miércoles, 18 de noviembre de 2020

RESEÑA: La Bella y la Bestia.

 LA BELLA Y LA BESTIA


Título: La Bella y la Bestia. 

Autor: Bayard Taylor (Kennett Plaza, Pensilvania, 1825- Berlín, Alemania 1878). Poeta, crítico, periodista y diplomático. Fue un gran viajero que recorrió cinco continentes para contar sus experiencias en libros enormemente populares en su tiempo. Fue también, en muchos sentidos, un visionario social que acertó a predecir los derechos de las mujeres, las uniones homosexuales y el culto a la naturaleza y la vida sana. 


Editorial: Hermida Editores. 

Idioma original: inglés. 

Traductor: Losé Luis Piquero. 

Sinopsis: Un príncipe brutal y libertino que reina sobre almas y haciendas. Dos gemelos idénticos que ni sus padres ni la novia de uno de ellos pueden distinguirlos. Un hermano cuáquero que oculta a su pequeña y humilde comunidad un secreto casi increíble. Los estrafalarios miembros de una comuna que se adelante en cien años al movimiento hippy. Éstos son algunos de los personajes que se asoman en las páginas de La bella y la bestia. Y lo hacen en relatos en los que a veces se impone el humor (un humor desenfrenado e incluso algo gamberro) y otras veces la delicadeza de los sentimientos humanos más íntimos. Referencias tan dispares como Mark Twain, Dickens y Bret Harte, Las mil y una noches, los libros de viajes, los cuentos de hadas y las distopías sociales que un siglo más tarde harán furor en la literatura europea y norteamericana nutren una obra con hechuras de gran clásico que, sin embargo, nunca ha sido traducida a nuestro idioma y que incluye, en el relato que da título al conjunto, la idea original de la leyenda de la bella y la bestia, tantas veces llevada al cine. 

Su lectura me ha parecido: sorprendente, clásico en su forma, anticipador en su contenido, algo pesado, desigual, inquietante, gamberra, delicada, muy personal, una grata sorpresa... Tal vez esto que voy a confesaros en este primer párrafo suene un tanto frívolo pero la verdad es que, durante el confinamiento, llevé muy mal eso de no recibir libros por parte de las editoriales. Esa sensación de encontrarte en el buzón el libro que tanto has peleado, con mayor o menor intensidad dependiendo de los casos, para poder meter tus ojos en su interior e ir extrayendo cada una de las ideas para, posteriormente, plasmarlas sobre una cibernética hoja en blanco. Tan impoluta, tan dispuesta a resguardar cada una de las palabras tecleadas. Esa sonrisa que siempre se me queda cada vez que el cartero sube cargado (a veces hasta con cinco paquetes) para entregármelos en mano porque en el buzón, como es de esperar, no caben. De estos pequeños encuentros saqué en claro su amabilidad y profesionalidad, además de su afición por el ajedrez, al cual me imagino que dedicaría parte de su tiempo de encierro colectivo. Las editoriales dejaron de enviar ejemplares a prensa, algo lógico si tenemos en cuenta la necesidad de reducir los riesgos ante posibles contagios, y por tanto, el cartero dejó de pasarse tan a menudo por mi casa. Aún así, no me faltó trabajo, tenía reseñas atrasadas, lecturas a las que pegarles un buen repaso y una antología que fue, poco a poco, dando sus primeros pasos. Sin embargo, ese olor a libro nuevo, ese placer que sentía - y todavía siento - al rasgar el paquete, esas muestras de cariño y pasión lectora por parte de las editoriales cada vez que sacaban un ejemplar nuevo me faltaban en mi día a día. Sólo esos correos formales al término de cada nueva crítica me conectaban con esa antigua cotidianeidad por entonces quebrada. Nos preguntábamos cómo estábamos, nos deseábamos que todo estuviera bien, que la cosa pasase pronto para volver de nuevo a la carga. Todo ello desde la lejanía, desde nuestras respectivas casas, entonces convertidas en despachos compartidos. Por supuesto, hubieron algunos libros que se devolvieron, que se perdieron - aún no conocemos el paradero - o que se enviaron a la sucursal equivocada. Esa misma suerte corrió el libro del que hoy tengo el placer de hablaros. Viajó desde su lugar de origen y erró en su destino, en plena pandemia, en plena limitación de movimientos. El paquete regresó, con la promesa de emprender, esta vez, el camino correcto. A los pocos días de levantarse algunas de las restricciones, el presente volumen de relatos acabó por fin en mis manos. Desde entonces a este - y a su insigne compañero de viaje - los llamo "libros errantes", en clara alusión al ensayo de Tokarczuk y a su odisea en tiempos pandémicos. Hoy uno de ellos, el más tocho, regresa a mi mesa de trabajo, dispuesto a dejarse destripar (en el buen sentido) por una servidora. La Bella y la Bestia: gemas literarias, comunas y visionarias distopías sociales al servicio del público del siglo XXI. 


Antes de adentrarnos en las entrañas del conjunto de relatos que compone La Bella y la Bestia y otros cuentos del hogar (así se titula en realidad, sin acotaciones, la antología en cuestión) es preciso conocer la figura de su autor. ¿Quién es Bayard Taylor? ¿A qué se dedicaba? Y lo más importante ¿cómo es posible que actualmente tengamos tan poco, por no decir casi nada, de él traducido y editado en nuestro país? Para empezar, si buceamos un poco por internet, lo primer que nos llama la atención de su biografía son los cientos de viajes que Taylor se pegaba al rededor del mundo, llegando a poner pie en los cinco continentes. Debido a su condición de diplomático, a pesar de sus humildes orígenes, éste no dudaba en visitar algunos de los lugares más fascinantes del globo terráqueo. Desde Japón a Australia, pasando por Rusia, la antigua Prusia o la Europa del norte. Fue especialmente este territorio por el que más fascinación sintió, llegando a pasar largas temporadas en Suecia para aprender el idioma, política y costumbres del lugar. De esta pasión por el país nórdico su poema narrativo Lars, sus numerosos artículos publicados posteriormente bajo el título Northen Travel: Summer and Winter Pictures. A decir verdad, para el autor estadounidense cada estancia y viaje que emprendía, la mayoría por trabajo aunque también por placer, le servía como excusa para poder plasmar sus vivencias, anécdotas u opiniones acerca del lugar en el que se encontraba. Todos ellos desde un carácter que oscilaba entre lo divulgativo y lo intelectual. Fue así como Taylor escribió libros como Una visita a India, Japón y China en el año 1853, Las tierras del Sarraceno, Colorado: un viaje de verano o Cuadros de Palestina, Asia Menor, Sicilia y España (¿os creíais que Taylor, con lo viajero que era, no iba a poner pie aquí? y encima durante el reinado de Isabel II). Además de sus distintas visitas a países extranjeros, Taylor cultivó una fuerte amistad con el científico alemán Alexander von Humboldt - recordemos, padre de la Geografía como disciplina y la ciencia empírica - llegando incluso a acompañarle en alguno de sus viajes científicos a lugares como la Asia central. Por si fuera poca su vinculación con el mundo de la ciencia, Taylor se casó en segundas nupcias con María Hansen, hija de Peter Hansen, un conocido astrónomo germano-danés al que le debemos el cálculo de las posiciones lunares a partir de la teoría de la gravedad de Newton. Antes de morir en Berlín en el año 1878, tras su nombramiento como ministro de Estados Unidos para Prusia, a Taylor le dio tiempo a escribir Una historia de Pensilvania y a visitar de nuevo sus adorados países escandinavos, en especial Islandia. A pesar de considerarlo como uno de los más insignes escritores de libros de viajes la crítica, no obstante, señaló su falta de imaginación, calificándolo como un autor convencional dentro del sentimentalismo tan típico en la literatura del siglo XIX. Esto último, para los que hemos leído La Bella y la Bestia y otros cuentos del hogar, no dejará de parecerme un chiste del mal gusto. Si bien es cierto que no todos son perfectos y que algunos parecen enclaustrados en las modas estilísticas de la época, me parece desproporcionado tachar a Taylor de poco original teniendo en cuenta lo mucho que se anticipó a algunas de las realidades y debates más acuciantes en la actualidad. Estaba claro que no todo eran crónicas viajeras en su vida y que la ficción más especulativa o terrible lograron, al fin trascender, aunque fuese a trompicones y desoyendo discursos academicistas. 


Reconozco que lo que me llamó la atención de su sinopsis fue la promesa de encontrar en su interior la idea original de la leyenda que inspiró el cuento La Bella y la Bestia. Una historia que, según los estudios, parece tener su origen o bien en la historia de Apuleyo titulada Cupido y Psique incluida en El Asno de Oro y que tendría sus reseñables versiones de la mano de Gabrielle-Suzane de Villeneuve y de Jeanne-Marie Leprice de Beaumont en el siglo XVIII. Cada cual más distinta entre sí pero que sirvieron de base para la proliferación de interpretaciones históricas, sociales y hasta psicológicas; así como de adaptaciones cinematográficas enormemente populares. Algunas edulcoradas - la de la compañía Disney del año 1991 - otras con argumentos secundarios añadidos - como la versión de Jean Cocteau de 1946 - y hasta fue trascendente para el nacimiento de auténticos iconos literarios o cinéfilos de la cultura popular - a saber King Kong o El fantasma de la Opera entre otros -. Teniendo en cuenta todos estos datos, las expectativas estaban por las nubes. Sin embargo, me encontré una lectura de casi setenta páginas - es el relato, aunque deberíamos referirnos a él como nouvelle, más largo del libro - y que sorprendentemente no tiene nada que ver con lo que conocemos del relato. Ni hay relación romántica, ni una profecía, ni un Gastón, ni una rosa que se marchita con el paso de los días acortando la vida del protagonista. Lo único que sí que se mantiene es la premisa de un príncipe cruel - que incluso tortura y da rienda suelta a un inusitado libertinaje - y una joven bella y bondadosa que irrumpe en su vida para trastocarla por completo. Si bien este relato en concreto - que por cierto se curró poco su título - no tiene el mejor de los pulsos narrativos, de hecho en ocasiones resulta bastante soporífero a pesar de lo atractiva que puede parecer la idea, al menos desde un punto de vista de márquetin, es de agradecer que la crueldad esté presente, así como una ambientación interesante que nos retrotrae a los orígenes del propio cuento. El resto de historias - ocho sin contar el que da nombre al volumen - podemos referirnos a ellas de dos formas. O bien dando la razón, aunque con regañadientes, a los estudiosos al tratarse de tramas en las que los personajes fingen ser quien no son (el pobre que es inmensamente rico o el que pretende ocultar un secreto oscuro de su pasado para aparentar), amores imposibles por pertenecer a clases sociales diferentes y en los que siempre la moraleja, para bien o para mal, siempre está presente. Todas ellos, como ya he dicho, muy típicas de la literatura del XIX. O bien abrazado todos aquellos temas realmente revolucionarios como el acoso escolar, la igualdad entre hombres y mujeres, el ecologismo o la existencia de comunas cuya descripción encajaría más con una autora o autor de los años 60 que con la de un decimonónico. Dicho de otra forma, Bayard Taylor se adelantó cien años a la aparición de las distopías sociales que tan populares harían a escritoras y escritores como George Orwell, Margaret Atwood, Aldous Huxley o Ray Bradbury a lo largo del siglo XX. Por no hablar de que prácticamente inventa el hipismo y algunas de las características más reseñables de lo que posteriormente se llamará "Contracultura". Con todo, ¿es Bayard Taylor un buen escritor? Dependiendo de tu disposición, paciencia y estado de ánimo lo tolerarás mejor o peor. ¿Es entonces un autor a tener en cuenta y a seguir la pista? Sí, y éste es rotundo, a pesar de su desequilibrio narrativo, siempre será bueno aprender e investigar, desde un punto de vista histórico, dos de mis grandes pasiones intelectuales: los viajes y las distopías. Así que no tenerle miedo, ni respeto, que su humor - desenfrenado en ocasiones - merece la pena. La Bella y la Bestia: nueve relatos y una novela corta llenos de ironía, crítica, ingenio, estrafalarios comuneros, inquietantes gemelos, príncipes lujuriosos... El primer paso para traer más criaturas literarias de Bayard Taylor a nuestro idioma. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Bueno, como en algún momento debo terminar, que sea aquí y ahora. Para volver a citar a lord Bacon, tome mi "relato redondo y sin pulir" y quizá el mundo aún reconozca que algún bien ha hecho quien esto firma."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Hermida Editores

2 comentarios:

  1. no conocía a este autor y parece haber tenido una vida muy interesante, casi abría valido más la pena que novelara su biografía que dedicarse a escribir libros de viajes.
    Con respecto a la colección de relatos que hoy nos reseñas creo que la dejaré pasar, pues no me atrae demasiado, aunque confieso que me ha gustado saber lo adelantado de algunos de los planteamientos de este diplomático.
    Una reseña fantástica de un libro, que por desgracia, no em atrae

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  2. Pues tiene razón el comentario anterior, la biografía del autor es la mar de interesante. Pero por lo que cuentas, estos relatos no terminan de tentarme. Algo que casi agradezco, que la lista de pendientes es ya enorme.
    Besotes!!!

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