sábado, 19 de octubre de 2019

RESEÑA: Cómo acabar con la escritura de las mujeres

CÓMO ACABAR CON LA ESCRITURA DE LAS MUJERES

Título: Cómo acabar con la escritura de las mujeres.

Autora: Johanna Russ (Nueva York, 1937 - Tucson, 2011) fue una académica y feminista radical estadounidense. Es la autora de varias obras de ciencia ficción, fantasía y crírica literaria feminista como Cómo acabar con la escritura de las mujeres. Su obra más célebre es El Hombre Hembra, una novela que combina la sátira con la ficción utópica. Ganadora de los premios Hugo y Nébula, fue también profesora de inglés en la Universidad de Washington.


Editorial: Dos Bigotes.

Idioma: inglés.

Traductora: Gloria Fortún.

Sinopsis: en Cómo acabar con la escritura de las mujeres, la galardonada novelista y ensayista Johanna Russ expone las estrategias sutiles, y no tan sutiles, que la sociedad usa para ignorar, condenar o menospreciar a las mujeres que producen literatura. Publicada originalmente en 1983 y nunca traducida al español, esta obra, tan relevante hoy como entonces, ha motivado a generaciones de lectores con una poderosa crítica feminista. Con tono sarcástico e irreverente, Russ examina las fuerzas que sistemáticamente impiden a un amplio reconocimiento del trabajo de las mujeres.

Su lectura me ha parecido:

   Acertada, irónica, subversiva, crítica a rabiar, estupendamente documentada, con una mirada inminentemente intelectual, imprescindible, obligatorio, absolutamente necesario ahora y siempre... Escribo, y por tanto, me considero escritora. Esa es una verdad como una catedral de grande. Una realidad que vivo en mis carnes cada vez que me siento frente al ordenador o cuando me toca documentarme sobre un tema en concreto del que, con gusto, me gustaría hablaros en cada reseña, artículo o relato. Escribo desde bien pequeña, aún conservo algunas hojas donde garabateé mis primeros cuentos y por supuesto aquella primera obrita de teatro concebida para ser representada delante de familiares varios. Escribo también desde la adolescencia, desde aquella mente despierta en medio de una clase en la que me costaba horrores ser comprendida y valorada por mi gran pasión. Escribo, y por eso muchos de esos trabajos que supuestamente había que hacer en grupo acababan en mis manos a pesar de mi indignación y mis intentos por hacerles entrar en razón. Escribo, y gracias a eso conseguí canalizar el impacto que supuso descubrir temas como el Holocausto a través de uno de mis primeros relatos, el cual resultó ganador de un concurso que, a pesar de no ser muy importante, me hizo sentirme en una nube. Escribo, y por eso conozco lo que se siente ante la derrota, ante la certeza de siempre o casi siempre va a haber alguien mejor que tú y que hay que aceptarla sí o sí. Escribo porque una vez alguien me dijo que valía para esto y desde entonces he ido mejorando día tras día. Escribo porque con ello me desahogo y proyecto sobre el papel cuestiones que particularmente me preocupan. Escribo para darle voz a esos personajes que han carecido de ella durante tanto tiempo. Escribo, y por eso quiero aprender, para arrojarme a terrenos literarios en los que siempre he soñado moverme como pez en el agua. Escribo, porque una de mis mayores ilusiones es llegar a publicar y dedicarme, si es posible, a este noble oficio. Escribo, a pesar de la invisibilidad que eso conlleva. Escribo, aunque a veces me cueste y en ocasiones me obligue a hacerlo. Escribo sin ganas, medio dormida, enfadada, decepcionada; pero escribo. Escribo y abandono textos a medio terminar. Escribo, aunque lleve un tiempo en una terrible barrena creativa. Escribo cuando puedo, cuando me dejan, cuando lo necesito. Escribo hasta con interrupciones. Escribo a sabiendas de que dicha tarea implica quedarse tardes enteras encerrada entre cuatro paredes y con la música a un volumen razonable saliendo de mis voluminosos cascos. Escribo y no me pagan por ello, al menos por el momento. Escribo a cambio de visibilidad. Escribo porque tengo historias que contar. Escribo y eso me hace feliz. Entonces ¿por qué a mis veintisiete años aún me cuesta decir en público que soy escritora? ¿Por qué me autoboicoteo de esa manera? ¿Por qué lo oculto, como si de un secreto se tratase? El poco o nulo reconocimiento social, así como el desconocimiento del trabajo que hay detrás son algunos de los motivos. Pero también existe un componente de género que, como bien apunta Joanna Russ en el presente ensayo, no ha permitido a las mujeres brillar en el momento que les correspondía dentro del terreno de la literatura. Y es que va a ser cierto eso de que las  autoexigencias o la autoinvisibilización son en parte culpa del patriarcado. Cómo acabar con la escritura de las mujeres: el libro que todas las autoras estábamos esperando.


   Han tenido que pasar treintaicinco años (sí, habéis leído bien) para que el ensayo de la académica y novelista Johanna Russ se tradujese al español. Treintaicinco años en los que hemos visto nacer, desarrollarse, morir o frustrarse la carrera de muchas autoras alrededor del mundo. Un intervalo de tiempo demasiado largo si tenemos en cuenta todo lo que ha sucedido en medio y de los progresos que ha hecho la sociedad en estas lides - y no solo en el campo de la creación literaria -. Sin embargo, el mensaje de Cómo acabar con la escritura de las mujeres (entiéndase la ironía de su propio título) resulta a día de hoy tan actual y tan vigente como lo fue en su momento, en los años ochenta, década en la que las mujeres creadoras estaban todavía más invisibilizadas. Con un tono extremadamente crítico e irónico - magistral y oportuno - Russ va desgranando poco a poco los mecanismos sociales, económicos y culturales tramados para menospreciar las obras literarias escritas por mujeres. Intercalando ejemplos protagonizados por conocidas autoras del pasado - a saber Charlotte Brontë, Virginia Woolf, George Elliot o Sylvia Plath entre otras - así como de escritoras coetáneas a la autora y muy especialmente dedicadas a la escritura de novela de género - como la pionera y ya fallecida Úrsula K. Leguin - Johanna Russ muestra una herramienta analítica basándose en una serie de realidades categóricas las cuales no serían posibles sin la existencia de una heterodoxia heteropatriarcal de supremacía blanca. Estas categorías se agrupan, según Russ, en una serie de excusas usadas durante siglos y que por desgracia, a día de hoy, de vez en cuando aún seguimos escuchando:

- La negación de la autoría ("No lo escribió ella. Pero si resulta evidente que lo hizo..."): seguramente por hobby, diversión, pasar el rato, acabar con el aburrimiento... Pero nunca por inquietudes intelectuales o por ambiciones literarias."

- La prohibición ("Lo escribió ella, pero no debería haberlo hecho..."): seguramente por haber hablado de política, sexo, feminismo o porque su estilo literario es demasiado masculino y eso no puede ser.

- La censura ("Lo escribió ella, pero mira que cosas escribió..."): seguramente escribió alguna escena que transcurre en un dormitorio conyugal, en la cocina, habló de su propia familia o simplemente las mujeres son las protagonistas de la historia.

- El menosprecio ("Lo escribió ella, pero no es una artista de verdad y no resulta autentico arte.."): seguramente porque se trate de un thriller, un romance, un libro infantil, una novela de ciencia ficción, de fantasía o de terror. Géneros tradicionalmente denostados por la crítica o en los tres últimos casos muy masculinizados.

- La duda ("Lo escribió ella, pero alguien la ayudó..."): algún familiar, amigo, pareja o simplemente el "lado masculino" de la autora.

- La anomalía ("Lo escribió ella, pero es una anomalía): en este caso se reconoce la autoría, pero se destaca el carácter excepcional de la misma, como una rareza, algo que no ocurre mucho y que por tanto se da por hecho que nunca más va a ocurrir. En otras palabras, que la mujer en cuestión no volverá a empuñar una pluma.

   Johanna Russ demuestra con esta estructura que más allá de los prejuicios de género, estos "peros" implican a corto y largo plazo otra serie de consecuencias. Disuasión, falta de tiempo para dedicarse a la escritura, dificultad para acceder a la documentación y a formación que les permita desarrollar su talento, aislamiento social, acoso sexual y por supuesto las discusiones entorno al carácter y belleza física de la autora como motivos de éxito editorial. Todos ellos son factores clave para para acabar apartando a las mujeres de la escritura, y aún peor, que ellas mismas se convenzan de que no sirven para ello y acaben abandonando. En este punto, y una vez finalizada la lectura de este imprescindible ensayo de Russ, cabría realizar un estudio sociológico al respecto. Averiguar si todavía existen escritoras que aún a día de hoy han tenido que escuchar estos comentarios. Saber su porcentaje y determinar si la tesis de Cómo acabar con la escritura de las mujeres es cierta, aunque sinceramente dudo que ande desencaminada. Y por supuesto, conocer hasta que punto se ha interiorizado en el interior de las mujeres la imposibilidad de dedicarse en cuerpo y alma a la escritura - ya no de un género en concreto, que eso es otro cantar - sino simplemente del acto de ejercerla y de tratar de sus palabras lleguen a las y los lectores.

   En un último apunte, Russ señala una certeza inquebrantable y la cual se ha demostrado a lo largo de los años, esa que dice que el modo de entender la literatura no está incompleto, más bien distorsionado. Ya que, por un lado, no podemos negar la presencia de autoras a lo largo de la historia, otra cosa reside en como nos han llegado éstas y sus obras a nuestro presente - totalmente manoseadas por una crítica machista - y por otro lado, la imposibilidad, gracias a esas reseñas manipuladas o a la terrible labor de ocultación, de que las lectoras acaben empatizando con las obras escritas por autoras y acaben encontrando consuelo en textos donde los personajes femeninos son un compendio de estereotipos, roles imposibles de quebrantar y destinos altamente previsibles y en beneficio de la sociedad patriarcal. Como escritora no puedo dejar de pensar en lo que habría sucedido si hubiese leído este ensayo antes, con quince años - edad a la que experimenté mayor efervescencia creativa - una edad en la que anteponía la escritura a otras cuestiones. No sé cual habría sido mi sino, pero de lo que estoy segura es que habría ganado, por lo menos, más confianza en mi misma. Si algo me ha enseñado el libro de Russ (además de a amar aún más mi profesión, a pesar de las piedras en el camino que eso conlleva) es a que debemos hacer piña. estar juntas, apoyarnos entre nosotras, crear redes de sororidad entre autoras y denunciar inmediatamente lo que esté mal dentro de este ámbito. Porque la unión hace la fuerza, y porque está demostrado que - aún habiendo alcanzado muchos derechos y haber roto algún techo de cristal - ensayos académicos feministas como el de Johanna Russ siguen siendo igual de necesarios. Porque en tiempos en los que las mujeres superamos a los hombres en matriculaciones en estudios superiores, todavía se nos cierran muchas puertas. Que no nos quiten nuestros sueños, aspiraciones, inquietudes... En definitiva, que no acaben con nosotras y por supuesto con nuestra mirada en la creación literaria con excusas - y perdonen la palabrota - de mierda.

Frases o párrafos favoritos:

"El truco reside en hacer que la libertad solo sea nominal y después (...) desarrollar diferentes estrategias para ignorar, condenar o minusvalorar las obras artísticas resultantes."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Dos Bigotes

1 comentario:

  1. no conocía este ensayo y eso es imperdonable por mi parte. Los argumentos que has resumido creo que son aun hoy válidos y si no, solo debemos echar un ojo a los manuales de literatura universal a ver cual es el porcentaje de autores y de autoras para corroborar la invisivilización de las mujeres escritoras. Otro aspecto sería el de cuantas creadoras literarias habrán pasado a la historia con nombres de varón, al tener que utilizar pseudonimos para ver publicadas sus obras. Me viene a la cabeza el matrimonio Mill, donde John stuart tenía que firmar las obras escritas por Harriet para que esta pudiera publicar.
    Una muy necesaria reseña, como bien dices. Por mi parte solo añadir que la literatura, como cualquier otra manifestación artística, no es patrimonio exclusivo del genero masculino, sino de toda la especie humana y por tanto, cualquier persona, varón o mujer debe sentirse incentivado a su practica.
    Una excelente reseña.

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