ENERO
Título: Enero.
Autora: Sara Gallardo (Buenos Aires 1931-1988) publicó las novelas Enero (1958), Pantalones azules ( 1963), Los galgos, los galgos (1968, ganadora del Premio Municipal), Eisejuaz (1971) y La rosa en el viento (1979). Escribió también literatura para niños y un libro de relatos, El país del humo (1977). Además de como narradora, Gallardo destacó como periodista, y durante años colaboró, entre otras, con la revista Confirmado, así como en el diario La Nación. Los artículos publicados en estos medios aparecen compilados en Macaneos. Las columnas de Confirmado (2016) y Los oficios (2018). (Fuente: Editorial).
Editorial: Malas Tierras.
Idioma: castellano.
Sinopsis: Los días se suceden con aparente calma en una estancia del campo argentino. En torno a la mesa, la familia de Nefer, protagonista adolescente de Enero, conversa sobre la hacienda y la feria bovina, pero Nefer no escucha; presa de la angustia y ajena a lo que la rodea, guarda un secreto que, como un hongo negro y creciente, la consume: tras ser violada por un trabajador local, ha quedado embarazada. Pronto llegará la cosecha, y para entonces ya nada tendrá remedio. ¿Qué puede hacer una chica sola, en el campo, para no tener ese hijo que nacerá en invierno? ¿Y si galopa? ¿Y si reza? ¿Sucederá así un milagro? (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
Breve, aterradora, de una compleja sencillez, atemporal, con un vocabulario acertado pero dificultoso, crítico, social, brutal, una joya que debería haberse publicado en España hace mucho tiempo... Una vez, y por casualidad, escuché la triste e injusta historia de la hermana de una de mis tatarabuelas. Una joven, cuyo nombre no consigo recordar, que se quedó embarazada del señorito de la casa donde trabajaba formando parte del servicio doméstico y que murió a consecuencia de un aborto. La inexactitud y la bruma parecen envolver dicho episodio familiar. Ya que no es algo de lo que se hable mucho, incluso a veces dudo de si aquello ocurrió de verdad o si es producto de la confusión entre otras tantas anécdotas de mis antepasados. Sin embargo, la cuestión es que, independientemente de la credibilidad que subjetivamente le otorguemos, ha conseguido que me planteé la siguiente pregunta. ¿Por qué un hecho de estas características aparece como una nebulosa que emborrona la memoria de quien la trasmite o directamente desaparece de los recovecos de ésta? La respuesta la encontramos, como no podía ser de otra manera, en los mecanismos de defensa de psique que las personas usamos cuando se menciona lo innombrable, o dicho de otra manera, ese acontecimiento que por la razón que sea no queremos rememorar. La tradición y las convenciones morales o religiosas suelen estar detrás, pues, quien se quedaba embarazada fuera del matrimonio era, en muchos casos, rechazada, condenada por la sociedad y hasta repudiada del hogar familiar. Y si llegaba, como en el caso de mi antepasada, a abortar, entonces quedaba marcada de por vida. No obstante, lo que de verdad deberíamos preguntarnos, lo que más nos debería preocupar, es sin duda las circunstancias que envolvieron los hechos. Cabe la posibilidad de que desease de verdad acostarse con el señorito, pero ¿acaso alguien ha pensado que también podría haberse tratado de una violación? ¿Y la decisión de abortar? ¿La obligaron? ¿Se lo aconsejaron? ¿O simplemente fue ella, en soledad, la que tomó la decisión? ¿Fue espontaneo? ¿Provocado? ¿Y si fue esto último? ¿En qué condiciones lo habría llevado a cabo? ¿La ayudó alguien? ¿Alguna persona de confianza? ¿Un completo desconocido? ¿Tendría conocimientos sobre la materia? ¿Formaría parte de una red clandestina?... No sé si alguien de mi entorno más cercano se ha hecho todas estas preguntas, pero de lo que sí estoy segura es que, como no se hable de ello, ésta y otras historias similares no conseguirán despegarse de esa niebla, corriendo el riesgo de esfumarse para siempre. No pude evitar acordarme de esta historia, y menos conseguir despegarla de mis pensamientos a medida que conocía a Nefer que, al igual que mi antepasada, simplemente quería abortar. Enero: una lucha personal, un clamor mundial, un derecho universal.
La primera vez que tuve noticias de este libro estaba atravesando una etapa en la que la literatura latinoamericana brillaba por su ausencia tanto en mis lecturas habituales como en mi ya abarrotada estantería. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, y sin apenas darme cuenta, autoras como Samantha Schweblin, Ariana Harwicz, Alejandra Costamagna o la recientemente galardonada con el Herralde de Novela Mariana Enriquez desfilaron ante mis ojos con novelas o libros de relatos tan originales como sugestivos. Ahora mismo, si me preguntasen, estaría abierta a leerme, por fin (secreto inconfesable) Cien años de soledad, Pedro Páramo o a adentrarme en la poesía de escritoras como Elena Garro, Gabriela Mistral o Alejandra Pizarnik. Y todo eso gracias a Enero, de Sara Gallardo, una de tantas literatas que, por desgracia, conocemos poco o nada en nuestro país. Los días que dediqué a leer este relato mientras pasaba mis vacaciones estivales en el pueblo, un lugar en el que inevitablemente estás en permanente contacto con la naturaleza, contribuyeron a que la experiencia lectora fuese tal vez más inmersiva, más especial y por supuesto, más dura. A grandes rasgos, Enero cuenta la historia de Nefer - aunque lo más correcto sería decir que la autora nos hace partícipes y privilegiados testigos de su existencia - una chica de dieciséis años que acaba de descubrir que está embarazada, y que ese embarazo ha sido fruto de una violación perpetuada por un trabajador de la zona. En tan sólo siete páginas, Gallardo consigue, no sólo mostrarnos esas dos realidades paralelas que tienen lugar en una misma escena - la de la familia de Nefer preocupada por la feria bovina y la de la propia Nefer que sólo piensa en la desgracia que le acaba de caer encima - también que el lector sienta unas ganas tremendas de abrazarla. En las siguientes - hasta llegar al total y escaso total de ciento seis - asistimos sin remedio a todos los pensamientos que se pasan por la cabeza de la protagonista. Desde la inquietud de no saber qué hacer, hasta la angustia por tener que ocultar y llevar el embarazo en secreto, pasando por sus propias obsesiones - como el deseo de que el Negro fuese el padre del bebé - o la certeza de que, si no hace algo pronto, la criatura nacerá con el frío del invierno (de ahí el título del cuento). Si lo cuenta, sabe que entonces ella perderá la voz y serán otros los que tomarán decisiones por ella - serán los patrones, ni siquiera su propia familia podrá intervenir - por lo que la muerte, como última y desesperada opción, parece sobrevolar también los pensamientos de Nefer. Nadie parece entenderla, ayudarla ni ser capaz de ponerse en su piel en la Argentina rural de los años cincuenta, un entorno hostil que no hace más que rechazarla y ponerle las cosas más difíciles. El lector seguirá los pasos de Nefer a través de un estilo poéticos, simbólico, por momentos claustrofóbico y plagado de jerga propia del campesinado argentino - de ahí que en ocasiones la lectura me haya resultado por momentos difícil - en su odisea por escapar del destino que por ser mujer joven, pobre y embarazada fuera del matrimonio le espera. Se hace corto, sí, pero el cuento que Sara Gallardo nos lega a la sociedad consigue su doble objetivo: que amplíes horizontes narrativos a través de un costumbrismo literario al que poco a poco nos estamos acostumbrando los lectores más voraces y que, por supuesto, acabes siendo consciente de que la trama de Enero, desgraciadamente, sigue más vigente que nunca.
Una de las lecciones más importantes de mi etapa universitaria y que de vez en cuando me repito, como un mantra, cada vez que me enfrento a cualquier reseña literaria me la dio Isabel Burdiel, profesora y catedrática de Historia - experta en el siglo XIX español y muy especialmente en la figura de Isabel II - y tutora de mis respectivos TFG y TFM. Ante la tarea de, en ambos trabajos, enfrentarme a textos literarios para analizarlos desde una perspectiva histórica - la del siglo XX en concreto - a partir de un tema en concreto (el totalitarismo de los regímenes políticos y económicos en el primero de ellos y la islamofobia en Francia en el segundo de ellos), Burdiel señaló, ante mi insistencia de abusar de la palabra "reflejar", que estaba errando en mi planteamiento. Lo correcto era referirse a estos documentos como una "representación" y no como un "reflejo" del momento que están narrando en ese momento. Y tenía razón, ya que las novelas describen desde un indiscutible y subjetivo punto de vista lo que la autora o el autor observa a su alrededor y no colocan la realidad ante un espejo para que de como resultado una fotografía lo más exacta posible. La literatura siempre se ha movido por inquietudes personales, posicionamientos políticos, historias trasmitidas de generación en generación, preocupaciones intelectuales, sociales, económicas... En definitiva, que ninguna novela, obra de teatro, ensayo o poema nace desde la objetividad ni de la neutralidad. Por eso Sara Gallardo escribió este libro - a los veintisiete años de edad - porque el tema del aborto en el momento en el que la autora empezó a plasmar la historia de Nefer hasta el año de su publicación - 1958 - era todavía un tema tabú, del que nadie se atrevía a hablar en voz alta y que se ocultaba por ser considerado una atrocidad por numerosos sectores de la sociedad argentina. Hoy, sesenta y un años después, miles de mujeres de todo el país salen a las calles reclamando la legalización del aborto, la seguridad de su práctica - higiénicamente y judicialmente - y la posibilidad de que éste sea gratuito - ya que siempre son las mujeres más desfavorecidas de la sociedad las que tienen más difícil la posibilidad de llevarlo a cabo -. Sus protestas se han oído en medio mundo y el verde, el color con el que las manifestantes han asociado con esta lucha, ha teñido numerosas muestras de solidaridad de colectivos feministas fuera de sus fronteras. Sin embargo, el 9 de agosto de 2018, el Senado argentino volvió a dar la espalda a las mujeres al decir "no" al aborto - 38 noes frente a 31 síes - en una votación histórica dejando al país con la existente ley (que data de 1921) en la que las mujeres sólo pueden abortar en caso de violación o si supone un riesgo para la vida de la madre. Sin duda, un golpe muy duro para toda aquella marea verde que, concentrada frente al edificio del Senado y bajo la incesante lluvia que calló durante toda la jornada, esperaban ese ansiado cambio en la ley. Si nos atenemos a lo que Sara Gallardo expresa en el presente relato, mi parecer es el lógico, el de perseverar en la lucha, en seguir movilizando a la gente y en conseguir mayor repercusión internacional. Porque no queremos a más chicas que se vean en la misma situación que Nefer, sino una sociedad amparada por una ley adaptada a los nuevos tiempos y a la perspectiva de género, tan importante como necesaria.
Enero: una historia de desesperanza, incomprensión, dolor, amargura, invisibilidad, injusticia, presión, hostilidad, crítica... Un cuento cuya lectura se hace más necesaria que nunca.
Frases o párrafos favoritos:
"Porque los días están amadrinados, llega uno y sabemos que el otro viene, y también el otro, y el otro más, y hay que aguantarse, porque el hombre es un pobrecito que no puede levantar el cuchillo y decir: no quiero más días, sin decir: no quiero más hombre y arreglar tal vez las cosas metiéndose el cuchillo en la barriga. Porque los días son como una tropa sin fin pasando una tanquera."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Malas Tierras
No conocía a la autora. Apunto bien su nombre y este título, que me has dejado con muchas ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
de mis años de estudiante aprendí que siempre hay que tener un ojo puesto en la producción literaria latinoamericana, porque siempre salen joyas de aquellas latitudes. Tenemos suerte de poder leer en su idioma original a gentes como Gabriel Garcia Marquez, Julio Cortazar o la autora que hoy nos presentas con esta fantástica historia.
ResponderEliminarUna reseña muy interesante, aunque tal vez, a titulo personal, añadiría una reflexión sobre la diferencia entre legalización y despenalización respecto al aborto. No es lo mismo y creo que los matices enriquecerían el debate.
Una reseña fantástica y muy interesante para conocer un libro, que, francamente, me era desconocido.
¡Hola!
ResponderEliminarEn cuanto has empezado a contar lo de tu antepasado me has recordado una situación muy similar que ocurrió con mi bisabuelo materno. Él era un señorito del pueblo, por lo que tenía servicio, y con no sé si quince o así se lió con una chica que trabajaba para la familia. El caso es que ella se quedó embarazada y, precisamente, por la época que era eso de abortar ni se mencionaba. Total, que tuvo al hijo y mi familia se desentendió, ya que no era de su posición social... alucinante.
Imagínate, en esa época y con un crío, porque, claro, lo de casarse... teniendo en cuenta la mentalidad que había.
Es indignante.
En fin, que me apunto el título y lo que te dijo tu profesora.
¡Un saludo!