ORGULLO Y PREJUICIO
Título: Orgullo y prejuicio.
Autor: Jane Austen (1775-1817) era la hija menor de un pastor protestante que se ocupó personalmente de su educación. Llevó siempre una existencia apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra y permaneció soltera. Siendo testigo de la época de la Regencia, empezó a escribir con tan solo 16 años, en una época en la que la que a la mujer se le asignaba un rol más tradicional y sujeto a las normas de una sociedad estrictamente patriarcal. Además de Orgullo y prejuicio, su novela más importante y famosa, también escribió Mansfield Park, Emma, Sensatez y sentimiento, La abadía de Northanger o Persuasión entre otras; además de escribir una abundante cantidad de diarios personales que retratan y reflejan la realidad de una época. Su obra es una fabrica de generar controversia, interpretaciones, alabanzas y lo que es más importante; una atracción especial hacia un público más amplio y menos especializado. Murió de tuberculosis a los 41 años dejando incompleta Los Watson, quien años después su sobrina, la también escritora Catherine Hubback, sería quien la finalizase.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: inglés.
Traductor: José Luis López Muñoz.
Sinopsis: la aparición en Longbourn, un pueblo de la campiña inglesa, de Charles Bingley, joven, soltero y rico, despierta las ambiciones de las familias del vecindario, que lo consideran un excelente partido para sus hijas. Él y su amigo, Fitzwilliam Darcy, también adinerado, tendrán que luchar contra las intrigas con las que se tratará de poner trabas al amor que sienten por dos de las hermanas Bennet, pobres y modestas, antes de alcanzar un final feliz.
Su lectura me ha parecido: sorprendente, interesante, larga, pesada en algunos tramos, lúcida en otros, crítica, absolutamente profunda...Durante este mes de febrero que pronto llegará a su fin ocurrieron dos cosas importantes. La primera de ellas tenía más que ver con cuestiones puramente personales que afectaron a mi trabajo y a mi animo de forma importante. Inseguridad y pesimismo no son buenos para nadie. La segunda, que llegó en el momento más oportuno, fue el viaje con mi hermano a Londres, donde este año está estudiando. Fueron cinco días agotadores, cansados, pero muy productivos. Pude contemplar en primera persona esos lugares que tanto había visto por la televisión, respirar su aire, recorrer algunos de sus parques más importantes, comer en sus calles e incluso visitar algún museo. Todo eso hice, hubieron cosas que me decepcionaron un poco, nada en esta vida es perfecto, pero la sensación final fue bastante buena. Fue durante mi estancia en Twickenham y Richmond, dos enormes barrios próximos a la capital, donde se obró un poco el milagro. Estaba cansada y arrastraba horas de caminatas, pero aquel último día decidí calzarme las botas, abrocharme el abrigo y salir a andar. Necesitaba un momento para mi y aquella se presentó como la mejor oportunidad. Bordeando el Támesis pasé algunos puentes, crucé uno del siglo XIX, me detuve en el monumento a los caídos de la I Guerra Mundial en Richmond, hice fotos en el pintoresco embarcadero, atravesé un parque, seguí río abajo y de repente Ham House. Una imponente mansión del siglo XVII en medio de un singular paraje natural se alzaba ante mi. La verja estaba abierta y aunque había que pagar para entrar, yo me contentaba con quedarme ahí, quieta, contemplándola durante horas. Jamás había estado delante de una de estas casas, cansada de verlas en películas, aquel fue sin duda uno de los momentos más inesperados y enriquecedores del viaje. Enriquecedores por el simple hecho de que aquella mansión logró transportarme a un entorno en el que ya había estado gracias a la lectura de un libro. El recuerdo de Ham House ha permitido con creces que hoy esté de nuevo aquí, para hablaros de una novela inmortal, universal y atemporal como la que más. Esas columnas, esas estatuas, esos parques, esos árboles...Todo me recordaba irremediablemente a Orgullo y prejuicio: osadía e inteligencia amparadas por el talento de una de las mejores.
La historia de como Orgullo y prejuicio pasó a engrosar los estantes de mi librería particular es relativamente reciente. No obstante, para ser más honestos, debería empezar por el principio de todo. Hace unos años, una servidora se consideraba una alérgica a las novelas románticas. Todo lo que rezumase felicidad irreal y edulcorada me producía urticaria. Mi visión negativa de este genero tenía que ver con la mala experiencia que había tenido con algunas novelas del estilo. Primero fue con las típicas novelas juveniles, entre las que se encontraba la saga Crepúsculo, que todas mis compañeras de clase leyeron y quedaron fascinadas por la trama. Yo también fui lectora de Crepúsculo, del primer libro para ser más exactos, cuya lectura que me bastó para alejarme a todo lo que oliese a cursilada. Años más tarde, encontrándome ya en la universidad, comencé a leer Cubres borrascosas, la famosísima novela de Emily Brontë. Hasta la fecha fue lo más parecido a la literatura de Jane Austen que leí y la verdad, lo dejé a mitad terminar. Sí, se que es imperdonable y que muchos os estaréis echando las manos a la cabeza, pero es cierto, no pude con Cumbres borrascosas. Tal vez me pillase en un mal momento, o lo más probable, que mi rechazo a la novela romántica todavía persistiese en mi interior. Todo eso cambió cuando una servidora comenzó a interesarse por el feminismo y su teoría. Entonces, en medio de ilustres nombres asociados al estudio de la mujer apareció el de Jane Austen. Sorprendida de mi, decidí hacer una búsqueda rápida por internet y leer resúmenes de su biografía. No me cabía en la cabeza que esta autora británica, autora de libros muy importantes pero que irremediablemente me recordaban a Cumbres borrascosas, tuviese algo que ver con la causa feminista de esa época. Y si, lo cierto es que si que tenía bastante que ver, no sólo su actitud como escritora en una época donde el machismo imperaba en la sociedad, sino que incluso hay quien ve en su literatura, tras una apariencia aparentemente conservadora, la novelización del pensamiento de la gran Mary Wollstonecraft. Tras aquella enriquecedora búsqueda, la curiosidad me atrapó por completo, empujándome a lo que hace unos años me parecía imposible. Gracias a la colaboración con el Grupo Anaya, logré hacerme con un ejemplar de Orgullo y prejuicio, su novela más famosa, e iniciar la que sería mi última lectura del pasado 2016. Desde ese instante, algo cambió, no es que me haya vuelto una adicta a las novelas de la genial autora británica, pero si que ha logrado reconciliarme con un tipo de literatura a la que, y nunca mejor dicho, le había achacado demasiados prejuicios.
Centrándonos en el tema que nos ocupa, diremos que Orgullo y prejuicio no presenta una lectura fácil, para nada. Quien piense que estamos ante una novela ágil y de rápido desarrollo se equivoca estrepitosamente. Orgullo y prejuicio es tal vez una de esas novelas densas y ligeramente descriptivas que quien no esté acostumbrado a leer este tipo de libros abandone antes de hora. Desde aquí, con toda la sinceridad del mundo, os pido que le deis una oportunidad. Puede que os resulten tediosas las continuas idas y venidas de las hermanas Bennet a Netherfield, a mi algunas me lo parecieron, he de reconocerlo. Pero hay que leer entre líneas para darse cuenta de que no estamos ante una novela vacía, ni mucho menos, por eso, Orgullo y prejuicio no merece leerse con actitud de best seller, sino con una posición más abierta, sólo así se aprecia el verdadero valor que esta novela posee. Al hilo de esta recomendación al lector, debemos comentar una serie de aspectos que a simple vista no se aprecian pero que contribuyen a engrandecer este libro y que justifican que haya pasado a la historia como uno de los grandes. En primer lugar, Orgullo y prejuicio es un excelente reflejo de la sociedad inglesa de finales del XVIII principios del XIX. Nos situamos en la época de La Regencia, en un momento en el que se divisan cambios en el horizonte, donde asistimos a los primeros coletazos de la Revolución Industrial que cambiará por completo el paisaje del país y donde el imperialismo británico comienza a asomarse tras la puerta. Pero también en la que el campo se resiste a dejarse vencer por los avances tecnológicos, donde la comunidad agraria muestra su cohesión, donde la sociedad sigue a pesar del modernismo que se avecina, anclada en los valores tradicionales de la familia o el matrimonio; siempre al amparo de un poder religioso vigilante y despiadado con quien se sale de la norma. En Orgullo y prejuicio todo eso está presente, y Jane Austen lo describe de forma objetiva y subjetiva al mismo tiempo. Siendo crítica cuando toca y simplemente descriptiva en cuestiones menores. En definitiva, un equilibrio sumamente brillante que nos introduce sin quererlo en la propia personalidad de la autora. En segundo lugar, lo que más me gustó de su lectura y que en muchos casos pasa totalmente desapercibido como es el fino y magistral uso de la ironía. A lo largo de la novela encontramos pasajes interminables, escenas que se prolongan páginas y páginas, pero en medio de todas ellas, de pronto, frases contundentes que desencadenan la perplejidad y la admiración del lector. Si uno las lee sin prestar atención puede perfectamente pensar que Jane Austen era una escritora extraordinariamente conservadora, pero por el contrario, si uno se preocupa por leer con más detenimiento, comprueba como frases tan impactantes como la que inicia esta novela, en realidad, esconden una ironía abrumadora, revelando una opinión al respecto de temas tan importantes en su literatura como el matrimonio, las relaciones amorosas o la situación de la mujer. ¿Conservadora entonces? Evidentemente, es hija de su tiempo, pero al contrario de lo que se espera de una mujer de la época, se atreve a ser crítica. Capitulo a parte merecen los inolvidables personajes principales de Orgullo y prejuicio, bien definidos y diferenciados entre si, entre los que obviamente destacan Elizabeth Bennet, llena de prejuicios, y el señor Darcy, impregnado de orgullo. Finalmente, en tercer lugar, si algo evidencia esta novela ese arrojo por intentar plasmar la situación de la mujer, describiéndola, criticando algunos aspectos, ensalzando a la mujer inteligente, girando entorno al tema del matrimonio, al que no criminaliza, pero si considera que no debe ser por conveniencia y que sentimientos como el amor o la compatibilidad deben ser prioritarios. Algo que en los tiempos que corren a quedado algo desfasado, pero que en su momento, significaron todo un avance.
En lo que respecta a la crítica puramente personal, he de ser clara. Tratándose de Orgullo y prejuicio podría hablar sobre eso precisamente, de la tremenda reflexión que la autora plasma sobre el significado de estas dos palabras. Tema que fácilmente podría extrapolarse a la actualidad, pues existe mucho orgullo y prejuicio en este mundo. Sin embargo, y llevada por la curiosidad, voy a llevar la reflexión por otros derroteros igual de interesantes. Cuando uno termina de leer una novela como Orgullo y prejuicio no puede evitar primero sentirse orgulloso, pues no todo el mundo logra terminar un clásico de este calibre. Pero seguidamente, es inevitable preguntarse ¿por qué Jane Austen y sus novelas siguen conquistando a los lectores? Yo misma me hice esta pregunta, y lo cierto es que no tiene fácil respuesta. La realidad está ahí, Jane Austen, a pesar de que lleva muerta 200 años, es sinónimo no de éxito editorial, sino de nuevos lectores. Cada vez son más los lectores que sucumben a sus novelas, triunfando especialmente entre el público femenino, todo hay que decirlo. Pero no sólo eso, Jane Austen ha logrado algo de lo que muy pocos autores clásicos pueden presumir, llegar al público menos académico, al publico en general. Hoy en día si te tienes que leer un clásico, y esto es verídico, antes prefieres leer algo de Jane Austen a enfrentarte al Quijote o a La Divina Comedia por ejemplo. Esta adoración a Jane Austen puede deberse posiblemente al tipo de historias que narra, en las que el amor lo impregna todo. Hay que reconocerlo, en el caso de Orgullo y prejuicio, se te pone la piel literalmente de gallina cuando lees las escenas de amor y desamor, ya no porque estén muy bien escritas, sino porque rezuman sentimiento. Y no están para nada edulcoradas ni caen en la ñoñería tan habitual en los tiempos que corren. Pero lo cierto es que, y aquí ya me tengo que poner seria, no hay que caer en la trampa que muchas de estas novelas encierran. Hay que leerlas, por supuesto, y más si te trata de Jane Austen, pero no hay que creer en el romanticismo que las embriaga. En la vida real el amor es algo más que lo que en los libros se muestra. Vale que Jane Austen criticaba ciertas conductas, pero no hay que creer como verdadero el amor que transmiten las páginas de una novela de estas características. El público desea novelas románticas, eso es evidente, y puestos a elegir, es preferible leer a autoras como Jane Austen antes que adentrarte en el best seller romántico de turno. Y si además, las lees con atención y distancia, entonces Jane Austen se convertirá en algo más que una simple escritora de novela romántica. Y ya que estamos, puestos a pedir, animaría desde aquí a los hombres a que también leyesen a Jane Austen. Eso de que su lectura se enfoque hacia el público femenino tiene que cambiar, a estas alturas no podemos seguir con esas estúpidas diferencias entre literatura para hombres y literatura para mujeres. Así no se contribuye a una mayor igualdad, sino a la continuidad en los roles de género que ya criticaba la propia Jane Austen, a su manera, desde los siglos XVIII y XIX. Orgullo y prejuicio: una historia de amor, sentimiento, familia, tradición, clases sociales, bailes, matrimonio... Una novela que esconde más de lo que aparenta.
Frases o párrafos favoritos:
"Es una verdad universalmente aceptada que un soltero con posibles ha de buscar esposa. Por muy poco que se sepa de los gustos u opiniones de tal varón, cuando se incorpora a una comunidad, esa verdad tiene tanto arraigo en la mente de las familias circuncidantes que se le considera, por derecho, propiedad de una u otra de sus hijas."
Película/Canción: han sido numerosas las adaptaciones cinematográficas o televisivas, así como las películas inspiradas en Orgullo y prejuicio, que se han estrenado con mayor o menor éxito. Entre las series destaca la de 1995, la más fuel hasta la fecha, con el actor británico Colin Firth en el papel de Darcy. En cuanto a las películas destacan las de 1940, con Larwence Olivier como protagonista, y por supuesto, la de 2005 con una inolvidable Keira Knightley en el papel protagonista. Esta última película fue nominada a cuatro Oscars y lanzó a la fama a su director Joe Wright. En cuanto a otras cintas, encontramos películas como El diario de Bridget Jones o Orgullo prejuicio y zombies, inspiradas en la trama de la exitosa novela de Jane Austen. Aquí os dejo con la última adaptación cinematográfica que sin duda, mucha gente de mi generación recordará:
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial
Centrándonos en el tema que nos ocupa, diremos que Orgullo y prejuicio no presenta una lectura fácil, para nada. Quien piense que estamos ante una novela ágil y de rápido desarrollo se equivoca estrepitosamente. Orgullo y prejuicio es tal vez una de esas novelas densas y ligeramente descriptivas que quien no esté acostumbrado a leer este tipo de libros abandone antes de hora. Desde aquí, con toda la sinceridad del mundo, os pido que le deis una oportunidad. Puede que os resulten tediosas las continuas idas y venidas de las hermanas Bennet a Netherfield, a mi algunas me lo parecieron, he de reconocerlo. Pero hay que leer entre líneas para darse cuenta de que no estamos ante una novela vacía, ni mucho menos, por eso, Orgullo y prejuicio no merece leerse con actitud de best seller, sino con una posición más abierta, sólo así se aprecia el verdadero valor que esta novela posee. Al hilo de esta recomendación al lector, debemos comentar una serie de aspectos que a simple vista no se aprecian pero que contribuyen a engrandecer este libro y que justifican que haya pasado a la historia como uno de los grandes. En primer lugar, Orgullo y prejuicio es un excelente reflejo de la sociedad inglesa de finales del XVIII principios del XIX. Nos situamos en la época de La Regencia, en un momento en el que se divisan cambios en el horizonte, donde asistimos a los primeros coletazos de la Revolución Industrial que cambiará por completo el paisaje del país y donde el imperialismo británico comienza a asomarse tras la puerta. Pero también en la que el campo se resiste a dejarse vencer por los avances tecnológicos, donde la comunidad agraria muestra su cohesión, donde la sociedad sigue a pesar del modernismo que se avecina, anclada en los valores tradicionales de la familia o el matrimonio; siempre al amparo de un poder religioso vigilante y despiadado con quien se sale de la norma. En Orgullo y prejuicio todo eso está presente, y Jane Austen lo describe de forma objetiva y subjetiva al mismo tiempo. Siendo crítica cuando toca y simplemente descriptiva en cuestiones menores. En definitiva, un equilibrio sumamente brillante que nos introduce sin quererlo en la propia personalidad de la autora. En segundo lugar, lo que más me gustó de su lectura y que en muchos casos pasa totalmente desapercibido como es el fino y magistral uso de la ironía. A lo largo de la novela encontramos pasajes interminables, escenas que se prolongan páginas y páginas, pero en medio de todas ellas, de pronto, frases contundentes que desencadenan la perplejidad y la admiración del lector. Si uno las lee sin prestar atención puede perfectamente pensar que Jane Austen era una escritora extraordinariamente conservadora, pero por el contrario, si uno se preocupa por leer con más detenimiento, comprueba como frases tan impactantes como la que inicia esta novela, en realidad, esconden una ironía abrumadora, revelando una opinión al respecto de temas tan importantes en su literatura como el matrimonio, las relaciones amorosas o la situación de la mujer. ¿Conservadora entonces? Evidentemente, es hija de su tiempo, pero al contrario de lo que se espera de una mujer de la época, se atreve a ser crítica. Capitulo a parte merecen los inolvidables personajes principales de Orgullo y prejuicio, bien definidos y diferenciados entre si, entre los que obviamente destacan Elizabeth Bennet, llena de prejuicios, y el señor Darcy, impregnado de orgullo. Finalmente, en tercer lugar, si algo evidencia esta novela ese arrojo por intentar plasmar la situación de la mujer, describiéndola, criticando algunos aspectos, ensalzando a la mujer inteligente, girando entorno al tema del matrimonio, al que no criminaliza, pero si considera que no debe ser por conveniencia y que sentimientos como el amor o la compatibilidad deben ser prioritarios. Algo que en los tiempos que corren a quedado algo desfasado, pero que en su momento, significaron todo un avance.
En lo que respecta a la crítica puramente personal, he de ser clara. Tratándose de Orgullo y prejuicio podría hablar sobre eso precisamente, de la tremenda reflexión que la autora plasma sobre el significado de estas dos palabras. Tema que fácilmente podría extrapolarse a la actualidad, pues existe mucho orgullo y prejuicio en este mundo. Sin embargo, y llevada por la curiosidad, voy a llevar la reflexión por otros derroteros igual de interesantes. Cuando uno termina de leer una novela como Orgullo y prejuicio no puede evitar primero sentirse orgulloso, pues no todo el mundo logra terminar un clásico de este calibre. Pero seguidamente, es inevitable preguntarse ¿por qué Jane Austen y sus novelas siguen conquistando a los lectores? Yo misma me hice esta pregunta, y lo cierto es que no tiene fácil respuesta. La realidad está ahí, Jane Austen, a pesar de que lleva muerta 200 años, es sinónimo no de éxito editorial, sino de nuevos lectores. Cada vez son más los lectores que sucumben a sus novelas, triunfando especialmente entre el público femenino, todo hay que decirlo. Pero no sólo eso, Jane Austen ha logrado algo de lo que muy pocos autores clásicos pueden presumir, llegar al público menos académico, al publico en general. Hoy en día si te tienes que leer un clásico, y esto es verídico, antes prefieres leer algo de Jane Austen a enfrentarte al Quijote o a La Divina Comedia por ejemplo. Esta adoración a Jane Austen puede deberse posiblemente al tipo de historias que narra, en las que el amor lo impregna todo. Hay que reconocerlo, en el caso de Orgullo y prejuicio, se te pone la piel literalmente de gallina cuando lees las escenas de amor y desamor, ya no porque estén muy bien escritas, sino porque rezuman sentimiento. Y no están para nada edulcoradas ni caen en la ñoñería tan habitual en los tiempos que corren. Pero lo cierto es que, y aquí ya me tengo que poner seria, no hay que caer en la trampa que muchas de estas novelas encierran. Hay que leerlas, por supuesto, y más si te trata de Jane Austen, pero no hay que creer en el romanticismo que las embriaga. En la vida real el amor es algo más que lo que en los libros se muestra. Vale que Jane Austen criticaba ciertas conductas, pero no hay que creer como verdadero el amor que transmiten las páginas de una novela de estas características. El público desea novelas románticas, eso es evidente, y puestos a elegir, es preferible leer a autoras como Jane Austen antes que adentrarte en el best seller romántico de turno. Y si además, las lees con atención y distancia, entonces Jane Austen se convertirá en algo más que una simple escritora de novela romántica. Y ya que estamos, puestos a pedir, animaría desde aquí a los hombres a que también leyesen a Jane Austen. Eso de que su lectura se enfoque hacia el público femenino tiene que cambiar, a estas alturas no podemos seguir con esas estúpidas diferencias entre literatura para hombres y literatura para mujeres. Así no se contribuye a una mayor igualdad, sino a la continuidad en los roles de género que ya criticaba la propia Jane Austen, a su manera, desde los siglos XVIII y XIX. Orgullo y prejuicio: una historia de amor, sentimiento, familia, tradición, clases sociales, bailes, matrimonio... Una novela que esconde más de lo que aparenta.
Frases o párrafos favoritos:
"Es una verdad universalmente aceptada que un soltero con posibles ha de buscar esposa. Por muy poco que se sepa de los gustos u opiniones de tal varón, cuando se incorpora a una comunidad, esa verdad tiene tanto arraigo en la mente de las familias circuncidantes que se le considera, por derecho, propiedad de una u otra de sus hijas."
Película/Canción: han sido numerosas las adaptaciones cinematográficas o televisivas, así como las películas inspiradas en Orgullo y prejuicio, que se han estrenado con mayor o menor éxito. Entre las series destaca la de 1995, la más fuel hasta la fecha, con el actor británico Colin Firth en el papel de Darcy. En cuanto a las películas destacan las de 1940, con Larwence Olivier como protagonista, y por supuesto, la de 2005 con una inolvidable Keira Knightley en el papel protagonista. Esta última película fue nominada a cuatro Oscars y lanzó a la fama a su director Joe Wright. En cuanto a otras cintas, encontramos películas como El diario de Bridget Jones o Orgullo prejuicio y zombies, inspiradas en la trama de la exitosa novela de Jane Austen. Aquí os dejo con la última adaptación cinematográfica que sin duda, mucha gente de mi generación recordará:
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial