ORLANDO
Título: Orlando.
Autora: Virginia Woolf (1882-1941), pilar de la narrativa contemporánea y figura central del Grupo de Bloomsbury, cultivó con éxito la novela escribiendo títulos tan memorables como La señora Dalloway, Al faro o Las olas entre otras. Al mismo tiempo también se atrevió con el ensayo literario (El lector común), el político (Tres guineas) y la biografía (Roger Fry). También lo que podríamos denominar un nuevo género: la biografía semificticia, como el caso de Orlando. Miembro de lo que se ha denominado la aristocracia intelectual británica, a su muerte (suicidándose en el río Ouse, cercano a su domicilio), el poeta T. S. Eliot escribió que se habían dado en su vida y obra unas características tan singulares e inéditas dentro del mundo anglosajón que difícilmente se repetirían. Una opinión que la posterior publicación de sus diarios, cartas y varias biografías han confirmado. Su ensayo feminista, Una habitación propia, es uno de los más aclamados e influyentes desde el momento de su publicación.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: inglés.
Traductora: María Luisa Balseiro.
Sinopsis: desde su nacimiento en la Inglaterra isabelina como varón, Orlando va atravesando épocas y geografías hasta los mismos años en que la autora escribe, en un continuo viaje vital que incluye asimismo la transformación de varón a mujer. Llevado en volandas como en un sueño, el lector vive a través de su peculiar protagonista muchas vidas, muchas aventuras, al tiempo que asiste a una de las más sugerentes exploraciones de la identidad sexual plasmadas nunca en la ficción.
Su lectura me ha parecido:
Revolucionaria, adelantada a su tiempo, menos densa de lo que me esperaba, totalmente atemporal, transgresora, divertida en ocasiones, cuyas reflexiones están más de actualidad que nunca... Cada vez que alguien pronuncia el nombre de Virginia seguido del apellido Woolf es como si un rayo impactase contra el suelo, como si hubiese pasado un ángel, como si la piedra más pesada hubiese sido colocada sobre los hombros de los presentes. Sí, la escritora británica tiene fama de dura y de poseer una de las plumas más originales a la vez que más complejas de la literatura universal. De hecho, es por eso, junto a un supino desconocimiento de su obra por parte de las generaciones más jóvenes - ¡maldito sistema educativo! - lo que ha provocado que generaciones y generaciones hayan pasado por este mundo sin haberse adentrado en algunos de sus títulos más emblemáticos. Y lo más preocupante, que generaciones y generaciones de mujeres hayan pasado de largo frente a libros como Una habitación propia o La señora Dalloway, ignorando los poderosos mensajes feministas que esperaban ser leídos y sacados del ostracismo que provoca cualquier estantería de cualquier librería. Afortunadamente, una nueva corriente - la cual está en constante transformación y redefinición - parece haber espoleado a las mujeres y hombres que están destinados a dirigir el futuro de la humanidad para que devorasen insaciables a Virginia Woolf y el contenido de sus novelas. De un tiempo a esta parte, la autora británica vive una especie de segunda vida gracias al movimiento feminista, el cual no ha dudado en ensalzar su figura como una deidad inquebrantable e intocable. Un legado, el de su contundente producción literaria, que no hace sino recordarnos como el poder de las palabras es capaz de perdurar en el tiempo y volcar sobre la sociedad, y justo en el momento más urgente, toda una serie de ideas a las cuales deberíamos prestar más atención. Virginia Woolf nunca dejará de sorprendernos, y más con libros como el que hoy tengo el privilegio de reseñar. Orlando: una biografía andrógina.
Me costó adentrarme en la literatura de Virginia Woolf. Sí, y lo digo con toda la sinceridad del mundo. Porque me he dado cuenta de que a pesar de que sabía de la existencia de al menos un libro escrito por esta autora - una añeja edición de Las olas que todavía aguarda su turno en la estantería del comedor - nadie, absolutamente nadie me incentivó a leerlo. Esto no es ni resentimiento ni un ejercicio de autoflagelación por mi parte, simplemente expongo una situación, la de que, a pesar de que en casa la lectura estaba y sigue estando a la orden del día, me faltó una piza de apoyo externo, un empujón por parte del temario o de alguna o algún profesor para que acabase decidiéndome por dicha lectura. Si al menos Virginia Woolf - con lo que fue ella - hubiese aparecido en alguna de las páginas de mi libro de texto de lengua, de historia o incluso de filosofía; tal vez en algún momento de mi adolescencia me hubiese adentrado en él, por muy difícil que fuera su lectura y aunque no hubiese entendido a la primera lo que la novela quería transmitir. Eso se cura con curiosidad y ganas de seguir aprendiendo. Sin embargo, si en los institutos prima el memorizar y el no ahondar en el porqué de las cosas, es muy difícil que una alumna o alumno genere inquietudes más allá de aspirar al aprobado. Y si a eso le añades la poca o nula visibilidad a las mujeres en los temarios de primaria, secundaria y bachillerato; la situación es todavía peor. De lo que no se habla es porque automáticamente no existe, o lo que es lo mismo, si Virginia Woolf no aparece en el lugar que le corresponde como escritora feminista, entonces es que no fue para tanto, no fue tan importante. Tuvo que pasar un tiempo para que me diese cuenta de lo que me había perdido por el camino y de lo mucho que queda todavía por hacer en materia de igualdad en todos los ámbitos, incluyendo el de la investigación en historia. Poco a poco vamos desenterrando mujeres ilustres sepultadas bajo el polvo del patriarcado y también devolviéndolas al lugar que les corresponde por derecho y justicia dentro de su correspondiente cronología. Gracias a esto si todavía no me he leído Las olas no es porque desconozca a Virginia Woolf, sino porque prefiero adentrarme en otras novelas antes, novelas como Orlando. Sin duda, todo un descubrimiento.
Antes de que el lector se adentre en la lectura de esta original biografía éste se topa con una dedicatoria muy reveladora. Pocas veces suelo hacer caso a las frases que la autora o autor de turno dedica en agradecimiento a una o a un grupo de personas, así como las citas colocadas a una página de dar comienzo la novela. No obstante, en esta ocasión no pude evitar sonreír al leer el nombre de la afortunada. Virginia Woolf dedicó Orlando en 1928 a Vita Sackville-West - aristócrata, escritora, poeta, diseñadora de jardines y amante de la propia Virginia - ya que se había inspirado en ella a la hora de escribirla. Vita Sackville-West se había casado con Harold Nicolson, con quien mantendría una relación abierta, cosa muy común en los grupos artísticos e intelectuales del Grupo de Bloomsbury - al que Virginia Woolf pertenecía - pero mal visto para el resto de la sociedad de la época, una sociedad a punto de abandonar el canon victoriano para abrazar la modernidad del nuevo siglo. Tal vez fuese la libertad con la que Sackville-West vivía su vida lo que acabó por prender la mecha ya no sólo de la pasión - tuvieron una relación durante unos años - también de la pluma de Woolf, dando lugar a una de las obras más singulares y avanzadas de su tiempo. Más allá de la confirmación de este romance, Orlando es un documento de grandísimo valor dada su calidad literaria, la excepcionalidad de su trama y sobre todo el mensaje que con ella Woolf pretendía lanzar al mundo. La novela de Woolf narra la vida de Orlando, un joven noble y con gran afición a la literatura que vive en plena edad dorada del periodo Isabelino y al que acompañaremos en su viaje físico, sentimental y corporal a lo largo de varios periodos de la historia. Tras un largo sueño durante el periodo de la Restauración, Orlando se despierta siendo mujer gracias a la intervención de tres espíritus (Nuestra Señora de la Pureza, Nuestra Señora de la Castidad y Nuestra Señora de la Modestia). Curiosamente, tres espíritus que simbolizan el canon social al que la mujer debía adscribirse en esa época. Es a partir de ese momento cuando Orlando, ahora desde el sexo femenino, vivirá la condición femenina desde sus propias carnes, incluyendo el desprecio que los ilustrados del XVIII o la misma sociedad de la Inglaterra Victoriana del XIX.
Irónica, satírica, Orlando parece a priori una crítica a la férrea separación de las etapas históricas, dado que a lo largo de la novela los cambios fluyen sin importar límites temporales o espaciales, y por supuesto, una exhaustiva novela histórica. Sin embargo, algo subyace entre líneas, algo que tiene mucho que ver con la exquisita ambigüedad con la que Woolf dota al personaje de Orlando. Su aspecto andrógino en lugar de despistar refuerza la trama, así como el valor intelectual de la novela en su conjunto y el nivel de trasgresión. Recordemos que estamos ante una historia en la que un hombre se convierte tras un largo sueño en una mujer, pero también podríamos hablar de fluidez sexual, ya que en ocasiones - y hay unas cuantas - el lector tendrá dudas respecto al sexo del o la protagonista. De este modo podríamos hablar de Orlando como el primer personaje transexual famoso de la historia de la ficción y casualmente, el que le reportó más popularidad a su autora. Un personaje que, como hemos comentado en el anterior párrafo, saboreará las mieles de una época en la que si eres hombre puedes conseguir lo que te propongas - como escribir obras teatrales a lo Shakespeare o ser el favorito de la reina Isabel I - y que, por el contrario, sufrirá la discriminación, la injusticia y el descrédito de intelectuales y empresarios fabriles por el simple hecho de ser mujer. Las obligaciones de un sexo a otro distan tanto la una de la otra, que a pesar de la evolución histórica de la novela - 300 años -, el lector asiste a una verdad como una catedral: la de que por mucho que pase el tiempo, hay cosas que no cambian, que siguen igual. Los avances científicos siguen imparables, la moda evoluciona, el comercio se moderniza, al igual que la política, la cultura, las ideas o la concepción de Estado. No obstante, Woolf tiene razón, el machismo y el ninguneo al considerado "sexo débil" sigue y sigue, por los siglos de los siglos, intacto, inamovible, sin que a nadie se le ocurra simplemente deshacerse de él.
Además de concienciarnos de la latencia del machismo en nuestra sociedad - tan presente en nuestros días como en la época Georgiana - y lejos de quedarse completamente satisfecha, Woolf regala al lector una última reflexión más poderosa que la anterior, más importante, más revolucionaria. Sí, sabemos que Orlando cambia de sexo - de hombre a mujer - con todo lo que eso implica - de hombre de éxito a mujer discriminada por la sociedad -. Sin embargo, en ningún momento apreciamos como Orlando cambia de carácter, de actitud o de opinión. En otras palabras, Orlando sigue siendo la misma persona desde que nace en el siglo XVI hasta que la vemos por última vez a principios de siglo XX. Lo cual demostraría que el cambio de sexo sólo implica el cambio de género, y es el género - que tradicionalmente ha explicado las características asignadas a tanto a hombres como a mujeres - lo que de verdad cae como una losa sobre Orlando. No es la biología, sino los roles los que permiten que el protagonista viva toda clase de privilegios - incluso sexuales - al principio de la novela y lo que penaliza a la protagonista al final de ésta. ¿Se adelantó Virginia Woolf con esta novela a la segunda ola feminista de los 60-70? ¿Estamos ante uno de esos pequeños milagros que de vez en cuando contribuyen a llenar de prestigio a la literatura? ¿Quiso entonces Woolf exponer lo que Kate Millet diría a mediados de siglo XX? ¿Lo de que el género, independientemente del sexo, es una cuestión social? Las respuestas a estas preguntas parecen contestarse solas o a medida que nos adentramos en este portento de novela. Orlando es feminismo, fantasía, un libro que maravillará a las y los historiadores, la perfecta lectura para iniciarse con Woolf, pero sobre todo, es revolución y la confirmación de la existencia de mentes tan prodigiosas y visionarias como la de aquella mujer nacida en Kensington, criada en el círculo prerrafaelita, cuya madurez intelectual alcanzó en el número 64 de Gordon Square del barrio de Bloomsbury y que puso fin a su vida bajo las aguas del río Ouse.
Orlando: una historia de evolución, discriminación, privilegios, machismo, periodos históricos, ambigüedad, cambios, roles de género, valentía, entereza... El ejemplo en el que todas y todos los aspirantes a escritores deberíamos fijarnos.
Párrafos o frases favoritas:
"Armados como ellos están con toda clase de armas, mientras que a nosotras nos impiden conocer el alfabeto."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía Alianza Editorial
Hola! No conocía este libro de la autora pero lo cierto es que tiene buena pinta así que me lo apunto para buscarlo. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarUn saludo!
No, no es fácil leer a Woolf. Generalmente cuesta entrar en sus novelas, pero al final suele merecer la pena. Éste no lo he leído. A ver si me animo.
ResponderEliminarBesotes!!!
conozco esta novela y se de su gran influencia intelectual, ya no solo en el movimiento feminista, como bien nos has contado y explicado, también en las modernas reivindicaciones de los derechos de las personas LGTBI+. No lo he leído, pero si una novela es capaz de inspirar intelectualmente movimientos tan poderosos, tanto en la teoría como en la practica política, sin duda, es que es una gran obra de arte. Espero poder encontrar tiempo para adentrarme en esta tan aclamada lectura.
ResponderEliminarUna excelente reseña