gran Hotel del Norte de Twin Peaks. Pero es cierta, tan cierta como que la lluvia moja el suelo, y alrededor de esa irrefutable verdad, se construye un relato de enormes implicaciones. Cuando el lector se enfrenta a un texto verídico, lo que ocurre es que no puede evitar hacerse preguntas, muchas más que si estás ante un relato ficticio: ¿cómo? ¿cuándo? pero sobre todo, ¿por qué? Ese "por qué" rondaba continuamente mi cabeza y aunque encontrase gran parte de la respuesta en la particular obsesión sexual de Foos, seguía preguntándomelo, pues, esta visto que el ser humano está dispuesto a todo, y cuando digo a todo es a todo, incluso a violar la privacidad tras una mirilla. Cabe mencionar que El motel del voyeur es la conclusión de una investigación periodística pero también un tratado social. Al igual que le sucediese al Marqués de Sade con su producción literaria, Gerald Foos en su particular diario relata no sólo lo que sus ojos ven, si no lo que implícitamente significan esas escenas de sexo en las habitaciones del Manor House. Si el lector sabe leer entre líneas se dará cuenta de que las relaciones sexuales son el hilo conductor perfecto para representar a la sociedad de su tiempo. Y en el caso de El motel del voyeur estamos hablando de un periodo comprendido entre los 60 y los 80 aproximadamente, lo que resulta todavía más interesante, pues podemos apreciar la evolución de la sociedad estadounidense, partiendo del acto sexual hasta llegar a cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales de gran envergadura. Por último, algo enormemente perturbador. Con El motel del voyeur, Talese consigue que el lector se sienta cómplice de Foos y del propio autor. Hasta el punto de que, como bien afirma un crítico del The New York Times: "uno puede admirar este libro y al mismo tiempo arrancarse los ojos". Talese suelta la bomba, la comparte con quiera adentrarse en sus páginas, cuenta lo sucedido, reflexiona sobre ello y confiesa sus sentimientos encontrados respecto al personaje de Gerald Foos. De esta forma, Talese consigue sincerarse con el lector, eso si, dejando a éste con la sensación de haber sido testigo también de las escapadas de Foos a la "plataforma de observación", o lo que es peor, de haber espiado al propio Foos.
En lo que respecta a la reflexión final, era obvio que tratándose de El motel del voyeur, ésta no podía faltar. Y aunque el tema del voyerismo da para más de un debate pertinente, mis palabras las quiero dirigir en otra dirección. Para ser más concreta, es necesario que las apunte directamente sobre los platós de televisión. Si, y es que me sobran razones y argumentos para decir que en este país el trabajo de algunos periodistas deja mucho que desear. A nadie se le debería escapar esta verdad, hace unos días, debido al atentado terrorista que tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona, todo el país fue testigo de como algunos que se denominan "profesionales de la comunicación", comenzaron a especular desde el minuto uno. No había pasado ni media hora de los atentados y en las principales cadenas de televisión ya se estaba polemizando, sin darse cuenta de que con sus palabras, conseguían banalizar un acontecimiento tan trágico como crucial de cara a Septiembre, mes en el que se retoma la actividad parlamentaria. Nadie parecía darse cuenta, los españoles ya estábamos lo suficientemente sugestionados por las imágenes que poco a poco aparecían en pantalla como para indignarse por la actitud de los ya conocidos como "tertulianos". Y lo más grave es que esta no es la primera vez que ocurre. En este país los medios de comunicación que en teoría deberían de proporcionar información al ciudadano desde la honestidad que da la profesionalidad y los años dentro de la profesión, han acabado sucumbiendo al espectáculo, al contenido vacío y a la apariencia. Todo con tal de ser tendencia en las redes sociales, porque ahora para nuestra desgracia, se mide en función de cuantos likes consigues en Facebook. Evidentemente, en este país todavía quedan buenos periodistas y es cierto que las nuevas tecnologías pueden hacer que una noticia llegue a más gente, otra cosa es la intención que haya detrás de quien controla dichos canales de difusión. Leyendo a Gay Talese en El motel del voyeur me he dado cuenta de este problema, es más, una servidora no ha podido evitar rendirse ante su talento literario y su calidad como periodista. Da igual en qué medios ha trabajado, dónde ha escrito sus artículos, no me importa si es de derechas o de izquierdas, ni sus opiniones sobre ciertos temas de debate en EEUU. Con este libro Talese irradia verdad, honestidad, humildad, respeto hacia el entrevistado, cautela respecto a las fuentes usadas, pero sobre todo, compromiso con la profesión. Un buen periodista debe escuchar, no dejarse embaucar por cualquier información, mostrar espíritu crítico, llegar hasta el fondo del asunto, saber reflexionar sobre ello, plantear debates a los lectores y a ser posible, buscarle las cosquillas al poder, pues, es una de las armas de contención que todo país democrático posee. Informar desde lo verídico, no desde la mentira o el morbo. Muchos periodistas, cuyos nombres no quiero citar, deberían aprender de Gay Talese, no es el mejor periodista del mundo, pero si uno de los más profesionales que existen. El motel del voyeur: una historia de obsesión, secretos, revelaciones, delito, asombro, promiscuidad, calidad periodística...Un libro difícil de olvidar.
Frases o párrafos favoritos:
"Querido señor Talese: (...) Durante mucho tiempo he querido contar esta historia, pero no tengo talento suficiente y me da miedo que me descubran."
Película/Canción: se ha sabido recientemente que los prestigiosos directores Sam Mendes y Steven Spielger han declinado sus ofertas para rodar una película basada en el libro. Mientras esperamos a que se aclaren los rumores, os adjunto la pieza de BSO que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Lo se, me muero por un café y una tarta de cerezas.
¡Un saludo y a seguir leyendo!