jueves, 26 de marzo de 2020

RESEÑA: Nevada

NEVADA

Título: Nevada.

Autora:  Claire Vaye Watkins (Bishop, California, 1984) se crio en el desierto de Mojave, primero en Tecopa, California, y después en Pahrump, Nevada. Tras graduarse en la Universidad de Nevada en Reno, obtuvo un Máster en Bellas Artes en la Universidad de Ohio State. Es autora de la colección de cuentos Nevada (2012) y de la novela Gold Fame Citrus (2015), y sus relatos y ensayos han aparecido en publicaciones como Granta, Tin House, Freeman’s, The Paris Review, Story Quarterly, New American Stories, Best of the West, The New Republic, The New York Times o Pushcart Prize XLIII. Por Nevada ganó, entre otros, el Story Prize, el Dylan Thomas Prize, el Rosenthal Family Foundation Award de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras y el Silver Pen Award del Salón de la Fama de Escritores de Nevada. Actualmente es profesora asistente en la Universidad de Michigan y junto con su marido, Derek Palacio, coordina la Mojave School, un taller de escritura creativa para niños. (Fuente: Editorial).


Editorial: Malas Tierras.

Idioma: Inglés.

Traductor: Ce Santiago.

Sinopsis: la llegada de un turista italiano altera la cotidianidad de un rancho de prostitución. Un buscador de oro descubre los límites de su férreo individualismo cuando intenta salvar a una adolescente embarazada. Años después de haber llevado a su mejor amiga a un encuentro degradante en una habitación de hotel de Las Vegas, una mujer sufre las consecuencias emocionales de sus actos. La búsqueda de un punto de partida sirve a Watkins para asumir y reinventar su propio legado —su padre fue Paul Watkins, segundo de a bordo de Charles Manson—  en una historia que emerge del caos y la destrucción de Helter Skelter. En cada uno de los diez relatos que componen esta colección, Claire Vaye Watkins ofrece una mitología del oeste de Estados Unidos. Sus personajes, que orbitan alrededor de los vastos espacios de este territorio, tratan de buscar la redención a pesar de —y a menudo debido a— las dificultades y la violencia a las que se ven sometidos. (Fuente: Editorial).

Su lectura me ha parecido: potente, original, en la que lo humano y el territorio se dan la mano, magistral, sin ningún relato que sobre, impecable, una nueva voz a la que debemos seguir muy de cerca... Estamos confinados. Sí, lo se, no es ninguna novedad. Y encima el pasado domingo nos levantamos con la noticia de que esta situación va a alargarse, presumiblemente, otros quince días más. Todavía rememoro lo fría que estaba el agua del jarro metafórico, y es que últimamente, por desgracia, es una situación que se repite día tras día. Como Bill Murray en el Día de la Marmota, como si el reloj de nuestro salón se hubiese entrado en un bucle espacio temporal del que es imposible salir. O al contario, como si sus manecillas congeladas nos recordasen que hasta que todo esto pase - aunque ahora se nos antoja lejano dicho día - éstas no volverán a funcionar. Por eso es importante buscar ese refugio que nos ayude a sobrellevar mejor los días en blanco y las horas en las que la incertidumbre no nos deja pensar. Y en ese sentido los libros, como esa cueva en medio de la tormenta, no se si pueden salvarnos de la situación pero sí al menos resguardarnos hasta que el clima mejore. Los lugares a los que nos es imposible viajar físicamente por culpa - vamos a tirar de humor literario - del que "no debe ser nombrado" los visitamos a través de las páginas noveladas, ensayísticas, teatrales o poéticas. Es uno de los pocos consuelos de los que gozamos, al menos por el momento. Así que estos días de incertidumbre he decidido regresar, la segunda vez en lo que llevamos de mes, al Valle de la Muerte (del cual ya hablé hace unas semanas gracias al ensayo de Mary Huner Austin). A este paso voy a autoconvencerme de que existe una mágica y extraña conexión entre mi persona y dicho lugar a pesar de que todo ha sido producto de la mayor de las casualidades. Si con Austin nos aproximamos al lugar desde una cronología - la de principios de siglo XX - y desde una perspectiva englobada en el Nature Writing, con el libro que hoy tengo el inmenso placer de reseñar este acercamiento es más novelístico, brutal, íntimo y en el que, por primera vez en mucho tiempo, no he encontrado ni un solo relato prescindible, o lo que es lo mismo, perfecto en su idea y ejecución. Nevada: oda a la idiosincrasia, geografía y el dolor de la América profunda.


Nada más abrir este volumen de relatos por la primera página el lector se lleva dos sorpresas capaces de desencajar mandíbulas y exclamar un "what the fuck" en voz alta. La primera es una cuestión de edad, ya que con solo 28 años Claire Vaye Watkins publicó estos textos, aunque en más de una entrevista ha señalado que la idea de Nevada se empezó a fraguar mientras asistía a la Universidad de Reno gracias a las historias que su madre le contaba sobre el estado en el que había pasado gran parte de su vida - a pesar de haber nacido en pleno desierto de Mojave  en California - y auspiciada finalmente por la impactante biografía de su padre. De hecho, en otra entrevista, esta vez concedida a un medio de comunicación español, la escritora confesó que "es la figura de mi padre la que me empujó a ser novelista". Es aquí donde viene la mayor de las revelaciones, la que pone los pelos de punta, la que no vas a poder creerte a la primera de cambio. Y es que Claire es hija de Paul Watkins. Así de buenas a primeras este nombre no nos dice nada hasta que lo googleamos y descubrimos estupefactos que el padre de la talentosa novelista fue miembro de la Familia Manson cuya épica huida - recorriendo más de cinco kilómetros en medio del desierto acompañado de mujeres a las que había ayudado a liberar de la secta -  y su testificación en contra de Charles Manson en el juicio fueron determinantes para la condena, así como la revelación de las tesis del Helter Skelter. Watkins no asesinó a nadie - de hecho se unió a la familia persiguiendo su sueño de triunfar en la música - pero sí se dedicó a proveer al líder de mujeres para luego acostarse con ellas. Sin duda, un acto moralmente también reprobable. Sin embargo, Claire Vaye Watkins no ha conseguido situarse como una de las mejores narradoras estadounidenses de la actualidad por ser hija de un ex miembro de la Familia, sino por una carrera literaria que ha ido construyendo con tesón amparada por la crítica más especializada del país siendo Nevada uno de los debuts más sorprendentes. En él encontramos referencias a Flanney O´Connor - al despojar a sus personajes de moralina - a Cormac McCarty - en cuyas novelas el territorio acaba influyendo de manera determinante en los personajes y en la trama - pero también de su propia percepción personal del lugar, de los anhelos de un lugar del que siempre ha deseado escapar pero al que irremediablemente desea volver cuando siente vaciarse o incluso la figura de su padre. Un progenitor al que Claire, a pesar de su turbulenta biografía, no puede evitar echar de menos y cuyas vivencias pesan, convirtiéndose en material novelístico para narrar, desde un punto de vista oblicuo, la historia no contada del fin de la contracultura.


Ejemplo de ello es el relato que precisamente abre la antología, ese que directamente deja impactado al lector y que lleva por título Fantasmas cowboys. En él la autora nos habla de su padre, de la muerte de su madre, de George Spahn - dueño del famoso rancho Spahn que permitió a la familia Manson alojarse allí en sus días de ceguera al que Quentin Tarantino quiso homenajear en Erase una vez en Hollywood - de Razor Blade Baby - una niña nacida en el rancho y que la autora cree que podría ser su hermanastra - o de la fundación de la ciudad de Reno. Huelga decir, aunque suene muy típico, que este es sin duda el relato que más me ha gustado de todo el libro. Su aproximación a la figura del padre, esos saltos temporales entre el pasado y el presente, el retrato de esa familia de asesinos, el especial trato que se ofrece de George Spahn - ajeno por completo a los planes de Manson - las viejas leyendas del territorio, recuerdos de la propia autora y sobre todo la capacidad de trasladarte al lugar y embadurnarte del polvo del desierto logran enmarcar un relato en el que lo verídico se entre mezcla con una historia jamás contada y que pone los pelos de punta. Entre los diez cuentos que componen Nevada el texto ya mencionado es tal vez el más llamativo - y no me extraña - pero si por algo considero este volumen como uno de los más completos que he leído en años es debido a ese perfecto equilibro entre la idea primigenia y al rededor de la que orbitan todos los relatos y la ejecución de éstos a través de un estilo ultra depurado, muy minucioso y que, sin embargo, consigue generar la sensación de libertad creativa. Perfeccionamiento para dar rienda suelta a un universo que la autora crea al rededor de un territorio, unos personajes y unos valores que han caracterizado desde tiempos remotos al estado de Nevada sin caer en lo trillado ni el estereotipo. De hecho, a Watkins no le interesa lo más mínimo ahuyentar al lector, se esfuerza por quitarle de la cabeza la idea de que en su tierra sólo hay rocas rojizas, calor, Las Vegas y los mal conocidos como "paletos americanos". Tampoco lo edulcora, no lo idealiza. Simplemente se sitúa en un punto medio de índole personal, retratándolo como un lugar con sus claroscuros, en el que si quieres prosperar, debes salir de él y al mismo tiempo regresar para reconectar con tus raíces. Esto es algo que nos sucede constantemente. Quien trabaja en la gran ciudad y ha nacido en un pueblo volverá a él y viceversa. Y no debería sorprendernos, que Claire Watkins quiera reencontrase consigo misma en el Valle de la Muerte es similar a quien retorna por unos días a su pequeña aldea en medio de la estepa castellana. Lugares en los que muy poca gente querría vivir pero que, sin embargo, sirven de bálsamo para quienes se han criado allí.


En esa línea discurren el resto de relatos: Pasado perfecto, pasado continuo, pasado simple - en el que un turista italiano encuentra un burdel en medio del desierto mientras su compañero de viaje sigue desaparecido en el desierto - Lo que menos falta nos hace - donde el narrador mantiene correspondencia con alguien al que no conoce ni ha visto jamás pero del que conserva unas huellas tomadas tras un accidente - Rondine al nido - en el que dos amantes se sinceran confesándose mutuamente sus mayores crímenes - Los placeres - brillante retrato de la fiebre del oro y la mentalidad expansionista de los pioneros americanos en la California de 1849 - o Medusa - protagonizado por un antiguo minero que cada 5 de julio sale a recoger los restos de los fuegos artificiales y que acaba encontrándose a una chica inconsciente en las inmediaciones del lago seco Black Rock-. En todos ellos los personajes añoran lo que fueron en algún momento de sus vidas, buscan en dicho pasado los resquicios que les permitan autoconvencerse de ello, lo que les hacía felices y en definitiva en donde todo iba y estaba bien. Un tiempo en el que no cargaban con el peso del dolor de haber perdido algo o alguien, un dolor que en la actualidad se hace más presente, dominando por los errores o las malas decisiones. Leyendo estos cuentos experimenté la misma sensación, como no podía ser de otra manera,  que con La tierra de poca lluvia de Mary Hunter Austin - salvando las diferencias cronológicas y los temas que aborda - en el sentido de considerar el propio desierto, su orografía y habitantes como el protagonista principal del propio volumen. Sin embargo, y al contrario que me sucedió con Austin, las perspectivas que usa Watkins para aproximarse a él radican más en la relación del ser humano con el lugar que con la experiencia más filosófica y de concienciación medioambiental. En Nevada, los personajes abrazan la tierra, sienten el impacto del aire seco, observan el desolador paisaje rocoso, incluyendo sus espectaculares puestas de sol, las cuales se les antojan rutinarias, sin novedad alguna. Viven su realidad, y en ella se evidencia la prevalencia de ciertas ideas heredadas de los pioneros, las cuales por cierto excluyen y discriminan a las mujeres con una brutalidad pasmosa. Las Vegas también son el escenario de esta antología. Una metrópoli de casinos, timbas de póker, ruletas, espectáculos variopintos y hoteles de lujo como símbolo de prosperidad económica, pero también de la tumba del sueño americano. Muchos quieren huir de él, otros lo adoran en exceso, una parte se resigna a habitar en él y la otra consigue dejar el hostil paisaje atrás. Sin embargo, tal y como le ocurre a la propia autora, les resulta inevitable abandonarlo de por vida. Sus raíces han brotado en medio de las ruinas de lo que en su día fue el paraíso de vaqueros en el apogeo colonialista y de hippies en su etapa más decadente. Y eso es algo que no se puede cambiar.

Nevada: diez historias de locura, ideales, perversión, quiebra de los sueños, amor, aridez, huidas desesperadas, retornos balsámicos... Un libro de cuentos que os evadirá de todo y de todos, de eso se trata en estos días.

Frases o párrafos favoritos:

"Quién sabe cuándo y por qué ofrecemos las partes de nosotros mismos que ofrecemos."

"No existía ningún bálsamo para el espacio que él dejó. De haber existido —si la ciencia hubiese desarrollado un ungüento para la pena del alma o una pastilla para el mal de amores—, no lo habría usado. Yo quería que doliera. Yo quería una angustia catastrófica."

¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!


3 comentarios:

  1. Hola! No conocía este libro pero lo cierto es que me gusta el tema que trata y parece interesante así que me lo apunto. Muchas gracias por tu gran reseña.

    Un saludo!

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  2. es una reseña muy interesante. La verdad que no conocía a esta autora ni este volumen de relatos. Sin embargo no ha conseguido engancharme como para leerlo.
    Gran reseña

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  3. No conocía a la autora. Y pese a tu buena reseña, esta vez no terminan de convencerme estos relatos.
    Besotes!!!

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