Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

jueves, 4 de marzo de 2021

RESEÑA: Relatos completos.

 RELATOS COMPLETOS


Título: Relatos completos. 

Autora: Virginia Woolf (1882-1941), pilar de la narrativa contemporánea y figura central del Grupo de Bloomsbury, cultivó con éxito la novela escribiendo títulos tan memorables como La señora Dalloway, Al faro o Las olas entre otras. Al mismo tiempo también se atrevió con el ensayo literario (El lector común), el político (Tres guineas), el feminista (Una habitación propia), la biografía (Roger Fry) y sendos volúmenes de cuentos. También lo que podríamos denominar un nuevo género: la biografía semi ficticia, como el caso de Orlando. Miembro de lo que se ha denominado la aristocracia intelectual británica, a su muerte suicidándose en el río Ouse, cercano a su domicilio. 


Editorial: Alianza Editorial. 

Idioma original: inglés. 

Traductora: Catalina Martínez Muñoz. 

Sinopsis: Consagrada y conocida sobre todo por novelas como La señora Dalloway - llevada al cine como Las horas - o el reivindicativo texto Una habitación propia, Virginia Woolf cultivó también el campo del relato breve a lo largo de toda su vida. En ellos se pueden adivinar temas, personajes y recursos que más tarde desarrollaría en sus novelas. La presente edición de sus Relatos completos incluye tanto los publicados en vida de la autora, como los póstumos e inéditos. 

Su lectura me ha parecido: evolutiva, personal, intimista, clásica al principio, experimental a medida que su escritura se vuelve cada vez más madura, conectada con su presente, renovadora... La primera vez que me adentré, después de superar ese respeto casi irracional hacia su literatura por miedo a que me resultase inaccesible mirase por donde se mirase, en el universo de Virginia Woolf fue a través de su ensayo más mítico: Una habitación propia. Recuerdo la residencia, el congreso, el paseo por la playa alicantina del Postiguet, el arroz negro, hasta el color de las sábanas de aquella habitación en la que, sin imaginármelo si quiera, acababa de dar por iniciada una deliciosa obsesión bibliófila. Una habitación propia resultó ser la mejor puerta de entrada a seguir devorando cada libro que veía firmado por ella. Todavía resuena en mi cabeza aquella reflexión entorno a la imaginaria hermana de William Shakespeare, cuyas actitudes para la escritura eran igual de fascinantes que las de su hermano y de cómo era su vida al haber nacido mujer y no hombre. Seguidamente, y en un contexto menos agradable, irrumpieron La señora Dalloway y Orlando. Dos novelones que me dejaron varias semanas sin aliento. El primero por su amarga historia principal, el exhaustivo retrato psicológico de sus personajes - en especial su inolvidable protagonista - así como ese precoz retrato de la Inglaterra post bélica. El segundo - mi favorito - por su deslumbrante planteamiento, su complejidad, su revolucionaria concepción del tiempo narrativo, su conocimiento de la historia, sus pioneras reflexiones entorno a lo que hoy llamamos Teoría Queer - como las que competen al género fluido o lo que significa ser hombre o mujer - así como el hecho de que simplemente fuera capaz de plasmarlo sobre el papel. Ese, sin duda, es uno de sus mayores logros.  Por último, y no menos importante, leí Al faro. Su novela más ambiciosa, extraña, lírica, terriblemente melancólica, en la que el tempo narrativo se diluía en la espuma marina, creando una sensación de ensoñación perpetua. Sin duda, uno de los mayores saltos cualitativos que yo haya visto en literatura, según los expertos, a la altura del Ulisses de James Joyce o La montaña mágica de Thomas Man. Pero cuando crees que Virginia Woolf no puede superarse más, o al menos ofrecer una versión de sí misma como autora diferente a lo acostumbrado, entonces llegan los cuentos. Sí, el formato que, según mi humilde opinión, determina la verdadera maestría de la escritora o escritor de turno. Pues, no hay nada más difícil en literatura que saber condensar una historia de gran envergadura temática en unas pocas páginas. Al principio no los valoré como se merecían, creyendo que en ellos no encontraría a la Virginia Woolf que tanto me había gustado en Orlando o Al faro por citar dos de sus más sobresalientes trabajos. Sin embargo, éstos se revolvieron y me soltaron una merecidísima bofetada en toda la cara. Había cometido el error de subestimar a Woolf, hasta el punto de creer que sería un conjunto de obras menores. Me equivoqué. Y en esta reseña, a modo de redención, espero convenceros a todas y a todos para que, al menos, os dejéis llevar por la sutileza, la irrealidad o el realismo de algunos de sus más destacadas piezas cortas. Relatos completos: el inesperado festín literario. 



Como en todo libro de relatos, no podemos hablar de una absoluta perfección técnica ni estilística - y eso que Virginia Woolf es una de esas autoras perfecta en prácticamente todos los sentidos, o al menos de las que más se acerca a dicha idea sujeta al parecer personal de cada lector - de hecho, una de las cosas que más me ha gustado de la presente colección es precisamente eso, la imperfección. Porque vale que existen muchas y muchos escritores sobresalientes, tanto que a veces da mucha rabia o envidia (sana, por supuesto). Pero todas y todos son humanos, y es curioso ver que, salvo contadas ocasiones, muchas y muchos en sus inicios se adhieren a unas formas más cercanas a la tradición, a la paleta de temas abordados siempre desde el mismo punto de vista, a la construcción canónica, en definitiva, a unas normas encorsetadas que, en el cuento, abundan en demasía al tiempo de que se suele usar como campo de pruebas para conseguir el ansiado estilo propio. Uno de los ejemplos más citados tal vez sea el del poeta alicantino Miguel Hernández, cuyas primeras obras se acercaban a modelos más cercanos a Góngora o Garcilaso de la Vega - hasta el punto de imitar su métrica y parte del lenguaje empleado por los insignes literatos - pero que, a medida que vamos avanzando en el tiempo, su poesía acabó por desembocar en algo más directo, social, personal, alejado de las florituras barrocas y, por supuesto, empujado por el contexto que estaba teniendo lugar. Leyéndolo a veces me lo imaginaba concentrado, con puño firme y derramando alguna que otra lagrima de rabia mientras escribía poemas como Sentado sobre los muertos, Tristes guerras o El rayo que no cesa por citar algunos de los más importantes. Con Virginia Woolf pasa exactamente lo mismo. A pesar de que actualmente la consideramos como una de las más importantes renovadoras de la literatura, en su caso, de la evolución de las formas victorianas a otras más moderas, casi experimentales, en las que jugó con el tempo narrativo, con la psicología de los personajes, y casi lo más importante, todo ello con la mujer como protagonista absoluta. Pensad que gran parte de la producción novelística y ensayística actual, y con actual me refiero a la escrita por mujeres y englobada en esta nueva ola del feminismo, debe del legado de Virginia Woolf como si de una milagrosa fuente se tratara. En sus relatos apreciamos esa evolución lógica, desde sus primigenios textos hasta los escritos pocas semanas antes de su suicidio. De relatos con temas y estructuras propias de la literatura inglesa de finales del XIX y cuyo planteamiento, nudo y desenlace están perfectamente claros, a cuentos más breves, con temáticas más modernas, puntos de vista algo más elaborados y que no tienen porqué amoldarse a los cánones imperantes. Un ejemplo son los microrrelatos - me ha sorprendido saber que Woolf también era una maestra en estas lides - así como los textos fragmentarios, donde el lector deberá decidir si está ante un final abierto o una inconclusión no siempre satisfactoria. En ese sentido, que desde la editorial se haya apostado por una línea cronológica a la hora de estructurar los presentes relatos (incluyendo los inéditos) es del todo acertada, no sólo por el aprendizaje que se lleva el propio lector, también por la necesidad de presentar una faceta más de esta insigne escritora. Capaz de describirte un paseo por Kew Gardens o las profundidades de un balneario muy particular. 


Por destacar algunos de sus relatos, tal vez me quedaría con los siguientes. Kew Gardens - titulado así por estar ambientado en el precioso jardín botánico de la capital inglesa - nos sumerge en una historia de transitares, conversaciones, paseos, debates de gente anónima. Todo ello narrado desde la perspectiva de un caracol y su lento caminar. Por otro lado, tenemos Una casa encantada donde, al contrario que Kew Gardens, la autora nos posiciona desde uno de los narradores más típicos pero fascinantes de la literatura universal como es el fantasma - aunque en el presente cuento hablamos de dos en concreto - los cuales empiezan a divagar sobre el mundo material y el calor de las cosas mientras prosiguen en su diario transitar a través de las estancias de una mansión. Aunque para historias que trascienden a la anécdota tenemos La marca en la pared, un relato que, partiendo de precisamente eso, una mancha en la pared, la autora despliega un monólogo interior de tal calibre que a medida que éste avanza ya poco le importa al lector lo que ha provocado dicho discurso. Como buena escritora que era, a Virginia Woolf le encantaba homenajear, o simplemente hacer pequeños guiños a otras novelas, la mayoría clásicos de la literatura universal. Algo que en Phillis y Rosamond - relato que abre la presente antología - es realmente descarado ya que, a poco que la o el lector más versado se adentre en él verá como las referencias a Orgullo y prejuicio de Jane Austen son más que notables. Además de ofrecer un retrato del círculo de Bloomsbury - en el que la propia Woolf y otros intelectuales frecuentaban con asiduidad, en todo su esplendor. Así mismo, encontramos para nuestra sorpresa un relato titulado La señora Dalloway en Bom Street. El cual sirvió para la propia Woolf como campo de pruebas, como base para su una de sus más célebres novelas. Aquí podemos apreciar ese incipiente monologo interior que tanto perfeccionaría hasta llegar a cotas pocas veces alcanzadas y que tan famosa haría al personaje de la señora Dalloway. Por último, mi favorito, El balneario, el último que publicó antes de su prematura muerte. Un relato en el que todo parece irreal, en donde el olor a pescado se incrusta en las fosas nasales, en el que la espuma de mar cubre diademas y guirnaldas, donde todo parece sumergido, en las profundidades, como una ciudad nueva, una Atlantis moderna. Aquí Virginia Woolf demuestra que lo irreal puede convertirse en lo más verosímil. En fechas tan próximas al 8M es importante reivindicar nuestros referentes, aquellos que nos inspiran diariamente o los que directamente querríamos imitar. De ahí que sea importante citar a Virginia Woolf como una de las pioneras del feminismo, de la literatura firmada por mujeres y, no está de más añadirlo, por la revolucionaria técnica  estilística y temática que nos legó a las futuras escritoras. También, faltaría más, en el terreno más breve. 

Relatos completos: cuentos de lo imposible, lo abstracto, lo íntimo, lo cotidiano, lo mundano, lo trascendente, lo político, lo introspectivo... Un viaje a través de su obra, preocupaciones e imaginación. 

Frases o párrafos favoritos: 

"De noche la ciudad se vuelve etérea. Un blanco resplandor ilumina el horizonte. Hay aros y diademas en las calles. La ciudad queda sumergida bajo el agua; y sólo se distingue su esqueleto de bombillas de colores."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

1 comentario:

  1. Siempre es interesante adentrarse en las obras "menores" de los autores y las autoras que más nos gustan, como bien dices en esta fantástica reseña, ese ejercicio nos permite apreciar como esas grandes figuras fueron desarrollando su estilo y eso no solo es interesante a nivel de conocerlos mejor, sino también para aprender nosotros mismos a enfocar nuestros propios textos de un modo más original.
    Una reseña muy inteligente con la que podemos aprender mucho

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