miércoles, 4 de septiembre de 2019

RESEÑA: Las vírgenes suicidas.

LAS VÍRGENES SUICIDAS

Título: Las vírgenes suicidas.

Autor: Jeffrey Eugenides (Detroit, 1960) estudió en las universidades de Brown y Stanford. Es autor de tres aclamadas novelas: Las vírgenes suicidas (1994) - llevada al cine por Sofia Coppola convirtiéndose con el paso del tiempo en un film de culto - Middlesex (2003) - que obtuvo el Pulitzer 2003 y fue considerada una de las mejores novelas de las últimas décadas -  y La trama nupcial (20013). También es autor del libro de relatos Denuncia inmediata (2018). (Fuente: Editorial).

Editorial: Anagrama.

Idioma: inglés.

Traductora: Roser Berdagué.

Sinopsis: Es verano en la América de la década de 1970 y las cinco hermanas Lis­bon se quitan la vida ante la atónita mirada de sus vecinos. Veinticinco años después, Jonathan, el enamorado amigo de una de ellas, recuerda el impacto que produjeron aquellas muertes. Las chicas vivían enclaustradas en casa, sometidas a la férrea custodia de unos padres extremadamente estrictos. Sus figuras deambulaban por las habitaciones y sus sombras proyectadas en las ventanas las hacían deseables a quienes se asomaban a ellas. Todavía hoy, tantos años después, aquellas lolitas fascinan a unos hombres que siguen preguntándose qué ocurrió. (Fuente: Editorial).

Su lectura me ha parecido:

   Asfixiante, interesante, con un narrador poco común, sencilla en cuanto a su premisa, una bomba en lo que a su desarrollo se refiere, tragicómica (desde el más absoluto respeto y la exquisita sensibilidad), una aterradora visión del American Way of Life, una oda al recuerdo, pertinente hoy y siempre... Hace exactamente un año estaba tumbada en una cama. Afuera el calor era insoportable, dentro buscaba una distracción, la que fuera. Con tal de que me hiciese más soportables los dolores menstruales me daba por satisfecha. Así que en vez de leer - cosa que hubiese hecho igualmente - decidí planear una sesión de cine mañanero. ¿Quién me iba a decir que, un año después, y casualmente sobrellevando los últimos días de regla, estaría sentada frente a un ordenador escribiendo la crítica del libro que Sofía Coppola decidió convertir en una obra maestra? ¿La novela que Euguenides escribió a finales del pasado siglo, que la hija del gran Francis Coppola decidió tomarla como base para su debut cinematográfico y que, en definitiva, se convirtió en la película que marcó aquel verano de 2018? Ese título que, sin a penas darme cuenta, acabó por convertirse en uno de mis imprescindibles y casi una obsesión en lo que a referentes literarios se refiere. Porque todo sea dicho, pocas son las veces (y por desgracia cada año que pasa disminuye considerablemente) que el lector asiste a un acontecimiento de estas características. Si Austerlitz de W. G. Sebald contribuyó al futuro desarrollo de lo que hoy consideramos el modelo de novela contemporánea de nuestro siglo - el XXI - Jeffrey Eugenides le dio una necesaria vuelta de tuerca al subgénero (dentro de las temáticas, claro está) más denostado por la crítica y a la vez más fascinante desde el punto de vista de la creación literaria: la adolescencia. Este es el aliciente pero también la excusa para adentrarse en una de las novelas más interesantes e influyentes de los últimos tiempos, un libro como La vírgenes suicidas: ¡Que difícil es ser una niña de trece años!

   Existen cientos y cientos de textos que, a lo largo de los últimos tiempos, han abordado el que sin duda es el tema estrella dentro de la literatura contemporánea, y en especial de la estadounidense. Un tema que no es otro que la desmitificación del sistema social americano. Desde las distopías más clásicas, pasando por la novela más realista y sin olvidarnos del género ensayístico - entre otros muchos - ninguno de ellos se ha podido resistir a la tentación de meter el dedo en la llaga. Con fuerza, con rabia, con ensañamiento. El conocido como American Way of Life avivaba y sigue avivando la imaginación de muchas escritoras/es nacidos o inmigrantes en un país lleno de historia así como de contradicciones. Y no es para menos. Si recordamos el famosísimo texto de Betty Freidan - La mística de la feminidad - comprobaremos como los Estados Unidos posteriores a la Segunda Guerra Mundial estaban lejos de ser la sociedad idílica que tanto nos mostraba la publicidad o el cine. Tras esa apariencia de matrimonios perfectos, hijos perfectos, coches perfectos o casas con jardín perfectas se escondía insatisfacción, monotonía, depresión, hipocresía, un férreo control moral, unos roles de género extremadamente marcados y en definitiva, una mentira. La construcción de un falso arquetipo de felicidad a caballo entre la modernidad y los valores tradicionales. Entre los electrodomésticos de última generación y las metas vitales de las mujeres de la época fijadas en el matrimonio y la maternidad. Si algo nos enseñó el personaje de Don Draper en Mad Men - además de algunas y muy sabias lecciones de publicidad - es a que detrás de una resplandeciente sonrisa de ejecutivo se escondía un insatisfecho crónico. Un hombre que - al igual que su ex mujer Betty - experimenta las consecuencias del lado más oscuro del capitalismo más doméstico. Aunque claro, como siempre, éstas no son las mismas para Don en comparación con las de Betty, perfecto modelo de esa mística de la feminidad que tanto criticó Friedan en su libro. En lo que respecta a la novela de Eugenides la trama así como la crítica al sistema no tiene lugar ni en los años 50 ni en la década de los 60, sino en los 70. Una cronología no tan alejada de las anteriores y por tanto heredera de gran parte de los aspectos ya comentados anteriormente, pero ávida de cambio, rebeldía y libertad. Justo lo que exigen desde su pequeña y silenciosa revolución las hermanas Lisbon, absolutas protagonistas de esta historia que los lectores han acabado por convertir en autenticas iconos de la cultura pop.


   Las vírgenes suicidas no puede tener una premisa más sencilla, de hecho a estas alturas no es ningún spoiler decir que la historia arranca con el suicidio de la última de las hermanas Lisbon y que a continuación se nos revela la voluntaria muerte del resto de las hijas del clan familiar. No obstante, y a pesar de lo que ya sabemos, la novela discurre por dos ríos complementarios entre sí. El primero, el de su interesante y poco habitual narración. Un punto de vista colectivo - el de los vecinos que presenciaron atónitos dicho acontecimiento - y que a la vez se focaliza en el personaje de Jonathan - amigo y secretamente enamorado de una de las hermanas - a cuyo relato asistimos con gran fascinación desde la primera hoja. Y el segundo, la propia historia de las Lisbon, claro está, desde esa peculiar perspectiva, desde la mirada los que, estupefactos, no dan crédito a lo sucedido y  la de quienes, desde la distancia, creyeron conocerlas. No obstante, y e ahí la magia de esta novela, todos los testigos - indirectos como acabamos de comprobar - coinciden en algo esencial: en la falta de respuestas. ¿Qué pasó en aquella casa? ¿Qué les llevó a tomar la decisión de acabar con sus vidas? ¿Cuál sería su último pensamiento? ¿Temblarían? ¿Tuvieron algún momento de flaqueza?... Lejos de dejarse llevar por el melodrama o el morbo que habitualmente provocan este tipo de sucesos, Eugenides consigue alejarse de todo ello empleando una sensibilidad y un respeto hacia lo que está contando absolutamente envidiable. El humor negro se cuela de vez en cuando entre capítulo y capítulo, así como esa extraordinaria profundización en lo incomprensible, en aquello que no podemos responder, en aquello que, aún a día de hoy, escapa de nuestro entendimiento. Desmontar tabúes que giran alrededor de la sexualidad, la familia o el propio acto del suicidio para hacernos, ya no sólo partícipes, también integrantes de ese "nosotros", espectadores de ese colectivismo que debate, filosofa o critica acerca del suicidio de las Lisbon. Otro aspecto a tener en cuenta de Las vírgenes suicidas es precisamente el recurso que usa para dar vida a las desdichadas Cecilia, Lux, Mary, Bonnie y Therese Lisbon. Dotándolas de una personalidad rebelde y de peso dentro de un entorno familiar claramente claustrofóbico y extremadamente estricto - a pesar de ofrecer una imagen de armonía y ejemplaridad de cara a la galería - y al mismo tiempo adquirir un aspecto etéreo, bastante idealizado y fantasmagórico. Al fin y al cabo, para la comunidad, las Lisbon ya no están, son un mero recuerdo del pasado que, cual espíritu en busca de redención, nunca desaparecerá y seguirá vagando en la memoria de todas y todos los que supieron de la tragedia. Por último, en lo que al apartado crítico se refiere, cabe alabar la capacidad de Eugenides para crear espacios agobiantes, opresivos y tremendamente perturbadores dentro de la propia lógica de la historia y, por supuesto, de la gran crítica al sistema. Como hemos dicho antes, detrás de una aparente familia modélica, la sombra de su silueta puede ser alargada y muy oscura.

   Pero Cecilia, Lux, Mary, Bonnie y Therese son algo más que ese imborrable recuerdo, ese suceso morboso o esos eternos y bellos fantasmas. Las hermanas Lisbon, para empezar, eran adolescentes. Simple y llanamente. Chicas de edades comprendidas entre los 13 y los 17 años con los problemas, deseos, ambiciones, opiniones y preocupaciones típicas de su edad, a corde con su tiempo cronológico pero que, sin embargo, nunca fueron escuchadas y liberadas de su particular jaula dorada. Si repasamos un poco la historia de la literatura nos damos cuenta que la adolescencia es uno de los grandes temas. Explorado por infinidad de autoras y autores desde perspectivas y estilos muy amplios, muchos de estos adolescentes han acabado formando parte del imaginario colectivo, siendo el irreverente y polémico Holden Caulfield de El guardián entre el centeno de Salinger el adolescente más famoso de la literatura universal. A pesar de ello, y lecturas como Había una fiesta de Marina L. Ruidoms me lo ha demostrado, a penas existe una representación o abordaje de dicha etapa vital desde la perspectiva femenina. Y la poca que hay está influida por una visión estereotipada y simplista procedente de unos canones patriarcales que la sociedad ha acabado por asimilar y darlos por buenos. Es como si sólo los chicos de 14 años, por poner un ejemplo, mereciesen ser los protagonistas de novelas, cuentos o sagas enteras cuando el universo de las adolescentes es igual de rico e interesante. En el momento en el que Las vírgenes suicidas se publicó a penas habían libros en los que existiese dicha representación. Uno de ellos - la periférica e inquietante novela de Joan Lindsay Picnic en Hanging Rock - abrió la veda a principios de siglo XX al retratar y ahondar en la pisque de un grupo de chicas jóvenes de la época y que posteriormente se llevaría con gran éxito al cine. Dentro del mundo audiovisual, también había poco donde elegir. Películas como El club de los cinco o La chica de rosa de John Hughes fueron importantes, pero sin embargo diluidas en un mar de producciones de temática juvenil plagadas de testosterona y personajes femeninos poco interesantes. Con la llegada de Las vírgenes suicidas - y su impresionante aproximación a la adolescencia de las hermanas Lisbon en plenos años 70 - una ola de autoras como Emma Cline, Tao Lin o Gemma Lienas sacudió el panorama editorial con historias protagonizadas por chicas de 15 años que, lejos de parecerse a las animadoras u empollonas tan populares de las películas norteamericanas, demostraban su valía desprendiéndose de prejuicios sociales, intelectuales o sexuales.

   Cuesta creer como generaciones y generaciones de chicas han crecido sin el acceso a referentes femeninos, como también es dramático observar la imposibilidad de verse identificadas en personajes literarios de su edad. En jóvenes que, desde el papel, tuviesen sus mismos pensamientos, razonamientos, dilemas y hablasen con total libertad sobre temas todavía tabúes en lo que al sexo femenino se refiere como por ejemplo el despertar sexual o la menstruación. Que importante es visibilizarlo, contarlo, narrarlo, recordarlo. Si alguien hubiese escuchado, si alguien hubiese empatizado, si alguien hubiese comprendido a las hermanas Lisbon, probablemente estarían vivas y no sumidas en una eterna adolescencia, sepultada bajo capas y capas de tierra del camposanto. Las vírgenes suicidas: una historia de reflexión, incomprensión, adolescencia, dificultades, asfixia social, fanatismos, recuerdos imborrables, memoria colectiva, subjetividades... Una novela sobre la inadmisibilidad del suicidio, pero también una necesaria aproximación al relato de esa compañera de pupitre a la que durante el instituto no conocimos en todas sus facetas.

Frases o párrafos favoritos:

"Nunca llegamos a entender por qué a las chicas les preocupaba tanto hacerse mayores ni por qué se sentían obligadas a dedicarse cumplidos, pero a veces, cuando uno de nosotros había leído en voz alta alguna parte del diario, debíamos reprimir la necesidad de echarnos los unos en brazos de los otros o de decirnos que estábamos guapísimos. Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y los sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. Supimos que las chicas eran  gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas. Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de niñas, que sabían del amor incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas”.

¡Un saludo y a seguir leyendo!

3 comentarios:

  1. una lectura muy interesante según tu fantástica reseña, conocía el libro de verlo en las estanterías de las librerías pero nunca me había detenido en él, ahora, tras leer la reseña me he quedado muy intrigado por conocer qué llevó a estas jóvenes al suicidio.
    Muy cierta tu observación sobre la falta de referentes literarios para las jóvenes adolescentes y lo extendido de los prejuicios de género en cuanto a la literatura adolescente. Particularmente cuando era un adolescente, tampoco conseguía identificarme en ninguno de los personajes de las novelas juveniles que nos hacían leer para fomentar en nosotros el habito de la lectura, todos eran iguales y se parecían demasiado, como bien apuntas, a las figuras estereotipadas de las películas de los fines de semana por la tarde en la televisión.
    Una excelente reseña. Por cierto, muy buena conexión de la novela con Betty Frieddan.

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  2. Hace tiempo vi la peli y me encantó, y desde entonces estoy a ver si me hago con la novela, que, por lo que veo, va a ser de lectura obligada en mi lista.
    La verdad es que tampoco me había parado a pensar en referentes femeninos cuando tenía catorce-quince años. Como mucho lo más cercano fue Crepúsculo... pero me sentí mucho más identificada con Holden, la verdad.
    En mi caso, fue la serie de Buffy, porque casi todo lo que leía no tenía protagonistas fuertes que no dependieran de algún modo del amor de un chico.
    Mucho estereotipo, sobre todo en las pelis tipo American Pie que tanto me gustaban en esa época.
    ¡Un saludo!

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  3. Hola Jimena!!
    Estoy leyendo el libro y muy intrigante, gracias por tú magnífica reseña, con el contexto que las hermanas Lisbon vivían genera mucha angustia; yo realmente nunca me sentí identidad con algún referente de libro o película.
    Besos💋💋💋

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