miércoles, 11 de noviembre de 2020

RESEÑA: Dicen.

 DICEN 


Título: Dicen. 

Autora: Susana Sánchez Arins (Villagarcía de Arousa, Galicia, 1974). A pesar de haber nacido en un pueblo costero, la autora creció en O Foxo, una aldea que en 2018 contaba con tan sólo seis habitantes. Estudió Filologías Hispánica y Portuguesa en la USC y obtuvo el DEA en Literatura Comparada. En 2008 ganó el XXI Premio Nacional de Poesía Xosé María Pérez Parallé con la obra (de) construçom (Espiral Maior, 2009). Le siguieron los poemarios Aquiltadas (Estaleiro Editora) y A novia e o navio (Através Editora) en 2012. En 2015 publicó Seique (Através Editora) y en 2018 la plaquette poética Carne da minha carne (Editora Apario) y el libro de relatos Tu cantas e eu conto (Através Editora). La editorial Deconatus ha traducido y editado recientemente su obra Seique (Dicen) al español. 


Editorial: Deconatus. 

Idioma Original: Gallego. 

Traductor: Susana Sánchez Arins. 

Sinopsis: Dicen es una historia familiar real atravesada por la represión franquista. Cuenta aquello que no está registrado en actas notariales, ni en periódicos, ni en libros, ni en archivos provinciales. Cuenta el día a día de un silencio que se hizo largo, muy largo, y que nos ha condicionado hasta ahora. Dicen cuenta hechos reales en una red de voces acalladas durante generaciones. Dicen no está escrito desde la reflexión política, sino desde la justicia poética. Justicia poética es recordar a aquellos que tuvieron que construir una vida en medio de una situación inhumana y borraron su paso por la vida, los represores. Susana Sánchez Arins ha creado una narradora perspicaz, transparente y honesta que surge de la necesidad de redimir ese silencio. Y así nace un libro de secuencias que es novela, poema, ensayo y ninguna de esas formas a la vez. Dicen es la memoria histórica que necesitamos para entender los silencios que nos han configurado de manera inconsciente. 

Su lectura me ha parecido: cruda, poética, metafórica, experimental, breve, sincera, con un punto de fragilidad estremecedor, realista, cercana, fragmentaria y, sobre todo, muy necesaria... De entre la nebulosa en la que nos vemos inmersos como sociedad desde el mes de marzo - donde la crisis del coronavirus en España ocupa un lugar primordial en cualquier telediario que se precie - aparecen, muy de vez en cuando, pequeñas noticias que nos retrotraen a un pasado cercano, a ese que vivíamos con intensidad, apelotonados, de botellón, dándolo todo en la pista de baile, viajando como locos. Cuando las sonrisas aún no pertenecían al terreno de la intuición o los abrazos al de la prohibición. Notas de prensa que nos recuerdan que en este país, antes de que "el bicho" lo inundara todo, existían otros problemas, algunos tan transcendentales que hasta entroncan con nuestro pasado, el más oscuro, el mismo que se pretende restaurar, como si de una obra de arte dañada por años de maltrato se tratase, desde la memoria y el respeto. Ese que actualmente sigue siendo objeto de debate, estudio y de, por desgracia, furibundas detracciones que contribuyen a acelerar una inusitada escalada de la intolerancia, la violencia, la ignorancia y la injusticia. La Covid-19 ha dejado espacio para que la noticia sobre del posible riesgo a expolio del Pazo de Meirás por parte de la familia Franco - según las últimas informaciones se ha confirmado la contratación de medio centenar de camiones por parte de los nietos del dictador para llevar a cabo la "mudanza" - tuviese su minuto, literalmente, de protagonismo en los informativos del día 9 de noviembre. Y aunque la polémica viene de lejos, no fue hasta dicha fecha cuando supimos de la intención del estado de solicitar una orden judicial para poder entrar en el Pazo, analizar su estado y proceder a un minucioso inventario de todos los bienes patrimoniales y artísticos que se hayan en su interior para evitar, de este modo, la extracción de los más valiosos. De entre los muchos objetos susceptibles de sufrir un segundo expolio se encuentran la biblioteca de Emilia Pardo Bazán - quien lo mandó construir y donde escribió algunas de sus obras más importantes - pergaminos medievales, cuadros de Álvarez Sotomayor y Zuloaga y, por supuesto, las famosas estatuas de Isaac y Abraham del Maestro Mateo procedentes del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. Este caso, el de los litigios entre el gobierno y la familia Franco por la propiedad del Pazo de Meirás no deja de ser un ejemplo mas, la punta del iceberg bajo la que encontramos todo un legado de apropiaciones, compras fraudulentas, expropiaciones, encarcelamientos, sometimientos y asesinatos que caracterizaron lo que hoy conocemos como Franquismo. De lo particular - una aldea gallega a día de hoy prácticamente desaparecida - a lo general - una cruenta guerra civil y casi cuarenta años de dictadura - pasando por el relato de una generación marcada por dichos acontecimientos. De todo eso habla la novela de Seique, novela de Susana Sánchez Arins que la editorial Deconatus ha traducido y editado bajo el título de Dicen: memoria histórica a golpe de modernidad y estremecimiento.  


Tanto la Guerra Civil como la Dictadura Franquista han tenido su particular apogeo literario, sobre todo en los años 90 y a lo largo de lo que llevamos de siglo XXI. Dulce Chacón, Javier Cercas, Alberto Méndez Bora, Manuel Rivas, Julio Llamazares o Almudena Grandes son algunas de las autoras y autores que han basado parte de su producción literaria en este importante acontecimiento. Sin olvidar, por supuesto, a los clásicos patrios como Camilo José Cela, Ana María Matute, Ramón J. Sender, Manuel Chaves Nogales, Carmen Martín-Gaite, Arturo Barea, Elena Fortún o Josep Pla entre otros. Por no hablar, y ya con esto cierro la extensa lista, de dos ilustres escritores extranjeros que combatieron en la contienda y dieron buena cuenta de ello en textos como Campanas a media noche - de Ernest Hemingway - y Homenaje a Cataluña - de George Orwell -. La cantidad es enorme, tanto que en ocasiones pienso que, en lo que a ficción se refiere, se debería crear en las librerías una sección específica que aglutine todas las novelas ambientadas en la Batalla del Ebro, en la de Teruel, en la Desbandá de Málaga o en los bombardeos de la ciudad de Valencia, por citar algunos ejemplos. Hay que decir que no todas ellas gozan del ni del mismo prestigio ni de una calidad literaria que quite el hipo, por no decir que la inmensa mayoría se amolda a los cánones típicos del best seller español. Llegando por este motivo a cometerse verdaderas injusticias. Los ejemplos tal vez más sangrantes sean los de Alberto Méndez Bora y Elena Fortún. La segunda, por fortuna, está viviendo una reivindicación y una reedición de sus novelas infantiles y juveniles - la saga protagonizada por Celia, su heroína más famosa, es una descarnada crítica al modelo de niña y de mujer que el Franquismo acabó instaurando - y el primero es que directamente casi ni se menciona en los libros de texto cuando su colección de cuentos Los girasoles ciegos es, a mi juicio, lo mejor que se ha escrito al respecto. Dentro de este conglomerado de escritoras/es y de libros publicados, Susana Sánchez Arins vendría a representar un cambio, al menos en las formas, a la hora de presentar una historia ambientada en la Guerra Civil. Una modernidad que va más allá de su estilo descarnado y poético - su biografía literaria ya nos da pistas de lo importante que es para ella esto último - y que ahonda en las nuevas formas de conectar con el lector actual. Arins lleva hasta el extremo la idea de fragmentación, hasta el punto de prescindir de las mayúsculas al principio de cada párrafo, de cada frase antecedida por un punto. Como si quisiera trasladar al papel un testimonio captado por una grabadora. En el que la persona en cuestión habla, discurre, como un torrente, sin importar la ortografía, sólo el mensaje y la historia que nos está contando. De este modo, la forma prevalece sobre cualquier formalismo y el mensaje acaba recibiéndose con más impacto. Al principio, no lo voy a negar, choca, como cuando te adentras en las primeras páginas de Panza de burro - donde el habla canaria, los anglicismos mal pronunciados o lo quinqui impregnan el léxico de la novela - pero a medida que vas cogiendo el punto al texto y, sobre todo, si la novela es buena, la forma acaba en este caso ocupando un segundo plano en favor de lo que Arins nos quiere narrar. Que no es otra cosa que lo que ya sabemos y hemos leído pero a través de un canal muy distinto a lo que, desde nuestro sillón del conformismo, estamos acostumbrados como lectores. 


Como ya he comentado antes, la novela fragmentaria - creo que este es la mejor forma de referirse a ella - de Susana Sánchez Arins se contextualiza en dos acontecimientos clave en la historia más reciente de nuestro país: La Guerra Civil y la Postguerra. Sin olvidarnos de los constantes ecos, aquí es imposible hablar de flashbacks, a la vida y la sociedad anteriores al alzamiento pertenecientes al periodo de la Segunda República. A diferencia de muchas escritoras y escritores citados arriba, Arins ambienta parte de su novela en Portarís, una aldea muy concreta de la provincia de Pontevedra y de la que a día de hoy no constan datos demográficos desde el año 2016, por lo que es muy probable que se encuentre abandonada. Esta elección no es baladí, ya que el devenir de este pequeño núcleo de población se convierte en la metáfora perfecta para criticar la amnesia social frente a los crímenes del franquismo. En otras palabras, en esta novela la despoblación transcurre en paralelo al silencio y a la desmemoria forzosa de una época y de unas ideas. Situación que, como consecuencia, trae consigo un doloroso desconocimiento acerca de unos hechos acaecidos tiempo atrás, así como la desaparición de lo que un día fue Portarís. Además, lejos de quedarse en un retrato superficial, la autora hunde sus manos en el barro y en la memoria familiar para contar la historia de su tío abuelo Manuel García Sampayo, falangista, con un currículum sanguinario silenciado durante generaciones por la familia y que dio rienda suelta a su odio contra el que no pensara como él a sabiendas de saberse vencedor, y por tanto, parte de los que escriben la historia. De este modo, el "tío abuelo Manuel" se convirtió en uno de los represores más temidos de las Rías Baixas. Al retratar su figura y terrible legado, a pesar del mutismo familiar y las informaciones contradictorias que la autora encontraba en la ardua tarea de sacar a la luz todas y cada una de sus fechorías, lo que pretende Arins es superar no sólo el trauma colectivo, también el privado, el que ha acompañado a sus propios antepasados. Hablar de lo sucedido y de las salvajes represalias llevadas a cabo por dicho pariente para aliviar, cicatrizar, curar. Porque de nada sirve caminar hacia adelante si el pasado sigue pesando, como una losa, sobre los hombros de quien lo soporta. A colación con lo mencionado, la escritora aprovecha para resaltar el importante papel que juega la historia oral tanto en su labor de documentación como en la propia memoria de la Guerra Civil y la posterior represión. En especial el de las mujeres, las de su familia, las del pueblo, las de toda Galicia, las de toda España al fin y al cabo. Pues fueron ellas las que desde la sombra difundían las historias que posteriormente acababan contándose de generación en generación, convirtiéndose en las portadoras de lo sucedido. Arins recopila toda clase de testimonios: susurrados, en voz baja, enojados, plagados de significativos silencios, breves, largos, cascadas que descienden de nuevo tras una larga sequía. Todo ello para demostrar que, lo que ocurre de puertas para dentro, también puede convertirse en un sujeto político. Como historiadora sé que la oralidad no lo es todo en cualquier artículo, trabajo o libro sobre el tema. De hecho, siempre hay que apoyarlo con otro tipo de fuentes, las cuales no acaban restando importancia al relato, todo lo contrario, lo apoyan y refuerzan, si es que ese es nuestro objetivo intelectual como investigadoras/es. Sin embargo, en Dicen tienen su sentido, más allá de lo histórico si su intencionalidad oscila más hacia lo literario que a lo ensayístico aunque, eso sí, siempre bajo el paraguas del contexto. Por último, y no menos importante, señalar que esta novela está originariamente escrita en gallego, por lo que es palpable, a pesar de la traducción, un localismo y carácter particulares que contribuyen a una mayor diversidad dentro de un panorama literario con tendencia a lo convencional y a escribir las mismas historias de siempre. 

Dicen: una historia de memoria histórica, salvajismo, ruralidad, recuerdos fragmentarios, voces del pasado, atrevimiento estilístico... Una maravillosa rara avis entre tanta repetición. 

Frases o párrafos: 

"mi padre nació en 1949, al año de abolirse el estado de guerra. mi madre vino al mundo en 1952 y aún los maquis andaban por el monte, la guerra se aparecía remota, pero estaba ahí. y ahí continúa."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Deconatus

3 comentarios:

  1. parece un libro muy interesante, me lo apunto a pesar de que no me termina de convencer lo de pasarse las reglas ortográficas por el arco del triunfo. Me atrae mucho la temática.
    Una reseña excelente de un tema que no deja de ser importante conocer y estudiar.

    ResponderEliminar
  2. Uff, me ha gusta do mucho tu reseña, amiga. No conozco a la autora pero me la apunto ya. Curiosamente a esa relación de autores que escribieron, escriben o han escrito sobre la guerra civil yo añadiré otro más. Me refiero a Alexis Ravelo de quien acabo de leer "Los milagros imposibles" cuya historia sucede durante los cinco primeros meses de la GC en la isla de La Palma. Me ha gustado mucho la novela y al igual que en tu caso se me ha juntado su lectura con el vaciamiento futuro del Pazo de Meirás (¡¡50 camiones, Dios, qué barbaridad!!)
    Bueno, Jimena, reseña espectacular como todas las tuyas. Me ha encantado.
    Un beso

    ResponderEliminar
  3. Tiene muy buena pinta esta historia y me la llevo apuntada para más adelante que ahora tengo muchos pendientes encima de la mesilla. Un beso

    ResponderEliminar