Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

martes, 28 de febrero de 2017

RESEÑA: Orgullo y prejuicio.

ORGULLO Y PREJUICIO

Título: Orgullo y prejuicio.

Autor: Jane Austen (1775-1817) era la hija menor de un pastor protestante que se ocupó personalmente de su educación. Llevó siempre una existencia apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra y permaneció soltera. Siendo testigo de la época de la Regencia, empezó a escribir con tan solo 16 años, en una época en la que la que a la mujer se le asignaba un rol más tradicional y sujeto a las normas de una sociedad estrictamente patriarcal. Además de Orgullo y prejuicio, su novela más importante y famosa, también escribió Mansfield Park, Emma, Sensatez y sentimiento, La abadía de Northanger o Persuasión entre otras; además de escribir una abundante cantidad de diarios personales que retratan y reflejan la realidad de una época. Su obra es una fabrica de generar controversia, interpretaciones, alabanzas y lo que es más importante; una atracción especial hacia un público más amplio y menos especializado. Murió de tuberculosis a los 41 años dejando incompleta Los Watson, quien años después su sobrina, la también escritora Catherine Hubback, sería quien la finalizase.


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: inglés.

Traductor: José Luis López Muñoz.

Sinopsis: la aparición en Longbourn, un pueblo de la campiña inglesa, de Charles Bingley, joven, soltero y rico, despierta las ambiciones de las familias del vecindario, que lo consideran un excelente partido para sus hijas. Él y su amigo, Fitzwilliam Darcy, también adinerado, tendrán que luchar contra las intrigas con las que se tratará de poner trabas al amor que sienten por dos de las hermanas Bennet, pobres y modestas, antes de alcanzar un final feliz.

Su lectura me ha parecido: sorprendente, interesante, larga, pesada en algunos tramos, lúcida en otros, crítica, absolutamente profunda...Durante este mes de febrero que pronto llegará a su fin ocurrieron dos cosas importantes. La primera de ellas tenía más que ver con cuestiones puramente personales que afectaron a mi trabajo y a mi animo de forma importante. Inseguridad y pesimismo no son buenos para nadie. La segunda, que llegó en el momento más oportuno, fue el viaje con mi hermano a Londres, donde este año está estudiando. Fueron cinco días agotadores, cansados, pero muy productivos. Pude contemplar en primera persona esos lugares que tanto había visto por la televisión, respirar su aire, recorrer algunos de sus parques más importantes, comer en sus calles e incluso visitar algún museo. Todo eso hice, hubieron cosas que me decepcionaron un poco, nada en esta vida es perfecto, pero la sensación final fue bastante buena. Fue durante mi estancia en Twickenham y Richmond, dos enormes barrios próximos a la capital, donde se obró un poco el milagro. Estaba cansada y arrastraba horas de caminatas, pero aquel último día decidí calzarme las botas, abrocharme el abrigo y salir a andar. Necesitaba un momento para mi y aquella se presentó como la mejor oportunidad. Bordeando el Támesis pasé algunos puentes, crucé uno del siglo XIX, me detuve en el monumento a los caídos de la I Guerra Mundial en Richmond, hice fotos en el pintoresco embarcadero, atravesé un parque, seguí río abajo y de repente Ham House. Una imponente mansión del siglo XVII en medio de un singular paraje natural se alzaba ante mi. La verja estaba abierta y aunque había que pagar para entrar, yo me contentaba con quedarme ahí, quieta, contemplándola durante horas. Jamás había estado delante de una de estas casas, cansada de verlas en películas, aquel fue sin duda uno de los momentos más inesperados y enriquecedores del viaje. Enriquecedores por el simple hecho de que aquella mansión logró transportarme a un entorno en el que ya había estado gracias a la lectura de un libro. El recuerdo de Ham House ha permitido con creces que hoy esté de nuevo aquí, para hablaros de una novela inmortal, universal y atemporal como la que más.  Esas columnas, esas estatuas, esos parques, esos árboles...Todo me recordaba irremediablemente a Orgullo y prejuicio: osadía e inteligencia amparadas por el talento de una de las mejores.


La historia de como Orgullo y prejuicio pasó a engrosar los estantes de mi librería particular es relativamente reciente. No obstante, para ser más honestos, debería empezar por el principio de todo. Hace unos años, una servidora se consideraba una alérgica a las novelas románticas. Todo lo que rezumase felicidad irreal y edulcorada me producía urticaria. Mi visión negativa de este genero tenía que ver con la mala experiencia que había tenido con algunas novelas del estilo. Primero fue con las típicas novelas juveniles, entre las que se encontraba la saga Crepúsculo, que todas mis compañeras de clase leyeron y quedaron fascinadas por la trama. Yo también fui lectora de Crepúsculo, del primer libro para ser más exactos, cuya lectura que me bastó para alejarme a todo lo que oliese a cursilada. Años más tarde, encontrándome ya en la universidad, comencé a leer Cubres borrascosas, la famosísima novela de Emily Brontë. Hasta la fecha fue lo más parecido a la literatura de Jane Austen que leí y la verdad, lo dejé a mitad terminar. Sí, se que es imperdonable y que muchos os estaréis echando las manos a la cabeza, pero es cierto, no pude con Cumbres borrascosas. Tal vez me pillase en un mal momento, o lo más probable, que mi rechazo a la novela romántica todavía persistiese en mi interior. Todo eso cambió cuando una servidora comenzó a interesarse por el feminismo y su teoría. Entonces, en medio de ilustres nombres asociados al estudio de la mujer apareció el de Jane Austen. Sorprendida de mi, decidí hacer una búsqueda rápida por internet y leer resúmenes de su biografía. No me cabía en la cabeza que esta autora británica, autora de libros muy importantes pero que irremediablemente me recordaban a Cumbres borrascosas, tuviese algo que ver con la causa feminista de esa época. Y si, lo cierto es que si que tenía bastante que ver, no sólo su actitud como escritora en una época donde el machismo imperaba en la sociedad, sino que incluso hay quien ve en su literatura, tras una apariencia aparentemente conservadora, la novelización del pensamiento de la gran Mary Wollstonecraft. Tras aquella enriquecedora búsqueda, la curiosidad me atrapó por completo, empujándome a lo que hace unos años me parecía imposible. Gracias a la colaboración con el Grupo Anaya, logré hacerme con un ejemplar de Orgullo y prejuicio, su novela más famosa, e iniciar la que sería mi última lectura del pasado 2016. Desde ese instante, algo cambió, no es que me haya vuelto una adicta a las novelas de la genial autora británica, pero si que ha logrado reconciliarme con un tipo de literatura a la que, y nunca mejor dicho, le había achacado demasiados prejuicios.


Centrándonos en el tema que nos ocupa, diremos que Orgullo y prejuicio no presenta una lectura fácil, para nada. Quien piense que estamos ante una novela ágil y de rápido desarrollo se equivoca estrepitosamente. Orgullo y prejuicio es tal vez una de esas novelas densas y ligeramente descriptivas que quien no esté acostumbrado a leer este tipo de libros abandone antes de hora. Desde aquí, con toda la sinceridad del mundo, os pido que le deis una oportunidad. Puede que os resulten tediosas las continuas idas y venidas de las hermanas Bennet a Netherfield, a mi algunas me lo parecieron, he de reconocerlo. Pero hay que leer entre líneas para darse cuenta de que no estamos ante una novela vacía, ni mucho menos, por eso, Orgullo y prejuicio no merece leerse con actitud de best seller, sino con una posición más abierta, sólo así se aprecia el verdadero valor que esta novela posee. Al hilo de esta recomendación al lector, debemos comentar una serie de aspectos que a simple vista no se aprecian pero que contribuyen a engrandecer este libro y que justifican que haya pasado a la historia como uno de los grandes. En primer lugar, Orgullo y prejuicio es un excelente reflejo de la sociedad inglesa de finales del XVIII principios del XIX. Nos situamos en la época de La Regencia, en un momento en el que se divisan cambios en el horizonte, donde asistimos a los primeros coletazos de la Revolución Industrial que cambiará por completo el paisaje del país y donde el imperialismo británico comienza a asomarse tras la puerta. Pero también en la que el campo se resiste a dejarse vencer por los avances tecnológicos, donde la comunidad agraria muestra su cohesión, donde la sociedad sigue a pesar del modernismo que se avecina, anclada en los valores tradicionales de la familia o el matrimonio; siempre al amparo de un poder religioso vigilante y despiadado con quien se sale de la norma. En Orgullo y prejuicio todo eso está presente, y Jane Austen lo describe de forma objetiva y subjetiva al mismo tiempo. Siendo crítica cuando toca y simplemente descriptiva en cuestiones menores. En definitiva, un equilibrio sumamente brillante que nos introduce sin quererlo en la propia personalidad de la autora. En segundo lugar, lo que más me gustó de su lectura y que en muchos casos pasa totalmente desapercibido como es el fino y magistral uso de la ironía. A lo largo de la novela encontramos pasajes interminables, escenas que se prolongan páginas y páginas, pero en medio de todas ellas, de pronto, frases contundentes que desencadenan la perplejidad y la admiración del lector. Si uno las lee sin prestar atención puede perfectamente pensar que Jane Austen era una escritora extraordinariamente conservadora, pero por el contrario, si uno se preocupa por leer con más detenimiento, comprueba como frases tan impactantes como la que inicia esta novela, en realidad, esconden una ironía abrumadora, revelando una opinión al respecto de temas tan importantes en su literatura como el matrimonio, las relaciones amorosas o la situación de la mujer. ¿Conservadora entonces? Evidentemente, es hija de su tiempo, pero al contrario de lo que se espera de una mujer de la época, se atreve a ser crítica. Capitulo a parte merecen los inolvidables personajes principales de Orgullo y prejuicio, bien definidos y diferenciados entre si, entre los que obviamente destacan Elizabeth Bennet, llena de prejuicios, y el señor Darcy, impregnado de orgullo. Finalmente, en tercer lugar, si algo evidencia esta novela ese arrojo por intentar plasmar la situación de la mujer, describiéndola, criticando algunos aspectos, ensalzando a la mujer inteligente, girando entorno al tema del matrimonio, al que no criminaliza, pero si considera que no debe ser por conveniencia y que sentimientos como el amor o la compatibilidad deben ser prioritarios. Algo que en los tiempos que corren a quedado algo desfasado, pero que en su momento, significaron todo un avance.


En lo que respecta a la crítica puramente personal, he de ser clara. Tratándose de Orgullo y prejuicio podría hablar sobre eso precisamente, de la tremenda reflexión que la autora plasma sobre el significado de estas dos palabras. Tema que fácilmente podría extrapolarse a la actualidad, pues existe mucho orgullo y prejuicio en este mundo. Sin embargo, y llevada por la curiosidad, voy a llevar la reflexión por otros derroteros igual de interesantes. Cuando uno termina de leer una novela como Orgullo y prejuicio no puede evitar primero sentirse orgulloso, pues no todo el mundo logra terminar un clásico de este calibre. Pero seguidamente, es inevitable preguntarse ¿por qué Jane Austen y sus novelas siguen conquistando a los lectores? Yo misma me hice esta pregunta, y lo cierto es que no tiene fácil respuesta. La realidad está ahí, Jane Austen, a pesar de que lleva muerta 200 años, es sinónimo no de éxito editorial, sino de nuevos lectores. Cada vez son más los lectores que sucumben a sus novelas, triunfando especialmente entre el público femenino, todo hay que decirlo. Pero no sólo eso, Jane Austen ha logrado algo de lo que muy pocos autores clásicos pueden presumir, llegar al público menos académico, al publico en general. Hoy en día si te tienes que leer un clásico, y esto es verídico, antes prefieres leer algo de Jane Austen a enfrentarte al Quijote o a La Divina Comedia por ejemplo. Esta adoración a Jane Austen puede deberse posiblemente al tipo de historias que narra, en las que el amor lo impregna todo. Hay que reconocerlo, en el caso de Orgullo y prejuicio, se te pone la piel literalmente de gallina cuando lees las escenas de amor y desamor, ya no porque estén muy bien escritas, sino porque rezuman sentimiento. Y no están para nada edulcoradas ni caen en la ñoñería tan habitual en los tiempos que corren. Pero lo cierto es que, y aquí ya me tengo que poner seria, no hay que caer en la trampa que muchas de estas novelas encierran. Hay que leerlas, por supuesto, y más si te trata de Jane Austen, pero no hay que creer en el romanticismo que las embriaga. En la vida real el amor es algo más que lo que en los libros se muestra. Vale que Jane Austen criticaba ciertas conductas, pero no hay que creer como verdadero el amor que transmiten las páginas de una novela de estas características. El público desea novelas románticas, eso es evidente, y puestos a elegir, es preferible leer a autoras como Jane Austen antes que adentrarte en el best seller romántico de turno. Y si además, las lees con atención y distancia, entonces Jane Austen se convertirá en algo más que una simple escritora de novela romántica. Y ya que estamos, puestos a pedir, animaría desde aquí a los hombres a que también leyesen a Jane Austen. Eso de que su lectura se enfoque hacia el público femenino tiene que cambiar, a estas alturas no podemos seguir con esas estúpidas diferencias entre literatura para hombres y literatura para mujeres. Así no se contribuye a una mayor igualdad, sino a la continuidad en los roles de género que ya criticaba la propia Jane Austen, a su manera, desde los siglos XVIII y XIX. Orgullo y prejuicio: una historia de amor, sentimiento, familia, tradición, clases sociales, bailes, matrimonio... Una novela que esconde más de lo que aparenta.

Frases o párrafos favoritos:

"Es una verdad universalmente aceptada que un soltero con posibles ha de buscar esposa. Por muy poco que se sepa de los gustos u opiniones de tal varón, cuando se incorpora a una comunidad, esa verdad tiene tanto arraigo en la mente de las familias circuncidantes que se le considera, por derecho, propiedad de una u otra de sus hijas."

Película/Canción: han sido numerosas las adaptaciones cinematográficas o televisivas, así como las películas inspiradas en Orgullo y prejuicio, que se han estrenado con mayor o menor éxito. Entre las series destaca la de 1995, la más fuel hasta la fecha, con el actor británico Colin Firth en el papel de Darcy. En cuanto a las películas destacan las de 1940, con Larwence Olivier como protagonista, y por supuesto, la de 2005 con una inolvidable Keira Knightley en el papel protagonista. Esta última película fue nominada a cuatro Oscars y lanzó a la fama a su director Joe Wright. En cuanto a otras cintas, encontramos películas como El diario de Bridget Jones o Orgullo prejuicio y zombies, inspiradas en la trama de la exitosa novela de Jane Austen. Aquí os dejo con la última adaptación cinematográfica que sin duda, mucha gente de mi generación recordará:


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial


miércoles, 22 de febrero de 2017

RESEÑA: ¿Qué me quieres amor?

¿QUÉ ME QUIERES AMOR?

Título: ¿Qué me quieres amor?

Autor: Mauel Rivas (La Coruña 1957) fue Premio de la Crítica por el libro de relatos Un millón de vacas (1990), originalmente escrito en gallego, al igual que el resto de su producción literaria. Con posteridad publicó la novela Los comedores de patatas (1992). En su obra poética destacan Balada nas parais do oeste, Mohicana y Ningún cisne. En salvaje compañía (Alfaguara 1994) confirmó su extraordinaria capacidad para la fabulación, lo que le ha llevado a convergirse en uno de los escritores mas importantes del panorama actual de las letras españolas. Escribe habitualmente en el diario El País y dirige la revista crítica Luces de Galizia. Con ¿Qué me quieres amor? obtuvo el Torrente Ballester de 1995, y aunque ésta sea su obra más importante, Rivas también es autor de El lápiz del carpintero, Los libros arden mal o Voces bajas. Recientemente ha publicado El último día de Terranova, cuyo éxito de público y crítica es unánime.


Editorial: Alfaguara.

Idioma: castellano.

Sinopsis: la incomunicación personal en un mundo saturado de información y hechizado por una nueva cacharrería, el gran misterio de las relaciones humanas, es el hilo conductor de ¿Qué me quieres amor?, con el que Manuel Rivas obtuvo el Premio de Narrativa Torrente Ballester. Son relatos duros, algunos de una dureza extrema, encaramados al dolor y a la soledad, pero donde emergen la ternura y el humor como los mejores amuletos y reductos de la humanidad.

Su lectura me ha parecido: intensa, poderosa, sorprendente, dolorosa, sencilla, sensible, importante, grandiosa en su concepción, humilde a pesar de todo...Queridos lectores y lectoras, hoy, como lleva siendo costumbre desde hace cuatro años, me propongo presentaros la crítica de un libro con la mayor sencillez y profesionalidad posible. Sin embargo, en esta ocasión me veo en la obligación de hablar de cine. Si, de cine, ese séptimo arte que todos adoramos y que en los tiempos que corren es más necesario que nunca. Pero no voy a hablaros del cine en general, sino del cine que se hace en un país llamado España. Allí ocurre una cosa muy curiosa, pues, posee una industria llena de talento: guionistas, actores, actrices, fotógrafos, compositores, productores, directores, maquilladores, diseñadores de vestuario, expertos en montaje, en sonido, en efectos especiales, en asesoramiento histórico...Un talento que se refleja en muchas películas que salen a la luz a lo largo del año, pero que sin embargo, son muy pocos los que saben apreciarlo. He conocido, sobretodo durante mi etapa universitaria y actoral a mucha gente que no es que no le guste, sino que odia el cine español. La razón: "que si hay muchas escenas de sexo", "que si dicen muchos tacos", "que si las historias son absurdas"...En fin, para gustos los colores, eso esta claro. No obstante, hay que aprender a valorar lo que tenemos aquí, pero sobretodo, que una película española puede contar historias impresionantes que igualan a las que se puedan estar rodando en Estados Unidos por ejemplo, y que por supuesto, no merecen ese descredito que parece generalizarse a medida que pasan los años. Sin ir más lejos, una de las historias mas potentes, estremecedoras, tiernas y lacrimógenas que ha dado el celuloide español en los últimos años tomó como base uno de los relatos recopilados en el libro que hoy tengo el placer de reseñar. Hay que amar al séptimo arte despojándonos de estereotipos, y saber, que la literatura, ha servido de inspiración para películas, algunas de ellas ya convertidas en clásicos universales. ¿Qué me quieres amor?: corazón, delicadeza, sencillez y crudeza reunidos en 16 relatos cortos.


La historia de como ¿Qué me quieres amor? llegó a mis manos y a mi vida tiene mucho que ver con la magia del cine. A muchos, sobretodo a los de generación, nos ha tocado ver en clase una película relacionada con algún apartado del temario de asignaturas como Historia, Lengua Castellana, Inglés o Filosofía entre otras. Una servidora, sin ir más lejos, se ha chupado en horas de clase cintas como Tiempos modernos, La Ola, Te doy mis ojos, La casa de Bernarda Alba, una película de los Hermanos Marx, muchísimas en versión original para aprender la lengua anglosajona y por supuesto, La lista de Schindler. Sin embargo, hay que ser sinceros, esas que he nombrado, son las más comunes, y que todos habremos visto entre las cuarto paredes del aula, el caso de La lista de Schindler es todo un clásico en este sentido. Pasado el tiempo y a medida que una se va culturalizando en el mundo del cine, se da cuenta que películas que ilustrarían alguna enseñanza adquirida en clase pasan totalmente desapercibidas. Este es por supuesto, el caso de La lengua de las mariposas, esa cinta española que todos hemos visto alguna vez en la televisión de pasada o inserta en algún monográfico sobre la II República o sobre los maestros de la II República. Puede que no sea la película más importante del género, pero, lo que si que posee es un claro mensaje nostálgico, de como la educación por aquellos tiempos distaba de la que tenemos hoy en día y de como los maestros de ese tiempo empleaban las técnicas de la Institución Libre de Enseñanza, obteniendo una educación más práctica y en permanente contacto con el conocimiento, que en ocasiones podía tocarse con los dedos. Y también, todo hay que decirlo, como todo ese logro y dedicación desapareció de un plumazo tras la Guerra Civil Española. En mi caso, vi La lengua de las mariposas hace unos cuantos años con gran interés, admiré todavía más el trabajo actoral de Fernando Fernán Gómez, cogí cariño a Moncho, casi lloré con ese trágico final y me pregunté por qué razón no se veían películas sobre la II República o la Guerra Civil en clase para que los alumnos la comprendieran mejor. Años más tarde entendí el absurdo por qué, es mejor y más conveniente conocer más a fondo el nazismo que nuestra propia historia. En cuanto a ¿Qué me quieres amor? apareció ante mi en uno de aquellos mercadillos de libros que desde hace un tiempo organiza la biblioteca de mi barrio. La portada, en la que aparecía La lechera de Vermeer, ya me cautivó de por si. Sin embargo, lo que no me esperaba era encontrarme La lengua de las mariposas en forma de relato. Eso sin duda, fue lo que en última instancia me empujó a adquirirlo y leerlo posteriormente. El resultado: un imprescindible en toda regla.


En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, debemos decir en primer lugar que ¿Qué me quieres amor? presenta una lectura ágil, dinámica y que, lo mejor de todo, deja espacio para la reflexión. Es muy curioso pues, cuando uno se topa con relatos de este estilo, que no son excesivamente largos, uno tiende a pensar que no va a encontrar ese margen de meditación. Sin embargo, y contra todo prejuicio, Manuel Rivas, con su especial habilidad para contar historias, logra, aunque la palabra más adecuada sería "obliga", al lector a detenerse ante lo que acaba de leer hace escasos minutos. Seguidamente, apreciamos como este volumen de relatos no responden a un orden determinado, ni por cronología o por aspectos más relacionados con la autobiografía del propio autor, no, el hilo conductor más bien se encuentra en la temática de los propios textos. Es la incomunicación, el misterio de las relaciones humanas, y muy especialmente, el humor y la ternura como reductos para combatir la soledad lo que de alguna manera engarza todos estos relatos cortos con precisión milimétrica, hasta el punto de que el lector tiene la sensación de estar ante un libro no sólo reflexivo, sino también de gran contenido social. Por otro lado, ¿Qué me quieres amor? está plagado de referencias al amor en todas sus vertientes y desde distintas épocas sociales, lo cual hace de este libro una lectura más interesante. Desde el amor adolescente, pasando por el amor a la naturaleza y finalizando por el amor a los ideales. Y afortunadamente, no se hace desde lo empalagoso, sino desde una mirada más contemporánea, más actual y más directa. Relacionado con ello, creo que es importante destacar que en ¿Qué me quieres amor? Manuel Rivas consigue tocar la fibra sensible del lector y en ocasiones ir incluso más allá, llegando a tocar con las palabras las vísceras de quienes leen cada uno de los relatos, unos con más intensidad que otros, pero que en resumidas cuentas, es necesario comentarlo. En este sentido, La lengua de las mariposas, puede que sea el relato que más se aproxima a esa sensación, a esa impresión de que algo ha cambiado en tu interior, capaz de remover las tripas y las conciencias de los lectores más impasibles. Por destacar otros relatos, me han gustado especialmente también los de Un saxo en la niebla o el de La lechera de Vermeer, en los que se ensalza el arte como vía de comprensión, de comunicación y de reconciliación entre las personas. Simplemente fascinantes. Para acabar, sólo apuntar que en ¿Qué me quieres amor? se empapa de una clara influencia proveniente de la cultura popular gallega. Si leemos un poco la biografía de Manuel Rivas y su propia producción literaria, apreciamos como las raíces y el lugar de nacimiento inspiran gran parte de su obra, algo que puede resultar para unos reduccionista, pero para otros una forma de homenajear o de lograr un estilo muy personal.


En lo que respecta a la crítica puramente personal, he de confesaros que hasta hace unos días no sabía exactamente qué plasmar en este ya habitual cuarto párrafo. Son tantos los temas que aparecen en ¿Qué me quieres amor? que una servidora se vio un poco desbordada al respecto. Todo eso cambió hace unos días, cuando asistí a la primera clase de un curso de escritura creativa organizado por la universidad al que me he apuntado. En aquella primera clase, la profesora nos introdujo un poco en la historia del relato corto, en sus máximos exponentes y en las distintas formas de redacción y estilo. De aquella primera sesión extraje dos cosas importantes. La primera, que el relato corto es tal vez una de las cosas más difíciles de escribir y la segunda, la poca fama que ha tenido a lo largo del tiempo. Existen muchos escritores, muchos, algunos de ellos han pasado a la historia y serán para siempre recordados por sus novelas largas. Pero muy pocos saben que muchos de los escritores que hoy se sitúan en el olimpo de las letras fueron en su inicio escritores de cuentos y relatos cortos. Conrad, Fraubert, Melville, Cortázar...La lista es enorme. Sólo unos pocos, entre los que podemos encontrar a Poe, Borges o Kafka han pasado a la posteridad por su amplia producción de relatos cortos o novelas cortas. Dejando de lado los nombres y las celebridades literarias, para centrarnos en la reflexión que nos ocupa, sólo diré que basta con adentrarse en la lectura de un relato corto para poder comprobar la precisión y el estilo de un autor en cuestión. Creo que en ellos es donde de verdad el lector comprueba en primera persona el talento literario y los temas principales que el autor va a usar con más asiduidad. El relato corto es un texto construido al milímetro, con precisión, poniendo más atención tal vez tanto en la forma como en el contenido. Con esto no estoy quitando méritos a la novela, cuya elaboración es igual de compleja, sólo pretendo destacar y dar visibilidad a otras formas de hacer literatura que a veces pasan completamente desapercibidas. Hay que reivindicar el relato corto, ya sea a través de críticas literarias, de tertulias, de debates, de cursos especializados...Pero sobretodo leyéndolos, esa es la mejor forma de revitalizarlos y de que nunca desaparezcan del panorama literario, y ya de paso, de nuestras vidas. ¿Qué me quieres amor?: un compendio de historias de amor, tragedia, humor, ternura, inocencia, soledad, giros inesperados...Un canto a nosotros mismos desde el talento de uno de los escritores españoles más originales.

Párrafos o frases favoritas:

"Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en medio de la Alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia: "¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!"".

Película/Canción: de todos es conocida la adaptación que en el año 1999 dirigió José Luis Cuerda. Compuesta por tres de los relatos que aparecen en ¿Qué me quieres amor? y con las brillantes interpretaciones de Fernando Fernán Gómez, Willy Toledo y el jovencísimo Manuel Lozano que logran ponerte la piel de gallina con discursos tan memorables como el que abajo os adjunto. Simplemente admirable:


¡Un saludo y a seguir leyendo!

lunes, 6 de febrero de 2017

RESEÑA: La Venus de las pieles.

LA VENUS DE LAS PIELES

Título: La Venus de las pieles.

Autor: Leopold von Sacher-Masoch (Ucrania 1836 - Alemania 1895) nació en una familia de la alta aristocracia, por lo que gozó de una educación privilegiada. Estudió Historia y Matemáticas en la ciudad austríaca de Gratz y tras doctorarse en Historia ejerció como profesor en su ciudad natal, para posteriormente, dedicarse al periodismo y a la escritura. Fue muy polémico en su época por mostrar en sus escritos prácticas sexuales de sometimiento que vincularon para la posteridad su nombre al término "masoquismo". Además de La Venus de las pieles, su obra más famosa, es autor de Agua de juventud, La pescadora de almas o La mujer divorciada entre otras.

Editorial: Sexto Piso. 

Idioma: alemán.

Traductor: Elisa Martínez Salazar.

Sinopsis: la novela narra la relación entre Severin y Wanda, y como aquel, en busca de una rara y esquiva "supersensualidad", consigue convencer a su amada para que lo trate como un esclavo. Severin, entre la devoción y la penitencia, entre lo sacro y lo blasfemo, recorrerá de rodillas todos los trechos de este vía crucis del Eros. El servilismo, la crueldad y el fetichismo no serán sino los hitos que irán marcando su camino hacia una nueva voluptuosidad.

Su lectura me ha parecido: sensual, introspectiva, descriptiva, progresiva, reflexiva, libre, condensada, sugerente, un clásico...Queridos lectores y lectoras, hay nombres que quedan para siempre asociados a sus logros más importantes. Cristóbal Colón con el descubrimiento de América, Gutemberg con la invención de la imprenta o Florence Nightingale por la creación del primer modelo conceptual de enfermería. Otros, no tuvieron la misma suerte, y su nombre y apellidos forman parte de una lista negra donde se inscriben los acontecimientos más terribles. Este es el caso de Maria Antonieta y la Revolución Francesa, Adolf Hilter y el Nazismo o Francisco Franco y la Guerra Civil Española. Algunos, por otro lado, ven incluidas sus credenciales dentro de movimientos artísticos, incluso son considerados insignes representantes de ellos. Ejemplos hay de sobra, desde Zola y el Naturalismo hasta Picasso y el Cubismo. Incluso hay quien, y no son muchos los afortunados, que con el paso del tiempo, su propio nombre se ha usado para referirse a su mayor aportación a la sociedad. Louis Pasteur y "pasteurización" es el primero que se nos viene a la cabeza, pero existen muchos más, cuyos nombres u apellidos aparecen reflejados por citar un simple ejemplo, en la famosa tabla periódica que todos, alguna vez en nuestra vida, nos hemos tenido que aprender. Por último, y en relación al tema que nos ocupa, existen una serie de personajes no tan conocidos por desgracia, que han pasado a la historia gracias a un tipo de literatura muy concreto y con unas características muy específicas, y que además, han dejado su impronta morfológica en términos todavía tabú en muchas sociedades. El más famoso es sin duda alguna el Marqués de Sade, dando lugar al término "sadismo" gracias a su amplia producción literaria. Pero también, en el siglo XIX, existió un escritor muy particular, lleno de influencias y cuyo aristocrático apellido dio lugar a otra palabra muy estrechamente relacionada con la anterior. Su nombre, Leopold von Sacher-Masoch aparentemente no nos dice nada, sin embargo, cuando uno se adentra en su novela más famosa, uno entiende entonces por qué Masoch acabó dando lugar a "masoquismo". La Venus de las pieles: un tapiz de sensaciones, tejido por los placeres más oscuros y recónditos.


Aunque La Venus de las pieles llegó a mis manos gracias a una colaboración editorial, lo cierto es que ésta historia arranca desde el más absoluto de los desconocimientos. Jamás había escuchado hablar de esta novela, es más, ignoraba por completo su existencia. A este echo se le añadía una cuestión puramente personal, y es que el género erótico nunca ha sido uno de mis predilectos en cuanto a lecturas. He de reconocer que me inicié bastante tarde en él, en concreto cuando el mundo se vio sacudido por el fenómeno E.L James y sus Cincuenta sombras de Grey. Fueron unos años en los que literariamente no se hablaba de otra cosa y en los que las grandes editoriales de turno comenzaron a publicar novela erótica como si no hubiera un mañana. Si antes los vampiros habían sido los reyes indiscutibles del panorama editorial, ahora las más lujuriosas perversiones acaparaban todos los focos mediáticos. Una servidora, antes de que aconteciese todo ese tsunami mediático, lo más explícito que había leído hasta la fecha fueron algunas escenas de sexo que pude encontrar en algunos de los libros de Ken Follett, escenas que a pesar de su ligero grafismo, pasaban bastante desapercibidas entre las miles de páginas de género histórico que atesoraban sus novelas. Movida por la curiosidad, me leí la primera entrega de la trilogía de E.L James, sin embargo, aquello me defraudó tanto que durante mucho tiempo mostré mis reticencias con respecto a este género. Todo eso cambió cuando, y casi sin creérmelo, acabé leyendo dos títulos que cambiaron mi perspectiva sobre este tipo de literatura. El primero fue Historia O, cuya historia me sorprendió por su veracidad y agilidad narrativa, y el segundo, por supuesto, se trató de los Cuentos Eróticos del Divino Marqués. Este último en concreto me gustó de tal manera que fue, sin duda alguna, el que me encaminó hacia la lectura de una literatura erótica de calidad, sin edulcorantes, sin extraños recursos, simplemente con una calidad buena, y en algunos casos sobresaliente. Es en esta reconciliación con esa parte género donde descubro y me intereso por La Venus de las pieles, un texto que me llega, en esta ocasión, en forma de sugerente novela ilustrada y que acabó en uno de los estantes de mi librería particular con un sabor relativamente agridulce y satisfactorio a partes iguales.


Centrándonos en la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que La Venus de las pieles presenta una lectura descriptiva, no en exceso, pero que sin duda puede resultar a ratos densa y pesada. Quienes no estén habituados a la lectura de la literatura erótica más clásica, este libro les parecerá muy pesado, incluso es posible que algunos lo abandonéis antes de hora. Con forme avanzamos en su lectura observamos como, a pesar de proceder de una tradición literaria no muy lejana, Masoch deja espacio a la reflexión, una reflexión que parte no sólo desde la propia acción y de los personajes principales, también, desde un diálogo fluido que parece establecerse entre el lector y el autor, tan personal e íntima que en ocasiones puedas incluso sentir su aliento y la fuerza de su narración golpeándote por dentro. Es una sensación interesante, muy explotada, pero reseñable. Seguidamente, en La Venus de las pieles asistimos a una historia de perversión y de dominación de la mujer sobre el hombre en el plano puramente sexual. La mujer, Wanda, se convierte en la dueña, y el hombre, Severin, en el esclavo. Y como suele pasar, en esta novela nada es casual, ni mucho menos. Según diferentes estudios, Wanda procede de diferentes tradiciones lingüísticas que sitúan el nombre como significado de "insigne" o de "maravillosa", mientras que con Severin no hay que ser muy listo para no darse cuenta de las similitudes con la palabra "sirviente", "servicio" o "servil", lo que justifica en cierto modo la intención y a profundidad que Masoch quiso darle a La Venus de las pieles. Por otro lado, hay que aclarar que la situación, la trama, las características de los personajes, los diálogos e incluso la narración de Severin en primera persona que parece atender a dos conversaciones, la de Wanda y la del lector que es testigo de estas escenas, no son originales. Ya lo desarrolló en el pasado el Marqués de Sade, maestro del género y padre de muchos autores posteriores, entre los que Masoch podría incluirse perfectamente. Pero si algo diferencia al maestro del aprendiz es que el primero, impregnó de crítica social cada uno de sus escritos, el segundo, obvió en parte la crítica, dejándose llevar más por las pasiones y por la introspección en este tipo de relaciones. He ahí la originalidad, pero también, una oportunidad perdida que por ejemplo si que aprovechó Flaubert con Madame Bovary, y sin necesidad de acercarse al género erótico. Cambiando de tema y en relación con su posible interpretación, he leído por algún sitio que La Venus de las pieles rezuma de feminismo al presentar a la mujer como dominadora. Y si, es cierto, se puede extraer un punto reivindicativo, no mucho, pero una pizca si. Un ejemplo sería ese parlamento final del libro en el que se habla de igualdad entre hombres y mujeres, y de como estas lo lograrían a través del trabajo y la formación. Más que feminismo por la simple dominación de la mujer sobre el hombre, pienso que es más por las perlas ligeramente reivindicativas que puedes ir encontrando a lo largo de su lectura.  Por último, destacar el gran trabajo de edición, que en esta ocasión iba complementada con ilustraciones extravagantes, explícitas y originales al mismo tiempo, capaces de trasladarnos al mismísimo mural del placer y de los sentidos.


Finalizando la redacción de esta reseña con la tradicional y siempre necesaria reflexión personal, en esta ocasión, he dado luz verde a mi curiosidad siempre latente. Aprovechando que llevamos ya una serie de novelas eróticas reseñadas en este espacio de crítica y opinión, no he podido evitar formularme una pregunta que de seguro, todo lector se ha hecho en algún momento, y si no, debería. ¿Por qué leemos literatura erótica? ¿Por qué desde que aparecieron los primeros adscritos a este género el amante de la lectura ha acabado sucumbiendo de vez en cuando a historias donde el sexo es el principal tema? En mi más humilde opinión, existen dos posibilidades. La primera de ellas tiene que ver con la libertad, la cual poco a poco se ha ido extendiendo a todos los ámbitos de la sociedad, pero no en todos los países y de forma bastante desigual. En el caso de occidente, durante largos periodos históricos hemos vivido en la más absoluta de las ignorancias con respecto a algunos temas tan importantes como el de las relaciones sexuales, tema que a pesar de la extensión de la libertad, todavía sigue siendo un tabú en muchos lugares del mundo. Cuando apareció la primera literatura erótica sólo la leían los que tenían cultura y posibles, pero a escondidas siempre, pues no era un tema que despertase muchas simpatías en algunos sectores como el religioso o el político por citar algunos. A medida que fue pasando el tiempo, y en cuanto la libertad se hubo asentado en nuestras sociedades, la proliferación de este tipo de literatura y el interés por parte de los lectores fueron en aumento. Y cuando se metió la globalización y el capitalismo de por medio, la literatura erótica vivió su edad dorada en ventas pero oscura en calidad. La libertad, en resumen, permitió un acceso mayor a este tipo de libros, el cual, se ha ido incrementando con el paso del tiempo. En segundo lugar, la otra posibilidad tiene más que ver con el morbo. Si, el morbo, esa sensación que todos y todas hemos experimentado más de una vez y que, contrariamente a lo que se cree, produce después un pequeño sentimiento de culpa en algunas personas. El morbo está en nuestro día a día, en la televisión, en los periódicos, en las pequeñas historias cotidianas o en nuestras propias fantasías. Y como no, en la literatura también, y más concretamente, en las del género policíaco, biográfico o erótico. El ser humano siente la necesidad de satisfacer esa inquietud que a veces produce lo escabroso, las tragedias ajenas o los secretos ocultos con la lectura de novelas que los exploren con menor o mayor exactitud. Por estos dos factores creo sinceramente que leemos novela erótica en este caso, por reivindicar nuestra libertad tan duramente peleada y que hoy en día vuelve a cuestionarse, y también, por una atracción a veces inesperada hacia lo más oscuro de la condición humana. Todos somos personas, si, pero nos gustaría en ocasiones conocer qué hay detrás, en el ámbito privado: servidumbre, masoquismo, sadismo, fetichismo o tal vez nuestra Venus particular. La Venus de las pieles: una historia de supeditación, dominación, perversión, juegos, embustes, decepciones, pasión...Una novela que atraerá hasta el más puro de los lectores hacia las entrañas del placer.

Frases o párrafos favoritos:

"Quien se deja azotar, merece que lo azoten."

Película/Canción: La Venus de las pieles ha servido de inspiración para la composición de canciones, operas y como base para alguna adaptación teatral. En el ámbito cinematográfico, encontramos una adaptación del año 2013, dirigida por el polémico director Roman Polansky y que pasó con buena nota por el Festival de Cannes:


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Editorial Sexto Piso


miércoles, 1 de febrero de 2017

CUARTO ANIVERSARIO: Cuatro años de reseñas juntos

CUATRO AÑOS DE RESEÑAS JUNTOS

¡Buenos días lectores/as! Un año más, celebramos que Jimena de la Almena, este espacio de crítica, debate y opinión cumple cuatro años en activo, cuatro años superando metas, cuatro años reseñando juntos. Este ha sido sin duda un año de récord, nada menos que 60 reseñas, una cifra que ni en sueños pensaba alcanzar. Este gran incremento es debido, en parte, al aumento de las colaboraciones editoriales, a las que quiero dar desde aquí las gracias. Para mi es un privilegio poder acercarme a vuestras propuestas y mostrar mi opinión, es más, algunos de vuestros libros han pasado a engrosar mi lista de imprescindibles. Este ha sido el año de reseñas de libros tan dispares entre si como Un lugar llamado libertad, Cuentos de Navidad, La casa en los confines de la Tierra, La chica Danesa, Cuentos Eróticos, Manual para mujeres de la limpieza o Voces de Chernóbil entre otras. Al mismo tiempo, algunas reseñas históricas de este espacio han logrado colarse en el listado de las más leídas desde que este espacio comenzó su andadura, este es el caso de Del amor y otros demonios y Las edades de Lulú. Seguimos entrevistando a compañeros de la blogsfera, algo que está teniendo mucho éxito entre los seguidores, y continuamos lanzando preguntas de debate en la ya conocida sección El Rincón del Lector. Como novedad, y a la vez necesidad, desde Jimena de la Almena queremos reconocer y visibilizar el papel de la mujer como escritora, como parte de la historia y también como personaje dentro de la literatura. Por ello, este año dedicaremos gran parte de este espacio a reseñar libros escritos por mujeres o protagonizados por mujeres, libros que en su mayoría han caído en el olvido y que es de justicia recuperarlos. En relación con ello, y en colaboración con Alianza Editorial, reseñaremos durante este año los libros más conocidos de la escritora inglesa Jane Austen, aprovechando que se conmemora el 200 aniversario de su fallecimiento y de que fue una de las escritoras más importantes de todos los tiempos. Así mismo, y en relación con otro aniversario, tendremos un hueco para hablar de la Revolución Rusa, de la cual se cumplen 100 años, a través de reseñas de libros que aborden la temática. Estas son algunas de las propuestas que iremos realizando a lo largo del año, siempre desde la máxima profesionalidad y humildad. Finalmente, me gustaría dar las gracias a todos los lectores que, siendo seguidores o no, se pasan por este espacio. Sin vosotros, es imposible que blogs como éste puedan seguir creciendo. Antes de despedirme de todos vosotros hasta la próxima semana, me gustaría recordar todas las reseñas redactadas durante este cuarto año en activo, las cuales, podéis ver a continuación:









¡Un saludo, a seguir leyendo y gracias por estar ahí!