martes, 13 de julio de 2021

RESEÑA: A la izquierda, donde el corazón.

 A LA IZQUIERDA, DONDE EL CORAZÓN


Título: A la izquierda, donde el corazón. 

Autor: Leonhard Frank (Wüzburg 1882-Múnich 1961) e origen humilde, llevó a cabo múltiples trabajos: mecánico, chófer, pintor de edificios, celador de hospital... Gracias a su talento para la pintura estudió bellas artes durante seis años en Múnich y en 1910 se instaló en Berlín. Humanista, pacifista y antifascista, llevado por la exaltación de la bohemia de Múnich y más tarde por la efervescencia intelectual y artística de Berlín, Frank creyó siempre en el poder transformador de la literatura. Durante la Primera Guerra Mundial se exilió a Suiza. Sus primeros trabajos literarios vieron la luz en este periodo. En 1918 volvió a Alemania, convencido ya de dedicar su vida a la escritura, que le proporcionaría premios tan prestigiosos como el Theodor Fontane o el Kleist. Su novela Karl y Anna obtuvo un gigantesco éxito internacional, se convertía en una obra de teatro representada en salas de todo el mundo e incluso Hollywood se inspiraría en ella para la película Desire Me. A pesar de esto, en 1933 se prohibieron y quemaron todos sus libros en Alemania. Se exilió entonces de nuevo: primero a Suiza, luego a Francia (donde fue hecho prisionero tres veces) y, más tarde, a Portugal y Estados Unidos. Tras diecisiete años de exilio, regresó a un país en ruinas, pero eso no impidió que siguiese escribiendo. Frank es también autor de la fundamental A la izquierda, donde está el corazón.


Editorial: Errata Naturae. 

Idioma: alemán. 

Traductora: Esther Cruz Santaella. 

Sinopsis: Michael Vierkant abandona muy pronto su lugar de origen, la pobreza de su familia, para perseguir un sueño: convertirse en artista. Autodidacta que considera los cafés su propia universidad, vivirá de lleno el nacimiento de un nuevo mundo en la bohemia de Múnich de principios de siglo XX, para luego arrojarse a los "locos años veinte" berlineses: cabarets, fiestas, conciertos, tertulias literarias... Pero a pesar de las luces y el brillo de la metrópolis, el ambiente político comienza a ser agónico, crepuscular. Esta novela autobiográfica en gran parte, nos sumerge en unas décadas excepcionales, revelándonos todo un mundo fascinante: desde los ardores belicistas que anunciaron la Primera Guerra Mundial hasta las promesas de felicidad del periodo de entreguerras, desde la crisis económica hasta el ascenso del nazismo. Sin olvidar el exilio ( todos los exilios de su protagonista), la Francia ocupada por los nazis, el trabajo de Vierkant en Hollywood como guionista...

Su lectura me ha parecido: realista, objetiva, alejada de los grandes relatos autobiográficos, honesta, entretenida, con cierto punto amargo, sencilla en su lenguaje, lúcida, serena, un acierto su recuperación... Es el patrón de siempre. El que se ajusta a las medidas de la escritora o escritor de meteórico ascenso. El que escribe hasta sangrar, el que se rompe la cabeza tratando de encontrar la metáfora adecuada para la escena mas crucial del libro, el que no descansa en su delirante obsesión con cada palabra, cada frase, cada capítulo. La perfección es su perdición, pero también su pasaporte hacia las estrellas, las de la literatura, coronadas con una aureola tan brillante que es capaz de cegar a quienes se atrevan a mirarlas directamente a los ojos. Como si todavía quedase un resquicio de humanidad, de ser corriente y moliente, en su chispeante iris. No hablamos, por supuesto, de aquellas carreras literarias regadas por el alcohol y otras sustancias más fuertes - ¿o tal vez sí? Nunca se sabe - más bien nos detenemos en aquellas y aquellos, cuya fama alcanzó altas cotas de popularidad, pero que, por una serie de circunstancias (en la mayoría de casos ajenas a la propia figura de la autora o autor en cuestión) han acabado en el más absoluto olvido hasta ahora. La rama de un árbol que cayó durante una tormenta eléctrica en la París de los años 30 fue la causante de la muerte de Ödön von Horváth. Privando a la humanidad entera del talento de un escritor cuyas obras - Un hijo de nuestro tiempo y Juventud sin dios, las dos únicas novelas traducidas al español - auguraban un futuro literario a la altura del todo poderoso Stefan Zweig. El machismo, por el contrario, fue la tumba de Unica Zürn. Escritora polifacética donde las haya, fue representante del movimiento poético anagmático, así como el espejo en el que se mirarían artistas como Salvador Dalí, André Breton o Marcel Duchamp entre otros. Su suicido en los años 70 a causa de la enfermedad mental que arrastraba desde hacía más de una década tampoco ayudaron a que su literatura - destacando, por supuesto, Primavera sombría - encontrara nicho de lectores en un tiempo en el que todo lo concerniente a la salud mental era reducido al peor de los tabúes. Por último, el escritor que hoy ocupa nuestro tiempo - Leonhard Frank - gozó de enorme fama en la Europa de entreguerras, codeándose con autores de la talla de Thomas Mann, Hermann Hesse o el ya citado Stefan Zweig. En otras palabras, la creme de la creme de la época. Sin embargo, fue el Nazismo lo que frenó casi en seco su carrera literaria, al incluir su nombre en la lista de autores prohibidos y siendo sus libros quemados públicamente en sendas hogueras de la barbarie. A pesar de todo, ya en el exilio, a Frank le dio tiempo a escribir uno de sus mejores trabajos que, junto con Karl y Anna, conforman un díptico imprescindible sobre el que observamos los trágicos y azarosos acontecimientos de la primera mitad del siglo XX. Pero para entonces su obra, así como su figura, ya se habían diluido en la memoria colectiva. Ya nadie sabía quien era Leonhard Frank. Tuvo que venir Errata Naturae para que, en España, supiéramos de su existencia. Y cuando por fin pudimos conocerlo, después de tanto tiempo, el idilio no pudo ser más intenso. A la izquierda, donde el corazón: literatura y vida en tiempos convulsos. 


Resulta enormemente complicado abordar la reseña de un libro de estas características, ya que una no sabe muy bien si lo que acaba de leer es o no cierto. Si de verdad su autor experimentó aquella anécdota en sus carnes o si, por el contrario, sucumbió a la ficción como una especie de punto de fuga a través del que liberar la pesada carga autobiográfica. Sea alter ego o él mismo, lo cierto es que, en lo que a su sinopsis se refiere resulta sencillo resumirla. La o el lector que se adentre en A la izquierda, donde el corazón - ojo a su precioso título - se topará con una historia dividida en dos grandes etapas, dos enormes actos tras el telón de la historia de la primera mitad del siglo XX. En el primero vemos como Michael Vierkant - o el propio Leonhard Frank al que no dejaremos de seguirle la pista - un joven de humilde origen y con talento para convertirse en un artista llega a Múnich durante las primeras décadas del nuevo siglo. Un tiempo en el que los valores tradicionales que marcaron el devenir de todo el XIX fueron dando paso a una modernidad sedienta de nuevos adeptos. Atraído por el carácter bohemio del ambiente artístico e intelectual de la ciudad, el pobre Michael se mueve con prudencia, tímidamente, inseguro, por los círculos en los que aspira a entrar como pintor. Sin embargo, y en una carambola del destino, su camino no estará en la pintura, sino en la literatura, terreno que acabará dominando hasta el punto de hacerse notar entre los integrantes de las élites culturales a las que tanto admira. Su nombre comienza a estar en boca de todos, como una joven promesa a la que, si bien le falta madurez y escribir su obra definitiva, merece la pena tener en cuenta en las tertulias. Liberándose, poco a poco, de su falta de confianza en sí mismo, Michael comenzará a frecuentar cafés, reuniones y fiestas. Empapándose del espíritu de los llamados "locos años veinte" y asentando un estilo literario realista de claro compromiso social. La tan ansiada obra maestra no tarda en llegar, y lo hace a finales de la festiva década - coincide en años con la publicación de Karl y Anna, la obra maestra del propio Frank, lo que nos hace pensar que hay más verdad que ficción en el presente texto - así como el reconocimiento de la crítica y el público. Sin embargo, como anticipa la propia y escueta biografía que la editorial proporciona del autor, el declive de Michael se iniciará con la llegada del Nazismo al poder en Alemania. Con su internamiento en un campo de concentración francés y con su huida de película, llevando consigo un manuscrito escondido entre su ropa, hacia Estados Unidos. Allí seguirá trabajando, como guionista, sin adaptarse del todo al carácter del país y en unas condiciones totalmente invisibles para alguien que tuvo la fama en sus manos. Tiempo después, Michael regresará a Alemania, a su querido país, con la esperanza de reencontrarse con lo que dejó atrás. Pero, desgraciadamente, este tremendo segundo acto finaliza con un desalentador descubrimiento, el de que el lugar que consideró su hogar ha cambiado tanto que resulta irreconocible a los ojos de quien se lo bebió con ansia durante sus años de mayor esplendor. 


A medio camino, como ya he comentado, entre la ficción más atrayente y el ejercicio puramente autobiográfico, Leonhard Frank va desgranando una vida desde una extraña pero conmovedora distancia. El uso de la tercera persona es sin duda el elemento más determinante a la hora de crear esa sensación de alejamiento a la vez que de proximidad. En otras palabras, aproximar al lector a la historia que te quiere contar sin que, por el camino, acabe dañado. Algo que, por supuesto, pasa con muchas autoras o autores que toman la valiente pero arriesgada decisión de contar su vida, o parte de ella, ya que los recuerdos, dependiendo de su carácter o la forma en la que se presenten en la memoria, pueden doler más o menos. No estamos ante una narración pormenorizada de su extenso anecdotario ni ante un texto anclado en la autoficción, tan en boga en los últimos años, de hecho, Frank no se expone tanto, guardándose para sí mismo - y que se ha acabado llevando a la tumba - aquellas cuestiones pendientes que, en la cabeza del lector, irrumpen como interrogantes o preguntas que jamás podrán tener respuesta. Dejando, por tanto, en manos de éste la interpretación de las mismas. Renegando de cualquier tipo de amargura, Frank opta por centrarse en la pureza del relato, sin recrearse en la tragedia de forma desmedida. Todo ello, claro está, tomándose unas licencias estilísticas realmente adecuadas para la composición de la novela, como ese mimo con el que cuenta ciertos episodios importantes que le pasan a Michael. Tales como las largas veladas en los cabarets o en las tertulias literarias, en las cuales, casi se puede oler el tabaco, escuchar el ritmo de los tacones de las bailarinas sobre el escenario, apreciar el sutil verter del coñac sobre las copas de aquellos intelectuales enfrascados en discusiones - algunas más trascendentes que otras - o incluso el tacto de las páginas que Michael llena de ideas para sus futuras novelas. Especialmente memorable es la construcción del momento en el que conoce a su mujer, el cual estuvo rondándome en la cabeza durante semanas. A la altura de su coetáneo Stefan Zweig en sus magistrales Veinticuatro horas en la vida de una mujer o Carta de una desconocida. Así mismo, el libro es un no parar en ese sentido, un autentico desfile de gente: personalidades, amigos, enemigos, amantes, personas con las que se cruza y jamás vuelve a saber de ellas... Imprimiendo mayor riqueza al libro. Su realismo objetivo - en el que el autor se especializó como el que más - le permite crear un discurso de gran profundidad, a pesar de su ambigüedad con los hechos, regalando a los lectores una autentica crónica de una época con grandes dosis de emoción y verdad literaria. Mi parte favorita, el final, cuando el autor se reencuentra con las ruinas de las calles por las que alguna vez transitó. Trauma sobre felicidad ya extinta. De ahí la importancia de este libro como augurio, no solo del final de una carrera literaria ensombrecida por las fauces del fascismo, también de una época. El crepúsculo de quienes vivieron antes de que el horror cercenara aquel pedacito de actividad bohemia e intelectual que palpitó en pleno corazón de Europa. 

A la izquierda, donde el corazón: una historia de recuerdos, tertulias, literatura, arte, noches eternas, oscuridad, guerra, exilio, soledad, reencuentro devastador... Literatura e historia, una vez más, dándose la mano. 

Frases o párrafos favoritos: 

"El escritor que no tiene detrás a su país cae en el abismo en la lista del respeto, como acciones de poco valor. Lo aceptó con serenidad y se retiró en sí mismo: estaba solo."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Errata Naturae

2 comentarios:

  1. una reseña muy interesante de un autor que desconocía por completo pero por el que ahora, tras leer esta magnifica reseña, tengo una gran curiosidad por leer. Esta biografía que nos presentas es sin duda un valioso documento, ya no solo para conocer a su autor -que también- sino que también para conocer un poco más el contexto de la Europa de aquél tiempo y es que conocemos bastante los locos años 20 en EE.UU pero en nuestro continente apenas si sabemos que pasó más allá del miedo a la extensión de la revolución bolchevique o el auge de los fascismos.
    Como digo una muy interesante reseña de una obra que espero poder leer pronto.

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  2. Me descubres libro, autor... Y aprendo siempre tanto con tus reseñas. Gracias por descubrirme estas joyas.
    Besotes!!!

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