SUAVE ES LA NOCHE
Título: Suave es la noche.
Autor: F. Scott Fitzgerald (Saint Paul, 1896 - Hollywood, 1940) era hijo de una católica irlandesa. Estudió en la Universidad de Princetown, sin llegar a graduarse. En 1917 se alistó en el ejército norteamericano para combatir en la Primera Guerra Mundial, sin que llegase a pisar suelo europeo por la terminación del conflicto. Con su primera novela A este lado del paraíso (1920) obtuvo gran popularidad, abriéndole las puertas de la publicación de cuentos en prestigiosas revistas. Se trasladó a Francia junto con su mujer, Zelda Sayre, con la que se casó en 1920. Ella fue su fuente de inspiración en los diez años de gloria y de preocupaciones a partir de 1930, cuando él se hundió en el alcohol y ella en la esquizofrenia. En 1922 publicó Hermosos y malditos, tres años después escribió en la Riviera francesa El gran Gatsby (1925), la obra por la que es más conocido. Hasta el año 1934 no se publica su cuarta novela, Suave es la noche, basada en su tormentosa relación con Zelda. Durante sus últimos años de vida malvivió escribiendo y vendiendo guiones en Hollywood. Su última novela inacabada, The Last Tycoon se publicó en 1942, después de su muerte. Fitzgerald es considerado uno de los más agudos retratistas de la alta sociedad estadounidense de la primera mitad de siglo XX. Junto con John Dos Passos, William Faulkner y Ernest Hemingway forma parte de la conocida como "Generación perdida". (Fuente: Hermida Editores).
Editorial: Hermida.
Idioma: inglés.
Traductor: José Luís Piquero.
Sinopsis: Dick Diver es un brillante psiquiatra casado con su paciente, Nicole, una rica y atractiva joven. El matrimonio Diver es una de las parejas de moda de la Riviera francesa, epicentro del glamour de los locos años veinte. Atrapado en una complicada relación con su mujer, conoce a Rosemary, una actriz más joven que él, que se convierte en su amante. A partir de entonces su vida se precipitará por una pendiente jalonada de pequeñas miserias que salpican tanto a sus relaciones personales como al amor. (Fuente: Hermida Editores).
Su lectura me ha parecido: elegante, ligera, amena, crítica, sofisticada, desesperada...Queridos lectores y lectoras, es difícil enfrentarse a una leyenda. No es algo que diga muy a menudo y tan a la ligera, pues, por primera vez en mucho tiempo, he vivido en carne propia lo que significa enfrentarse a una reseña y sentirse abrumada. Los que como yo nos dedicamos al noble arte de la reseña literaria lo sabemos muy bien, incluso hay quien se agobia tanto que tiene que postergar la publicación por un tiempo. Y eso último es justo lo que me ha ocurrido, no por falta de ideas o porque la lectura no me haya entusiasmado, sino porque son tantos los aspectos a comentar, tantas las sensaciones, tal es el peso de su autor en la literatura universal que me ha resultado imposible escribirla y publicarla en las fechas que me había propuesto. Cuando algo te gusta lo vives, lo disfrutas, lo manoseas sin cesar, pero con cuidado, no sea que vaya a perder esa cosa especial del primer contacto. Aún así y como todo en esta vida, ese algo también puede hacernos sufrir, padecer, provocarnos autentico vértigo y ansiedad. Y en el caso de los libros, pero sobre todo, cuando se trata de escribir una crítica, quieres estar a la altura de las circunstancias, y en esta ocasión, también del escritor que ha parido excepcionalmente esta historia. En fin, más vale tarde que nunca, y aquí está, por fin, la reseña de uno de esos libros cuyo estilo ha marcado generaciones enteras de escritores y al que recurrimos de vez en cuando para observar otra y glamorosa forma de plasmar la miseria del ser humano. Suave es la noche: la enfermedad y el hastío servidos en copas de exquisito Champagne francés.
La historia de como Suave es la noche llegó a mi vida y a mi estantería es del todo sencilla, pero para hacerle verdadera justicia, debemos comenzar por el verdadero principio, el cual se remonta a cuando tenía dieciséis años más o menos. Cuando en el instituto me explicaron las principales características de los "locos años 20" quedé fascinada al instante. Aunque lo dimos todo, tanto lo bueno como lo malo, la verdad es que tengo que reconocer que en mi cabeza todavía pervivía una imagen de esa época bastante artificial, influenciada al mismo tiempo por las grandes películas del Hoollywood de aquellos tiempos. Sin embargo, y pasados unos años, cuando al profesor que me dio Historia Contemporánea II en la Universidad le tocó explicar la década de los años 20 en Estados Unidos, mi percepción cambió ligeramente, volviéndose más critica si cabe. Comprendí que aquellos momentos convivían dos realidades muy diferentes, por un lado los que vivían a todo tren aprovechando los buenos augurios económicos y por otro los que ya antes del crack del 29 no tenían nada para llevarse a la boca. Además de que en Europa, a pesar de que en algunos países se asentaron numerosos grupos de intelectuales e importantes bohemios, se estaban poniendo las bases de lo que más adelante se conocería como "fascismo". Dejando de lado el caso de Europa, lo cierto es que EEUU era un país de contrastes que solo la crisis del 29 más o menos puso a todos en su lugar, aunque hubo quien logró sobrevivir y lucrarse a costa de la ruina de otros. Pero si algo coincidían ambos docentes, tanto la profesora que tuve en el Instituto como el de la Universidad, era en señalar, desde el ámbito narrativo a F. Scott FitzGerald como uno de los autores que teníamos que leer si queríamos conocer la vida de la clase media alta estadounidense de aquellos tiempos. La verdad es que, entusiasmada por la idea, no dudé en desempolvar el ejemplar que mis padres tienen de El gran Gatsby y comenzar su lectura. Sin embargo, cometí el error de leerlo en el peor momento y tuve que dejarlo casi al principio, cuando el autor exponía las características de los personajes. A día de hoy siento rabia por haber abandonado un libro tan importante e influyente como fue El gran Gatsby. Menos mal que ese día, en el que vuelva a adentrarme en ese gran clásico de la literatura norteamericana, está cada vez más cerca gracias a Suave es la noche, que llegó a mi por casualidad. Tras la última reseña que escribí para Hermida Editores mi intención era pedir un libro de cuentos de Emilia Pardo Bazán, pero al no haber ejemplares disponibles, pedí Suave es la noche. No era un libro que me apeteciese leer en aquellos momentos, ni siquiera en verano, estación a priori más propicia a juzgar por la trama de la novela. Así que postergué su lectura y acabé sucumbiendo a su lectura el pasado mes de noviembre. El resultado, no pudo ser más productivo.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos apuntando que Suave es la noche presenta una lectura sorprendentemente ágil, con momentos para la reflexión y sorprendentemente fresca. Recuerdo que lo poco que leí de El gran Gatsby me pareció de lo más pesado, también es que en esas páginas el autor estaba poniendo en situación al lector, pero comparado con Suave es la noche la verdad es que hay un cambio notable. No se si es que en aquellos momentos, por razones más que evidentes, no le prestó tanta atención a la prosa como al contenido o si es una simple casualidad, pero lo que está claro es que esta novela se digiere muy bien y en tiempo récord. Tal y como narra la sinopsis Fitzgerald sitúa al lector en el pleno apogeo de la clase media-alta estadounidense en la Riviera francesa, un entorno tan icónico como pijo en donde sus protagonistas, Dick y Nicole Diver, viven una historia tan apasionada como truculenta. En esta novela entra en juego, además, la presencia de Rosemary, una joven aspirante a actriz que acabará por desestabilizar los cimientos del ya tocado matrimonio Diver. Es gracias a este último personaje, el de Rosemary, y al buen uso del narrador omnisciente como tenemos acceso a la vida privada del glamuroso matrimonio Diver. Una pareja de moda entre la alta sociedad pero oscuro en la privacidad, donde se evidencian los grabes problemas de comunicación. Una artificial fachada que poco a poco se va quebrando, dejando a la vista los verdaderos desperfectos, que son la desconfianza, la mentira y el hastío. Por otro lado, los personajes de Suave es la noche son memorables. Dick no puede ser más encantador y Nicole no puede ser más sofisticada. Pero cuando nadie observa, entonces aparecen los problemas, las adicciones y los trastornos mentales. Es entonces cuando Dick se vuelve un egoísta alcohólico y Nicole sucumbe a la esquizofrenia. Esa desesperada búsqueda de una vía de escape y la ligera línea que separa la lucidez de la locura llevarán a este matrimonio a la ruina económica y emocional, y es ahí donde de verdad, encontraremos la paradoja que sobrevuela toda la novela, la que dice que el dinero no da la felicidad como tampoco las apariencias o el exceso. Hay quien seguramente quiera ver en esta novela el fin de una era, y es probable, Fitzgerald supo describir como nadie la decadencia de una forma de vida que estaba viviendo su extravagante ocaso. Pero en mi opinión, también refleja la presión a la que los hombres y mujeres de esa posición social estaban sometidos, y ya no digamos en cuestiones referentes a los roles de género, los cuales no se diferenciaban mucho de los que se ejercían en las clases menos pudientes. En unos ambientes tan artificiales, lo anormal podía traer consigo desprecio o exclusión social. Lo que en el universo literario de Fitgerald se traduciría como no ser invitados a fiestas o dejar de pertenecer al circulo más próximo del señor o señora rica de turno. En ese sentido, la propia experiencia del autor en esos ámbitos le sirvió de mucho, no sólo para ambientar sus historias entre lujosos cócteles, sino también para criticar toda esa fanfarria disfrazada de exquisitez. Mención a parte merece precisamente ese trato tan particular de la atmósfera, en la que a pesar de la oscuridad de la trama, se respira jovialidad, juventud, locura, desenfreno y grandes dosis de frivolidad ligeramente exageradas para lograr precisamente que el lector comprenda la crítica. Eso añadido al esplendido paisaje de la Riviera francesa nos podemos relajar, tomar el sol y dejarnos embriagar por los caprichos de esta ficticia jet set.
Como ya se aprecia en la sinopsis, Suave es la noche no deja de ser al fin y al cabo una novela de profundo carácter autobiográfico. A nadie se le escapa que Nick Dive es el propio F. Scott Fitzgerald y que su esposa, Nicole Dive, es en realidad Zelda, que al igual que su alter ego, también sufrió de esquizofrenia, hasta el punto de tener que ser ingresada en una clínica psiquiátrica. Una vez sabemos esto, lo que el lector, pero sobre todo el crítico literario se pregunta es por qué en determinados momentos de la historia de la literatura, la llamada "auto-ficción" vive sus particulares edades de oro. Lo primero que uno piensa, y con bastante desatino por cierto, es que el escritor o escritora en cuestión escribe este tipo de novelas coincidiendo con el final de su vida intelectual, cuando ya no se siente con fuerzas para seguir produciendo talento. Seguidamente, es obvio también creer que la auto-ficción nace de la necesidad del autor o autora de que su legado perdure más allá de su propio retiro o muerte en la mayoría de los casos. En ese caso, la auto-ficción resulta el medio más idóneo para narrar las proezas y los fracasos a partes iguales. También, y eso en el caso de F. Scott Fitzgerald podría ser cierto, la auto-ficción podría servir además como forma de desahogo personal. Un original modo de volcar todo lo que nos pesa sobre el papel, buscando tal vez la tranquilidad, la relajación o un ajuste de cuentas con su propio pasado. Eso si, si la auto-ficción se usa con este fin sólo nos contará la versión del que escribe, no de los demás personajes, reales todos, los cuales a lo mejor también tienen algo que aportar al respecto, nunca lo sabremos. Por último, lo más abstracto pero no por ello descabellado, el uso de la auto-ficción como testamento de una época. Ejemplos no faltan de libros con tintes autobiográficos que han pasado a la historia como autenticas cartas de despedida, como adioses definitivos a modos de vida, objetos, años, siglos, ideologías...Esa nostalgia da paso, quiera o no el autor, a algo nuevo que abre tantas posibilidades como incertidumbres. Normalmente, si nos encontramos ante un texto de estas características, el escritor sentirá miedo, pero no podrá evitar finalmente abrazar esos cambios e intentar ofrecer una visión del futuro más o menos positiva, aunque también hay a quien le cuesta asumirlos y arremete ferozmente contra ellos. Suave es la noche se podría considerar como el ejemplo perfecto de las características expuestas. En primer lugar se escribe durante el descenso a los infiernos que experimenta el propio autor. En segundo lugar se aprecia un intento por homenajear los últimos coletazos de una época que parece tener los días contados. Y en tercer y último lugar, esa sensación de desahogo, pero sobre todo, de búsqueda redentora, de buscar un ansiado perdón son tal vez lo que haya empujado a Fitzgerald a escribir esta novela ya inmortal. Moraleja: que uno puede encontrar la paz en la ficción antes que en la vida real. Suave es la noche: una historia de amor, lujo, playa, fiestas, glamur, infidelidad, alcoholismo, cambio de papeles...Una novela perfecta para esnobs, críticos y desconsolados.
Frases o párrafos favoritos:
"En aquel momento, los Diver representaban en apariencia el estadio más perfecto de la evolución de una determinada clase, y por eso la mayoría de gente parecía deslucida a su alrededor."
Película/Canción: en el año 1962 se estrenó la adaptación más famosa de la novela. Dirigida por Henry King y protagonizada por Jennifer Jones, Jason Robards y Joan Fontaine gozó de gran popularidad en su época.
¡Gracias a todos y a seguir leyendo!
Cortesía de Hermida Editores
Idioma: inglés.
Traductor: José Luís Piquero.
Sinopsis: Dick Diver es un brillante psiquiatra casado con su paciente, Nicole, una rica y atractiva joven. El matrimonio Diver es una de las parejas de moda de la Riviera francesa, epicentro del glamour de los locos años veinte. Atrapado en una complicada relación con su mujer, conoce a Rosemary, una actriz más joven que él, que se convierte en su amante. A partir de entonces su vida se precipitará por una pendiente jalonada de pequeñas miserias que salpican tanto a sus relaciones personales como al amor. (Fuente: Hermida Editores).
Su lectura me ha parecido: elegante, ligera, amena, crítica, sofisticada, desesperada...Queridos lectores y lectoras, es difícil enfrentarse a una leyenda. No es algo que diga muy a menudo y tan a la ligera, pues, por primera vez en mucho tiempo, he vivido en carne propia lo que significa enfrentarse a una reseña y sentirse abrumada. Los que como yo nos dedicamos al noble arte de la reseña literaria lo sabemos muy bien, incluso hay quien se agobia tanto que tiene que postergar la publicación por un tiempo. Y eso último es justo lo que me ha ocurrido, no por falta de ideas o porque la lectura no me haya entusiasmado, sino porque son tantos los aspectos a comentar, tantas las sensaciones, tal es el peso de su autor en la literatura universal que me ha resultado imposible escribirla y publicarla en las fechas que me había propuesto. Cuando algo te gusta lo vives, lo disfrutas, lo manoseas sin cesar, pero con cuidado, no sea que vaya a perder esa cosa especial del primer contacto. Aún así y como todo en esta vida, ese algo también puede hacernos sufrir, padecer, provocarnos autentico vértigo y ansiedad. Y en el caso de los libros, pero sobre todo, cuando se trata de escribir una crítica, quieres estar a la altura de las circunstancias, y en esta ocasión, también del escritor que ha parido excepcionalmente esta historia. En fin, más vale tarde que nunca, y aquí está, por fin, la reseña de uno de esos libros cuyo estilo ha marcado generaciones enteras de escritores y al que recurrimos de vez en cuando para observar otra y glamorosa forma de plasmar la miseria del ser humano. Suave es la noche: la enfermedad y el hastío servidos en copas de exquisito Champagne francés.
La historia de como Suave es la noche llegó a mi vida y a mi estantería es del todo sencilla, pero para hacerle verdadera justicia, debemos comenzar por el verdadero principio, el cual se remonta a cuando tenía dieciséis años más o menos. Cuando en el instituto me explicaron las principales características de los "locos años 20" quedé fascinada al instante. Aunque lo dimos todo, tanto lo bueno como lo malo, la verdad es que tengo que reconocer que en mi cabeza todavía pervivía una imagen de esa época bastante artificial, influenciada al mismo tiempo por las grandes películas del Hoollywood de aquellos tiempos. Sin embargo, y pasados unos años, cuando al profesor que me dio Historia Contemporánea II en la Universidad le tocó explicar la década de los años 20 en Estados Unidos, mi percepción cambió ligeramente, volviéndose más critica si cabe. Comprendí que aquellos momentos convivían dos realidades muy diferentes, por un lado los que vivían a todo tren aprovechando los buenos augurios económicos y por otro los que ya antes del crack del 29 no tenían nada para llevarse a la boca. Además de que en Europa, a pesar de que en algunos países se asentaron numerosos grupos de intelectuales e importantes bohemios, se estaban poniendo las bases de lo que más adelante se conocería como "fascismo". Dejando de lado el caso de Europa, lo cierto es que EEUU era un país de contrastes que solo la crisis del 29 más o menos puso a todos en su lugar, aunque hubo quien logró sobrevivir y lucrarse a costa de la ruina de otros. Pero si algo coincidían ambos docentes, tanto la profesora que tuve en el Instituto como el de la Universidad, era en señalar, desde el ámbito narrativo a F. Scott FitzGerald como uno de los autores que teníamos que leer si queríamos conocer la vida de la clase media alta estadounidense de aquellos tiempos. La verdad es que, entusiasmada por la idea, no dudé en desempolvar el ejemplar que mis padres tienen de El gran Gatsby y comenzar su lectura. Sin embargo, cometí el error de leerlo en el peor momento y tuve que dejarlo casi al principio, cuando el autor exponía las características de los personajes. A día de hoy siento rabia por haber abandonado un libro tan importante e influyente como fue El gran Gatsby. Menos mal que ese día, en el que vuelva a adentrarme en ese gran clásico de la literatura norteamericana, está cada vez más cerca gracias a Suave es la noche, que llegó a mi por casualidad. Tras la última reseña que escribí para Hermida Editores mi intención era pedir un libro de cuentos de Emilia Pardo Bazán, pero al no haber ejemplares disponibles, pedí Suave es la noche. No era un libro que me apeteciese leer en aquellos momentos, ni siquiera en verano, estación a priori más propicia a juzgar por la trama de la novela. Así que postergué su lectura y acabé sucumbiendo a su lectura el pasado mes de noviembre. El resultado, no pudo ser más productivo.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos apuntando que Suave es la noche presenta una lectura sorprendentemente ágil, con momentos para la reflexión y sorprendentemente fresca. Recuerdo que lo poco que leí de El gran Gatsby me pareció de lo más pesado, también es que en esas páginas el autor estaba poniendo en situación al lector, pero comparado con Suave es la noche la verdad es que hay un cambio notable. No se si es que en aquellos momentos, por razones más que evidentes, no le prestó tanta atención a la prosa como al contenido o si es una simple casualidad, pero lo que está claro es que esta novela se digiere muy bien y en tiempo récord. Tal y como narra la sinopsis Fitzgerald sitúa al lector en el pleno apogeo de la clase media-alta estadounidense en la Riviera francesa, un entorno tan icónico como pijo en donde sus protagonistas, Dick y Nicole Diver, viven una historia tan apasionada como truculenta. En esta novela entra en juego, además, la presencia de Rosemary, una joven aspirante a actriz que acabará por desestabilizar los cimientos del ya tocado matrimonio Diver. Es gracias a este último personaje, el de Rosemary, y al buen uso del narrador omnisciente como tenemos acceso a la vida privada del glamuroso matrimonio Diver. Una pareja de moda entre la alta sociedad pero oscuro en la privacidad, donde se evidencian los grabes problemas de comunicación. Una artificial fachada que poco a poco se va quebrando, dejando a la vista los verdaderos desperfectos, que son la desconfianza, la mentira y el hastío. Por otro lado, los personajes de Suave es la noche son memorables. Dick no puede ser más encantador y Nicole no puede ser más sofisticada. Pero cuando nadie observa, entonces aparecen los problemas, las adicciones y los trastornos mentales. Es entonces cuando Dick se vuelve un egoísta alcohólico y Nicole sucumbe a la esquizofrenia. Esa desesperada búsqueda de una vía de escape y la ligera línea que separa la lucidez de la locura llevarán a este matrimonio a la ruina económica y emocional, y es ahí donde de verdad, encontraremos la paradoja que sobrevuela toda la novela, la que dice que el dinero no da la felicidad como tampoco las apariencias o el exceso. Hay quien seguramente quiera ver en esta novela el fin de una era, y es probable, Fitzgerald supo describir como nadie la decadencia de una forma de vida que estaba viviendo su extravagante ocaso. Pero en mi opinión, también refleja la presión a la que los hombres y mujeres de esa posición social estaban sometidos, y ya no digamos en cuestiones referentes a los roles de género, los cuales no se diferenciaban mucho de los que se ejercían en las clases menos pudientes. En unos ambientes tan artificiales, lo anormal podía traer consigo desprecio o exclusión social. Lo que en el universo literario de Fitgerald se traduciría como no ser invitados a fiestas o dejar de pertenecer al circulo más próximo del señor o señora rica de turno. En ese sentido, la propia experiencia del autor en esos ámbitos le sirvió de mucho, no sólo para ambientar sus historias entre lujosos cócteles, sino también para criticar toda esa fanfarria disfrazada de exquisitez. Mención a parte merece precisamente ese trato tan particular de la atmósfera, en la que a pesar de la oscuridad de la trama, se respira jovialidad, juventud, locura, desenfreno y grandes dosis de frivolidad ligeramente exageradas para lograr precisamente que el lector comprenda la crítica. Eso añadido al esplendido paisaje de la Riviera francesa nos podemos relajar, tomar el sol y dejarnos embriagar por los caprichos de esta ficticia jet set.
Como ya se aprecia en la sinopsis, Suave es la noche no deja de ser al fin y al cabo una novela de profundo carácter autobiográfico. A nadie se le escapa que Nick Dive es el propio F. Scott Fitzgerald y que su esposa, Nicole Dive, es en realidad Zelda, que al igual que su alter ego, también sufrió de esquizofrenia, hasta el punto de tener que ser ingresada en una clínica psiquiátrica. Una vez sabemos esto, lo que el lector, pero sobre todo el crítico literario se pregunta es por qué en determinados momentos de la historia de la literatura, la llamada "auto-ficción" vive sus particulares edades de oro. Lo primero que uno piensa, y con bastante desatino por cierto, es que el escritor o escritora en cuestión escribe este tipo de novelas coincidiendo con el final de su vida intelectual, cuando ya no se siente con fuerzas para seguir produciendo talento. Seguidamente, es obvio también creer que la auto-ficción nace de la necesidad del autor o autora de que su legado perdure más allá de su propio retiro o muerte en la mayoría de los casos. En ese caso, la auto-ficción resulta el medio más idóneo para narrar las proezas y los fracasos a partes iguales. También, y eso en el caso de F. Scott Fitzgerald podría ser cierto, la auto-ficción podría servir además como forma de desahogo personal. Un original modo de volcar todo lo que nos pesa sobre el papel, buscando tal vez la tranquilidad, la relajación o un ajuste de cuentas con su propio pasado. Eso si, si la auto-ficción se usa con este fin sólo nos contará la versión del que escribe, no de los demás personajes, reales todos, los cuales a lo mejor también tienen algo que aportar al respecto, nunca lo sabremos. Por último, lo más abstracto pero no por ello descabellado, el uso de la auto-ficción como testamento de una época. Ejemplos no faltan de libros con tintes autobiográficos que han pasado a la historia como autenticas cartas de despedida, como adioses definitivos a modos de vida, objetos, años, siglos, ideologías...Esa nostalgia da paso, quiera o no el autor, a algo nuevo que abre tantas posibilidades como incertidumbres. Normalmente, si nos encontramos ante un texto de estas características, el escritor sentirá miedo, pero no podrá evitar finalmente abrazar esos cambios e intentar ofrecer una visión del futuro más o menos positiva, aunque también hay a quien le cuesta asumirlos y arremete ferozmente contra ellos. Suave es la noche se podría considerar como el ejemplo perfecto de las características expuestas. En primer lugar se escribe durante el descenso a los infiernos que experimenta el propio autor. En segundo lugar se aprecia un intento por homenajear los últimos coletazos de una época que parece tener los días contados. Y en tercer y último lugar, esa sensación de desahogo, pero sobre todo, de búsqueda redentora, de buscar un ansiado perdón son tal vez lo que haya empujado a Fitzgerald a escribir esta novela ya inmortal. Moraleja: que uno puede encontrar la paz en la ficción antes que en la vida real. Suave es la noche: una historia de amor, lujo, playa, fiestas, glamur, infidelidad, alcoholismo, cambio de papeles...Una novela perfecta para esnobs, críticos y desconsolados.
Frases o párrafos favoritos:
"En aquel momento, los Diver representaban en apariencia el estadio más perfecto de la evolución de una determinada clase, y por eso la mayoría de gente parecía deslucida a su alrededor."
Película/Canción: en el año 1962 se estrenó la adaptación más famosa de la novela. Dirigida por Henry King y protagonizada por Jennifer Jones, Jason Robards y Joan Fontaine gozó de gran popularidad en su época.
¡Gracias a todos y a seguir leyendo!
Cortesía de Hermida Editores
Este me ha llamado la atención así que apuntado queda. Un beso
ResponderEliminaruna gran reseña, no conocía este libro del genial autor y francamente me ha entrado gran curiosidad al leer esta reseña. Siempre es positivo adentrarse en el ambiente anterior al gran crak del 29, esa sociedad de locura consumista y despreocupada que pronto descubriría que en la vida real hay que ser conscientes de las responsabilidades de las propias acciones. Hoy más que nunca cobra esto especial relevancia y es que parece que no aprendemos. mejor nos iría si escuchásemos lo que las gentes del pasado tiene que decirnos a través de la mediación de los profesionales de la historia.
ResponderEliminaruna reseña excelente que sirve muy bien para contextualizar una obra, a todas luces, necesaria hoy día
Del autor sólo he leído El gran Gatsby. Me costó un poquito entrar en la historia pero terminé disfrutándola. Por lo que cuentas de esta novela, creo que me gustaría. A ver si me animo. Por cierto, fantástica reseña!
ResponderEliminarBesotes!!!
Apuntado me lo llevo!
ResponderEliminarMe gustan los libros de esta editorial, siempre tienen cositas muy majas =)
Besotes
Hay un pequeño error en la reseña: Dick cae en el alcoholismo, pero Nicole no cae en la esquizofrenia, Dick se había enamorado de ella cuando era su paciente en la clínica donde ejercía de psiquiatra, y donde curó a Nicole de su esquizofrenia, es decir él la cura, se casa con ella y luego él cae en la autodestrucción incluido el alcoholismo propiciado por una serie de factores que se van desvelando a medida que avanza el libro.
ResponderEliminarRESPETANDO,CLARO,LA FAMA Y PRESTIGIO DEL AUTOR,DEBO DECIR QUE HE LLEGADO HASTA LA PAG.100 Y NO CREO QUE PUEDA SEGUIR.ME PARECE UNA VACUA HISTORIA DE GENTE PIJA,OCIOSA,INSUSTANCIAL EN LUCHA POR LA SOFISTICACION.
ResponderEliminarLa obra cayó mal, al publicarse en momento complicado de la historia humana:1934.
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