Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

martes, 30 de mayo de 2017

RESEÑA: El lector.

EL LECTOR

Título: El lector.

Autor: Bernhard Schlink (Bielefeld 1944) ejerce de juez y vive entre Bornn y Berlín. Su novela El lector fue saludada como un gran acontecimiento literario y ha obtenido numerosos galardones: el premio Hans Fallada de la ciudad de Neumuenster, el premio Welt, el premio italiano Grinzane Cavour, el premio francés Laure Bataillon y el premio Ehrengabe de la Düsseldorf Heinrich Heine Society. También es autor del extraordinario libro de relatos Amores en fuga y de otras novelas como El regreso, La justicia de Selb, El engaño de Sleb, El fin de Sleb y El fin de semana. Recientemente ha publicado Mujer bajando una escalera.


Editorial: Anagrama.

Idioma: alemán.

Traductor: Joan Parra Contreras.

Sinopsis: Michael Berg tiene quince años. Un día, regresando a cada del colegio empieza a encontrarse mal y una mujer acude en su ayuda. La mujer se llama Hanna y tiene treinta seis años. Unas semanas después, el muchacho, agradecido, le lleva a su casa un ramo de flores. Éste será el principio de una relación erótica en la que, antes de amarse, ella siempre le pide a Michel que le lea en voz alta fragmentos de Schiller, Goethe, Tolstoi, Dickens...El ritual se repite varios meses, hasta que un día Hanna desaparece sin dejar rastro. Siete años después, Michael, estudiante de Derecho, acude al juicio contra cinco mujeres acusadas de crímenes de guerra nazis y de ser las responsables de la muerte de varias personas en el campo de concentración del que eran guardianas. Una de las acusadas es Hanna. Y Michael se debate entre los gratos recuerdos y la sed de justicia, trata de comprender qué llevó a Hanna a cometer esas atrocidades, trata de descubrir quien en realidad es la mujer a la que amó.

Su lectura me ha parecido: inteligente, segura, intensa, importante, honesta, absolutamente necesaria...Las ideas, queridos lectores y lectoras, nacen de la mente del escritor en el momento más inesperado. No obstante, y esto lo sostengo concienzudamente, las ideas vienen por algo. Si bien existen las que irrumpen en nuestro pensamiento sin ninguna lógica aparente, también las hay que explotan gracias a unas circunstancias que la propician. Una idea puede surgir gracias a nuestros recuerdos como seres humanos, por una experiencia que nos haya marcado para bien o para mal o simplemente por la urgencia de nuestras apetencias anímicas. Sin embargo, existe una circunstancia clave, decisiva en cierto sentido, por la cual la imaginación del escritor experimenta una revelación casi mística: el tiempo histórico. Si, esa realidad que envuelve al escritor/a y en la que transcurre su existencia, se puede convertir en una auténtica fuente de temas literarios. La política, la economía, la sociedad, la filosofía, la cultura...Todo ello es susceptible de ser usado en pos de la elaboración de una obra literaria. En cada país es diferente, y aunque todos tengan en sus annales oscuros episodios, en unos es más fácil hablar sobre determinados asuntos del pasado y en otros, por desgracia, resulta imposible, un tabú o tener problemas con la justicia. La novela que hoy tengo el placer de reseñar mira al pasado directamente, sin titubeos, reflexiona sobre él y lo somete a un dilema del que sale como resultado El lector: sexo, libros y un ejercicio ejemplar de memoria.


La historia de como El lector llegó a mis manos es bastante curiosa. Hace algunos años, sinceramente no logro acordarme de cuantos son, vi una película que me pareció buena en ese momento. Su título, El lector, y sus protagonistas, unos inmensos Ralph Fiennes y Kate Winslet. Recuerdo que ambos me sorprendieron, ni él era el odioso nazi de La lista de Schindler y ella ya no era la inmortal Rose de Titanic, de hecho, la actriz se llevó el Oscar de aquel año por dar vida al personaje de Hanna en esta película. Años más tarde y con el recuerdo bastante difuminado de aquel film, apareció ante mis ojos un libro con el mismo título: El lector. Fue en un mes de abril, en un mercadillo de libros a 1 euro que aquel año organizó la biblioteca de mi barrio. Lo tomé entre mis manos, su grosor me sorprendió, pues, era más breve de lo que imaginaba y tras comprobar que aquel era el libro que había inspirado la película no lo dudé ni un segundo. Desde entonces, El lector formó parte de mi adorada y querida estantería, aunque lo cierto es que hasta el año pasado concretamente, no me animé a leerlo. Tuvo que ser una asignatura del Master, un profesor y un trabajo obligatorio los que me dieron el último empujoncito, los que propiciaron que durante los últimos meses del curso sostuviese entre mis manos aquel libro. Lo leí despacio, con cautela, fijándome en todos y cada uno detalles que iban apareciendo. La verdad, tengo que decirlo, así es como deberían leerse los libros, pues se disfruta más y observas más detenidamente ciertos aspectos que si realizas una lectura rápida y apresurada. Descubrí de este modo como, por ejemplo, el libro escondía más cosas que la película no mostraba, seguramente por la diferencia de formato. Además, me llevé una lección muy importante con respecto a un tema de gran actualidad, controvertido, pero del que es necesario hablar. Finalmente, dicho trabajo no salió como yo esperaba, pero como resultado, me llevé una experiencia muy enriquecedora gracias a este libro. Una lectura que desde el día que finalicé su lectura, acabó engrosando la extensa lista de mis inmortales, mis preferidos, mis imprescindibles.


Centrándonos en la crítica literaria propiamente dicha, comenzaremos diciendo que El lector presenta una lectura ágil, dinámica y bastante ligera. No obstante, os aconsejo que no seáis tan impacientes con ella y que probéis a realizar otro tipo de seguimiento, uno más lento, pausado, atento a los detalles que vayan apareciendo. Se aprende más y captas mejor el mensaje que el autor pretende transmitir. Seguidamente, hay que decir que El lector, para seros sinceros, es una auténtica genialidad. La base es buena, el desarrollo no podía ser mejor, el conflicto afecta incluso al lector y los personajes son inmejorables. Pero esto no significa que la historia carezca de complejidad, no, en tan sólo 203 páginas Schlink logra aglutinar la intensidad suficiente como para lograr conmover al lector. Ya se sabe que cuanto más breve en páginas es un libro, mayor es la acentuación de las emociones, por lo que el lector disfruta de una experiencia más intensa. La historia es bien sencilla: chico conoce a chica, la diferencia de edad entre ambos es importante, pero ellos se enredan en una tórrida relación en la que, antes de amarse, ella le pide que le lea libros. Luego, pasado un tiempo, ella desaparece sin dejar rastro. Hasta ahí todo correcto y típico. Pero, pasados siete años ambos se vuelven a reencontrar, él como estudiante de derecho y ella como acusada por crímenes horrendos durante el periodo nazi. Y es aquí, en este punto, donde la trama da un giro de 180 grados, pues, el protagonista se debate entre los buenos recuerdos que guarda de aquella relación y la sed de justicia de un país que ansía con superar el nazismo por la vía más justa. Este intenso dilema, el autor, no sólo lo vive el protagonista, sino que logra trasladarlo al propio lector, haciéndole la siguiente pregunta: ¿Y tú qué harías? Consiguiendo de este modo que el lector se ponga en el lugar de Michel y en la piel de quien se encuentra con un conflicto de estas características. Amor o justicia, cariño o venganza, y entre ambas, la reflexión. Se nota en este sentido que el autor, Bernhard Schlink proviene del ámbito judicial. Su experiencia como juez y el conocimiento del derecho le han servido de apoyo para dar más empaque a la novela. Por otro lado, y en lo que respecta a los personajes, me ha gustado mucho la construcción del personaje de Hanna en particular. Su lado frío, su faceta apasionada, su halo de misterio y su terrible pasado, conforman una psicología muy interesante y que impacta en el lector. Es bueno toparse de vez en cuando con personajes femeninos tan bien descritos y armados. También me ha gustado el papel que en El lector juegan los libros y la acción de leer. No obstante, en este punto debo detenerme, pues, si siguiese escribiendo más, correría el riesgo de hacer un spoiler tremendo. Así que si lo queréis descubrir, atreveros con su lectura. Por último, sólo me queda apuntar un aspecto que me ha llamado positivamente la atención, y es que toparme a lo largo de la lectura con párrafos reflexivos donde se exponen temas relacionados con la historia, la percepción del nazismo desde la perspectiva que da el tiempo y los años transcurridos, que en este caso son más bien pocos y de los procesos de memoria, recuerdo y transición que Alemania tuvo que llevar a cabo para superar la losa del nazismo.


Este último párrafo, como ya es habitual, me gustaría destinarlo a plantear una sola reflexión. Es pertinente, os lo aseguro, y teniendo en cuenta los temas que en El lector se abordan, me sentía en la obligación de hablar sobre el siguiente asunto. En El lector hay un juicio, cuya estructura y mecanismo se describen perfectamente, en el que se juzga a varias mujeres por crímenes perpetrados durante el nazismo. Crímenes brutales que merecen que se les aplique la justicia correspondiente dado la gravedad y el contexto en el que fueron llevados a cabo. Pues bien, esa actitud dista mucho de la de otros países como España. Si, España. Por mucho que algunos intenten negar lo contrario, España todavía no ha rendido cuentas con su historia más reciente, con una de sus etapas más oscuras de su historia. La Guerra Civil y el Franquismo todavía no se han superado y eso es porque cuando se tenía que hacer, durante la transición, y muy especialmente con el primer gobierno del PSOE en democracia, no se hizo correctamente. Eso de hacer borrón y cuenta nueva está muy bien para ciertas circunstancias de la vida, pero cuando se trata de nuestra propia historia, esa no es la solución. Resultado de ese desastre de Transición que muchos la tienen en un pedestal es de lo más desolador. Ningún acto cargo franquista ha sido juzgado, los torturadores del franquismo campan a sus anchas por las calles, los muertos del bando republicano, el vencido, siguen sin ser desenterrados de las cunetas y los descendientes de Franco todavía disfrutan de privilegios y de la posesión de tierras e inmuebles, algunos de ellos de gran valor histórico. Sigue habiendo reticencias a cambiar calles con nombres de personajes vinculados al régimen de Franco, en su mayoría concedidas por haber delatado o asesinado a personas pertenecientes al bando contrario. Asociaciones afines a la ideología franquista siguen recibiendo subvenciones del gobierno, no hay condena para quien exhiba símbolos de esta índole, como tampoco la hay para quien insulta o desprecia en medios de comunicación a las victimas de la guerra civil que lo único que quieren es encontrar a sus familiares. "No hay que remover el pasado, de lo contrario, abres viejas heridas" dice el partido que ahora está en el gobierno, un partido cuyos orígenes y primeros integrantes pertenecen a esa élite franquista que nunca debió existir. Y lo más escandaloso de todo, a día de hoy, sigue Franco enterrado en el Valle de los Caídos, convirtiéndose en un lugar de peregrinación para todos aquellos que creen en aquellas ideas reaccionarias. ¡Y ojo!, si se te ocurre hacer una broma, escribir un tweet o criticar algo relacionado con el franquismo, puedes acabar en la cárcel. Así es España, así es mi país por desgracia. En este sentido, El lector nos habla de memoria y de justicia, de condenar en este caso el nazismo y lograr unas políticas de memoria ejemplares, entre las cuales, destaca la de dejar en pie los numerosos campos de concentración para reconvertirlos en lugares para la memoria, para que todos conozcamos los horrores y las violaciones de los derechos humanos que se cometieron allí y para recordarnos que aquello no debe volver a pasar. Al paso que vamos, yo no se si alguna vez veré como sacan los restos de Franco y de Primo de Rivera del Valle de los Caídos o como éste lugar acaba convirtiéndose en un lugar de recuerdo y memoria de las atrocidades cometidas por el Franquismo, despojándose de ese elemento de culto y religiosidad que impide avanzar. En otras palabras, aprender de países como Alemania, que aunque no fue un tránsito perfecto, el resultado es mucho mejor que lo que idealizada Transición Española realizó.  Espero que las futuras generaciones sepan lo que pasó, sean conscientes del problema que tiene este país con su pasado y que consigan realizar una verdadera y definitiva transición. El lector: una historia de amor, sexo, lectura, justicia, nazismo, horror, piedad, debilidad, debate...Una novela de obligadísima lectura.

Frases o párrafos favoritos:

"Queríamos abrir las ventanas, que entrase el aire, que el viento levantara por fin el polvo que la sociedad había dejado acumularse sobre los horrores del pasado. Nuestra misión era crear un ambiente donde se pudiera respirar y ver con claridad."

Película/Canción: en el año 2008 se estrenó la versión cinematográfica, dirigida por Stephen Daldry y con las interpretaciones de Ralph Fiennes, David Kross y Kate Winslet. La película logró críticas favorables y optó a 5 premios Oscar, incluyendo mejor película. Finalmente, de todos ellos, solamente Kate Winslet logró alzarse con el premio a mejor actriz protagonista.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

martes, 23 de mayo de 2017

RESEÑA: J

J

Título: J.

Autor: Howard Jacobson (Manchester 1942) estudió en Cambridge y fue profesor en Inglaterra y Australia. Además de haber escrito un buen número de novelas y ensayos, es columnista en The Independent y autor de diversos documentales para la televisión. En 2010, resultó ganador del Man Booker Prize, el galardón literario más importante de Reino Unido, por su novela The Finkler Question y en 2014 fue finalista con J. Jacobson es conocido por retratar de una forma cómica los estereotipos de la sociedad inglesa y la realidad de lo que significa ser judío.


Editorial: Sexto Piso.

Idioma: inglés.

Traductor: Antonio Rivero Travillo.

Sinopsis: en un futuro tan próximo que no parece sino una deformación de los principales rasgos de nuestro presente y nuestro estilo de vida; en un mundo en el que un velo de olvido, negación y recelo ha caído sobre el pasado (marcado por una catástrofe desconocida e innominada, tabú, a la que la gente se refiere con el eufemismo conjurador de "LO QUE SUCEDIÓ, SI ES QUE SUCEDIÓ"); en una sociedad en la que la normalidad es una disimulada tiranía resultado de blandas imposiciones, que una proliferación del gusto por lo mismo y de una lenta abolición de las diferencias, un hombre y una mujer, para quienes sus respectivos pasados son extraños y desmemoriados, se conocen y se enamoran. Y con ese amor empieza o acaba todo. Pero ¿realmente ha sido un encuentro fruto del azar? Lo que sigue es un camino lleno de ternura, incertidumbre, melancolía, paranoia y terror. Un viaje a la raíz del desamparo.

Su lectura me ha parecido: interesante, reflexiva, excesivamente descriptiva para mi gusto, evocadora, a ratos delicada, inquietante la mayor parte del tiempo...La normalidad, eso que está presente en nuestro día a día. Eso que adquiere diferentes formas, que muchos ansían, que pelean, que persiguen, como único y más preciado objeto. Esa normalidad que nos acompaña, que nos envuelve, un espacio en el que nos movemos continuamente y al ritmo que nosotros, como seres humanos, preferimos. Una palabra con infinidad de colores, texturas, matices, en cuyos recovecos nos refugiamos cuando parece oscurecerse, pero del que no dudamos salir al mínimo síntoma de mejora. La normalidad, para bien o para mal, es nuestro pan de cada día, una normalidad construida con nuestras propias manos en base a un modelo de sociedad, a unas costumbres, a un entorno que no nos es indiferente y que actúa directamente sobre nuestra personalidad. El problema viene cuando esa normalidad se torna incómoda, cuando nuestros actos son estrictamente medidos, cuando uno mismo se auto reprime, tanto que es incapaz de expresar lo que de verdad opina o siente con total libertad. Y lo peor de todo sucede en el momento en el que, además de todo lo mencionado, uno no deba mentar el pasado, pues, el velo del olvido ha caído sobre él, ocultando cada detalle bajo espesos y oscuros pliegues. Esta sensación, queridos lectores y lectoras, no describe un mundo post apocalíptico, no, esto ocurre en muchos países del siglo XXI. Países entre los que incluyo a España, pues de eso de echar al olvido, por desgracia, sabemos demasiado. Esa calma insana, esa cotidianeidad sometida, en otras palabras, esa normalidad falsa se respira en la novela que hoy tengo el placer de reseñar, al igual que en el cuadro que inspira su portada, en clara alusión a uno de los grandes de la historia del arte y de la pintura. Un particular jardín de las delicias donde hay felicidad, amor y fantasía, pero también cadáveres sosteniéndola. J: la deformación más escalofriante de nuestro mundo.


La historia de como J llegó a mis manos y ya de paso a formar parte de mi apreciada y venerada estantería es bien sencilla. Como bien sabéis, siento debilidad por las novelas distópicas, es decir, las que son capaces de introducirnos en un futuro pos apocalíptico y en las que podemos observar como los autores y autoras, con mayor o menor maestría, critican su tiempo a través de profundas reflexiones que impactan en el lector de forma realmente asombrosa. A mi personalmente, ese tipo de literatura, si está bien escrita y armada, me encanta, me entusiasma, hasta el punto de que hace unos años usé esa base para la realización de mi trabajo final de carrera. Una labor de la que me siento especialmente orgullosa y de la que os he hablando aquí en más de una ocasión. A raíz de esta pasión por este particular sub género literario, comencé a estar más atenta a los libros que presentaban las mencionadas características, para mi siempre sería un placer adentrarme en ellos. No obstante, ya no me conformaba con los clásicos del género, ni con esas joyas ocultas, lo que de verdad mi fuero interno deseaba era una novela, de este estilo, pero más actual, que plantease problemas actuales, en otras palabras, que se atreviera a criticar de esta forma los problemas de hoy en día, los gobiernos, el salvaje capitalismo, la crónica brecha social, las nuevas tecnologías...Todo eso y más. Se que era mucho pedir, y que en el actual mercado editorial parece no existir margen para el riesgo, pero necesitaba ver ante mis ojos una novela cuya distopía nos reflejase aspectos de lo que hoy somos y de lo que podríamos llegar a ser si continuamos por este camino. Y entonces, un buen día, me topé con J. La verdad es que a simple vista, el titulo no me acabó de convencer, no era el más atractivo del mundo que digamos. Sin embargo, y tras leer detenidamente la sinopsis de la contraportada, intuí que J escondía más, que no era una simple letra del abecedario ni la que podemos encontrar formando palabras típicas de nuestro idioma. No. J encerraba más cosas, y lo más importante, que todas ellas tendrían que ver y mucho con la visión de un tiempo, no muy lejano al actual, en el que las cosas han cambiado. Esa premisa fue la que en cierta medida me empujó a hacerme, cuando tuve la oportunidad, con un ejemplar gracias a Sexto Piso. ¿El resultado final de esa incesante búsqueda? En el siguiente párrafo.


En lo que respecta a la critica propiamente dicha, me gustaría comenzar aclarando que ha sido sumamente complicado redactar y estructurar esta reseña. J es uno de esos libros que, además de suscitar infinidad de debates y reflexiones, resulta complicado enfrentarse a él en calidad de crítico. El libro no intimida para nada, es su complejidad y características las que, como bien expondremos a continuación, han hecho de la redacción de esta reseña una ardua y difícil tarea. En primer lugar, hay que aclarar que no nos encontramos ante una distopía al uso, en donde se viola la intimidad con el espionaje masivo, en donde hay un líder todopoderoso o en donde el personaje principal es el que revela contra el sistema. J se encuentra en las antípodas de todo eso, no tenemos un universo perfectamente descrito, no sabemos donde se sitúa la trama, en que año nos encontramos ni cuales son las características. El autor no lo menciona en ningún momento, por lo que el lector es el que tiene que usar la imaginación para confeccionar ese entorno. Puede ser un recurso en apariencia novedoso, pero lo cierto es que ya aparece en otras obras literarias, como ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, una novela en la que tampoco se describe nada del entorno y que son más bien diálogos. Eso si, en ausencia de descripción paisajística y del entorno, si la encontramos en lo que respecta a las emociones, los sentimientos y los pensamientos de los personajes. A mi esto último me pareció muy interesante, pero a ratos se me hacían eternos, haciendo que la lectura no fuese todo lo ligera que yo esperaba. Como recurso esta muy bien, pero si se sabe emplear. En segundo lugar, como toda buena novela, esta compuesta de una serie de personajes que contribuyen a dar cuerpo y personalidad a la novela, y en este caso, los personajes no podían ser más particulares. Un hombre llamado Kevern y una mujer llamada Ailinn, ambos con muchos problemas y manías propias, algunas de ellas bastante extrañas. Ambos parecen no pegar en absoluto, sin embargo, esa lucha interna contra sus propios demonios los une, hasta el punto de lograr conmover en cierta medida al lector. Y es aquí donde entra ese toque de delicadeza, la encontramos a ratos, pero cuando estamos ante ella, la narración adquiere un equilibrio necesario en una trama donde la incógnita es la clave. En tercer y último lugar, J es una novela donde se plantean muchos interrogantes, algunos de carácter filosófico y otros muy comunes, a los que en más de una ocasión hemos tenido que hacerles frente. Eso si, no todos ellos son resueltos a lo largo del libro, sino que se quedan en el aire, sin respuesta, a la merced de la opinión del lector. Un lector que, a pesar de todo parece demasiado extraño e intrigante, si ejercita el músculo de la imaginación, disfrutara de su lectura.


Para finalizar la redacción de esta reseña y como ya siendo tradición en este espacio de cultura y debate, me dispongo ha dejar constancia de mi reflexión personal, algo que como era de esperar, no me ha resultado nada fácil. J es un libro complejo, tan complejo que era inevitable que una servidora necesitase unos días para pensar detenidamente. Al final, y sobretodo, teniendo en cuenta el panorama actual, me he decantado por plasmar una cuestión muy importante en mi más humilde opinión. La novela, J, esta distopía tan diferente al legado de Orwell, se articula entorno a una frase, aunque para ser más correctos, deberíamos referirnos a ello como eufemismo. Todos los personajes se refieren a "LO QUE SUCEDIÓ, SI ES QUE SUCEDIÓ" y la repiten, como un mantra, para referirse a algo que no sabemos muy bien qué fue, pero que si uno se adentra en J, entenderá que no fue una cuestión superflua. "LO QUE SUCEDIÓ, SI ES QUE SUCEDIÓ" afectó enormemente a ese mundo que el autor crea, hasta el punto de que no se habla de ello si no es con esos términos. Algo muy gordo debió suceder para que acabase desembocando en un mundo donde no se puede hablar del pasado y en donde la normalidad es una disimulada tiranía diaria. Algo muy peligroso e inesperado que nosotros, nuestro mundo, tiene las mismas posibilidades de sufrir. Puede que una afirmación de estas características haya sonado un poco alocada, fantasiosa y seguramente muchos de vosotros penséis que me haya vuelto fan de las teorías conspirativas. No, en absoluto, si lo meditáis detenidamente, veréis que algo de razón hay en esas palabras, pues, nuestro mundo, ese mundo que entre todos hemos contribuido a construir, se asienta sobre unos pilares frágiles, tan frágiles que cualquier cosa podría hacerlos tambalear. Hace unas semanas, el planeta asistió estremecido al mayor ataque informático que se recuerda, los informativos comunicaban con urgencia la noticia y fuimos muchos los que, invadidos por la paranoia y el miedo, apagamos nuestros ordenadores por temor a que nos convirtiéramos en victimas de dichos piratas cibernéticos. El mundo se paralizó, contuvo la respiración y vio como esos pilares de los que os había hablado antes, se tambaleaban violentamente. Hoy en día todo esta en internet, todo, nuestro historial médico, nuestro trabajo, nuestra vida, todo esta informatizado. Pensad por un momento, si todo eso, de la noche a la mañana, desaparece sin más, las consecuencias serían bestiales, y debido al elevado grado de dependencia que tenemos con lo tecnológico, el caos y la violencia correrían a sus anchas por las calles. Y todo por un simple click y una pantalla en oscuridad perpetua. Con este ejemplo quiero demostraros, queridos lectores y lectoras, que no estamos protegidos ante cualquier imprevisto y que ahora, más que nunca, el mundo puede cambiar en cuestión de segundos, y que podríamos acuñar perfectamente nuestro propio "LO QUE SUCEDIÓ, SI ES QUE SUCEDIÓ". Ojalá no vivamos nunca para ser testigos de algo así, lo deseo de verdad, pero hay que ser conscientes de la fragilidad del mundo y de como nuestras acciones pueden condicionar la vida de las futuras generaciones. Lecturas como J nos hacen pensar, pero también observar como el muro que separa la tranquilidad del abismo es muy endeble. J: una historia de amor, calma chicha, manías, pasado olvidado, intranquilidad...Una novela que ofrece las clave de nuestros errores.

Frases o párrafos favoritos:

"No hace falta tener los ojos abiertos para ver las cosas."

Película/Canción: aunque opino que un texto así probablemente funcionaría en formato cinematográfico, y hasta que eso ocurra, aquí os dejo la pieza que me ha acompañado durante la redacción de la reseña. ¡Disfrutarla!


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Narrativa Sexto Piso

martes, 16 de mayo de 2017

RESEÑA: Agnes Grey

AGNES GREY

Título: Agnes Grey.

Autor: Anne Brontë (1820-1849) ensombrecida por sus hermanas mayores Charlotte y Emily, Anne Brontë ha sido, en la actualidad, estudiada y finalmente reconocida en el mundo académico, literario y editorial. Anne se formó como institutriz, única salida para las mujeres de la época que querían, o no tenían otro remedio que trabajar si conseguir un marido no era su objetivo. A los 19 años entró de institutriz con la familia Ingham en Blake Hall, pero se encontró con unos niños ingobernables y consentidos a los que no les permitían educar con la disciplina que precisaban. Debido a la insostenible situación, acabó marchándose por voluntad propia. Esta decepcionante experiencia le sirvió como base para escribir Agnes Grey. Además de esta novela, Anne Brontë también es autora de La inquilina de Wildfell Hall, un libro que a pesar de granjearse malas criticas en su momento, hoy en día es considerado como un texto avanzado a su tiempo tratando temas como la violencia de género. Murió prematuramente a los 29 años de tuberculosis.


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: inglés.

Traductor: Elizabeth Power.

Sinopsis: decidida a lograr su independencia económica y a ayudar en su casa, Agnes Grey, hija menor de una familia venida a pique, se coloca como institutriz en la casa de la familia Bloomfield. Su juventud e inexperiencia, así como la crueldad de los niños con quienes le toca lidiar y la frialdad de sus padres son una difícil piedra de toque. Pero su perseverancia la llevará a cambiar de casa en busca de mejores perspectivas. Con sus nuevos empleadores, los Murray, las condiciones tampoco son fáciles, pero Agnes, poco a poco, se abrirá camino...

Su lectura me ha parecido: breve, intensa, sorprendente, lenta, reveladora, interesante, psicológica, peculiarmente romántica, crítica, autobiográfica...A veces, queridos lectores y lectoras, juzgamos antes de hora, antes de tiempo, antes de sumergirnos en un determinado libro. Los lectores somos así, y los que nos dedicamos a la crítica literaria más todavía, llegando a ser demasiado inflexibles en algunos casos. Cuando una persona lee mucho no sólo adquiere importantes nociones de cultura y conocimiento, sino que a la fuerza, aprende a ser un poco más crítico y escéptico. Es tal la cantidad de libros que se publican y se reeditan al año que a la fuerza tienen que existir novelas realmente malas, eso es así y no me lo estoy inventando. No todo puede ser bueno, ni maravilloso, ni ser objeto de alabanzas. De ser así, la crítica literaria y el acto de leer serían un completo aburrimiento. Por este motivo, y suele ocurrir más de lo que pensamos, cuando tenemos la experiencia de una soporífera lectura, cualquiera que nos leamos posteriormente y que posea unas características similares a la que nos lo hizo pasar tan mal, siempre nos parecerá horrible. Pero señores, esto es un prejuicio, y como bien nos enseñó la gran Jane Austen, uno no debe guiarse por estas presuposiciones, en otras palabras, no hay que menospreciar sin saber. Al libro que hoy os presento y que tengo el placer de reseñar, le achaqué muchísimos prejuicios, todo porque su hermana, igual de famosa e inmortal, es autora de un libro cuya lectura me resultó insufrible. Hoy, tras haber superado esa opinión peyorativa y tras haberme adentrado en esta novela, puedo afirmar dos cosas. La primera, que se vive mejor sin esas manías y opiniones sin consistencia. Y la segunda, que no entiendo como esta novela, la novela de Anne, se ha considerado durante muchos años peor que las de sus hermanas Emily y Charlotte Brontë, si es bastante avanzada para su época. Agnes Grey: el oportuno debate y una reconciliación personal.


La historia de como esta novela acabó, para mi sorpresa, primero en mis manos y posteriormente completando un estante de mi adorada librería es bastante curiosa. Como ya he comentado en más de una ocasión, mi primer contacto con el universo Brontë fue hace algunos años, cuando le di una oportunidad a Cumbres borrascosas, escrita por Emily Brontë. Recuerdo que fue un verano y no se muy bien por qué acabé decantándome por esa lectura, pero lo cierto es que inicié su lectura nada más asentarnos en la casa del pueblo, aquella misma noche, a la luz tenue de la lamparita de noche. No obstante, y a pesar de que puse todo el empeño del mundo, aquel libro no logró cautivarme, es más, me pareció bastante aburrido, tirando a soporífero. Se que es un sacrilegio y que más de uno ya me habrá hecho la cruz, pero esta es la realidad, Cumbres borrascosas acabó por convertirse en la peor lectura de ese verano. A lo mejor mi opinión cambia de aquí a esta parte, pues, ha pasado mucho tiempo, pero de momento y no me apetece demasiado volverme a sumergir en sus páginas. A raíz de esta mala experiencia, una servidora huía de todo lo que tuviese que ver con las hermanas Brontë. No voy a negar que me parecía bastante curioso y sorprendente que en una misma familia tres hermanas se dedicasen a la escritura en una época en la que ser mujer no era fácil, y que encima, de forma un tanto desigual, las tres hayan pasado a la historia por novelas tan mundialmente conocidas por todos. Eso si me despertaba cierto interés, pero lo que respecta a su producción literaria, prefería pasar de largo, algo que a día de hoy considero, y mira como cambian las tornas, un tremendo error. Mi introducción en la teoría feminista y el creciente interés que últimamente he estado mostrando hacia la literatura escrita por mujeres, me llevaron a sopesar la posibilidad de enmendar mi error y de dar una segunda oportunidad al mundo Brontë. Pero ese primer paso no lo iba a dar con Cumbres borrascosas ni con Jane Eyre sino con Agnes Grey. Una novela más ligera en volumen de páginas, en apariencia más breve y que, por lo que he leído, fue menospreciada en su tiempo. Tardé, por cuestiones de trabajo, en ponerme con su lectura, y cuando lo hice, nadie me pudo detener.


En lo que respecta a la crítica literaria, comenzaremos diciendo que Agnes Grey presenta una lectura sosegada, pausada y ligeramente lenta. Este aspecto ya me lo esperaba, pues, aunque sea breve en el número de páginas, la novela no deja de pertenecer a la corriente realista típica de la literatura británica. No llega a ser un Dickens o una novela de inspiración rusa, las cuales suelen ser más duras de leer, pero tampoco es un libro que carezca de todas las características de la corriente. Hay descripciones, hay introspección y demás recursos que nos trasladan a esa época y a un modo de escribir que hoy, en la era de la inmediatez y la brevedad, nos parece demasiado anticuado pero no por ello interesante. En relación con el estilo empleado, nos topamos con una pluma muy fina, que la autora no duda en afilar a modo de cuchillo en los momentos más oportunos. Anne Brontë escribe, pero también hurga y pincha donde más duele, dejando en evidencia a una sociedad de apariencias, donde el simple hecho de ser mujer era sinónimo de dificultad e injusticia y en la que el conservadurismo impregnaba cada una de las acciones del día a día. Evidentemente no nos topamos con una crítica descarada, sino con algo más elegante, que contribuye a un mayor equilibrio en la trama. Por otro lado, el hecho de haber concentrado la historia en pocas páginas, unas 263 para ser exactos, da un impulso bastante notable a la novela. Nos encontramos en la época de las grandes obras literarias del XIX, las cuales, como es el caso de Charles Dickens, se componen de páginas y páginas de descripciones interminables. Ojo, no estoy diciendo con esto que sea un mal escritor, de eso no se le puede acusar, pero de explayarse de lo lindo llegando en algunos casos a las 1.000 páginas si. Al reducir el número de páginas, quiero pensar que intencionadamente, Anne Brontë logra acentuar más las emociones, logrando una intensidad realmente maravillosa y que nos hace rememorar novelas como Persuasión de Jane Austen. Libro en el que te sientes dentro de la trama y con el que logras sentir cosas, libro que quedará en la memoria. Seguidamente, no hay que pasar por alto el carácter autobiográfico que Agnes Grey atesora. Son muchos los estudios que señalan a Agnes Grey como el personaje bajo el que en realidad se esconde la propia Anne Brontë, pues, al igual que la protagonista de su novela, la pequeña de las Brontë ejerció como institutriz en casa de acaudaladas familias inglesas. A raíz de esto, una trama a priori típica, en la que la protagonista, infatigable institutriz, sentirá atracción por un hombre religioso, adquiere una dimensión mucho más interesante. Finalmente, si le tuviese que sacar una pega a esta novela sería en lo concerniente al final, un desenlace para mi gusto demasiado abrupto y atropellado. A pesar de ello, en su conjunto, podemos definir a Anges Grey como una novela de su tiempo, para su tiempo y con visión de futuro.


Todo buen libro deja tras de si una serie de impresiones y reflexiones ante las que el lector no puede permanecer impasible. Ese es uno de los papeles de la literatura: impactar, impresionar y de paso fomentar el debate dentro de la sociedad. Esto es así, ya pueden pasar los años sobre una determinada novela, que si es buena, seguirá hablando por si sola, aunque ésta tenga más de 200 años. Con Agnes Grey me ha pasado exactamente eso, el ser consciente de como a pesar de que hayan pasado exactamente 170 años, el debate, que en aquella época empieza a surgir, todavía a día de hoy, sigue estando muy presente. La independencia de la mujer es una reivindicación que siempre ha estado ahí, con mayor o con menor intensidad dependiendo de la etapa histórica, y desde ámbitos tan diferentes entre si como la política, la ciencia o la cultura. Fueron, mujeres en su amplia mayoría, las que a través de sus disciplinas denunciaron la situación de dominación y presión a las que se les sometía, el como por ser mujeres su máxima realización debía producirse en la reclusión del hogar y en el ejercicio de la maternidad. Muchas de ellas reivindicaron entonces el trabajo fuera de casa como vía de escape a esa injusticia ancestral, como una forma de libertad, como un camino en favor de la igualdad entre hombres y mujeres. En el caso de Anne Brontë, al igual que Agnes Grey, decide ponerse a trabajar para escapar de ese rol que la sociedad imponía a la mujer, que no era otro que el de ser madre, esposa y guardiana de sus propios dominios, los cuales, se reducían a las paredes de su "idílico" hogar. Además, para más simbolismo, Anne Brontë ejerce de institutriz, un oficio que por aquella época consistía en educar a los hijos y las hijas de familias adineradas. Educar, esa palabra tan importante y que tan poco importa en los tiempos que corren. Es cierto que la educación que recibían en esa época los niños y las niñas no es la de ahora y que la alargada sombra de la tradición planeaba sobre ésta, reproduciéndose una educación sesgada y que no era igual para ambos sexos. Pero esa defensa de la emancipación de la mujer está ahí, al igual que la palabra educación, con todas sus connotaciones. Actualmente, el debate sigue más vivo que nunca, ya no sólo por las trabas que las empresas ponen en lo que a conciliación familiar se refiere o porque el partido que ocupa el gobierno pasa olímpicamente de estas cuestiones. También porque sigue habiendo un problema muy gordo de educación en estos temas. A día de hoy todavía hay quienes opinan que la mujer está mejor en casa que fuera ejerciendo una profesión, que no merece ocupar cargos de dirección o que, por el hecho de ser mujer, perciba menos salario que el hombre. Las cosas no se cambian de la noche a la mañana, eso lo se, pero, en estas cuestiones, si se educa en igualdad desde la mismísima cuna, estaremos creando a corto plazo una sociedad libre de discriminación y de trogloditas que pretenden frenar lo que es un derecho. La concienciación es la semilla y educación es el camino para hacer de éste un mundo mejor, más justo, más igualitario y en donde la mujer pueda vivir sin la lacra del machismo. Agnes Grey: una historia de amor, superación, inquietud, impotencia, perseverancia, educación, humanidad...Una novela cuya vigencia promueve la reflexión y la reivindicación.

Frases o párrafos favoritos:

"Es tonto desear la belleza. Las personas sensatas nunca la desean para sí ni le dan importancia en los demás. Si la mente está bien cultivada y el corazón bien dispuesto, a nadie le importa el exterior."

Película/Canción: a la espera de que se produzca ese acontecimiento, os dejo con la pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Bach es literatura para los oídos.



¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

martes, 9 de mayo de 2017

RESEÑA: Se llama usted Michelle Martin.

SE LLAMA USTED MICHELLE MARTIN

Título: Se llama usted Michelle Martin.

Autor: Nicole Malinconi (Dinant, Namur, 1946). De padre italiano y madre belga, vivió los primeros años de su vida entre Italia y Bélgica. Fue trabajadora social en la institución hospitalaria donde ejercía Willy Peers, médico humanista conocido por ser uno de los principales impulsores de a despenalización del aborto, y cuyas ideas influyeron mucho en la escritora. A partir de esta experiencia escribió su primera obra, basada en entrevistas a mujeres, Hôpital silence (1985), cuyo estilo recuerda, según la crítica, al de Marguerite Duras. A continuación, publicó L´Attente; Nous deux, historia sobre una relación entre madre e hija, con la que ganó el premio Victor-Rossel 1993 y que fue adaptada al teatro bajo el título Elles; Da solo (mismo tema, pero desde la óptica del padre); Rien ou presque; À l´étranger (su infancia en Italia); Séparation (en torno al psicoanálisis); L´Altérité est dans la languae (diálogo con J. P. Lebrun sobre escritura y psicoanálisis). En 2008 publicó el controvertido libro sobre Michelle Martin, ex esposa y cómplice del asesino Marc Dutroux.

Editorial: Funambulista.

Idioma: francés.

Traductor: Isabel Lacruz.

Sinopsis: Bélgica, 1996: salen a la luz y dejan horrorizada y conmocionada a la opinión pública los hechos del llamado "Asunto Dutroux", una macabra historia de pederastia, secuestros, violaciones y asesinatos. Diez años después, Michelle Martin, condenada a treinta años como cómplice de su entonces marido, sale de su silencio y encarga a Nicole Malinconi que escriba un libro sobre su situación en la cárcel. La escritora acepta, pero, al hilo de las entrevistas, la asaltan estas preguntas: ¿cómo es posible que una persona permitiera que se cometiesen semejantes horrores, arrastrada por la sumisión a alguien, y participase en ellos hasta convertirse en criminal ella misma? ¿Qué ocurrió en la vida de Michelle Martin para que se convirtiera en ese "monstruo"? ¿Existe un camino para la aceptación, el arrepentimiento, quizá el olvido, a fin de poder seguir viviendo? ¿Es posible la reinserción? ¿Cabe la redención?

Su lectura me ha parecido: dura, breve, concisa, sincera, impactante, estremecedora, enormemente reflexiva...Nada más sentarnos a desayunar, una de las costumbres que más se repite en todos los hogares es la de tomar el mando y encender la televisión, la "caja tonta" como muchos la definen, la cual, tras unos segundos de oscura incertidumbre, nos devuelve las imágenes del día. En ocasiones éstas nos muestran el resultado del mayor evento deportivo del año, otras veces, la pantalla refleja los rostros soberbios de quienes se creen absueltos de toda culpa en lo que a corrupción política se refiere. Hay días en los que los horrores de la guerra pasan completamente desapercibidos ante los ojos del espectador, y también los hay que no cuentan la verdad o simplemente, mediante la manipulación periodística, nos hacen creer lo que en realidad no es cierto, todo para satisfacer oscuras intenciones, es decir, para que nada, absolutamente nada cambie. Sin embargo, hay veces que una noticia, aunque lo más correcto sería decir ciertas noticias, impacta desde el primer instante, consiguiendo que nuestro estómago de un vuelco, que entremos en estado de shock y que sintamos repugnancia por lo que se está narrando. Es cierto que esta sensación aumenta de intensidad a medida que los medios sensacionalistas repiten la noticia a diario, con la última hora y las polémicas de turno, acrecentando un mayor rechazo social. No podemos permanecer inmunes ante este tipo de noticias, y menos cuando las palabras "asesinato", "secuestro" o "violación" forman parte de la crónica. En definitiva, no podemos evitar preguntarnos ¿por qué? En el libro que hoy tengo el placer de reseñar la autora trata de dar respuesta, a este y a otros muchos interrogantes que lógicamente aparecen cuando te enfrentas a un personaje de estas características, cuando te encuentras ante el rostro de Michelle Martin. Usted se llama Michelle Martin: la valentía de la entrevistadora ante el intenso escalofrío.


La historia de como este libro llegó a mis manos y posteriormente a formar parte de mi adorada estantería es bien sencilla. No obstante, debemos empezar por el verdadero principio. Como bien sabréis, y eso se nota en la selección de lecturas que todas las semanas reseño en el blog, soy más de ficción. Siempre he tenido mucha imaginación, muchísima, de hecho, cuando era pequeña era de esas niñas que no necesitaba mucho para jugar, incluso podía estar yo sola, sin ningún problema, jugando a mi manera. Me gustaba inventarme historias, meterme dentro de ellas y usar como juguetes cosas bastante atípicas, como las ramas de los árboles y plantas, incluso llegué a dibujar, pintar y recortar mis propias muñecas de papel, con las que me entretenía sin ningún problema. A medida que iba creciendo, una va siendo cada vez más madura y vas dejando de lado esos juegos infantiles, sin embargo, esa capacidad de inventar y de imaginar la supe canalizar a través de dos actividades: la escritura y la lectura. Ambas me proporcionaban y me siguen proporcionando esa libertad y evasión que en muchas ocasiones necesito y que sin ellas, me sentiría huérfana. Por eso me gusta la ficción, porque puedes viajar, descubrir, sentir y dejarte llevar. No obstante, y esto lo descubres cuando el instinto crítico empieza a surgir en el interior de cada uno, empiezas a interesarte por lo real, lo verídico, los géneros que distan de la novela propiamente dicha. A partir de ese momento, pero, sobretodo cuando empecé en la Universidad, comencé a interesarme por la lectura de textos menos ficticios, aunque, ese amor por lo inventado sigue estando muy presente. Es entonces cuando te interesas por textos más filosóficos, políticos o que ejerzan una labor periodística interesante. Por ello y tras conocer todas las opciones que la editorial Funambulista me ofrecía, decidí decantarme por el enigmático Se llama usted Michelle Martin. Por aquel entonces me apetecía leer algo diferente y pensé que este libro me podía proporcionar lo que buscaba. Antes de iniciar su lectura, leí brevemente sobre el tema y por lo que iba averiguando, aventuraba que ésta no iba a ser una de esas lecturas fáciles de digerir y que iba a tener que construir una barrera entre el libro y yo. Finalmente, y tras devorar la última página, constate que su lectura era como me esperaba, aunque me llevé por sorpresa un pequeño buen sabor de boca.


En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Se llama usted Michelle Martin presenta una lectura ágil, dinámica a ratos y breve, extremadamente breve. Pienso, y lo digo desde la más absoluta sinceridad, que esa esquematización y concentración juega bastante a favor por dos motivos. El primero tiene que ver básicamente con la frase "Lo bueno, si breve, dos veces bueno", no por hacerlo más largo un texto significa que vaya a ser mejor, al contrario, se puede cargar el trabajo del escritor. En el caso de este libro, la autora parece conocer ese refrán, pues reduce hasta lo estrictamente necesario, ninguna coma es innecesaria, todo gira entorno al tema a tratar sin dejarse llevar por la verborrea lírica presente en otros muchos autores. El segundo, y esto hay que reconocerlo, se refiere a la contención. Ya no estamos hablando de la brevedad lírica de antes, sino a algo que tiene mas relación con la profesionalidad del buen periodista. Si habéis leído la biografía, sabréis que Malinconi no es una escritora que venga del ámbito periodístico, más bien, proviene de ámbitos más relacionados con el trabajo social y la psicología. A esto algunos lo denominarán "intrusismo", yo lo llamo interdisciplinariedad. Cuando el que opina en ámbitos periodísticos proviene de otras ramas que no son el periodismo se nota y en algunos casos, dependiendo de la persona, para bien. Lo mismo pasa con la escritura, al ser Malinconi perteneciente a otro ámbito de estudio, podemos comprobar como la profesionalidad y el trato al material que posee, esas entrevistas, reciben un tratamiento diferente, sin dejarse llevar por el morbo que caracteriza a algunos periodistas. De ahí la brevedad, el exquisito respeto y el buen tratamiento de esas fuentes. A grandes rasgos en Usted se llama Michelle Martin se exponen las conversaciones que tuvo Malinconi con Michelle Martin durante los vis a vis. Michelle Martin, fue la esposa de Marc Dutroux y ambos fueron los protagonistas de una macabra historia de secuestros, violaciones y asesinatos a chicas menores de edad. Finalmente y gracias al testimonio de un joven, ambos fueron detenidos y condenados a importantes penas de cárcel, el uno por ser el que cometía las agresiones y la otra por ser cómplice de las mismas. Esta es la historia, la que todo el mundo en Bélgica conoce, pero, en Usted se llama Michelle Martin hay mucho más. Lo que pretendía ser un libro en el que Martin contase su vida en prisión, se convirtió en algo mucho más profundo, en un texto donde se establecen dos discursos. El de Michelle Martin, que es quien responde y el de Nicole Malinconi, quien pregunta, pero que además, se hace preguntas a si misma, reflexiones que todos nos haríamos si tuviésemos delante a alguien con una historia parecida a la de la protagonista. Por eso, este libro adquiere una dimensión mucho más reflexiva de lo que cabría esperar, implicando al lector, compartiendo con él interrogantes tales como ¿Cómo es posible? ¿En qué estaría pensando? ¿Dónde queda la compasión? ¿La empatía? ¿La dignidad? ¿Por qué no escapó? ¿Por qué no denunció? Todos ellos sin respuesta. Por último, sólo me queda decir que Usted se llama Michelle Martin no es precisamente un libro que se caracterice por su calidad literaria, es más, en ese sentido resulta bastante pobre. Al igual que una novela, un ensayo de estas características también requiere un mínimo de cuidado en ese sentido. Usted se llama Michelle Martin no está a la altura del magistral A sangre fría del gran Thruman Capote, tal vez el siguiente libro de la autora se acerque un poco más, todo es proponérselo.


Centrándonos en la reflexión estrictamente personal, debo de admitir que, como en otras ocasiones, me ha resultado especialmente difícil decantarme por un tema en concreto. Una lectura así te impacta, te sacude, hasta el punto de llegar a formularte las mismas preguntas que tantas veces nos hemos hecho cuando hemos tenido noticia de un caso de similares características. Pero en esta ocasión, me gustaría hablaros de otro asunto, bastante relacionado con la labor periodística que aparece en el libro y a la que deberíamos prestar un mínimo de atención. Los telediarios, si, esos que nos acompañan a todas horas, en la televisión, en la radio o en internet. Ni siquiera las redes sociales escapan a estos programas cuya única finalidad, a priori, es la de proporcionarnos las noticias del día, transmitidas con la mayor profesionalidad y desde la veracidad de los propios hechos. Pues bien, en los tiempos que corren es realmente decepcionante toparnos con ciertos espacios informativos en los que poco importa la verdad, la base de toda noticia, dando lugar a un espectáculo realmente bochornoso en donde los periodistas se han convertido en auténticos depredadores y en donde se exprime lo escabroso y el morbo, para así, tener satisfecha a la audiencia. Este método que produce auténtica vergüenza ajena, se utiliza para prácticamente cualquier noticia, pero donde de verdad llega al límite es en noticias donde hay un acto atroz de por medio. Los casos de violación, pederastia, violencia, secuestro y sobretodo, asesinato, son los que más sufren de la prensa amarilla, logrando convertir un acto absolutamente despreciable en el último culebrón de la temporada. En España lo hemos visto en infinidad de ocasiones y hemos sido testigos del tratamiento de casos tan sonados el de las Niñas de Alcaser y más recientemente con los de Marta del Castillo, Asumpta Basterra o el de Diana Quer. Da la sensación de que ya no importa nada, absolutamente nada, ni siquiera el sufrimiento de la propia familia, hasta el punto de que nos lo venden por cápsulas, como si fueran capítulos de una serie con incierto final. Pues bien, queridos lectores y lectoras, desde aquí me gustaría apelar a la sensibilidad, al respeto y sobretodo a la empatía. Es cierto que noticias de este tipo se tienen que contar, la sociedad lo exige y es un derecho, pero, deberíamos pararnos y reflexionar antes de convertir una violación en circo mediático, un secuestro en un thriller o un asesinato en el último pelotazo televisivo. No hay que hacer de lo trágico un espectáculo, ni banalizar el drama. Más periodismo de verdad, más libros como el de Malinconi y menos show miserable. Usted se llama Michelle Martin: una historia de confesiones, preguntas, violencia de género, arrepentimiento, culpa, redención...Un libro que demuestra el monstruo que todos llevamos dentro.

Frases o párrafos favoritos:

"Es sabido que era usted madre de tres hijos, los dos últimos aún muy pequeños; que había cursado estudios de maestra. Nada en usted parecía monstruoso. El horror era que había perpetrado aquella monstruosidad. Todo el mundo se preguntaba: ¿Cómo es posible?

Película/Canción: aunque en mi opinión, este texto sería muy interesante llevado a las tablas de un teatro y no a una pantalla de cine. He decidido adjuntaros la pieza de BSO que me ha acompañado durante la redacción de esta novela. No tiene nada que ver, pero estos acordes tan célebres no podían evitar transportarme a ese clima siniestro que acompaña al libro.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Editorial Funambulista

miércoles, 3 de mayo de 2017

RESEÑA: Persuasión.

PERSUASIÓN

Título: Persuasión.

Autor: Jane Austen (1775-1817) era la hija menor de un pastor protestante que se ocupó personalmente de su educación. Llevó siempre una existencia apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra y permaneció soltera. Siendo testigo de la época de la Regencia, empezó a escribir con tan solo 16 años, en una época en la que la que a la mujer se le asignaba un rol más tradicional y sujeto a las normas de una sociedad estrictamente patriarcal. Además de Orgullo y prejuicio, su novela más importante y famosa, también escribió Mansfield Park, Emma, Sensatez y sentimiento, La abadía de Northanger o Persuasión entre otras; además de escribir una abundante cantidad de diarios personales que retratan y reflejan la realidad de una época. Su obra es una fabrica de generar controversia, interpretaciones, alabanzas y lo que es más importante; una atracción especial hacia un público más amplio y menos especializado. Murió de tuberculosis a los 41 años dejando incompleta Los Watson, quien años después su sobrina, la también escritora Catherine Hubback, sería quien la finalizase.


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: inglés.

Traductor: Juan Jesús Zaro.

Sinopsis:  la protagonista de Persuasión es Anne Elliot, hija mediana de un vanidoso Sir con un título de nobleza menor. Fueron precisamente sus ínfulas de grandeza las que llevaron años atrás a Anne a rechazar, pese a sus sentimientos, el matrimonio con un por entonces joven militar de incierto futuro. Pero las guerras hacen mudar las fortunas y las hazañas de aquel oficial lo han convertido, en capitán de la Armada de Su Majestad. Dolido aún por aquel antiguo desaire, el capitán Wentworth será ahora, cuando dé a conocer su voluntad de casarse, quien haga gala de su indiferencia hacia Anne.

Su lectura me ha parecido: sentimental, pasional, dramática, muy intensa, compleja, interesante, más seria, diferente...Queridos lectores y lectoras, como bien sabéis, todas las personas, o al menos una mayoría abrumadora, alcanza más tarde que pronto la madurez. No sólo en lo que respecta a la edad, que suele establecerse entorno a los 40 años, también en lo que concierne al ámbito profesional en el que hemos decidido desarrollar nuestro potencial y talento, algo que en este caso si está sujeto a la opinión de cada uno. Hay quienes lo fijan sobre los 40, otros sobre los 50, también los hay que lo rebajan a los 30. Sea como sea, todos coincidimos en que es un momento de cambio y tal vez de transición. Y en lo que respecta a la vida del escritor ocurre exactamente lo mismo, todos los lo experimentan, de un modo u otro, y donde primero se nota es en su escritura, el trato a los personajes y el tipo de historias que quieren transmitirnos. A unos les da por cambiar de lenguaje, a otros por incorporar nuevas características, los hay quien se atreven con un género diferente, pero también, los que o bien se vuelven más oscuros y pesimistas o los que desarrollan su sexto sentido para amoldarse a nuevas corrientes, aunque éstas aún tengan un incierto futuro. Eso mismo, y lo creo muy firmemente, le pasó a la gran autora que, una vez más, volvemos a tener en este espacio de crítica y opinión. Jane Austen alcanzó esa esa madurez como escritora, pero su prematura muerte a los 41 años de edad privó a los lectores de disfrutar esa nueva etapa literaria que se intuía más reflexiva, pasional y lo más importante, con tintes de realismo. Menos mal que la autora inglesa nos regaló un libro muy interesante y que refleja a la perfección ese cambio, esa deriva literaria que, aunque todavía mantenga ciertos paralelismos con sus anteriores novelas, no pudo acabar de consumar en vida. Persuasión: un retrato literario desde la madurez.


La historia de como Persuasión llegó a mis manos es bastante simple, aunque para contarla bien, debemos comenzar por el verdadero principio, ese en el que una servidora no tragaba las novelas románticas. Muchos de vosotros ya conocéis mi experiencia con novelas como Cumbres borrascosas. Sí, se que esta novela tiene muchos adeptos, lo compruebo a diario en las redes sociales y en los post que algunos publican, incluyendo los de algunos administradores de blogs que como el mío, abogamos por espacios en los que la honestidad y la crítica son lo más importante a la hora de redactar una crítica literaria. Pero, sinceramente, no acabó de conquistarme del todo, aunque recientemente me he reconciliado con una de las hermanas Brontë, todo hay que decirlo. En definitiva, hubo un tiempo no muy lejano en el que no podía con este tipo de literatura y esto siguió así hasta que el feminismo y sus estudios se cruzaron en mi camino, al igual que el nombre de Jane Austen. Una autora a la que hasta ese momento había tratado de esquivar porque pensaba que iba a resultarme igual o más cursi que las hermanas Brontë. ¡Que equivocada estaba! Si algo me ha enseñado la experiencia de adentrarme en Orgullo y prejuicio, primera novela que leí de la autora y cuya reseña podéis encontrar en este blog, es que no hay que prejuzgar antes de conocer. Con aquella lectura no sólo desterré la idea de que en Jane Austen son todo cursilerías, también pude encontrar una serie de criticas referentes a la sociedad que a la autora le tocó vivir, tales como la vida en el campo o la situación de la mujer en la Inglaterra de principios de siglo XIX. Por ello, y a modo de reto personal, me propuse leer las novelas más importantes de Jane Austen aprovechando que este 2017 se cumplen 200 años de su muerte, reivindicando así el papel de las mujeres escritoras en la historia. Tras la satisfactoria experiencia con Orgullo y prejuicio, decidí seguir adelante y pedir al Grupo Anaya el segundo libro que me leería de esta autora, el cual resultó ser, tras pensarlo mucho, Persuasión. La verdad es que, y aquí os tengo que ser totalmente sincera, consulté varias reseñas de esta novela. Necesitaba saber a qué me enfrentaba si escogía este título como mi próxima lectura de Jane Austen. Sorprendentemente, la mayoría de las que leí eran bastante positivas, hasta el punto de colocarla por delante de Orgullo y prejuicio, algo que me chocó e hizo que tuviese más ganas de leerlo que nunca. ¿Sería cierto lo que mis compañeros de la blogsfera decían? Necesitaba saberlo. Hoy, con la perspectiva que ofrece el tiempo, no puedo hacer otra cosa que corroborar la opinión de todos esos blogueros literarios a continuación, en el tercer párrafo de esta reseña. Estaban en lo cierto.


Centrándonos en la crítica literaria propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Persuasión presenta una lectura sosegada e intensa al mismo tiempo. A diferencia de Orgullo y prejuicio, novela más ágil y dinámica en parte por su estilo irónico, Persuasión se aleja de todo eso con una prosa más seria, tirando por una crítica más profunda, hiriente, ligeramente sangrante, sin una pizca de la diversión que proporciona la ironía bien empleada. Este aspecto, de buenas a primeras me chocó bastante, pues si por algo se había caracterizado la literatura de Jane Austen es precisamente por ese uso magistral de la ironía para criticar y al mismo tiempo, sacar una sonrisa al propio lector. Con esto no quiero decir que Persuasión sea una lectura carente de profundidad e ingenio, todo lo contrario, este estilo más punzante es otra muestra de la gran inteligencia de la autora. Además de ese cambio de estilo, se aprecia una acentuación mayor en la intensidad, de la propia acción y de los sentimientos que van apareciendo a lo largo de la novela. Esa implicación extra en lo sentimental no la vuelve más cursi, sino más auténtica, más personal, más introspectiva. En lo que respecta a la historia también encontramos una clara diferencia con respecto a sus novelas anteriores. Ya no estamos ante jovencitas en busca del amor, que son alcanzadas por la flecha de Cupido por vez primera o que a su alrededor orbitan hombres de mayor o menor caballerosidad e intenciones. En Persuasión nos topamos con Anne Elliott, hija de un vanidoso noble y demasiado vieja para poder casarse. La sorpresa viene cuando el lector descubre que Anne tiene, atención, veintisiete años, una edad que hoy en día nos transmite juventud, pero que en aquella época se traducía en peso y desgracia si no estabas casada. Anne jamás se ha casado y a largo de la novela asume su futuro, el de convertirse en una solterona para el resto de sus días. Sin embargo, Anne no es un personaje plano, Jane Austen le atribuye sentimientos muy intensos, una sensatez, una inteligencia emocional y una serie de valores que engrandecen un personaje muy diferente a ese modelo de mujer que se estilaba en la época. Ya lo vimos un poco con Elizabeth Bennet, una de sus inmortales heroínas, pero en Anne Elliot la autora va un paso más allá, demostrando que una mujer no es un objeto sin vida, sino que en su interior anidan muchos matices, entre los que destaca, por encima de todos, su capacidad de amar y de seguir amando, pues, para Jane Austen, el permanecer soltera no significa hermetismo, todo lo contrario, Anne es una mujer con su forma ser pero también con sus propios sentimientos, como debe ser. Como en todas sus novelas, la acción gira entorno la historia de amor entre Anne y el amor de su vida, el capitán Wentworth, un personaje que también me ha sorprendido por la cantidad de matices que tiene. Esta es una relación pasional, plagada de desaires, desencuentros y sobre la que se cimienta la persuasión. Este juego literario que Austen ejecuta sobre sus personajes principales es simplemente magistral, pues, logra la atención, pero sobretodo, que el lector acabe empatizando con unos personajes más reales y maduros, y como consecuencia, odiando toda esa frivolidad y aires de grandeza que representa la familia de Anne. En resumen, todo ese conjunto de aspectos novedosos que aparecen en Persuasión, me llevan a pensar que Jane Austen estaba atravesando un momento muy interesante en su carrera como escritora, un momento en el que apreciamos como lo serio va imponiéndose ligeramente. Es cierto que en Persuasión mantiene el modelo de historia y la ambientación, pero se aprecia una pequeña deriva hacia lo introspectivo y la critica más directa, aspectos muy relacionados con la corriente literaria conocida como realismo. ¿Persuasión es entonces una novela realista? No, pero el camino parece ser ese, aunque desgraciadamente, nunca conoceremos esa faceta.


Para acabar la redacción de esta reseña como se merece, no me voy a andar con rodeos. Iré directa a esa reflexión que tenía tantas ganas de exponer y poner por escrito en el blog. Todos conocemos el significado de "persuasión", que viene a decir algo así como la capacidad o habilidad para convencer a una persona mediante razones o argumentos para que piense de una determinada forma, o bien, haga cierta cosa. Hasta ahí todo claro. Es verdad, todos nos hemos sentido persuadidos en algún momento de nuestra vida, y lo que parece disimularse bajo la apariencia de "consejo", acaba por conducir a un fin bien distinto, el de acabar haciendo lo que otra persona nos insinúa, muchas veces en contra de lo que de verdad deseamos. Esta situación se da en nuestro día a día, y en el caso de las mujeres, la cosa es todavía más reseñable. Desde tiempos inmemoriales, la mujer siempre ha estado sujeta a normas y tradiciones, y por consiguiente, al cumplimiento de todas ellas, sin dejar ni un cabo suelto, porque si los hay, el escándalo puede ser mayúsculo. La mujer siempre ha tenido que obedecer, siempre, ya sea al padre, al marido, al hijo o incluso a la propia madre, que, cual marioneta manejada por el patriarcado, acaba por transmitir todos esos valores y comportamientos a sus propias hijas. Y si alguna quería ser ella misma y hacer lo que quisiera, entonces, era persuadida, de distintos modos, hasta lograr convencerla de que debía comportarse correctamente, no desviarse del camino trazado. En Persuasión, Anne es persuadida por los suyos para que no se comprometa con el que es el amor de su vida, persuasión a la que acaba sucumbiendo. Pero a medida que vamos avanzado en la novela, descubrimos a una Anne que pisa fuerte, que tiene ideas propias, sentimientos propios y lo más importante de todo, que no se deja influenciar por nada ni por nadie, no se deja persuadir al fin y al cabo. Es evidente que tras Persuasión se esconde una clara intencionalidad, la oportunidad para mostrar otro tipo de mujer, las que como la propia Jane Austen, no se casaron en una época en la que el matrimonio era a lo que una podía aspirar como máximo en la vida. Mujeres que, aún solteras, son capaces de tener sueños e inquietudes. Mujeres que habían vivido, que habían amado, que habían sentido ese amor correspondido. Solteras por decisión propia, no porque no hubiesen tenido la oportunidad, sino porque ellas mismas lo han querido así, porque ahí es donde reside su felicidad. Por todo ello y en memoria de todas esas mujeres que decidieron ser ellas mismas en épocas de gran control social, debemos intentar tomar ejemplo y luchar por lo que de verdad queremos, lo que nos hace realmente dichosas, por ser nosotras mismas y no un disfraz. Queridas mujeres que estéis leyendo estas líneas, os pido que no os dejéis persuadir, no dejéis que nadie decida por vosotras, absolutamente nadie. Vosotras sois las únicas dueñas de vuestro presente y vuestro futuro, un futuro al que espero disfrutéis con la mayor de las libertades. Persuasión: una historia de amor, desencuentros, esperas, pasión, egoísmo, vanidad, ambición...Una novela inolvidable en todos los sentidos.

Frases o párrafos favoritos:

"Su fría cortesía, su ceremoniosa gracia, eran peores que cualquier otra cosa"
¡
Película/Canción: existe una versión de 1995 con Amanda Root y Ciarán Hinds en los papeles principales. Sin embargo, los que seáis unos enamorados del universo Jane Austen, recordarán mejor la adaptación para televisión de 2007, dirigida por Adrian Shergold y con las inolvidables interpretaciones de la actriz británica Sally Hawkins y Rupert Penry-Jones como Anne Elliott y el capitán Wentworth.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial