sábado, 19 de septiembre de 2020

RESEÑA: Mandíbula.

MANDÍBULA


Título: Mandíbula. 

Autora: Mónica Ojeda (Guayaquil, Ecuador, 1988). Máster en Creación Literaria y en Teoría y Crítica de la Cultura, dio clases de Literatura en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Actualmente vive en Madrid, donde cursa un Doctorado en Humanidades sobre literatura pornoerótica. Ha publicado las novelas Nefando (Candaya, 2016) que tuvo una espectacular recepción crítica y La desfiguración de Silvia (Premio Alba de Narrativa 2014). En 2017 publicó el relato Caninos y otro de sus cuentos fue antologado en Emergencias. Doce cuentos iberoamericanos (Candaya 2013). Con El ciclo de las piedras, su primer libro de poemas, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Desembarco en 2015. Forma parte de la prestigiosa lista de Bogotá 39-2017 que recoge a los 39 escritores latinoamericanos con más talento y proyección de la década. Mandíbula (Candaya 2019) y el poemario Historia de la leche (Candaya 2020) son sus últimas publicaciones. 


Editorial: Candaya. 

Idioma: castellano. 

Sinopsis: Una adolescente fanática del horror y de los creepypastas despierta maniatada en una cabaña en medio del bosque. Su secuestradora no es una desconocida, sino su nueva profesora de Lengua y Literatura, una mujer joven a quien ella y sus amigas han atormentado durante meses en un colegio de élite del Opus Dei. Pero pronto los motivos de ese secuestro se revelarán mucho más oscuros que el bullying a una maestra: un perturbador amor juvenil, una traición inesperada y algunos ritos secretos e iniciáticos inspirados en esas historias virales y terroríficas gestadas en Internet. 

Su lectura me ha parecido: exuberante, poética, terrorífica, cruel, apabullante, con influencias literarias especialmente acertadas, una prosa en estado de gracia, extremadamente violenta... Acababa de salir de la librería en la que trabajaba - y sigo trabajando - cuando decidí, por fin, iniciar la lectura del presente libro. Junto a la cartera, el bonobús, la botella de agua, el móvil y algunos tickets con la tinta borrada la novela de Mónica Ojeda compartió trayecto y espera en el almacén. A la hora de almorzar no dudé y me lo llevé al horno donde normalmente la empanadilla y el café caliente suelen levantarme un poco el ánimo de cara a una nueva tanda de jubilados curiosos, señoras que piden libros que jamás tendremos y estudiantes que arramblan con las estanterías de psicología, autoayuda y política. Era una fría mañana de febrero, así que el café debía estar oloroso, calentito, y la empanadilla rellena de morcilla, cebolla y membrillo. Un capricho invernal, que queréis que os diga. Esperé mi comanda sentada en un taburete, con el hielo impactado sobre mis mejillas. Ojalá hubiese cerrado la puerta, pero al ser un horno, el dueño estaba en su derecho a dejarla de par en par, por si aparecían nuevos clientes a los que colocar una tarta de calabaza casera. Recuerdo la foto de rigor, para el Instagram, en plena era del postureo millenial. No me juzguéis, los que me conocéis sabéis que yo no hago nada sin contenido, sin una labor de documentación y de reflexión previas, sin un toque de ingenio que, a las doce del medio día, había entrado en una pequeña crisis creativa. En esas estaba cuando, tras haber dejado atrás unas pocas páginas, casi me atraganto con el hojaldre de la empanadilla. Una frase, ahí, situada de esa forma, explícita, apabullante y bella al mismo tiempo, terrible en el buen sentido, impactante. Era tan fuerte a nivel descriptivo y gráfico lo que estaba leyendo que por un momento dudé en si continuar engullendo aquella suculenta mezcla, o por el contrario, dejar a medias mi idolatrado aperitivo de media mañana. ¿A qué se debía aquel repentino dolor de barriga? ¿Acaso había conseguido aquella autora con su forma de narrar que el membrillo se me hiciese bola y anudar con fuerza mis dos intestinos? Anonadada me hallaba. Perpleja. En estado de shock. Durante el resto de la jornada en la librería no dejé de pensar en ello, en las sensaciones que me había provocado y en que estaba deseando que cayera la noche para ver con qué artificio literario me sorprendía. Pero sobre todo, si mis piernas temblarían de nuevo ante lo poderoso de sus palabras. Hoy, varios meses después y una vez reposada, me adentro en la oscuridad, en los relatos ultraviolentos de internet y en la cabaña gore para hablaros de Mandíbula: el cruce perfecto entre H. P. Lovecraft, Stephen King, Slenderman y José María Escrivá de Balaguer.


Para entender un poco mejor la razón de ser de Mandíbula - titulazo al canto por cierto - debemos tener en cuenta, o al menos conocer un poco, dos aspectos fundamentales. El primero de ellos tiene que ver con el contexto, y es que la verdad sea dicha. No se puede entender el éxito de Mónica Ojeda - recordemos, escritora y académica ecuatoriana - sin mencionar, aunque sea brevemente, el esplendor de las letras latinoamericanas actual. Caracterizado por ese brillante acercamiento a tradiciones literarias hasta entonces poco vistas o en algunos casos inexistentes en esa parte del globo, anclarlas al territorio en cuestión y por estar capitaneado, fundamentalmente, por una serie de autoras (muchas de ellas conocidas a nivel internacional) que han conseguido elevar sus preocupaciones, así como las de sus respectivos países de origen, al panorama literario mundial. De hecho, en algunos círculos intelectuales ya se está empezando a hablar de un nuevo Boom de la literatura latinoamericana comparable en talento y en ventas al que todas y todos conocemos acaecido a mediados del siglo XX. Con la gran diferencia de que esta vez son ellas las que están empuñando la pluma. Con todo esto, no debemos olvidarnos de las pioneras, las que durante la primera generación de autores que traspasaron fronteras con sus novelas - Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Octavio Paz, Bioy Casares, Mario Vargas Llosa y compañía - estuvieron injustamente a la sombra de sus compañeros de profesión. Gabriela Mistral, Rosario Ferré, Mavel Moreno, Pita Amor, Eunice Odio y sobre todo Elena Garro - cuyo caso es especialmente sangrante - asentaron las bases y han servido de inspiración a esta nueva generación de autoras que, como un manantial, beben de su influencia así como de su constante reivindicación y rescate del ostracismo. Son muchas, muchísimas por fortuna, pero dadas las características de la presente reseña y el género que va a protagonizar, enumeraré solamente las autoras adscritas al terror o al misterio pertenecientes a este nuevo Boom. La cabeza más visible, como no podía ser de otra manera, sigue siendo la argentina Mariana Enríquez - cuyos relatos de miedo y su primera novela de reciente publicación han conquistado a lectores del otro lado del charco - pero no debemos pasar por alto a escritoras como Jacinta Escudos (El Salvador), Fernanda Melchor (México), Ariana Harwicz (Agentina), Guadalupe Nettel (México), Samantha Schebwlin (Argenina) o la propia Mónica Ojeda; cuya proyección literaria acabo de descubrir y me encantaría seguir aprendiendo de su técnica, de su poética, pero sobre todo, de su ultraviolenta aproximación al terror. 

 
El segundo de ellos nos lo da la trama y una de sus múltiples fuentes de inspiración. Además de esa aproximación a lo sobrenatural desde una cosmogonía propia - heredera, como no, de H.P. Lovecraft - y de ese interesante cambio de roles - en Mandíbula el bullying lo ejercen las alumnas contra la maestra novata - lo que realmente destacaría en el apartado de influencias es su insólito acercamiento a los Creepypastas. Como muchas y muchos de vosotros seguramente no sabréis de lo que estoy hablando, ahí va una pequeña explicación y breve historia de este subgénero del terror. Los Creepypastas son historias cortas de miedo recogidas y compartidas en Internet en blogs, foros o videos de Youtube. Su principal intención es asustar al lector con historias en las que los límites que separan la realidad de la ficción rezuman una inquietante ambigüedad. Sus tramas normalmente parten de leyendas urbanas, aunque también recurren a imágenes de películas, videojuegos o videos supuestamente malditos. En otras palabras, los Creepypastas vendrían a ser los fanfictioners - tan populares en la literatura juvenil - pero de terror. Se cree que su origen está en la década de los 90, cuando los correos en cadena volvieron a los foros de Internet, convirtiéndose en el caldo de cultivo para toda una oleada de escritoras y escritores anónimos (aunque en los últimos tiempos se ha comenzado a reivindicar la autoría y por consiguiente la sucesión de demandas de plagio) irrumpieran con sus cuentos sobre rituales, anécdotas personales muy chungas y, por supuesto, las ya mencionadas leyendas urbanas. Aunque éstas últimas son las más populares - hasta el punto de configurar un género en si mismo - también se popularizaron los Episodios perdidos - en los que se hablaba de copias extraviadas de programas de televisión siempre por oscuros motivos - Videos ocultos - la historia que jamás te han contado de X video viral - o Juegos Malditos - el retorcimiento sanguinolento de los más famosos de nuestra infancia o, en el caso de los videojuegos, contar la historia terrorífica de cierto personaje descartado de la saga -. Sin duda, los Creepypastas más famosos son Jeff the Killer - un adolescente, traumatizado por una agresión perpetrada por tres adolescentes, acaba perdiendo la cordura y asesinando a puñaladas a todo aquel que se cruza en su camino - y sobre todo Slenderman - un ser con una entidad sobrenatural, alto, sin rostro, con las extremidades tentaculares, vestido como un hombre de negocios, capaz de hipnotizar y conseguir que sus víctimas obedezcan sus órdenes, por muy inmorales que sean -. De hecho, fue este segundo personaje el que acabó protagonizando alguna que otra película (la última estrenada en 2018) además de sonadas polémicas en los medios de comunicación estadounidenses al producirse un crimen donde las asesinas - de 12 años ¡ojo! - aseguraron actuar en nombre de Slenderman, que este los había poseído y que les había obligado a cometer dicha atrocidad contra una compañera de clase. En definitiva, clasicismo a la hora de plantear las tramas - ambigua en sus límites ficcionales y extremadamente sangrienta en su forma - pero revolución a la hora de darlas a conocer aprovechando todas las oportunidades que Internet ofrece. De ahí un mayor éxito, sobre todo entre la gente joven, dentro de portales específicos, donde los fans se congregan virtualmente para no perderse una nueva entrega de su Creepypasta favorito. Cuesta creerlo pero lo cierto es que, a pesar del fanatismo que despiertan, es un subgénero (por llamarlo de alguna forma) bastante machacado, sobre todo por las élites de la literatura de terror, de ahí la sorpresa mayúscula. Que de pronto una novela como Mandíbula, en la que sus protagonistas son fans absolutas de este formato - se llega a citar algunos de los más importantes - haya tenido el respaldo de la crítica no deja de evidenciar un notable cambio. ¿Saltarán los Creepypastas de las pantallas al papel en un futuro no tan lejano? ¿De lo viral a lo best seller? ¿Cómo lo verán sus fans? ¿Morirá con la letra impresa o por el contrario cogerá mayor popularidad? El tiempo lo dirá. 


La historia tiene un punto de partida muy sencillo. Clara, una joven profesora marcada por una compleja y traumática relación maternofilial, comienza a trabajar en un colegio elitista del Opus Dei en el que un grupo de alumnas empiezan a ejercer un terrorífico acoso contra ella. Tiempo después de abandonar el instituto ante el incesante ensañamiento, Clara decide secuestrar a Fernanda (la más temeraria) y dar rienda suelta a su sed de venganza, poder, violencia desmedida y psicopatías varias. Esto último como consecuencia de lo vivido en el pasado, cuyo relato trasciende más allá de la acción y que bien merecería una reflexión más larga al respecto. Desde el minuto uno, Mónica Ojeda ya te da las pistas suficientes como para que desconfíes de Clara. Disfrazada bajo una aparente fragilidad y un vestuario anticuado - un inquietante esfuerzo en parecerse a ella o transformarse en ella, muy a lo Norman Bates en Psicosis pero sin la personalidad múltiple - se esconde un personaje dolido, oscuro, que despierta hasta lástima en el lector. Pero a medida que va avanzando el relato te aseguro que desearías no toparte con una mujer así en tu vida. A su lado, Fernanda - en su rabiosa insolencia adolescente - y Analisse - otra de las jóvenes, superdotada y con una inusitada creatividad - parecen querubines en un cuadro de Rafael. Al tiempo que asistimos a la salvaje tortura en una cabaña perdida en el bosque, diversos flashbacks nos trasladarán al Colegio Bilingüe Delta, al espeluznante bullying y a las reuniones de las chicas en un edificio abandonado para rendir culto al Dios Blanco de la Edad Blanca en un rito sadomasoquista que explora la violencia magmática de la adolescencia  y que no deja de ser todo un homenaje a los citados Creepypastas. Es ahí donde entroncamos con Lovecraft y con los relatos de Internet mientras que, en la acción acaecida en el presente, nos sumergimos en un un estilo más cercano al Carrie de Stephen King. Su variedad de registros es soberbia, al igual que su poesía que, a pesar de ser testigo de imágenes completamente inenarrables, Ojeda abre una obertura, un pequeño circulo de luz sobre la asfixia de la sábana, entre las cuerdas rodeando las muñecas o reflejada en la sangre de las heridas. Ante esto último permitidme una advertencia, si sois aprensivas/os, vuestro umbral del dolor es bajo o si os ponéis límites a la hora de leer según que cosas, mi recomendación es que os entrenéis antes de adentraros en Mandíbula. Sé que cada lector es un mundo, que puede que lo leáis y os quedéis igual o que flipéis a lo bestia - aunque con pausas para poder descansar la cabeza de tanto horror - pero ahí queda. Espero no haberos asustado. Dicho esto, sólo me queda señalar, además de la brutal crítica que Ojeda hace del sistema educativo de su país y de ese homenaje explícito a lo más exploit de la literatura de terror, dejarme apuntar esa oportuna lectura acerca del poder de los hombres ausentes. De esas figuras masculinas que, a pesar de no existir o tener un papel minoritario (un profesor de teología, un psicoanalista mudo...), no dudan en imponer su mirada moral sobre cualquier aspecto de la vida. El ejemplo más paradigmático es, en el caso de esta novela, el de Escrivá de Balaguer. Fundador del Opus fallecido en el año 1975 que, sin embargo, está presente en cada estampita, en cada sermón, en cada misa, en cada retrato del instituto, observando a la par que imponiendo su extremista visión de la iglesia católica. Ante ello, las mujeres de este texto se revuelven bajo unos postulados reaccionarios y machistas con sutileza, bajo una fingida contención que acaba explotando en la violencia más absoluta. En otras palabras: ante la asfixia, puñetazo limpio. 

Mandíbula: una historia de horror, bullying, madres estrictas, hijas reprimidas, adolescentes perturbadoras, elitismo, golpes, gritos, dolor, cuentos de miedo en blogs... Valiente apuesta. Léanla. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Todas las voces eran norias de cadáveres en su cabeza."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Editorial Candaya

4 comentarios:

  1. Creo que en este momento no es la lectura que me atrae, gracias por la reseña.

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  2. Pues no me sonaba de nada. Y me dejas con unas ganas tremendas de leerla.
    Besotes!!!

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  3. no conocía a esta autora, ahora hay muy buenas escritoras de américa latina, como bien dices y es difícil tener un conocimiento acerca de todas ellas. Me alegro por las letras de aquella parte del mundo, siempre es alentador que un país experimente una edad de oro en literatura. Y para los lectores aun es mejor.
    Lo de los creepypastas, es la primera vez que lo oigo en toda mi vida. Muy interesante, aunque espero que la cosa no se vaya demasiado de las manos, porque el publico adolescente no siempre sabe, aún, diferenciar lo real de lo ficticio. No hace mucho se puso de moda entre los adolescentes aquella cosa del "juego de la ballena" que llevo a una oleada de suicidios.
    Una reseña muy interesante.

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  4. No conocía a la autora. Ya su biografía es sorprendente, lo que más que está haciendo un Doctoriado de Humanidades sobre literatura porno erótica. Tomo nota de esta ecuatoriana no sólo por esto sino sobre todo por su obra narrativa y poética.
    Sobre "Mandíbula" te diré que me siento identificado no en exceso, pero sí un poquito, con el grupo de lectores con un umbral del dolor algo bajo. Fíjate si será así que hasta "La novia gitana" de Carmen Mola me ha parecido un poquito excesiva. Por eso no sé si me atrae mucho esta novela. La historia de acoso escolar a la inversa y su venganza sí me tienta, el parecido con "CArrie" de Stephen King también, lo del Opus Dei ya no tanto, y de Lovecraft no puedo opinar con conocimiento dado mi desconocimiento sobre este clásico del terror (ya te digo que a mí el terror como que... ¡poquito!)
    Me ha gustado y he aprendido algo sobre los "creepypastas", primera vez que oigo el palabro y sé del concepto que alberga en su interior.
    Tu reseña, como siempre, fantástica, espectacular, asombrosa, increíble, adictiva pese a su longitud, encantadora...
    Besos, chica

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