martes, 27 de marzo de 2018

RESEÑA: La cámara verde.

LA CÁMARA VERDE

Título: La cámara verde.

Autor: Martine Desjardins (Montreal, Canadá, 1957). Segunda hija de una familia de seis hermanos, estudió italiano y ruso, además de Literatura Comparada. En 1997 dio el salto a la fama tras la publicación de su primera novela, Le Circle de Clara, que fue un éxito inmediato de crítica y público. Ha trabajado en varias revistas, entre ellas Elle Quebec. En 2005 obtuvo el Premio Ringuet de la Academia de las Letras de Quebec por L´evocation. Su novela Maleficium (2009) le granjeó el Premio Jacques-Brossard de Ciencia Ficción y Narrativa Fantástica. Y ha vuelto a recibir dicho galardón en 2017 gracias a La cámara verde, su quinta novela, considerada su mejor obra hasta el momento. (Fuente: Impedimenta).


Editorial: Impedimenta.

Idioma: francés.

Traductor: Luisa Lucuix Venegas.

Sinopsis: todas las casas tienen sus pequeños secretos, pero algunas los protegen con más ahínco que otras. Durante años, los engaños y vilezas de la familia Delorme han sido celosamente custodiados por las robustas paredes de su hogar, una mansión gótica situada en Mont-Royal, a las afueras de Montreal. Tras sus sesenta y siete cerraduras, el edificio ha ocultado las historias más perturbadoras de sus habitantes. Sin embargo, todas ellas saldrán a la luz con la irrupción de la intrigante y hermosa Penny Sterling. Con su llegada se desvelarán los pecados de los Delorme, incluyendo los cometidos en la habitación abovedada conocida como "la cámara verde", donde se esconde el espeluznante cuerpo de una mujer momificada que sujeta entre los dientes un ladrillo con una moneda de plata. (Fuente: Impedimenta).  

Su lectura me ha parecido: divertida, retorcida, afilada, gótica, inteligente, original, sobrenatural, extravagante, delirante hasta decir basta...Se que lo he contado muchas veces en otras reseñas, pero, hoy me apetece volver a rememorar un episodio que viví durante mi último viaje al extranjero. Durante mi último día de estancia en Londres, ciudad a la que había viajado para visitar a mi hermano, y encontrándome aquella mañana completamente libre, no me lo pensé dos veces y decidí dedicar parte de esta última jornada a visitar Richmond. Iba sola, sin compañía de nadie y no pude, en aquellos momentos, sentirme mejor. Para los que no sepáis donde está, Richmond es un barrio a las afueras de Londres ubicado en lo que allí se conoce como "El Gran Londres", formado por varios núcleos de población y en donde, antiguamente y en la actualidad, la gente más adinerada levanta autenticas mansiones para escapar de el ajetreo y la contaminación de la gran ciudad. Un idílico lugar en el que, a poco que te alejes del núcleo urbano, te adentras en el bosque o te topas con extensas praderas en donde las vacas pastan a sus anchas. Aquella mañana, como no podía ser de otra forma, quise descubrir todo aquello. Bordeando el Támesis, cruzando un puente construido en tiempos de la Revolución Industrial, pasando cerca de un antiguo coto de caza usado por las dinastías Tudor y Estuardo, recorriendo el embarcadero de Richmond, deteniéndome frente a un monumento a los caídos en las dos grandes guerras, continuando por un camino más arenoso, parándome en todos los paneles informativos que me encontraba a mi paso. Fue así como, por sorpresa, llegué a Ham House. Una mansión de estilo eduardiano se alzaba ante mi imponente, majestuosa y con un cierto halo de misterio. Se que me repito mucho, pero, aquello fue lo más próximo que he estado de las historias sobre casas encantadas, mansiones de inspiración gótica que ocultan secretos, fantasmas redentores, mayordomos siniestros, impenetrables amas de llaves...En definitiva, todo ese universo literario que tan bien se les ha dado a los ingleses desde el siglo XIX. Aquella experiencia, ha vuelto a mi memoria a medida que iba leyendo el libro que hoy tengo el placer de reseñar. Una novela que, aunque Canadiense, su autora parece haberse empollado a fondo toda esa tradición literaria, obteniendo como resultado una novela tan inquietante como tronchante. Ham House ha resucitado en mis recuerdos gracias a La cámara verde: la divertida e ingeniosa caída de la Casa Delorme.


La historia de como La cámara verde llegó a mis manos fue fruto de la casualidad. Jamás había oído hablar de este libro, y mucho menos de su autora, la canadiense Martine Desjardins. Sin embargo, la explicación a esta pregunta, al por qué de mi repentino interés por esta novela en concreto, debemos buscarlo en un momento para mi crucial en mi vida como escritora y lectora. En la tarde en la que leímos en voz alta El corazón delator de Edgar Allan Poe. Fue durante una de las clases del breve curso de Escritura Creativa al que asistí el año pasado, el día en el que la profesora nos explicó los pormenores y las características del terror en la literatura. Aquel relato me cautivó en el acto. Me estremeció de tal forma que durante los días sucesivos no podía sacármelo de la cabeza. Dicho recuerdo acabó no sólo influyendo en mi forma de escribir y en la percepción que hasta entonces tenía del género de terror, también me empujó a atreverme con lecturas muy similares. Antes de El corazón delator jamás se me hubiese pasado por la cabeza adentrarme en libros de terror, incluso desear leer a Lovecraft, autor que se sitúa en las antípodas de lo que hasta ese momento había leído. Pero, además de El corazón delator, años antes había sucumbido a la maravillosa complejidad de Frankesntein, y como no, al Otra vuelta de tuerca de Henry James. Éste último fue el que de alguna manera hizo que me familiarizase con las viejas mansiones, con las inocentes institutrices, con los niños siniestros, con los fenómenos paranormales y con los secretos inconfesables. Con este cóctel de lecturas era imposible que una servidora no cayese prendada del terror, en especial el gótico, cuyas reminiscencias al pasado medieval y sus interesantes particularidades provenientes de la época victoriana a día de hoy me siguen fascinando. De este modo, y envistas a los antecedentes, llegamos al presente, un presente en el que, en el terreno editorial, están empezando a aparecer publicadas novelas con marcado estilo gótico o que de alguna forma, desde la actualidad, pretenden acercarse o imitar la forma de escribir de los autores de ese lejano tiempo. Así fue como me adentré en La serpiente de Essex de Sarah Perry y en La cámara verde, siendo esta última la que ha acabado por imponerse.


En lo que respecta la reseña propiamente dicha comenzaremos diciendo que La cámara verde presenta una lectura tremendamente amena, tan amena que las páginas se deslizan velozmente entre los dedos de quienes se adentran en ella. La primera impresión que tuve, justo antes comenzar su lectura, fue la típica. Estaba segura de que me iba a gustar pero, probablemente, acabaría pareciéndome una novela más dentro de esta "moda" de la literatura gótica que en los últimos meses parece haberse instaurado con fuerza en el sector editorial. Sin embargo, nada más abrir el libro por la primera página, el lector más escéptico comprueba que La cámara verde no es una novela gótica más con los típicos recursos del género. ¿Hay una mansión? Sí ¿estamos ante la historia de una saga familiar? Si, la de los Delorme ¿Aparecen elementos sobrenaturales a lo largo de la novela? Unos cuantos ¿Hay misterio? A rabiar. Pero todo estos clichés tan clásicos como trillados, y en La cámara verde estereotipados hasta el extremo, aparecen en escena de una manera un tanto peculiar, una entrada triunfal basada en un cuidado y estudiado equilibrio entre lo que el lector ya conoce de la literatura gótica y un humor tremendamente afilado y de inspiración británica. Por decirlo de otra manera, La cámara verde sería un cruce entre La caída de la casa Usher y las clásicas comedias negras británicas. La referencia al famoso relato de Poe esta clara en cuanto el lector descubre quién es la narradora en La cámara verde, que no es otra que la propia casa. A diferencia de lo que se narra en La caída de la casa Usher, Desjardins nos presenta una mansión cansada de la actitud de sus huéspedes, de una saga familiar con una obsesión enfermiza por el ahorro (para ellos el no gastar es una victoria), que no gasta un duro en el mantenimiento de sus aposentos, que maltrata los muebles y que para más desconcierto veneran a un curioso dios en la estancia que da nombre a la novela (una mujer momificada que entre sus dientes sostiene un ladrillo con una moneda de plata). ¿Es o no para echarse a temblar? ¿Qué mansión en su sano juicio alojaría a dichos especímenes bajo su tejado? Menos mal que esta casa puede intentar cambiar su destino, cual persona de carne y hueso, porque ante todo, la Casa Delorme desea que ese dinero que tanto ahorran se lo gasten en ella. No le gustan sus viejas cortinas, le avergüenzan sus usadas alfombras , el bochornoso estado de sus paredes, la gruesa capa de polvo que cubre sus muebles...¿Cómo lo conseguirá? La respuesta la encontraréis en sus páginas. La influencia del mejor humor negro británico, por otro lado, reside en el lenguaje, en un estilo muy cuidado. Es tal el dominio que Desjardins demuestra que puede permitirse la licencia de lanzar afilados cuchillos en forma de pullas literarias. Nadie en esa casa se salva de la mala leche de la casa, ni siquiera las hermanas Mórula, Gástrula, Blástula, contra las que lanza los comentarios más memorables de toda la novela. Por no hablar del patriarca, Louis Dollard-Dellorme (a quien la casa lo apoda como "su venerable fundador") quién desde niño tiene una obsesión por los bancos de madera, algo que se traduce en la forma final de la casa, que como no, tiene forma de banco. En definitiva, un controlado y deslenguado humor típicamente british dentro de una lógica narrativa de corte fantástico. Como apunte final a esta crítica literaria, comentar la tremenda reflexión que Desjardins se marca en esta novela en torno a uno de los temas más universales: la codicia. Una codicia que llega a ser enfermiza y que evoluciona a medida que nos vamos acercando al final en compañía de la primera, segunda y tercera generación de los Delorme.


Centrándonos en la reflexión estrictamente personal, esta vez nos vamos poner imaginativos. Como hemos explicado a lo largo de la reseña, La cámara verde es la historia de auge y caída de la familia Delorme durante tres generaciones comprendidas entre 1913 y 1963 narrada por su propio hogar, la casa bajo la cual se desarrolla toda la novela. Pues bien ¿y si por un momento creemos de verdad a Martine Desjardins? ¿Y si es cierto, y si las casas tuviesen alma propia y sintiesen de la misma forma que un ser humano? Si eso fuera verdad, haría mucho tiempo que éstas nos hubiesen echado a patadas de su interior. No somos conscientes, en parte porque en la sociedad en la que vivimos, tan poco dada a planteamientos e hipótesis que se salgan de lo estrictamente real, pero imaginemos por un momento que la casa, el piso, el edificio en el que vivimos tuviese la capacidad, como en La cámara verde, de cambiar su propio destino tener por seguro que lo haría sin rechistar. Ni os imagináis lo que sufriría, y todo por culpa sola y exclusivamente de quienes acoge en su seno. Cada portazo sería equivalente a una patada en las piernas, cada grito por parte de los inquilinos se transformaría en un insoportable dolor de oídos, cada puñetazo contra la pared sería una sonora bofetada en la cara, cada paso o carrera por el suelo acabaría convirtiéndose en un dolor de espalda, de esos de los que cuesta recuperarte. Cada mancha, un disgusto. Cada mota de polvo, una alergia. Cada cortina vieja, una humillación. Cada objeto caído contra el suelo, un pellizco. Cada cristal roto, una puñalada. Las casas, como se suele decir, reflejan el carácter de sus habitantes, pero no sólo eso, también su posición económica, su ideología política o su concepto de supervivencia. Las casas, en definitiva, no dejan de ser un reflejo de nosotros mismos, metáfora de nuestro paso por la tierra, metáfora de lo que hacemos bien, pero también, de nuestros propios errores. En la casa, tal y como se le concibe, también se viven momentos de alegría, como cumpleaños, improvisadas cenas de celebración, risas interminables e incluso la posibilidad de que en su seno nazca algo importante, tan importante como por ejemplo un cuadro, un libro o una pieza musical. Incluso la casa puede hacer cosas importantes por nosotros, ¿no es ella acaso la que resguarda nuestra desnudez ante el resto del mundo? ¿No es ella la que escucha cada una de nuestras confesiones en voz alta? ¿La que nos reconforta cuando necesitamos soledad? ¿La que, al mirarnos al espejo, nos devuelve un reflejo sincero de nosotros mismos? ¿La que nos dice, de una vez por todas, la verdad a la cara? ¿La que nos empuja a mejorar día a día? Sin embargo, al mismo tiempo, puede hacernos sufrir la soledad, el aislamiento, la impotencia, el cansancio, la desazón, el estrés, el aburrimiento...Además de alertarnos sobre el peligro del dinero, La cámara verde es también una oda a nuestra propia condición humana, y de como nuestra innato egoísmo nos impide ver el daño que estamos causando inconscientemente, incluso al lugar que consideramos hogar, metáfora de la vida misma y de las consecuencias de las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra existencia. La cámara verde: una historia de tacañería, misterio, extravagantes cultos, injusticia, despreocupación, fortuna, miseria...La extrema avaricia contada desde la mejor versión del gótico humorístico.

Frases o párrafos favoritos:

"Por mucho que aflojo las válvulas o abro por completo la trampilla de mi chimenea, enrojezco hasta las cornisas. Si la tierra pudiese abrirse bajo mis cimientos, con gusto dejaría que me tragase. Desgraciadamente, el suelo de arcilla en el que he sido plantada tiene la estabilidad del patrón oro, y mi humillación no había hecho más que empezar."

Película/Canción: a la vista de que no hay ningún proyecto de adaptación cinematográfica o televisiva de La cámara verde, os adjunto la pieza de BSO de una de las series más originales y góticas del panorama televisivo que me ha acompañado durante la redacción de la reseña. Creo que su fuerza rítmica y halo misterioso le va como anillo al dedo.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Impedimenta

viernes, 23 de marzo de 2018

RESEÑA: La fruta más negra.

LA FRUTA MÁS NEGRA

Título: La fruta más negra.

Autor: Wallace Thruman (Salt Lake City, 1902- Nueva York 1934), escritor, periodista y dramaturgo afroamericano, estudió periodismo en la Universidad de California antes de trasladarse a Nueva York a principios de los años veinte, atraído como tantos otros por el resplandor del Renacimiento de Harlem. Brillante, culto e irreverente, pronto se convirtió en el enfant terrible del Renacimiento. En 1926 fundó, junto a Langston Hughes, Aaron Douglas y Zora Neale Hurston, la revista Fire!!, que en su estética rompedora y sus textos vitriólicos amenazó con tumbar los pilares más conservadores de la sociedad de Harlem. En 1927 sorprendió con La fruta más negra al retratar de forma implacable los prejuicios raciales en los propios afroamericanos. Su desmedida adicción al alcohol fue minando su salud, ya se encontraba en un estado muy desmejorado cuando, en 1913, escribió la novela considerada como epitafio del Renacimiento, Infants of Spring. Murió de tuberculosis en 1934. Tenía 32 años. (Fuente: Defausta).


Editorial: Defausta.

Idioma: inglés.

Traductor: Susana Prieto Mori.

Sinopsis: Emma Lou Morgan, una joven negra de piel oscura, nacida en una familia de afroamericanos de piel clara, sufre la discriminación de su entorno a causa de su color de piel. En busca de un lugar donde pueda sentirse acogida e integrada, decide acudir a la Universidad de los Angeles, donde se encuentra con la misma situación de exclusión social. Hastiada, abandona sus estudios y se traslada a Harlem, Nueva York, donde lucha por encontrar un lugar en el mundo se recrudece. (Fuente: Defausta).

Su lectura me ha parecido: dura, controvertida, amena, valiente, ágil, rompedora en su momento, vigente 91 años después, toda una sorpresa...La historia de la humanidad, como todas y todos sabemos, se ha definido por las acciones de una serie de personajes importantes. Reinas/es, revolucionarias/os, científicas/os, escritoras/es, políticas/os, guerreras/os, pintoras/es...Todos y cada de uno de ellos, desde sus respectivos ámbitos, han pasado a la historia de forma inmediata. Sin embargo, en el transcurso de la misma y en el firmamento de los acontecimientos, una serie de estrellas fugaces atraviesan el cielo hasta desaparecer en la inmensa oscuridad. Su paso es efímero, rápido, pero su recuerdo permanece en nuestra memoria. Este símil se le podría aplicar a ciertos personajes de la historia, que, a pesar de haber fallecido a una edad demasiado temprana, su aportación a la historia política, económica, social y cultural sigue recordándose a día de hoy. Una de esas personalidades fugaces en el terreno de lo exclusivamente artístico-cultural, y con permiso del club de los 27, es Wolfrang Amadeus Mozart. Niño prodigio casi desde la cuna y autor de las óperas y piezas más recordadas de la música clásica. ¿Quién no ha tarareado la sinfonía número 40? ¿Quién no se estremece ante las primeras notas del Réquiem? ¿Quién no ha intentado cantar en la ducha la aria de La Flauta Mágica sin dejarse la voz y la dignidad por el camino? Tuvo la mala suerte de morir demasiado joven, a los 35 años, y en su época prácticamente olvidado por todos. Sin embargo, su aportación a la historia de la música es especial, por lo que a día de hoy se le homenajea, respeta y estudia. Con tres años menos, a los 32, falleció el autor del libro que hoy tengo el placer de reseñar. Otra estrella fugaz de la que nunca sabremos qué más podría haber escrito si las consecuencias de sus excesos con la bebida no nos hubiesen privado de su talento. La fruta más negra: en busca de un lugar en el mundo, en busca de un refugio contra el racismo.


La historia de como La fruta más negra llegó a mis manos es bien sencilla, pero en esta ocasión, como en tantas otras, es necesario comenzar por el verdadero principio. No es la primera vez que en este espacio reseño un libro de este tipo, concerniente a los problemas de la segregación racial en Estados Unidos, y por consiguiente, no es el primer libro que me leo sobre el tema. Este interés y acercamiento a la literatura afroamericana tiene su origen, si mal no recuerdo, en unas clases de la maravillosa asignatura Historia de los Estados Unidos. Como en toda clase de historia que se precie, no había día en el que no nos adentrásemos en algunos textos, en documentos de importancia histórica que en última instancia sirven para contextualizar y para que los conocimientos de la teoría quedasen más asentados y se comprendiesen mejor. Uno de aquellos primeros textos fue, contra todo pronóstico, un texto literario, se trataba en concreto de un fragmento de La cabaña del Tío Tom, escrito por Harriet Beecher Stowe y publicado en 1852. Un libro en el que se aborda el tema de la esclavitud desde una actitud crítica y contraria a la misma, destacando su carácter inmoral y la maldad que puede suscitar en quienes la defienden. Un texto que, por circunstancias que ya comenté en su momento, no escogí para el trabajo final de la asignatura. La mística de la feminidad de Betty Friedan pudo entonces con la segregación racial de mediados de siglo XIX. Sin embargo, a lo largo de los siguientes años, fueron varios los libros de estas características, aunque esta vez si escritos por autores afroamericanos, los que pasaron por mis manos. Los más memorables: Doce años de esclavitud y Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado. El primero, de Solomon Northup, me acercó al tema desde la autobiografía y el segundo, de Maya Angelou, me hizo apreciar el tema de la segregación racial desde una perfectiva de género. Por lo que había, en ese sentido, cubierto dos campos muy importantes para aproximarse a un tema concreto. Pero entonces, y de manera inesperada, apareció ante mis ojos La fruta más negra, libro del que jamás había oído hablar y cuyo autor desconocía por completo. Una vez supe quién era el escritor, su biografía, la época en la que se publica la novela, pero sobre todo, su sinopsis, no me lo pensé dos veces. Necesitaba descubrir que era aquello del Renacimiento del Harlem y como todo ese movimiento, tan famoso en lo musical, se trasladaba al terreno novelístico. En cuanto lo tuve en mis manos lo degusté, despacio, al son de lo que su lectura, conduciendo a un resultado de lo más satisfactorio aunque con matices.


En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que La fruta más negra presenta una lectura rápida, ágil y veloz me atrevería a decir. A medida que devoras un capítulo tras otro, el lector tiene la sensación de que este libro no se corresponde con la época en la que fue escrito, finales de los años 20 del pasado siglo, sino con la fast literature tan típica de los tiempos que corren. En momentos en los que no te apetece pensar y si lo que pretendes es despejar la mente, La fruta más negra puede ser la solución. Sin embargo, no nos engañemos. Esa rapidez en cuanto a ritmo se complementa con dos factores fundamentales que elevan el estatus de la novela: la construcción de la protagonista y el ambiente espacio-temporal en el que se desarrolla la trama. El primero de ellos, concerniente a la presentación y descripción de la protagonista, es una absoluta pasada. Emma Lou, así se llama nuestra heroína, natural de Idaho, sufre en sus propio entorno la doble discriminación: la de ser mujer y la de ser negra oscura en una familia de negros de piel clara. Una adolescente que, vistas las pocas expectativas de futuro que le ofrece Idaho, decide emprender un viaje en busca de un lugar en el que no se le discrimine por su color de piel y su sexo. Pero la búsqueda se complica y su periplo la llevará primero a la Universidad en California y posteriormente al barrio de Harlem en Nueva York, lugar en el que esa misión parece estancarse y tornarse más difícil a pesar de estar inmersa en un autentico movimiento cultural como fue el Renacimiento del Harlem. Ese deseo de sentirse acogida e integrada le empujará de la inocencia adolescente a una madurez casi desesperanzadora, por tanto, nos encontramos, una vez más, ante una novela de viaje. Un viaje interno y que vertebra por completo la novela. Esto, unido a la empatía que desprende el personaje de Emma Lou, capaz de traspasar el papel, son elementos más que suficientes para que una novela de este estilo funcione. A esa abrumadora presencia de una protagonista bien construida y empática, se añade, en segundo lugar, los diferentes escenarios en los que se desarrolla la novela, siendo el barrio de Harlem, Nueva York, el más icónico y mejor tratado de todos. Es obvio, si nos vamos a la biografía de Wallace Thurman, podremos comprobar que sabía de lo que hablaba y constatar que el Renacimiento del Harlem es trascendental en su breve producción literaria. Aquel renacer del arte negro en la comunidad de afroamericanos residentes en el neoyorkino barrio de Harlem durante los años 20 ayudó a que una serie de músicos, pintores y novelistas viviesen su particular edad de oro. Thurman fue, como muchos otros/as, partícipe de todo aquel movimiento cultural, pero a su vez, también supo captar las debilidades del mismo. Pues, al igual que le sucede a la protagonista, en medio de aquel ambiente de fiesta, jazz y literatura, no consigue sentirse plenamente integrada al existir la doble discriminación de la que antes hemos hablado. La fruta más madura, por tanto, se anticipa a lo que Maya Angelou denunciaba en Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado, retratando a la sociedad afroamericana plagada de prejuicios hacia sus propios miembros. Desmitificando de este modo, esa cohesión social tan fuerte que tantas veces hemos visto en las películas. Además de abordar una cuestión clave: el de que las mujeres afroamericanas también eran discriminadas por su sexo. Por último, si algo no queda del todo bien desarrollado en La fruta más negra son los personajes secundarios con los que Emma Lou se encuentra a lo largo del libro, abundantes en cuanto a numero pero carentes de complejidad, por lo que pasan sin pena ni gloria por la novela, sin poder competir con la excepcional construcción física y psicológica de la joven de Idaho.


Adentrándonos en territorio puramente reflexivo, en esta ocasión me gustaría dirigir el tema de debate y discusión hacia un territorio algo polémico pero de necesaria meditación por parte de todos. No hay duda que el Renacimiento del Harlem es uno de los temas centrales de La fruta más negra, un movimiento cultural que se desarrolló durante las primeras décadas del siglo XX y que contribuyó, no sólo a la difusión del arte en todas sus expresiones realizado por personas de raza negra, también a cimentar en el mundo occidental reconocimiento del mismo, el cual, como todo, al final acabó cayendo en el estereotipo clásico del afroamericano tocando el saxo, cuando en realidad se realizaron muchas otras cosas más allá de la popularización del Jazz. Durante el Renacimiento del Harlem se compuso, se tocaron instrumentos, se cantó, se escribió, se inauguraron rompedoras revistas culturales, se pintó, se vendió arte, se bailó, se inauguraron míticos clubs nocturnos, se pusieron sobre la mesa los temas que preocupaban a los afroamericanos de entonces, se reflexionó sobre el papel de la comunidad en la sociedad...Una autentica revolución en definitiva, pero, como toda revolución cultural, condenada a desaparecer. Cuando hablamos de revoluciones fracasadas inevitablemente pensamos en el ejemplo de Mayo del 68, cuyo espíritu e influencia arrasó en muchos países occidentales y que acabó disipándose con el paso del tiempo. Algo parecido sucedió con la llamada Movida Madrileña, más parecida en lo cultural al Renacimiento del Harlem, que marcó la década de los 80 en España y que con el cambio de década pareció desinflarse. Sin embargo, y en contra de muchos que creen, muchas de las cosas que aportaron estas revoluciones siguen hoy en día vigentes. Sin el Mayo del 68 el 15M, las Primaveras Árabes, el movimiento ecologista, el feminismo de segunda y tercera ola,  el "No Future" del movimiento Punk, la lucha por los derechos LGBT+, el "Ocupy Wall Street" entre otros no hubiesen tenido lugar. Como tampoco el movimiento Hippie en EEUU, la Primavera de Praga, las protestas contra la matanza de Tlatelolco en México o la famosa imagen de un hombre plantándole cara a los tanques durante las protestas en la plaza de Tiananmén en 1989. Con la Movida Madrileña lo mismo. Sin ella nombres como Fernando Colomo, Pedro Almodóvar, Alaska, Fernando Trueba, Martirio, Ana Juan, Nacho y José María Cano, Vicente Molina Foix, Patricia Gadea, José María Sanz Beltrán "Loquillo", Antonio y Nacho Vega, Tino Casal, Ana Torroja o Agatha Ruiz de la Prada hoy nos sonarían a chino. Y muchos de nosotros no habríamos hecho nuestros auténticos himnos como el "A quién le importa" de Alaska y los Pegamoides, "La chica de ayer" de Nacha Pop o "Enamorado de la moda juvenil" de Radio Futura. Y por último, volviendo al Renacimiento del Harlem, sin él, Louis Amstrong no hubiese pasado a la historia como uno de los mejores trompetistas de la historia y probablemente, no se hubiesen asentado las bases del movimiento en favor de los derechos civiles que los definiría en las décadas venideras. En el terreno literario es ahora, en pleno siglo XXI, cuando las editoriales están empezando a traducir y editar los libros clave de este movimiento, entre los que La fruta más negra brilla con luz propia. Las revoluciones culturales nacen, viven intensamente y mueren demasiado pronto. Pero su espíritu, como acabamos de comprobar, sigue vigente, prendiendo la mecha de nuevas reivindicaciones, agitando las conciencias, despertando el espíritu crítico. La fruta más negra: una historia de desorientación, búsqueda, jazz, fiestas, juventud, racismo...Una novela que ha venido para quedarse.

Frases o párrafos favoritos:

"En un momento se los tragó el torbellino del jazz. Era imposible dar pasos largos. Había demasiadas piernas buscando moverse en libertad en aquella zona abarrotada. (...) No se dijeron nada el uno a la otra. Ella se fijó en que el rostro de compañero parecía animado por un éxtasis interno. "Debe ser la música", pensó Emma Lou. Luego le llegó una bocanada de su aliento cargado de licor."

Película/Canción: para homenajear mejor a lo que fue el Renacimiento del Harlem ¿qué mejor que hacerlo al son de Louis Amstrong? Personalmente creo que no hay mejor tributo que su voz y el sonido de su inseparable trompeta.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Defausta Editorial

martes, 20 de marzo de 2018

RESEÑA: Por qué este mundo. Una biografia de Clarice Lispector.

POR QUÉ ESTE MUNDO
UNA BIOGRAFÍA DE CLARICE LISPECTOR

Título: Por qué de este mundo. Una biografía de Clarice Lispector.

Autor: Benjamin Moser (Huston, Texas, 1976) es escritor, crítico literario y traductor. Recibió el Premio Itamaraty de Diplomacia Cultural del Gobierno brasileño por su trabajo en pro de la divulgación de la obra de Clarice Lispector. Es columnista en el The New York Times Book Review y en 2018 publicará una biografía autorizada de Susan Sontag. (Fuente: Siruela).


Editorial: Siruela.

Idioma: inglés.

Traductor: Cristina Sánchez-Andrade.

Sinopsis: en esta biografía, que es ya un libro de referencia en todo en mundo, Benjamin Moser desentraña los mitos que rodean a una de las más extraordinarias figuras de la literatura contemporánea y nos muestra como Clarice Lispector transformó su lucha personal como mujer en una obra de resonancia social. (Fuente: Siruela).

Su lectura me ha parecido: densa, penetrante, sorprendente, completa, para nada pretenciosa, fascinante, exótica, un verdadero descubrimiento personal...Según el poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson, a un hombre se le conoce por los libros que lee, y sinceramente no puedo estar más de acuerdo. No obstante, al bueno de Emerson se le olvidó añadir, además del hecho de que las mujeres también formamos parte del publico lector, que los libros también pueden reflejar la biografía de cada persona. Comenzando los cuentos infantiles que a todos nos han leído de niños, pasando por la novela juvenil más adictiva en la que todos nos hemos adentrado, hasta llegar a lecturas más maduras entre las que pueden encontrarse algunos clásicos de la literatura universal. Cada lector es un mundo, un universo, una constelación plagada de pequeñas estrellas que se iluminan en función de los descubrimientos que el lector realiza a lo largo de su vida. Una montaña rusa llena de cambios, curvas peligrosas, vértigo y finales siempre imprevistos. Un viaje de huida hacia adelante o de retorno al origen, a lo que nos forjó como lectores empedernidos. El libro que hoy tengo el placer de reseñar surge de una de esas vueltas que da el destino, de las sorpresas que a veces la vida te regala de forma inesperada, de una curiosidad frente a lo desconocido, de una vuelta a mis orígenes como lectora y de una terrible necesidad por cambiar, adentrarme en territorio virgen y descubrir, poco a poco, su secreto mejor guardado. Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector: un puzzle biográfico sobre una de las escritoras más fascinantes de la literatura brasileña.


La historia de como este imponente volumen llegó a mis manos es bastante larga de contar, por lo que intentaré resumirla en el mínimo de líneas posible. No se si lo he comentado alguna vez en el blog pero durante el tercer curso de la ESO, pero sobre todo mientras me hallaba inmersa en la vorágine de ese cuarto de la ESO tan inolvidable en todos los aspectos, a una servidora le dio por leer e investigar sobre temas relacionados con la historia. El temario que nos ofrecían en dicha asignatura estaba bien, pero siempre creí que había tenido ciertas carencias al respecto. Una de ellas fue por ejemplo el hecho de que toda la edad moderna nos la saltásemos en tercero en favor de Geografía y pasásemos directamente a dar en cuarto toda la historia contemporánea universal. Saber colocar en un mapa los nombres de los ríos de la Peninsula Ibérica es necesario, pero también lo es conocer lo que pasó entre 1492 y 1789, porque sin esa información mal vamos. Gracias a esa metedura de pata del sistema educativo español y a mi "estimado" profesor de Historia de por aquel entonces como poco a poco comencé a aprender por mi cuenta los hechos más importantes que caracterizaron a la edad moderna. Primero a través de revistas como mi adorada Muy Historia para luego completarla con libros y lo que encontraba por internet o la maravillosa Encarta 2000. Uno de aquellos libros que me leí fue Los Borgia, de Mario Puzo, un autor que vio sucumbida toda su producción literaria con el estreno de la gloriosa y mítica adaptación de una de sus novelas: El Padrino. Los Borgia es con total certeza la primera biografía que leí y la verdad, a pesar de que su lectura me pareció densa en su momento, no guardo un mal recuerdo de ella y me sirvió para conocer mejor la época renacentista a través de esta familia tan peculiar como poderosa. En los años siguientes mi relación con el género biográfico fue inexistente, ni siquiera cursando la carrera de Historia me dio por leer alguna biografía, lo que muchos interpretarían como un autentico delito. Un tiempo más tarde, concretamente durante los últimos meses del año pasado, una biografía apareció ante mi como por arte de magia. Y esa biografía no era otra que la que hoy reseño, Por qué este mundo. Una biografía escrita por Benjamin Moser y que aborda la figura de Clarice Lispector, una escritora hasta entonces para mi totalmente desconocida. Unas semanas más tarde descubrí que dicho libro lo había editado Siruela, editorial con la que colaboro asiduamente. Pero no sólo eso, también que dicha editorial había editado y traducido gran parte de su producción literaria, confeccionando con el tiempo una autentica biblioteca dedicada exclusivamente a ella. Como en aquel momento no estaba muy por la labor de adentrarme en alguna de sus novelas, decidí conocer a Clarice Lispector a través de la biografía de Moser. El libro me llegó a las pocas semanas, pero debido a su gordura, el cartero tuvo que subir personalmente a subírmelo a casa. Fue una lectura a la que le dediqué bastante tiempo y muchas noches antes de sucumbir al sueño, pero si alguien me pregunta, siempre diré que el esfuerzo mereció la pena.


En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaré ofreciéndoos a vosotros, lectores, un consejo. Si alguna vez en vuestra vida os apetece adentraros el género biográfico no lo hagáis por las bravas y esperando que su lectura se parezca a la de los best sellers. Si bien es cierto que algunas biografías han alcanzado la categoría de superventas, esto no significa que sean lecturas amenas, todo lo contrario. A una biografía hay que dedicarle tiempo, dedicación y ser muy pacientes. A lo mejor esto disuade a más de uno y se lo piensa dos veces antes de leer la vida y milagros de un personaje histórico, pero creerme que una vez finalicéis su lectura, la sensación que se os queda es nueva, muy distinta a cuando ponéis punto y final a una buena novela, definitivamente muy recomendable. Y si a esa lectura biográfica la acompañáis de una libreta en la que poder apuntar lo que os parece interesante, mejor que mejor. Pues de esta forma, con libreta y bolígrafo en mano, me adentré en su lectura, una lectura que ha cubierto mis altas expectativas. En primer lugar, en cuanto a la lectura y el estilo, no os voy a engañar. Por qué este mundo resulta una lectura densa, muy densa, y debe serlo porque, de lo contrario, estaríamos ante un libro con fallos y en el que seguramente han obviado partes de la biografía. Una densidad que es compensada, por un lado con el sistema de citas empleado y que podemos encontrar fraccionado por capítulos al final del libro, y por otro con un estilo que combina la exhaustividad de la información y un cierto deje novelesco. Ambos se equilibran durante toda la lectura, consiguiendo que el lector quede satisfecho por los datos y que al mismo tiempo se enganche a la historia real de Clarice Lispector. En segundo lugar, y desde la opinión de quien no ha leído de momento nada sobre la autora brasileña, me ha parecido una figura muy interesante y digna de descubrir en los próximos meses. Sin embargo, a la pregunta si es mejor leer Por qué este mundo antes o después de conocer otros de sus libros no tengo respuesta. En mi caso, esta biografía me ha servido para descubrirla sobre todo, pero si que es cierto que quien sea fan de la literatura de Clarice Lispector, la disfrutará de otra forma. En lo referente a la biografía de Clarice, lo cierto es que, dejando de lado la técnica empleada, Moser me ha descubierto a una escritora singular: nacida en Chechelnik (Ucrania) en 1920, hija de padres judíos testigos de la invasión de su país tras la Revolución Rusa (la madre fue incluso violada), emigrante con un año de edad a Brasil en 1921, escritora precoz (con 23 años publicó su primera novela), licenciada en Derecho, casada con un Diplomático del que años después se divorciaría, madre, incansable, talentosa, lectora voraz, inteligente, de fuerte carácter, orgullosa, refugiada en si misma en sus últimos años de vida...Todo eso y más compone el retrato de la Clarice Lispector de Benjamin Moser. Un retrato que huye de las leyendas y mitos que rodean su vida y que nos habla de una mujer con sus virtudes y defectos, pero sobre todo, de una mujer que puso a Brasil en el panorama literario internacional. Una perspectiva que, sobre todo en los tiempos que corren, se agradece. Podría extenderme más líneas hablando de los pormenores de esta biografía, pero si lo hiciera, creo que desmerecería la calidad del trabajo de Moser y vosotros como lectores perderíais la oportunidad de adentraros en este libro.


En vistas de que Por qué este mundo es una novela biográfica, una servidora no puede evitar, en estas últimas líneas, reflexionar sobre este versátil género literario. Como todos sabemos, la biografía es una forma más de escribir una historia y presentarla a los lectores, la diferencia crucial es que dicha historia es verídica. El autor o autora debe justificarlo mediante la exposición de datos y la aportación de un listado bibliográfico al principio, al final o por medio de citas al pie de página para que el lector, una vez finalizada su lectura, pueda optar por consultarlo y adentrarse en cada una de las fuentes. Al igual que el ensayo puro y duro, la biografía suele ser uno de los géneros más áridos e interesantes al mismo tiempo. La línea que separa el tedio del entretenimiento la fija el escritor o escritora en concreto, aunque siempre habrán personajes históricos con más tirón que otros en función del momento en el que se escribe o las demandas de los lectores potenciales. Pero como todo en el mundo de la literatura, el género biográfico, por muy poco atrayente que en un primer momento pueda parecer, ha sido objeto de usos específicos más allá del entretenimiento o la lectura placentera. El género biográfico ha sufrido los intereses de una parte de la historia, así como la manipulación de ésta en ciertos momentos cruciales. La biografía ha servido para contar mentiras, vender humo, engrandecer a un personaje histórico concreto con fines de todo tipo: políticos, sociales, económicos, estratégicos, culturales...Hitler, Franco, Stalin, Mussolini...Todos los grandes dictadores cuentan con una biografía no del todo verídica, en donde sus figuras se elevan por encima del resto de los mortales obviando algunos datos vergonzantes o oscuros de sus perspectivas vidas. Lo mismo pasaba con los reyes de la Edad Media. Sus cronistas particulares acompañaban a los monarcas a todas partes y redactaban sobre el papel sus hazañas más insignes. Sin embargo, muchos de estos relatos incluían elementos extraordinariamente fantásticos: mezclas entre mitología y realidad, religión y verdad o pequeñas mentiras piadosas sobre el verdadero carácter del monarca en cuestión. Algo que indudablemente resta credibilidad, quedándose estas narraciones para la posteridad no por su testimonio verídico, sino como textos literarios que incluso se enseñan en los institutos en asignaturas como lengua castellana o valenciana entre otras. También ocurría lo contrario, la aparición de biografías desautorizadas en las que en su mayoría el objetivo es destrozar y hundir la reputación de una personalidad histórica. Algo que incluso a día de hoy sigue sucediendo con, por ejemplo, nuestros políticos más mediáticos. En lo que respecta a Por qué este mundo, la cosa está bastante clara. La pequeña edad de oro que vive el género biográfico en los estudios de historia, el auge de la auto ficción en novela y el contexto de reivindicaciones feministas a nivel global han permitido en gran medida que hoy podamos disfrutar de Por qué de este mundo. Muchas editoriales están haciendo un esfuerzo por acercar al público los libros de autoras poco conocidas o que no han tenido en su momento la repercusión internacional que merecían. Y si podemos conocer sus libros ¿por qué no sus vidas? En ese sentido, Por qué este mundo es un buen ejemplo de lo que se esta comenzando a mover en el sector editorial, pues, para comprender una novela en su conjunto a veces viene muy bien conocer a su autora, y no solo desde el plano sensacionalista o estrictamente personal. Se necesitan más biografías de mujeres, mujeres como Clarice Lispector, en las que el cotilleo queda relegado a un segundo plano en favor de su talento, comparado en muchas ocasiones al gran Borges. Eso es lo que verdaderamente importa, lo que debería inspirar, lo que debería servir de referente para las futuras generaciones de mujeres. Por qué este mundo: una historia de exilio, precocidad, errores, aciertos, éxito, fracaso, talento, viajes al extranjero, literatura, amor, pérdida...Un imán para el lector más exigente.

Frases o párrafos favoritos:

"Clarice nunca volvió a Egipto. Pero muchos años después se acordó de su breve visita turística cuando, en las "arenas desérticas", le sostuvo la mirada nada menos que a la propia Esfinge. "No la descifré" escribió la orgullosa y bella Clarice. "Pero ella tampoco me descifró a mi".

Película/Canción: ante una falta de películas sobre la figura de Clarice Lispector, he optado por adjuntar una pieza imprescindible, de sobra conocida y que inmediatamente os trasportará al exótico Brasil.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Siruela

miércoles, 14 de marzo de 2018

RESEÑA: El despertar.

EL DESPERTAR

Título: El despertar.

Autor: Line Papin (Hanói 1995), de padre francés y madre vietnamita, reside en Francia desde los diez años. Tras graduarse en letras en el Lycée Fénélon, estudia un Máster de Historia del Arte en La Sorbona. Con El despertar ganó en 2016 el Premio Literario de la Vocación, así como el Transfuge a la Mejor primera novela francesa. (Fuente: Alianza Editorial).


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: francés.

Traductor: Alicia Martorell.

Sinopsis: cuatro jóvenes expatriados con una sed insaciable por lo desconocido se aman y se pierden en la argarabía de las tórridas callejuelas de Hanói, bajo el sol abrasado de Asia que se beben a sorbos. Se refugian del tumulto de la selva de gritos y de bocinas al bode de piscinas en cuartos sombríos donde se sumergen en el deseo, la indolencia y el alcohol; sus sentidos despiertan a la rabia, a la soledad y a la sexualidad...Es una historia de amor y de desamor desbordante de pasión y de locura, a la vez que cándida y voluptuosa, lasciva y soñadora. (Fuente: Alianza Editorial).

Su lectura me ha parecido: fresca, ágil, breve, libre, reflexiva, intimista, elegante, poética, un torrente de emociones constante...El mundo cambia, todos lo sabemos. Evoluciona, hacia adelante, aunque a veces nos parezca lo contrario. Al igual que el mundo, ese ente abstracto y concreto a la vez, se mantiene en un constante cambio, el panorama literario internacional no es ajeno al paso del tiempo. Cada año que pasa aparecen nuevos autores a los que el mundo de la literatura, en casos bastante excepcionales, debe acoger y proteger inmediatamente ante el éxito comercial de los best sellers más facilones y ante un público de lectores en ocasiones cruel y despistado. Ese cambio generacional no trae consigo nuevos temas de disertación o reflexión literaria, sino una nueva y renovada mirada sobre aquellos tan universales como el amor, la amistad, la incomunicación, la venganza, la tristeza o la soledad entre otros muchos. Las nuevas tecnologías han jugado un papel clave en este nuevo camino que se abre, pero también, un contexto en el que hoy por hoy los jóvenes se sienten más perdidos que nunca. Diferentes a la generación de sus padres, tratan de buscar su lugar en un mundo cada vez más globalizado, conectado y exigente. La autora que ha debutado con el libro que hoy reseñamos nació en 1995, por lo que pertenece a la generación que los medios de comunicación han catalogado como "Milennial". Pero más allá de las etiquetas, Line Papin, que es así como se llama, ha conseguido construir en 199 páginas una historia interesante y que, aunque se nota que éste es su primer libro, no está mal para ser la primera novela. El despertar: el poético descubrimiento del sexo en la húmeda Hanói.


La historia de como El despertar llegó a mis manos gracias a un pequeño pero fortuito descuido. De hecho, la novela de Lipe Papin trajo con ella un inesperado compañero de viaje. Me explico. Como muchos ya sabréis, desde hace bastante tiempo estoy colaborando con algunas editoriales con la intención de ir descubriendo nuevos autores y autoras e ir desempolvando muchos clásicos olvidados de la literatura que merecen, como mínimo, ser más conocidos a través de reseñas literarias. Alianza Editorial, la primera editorial con la que comencé a colaborar hace unos años, me envió el mes de mayo del pasado año un paquete en cuyo interior estaría, por descontado, El despertar de Line Papin. La verdad y para seros sincera el libro no me llamó la atención en un primer momento, sin embargo, en cuanto me adentré en la sinopsis, pero sobre todo, en cuanto supe de la juventud de la autora, comencé a interesarme por él. Me entró curiosidad por conocer su estilo y como se desarrollaba la trama que plantea la sinopsis. Volviendo al momento en el que el cartero me entregó el paquete, comprobé que en aquel sobre había algo más, que El despertar no era el único título que me habían hecho llegar. En cuanto lo rompí me encontré, además de con El despertar, con una pequeña novela titulada Jardín de Invierno, escrito por Valerie Fritsch. Este último libro fue el primero que leí de los dos, y en septiembre de ese año, tras las vacaciones de verano, protagonizó una de las reseñas del mes. Sin embargo, el libro de Papin siguió ocupando un estante en mi adorada estantería durante un tiempo, hasta que un día, sin previo aviso, esa curiosidad regresó a mi, impulsándome a que de una vez por todas me adentrase en sus blancas páginas. La lectura la recuerdo rápida, sin presiones, en uno de esos momentos de equilibrio entre lo personal y profesional. Por lo que el resultado acabó siendo ligeramente mejor de lo que en un principio esperaba.


En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que El despertar presenta una lectura muy sencilla, amena y rápida de leer; pero sin rechazar un estilo poético y elegante al mismo tiempo. Un lirismo que en ocasiones resulta demasiado persistente y que abruma en cada página que el lector deja atrás. Esto es normal en los primeros textos literarios, todos queremos transmitir sentimientos y que la fuerza de éstos sea lo más importante y lo que el lector recuerde una vez finalizas la lectura. Pero en el caso de El despertar la poesía lo inunda todo, algo que juega en contra de la propia trama desvirtuándola y volviéndola previsible, hecho que sin duda resta emoción en quien se adentre en este libro. Este es el principal fallo, aunque también digo que éste es el primer libro de la autora, por lo que aún tiene mucho margen si decide, que espero que si, proseguir con su carrera literaria. El despertar narra un tipo de historia que todos ya hemos leído o visto en el cine en más de una ocasión. Line Papin cuenta al lector la historia de varios jóvenes expatriados en la ciudad vietnamita de Hanói. La historia de Juliet, hija del embajador australiano, quien vive un particular despertar sexual con un camarero cuyo nombre nunca conoceremos. La historia de ese misterioso camarero, quien disfruta de los encuentros con Juliet y que, al igual que ella, se siente tremendamente perdido. La historia de Laura, francesa de nacimiento, la otra mujer en la vida del camarero sin nombre. Y la historia de Rapaël, amigo, confidente y testigo de esta particular y libre relación sin ataduras ni compormiso. Gracias a la oralidad, recurso que Papin emplea con agilidad, conocemos a los personajes desde una perspectiva pocas veces vista en literatura. El despertar es más una novela hablada que escrita, muestra de ello es la construcción de algunos de los breves capítulos, basados única y exclusivamente en conversaciones. Unas veces con Raphaël, en las que se refieren a situaciones vividas por los demás personajes. Y otras veces entre Juliet y el camarero, distinguiéndose sus voces por matices referentes al lenguaje, siendo ella más elegante y él más rudo. Conversaciones que acaban por construir un colectivo monólogo interior que domina y caracteriza la totalidad de la novela. Mención a parte merece la descripción de una ciudad como Hanói, vista desde los ojos de alguien, la propia Line Papin, que ha nacido allí y que ha tenido que dejar sus orígenes atrás para continuar en otro país. Una Hanói tropical, fresca, húmeda, ruidosa, caótica, sensual, hostil, cuyo bullicio se siente en cada calle y plaza. Esto ha sido, sinceramente, uno de los aspectos que más me ha gustado de El despertar, eso y el tema principal que sobrevuela la novela y que merece, como no podía ser de otra forma, protagonizar el siguiente y último párrafo.

Como ya he comentado al final del anterior párrafo, éstas últimas líneas me gustaría usarlas para hablar de un tema de gran actualidad y que vertebra la novela de Papin: los expatriados. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), expatriado viene a ser alguien que vive fuera de su patria. Otros diccionarios amplían más la definición diciendo que el expatriado vive de forma temporal o permanente en un país diferente al que nació. Un hecho que influye de manera determinante en El despertar, pues, todos sus personajes no son naturales de Hanói y se sienten perdidos en una ciudad que, a pesar de que se ha convertido en su hogar, ellos no sienten como suya. El expatriado puede ser perfectamente alguien que escapa de una cruenta guerra y se ve obligado a vivir en un lugar desconocido, lejos de la tierra que lo vio nacer y que ha marcado parte de su existencia y construcción como persona. Este ejemplo lo podemos ver en los ojos del pueblo Sirio o en el de los Rohingyas, supervivientes de una limpieza étnica en su país de origen, Birmania. Pero, y sin olvidar la dureza de este tipo de expatriados, también podemos encontrar unos sentimientos parecidos en los jóvenes que, por culpa de la crisis y el desprecio a su talento por parte de los gobernantes, se ven obligados a hacer la maleta e irse a otro país en busca de oportunidades laborales y profesionales, las cuales en sus países de origen difícilmente conseguirían. Científicos, músicos, profesores, historiadores, bailarines, médicos, abogados, arquitectos, dibujantes...Ninguna rama del conocimiento y ningún sector se libra de poder verse en esa situación, en la situación de tener que dejar a tu familia y amigos en el país en el que naciste para empezar, en algunos casos prácticamente de cero, en un país que te es extraño. Al principio la perspectiva de estar en una ciudad nueva abruma, y más si esta la has visto durante toda tu vida por televisión o los libros. Pero ese entusiasmo inicial acaba menguando con el paso de los días, meses y años en el peor de los casos, hasta desembocar en una nostalgia casi perpetua y que aparece en los momentos más difíciles. Vivir en el extranjero es una experiencia enriquecedora pero en la que no todo es felicidad, disfrute y turismo. Hace unos años, la ministra de empleo de este país se refirió a todos esos jóvenes que emigran por la falta de oportunidades como "jóvenes aventureros". Una frivolidad que evidenció no solo la fuga de cerebros que por aquel entonces comenzaba a producirse, también la falta de empatía y preocupación por las generaciones que ven su futuro negro o incierto en el lugar donde nacieron. Si los gobernantes se levantasen de sus cómodos sillones, si se sacudieran esa capa de caspa y si bajasen al mundo real, muchos de los que hoy dicen que irse al extranjero es una aventura matizarían sus comentarios. Aventura, si, pero con inconvenientes. Nada es perfecto, la vida no es perfecta y mucho menos la de un expatriado que no puede en el fondo evitar interesarse por lo que ocurre en su patria y sentirse conectado a ella. El despertar: una historia de amor, sexo, confesiones, libertad, ruido, calor, destinos provisionales, desorientación...Un despertar en todos los sentidos.

Frases o párrafos favoritos:

"No, no se trata todavía del despertar, del autentico, de momento solo despierta mi atención, y debajo, en el estrato más profundo, nos abriremos, caeremos y nos revolcaremos."

Película/Canción: en vistas de que no hay noticias de una posible adaptación, he decidido adjuntar la pieza de BSO que me ha acompañado a lo largo de la redacción de esta reseña. La película no tiene nada que ver con la trama de El despertar, pero su melodía embriaga, emociona y expresa el deseo, ese deseo tan latente en Juliet y el camarero sin nombre.



¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

martes, 6 de marzo de 2018

RESEÑA: Memorias de dos jóvenes esposas.

MEMORIAS DE DOS JÓVENES ESPOSAS

Título: Memorias de dos jóvenes esposas.

Autor: Honoré Balzac (Tours 1799-París 1850) nació en el seno de una familia burguesa. Tras trasladarse a París en 1814, empezó los estudios de Derecho y consiguió trabajo en el despacho de un notario amigo de su padre. Sin embargo, el amor que nace en ese periodo por la literatura lo lleva a tomar la decisión de emprender la carrera de escritor profesional. Después de las primeras pruebas artísticas y los primeros fracasos firmados bajo pseudónimo, empieza varios negocios que se revelan desastrosos. En 1829 escribe su primera novela de éxito, Les Chouans, que firma con su propio nombre. A partir de ese momento, se convierte en uno de los escritores más prolíficos y más conocidos de su época. En estos años concibe la idea de La comedia humana, ambicioso proyecto que agrupa un total de 137 novelas - entre las cuales, Papá Goriot y Eugenia Grandet - cuyo tema común es el retratar la sociedad de su tiempo. Tras casarse en 1850 con la condesa Ewelina Hanska, murió cinco meses después y durante el funeral fue homenajeado por su amigo y admirador Víctor Hugo. (Fuente: Funambulista).

Editorial: Funambulista.

Idioma: francés.

Traductor: Joaquín García Bravo.

Sinopsis: cuando Louise y Renée, las dos protagonistas de la novela, salen del convento de Blois, separadas por la lejanía pero unidas por una profunda amistad, empiezan una correspondencia en la que describen sus más íntimas sensaciones sobre su existencia fuera de las paredes de la clausura: Louise vuelve a París, donde conocerá la vida mundana de la capital y el amor novelesco con un noble español; Renée regresa a la monotonía y austera vida de provincias y se resigna a un matrimonio al parecer de conveniencia y a un destino ya escrito. (Fuente: Funambulista).

Su lectura me ha parecido: densa, retórica, muy realista, rebelde, potente, clásica,  reveladora, extraordinariamente avanzada para su época...Queridos lectores y lectoras, en Jimena de la Almena vamos encadenando reto tras reto. Y lo cierto es que esto se debe a la más absoluta de las casualidades. Esta vez no me encuentro ante un libro escrito a varias manos, ni un recopilatorio de cuentos de diferentes autores o autoras, ni ante un volumen de crónicas periodísticas. No. Hoy, delante de mi se alza un título que a priori no infunde temor, pero que en cuanto averiguamos quien lo escribió, la presión y el respeto regresan a mi cabeza y a mi estómago. Este autor no necesita presentación, su nombre y su apellido hablan por si solos, al igual que su obra. Un escritor que concibió a mediados del siglo XIX la obra más monumental y extensa de la literatura universal. Bajo el título la Comedia Humana, inspirado claramente en la Divina Comedia de Dante, englobó un total de 137 novelas, aunque de ellas finalmente unas 50 quedaron desgraciadamente incompletas. ¿La intención? Plasmar sobre el papel un estudio pormenorizado y lo más realista posible de la sociedad francesa de ese momento, es decir, la que caracteriza esos años 40 y 50 del siglo XIX. Ese exhaustivo retrato era para hacerle, según una famosa frase que pronunció su autor: "la competencia al registro civil." Pues bien, visto el extraordinario currículum de este escritor francés, en Jimena de la Almena no podía pasar más tiempo sin que nos adentrásemos en algún título suyo. Un autor que ha escrito 137 novelas merece todo nuestro respeto, atención y esta reseña, que esperemos sea la primera de muchas. Memorias de dos jóvenes esposas: una oda a la amistad femenina narrada desde el realismo más extremo.


La historia de como Memorias de dos jóvenes esposas llegó a mis manos y a mi estantería fue fruto de la casualidad y lo inesperado. Los que me conocéis personalmente o los que leéis mis reseñas habréis comprobado como mi amor por los clásicos de la literatura universal es abrumador y que ha ido acrecentándose a medida que pasa el tiempo. Todo empezó gracias a la lectura de Madame Bovary de Gustave Flaubert cuando tenía 18 años. Fue una lectura que toda la clase de la asignatura de Literatura Universal teníamos que leer, pues en el mes de Junio caería de seguro en el examen de selectividad. Sin embargo, y contra todo pronóstico, me encantó. Es cierto que ayudó bastante el aproximarnos a esta historia combinando lectura en voz alta y comentarios al respecto, pero en conjunto puedo afirmar sin equivocarme que Madame Bovary fue la novela que me inició en la lectura de otros clásicos de la literatura universal. De aquella memorable lectura hasta hoy han pasado por mis manos numerables libros de autores y autoras tan insignes y de sobra conocidos por todos. Sin embargo, hay ciertas barreras que todavía a día de hoy no he superado como lectora, y una de ellas era la obra de Honoré Balzac. Me gusta el realismo, de no ser así, Madame Bovary no formaría parte de mis imprescindibles. No obstante, Balzac son palabras mayores y sinónimo de atracón literario en muchos casos. Pues bien, a lo largo del mes de septiembre del pasado año, durante esos días de incorporación paulatina a la rutina diaria, recibí la primera tanda de libros para reseñar tras las vacaciones de verano. Y de entre todos ellos, uno llegó por sorpresa junto con el libro que si que había pedido en un primer momento. Si, Walt Whitman había llegado con un compañero de viaje llamado Memorias de dos jóvenes esposas, cuyo autor era nada más y nada menos que Honoré Balzac. Mi primera reacción fue sonreír alegremente, no todos los días ocurre algo así, pero en cuestión de segundos mi rostro se tornó en preocupación, pues, Honoré Balzac no era un autor  cualquiera y representaba uno de esos autores que durante mucho tiempo había tratado de evitar. Dejé que pasara el tiempo, que el libro reposase pacientemente en la estantería, pero no había manera. Leer a Balzac seguía resultándome complicado, incluso llegue a pensar en tirar la toalla y no reseñar este libro. Pero entonces, un buen día leí en el extraordinario blog Las Inquilinas de Netherfield la reseña que habían realizado de Memorias de dos jóvenes esposas. Fue así como comprendí que no debía de tener reparos en leerlo, de hecho, si no llega a ser por esa reseña, probablemente hoy estaría escribiendo sobre otro libro bien distinto. No voy a negar que la lectura me haya resultado sencilla, porque fácil no es, pero si que me ha servido para desbloquear esa coraza y rechazo a un autor que a día de hoy me parece interesante.


En lo que respecta a la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Memorias de dos jóvenes esposas no es un libro fácil. Creo que hasta la fecha es el libro más denso que he leído en mucho tiempo. En él, Balzac hace honor a su tiempo, estilo e intención derrochando retórica de forma abrumadora. No debemos olvidar que Memorias de dos jóvenes esposas pertenece al proyecto de la Comedia Humana antes mencionado, por lo que las descripciones son extensas y el retrato psicológico es tan profundo que no puedes evitar distanciarte un poco y no sentirte dentro de la novela. Eso si, a pesar de todo, Balzac resulta ser un escritor bastante refinado en ciertos momentos, muestra de ello es la belleza de un lenguaje que por supuesto ya no se usa pero que no deja de sorprender a quien se adentra en su literatura por vez primera. En cuanto a la historia, el propio título ya nos hace un spoiler. Se trata de la historia de dos mujeres, Louise y Renée, quienes tras convivir y completar su educación en un convento de Blois, ambas toman caminos diferentes en la vida en función de sus diferentes caracteres, formas de ser y circunstancias personales. Por un lado, Louise es más extrovertida, se instala en el París con su familia aristócrata que no duda en presentarla en sociedad. Allí conoce el amor y el placer que le provocan los juegos de seducción, en especial con su profesor de español, un hombre igual de seductor pero que oculta un pasado bastante oscuro. Y por otro lado, Renée, más apocada, se traslada a una localidad de provincias en donde no tarda en contraer matrimonio con un hombre mucho más mayor que ella. Un matrimonio concertado que le proporcionará tranquilidad, estabilidad y una vida con un futuro del todo previsible. Dos personalidades y experiencias tan diferentes que convergen en dos detalles esenciales. En primer lugar, su prematuro ingreso en la edad adulta y los avatares que ésta les depara a dos jóvenes que acaban de dar sus primeros pasos dentro de esta nueva etapa. Y en segundo lugar, y más importante, su ininterrumpida relación epistolar. Tratándose de estos personajes, Balzac pareció tenerlo muy claro a la hora de escoger el subgénero epistolar como espina dorsal de la novela. No solo presentaba la trama de una forma bastante amoldada a su tiempo, pues la novela epistolar era bastante popular por entonces, sino que además logró justificar a través de él su intención primordial de Comedia Humana. ¿Qué mejor subgénero novelístico para describir a la sociedad que el epistolar? ¿Qué otro género podía ahondar en el pensamiento y las contradicciones de la gente del XIX? En ese momento muy pocos y Honoré Balzac lo sabía. De este modo y gracias a esa genialidad, el lector del siglo XXI puede aproximarse a la vida y el pensamiento de las dos mujeres que protagonizan Memorias de dos jóvenes esposas. Dos modelos de mujer enfrentados pero que resumen a la perfección los diferentes conceptos de feminidad, maternidad, matrimonio, amor y educación sentimental y sexual del momento. Por último, y de forma anecdótica, decir que Memorias de dos jóvenes esposas está dedicado a Georges Sand, pseudónimo de la escritora francesa Aurore Lucile Lupin. Defensora de los derechos de la mujer, crítica literaria, intelectual, autora de novelas como Consuelo o La Mare au Diable y una de las mejores amigas de Balzac. Felicito en ese sentido a la editorial Funambulista por haber incluido la dedicatoria entera en la presente edición.


En lo que respecta a la reflexión final voy a ser clara. En Memorias de dos jóvenes esposas el lector asiste a una relación epistolar a lo largo del tiempo entre dos mujeres muy diferentes entre si. La una más atrevida y dispuesta a vivir nuevas experiencias, sobre todo en el terreno del amor. Y la otra más apocada y dispuesta a resignarse a vivir una existencia más tranquila y pactada, en resumidas cuentas, la que se espera de una mujer como ella. A través de las cartas que se envían la una a la otra conocemos sus pensamientos, sus experiencias personales, sus sentimientos más profundos y asistimos a esas confesiones privadas que solo confiarías a alguien de confianza. A lo largo de estas cartas el lector no puede evitar maravillarse, ya no de la belleza con la que esta escrita esta novela, lo cual es subjetivo, también de que en ella se aborden temas que trascienden a la actualidad de un modo sorprendente.  Ambos relatos suscitan infinidad de reflexiones muy pertinentes. En primer lugar, a través de los personajes de Louise y Renée, Balzac aprovecha para hacernos una disertación sobre el alma femenina del momento en todo su esplendor. Un alma compuesta por diferentes compartimentos en cuyo interior encontramos, como no podía ser de otra manera, temas como el matrimonio, la vida conyugal, la maternidad, el amor, el sexo o lo que implica ser mujer a mediados de siglo XIX. Y al haber confeccionado dos personajes femeninos tan diferentes podemos apreciar como mientras Louise decide vivir al margen de los convencionalismos sociales y de lo que todos esperan de ella, Renée, al haberse casado y tenido hijos, su carácter se forja en una supuesta superioridad femenina tremendamente asentada en la época, una superioridad que le ha otorgado la maternidad y que le da derecho a opinar sobre las que no tienen hijos y a sentirse moralmente por encima del resto de mujeres, mujeres como Louise, quien no le preocupa tener hijos. Este tema, uno de los grandes temas de la novela, podría perfectamente trasladarse a la actualidad, pues aún existe la creencia de que si una mujer tiene hijos es mejor socialmente hablando que la que decide no tenerlos. Luego en el ámbito laboral los papeles cambian y es la madre la que se ve más perjudicada por la sociedad. Otro gran tema que aparece en Memorias de dos jóvenes esposas es la sororidad femenina, tan presente y silenciada a lo largo de la historia y que en los últimos años se ha reconocido. La relación y las confesiones que ambas plasman sobre el papel no deja de ser un ejemplo de solidaridad femenina en un contexto terriblemente patriarcal. Actualmente, gracias a la sororidad, el feminismo y las denuncias contra las injusticias padecidas por el sexo femenino parecen ser atendidas, reconocidas y escuchadas. Pero, como cabía esperar, Honoré Balzac no era feminista, como tampoco lo eran muchos compañeros intelectuales de su generación. Muestra de ello es la moraleja final de la historia, en la que la libre acaba pagando las consecuencias de su decisión y la tradicional acaba imponiéndose como baluarte del saber estar y lo correcto. Memorias de dos jóvenes esposas resulta en definitiva un tratado exhaustivo de la mujer francesa en el siglo XIX, pero también un ejercicio moralizante, una novela en la que se evidencia como el sistema amordaza en el fondo las libertades, deseos y sueños de la mujer. Memorias de dos jóvenes esposas: una historia de amor, confesiones, sororidad, perdida de la inocencia, madurez...Una novela de obligatoria reflexión crítica.

Párrafos o frases favoritas:

"Tú te casas y yo amo. Al cabo de cuatro meses, aquellas dos columnas que se elevaban tanto han caído en el pantano de la realidad."

"De nosotras dos, yo soy la razón y tú la imaginación, yo soy el deber grave y tú el amor loco; ese contraste de espíritu que existía entre las dos ha querido continuarlo la suerte en nuestros destinos."

Película/Canción: a falta de una adaptación que presentaros he adjuntado la pieza clásica que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Espero que os guste.





¡Un saludo y a seguir leyendo!