martes, 24 de noviembre de 2020

RESEÑA: La reina del grito.

 LA REINA DEL GRITO


Título: La reina del grito. 

Autora: Desirée de Fez (Barcelona, 1977) es periodista y critica de cine especializada en fantástico y terror. Colabora habitualmente en la revista Fotogramas, en La Finestra Indiscreta de Catalunya Ràdio y en los programas de televisión Página Dos y Punts de Vista, ambos de TVE. También es miembro del equipo del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya-Sitges y conduce el podcast Marea Nocturna (Radio Primavera Sound), programa de referencia sobre cine fantástico y de terror. Además, imparte clases en las escuelas de FXAnimation: Barcelona3D& Film School y La Casa del Cine; en esta última, dirige un seminario sobre cine de terror hecho por mujeres. Es autora de la antología Películas clave del cine de terror moderno (Ribinbook, 2007), Pantalla rasgada: Quince conversaciones con cineastas y escritores sobre sueños y cine (Arkadin Ediciones, 2014; escrito con Jordi Sánchez-Navarro); y los libros de cine de J.A. Bayona Lo imposible. El libro de la película (Norma Editorial, 2012) y Un monstruo viene a verme: El arte de la película y la visión de sus autores (Norma Editorial, 2016). También ha participado en numerosas publicaciones colectivas en torno a cineastas como Sam Raimi, Abel Ferrara, Don Siegel, Jim Jarmusch, Joseph Losey o Rainer Werner Fassbinder. De su labor como coordinadora destacan los libros para el festival de Sitges Neoculto (Calamar Ediciones, 2012), Takashi Miike: La provocación que llegó de Oriente (Calamar Ediciones, 2013) y Seven. Los pecados de David Fincher (Tyrannosaurus Books, 2015). Es superfán de Jerry Lewis, Mel Brooks, las canciones tristas, los estilismos de Melanie Grifith en Armas de mujer, el vino blanco (caro) y Buenos Aires, aunque nunca ha estado allí. Tiene una colección de camisetas envidiable. Y es madre de una niña y un niño que, ya desde pequeños, heredaron de ella su fascinación por la fantasía y el terror. 


Editorial: Blackie Books. 

Idioma: español. 

Sinopsis: Tengo miedo a caminar sola de noche por la calle. Miedo a no ser aceptada. Miedo a obsesionarme con el amor romántico. Miedo a desactivar los roles tradicionales en mis relaciones sentimentales y familiares. Miedo a desear. Miedo a mi propio cuerpo y al ajeno. Miedo a engordar y a envejecer. Miedo a fracasar como madre, y a la presión social por la maternidad. Miedo a la pérdida. Miedo, en general, a no estar a la altura. Tengo mucho miedo. Todo el rato. Pero el cine de terror me ha ayudado desde que era niña: a la vez que alimentaba mis temores y generaba muchos nuevos, me ha brindado un lugar en el que cobijarme, en el que aprender. Ahora que tengo más herramientas para combatirlo soy capaz de enfrentarme a él. De ganar al miedo. 

Su lectura me ha parecido: personal, sugerente, biográfico, cautivador, ameno, reflexivo, cercano, feminista, esclarecedor, con pretensiones que van más allá del relato intimista o la propia crítica cinematográfica, la sorpresa inesperada del terrorífico 2020... La "reina del grito" - traducción del archiconocido término anglosajón "Scream Queen" - hace referencia, en lo que a la industria del séptimo arte se refiere, a aquella actriz que, por los títulos de su filmografía, se asocia con las películas de terror. Ya sea por su aparición en una escena de gran intensidad interpretativa o por interpretar a una víctima frecuente o constante de una cinta de dicho género. La etiqueta de "Scream Queen" también se suele utilizar, de una forma más especifica, para referirse a personajes que se ven envueltos en una situación límite, en la que su vida corra un gran peligro y en las que necesiten la ayuda de otro sujeto para ser librados de tan aciago destino. Dado que prácticamente la mayoría de estos tropos narrativos - no debemos olvidar el importante peso que tiene la literatura en la historia del cine - eran interpretados por mujeres, el término acabó asociándose a toda joven atractiva en apuros necesitada de su particular "salvador" (siempre un hombre) para rescatarla del asesino, la casa en llamas o de su propia autodestrucción. Una de las actrices a la que la crítica no dudó en endosarle esta etiqueta fue a Fay Wray, recordada sobre todo por sus desgañitados gritos en la primera - y mejor - versión de King Kong en el año 1933. Su icónico papel atrapada en las garras del simio más famoso del cine en lo alto del Empire State Building la convirtió en las primeras Scream Queens, término que la propia Wray abrazó, reivindicó e hizo gala de él en películas como El malvado Zaroff (1932) o Los crímenes del museo (1933). Aunque si tenemos que hablar de la más famosa y trascendental de todas - con permiso de Vera Miles, Barbara Steele, Sissy Spaceck o Heather Langerkamp entre otras - tenemos que referirnos, y de paso poner un altar, a Jamie Lee Curtis. La reina del grito por excelencia y cuyo papel en la madre de todos los slasher (La noche de Halloween, 1978) ya es historia cinéfila. Y es que, ironías del destino, la hija de Janet Leigh - cuyo asesinato en la ducha en Psicosis dejó a medio mundo petrificado a la par que horrorizado - acabó  pasándolo mal en pantalla huyendo de Mike Mayers, y con ella, todos los espectadores. Hubieron más, muchas más, pero las jóvenes vienen pisando fuerte, como Emma Roberts - American Horror Story no sería nada sin ella - o Anya Taylor-Joy - descubierta en La Bruja y de rabiosa actualidad gracias a Gambito de Dama -. Y aunque, si bien es cierto que estas nuevas reinas del grito son más resolutivas y hasta son capaces de liberarse de aquello que las atemoriza, a cuchillazo limpio si hace falta, cuesta creer que hasta hace cuatro días el terror fuese un género de hombres - tanto a nivel fandom como en la dirección, escritura y producción - si, paradójicamente, muchos de los temas que trata son exclusivamente femeninos. ¿O no es Midsommar una metáfora de las relaciones tóxicas desde la perspectiva de una chica joven? ¿O La semilla del Diablo del temor al embarazo? ¿O El Exorcista del fracaso maternal? ¿O Carrie de la menstruación? Nuevas miradas, análisis e interpretaciones feministas se dan cita en el presente y más personal ensayo de la crítica cinematográfica Desirée de Fez en, valga la redundancia, La reina del grito: el cine de terror bajo la lente violeta. 


A Desirée de Fez la conocí, como muchos amantes de la lectura, gracias al programa Página Dos. Uno de los pocos espacios televisivos dedicados única y exclusivamente a hablar de libros y de lo que de ellos pudiera desprenderse. Prensa, música, pintura, escultura, debates aún vigentes, todo tipo de géneros, cine... Nada queda fuera de este maravilloso formato que, aunque de cortísima duración, consigue no plegarse a cuestiones puramente corporativistas. Algo bueno tenía que tener el que se emita en La 2, uno de los mejores canales de la televisión pública de este país. Respecto a esta última sección, hasta hace poco era ella, la propia Desirée de Fez, la que se encargaba de hablarnos de las nuevas adaptaciones cinematográficas y de paso, recomendarnos algún texto que, sin desvincularnos del cine, podía interesar al lector más sibarita. Más que sus críticas cinematográficas, yo lo que me apuntaba eran sus lecturas por si, en un futuro no tan lejano, podía empezar a confeccionar ese apartado tan deseado en mi biblioteca particular dedicado al cine. A sus directoras/os, a sus biógrafos, a la teoría pura y dura, a los conversatorios, a algún libro de fotografía, a guiones y a sus actores y actrices, esos que tanto admiro y que en ocasiones envidio. Un trabajo en el que tienes el privilegio de ponerte en la piel de personajes ajenos a tu vida, a tu ideología, a tu físico, a tu ética y a tu propia personalidad es de lo más duro y hermoso que conozco. Y lo dice una servidora, que coqueteó con la actuación, que en pleno Segundo de Bachillerato se planteó seguir el camino de la interpretación, que aún en la Universidad se atrevió con las vanguardias, el teatro en verso y el musical, que a día de hoy, en tiempos inciertos, aún sigue echándolo de menos. Amo el cine, desde aquella primera película de Disney vista en una sala repleta de niñas y niños entusiasmados, hasta aquellas películas que, de un modo u otro, han marcado mi gusto tanto literario como cinéfilo. Thelma y Louise, El Piano, Los santos inocentes, Rebeca, Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, El apartamento, La pasión de Juana de Arco, El espíritu de la colmena, cualquier película de los Hermanos Marx, Pulp Fiction, Tiburón, Suspiria, Carrie, El Exorcista... Me falta muchísima cultura cinematográfica, muchísima. Casi no he visto películas mudas, ni de la edad dorada de Hollywood, ni asiáticas - Parásitos, me da vergüenza decirlo, es la primera película surcoreana que he visto -  ni de la nouvelle vague, ni del neorrealismo italiano, ni de los nuevos cines americanos - salvo los directores más conocidos - ni westerns, ni actioners de los 80, ni clásicos sudamericanos, ni iconos castizos, ni westerns, ni una ingente cantidad de títulos a cada cual más imprescindible que el anterior. Ni Fellini, ni Igmar Bergman - este me duele especialmente - ni Trufaut, ni Pasolini, ni Godard, ni Hitchcock fuera de sus icónicos títulos, ni Scorsese en su totalidad, como tampoco algunas de las películas más importantes de Polanski - esto sí es imperdonable - o Woody Allen, o William Friedkin, o Brian de Palma, o Agnes Varda, o Tarantino, o Lynch, o Billy Wilder... Son tantos y todos tan buenos, se supone, que a veces me siento abrumada ante tanta película para tan poca vida sobre la tierra. De ahí que acuda de vez en cuando a los libros, a los ensayos cinematográficos, como el de Desirée de Fez - toda una revolución desde la aproximación teórica y sensorial del que me explayaré con gusto a continuación - en los que busco elementos teóricos e históricos para entender el contexto que parió dichos productos de consumo, la sociedad que los vio por vez primera y lo que significaron a posteriori. Eso sí, con La reina del grito me ha pasado justo lo contrario, que en vez de apuntar textos sobre cine, como sí hacía cuando veía Página Dos, aquí me he liado a apuntar títulos de películas. Si es que el saber no ocupa lugar, como tampoco las estanterías de DVDs o los gigas en el disco duro de tu ordenador. 


Nadie, absolutamente nadie me preparó para la lectura de La reina del grito. Un ensayo en el que, además de engrosar la lista de películas de terror pendientes - algunas de las cuales jamás había oído ni siquiera nombrar - su autora nos expone una interpretación feminista de las mismas. Todo ello a partir de una apertura en canal (nunca mejor dicho) respecto a sus experiencias más personales y de un riguroso y ameno análisis de aquellos miedos que impregnan dichas cintas y que a la propia autora le han marcado de una forma u otra. Sin duda es precisamente lo primero, el mostrarse de la forma más íntima ante el lector, es lo que sin duda atrapa, porque entronca a la perfección con el género cinematográfico que aborda, así como con los terrores particulares acaecidos en la vida real de la autora que acaban rimando con películas como It Follows, Crash o Babadook. Y es que a partir de la lectura de La reina del grito, os lo aseguro, ya no volveréis a mirar con los mismos ojos - los patriarcales - algunos de los clásicos más importantes del terror. Por citar algunas de las reflexiones citaré en primer lugar las vertidas sobre Carrie, con esa escena inicial en la que el espectador es testigo de como a la protagonista le viene la regla en pleno vestuario del instituto y del posterior bullying perpetrado por sus compañeras de clase lanzándole tampones y compresas a la cara. Mientras se protege del ataque, Carrie se retuerce ante un dolor extraño, incomprensible, nadie le ha hablado de ello, y menos su madre, ese ser malvado y ultra religioso que la atemoriza de puertas para adentro. Pasaje de adolescencia pura y dura que, en más de una ocasión - ese miedo a que alguien se percate de que llevas una compresa metida en el bolsillo de camino al baño - lo he vivido en carne propia. Por no hablar de sus análisis respecto a La posesión - cuyo visionado, al abordar el miedo a que las mujeres hagamos lo que nos venga en gana fuera de los roles patriarcales, irradia actualidad - El Exorcista - cuya perspectiva sobre las buenas o malas madres jamás se me había pasado por la cabeza - o La noche de Halloween - miedo a no ser aceptada por el grupo al tiempo que critica la doble moral del slasher respecto a la libertad femenina -. Si hasta cuando habla de La Profecía, según de Fez, la película que más miedo le dio de pequeña, me hizo viajar a aquel hall de la academia de inglés en el que por una incompresible razón decidieron poner Pesadilla en Elm Street para amenizar la espera a que terminara la clase. Si como resultado, la autora sintió pánico a que la cinta de video de dicha película se quedara enganchada al reproductor - cosa que le sucedió de verdad - yo pasé unas semanas entre el terror a doblar las esquinas y el insomnio por el miedo a dormirme por si en mis sueños se colaba el deforme Freddy Krueger. La reina del grito también se revela como un interesante anecdotario. Las ediciones del Festival de Sitges, sus primeras experiencias yendo al cine con su primo - el capítulo de Crash es imprescindible - sus opiniones discordantes respecto al Rape and Revange - tan idolatrado por Tarantino - sus embarazos - inolvidable también el capítulo dedicado a Quién puede matar a un niño de Chico Ibáñez Serrador - o esa conversación algo tensa con uno de los directores del fantástico español más importantes de la actualidad. Una chica vuelve a casa sola de noche, Prevenge, Body Horror, The Final Girl, La semilla del diablo, Tales from de Loop... Todas ellas bajo la lupa morada en el contexto más propicio para el debate, la reflexión y las miradas con perspectiva de género. Por ello, más allá de su ausencia de tecnicismos y aplaudida accesibilidad, el ensayo de Desirée de Fez se revela como un libro que habla de nosotras, las mujeres, y de los temores que sólo nosotras padecemos. Porque, por mucho que los hombres quieran ser comprensivos con sus parejas/madres/hermanas/amigas, lo cierto es que jamás llegarán a sentir lo que significa que te acosen por la calle, los apresurados pasos durante los nocturnos regresos a casa, las agresiones y por supuesto las violaciones por el simple hecho de ser mujer. Dicen que el cine es el espejo de la realidad, al igual que lo fue la pintura durante gran parte de la historia. Un espejo - liso o deformado - sobre el que se proyectan historias narradas a través de imágenes en movimiento. Unas imágenes que, en última instancia, nos devuelven el reflejo de una realidad con la que podemos sentirnos identificadas. Una realidad en ocasiones terrorífica que nos golpea, desde la metáfora, haciéndonos ver que a veces la ficción no se aleja tanto de la realidad. 

La reina del grito: un ensayo de temores, escapadas al cine, pases de prensa, feminismo, relaciones tóxicas, pelis de terror, pasión por el cine... Un libro para leerlo y no parar de recomendarlo a grito pelado, como las Scream Queens clásicas. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Una chica vuelve a casa sola de noche es de 2014, tiene ya unos años. Cuando la vi, ya no era una niña. Pero reconozco que en aquel momento aún no había hecho el ejercicio real de rebelarme contra ese miedo. Ni siquiera me había cuestionado por qué lo había aceptado sin más y me había acostumbrado a vivir con él."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Blackie Books

miércoles, 18 de noviembre de 2020

RESEÑA: La Bella y la Bestia.

 LA BELLA Y LA BESTIA


Título: La Bella y la Bestia. 

Autor: Bayard Taylor (Kennett Plaza, Pensilvania, 1825- Berlín, Alemania 1878). Poeta, crítico, periodista y diplomático. Fue un gran viajero que recorrió cinco continentes para contar sus experiencias en libros enormemente populares en su tiempo. Fue también, en muchos sentidos, un visionario social que acertó a predecir los derechos de las mujeres, las uniones homosexuales y el culto a la naturaleza y la vida sana. 


Editorial: Hermida Editores. 

Idioma original: inglés. 

Traductor: Losé Luis Piquero. 

Sinopsis: Un príncipe brutal y libertino que reina sobre almas y haciendas. Dos gemelos idénticos que ni sus padres ni la novia de uno de ellos pueden distinguirlos. Un hermano cuáquero que oculta a su pequeña y humilde comunidad un secreto casi increíble. Los estrafalarios miembros de una comuna que se adelante en cien años al movimiento hippy. Éstos son algunos de los personajes que se asoman en las páginas de La bella y la bestia. Y lo hacen en relatos en los que a veces se impone el humor (un humor desenfrenado e incluso algo gamberro) y otras veces la delicadeza de los sentimientos humanos más íntimos. Referencias tan dispares como Mark Twain, Dickens y Bret Harte, Las mil y una noches, los libros de viajes, los cuentos de hadas y las distopías sociales que un siglo más tarde harán furor en la literatura europea y norteamericana nutren una obra con hechuras de gran clásico que, sin embargo, nunca ha sido traducida a nuestro idioma y que incluye, en el relato que da título al conjunto, la idea original de la leyenda de la bella y la bestia, tantas veces llevada al cine. 

Su lectura me ha parecido: sorprendente, clásico en su forma, anticipador en su contenido, algo pesado, desigual, inquietante, gamberra, delicada, muy personal, una grata sorpresa... Tal vez esto que voy a confesaros en este primer párrafo suene un tanto frívolo pero la verdad es que, durante el confinamiento, llevé muy mal eso de no recibir libros por parte de las editoriales. Esa sensación de encontrarte en el buzón el libro que tanto has peleado, con mayor o menor intensidad dependiendo de los casos, para poder meter tus ojos en su interior e ir extrayendo cada una de las ideas para, posteriormente, plasmarlas sobre una cibernética hoja en blanco. Tan impoluta, tan dispuesta a resguardar cada una de las palabras tecleadas. Esa sonrisa que siempre se me queda cada vez que el cartero sube cargado (a veces hasta con cinco paquetes) para entregármelos en mano porque en el buzón, como es de esperar, no caben. De estos pequeños encuentros saqué en claro su amabilidad y profesionalidad, además de su afición por el ajedrez, al cual me imagino que dedicaría parte de su tiempo de encierro colectivo. Las editoriales dejaron de enviar ejemplares a prensa, algo lógico si tenemos en cuenta la necesidad de reducir los riesgos ante posibles contagios, y por tanto, el cartero dejó de pasarse tan a menudo por mi casa. Aún así, no me faltó trabajo, tenía reseñas atrasadas, lecturas a las que pegarles un buen repaso y una antología que fue, poco a poco, dando sus primeros pasos. Sin embargo, ese olor a libro nuevo, ese placer que sentía - y todavía siento - al rasgar el paquete, esas muestras de cariño y pasión lectora por parte de las editoriales cada vez que sacaban un ejemplar nuevo me faltaban en mi día a día. Sólo esos correos formales al término de cada nueva crítica me conectaban con esa antigua cotidianeidad por entonces quebrada. Nos preguntábamos cómo estábamos, nos deseábamos que todo estuviera bien, que la cosa pasase pronto para volver de nuevo a la carga. Todo ello desde la lejanía, desde nuestras respectivas casas, entonces convertidas en despachos compartidos. Por supuesto, hubieron algunos libros que se devolvieron, que se perdieron - aún no conocemos el paradero - o que se enviaron a la sucursal equivocada. Esa misma suerte corrió el libro del que hoy tengo el placer de hablaros. Viajó desde su lugar de origen y erró en su destino, en plena pandemia, en plena limitación de movimientos. El paquete regresó, con la promesa de emprender, esta vez, el camino correcto. A los pocos días de levantarse algunas de las restricciones, el presente volumen de relatos acabó por fin en mis manos. Desde entonces a este - y a su insigne compañero de viaje - los llamo "libros errantes", en clara alusión al ensayo de Tokarczuk y a su odisea en tiempos pandémicos. Hoy uno de ellos, el más tocho, regresa a mi mesa de trabajo, dispuesto a dejarse destripar (en el buen sentido) por una servidora. La Bella y la Bestia: gemas literarias, comunas y visionarias distopías sociales al servicio del público del siglo XXI. 


Antes de adentrarnos en las entrañas del conjunto de relatos que compone La Bella y la Bestia y otros cuentos del hogar (así se titula en realidad, sin acotaciones, la antología en cuestión) es preciso conocer la figura de su autor. ¿Quién es Bayard Taylor? ¿A qué se dedicaba? Y lo más importante ¿cómo es posible que actualmente tengamos tan poco, por no decir casi nada, de él traducido y editado en nuestro país? Para empezar, si buceamos un poco por internet, lo primer que nos llama la atención de su biografía son los cientos de viajes que Taylor se pegaba al rededor del mundo, llegando a poner pie en los cinco continentes. Debido a su condición de diplomático, a pesar de sus humildes orígenes, éste no dudaba en visitar algunos de los lugares más fascinantes del globo terráqueo. Desde Japón a Australia, pasando por Rusia, la antigua Prusia o la Europa del norte. Fue especialmente este territorio por el que más fascinación sintió, llegando a pasar largas temporadas en Suecia para aprender el idioma, política y costumbres del lugar. De esta pasión por el país nórdico su poema narrativo Lars, sus numerosos artículos publicados posteriormente bajo el título Northen Travel: Summer and Winter Pictures. A decir verdad, para el autor estadounidense cada estancia y viaje que emprendía, la mayoría por trabajo aunque también por placer, le servía como excusa para poder plasmar sus vivencias, anécdotas u opiniones acerca del lugar en el que se encontraba. Todos ellos desde un carácter que oscilaba entre lo divulgativo y lo intelectual. Fue así como Taylor escribió libros como Una visita a India, Japón y China en el año 1853, Las tierras del Sarraceno, Colorado: un viaje de verano o Cuadros de Palestina, Asia Menor, Sicilia y España (¿os creíais que Taylor, con lo viajero que era, no iba a poner pie aquí? y encima durante el reinado de Isabel II). Además de sus distintas visitas a países extranjeros, Taylor cultivó una fuerte amistad con el científico alemán Alexander von Humboldt - recordemos, padre de la Geografía como disciplina y la ciencia empírica - llegando incluso a acompañarle en alguno de sus viajes científicos a lugares como la Asia central. Por si fuera poca su vinculación con el mundo de la ciencia, Taylor se casó en segundas nupcias con María Hansen, hija de Peter Hansen, un conocido astrónomo germano-danés al que le debemos el cálculo de las posiciones lunares a partir de la teoría de la gravedad de Newton. Antes de morir en Berlín en el año 1878, tras su nombramiento como ministro de Estados Unidos para Prusia, a Taylor le dio tiempo a escribir Una historia de Pensilvania y a visitar de nuevo sus adorados países escandinavos, en especial Islandia. A pesar de considerarlo como uno de los más insignes escritores de libros de viajes la crítica, no obstante, señaló su falta de imaginación, calificándolo como un autor convencional dentro del sentimentalismo tan típico en la literatura del siglo XIX. Esto último, para los que hemos leído La Bella y la Bestia y otros cuentos del hogar, no dejará de parecerme un chiste del mal gusto. Si bien es cierto que no todos son perfectos y que algunos parecen enclaustrados en las modas estilísticas de la época, me parece desproporcionado tachar a Taylor de poco original teniendo en cuenta lo mucho que se anticipó a algunas de las realidades y debates más acuciantes en la actualidad. Estaba claro que no todo eran crónicas viajeras en su vida y que la ficción más especulativa o terrible lograron, al fin trascender, aunque fuese a trompicones y desoyendo discursos academicistas. 


Reconozco que lo que me llamó la atención de su sinopsis fue la promesa de encontrar en su interior la idea original de la leyenda que inspiró el cuento La Bella y la Bestia. Una historia que, según los estudios, parece tener su origen o bien en la historia de Apuleyo titulada Cupido y Psique incluida en El Asno de Oro y que tendría sus reseñables versiones de la mano de Gabrielle-Suzane de Villeneuve y de Jeanne-Marie Leprice de Beaumont en el siglo XVIII. Cada cual más distinta entre sí pero que sirvieron de base para la proliferación de interpretaciones históricas, sociales y hasta psicológicas; así como de adaptaciones cinematográficas enormemente populares. Algunas edulcoradas - la de la compañía Disney del año 1991 - otras con argumentos secundarios añadidos - como la versión de Jean Cocteau de 1946 - y hasta fue trascendente para el nacimiento de auténticos iconos literarios o cinéfilos de la cultura popular - a saber King Kong o El fantasma de la Opera entre otros -. Teniendo en cuenta todos estos datos, las expectativas estaban por las nubes. Sin embargo, me encontré una lectura de casi setenta páginas - es el relato, aunque deberíamos referirnos a él como nouvelle, más largo del libro - y que sorprendentemente no tiene nada que ver con lo que conocemos del relato. Ni hay relación romántica, ni una profecía, ni un Gastón, ni una rosa que se marchita con el paso de los días acortando la vida del protagonista. Lo único que sí que se mantiene es la premisa de un príncipe cruel - que incluso tortura y da rienda suelta a un inusitado libertinaje - y una joven bella y bondadosa que irrumpe en su vida para trastocarla por completo. Si bien este relato en concreto - que por cierto se curró poco su título - no tiene el mejor de los pulsos narrativos, de hecho en ocasiones resulta bastante soporífero a pesar de lo atractiva que puede parecer la idea, al menos desde un punto de vista de márquetin, es de agradecer que la crueldad esté presente, así como una ambientación interesante que nos retrotrae a los orígenes del propio cuento. El resto de historias - ocho sin contar el que da nombre al volumen - podemos referirnos a ellas de dos formas. O bien dando la razón, aunque con regañadientes, a los estudiosos al tratarse de tramas en las que los personajes fingen ser quien no son (el pobre que es inmensamente rico o el que pretende ocultar un secreto oscuro de su pasado para aparentar), amores imposibles por pertenecer a clases sociales diferentes y en los que siempre la moraleja, para bien o para mal, siempre está presente. Todas ellos, como ya he dicho, muy típicas de la literatura del XIX. O bien abrazado todos aquellos temas realmente revolucionarios como el acoso escolar, la igualdad entre hombres y mujeres, el ecologismo o la existencia de comunas cuya descripción encajaría más con una autora o autor de los años 60 que con la de un decimonónico. Dicho de otra forma, Bayard Taylor se adelantó cien años a la aparición de las distopías sociales que tan populares harían a escritoras y escritores como George Orwell, Margaret Atwood, Aldous Huxley o Ray Bradbury a lo largo del siglo XX. Por no hablar de que prácticamente inventa el hipismo y algunas de las características más reseñables de lo que posteriormente se llamará "Contracultura". Con todo, ¿es Bayard Taylor un buen escritor? Dependiendo de tu disposición, paciencia y estado de ánimo lo tolerarás mejor o peor. ¿Es entonces un autor a tener en cuenta y a seguir la pista? Sí, y éste es rotundo, a pesar de su desequilibrio narrativo, siempre será bueno aprender e investigar, desde un punto de vista histórico, dos de mis grandes pasiones intelectuales: los viajes y las distopías. Así que no tenerle miedo, ni respeto, que su humor - desenfrenado en ocasiones - merece la pena. La Bella y la Bestia: nueve relatos y una novela corta llenos de ironía, crítica, ingenio, estrafalarios comuneros, inquietantes gemelos, príncipes lujuriosos... El primer paso para traer más criaturas literarias de Bayard Taylor a nuestro idioma. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Bueno, como en algún momento debo terminar, que sea aquí y ahora. Para volver a citar a lord Bacon, tome mi "relato redondo y sin pulir" y quizá el mundo aún reconozca que algún bien ha hecho quien esto firma."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Hermida Editores

miércoles, 11 de noviembre de 2020

RESEÑA: Dicen.

 DICEN 


Título: Dicen. 

Autora: Susana Sánchez Arins (Villagarcía de Arousa, Galicia, 1974). A pesar de haber nacido en un pueblo costero, la autora creció en O Foxo, una aldea que en 2018 contaba con tan sólo seis habitantes. Estudió Filologías Hispánica y Portuguesa en la USC y obtuvo el DEA en Literatura Comparada. En 2008 ganó el XXI Premio Nacional de Poesía Xosé María Pérez Parallé con la obra (de) construçom (Espiral Maior, 2009). Le siguieron los poemarios Aquiltadas (Estaleiro Editora) y A novia e o navio (Através Editora) en 2012. En 2015 publicó Seique (Através Editora) y en 2018 la plaquette poética Carne da minha carne (Editora Apario) y el libro de relatos Tu cantas e eu conto (Através Editora). La editorial Deconatus ha traducido y editado recientemente su obra Seique (Dicen) al español. 


Editorial: Deconatus. 

Idioma Original: Gallego. 

Traductor: Susana Sánchez Arins. 

Sinopsis: Dicen es una historia familiar real atravesada por la represión franquista. Cuenta aquello que no está registrado en actas notariales, ni en periódicos, ni en libros, ni en archivos provinciales. Cuenta el día a día de un silencio que se hizo largo, muy largo, y que nos ha condicionado hasta ahora. Dicen cuenta hechos reales en una red de voces acalladas durante generaciones. Dicen no está escrito desde la reflexión política, sino desde la justicia poética. Justicia poética es recordar a aquellos que tuvieron que construir una vida en medio de una situación inhumana y borraron su paso por la vida, los represores. Susana Sánchez Arins ha creado una narradora perspicaz, transparente y honesta que surge de la necesidad de redimir ese silencio. Y así nace un libro de secuencias que es novela, poema, ensayo y ninguna de esas formas a la vez. Dicen es la memoria histórica que necesitamos para entender los silencios que nos han configurado de manera inconsciente. 

Su lectura me ha parecido: cruda, poética, metafórica, experimental, breve, sincera, con un punto de fragilidad estremecedor, realista, cercana, fragmentaria y, sobre todo, muy necesaria... De entre la nebulosa en la que nos vemos inmersos como sociedad desde el mes de marzo - donde la crisis del coronavirus en España ocupa un lugar primordial en cualquier telediario que se precie - aparecen, muy de vez en cuando, pequeñas noticias que nos retrotraen a un pasado cercano, a ese que vivíamos con intensidad, apelotonados, de botellón, dándolo todo en la pista de baile, viajando como locos. Cuando las sonrisas aún no pertenecían al terreno de la intuición o los abrazos al de la prohibición. Notas de prensa que nos recuerdan que en este país, antes de que "el bicho" lo inundara todo, existían otros problemas, algunos tan transcendentales que hasta entroncan con nuestro pasado, el más oscuro, el mismo que se pretende restaurar, como si de una obra de arte dañada por años de maltrato se tratase, desde la memoria y el respeto. Ese que actualmente sigue siendo objeto de debate, estudio y de, por desgracia, furibundas detracciones que contribuyen a acelerar una inusitada escalada de la intolerancia, la violencia, la ignorancia y la injusticia. La Covid-19 ha dejado espacio para que la noticia sobre del posible riesgo a expolio del Pazo de Meirás por parte de la familia Franco - según las últimas informaciones se ha confirmado la contratación de medio centenar de camiones por parte de los nietos del dictador para llevar a cabo la "mudanza" - tuviese su minuto, literalmente, de protagonismo en los informativos del día 9 de noviembre. Y aunque la polémica viene de lejos, no fue hasta dicha fecha cuando supimos de la intención del estado de solicitar una orden judicial para poder entrar en el Pazo, analizar su estado y proceder a un minucioso inventario de todos los bienes patrimoniales y artísticos que se hayan en su interior para evitar, de este modo, la extracción de los más valiosos. De entre los muchos objetos susceptibles de sufrir un segundo expolio se encuentran la biblioteca de Emilia Pardo Bazán - quien lo mandó construir y donde escribió algunas de sus obras más importantes - pergaminos medievales, cuadros de Álvarez Sotomayor y Zuloaga y, por supuesto, las famosas estatuas de Isaac y Abraham del Maestro Mateo procedentes del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. Este caso, el de los litigios entre el gobierno y la familia Franco por la propiedad del Pazo de Meirás no deja de ser un ejemplo mas, la punta del iceberg bajo la que encontramos todo un legado de apropiaciones, compras fraudulentas, expropiaciones, encarcelamientos, sometimientos y asesinatos que caracterizaron lo que hoy conocemos como Franquismo. De lo particular - una aldea gallega a día de hoy prácticamente desaparecida - a lo general - una cruenta guerra civil y casi cuarenta años de dictadura - pasando por el relato de una generación marcada por dichos acontecimientos. De todo eso habla la novela de Seique, novela de Susana Sánchez Arins que la editorial Deconatus ha traducido y editado bajo el título de Dicen: memoria histórica a golpe de modernidad y estremecimiento.  


Tanto la Guerra Civil como la Dictadura Franquista han tenido su particular apogeo literario, sobre todo en los años 90 y a lo largo de lo que llevamos de siglo XXI. Dulce Chacón, Javier Cercas, Alberto Méndez Bora, Manuel Rivas, Julio Llamazares o Almudena Grandes son algunas de las autoras y autores que han basado parte de su producción literaria en este importante acontecimiento. Sin olvidar, por supuesto, a los clásicos patrios como Camilo José Cela, Ana María Matute, Ramón J. Sender, Manuel Chaves Nogales, Carmen Martín-Gaite, Arturo Barea, Elena Fortún o Josep Pla entre otros. Por no hablar, y ya con esto cierro la extensa lista, de dos ilustres escritores extranjeros que combatieron en la contienda y dieron buena cuenta de ello en textos como Campanas a media noche - de Ernest Hemingway - y Homenaje a Cataluña - de George Orwell -. La cantidad es enorme, tanto que en ocasiones pienso que, en lo que a ficción se refiere, se debería crear en las librerías una sección específica que aglutine todas las novelas ambientadas en la Batalla del Ebro, en la de Teruel, en la Desbandá de Málaga o en los bombardeos de la ciudad de Valencia, por citar algunos ejemplos. Hay que decir que no todas ellas gozan del ni del mismo prestigio ni de una calidad literaria que quite el hipo, por no decir que la inmensa mayoría se amolda a los cánones típicos del best seller español. Llegando por este motivo a cometerse verdaderas injusticias. Los ejemplos tal vez más sangrantes sean los de Alberto Méndez Bora y Elena Fortún. La segunda, por fortuna, está viviendo una reivindicación y una reedición de sus novelas infantiles y juveniles - la saga protagonizada por Celia, su heroína más famosa, es una descarnada crítica al modelo de niña y de mujer que el Franquismo acabó instaurando - y el primero es que directamente casi ni se menciona en los libros de texto cuando su colección de cuentos Los girasoles ciegos es, a mi juicio, lo mejor que se ha escrito al respecto. Dentro de este conglomerado de escritoras/es y de libros publicados, Susana Sánchez Arins vendría a representar un cambio, al menos en las formas, a la hora de presentar una historia ambientada en la Guerra Civil. Una modernidad que va más allá de su estilo descarnado y poético - su biografía literaria ya nos da pistas de lo importante que es para ella esto último - y que ahonda en las nuevas formas de conectar con el lector actual. Arins lleva hasta el extremo la idea de fragmentación, hasta el punto de prescindir de las mayúsculas al principio de cada párrafo, de cada frase antecedida por un punto. Como si quisiera trasladar al papel un testimonio captado por una grabadora. En el que la persona en cuestión habla, discurre, como un torrente, sin importar la ortografía, sólo el mensaje y la historia que nos está contando. De este modo, la forma prevalece sobre cualquier formalismo y el mensaje acaba recibiéndose con más impacto. Al principio, no lo voy a negar, choca, como cuando te adentras en las primeras páginas de Panza de burro - donde el habla canaria, los anglicismos mal pronunciados o lo quinqui impregnan el léxico de la novela - pero a medida que vas cogiendo el punto al texto y, sobre todo, si la novela es buena, la forma acaba en este caso ocupando un segundo plano en favor de lo que Arins nos quiere narrar. Que no es otra cosa que lo que ya sabemos y hemos leído pero a través de un canal muy distinto a lo que, desde nuestro sillón del conformismo, estamos acostumbrados como lectores. 


Como ya he comentado antes, la novela fragmentaria - creo que este es la mejor forma de referirse a ella - de Susana Sánchez Arins se contextualiza en dos acontecimientos clave en la historia más reciente de nuestro país: La Guerra Civil y la Postguerra. Sin olvidarnos de los constantes ecos, aquí es imposible hablar de flashbacks, a la vida y la sociedad anteriores al alzamiento pertenecientes al periodo de la Segunda República. A diferencia de muchas escritoras y escritores citados arriba, Arins ambienta parte de su novela en Portarís, una aldea muy concreta de la provincia de Pontevedra y de la que a día de hoy no constan datos demográficos desde el año 2016, por lo que es muy probable que se encuentre abandonada. Esta elección no es baladí, ya que el devenir de este pequeño núcleo de población se convierte en la metáfora perfecta para criticar la amnesia social frente a los crímenes del franquismo. En otras palabras, en esta novela la despoblación transcurre en paralelo al silencio y a la desmemoria forzosa de una época y de unas ideas. Situación que, como consecuencia, trae consigo un doloroso desconocimiento acerca de unos hechos acaecidos tiempo atrás, así como la desaparición de lo que un día fue Portarís. Además, lejos de quedarse en un retrato superficial, la autora hunde sus manos en el barro y en la memoria familiar para contar la historia de su tío abuelo Manuel García Sampayo, falangista, con un currículum sanguinario silenciado durante generaciones por la familia y que dio rienda suelta a su odio contra el que no pensara como él a sabiendas de saberse vencedor, y por tanto, parte de los que escriben la historia. De este modo, el "tío abuelo Manuel" se convirtió en uno de los represores más temidos de las Rías Baixas. Al retratar su figura y terrible legado, a pesar del mutismo familiar y las informaciones contradictorias que la autora encontraba en la ardua tarea de sacar a la luz todas y cada una de sus fechorías, lo que pretende Arins es superar no sólo el trauma colectivo, también el privado, el que ha acompañado a sus propios antepasados. Hablar de lo sucedido y de las salvajes represalias llevadas a cabo por dicho pariente para aliviar, cicatrizar, curar. Porque de nada sirve caminar hacia adelante si el pasado sigue pesando, como una losa, sobre los hombros de quien lo soporta. A colación con lo mencionado, la escritora aprovecha para resaltar el importante papel que juega la historia oral tanto en su labor de documentación como en la propia memoria de la Guerra Civil y la posterior represión. En especial el de las mujeres, las de su familia, las del pueblo, las de toda Galicia, las de toda España al fin y al cabo. Pues fueron ellas las que desde la sombra difundían las historias que posteriormente acababan contándose de generación en generación, convirtiéndose en las portadoras de lo sucedido. Arins recopila toda clase de testimonios: susurrados, en voz baja, enojados, plagados de significativos silencios, breves, largos, cascadas que descienden de nuevo tras una larga sequía. Todo ello para demostrar que, lo que ocurre de puertas para dentro, también puede convertirse en un sujeto político. Como historiadora sé que la oralidad no lo es todo en cualquier artículo, trabajo o libro sobre el tema. De hecho, siempre hay que apoyarlo con otro tipo de fuentes, las cuales no acaban restando importancia al relato, todo lo contrario, lo apoyan y refuerzan, si es que ese es nuestro objetivo intelectual como investigadoras/es. Sin embargo, en Dicen tienen su sentido, más allá de lo histórico si su intencionalidad oscila más hacia lo literario que a lo ensayístico aunque, eso sí, siempre bajo el paraguas del contexto. Por último, y no menos importante, señalar que esta novela está originariamente escrita en gallego, por lo que es palpable, a pesar de la traducción, un localismo y carácter particulares que contribuyen a una mayor diversidad dentro de un panorama literario con tendencia a lo convencional y a escribir las mismas historias de siempre. 

Dicen: una historia de memoria histórica, salvajismo, ruralidad, recuerdos fragmentarios, voces del pasado, atrevimiento estilístico... Una maravillosa rara avis entre tanta repetición. 

Frases o párrafos: 

"mi padre nació en 1949, al año de abolirse el estado de guerra. mi madre vino al mundo en 1952 y aún los maquis andaban por el monte, la guerra se aparecía remota, pero estaba ahí. y ahí continúa."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Deconatus

martes, 3 de noviembre de 2020

RESEÑA: La condesa sangrienta.

LA CONDESA SANGRIENTA

Título: La condesa sangrienta. 

Autora: Valentine Penrose (Mont-de-Marsan, Francia 1898- Chiddingly, Inglaterra 1978) hija de coronel, en 1925 contrae matrimonio con el fotógrafo, poeta y pintor inglés Roland Penrose, quien la introduce en el movimiento surrealista en Inglaterra. Ambos frecuentarán a los surrealistas parisienses como Paul Éluard, Max Ernst o Joan Miró. Sus primeros poemas aparecen publicados en 1926 en la revista Cuadernos del Sur. En 1936, atraída por la filosofía hinduista abandona a su marido para vivir en Ashram con la pintora Alice Rahon Paleen. A su regreso a Europa y tras la Segunda Guerra Mundial Penrose vivirá en Inglaterra y pasará largas estancias en Cataluña y Canarias. Además de su pequeña aparición en la película surrealista La edad de oro de Luis Buñuel, Penrose es conocida sobre todo por su producción poética, literaria y ensayística. En 1962 publica La condesa sangrienta, uno de sus textos más famosos, y que inspirará a la poeta argentina Alejandra Pizarnik para escribir su obra más importante. Así mismo, Penrose se interesó por otros personajes igual de inquietantes como Giles de Rais. 


Editorial: Wunderkammer. 

Idioma: francés. 

Traductor: María Teresa Gallego y María Isabel Reverte. 

Sinopsis: Esta es la historia real de Erzsébet Báthory, una condesa húngara del siglo XVI que fue apodada "la condesa sangrienta" o también "la alimaña". Mujer fascinante y de belleza magnética, su fijación por la juventud, la brujería y un sadismo fuera de toda medida la llevaron a convertirse en una de las mayores asesinas de la historia: más de seiscientas doncellas murieron torturadas y desangradas en sótanos de su castillo en Csejthe. Cuatro siglos después, la gran poeta surrealista Valentine Penrose sucumbió al hechizo de la Condesa y reconstruyó su vida en forma de novela, con un minuciosidad y un lirismo fuera de lo común. Por encima de todo enjuiciamiento, la autora logra transmitirnos con libertad y viveza las profundidades de un personaje maldito que ha trascendido la crónica negra para convertirse en mito. Quizá porque, tal y como afirma Penrose en el texto: "No nos fascina lo agradable, nos fascina lo insondable."

Su lectura me ha parecido: poética, terrorífica, adictiva, absorbente, fascinante, reflexiva, oscura, sangrienta, perversa, con una protagonista que trasciende lo histórico, magnética, con un interesante punto esotérico, intelectual, elegante, vampírica, el sueño de toda y todo escritor fascinado con las tinieblas del alma humana... Mi primer contacto con la historia fue a través de la divulgación. Esta revelación no es nueva - más de una vez lo he comentado en este espacio de crítica y debate - y además, no debería suscitar ningún tipo de controversia o escandalo, a pesar de que, en terrenos más academicistas escuchar hablar de una aproximación a la materia para todos los públicos parece dar alergia. Más allá de consideraciones puramente personales (potenciar el lado más divulgativo de la historia no denigra dicho saber sino que puede convertirse en el medio perfecto para captar futuros expertos en la materia) lo cierto es que fue una revista de dicho cariz la que me descubrió por vez primera la cara más siniestra del alma humana. Mi primer ejemplar de la Muy Historia - en cuyas páginas me sigo sumergiendo a día de hoy maravillada por su capacidad de conectar al lector con un contenido de lo más completo y accesible - versaba sobre los malos de la historia. Un paraguas temático bajo el que se resguardaban las figuras que a todas y a todos se nos vienen a la cabeza (Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Leopoldo de Bélgica, Franco y un larguísimo etcétera) así como otros personajes menos conocidos pero igualmente perturbadores por sus acciones moralmente reprochables. Recuerdo tres de aquellas personalidades con especial nitidez. La primera fue Giles de Rais, noble francés del siglo XV que luchó en la Guerra de los Cien Años. La leyenda, que no las fuentes históricas, aseguran que estaba secretamente enamorado de Juana de Arco, de hecho fue un supuesto rechazo por parte de la Doncella de Orleans lo que hizo que Gilles se recluyera en su castillo de Tiffauges y comenzara a secuestrar a niños para, tras violarlos, asesinarlos a sangre fría. No es de extrañar que siglos después de su muerte en la horca el escritor Charles Perrault se inspirara en él para escribir Barba Azul, uno de los relatos más vivos en el debate intelectual gracias a la siempre necesaria perspectiva de género. La segunda fue Ranavalona I, reina de Madagascar durante los años 1828 y 1861 y apodada la "Calígula femenina". Acusada de haber asesinado al menos 150 mil personas, Ranavalona se reveló como una gran estratega, con un amplio círculo de espías e implacable con los cristianos, así como con la etnia malgache (mayoritaria en la isla). A pesar de haber llevado su defensa de las tradiciones y creencias religiosas de su isla hasta las últimas consecuencias - sus enemigos perecían en ríos llenos de cocodrilos - Ranavalona murió en su cama, en paz, sin una sentencia que la condenase por sus crímenes. Sin embargo, fue Erzsébet Báthory la que consiguió que durante un tiempo me obsesionara su figura, apariencia, trascendencia histórica, contexto y, por supuesto, los asesinatos que cometió con la ayuda de una serie de personajes más oscuros todavía y los distintos elementos mágicos que rodearon dichos sucesos. De ahí que, en cuanto tuve noticias de la publicación de este texto, me adentrara en el bosque y en las mazmorras de Csejthe para conocerla mejor a través de una de las voces más poéticas que he leído últimamente. La condesa sangrienta: lo macabro hecho poesía. 


No hay cosa que más miedo me de - a parte de las alturas - que encontrarme con una araña reptando por cualquier superficie. Ya sea en medio del campo, sobre la antigua chimenea de la casa del pueblo, entre las sábanas, e incluso saliendo de detrás de una estantería llena de libros. Hace poco me topé con dos de ellas, justo en el portal de mi casa, en una esquina, mecidas en su invisible tela de araña. Me observaban quietas, pacientes, esperando el momento oportuno para descender y aflorar mis terrores más primitivos. Por eso, no es de extrañar que al principio recelase de la portada del presente libro editado por la magnífica editorial Wunderkammer. Grande, negra, espeluznante y además peluda. Mi peor pesadilla vamos. Sin embargo, y una vez superado el hecho de que dicho arácnido jamás saltaría del papel a mi cara, me adentré con verdadera devoción a su lectura. Al fin y al cabo me considero una entusiasta de la leyenda negra de la condesa. Tras haberme empapado de documentación de mayor o menor grado intelectual acerca del personaje histórico, así como de los sangrientos hechos que envolvieron su vida, el texto de Valentine Penrose vino a arrojar luz sobre una perspectiva nueva. Lejos de aclarar algunas lagunas de la historia que se cuenta a partir de la información existente, lo que hace Penrose es directamente ofrecer una aproximación inminentemente literaria. Al principio no conseguía encajarla en ningún género en concreto. ¿Es novela? ¿Es ensayo? ¿Es biografía? Finalmente y tras meditarlo mucho, creo que la respuesta no reside en la categorización ni en las etiquetas, sino en la capacidad de su autora para la hibridación del texto. Literatura que navega entre varios mares por los que siente predilección pero, al mismo tiempo, sigue su propio camino, sin decantarse por alguno de ellos, creando una deliciosa ambigüedad en la que el lector se empapará lejos de cualquier barrera que impida una mayor comprensión de la obra. La poesía inunda el relato desde el principio, otorgando mayor belleza y lirismo a una historia tenebrosa y sanguinolenta. Intuía que Penrose, al pertenecer al movimiento surrealista inglés y, sobre todo, al tener una interesante obra poética en su haber, podía conducir la historia por dichos derroteros. Lo que no me esperaba es que ésta se convirtiese en una impresionante masterclass de escritura creativa. Hasta el punto de haberse convertido en una de mis lecturas de cabecera en lo que a creación literaria se refiere. Es tal la sensibilidad que Penrose imprime en el texto, combinándolo con esa siniestralidad y los distintos elementos fantásticos (brujas, magia negra, vampirismo, rituales, leyendas de la Hungría medieval...), que el resultado entre realidad y esoterismo - del que su autora es una experta - resulta tan inquietante como hermoso. Y todo esto sin descuidar la bibliografía, los documentos y toda clase de información que su autora ha recabado para la redacción del presente libro. Reconozco que su lectura es abrumadora, repleta de información y de un tono tan perturbador que a veces necesitaba descansar y reflexionar para regresar a esa Erzsébet Báthory tan "penrosiana". Una condesa que, a ojos de la autora, es un personaje que camina, sigilosamente, pero firme, impulsiva, dejando tras de sí el intenso carmín de doncellas previamente torturadas. Penrose no emite juicios de valor, ni siquiera se cuestiona la veracidad o no de los hechos, simplemente actúa como espectadora y documentalista, introduciendo al lector en el contexto de la Hungría feudal al tiempo que describe la última y sádica ocurrencia de la condesa sangrienta. 


Antes de marcharme hasta la próxima reseña me gustaría plantear un debate entorno a la siguiente pregunta: ¿fueron ciertos los crímenes de los que se le hicieron responsable a Erzsébet Báthory? Aunque para hilar aún más fino el asunto, el interrogante sería ¿existieron de verdad o fue un complot de los nobles húngaros de su tiempo para apartarla del poder a la muerte de su marido? Si tenemos en cuenta los sucesivos artículos - tanto históricos, artísticos, políticos así como médicos - lo cierto es que muchos coinciden en señalar su inquietante personalidad deriva de una serie de factores plausibles pero no exentos de un cierto halo literario. El primero de ellos es la endogamia, muy habitual en las monarquías o en los linajes aristocráticos - no debemos olvidar que los padres de Erzsébet eran primos - lo que nos conduce al siguiente punto a tener en cuenta, sus supuestos problemas mentales y la epilepsia. Si bien es cierto que las prácticas endogámicas podían ser determinantes en el padecimiento de enfermedades, ataques de ira, apariencia raquítica (ejemplo de ello es sin duda Carlos II de España) respecto a Báthory no existen pruebas claras de ningún trastorno congénito por culpa de la unión de sus padres más allá de la leyenda negra vertida sobre su figura. Y aunque, casualidades de la vida, es descendiente directa del famoso Vlad Tepes - recordemos, Príncipe de Valaquia cuya crueldad inspiró a Bram Stocker para escribir Drácula - no podemos afirmar con rotundidad que Erzsébet hubiese heredado, como si de una maldición se tratara, la maldad de su antepasado. Lo que si parecen confirmar es que sí sufría de epilepsia (enfermedad que, por supuesto, no estaba ni tratada ni estudiada en el siglo XVI) al tiempo que era testigo, desde bien pequeña, de las numerosas torturas que sus padres ejercían contra sus criados. Tal vez fue eso y no una supuesta enfermedad mental lo que acabó forjando un cruel carácter y una inaudita insensibilidad respecto a la violencia. Hecho que no hizo sino acrecentarse en el momento en el que la casaron a los doce años con Frenec Nádasdy - primo también y apodado el Caballero Negro de Hungría por su afición a empalar enemigos en tiempos de guerra -. Ambos eran muy distintos, ella más instruida para la época y él un orgulloso analfabeto - pero compartían su afición por elaborar métodos de tortura cada vez más sofisticados y sanguinarios con los que castigar a sus criadas. Fue la súbita muerte de Frenec en pleno campo de batalla lo que provocó, según los expertos, el enriquecimiento por un lado y declive psicológico por otro de la propia Báthory. Es ahí donde entra lo que Valentine Penrose cuenta en su libro. Esa terrorífica reclusión, prácticas de brujería, sadismo, secuestros, doncellas de hierro, baños de sangre y todo eso con ayuda de Ficzkó - su más estrecho colaborador y que en el libro da mucho miedo - y de las brujas Dorotea, Helena y Prioska y Katryna. Cinco personajes cada cual más perturbador cuyas vidas acabaron en la picota o en la hoguera tras el juicio Bitcse (en el que se juzgó los crímenes tanto de la condesa como de los secuaces anteriormente nombrados). Pero, en toda esta historia falta comentar el papel que tuvieron los nobles de su tiempo que, al ver como Erzsébet Báthory se convertía a la muerte de su esposo en la señora feudal con más poder de toda Transilvania, no dudaron en instigar todo tipo de rebeldías y complots contra ella, aunque también hay que decir que Báthory no se quedaba atrás en la política de intrigas y espionaje. Las aspiraciones de la nobleza se vieron recompensadas en dicho juicio y, aunque por aquellos tiempos una ley impedía que una aristócrata fuese procesada, Erzsébet fue recluida en su castillo de Csejthe hasta que cuatro años después un guarda la encontró tirada, boca abajo y con el corazón tan frio como el hielo. Tras su muerte y los problemas que supuso su entierro - a día de hoy no se sabe a ciencia cierta donde descansan sus huesos - se prohibió hablar de ella en todo el país y se sellaron sus documentos durante más de un siglo. Verídico o no, lo cierto es que, de descubrirse la falsedad de las acusaciones - lo cual es muy poco probable que suceda - afirmaríamos con rotundidad que el mito surgido a posteriori se habría creado sobre las cenizas de una falsedad demasiado horrible para ser cierta pero igualmente atractiva desde el punto de vista de la creación literaria o artística. ¿Cuál es mi opinión? Que siga la investigación, que se encuentren los famosos diarios perdidos de la condesa (si es que alguna vez existieron) y, por supuesto, que se haga desde una perspectiva de género. Mientras tanto, nos quedará el terror, la leyenda y textos como el de Penrose, capaces de arrancarnos un escalofrío mientras observamos la copa rebosante de sangre a punto de ser ingerida. 

La condesa sangrienta: una historia de terror, cuchillos, mazmorras, doncellas enterradas en el huerto, traición, conspiraciones, brujas, leyendas medievales, ríos de sangre, deseos sexuales reprimidos, alienación, chantaje, belleza, poesía... El desconocido clásico del terror que ha vuelto para quedarse. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Un día trajeron desde muy lejos, desde una aldea situada más allá de Eger, cercana a los Grandes Cárpatos, donde moran los vampiros, donde las brujas pueblan las nubes, y a veces de cisnes, el cielo, a una muchacha de cuya belleza había trascendido la fama. Los juegos de espejos informaron, de castillo en castillo, de que se iba acercando. El viaje duró un mes: y, mientras otras estaban esperando desde hacía mucho su turno en los subterráneos de Csejthe, a ella la sacrificaron la misma noche que llegó."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de WunderKammer