Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

viernes, 17 de julio de 2020

RESEÑA: Tierra de mujeres.

TIERRA DE MUJERES

Título: Tierra de mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural. 

Autora: María Sánchez (Córdoba, 1989). Es veterinaria de campo y colabora habitualmente en medios escribiendo sobre literatura, feminismo, ganadería extensiva y cultura y medio rural. Coordina el proyecto Las entrañas del texto, desde el que invita a reflexionar sobre el proceso de creación, y Almáciga, un pequeño vivero de palabras del medio rural de las diferentes lenguas de nuestro territorio. También es responsable de la sección Notas de campo en Carne Cruda Radio, un diario sonoro desde los márgenes centrado en historias, personas y animales que habitan nuestro medio rural. Sus poemas han sido traducidos al francés, al portugués y al inglés. Es autora del poemario Cuaderno de Campo (La Bella Varsovia, 2017). 


Editorial: Seix Barral. 

Idioma: español. 

Sinopsis: María Sánchez es la primera mujer de su familia en dedicarse a un oficio desempeñado tradicionalmente por hombres. Su día a día como veterinaria de campo pasa por recorrer España en una furgoneta y vencer la desconfianza en un entorno masculino como es el rural. En este personalísimo ensayo, la escritora se propone servir de altavoz y dar espacio a todas las mujeres silenciadas en el campo, que tuvieron que renunciar a una educación y a su independencia para trabajar la tierra y cuidar de los suyos. A partir de historias familiares de la autora y de reflexiones sobre ciencia y literatura fruto de sus lecturas, Tierra de mujeres viene a llenar un vacío en el debate actual sobre el feminismo y la situación de la España rural, sin olvidar algunos conflictos que la asolan, como la despoblación y el olvido de los pueblos, la explotación de los recursos naturales o las condiciones laborales. Hija y nieta de veterinarios, heredera de los valores de una familia vinculada desde hace años al campo y a los animales, María Sánchez nos alerta del peligro de perder un patrimonio transmitido de generación en generación y nos ofrece estas páginas una visión realista de la vida rural, muy alejada de postales bucólicas y visiones nostálgicas. 

Su lectura me ha parecido: amena, sencilla, rápida, lírica, con reflexiones que escapan a lo común, potente en su discurso, autobiográfica en su totalidad, exenta de bucolismo, realista, muy necesaria ahora y siempre... Aunque nací en la que es considerada, según el número de personas que habitan en ella, la tercera ciudad más poblada de España, mi infancia, y sobre todo mis veranos, no se entenderían sin el pueblo. No lo elegí yo, ni mis padres, simplemente dio la casualidad de que mi abuela paterna nació en uno - situado en el Bajo Aragón y a pocos kilómetros de la frontera con Guadalajara - pequeño, de muchas cuestas y en una casa que antaño perteneció a sus padres y sus abuelos. Pasar unas semanas en aquel lugar era como viajar en el tiempo, a un lugar de calles empedradas, paredes de cal, rejas de hierro y una iglesia que, desde la mirada de mi yo de siete años, se asemejaba más a un castillo. Con su torre, su robustez, su tosquedad, levantada sobre una roca, elevada, altiva, observando por encima del hombro toda aquella hilera de tejas rojizas. Ir al pueblo significaba no pasar calor por las noches - ahora con el cambio climático el recuerdo de aquel cine de verano nocturno viendo Las Crónicas de Narnia en chaquetón en pleno agosto se me antoja un espejismo - leer a la fresca, redescubrir todos los rincones de la casa, asomarse por el ventanuco que conecta la sala de estar con la habitación de mis abuelos, bajar a la plaza, pasear hacia la fuente más cercana, comer una paella en el monte, inventarme juegos en la orilla del río, imaginar que detrás de los pinos se esconde una criatura invisible pero malvada - todavía esa obsesión literaria me persigue - atiborrarse a pipas - cuanto más saladas, mejor - degustar las almojábanas con una onza de chocolate almendrado en su interior, recoger espliego, descojonarse de las y los cotillas de turno - siempre al acecho behind the muro - visitar Teruel o algún pueblo de alrededor, convivir con la posibilidad de encontrarte con una vaca o un rebaño de cabras cerca de donde estás merendando, subir, bajar y en última instancia, respirar la pureza de ese aire que, en las grandes urbes, acaba totalmente viciado. Siendo adulta mi mirada ha cambiado, bastante diría yo, pero me niego a desechar de mi memoria aquellos recuerdos de infancia, en los que me sentía especial por pasar parte de agosto en un pueblo, mi pueblo, mientras muchos compañeros de clase ni siquiera tenían uno o directamente eran empaquetados y enviados al apartamento en la playa. A estos últimos les tenía un pelín de envidia, lo reconozco, pero aprendí a asociar mis veranos con dichas estancias. Aunque el mar estuviese a kilómetros de la cuesta de Santa Lucía. En mis recuerdos también están ellas: amigas, vecinas, conocidas, primas y hermanas de mi abuela. Los rostros de algunas de ellas se han ido diluyendo con el paso del tiempo, sin embargo, otros permanecen, inalterables, alojados en algún rincón de mi cerebro. Mujeres de campo a las que pocas veces se me ocurrió preguntar sobre su día a día, sus gustos, sus opiniones sobre cuestiones trascendentales, su niñez, esos sueños que alguna vez tuvieron y de los que todo el mundo desconoce, su visión del mundo rural... En definitiva, sobre su vida y su relato, siempre en los márgenes y que hoy, una autora española de la que todas y todos debemos estar muy pendiente, rescata para situarlos en primera fila, en el centro del debate entorno a la España rural. Tierra de mujeres: un bello homenaje a las olvidadas entre rebaños, bancales y cazuelas de barro. 


Lo primero que pensé nada más finalizar la lectura de Tierra de mujeres fue que por fortuna, en España, habíamos tenido grandes obras que nos han acercado al campo desde múltiples perspectivas. Desde una más amable y un tanto idealizada, hasta la más cruenta y hostil de todas, pasando por aquellas en las que abundan los topicazos más hirientes. Como veis, para gustos los colores. Sin embargo, en cuanto me puse a recordar los nombres de sus autores me venían a la cabeza precisamente eso, nombres de autores, en especial Miguel Delibes - a quien le debo respeto eterno por el escalofrío que recorrió mi cuerpo cuando leí Los santos inocentes  - y las pocas autoras que lograba recordar eran extranjeras prácticamente en su totalidad. Sobre todo estadounidenses, como ya comenté en una reseña anterior, cuna del Nature Writing. Sin embargo, y precisamente gracias al auge de este género de gran impronta ecologista, muchas y muchos de nosotros hemos comprobado la cantidad de escritoras y escritores que se han lanzado de lleno a la aventura de escribir y reflexionar sobre la naturaleza, la importancia de preservarla y los usos responsables que debemos hacer de ella. Lejos de ser un género muy asentado en España - aunque ya podemos leer algún nombre en español encabezando el título de un libro adscrito al mismo - lo cierto es que aquí nos ha ido más la novela, el cuento y esas historias de la España interior con un inquebrantable toque costumbrista, a partir del cual ha acabado oscilando al policiaco, al terror, a lo juvenil, a lo social o a maneras más propias del western. De ahí que me impactase en su momento toparme con un ensayo como el de María Sánchez en el que, no sólo se aleja de las formas tradicionales del Nature Writing para hablarnos de algo novedoso si tenemos en cuenta todo lo publicado y escrito acerca del campo español, también el hecho de que la autoría fuese femenina acrecentaron mi interés por esta lectura. Algo me decía que aquel breve ensayo iba a ser importante, que me iba a gustar, que iba a suscitar unas cuantas reflexiones, que estas pulularían por mi cabeza durante meses y que, por supuesto, conseguiría removerme por dentro, sentir nostalgia, revivir, en última instancia, todos aquellos recuerdos de la infancia ya expuestos en el primer párrafo. Se que desde el discurso de alguien procedente de lo urbano suena un tanto vacío, frívolo si lo preferís, y es cierto, yo no sería la más indicada para hablaros de la vida en un pueblo más allá de una experiencia año tras año vivida cuando llega el mes de agosto. Mi visión es la de quien lo vive un rato, tres semanas, un mes como mucho. De quien observa y se impregna. Pero para cuando ha conseguido habituarse, enseguida se tiene que marchar. Uno de mis deseos escritoriles más ambiciosos es llegar a escribir una novela de temática inminentemente rural. Si hasta tengo la idea, un resumen de la trama y los personajes. No obstante, le falta maduración, experiencia, verdad y por supuesto más trabajo de documentación y lectura. En ese sentido, de cara al futuro proyecto novelístico, María Sánchez tiene mucho que enseñarme. 


Estructurado en dos partes, María Sánchez nos toma de la mano y nos conduce a través de la historia de las mujeres que trabajaron y trabajan la tierra cuyo relato, como ya he comentado antes, nunca había sido tenido en cuenta hasta ahora. De ahí la importancia, a mi parecer, del texto que hoy reseño. Al restituir y ponerles voz a todas aquellas pastoras, agricultoras, ganaderas y - en la mayoría de los casos - obreras del hogar el resultado no deja de ser revolucionario. Si cambias el paradigma, el canon, o lo que es lo mismo, el discurso dominante (siempre masculinizado) abres indirectamente un camino para que, futuras generaciones de escritoras, especialmente vinculadas al mundo rural, se atrevan a imaginar historias con personajes femeninos alejados de la concepción tradicionalista o caricaturesca. Además, María Sánchez ha conseguido que se hable de ellas, incluso en los medios de comunicación, desde una perspectiva poderosamente feminista, dirigiendo nuestras miradas hacia el campo, esa España que muchos creen poblada de paletos y personajes pintorescos, esos pueblos en los que las mujeres llevan años luchando por sus derechos en un entorno, recordemos, dominado mayoritariamente por los hombres. Cuando pensamos en la figura del pastor pensamos en eso, en un pastor, pero no en una pastora. Parece que en nuestro imaginario colectivo el que una mujer sepa dirigir y controlar un rebaño de cabras no es concebible. Lo mismo sucede en otros ámbitos. Todos son agricultores, esquiladores, ganaderos, queseros, pescadores en el caso de que el pueblo esté cerca del mar o veterinarios de campo - profesión que ejerce la propia autora - entre otros muchos oficios relacionados. Desde una prosa que sorprende por su sencillez  María asienta las bases de lo que podríamos denominar como feminismo rural, el cual siempre ha estado presente en las reivindicaciones y manifestaciones del Día de la Mujer Trabajadora pero que, en las huelgas de 2018 y 2019 respectivamente ha conseguido por fin visibilizarse. Precisamente de eso trata la primera parte del ensayo, de activar la voz de las mujeres que viven en el campo, y no sólo a aquellas que profesionalmente trabajan en negocios, cooperativas, como autónomas o son dueñas de empresas del ámbito. También a aquellas que han cocinado, limpiado, cuidado de sus hijos, en definitiva, dedicadas a las tareas domesticas que, aún así, cuando sacaban tiempo (por decirlo de alguna manera) no dudaban en ayudar al marido en las tareas agrícolas sin recibir nada a cambio. Sin duda, una reivindicación brutal para esas heroínas invisibilizadas que podemos reconocer en nuestras madres y abuelas. 



Por otro lado, en su segunda parte, Sánchez muestra a través de anécdotas personales y familiares la verdadera realidad de vivir en un pueblo. Haciendo homenaje a las tres generaciones de mujeres importantes para ella - la de su tatarabuela, la de su abuela y la de su madre - desde una mirada entre nostálgica y llena de agradecimiento. A ellas, tal y como escribe en el presente ensayo, les debe mil y un enseñanzas, y de entre todas la más importante: sacar a la luz sus historias para convertirlas en modelos inspiracionales. Por otro lado, María Sánchez - una apasionada de la biología - no deja de exponer sus conocimientos acerca de la fauna y la flora que envolvieron su infancia y de las que bebe todos los días a la hora de desempeñar su trabajo como veterinaria de campo. Su visión de éste no es condescendiente, ni está maquillada, al contrario, la autora la muestra tal y como es, sin paños calientes, destacando la belleza del entorno y las virtudes que puede tener, pero sin esconder las desventajas que a su juicio son las causantes de las dos percepciones de la vida rural: o la extremadamente negativa o la extremadamente idílica. Para lograr un equilibrio, Sánchez apuesta por un trasvase de conocimientos entre el campo y la ciudad. Que el campo adopte algunas de las características de la visión urbanita (conexión a internet, fortalecimiento de las actividades culturales, mejora de comunicaciones...) y que la ciudad, en un acto recíproco, abra sus puertas a nuevas formas de consumo y trasporte más sostenibles y que impliquen un mayor acercamiento a la naturaleza. De esta forma se abriría la veda para acabar con los estereotipos y las concepciones simplistas que tanto daño han hecho a ambos entornos. Y lo mejor de todo es que este discurso tan oportuno y novedoso llega con gran facilidad al lector, sin una pizca de superioridad intelectual, como si con su escritura la autora se aplicase la máxima de "cuanta más gente lo lea mejor". De hecho, hay que reconocer ese acertado toque lírico - no debemos olvidar que María Sánchez cultiva con bastante destreza el campo de la poesía - que de alguna manera acompaña a la perfección su discurso. Reconozco que este aspecto, al principio, fue uno de los que más me chirrió, ya que de buenas a primeras me esperaba una lectura más profunda, con más datos, más voluminosa incluso. Pero tras cerrar la última página llegué a la conclusión de que a veces, un lenguaje sencillo consigue ampliar miras, y más cuando la intencionalidad del ensayo es precisamente la de concienciar a un mayor número de personas, visibilizar una injusticia o reivindicar una forma de mirar al mundo muy particular. Y en ese sentido, a pesar de no toparme con ese texto sesudo que había concebido en mi cabeza, creo que el objetivo se ha conseguido con creces. Por ir poniéndole punto y final a la redacción de la presente reseña, recapitularemos diciendo que Tierra de mujeres es una mezcla entre manifiesto que rompe el espejo de lo preconcebido respecto a lo rural y una profunda reflexión entorno al carácter paternalista, machista y clasista de las ciudades respecto al campo. Además de conseguir que como lectores nos cuestionemos la voz que siempre ha predominado en el mundo rural. Es cierto, Delibes fue un apasionado de la forma de vida de la España interior y uno de los que mejor supo describirla a través de sus novelas. Sin embargo la mirada de Delibes no ahonda en la vida de esa mujer que cuida a sus hijos por la mañana y por la tarde ayuda a su marido con las cabras, en la de esa niña a la que sacaron a los nueve años del colegio para ayudar a sus padres en el huerto o en la de esa anciana que toma la fresca en la puerta de su casa y que ha sido testigo de la evolución de los acontecimientos y de la historia de su pequeña aldea a punto de desaparecer. Ahora, gracias a María Sánchez, existe un aliciente muy poderoso para empuñar el lápiz y contar, por fin, su historia. 

Tierra de mujeres: un libro de descubrimiento, belleza, visibilidad, autenticidad, reconocimiento, recuerdos, experiencias adquiridas, amor por la naturaleza... Un canto reivindicativo al trabajo de la mujer rural. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Es obvio que el papel de la mujer en el medio rural es fundamental y que no es posible un territorio sin una política agraria que tenga en cuenta la perspectiva de género. Que la lucha de las mujeres ha permitido recuperar su espacio y levantar la voz sin miedo. Porque está unidas, porque se reconocen y pelean juntas por sus derechos, caminan hacia la igualdad. ¿Pero qué ocurre con las mujeres que siguen a la sombra?"

¡Un saludo, a seguir leyendo y feliz verano!

jueves, 2 de julio de 2020

RESEÑA: Cuentos imprescindibles.

CUENTOS IMPRESCINDIBLES

Título: Cuentos imprescindibles. 

Autor: Egar Allan Poe (Boston 1809- Baltimore 1849) es una de las figuras clave de la literatura moderna. Tras el abandono de su padre y el fallecimiento prematuro de su madre, Edgar fue acogido por el matrimonio Allan, una familia rica de Richmond (Virginia). Tras estudiar en la universidad de Virginia, el autor se enroló una temporada en el ejército y posteriormente comenzó a escribir, por motivos económicos, relatos y crítica literaria en algunos periódicos locales de la época, llegando a ser reconocido en el ambiente como un autor de estilo caustico y elegante. El influjo de su obra se puede rastrear la raíz de muchos de los géneros actuales más populares, así como en numerosísimos autores posteriores, desde Charles Baudelaire a Julio Cortázar. Aunque es mayoritariamente conocido por su obra cuentística, Poe también escribió Narración de Arthur Gordon Pym y El cuervo y otros poemas. Adicto al alcohol, su cuerpo sin vida fue encontrado en una calle de Baltimore a la edad de cuarenta años. 

Editorial: Alianza Editorial. 

Idioma: inglés. 

Traductor: José Luis López Muñoz. 

Sinopsis: Los cuentos de Edgar Allan Poe fueron desde su publicación un hito y referente inexcusables en la literatura fantástica, de misterio y de terror. Este volumen reúne sus Cuentos imprescindibles, todos aquellos de los que se ha oído o se pude oír hablar alguna vez y que han ejercido unánime fascinación sobre generaciones de lectores. Desde El pozo y el péndulo a El corazón delator, desde La caída de la casa Usher a Bernice, se concentra en estas páginas, como en un hipnótico frasco robado del laboratorio de un viejo alquimista, la quintaescencia de su genio. 

Su lectura me ha parecido: apasionante, reflexiva, terrorífica, controlada, intensa, sugerente, genuina, gótica, misteriosa, fantástica, pesadillesca, universal, influyente, sensitiva, un torrente incesante de inspiración... Siempre me ha obsesionado la muerte de Edgar Allan Poe, incluso antes de estremecerme con ese corazón que late bajo el suelo de madera, de admirar el incendio de la mansión de los Usher o de, dicho de forma coloquial, flipar lo más grande con la resolución del caso del crimen de la calle Morgue. Si hasta la idea de escribir un relato sobre aquellos últimos momentos de vida antes de encontrarse cara a cara, como si de uno de sus protagonistas se tratara, con la parca todavía sigue rondándome insistentemente. No se si sería el mejor homenaje, pero al menos lograría una aproximación a la decadencia del genio, cuya oscuridad - hablar de luz sería totalmente ridículo - se iluminó en el momento en el que dejó de existir, en el instante en el que se supo que jamás volvería a atemorizarnos con su pluma gatuna o alada. Me lo imagino caminando a trompicones, vagando por los callejones de la vieja Baltimore, tal vez con una botella de absenta en la mano, escuchando a lo lejos el gentío de cualquier taberna de mala muerte. Se decía que días antes había tenido un encuentro fortuito con una antigua amante, que las deudas lo exprimían, que los acreedores lo perseguían, que los cuentos y poemas que escribía ya no le daban para pagar todo lo que debía, que alternaba episodios de felicidad absoluta con intentos de suicidio. Si hasta cuenta la leyenda más macabra y morbosa que el propio Poe le pidió a María Clemm - tía y suegra al mismo tiempo y único familiar con el que mantenía contacto - que muriese a su lado. Tras la alcoholizada odisea, Edgar Allan Poe fue hallado a la mañana siguiente - el 3 de octubre de 1949 - tirado en el suelo y vistiendo unas ropas que no eran suyas. ¿Ataque cardíaco? ¿Delirium tremens? ¿Epilepsia? ¿Sífilis? ¿Cólera? ¿Asesinato?... Nunca lo sabremos. Dicen los que lo encontraron que su estado rozaba el delirio, que estaba falto de ayuda y atención inmediata. La leyenda recogida especialmente por Julio Cortázar - sin duda, uno de sus más dignos sucesores - apunta a un Poe torturado, obsesionado con la figura de un tal Reynolds - ¿el personaje real que le había servido de inspiración para La narración de Arthur Gordon Pym o simplemente un ente ficticio producto de una quebrada creatividad? - al cual no dejaba de invocar constantemente. Al expirar, como bien señala Cortázar, pronunció las siguientes palabras: "¡Que Dios se apiade de mi pobre alma!". Lo cual cuadraría bastante con la peculiar y trágica vida del propio autor. Aunque una servidora es menos épica al pensar que lo último que sus ojos vieron fue la silueta de un cuervo picoteándole la palma de la mano tras haber ejecutado un majestuoso vuelo. Sí, lo reconozco, soy más tenebrosa, siempre buscando resquicios en lo perturbador para confeccionar imágenes poéticas pero impactantes; y eso se lo debo al que considero uno de mis maestros en el complejo y gratificante arte de la escritura. Nunca estaré a su altura, eso lo sé, pero si algún día consigo llegar a transmitir las mismas sensaciones que sus relatos provocaron en mi durante mis años de universidad, entonces habrá merecido la pena pasar tanto miedo. Cuentos imprescindibles: maestro, inspiración, influencia y el causante del mayor grado de pesadillas de la era contemporánea. 


Si hablamos de los cuentos de Edgar Allan Poe es importante, en primer lugar, hablar aunque sea brevemente de algunos aspectos determinantes de su vida - y que sin duda vendrían a confeccionar una personalidad de lo más inquietante - así como de lo que le sirvió como inspiración para crear uno de los volúmenes de cuentos más famosos e importantes de la historia de la literatura. En primer lugar, ya lo he anticipado, la vida de Edgar Allan Poe ha venido marcada siempre por la tragedia y la polémica. Huérfano desde muy pequeño, enemistado con su padre adoptivo por culpa de su afición al juego, al alcohol y las deudas que desde la universidad comenzó a acumular, obsesionado con su madre y su supuesta vida desordenada, sus relaciones románticas poco fructíferas - o acababan como el rosario de la aurora o se le morían, como fue el caso de su última esposa, Virginia Clemm, con la que se casó en secreto cuando ella sólo tenía 13 años y el 26 -, la muerte de la propia Virginia de la cual no se recuperó, sus intentos desesperados por vivir de la escritura, la pobreza extrema, las dificultades para ver su trabajo remunerado, sus polémicas en la escena literaria de la época, el fracaso en su breve incursión en la política, el sueño frustrado de fundar su propia publicación, su intento de suicido ingiriendo grandes cantidades de láudano. Todo ello teniendo también en cuenta su propia muerte, de la cual he hablado en el primer párrafo, que sin duda le confiere ese toque tenebroso y misterioso del que tanto ha hecho gala en su literatura. Por otro lado, y en segundo lugar, no existe escritor sin influencias, sin lecturas, sin esos gustos lectores adquiridos desde bien temprano y que resultaron, en el caso de Poe, tremendamente determinantes. Se cuenta que su pasión por ambientar sus relatos en entornos de fuerte impronta gótica le vino de su corta estancia en un internado inglés, experiencia de la cual el escritor no guarda precisamente un buen recuerdo. Seguidamente, a una edad muy temprana comenzó a escuchar las truculentas historias de los esclavos negros que trabajaban en la plantación de la que era dueño su padre adoptivo. Cuerpos desmembrados, cementerios, fantasmas errantes y demás criaturas terribles poblaban aquella tradición oral de barracón que, en lugar de traumatizar al joven Poe, le causaron gran fascinación. Ya en su etapa estudiantil, el futuro escritor leyó todo lo que se le ponía ante los ojos, no le hacía ascos a nada. Sin embargo, si que sentía especial devoción por una serie de autores a la larga claves para su desarrollo en el terreno del relato. Para empezar, leyó con gran pasión a Bocaccio y Chaucer - sin duda, dos grandes nombres a tener en cuenta si lo que pretendes es dedicarte a escribir cuentos - así como todo lo que pudo de literatura gótica inglesa - especialmente a Horace Walpole, Anne Radcliffe y Mattew G. Lewis -. Lejos de quedarse ahí, el natural de Boston se adentró en otros autores como Daniel Defoe, Walter Scott o Washington Irving; así como en el estudio de los principales científicos de su tiempo como Laplace, Newton y Kepler. Pero si hubo un escritor por el que sentía especial devoción ese era Lord Byron, hasta el punto de tratar de imitar algunos de sus comportamientos más extravagantes durante su juventud. Dicho esto, si juntamos la desdichada - en cierto modo buscada - vida que tuvo, todas las influencias literarias de las que bebió y su talento a la hora de ponerse frente al papel, sinceramente, raro sería que el cuervo adoptivo de Virginia no hubiese escrito, no sólo unos cuentos que estilísticamente y temáticamente son en su mayoría perfectos, también todo ese icónico e influyente ideario que los envuelve. 


Partiendo de la base de que una servidora es muy fan de las ediciones en las que aparece Julio Cortázar citado como traductor, aún así debo reconocer las razones de Alianza Editorial sacando esta edición - en una colección cuyos tres volúmenes restantes versan sobre vampiros, algunos de los mejores textos de Lovecraf y los cuentos de terror de Dickens -. Y es que ha querido reunir los mejores cuentos de Edgar Allan Poe en un solo libro en un intento por no asustar al lector menos acostumbrado a leer clásicos. Sin embargo, en esta noble causa se han dejado unos cuantos textos que igual no hubiese estado mal incluirlos en el presente volumen tales como La carta robada, El misterio de Marie Rogêt o el escalofriante El demonio de la perversidad (que si no lo habéis leído ya estáis tardando). Dicho esto, toca hablar de los que sí que están, de los que el lector podrá disfrutar si lee esta edición. Y es que hay que ser sinceros, los que la editorial ha decidido incluir son prácticamente los más famosos y trascendentes, que obviamente coinciden con los mejores a nivel literario. El propio Julio Cortázar a la hora de traducir y ejercer como editor de los mismos decidió dividirlos en varios bloques en función de los temas que los engloban y que sirven como catalizadores para sus respectivas tramas. A saber: terror, sobrenaturales, metafísicos, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje y grotescos o satíricos. Sin embargo, y en vistas de que la presente edición poco se amolda a lo que el Premio Nobel argentino estructuró en su día, he preferido ceñirme a una relación más amplia y generalista. La cual me permitirá abordar casi la totalidad de los relatos recogidos en el presente libro de la forma más resumida posible. Dentro de esta nueva ordenación iniciaremos nuestro viaje al origen del mal de la mano de el género de terror. Sin duda, el leitmotiv de toda antología que se reedite de Edgar Allan Poe. Porque si por algo es conocido este escritor es por conseguir que lectores de todas las generaciones pasen miedo, tengan pesadillas o al menos perturbarlos. Culpa de ello tiene su especial talento para la construcción de atmosferas impregnadas de un delicioso estilo gótico - llevado a su Norteamérica de mediados del siglo XIX - su deje poético y por supuesto, esos "punch" en la trama que conducen a algunos de sus relatos a coquetear con el gore o lo sobrenatural. Dentro de esta categoría encontraríamos El pozo y el péndulo - espeluznante  y sangrienta reflexión entorno a la desorientación y la desesperanza de alguien que sabe que va a morir - La caída de la casa Usher - súper actualizado a lo largo de la historia de la literatura y una alegoría al estigma de la enfermedad - El gato negro - el culpable de que a día de hoy todavía asociemos la mala suerte con los felinos de oscuro pelaje - Ligeia - una enorme elegía al duelo y las dificultades para superarlo - La máscara de la muerte roja - curiosamente de pertinente lectura en los pandémicos tiempos en los que nos hayamos - o Entierro prematuro - un título que en sí es un autentico spoiler y que relata precisamente la peor de nuestras pesadillas -. Pero si me lo permitís, dejadme que me deleite unas líneas con El corazón delator. Lo sé, suena muy típico, citado hasta la saciedad, incluso Los Simpsons lo han parodiado en un memorable capítulo. Aún así, a día de hoy todavía me recorre un escalofrío al rememorar aquel breve relato en el que el arrepentimiento y la culpa jamás estuvieron tan bien descritos. Y esa voz, esa primera persona, esa perturbadora personalidad... Una maravilla. 


No estaría siendo justa si me dejase por el camino el otro gran pilar que sustenta la producción cuentística de Edgar Allan Poe. Pues si se le daba de miedo - valga la redundancia - plantear poderosas reflexiones a través de gatos que traen desdicha, verdugos con terribles métodos de tortura o muertos que reviven en forma de fantasmas; también lo clavaba en sus relatos de corte más detectivesco. Tal era su habilidad que Arthur Connan Doyle a su lado era simplemente un aficionado. ¿Y cuáles son los cuentos de este estilo más famosos y que, por descontado, aparecen en la presente edición? Pues tenemos El escarabajo de oro - una historia de obsesiones y criptograma incluido con el que Poe ganó un concurso literario valorado en 100 dólares - y Los crímenes de la calle Morgue - considerado el primer cuento de detectives moderno en el que el detective Auguste Dupin se enfrenta a la resolución de un doble crimen brutal e inenarrable que desafía al raciocinio y a cualquier respuesta lógica -. Detengámonos, si me lo permitís, en este relato, uno de los más memorables del autor, en el que el misterio, la trama policial y esa resolución imprevisible y totalmente salvaje se juntan con el canon que servirá de inspiración para futuras novelas policíacas. Con Auguste Dupin Poe asienta las bases de, por ejemplo, el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle o el Hercules Poirot de Agatha Christie. Es decir, la creación de un detective ingenioso, carismático, inteligente, cuyo método de investigación parte de lo analítico y de buscar al culpable menos sospechoso a ojos del lector y que, por supuesto, siempre sale airoso de cada nueva investigación. Y remarco lo de cada nueva investigación porque la revolución que propició Poe en el género fue el hecho de que este detective pudiese resolver otros casos, dicho de otro modo, protagonizar otras historias. Siempre episódicas eso sí - con un final cerrado y sin posibilidad de desarrollar una subtrama, eso llegará más adelante - pero que en su momento supuso todo un cambio en el paradigma. Dicho de este modo, podría decirse que un norteamericano fue el padre de la novela detectivesca británica, la misma que durante años se ha considerado como la más clásica de todas las vertientes, por lo que muchas autoras y muchos autores cuya fama ha sido estratosférica en este género, le deben prácticamente todo al malogrado Poe. Es una pena que Alianza Editorial no incluyera más relatos de corte detectivesco en esta antología, ya que si una de las intenciones es iniciar a los lectores en la literatura de este autor, podrían haber diversificado más y haber incluido el mismo número de cuentos de terror y de misterio. Así la presentación sería más equilibrada y éste podría tener la libertad de decantarse, si por el Poe más policíaco o por el Poe más sobrenatural. Aunque si me preguntasen mi opinión, sin dudarlo, y a pesar de que amo Los crímenes de la calle Morgue, yo me quedo con su versión más oscura. Una vez vomitados datos biográficos, literarios, concernientes a la crítica literaria y de carácter más personal; creo que queda más que clara mi total admiración por su obra y reflexiones que se desprenden de su prosa extraordinariamente lírica. No me cabe la menor duda que Edgar Allan Poe seguirá creando legiones de lectores, así como de escritoras y escritores apasionados por nuestros mayores temores - H.P. Lovecraft, Robert Louis Stevenson, Charles Baudelaire, Ray Bradbury, Shirley Jackson, Jorge Luis Borges, Alfred Hitchcock, René Margritte, Stephen King, David Lynch, Horacio Quiroga o Marilyn Manson entre otros se han declarado admiradores y deudores de su literatura -. Desde escritores a pintores, pasando por filósofos, poetas, cineastas e incluso músicos. Todos se han visto empapados o influidos por su forma de sacar a la luz lo peor de la condición humana y lo cierto es que la cosa va para largo. A no ser que el coronavirus - y el terror que ha provocado a nivel mundial - inicien un nuevo ciclo en esta siniestra y siempre lúcida tradición literaria. El tiempo lo dirá. Mientras, Edgar Allan Poe seguirá ahí para estremecernos y abrirnos el camino. Aunque sea desde sus perturbada visión del mundo, vistiendo ropa vieja y con síntomas de haberse pasado tres pueblos con el láudano. 

Frases o párrafos favoritos:

"Mientras la contemplaba, la grieta se ensanchó muy deprisa - llegó el feroz soplo del remolino -, la esfera completa del satélite estalló de golpe ante mis ojos y mi cerebro se tambaleó al ver cómo los tremendos muros se desmoronaban - cómo se oía un largo grito tormentoso, semejante a la voz de mil aguas - y cómo el frío y profundo estanque a mis pies se cerraba, hosco y silencioso, sobre las ruinas de la Casa Usher."

¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!

Cortesía de Alianza Editorial