APEGOS FEROCES
Título: Apegos feroces.
Autor: Vivian Gornick (el Bronx, Nueva York 1935). Tras estudiar en la universidad, comenzó a escribir en el Village Voice - donde empezó a darle voz al movimiento feminista hasta convertirse en una de las voces más reconocibles de los Estados Unidos en este campo -, y, posteriormente, en medios como The New York Times o The Nation. Es autora de un buen número de ensayos, textos críticos, periodísticos y memorias, siempre desde una clara perspectiva de género, que ha sido su rasgo clave como periodista y escritora. (Fuente: Sexto Piso).
Editorial: Sexto Piso.
Idioma: inglés.
Traductor: Daniel Ramos Sánchez.
Sinopsis: Gornick, una mujer madura, camina junto a su madre, ya anciana, por las calles de Manhattan, y en el transcurso de esos paseos llenos de reproches, de recuerdos y de complicidades, va desgranando el relato de lucha de una hija por encontrar su propio lugar en el mundo. Desde muy temprano, Gornick se ve influenciada por dos modelos femeninos muy distintos: uno, el de su madre, una mujer neurótica, terca e inteligente que dedica toda su energía al cuidado de su familia, que coloca el amor en el centro de su existencia y renuncia a cualquier otro ideal; el otro, el de Nettie, la joven vecina apasionada, inexperta y dependiente, viuda y madre de un bebé, que sólo se siente segura frente a los hombres, consciente de que es sensualidad en estado puro. Ambas, figuras protagónicas en el mundo plagado de mujeres que es su entorno, representan modelos que la joven Gornick ansía y detesta encarnar, y que determinarán su relación con los hombres, el trabajo y otras mujeres durante el resto de su vida. (Fuente: Sexto Piso).
Su lectura me ha parecido: honesta, fascinante, ágil, evocadora, sencilla, voraz, reveladora, muy necesaria en los tiempos que corren...Queridas lectoras y queridos lectores, los libros, además de conseguir que el lector viva muchas vidas, también tienen la suya propia, cuyo devenir está condicionado por los contextos históricos y la evolución de la opinión de los lectores. Hay libros que sobreviven al paso del tiempo gracias a la historia que se narra, la cual, por la universalidad de los temas que aborda, se mantiene joven a pesar de tener siglos de antigüedad. Otros se mantienen gracias al estilo que la escritora o el escritor emplea para darle forma. Los hay más bellos, más poéticos, más directos, más impactantes, más perturbadores e incluso con un lenguaje más soez. Sea lo que sea, el como se presenta una historia también marca y condiciona la fama y longevidad de un libro. Por otro lado, muchos textos siguen estando de actualidad en parte por la polémica suscitada en el pasado y que en algunos casos devino en censura. No debemos olvidar los casos de novelas como Madame Bovary de Flaubert, gran parte de la obra del Marqués de Sade, El guardián entre el centeno de Salinger o la Lolita de Nabokov (cuya polémica jamás ha desaparecido y que a día de hoy parece resurgir con fuerza), de poemarios como Las flores del mal de Baudelaire, de obras teatrales como Equus de Shaffer o ensayos como El príncipe de Maquiavelo entre otros. Pero también, los libros pueden aparecer y desaparecer en función del contexto histórico y de las necesidades sociales de la gente. Por ello, en contextos en los que la libertad se pone en duda, la novela de ciencia ficción, pero sobre todo la distópica vive su resurgimiento, haciendo que novelas como 1984 por ejemplo vuelven a colocarse entre los más vendidos. El libro que hoy tengo el placer de reseñar ha vivido una historia de altibajos, pues a pesar de que fue publicado en 1987, no nos ha llegado a España traducido y perfectamente editado hasta el año pasado, año en el que el feminismo ha experimentado un nuevo resurgimiento y una nueva evolución. Un texto que el año pasado, en España, fue considerado el mejor del año pasado en lengua extranjera. ¿Cómo no íbamos a dejar pasar la oportunidad de reseñarlo y celebrar su segunda y fructífera vida? Apegos feroces: una madre, una hija y las invisibles consecuencias del sistema patriarcal.
La historia de como esta maravilla escrita por Vivian Gornick llegó a mis manos es bien sencilla. Aunque para que ésta resulte más completa, es mejor empezar por el principio, por el verdadero principio del asunto. Creo que toda mujer, aunque desgraciadamente hay muchas que no quieren ni oír hablar de ello o se niegan a hacerlo directamente, recuerda a la perfección el momento en el que la conciencia feminista empieza a florecer en su interior. Es probable que éste surgiese, como en la mayoría de los casos, de la forma más espontanea y encuadrado en la rutina diaria. Puede surgir durante una conversación, una discusión, un paseo tranquilo por la calle, en el colegio, en el instituto, en la universidad, en la soledad de tu cuarto o de una explosión producto de llevar mucho tiempo tragando quina. En mi caso, fue una mezcla de muchas cosas, entre ellas como consecuencia de permanecer demasiado tiempo en silencio, aguantando, aguantando, hasta que finalmente no puedes más. Ese día, me planté ante mi padre y dije "nunca más", "no voy a callarme", "por mucho que me digas que lo haga, por mucho que me lo ordenes, no puedes impedir que hable y que de mi opinión." A partir de ahí, ante todas esas veces que me han mandado cerrar la boca, siempre he respondido con rotundidad, con seguridad, consciente de que, independientemente si estaba en lo cierto o me equivocaba, podía expresarme con total libertad. Tras ello vinieron las lecturas, primero a través de novelas, para luego pasar a ensayos más especializados pero completamente asequibles al lector más común, como La mística de la feminidad de Betty Friedan. Puede que no sea perfecto, de hecho no lo es y desde que me lo leí no he dejado de encontrar aspectos con los que no estoy de acuerdo, como su elitismo o la ausencia de un tratamiento a casos como el de las mujeres afroamericanas o las mujeres de clases más bajas, pero de alguna manera fue el que me empujó a leer más sobre el tema, a informarme y a desarrollar esa conciencia feminista durante mis años universitarios. Pasó el tiempo, los meses, las tardes soleadas y el interés por el feminismo pareció ir en aumento hasta llegar a los años 2017-2018, años en los que éste se tradujo en conciencia social, visivilización, sororidad, contestación y reivindicación. Materializándose en actos y movimientos como el "Me Too", el "Time´s Up!" y en las históricas manifestaciones del 8 de marzo de 2018 en las que muchas mujeres, entre ellas una servidora, participamos con gran emoción. Pero también, seguramente a rebufo del movimiento feminista, las editoriales se han puesto manos a la obra y han desempolvado o traducido títulos escritos por mujeres de los que nunca habíamos oído hablar. Uno de ellos, el que tengo entre mis manos de nuevo, Apegos feroces. Un libro que, aunque tenía muchas ganas de leerlo, por circunstancias inesperadas de la vida tardé en pedirlo a Sexto Piso, no dudé en devorar una vez estuvo en mi poder. Obteniendo como resultado una lectura de esas que marca y te hace reflexionar largo y tendido.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos apuntando que Apegos feroces presenta una lectura tremendamente ágil y de una sencillez pasmosa. Las páginas se sucedían una tras otra entre mis manos, al igual que mis ojos, de un lado al otro del papel, sin perder detalle. El día que por fin inicié su lectura, las primeras 40 páginas las de la novela se me pasaron literalmente volando. De hecho, y gracias a la maravillosa comunidad de lectores que hay en internet, comprobé que no era la única a la que le había sucedido lo mismo. Llegados a ese punto cuestioné por unos instantes la calidad literaria de Apegos feroces, pero mis prejuicios se tornaron en alabanzas a medida que iba dejando capítulos atrás, hasta llegar casi extasiada al final a los pocos días de haberme adentrado en sus páginas. Hacía tiempo que una autora no me hacía disfrutar tanto de una novela. Había conseguido que reflexionase, que me enamorase de sus personajes, de los paseos que se dan a lo largo de la novela, pero sobre todo, lo había logrado desde la honestidad más absoluta. Odio los libros pretenciosos, es una de las cosas que más rabia me da y por desgracia, ocurre cada vez más a menudo. Sinceridad, verdad, cercanía. Todo eso se respiraba en cada página, en cada párrafo. Gornick parece envolver al lector en su historia, de una forma decidida pero delicada al mismo tiempo, sin obligar a nadie. Eso si, una vez te metes de lleno en la trama, resulta imposible desengancharte de ella. Pero si por algo Apegos feroces cautiva hasta decir basta es gracias al amor y cariño con el que la autora ha construido cada uno de sus personajes, en especial el de esas dos mujeres. De esa madre y de esa hija con esa relación de amor-odio tan auténtica, real, desquiciada, divertida a ratos y terriblemente sincera durante la mayor parte del tiempo. Mentiría si dijera que ésta relación madre-hija no es de las mejores que he presenciado, literariamente hablando, desde que me inicié en el apasionante mundo de los libros y la lectura. Por un lado, nos encontramos a Vivian, de 48 años, de formación universitaria, intelectual y con una mentalidad muy abierta. Y por el otro, la madre, 80 años, de fuerte carácter, irónica, sarcástica, bastante neurótica y durante años dedicada en cuerpo y alma al cuidado de la casa, los hijos y su marido. Ambos universos transcurren paralelamente y parecen fusionarse durante los memorables paseos que tienen lugar a lo largo de la novela, provocando auténticos big bangs en los que el choque generacional se hace evidente y en los que el rencor, los recuerdos y los asuntos pendientes protagonizan cada paso. Y por si fuera poco, el recuerdo de Nettie, la atractiva madre soltera que tenía la madre por vecina, tensa todavía más las conversaciones entre madre e hija. Es ahí, en medio de esta vorágine de conversaciones, donde el lector encuentra un poso muy profundo de reflexión y de comprensión, de entender que Apegos feroces no es un libro de humor, aunque en ocasiones te puedas partir la caja con las ocurrencias de la madre, sino de poderosos mensajes que obligan al lector a detenerse y pensar en el contenido de lo que acabas de leer para después trasladarlo a nuestro día a día. Por último, antes de pasar al cuarto y último párrafo, destacar el evidente carácter autobiográfico de la novela. Es obvio que el detalle de llamar a la hija Vivian lo evidencia, al igual que el retrato que la escritora ofrece de su infancia, adolescencia y madurez. La pregunta, en ese caso, sería si su madre, esa inolvidable madre, está de acuerdo con el retrato que su hija ha hecho de ella. La respuesta podría ser muy interesante y cargada de ironía.
Hemos comentado la capacidad reflexiva que encierran las páginas de Apegos feroces, algo que como lectora de este libro, no puedo dejar escapar. Y menos si el grueso del debate tiene mucho que ver con algunos de los grandes temas que han preocupado al movimiento feminista a lo largo de su extensa historia. En Apegos feroces se habla del salto generacional entre mujeres, el cual en ocasiones parece un abismo. Se evidencian los diferentes modelos de mujer imperantes en ese contexto, los años 80 del pasado siglo, pero que si lo pensamos aún siguen estando muy presentes en los tiempos que corren. Se ahonda en el intrincado y complejo proceso que supone la maternidad, desde la que se ejerce desde el plano más tradicional hasta la que se lleva a cabo desde una perspectiva menos convencional, y por tanto, más criticada por la sociedad. Se profundiza, como no, en las relaciones madre-hija, y en como éstas constituyen en si un microcosmos particular lleno de particularismos que no suele trascender al ámbito de lo público, quedándose relegado al ámbito estrictamente privado. Se critican ferozmente los modelos tradicionales de maternidad, a la vez que se aprecian ciertos aspectos satisfactorios del mismo. Se ensalza la mujer moderna, emprendedora y dispuesta a comerse el mundo, al mismo tiempo que se extraen las desventajas que conlleva significarse socialmente de esta manera. Se describen los diferentes espacios de sociabilidad femenina, al igual que la dialéctica y el lenguaje de estas, tan rico como pragmático a partes iguales. Se aprecian, además de forma explícita, el daño que durante siglos ha hecho la idea abstracta del amor romántico, pudriendo a generaciones enteras de mujeres, condenándolas a esperar al príncipe azul para luego convertirse en sus esclavas domésticas. Se desobstruyen los roles de género de una manera impactante, tan impactante que cuesta creer que la autora lo haya logrado simplificar tan bien en tan pocas páginas. Se desmitifica y se describe al mismo tiempo la cultura del cuidado asociado a la que es madre y esposa antes que mujer. Se da lugar la que es sin duda la mayor paradoja de todas: la de la hija que no quiere convertirse en un clon de su madre, pero que al final, por culpa de la inseguridad y los miedos acaba convirtiéndose en ella. Como habéis podido comprobar, Apegos feroces es un conglomerado de temas en clave feminista tan importantes que era imposible decantarse por uno en concreto para que protagonizase la tradicional reflexión. Eso si, la moraleja de esta novela, la enseñanza clave, lo que Apegos feroces parece clamar es que si la cultura patriarcal sigue dominando nuestras vidas, poco se podrá avanzar. Por ello, desde este humilde espacio pido, exijo y deseo que este resurgir del feminismo que se ha producido en los últimos años no se convierta en una moda pasajera. Que persista, que luche, que visibilice, en definitiva, que de caña para poder cambiar las tornas. Para poder invertir de una vez por todas la balanza y equilibrarla hasta conseguir la igualdad, el reconocimiento y el respeto que tantas veces, como mujeres, se nos ha negado. Apegos feroces: una historia de experiencias, diferencia generacional, feminismo, arrepentimiento, ironía, sarcasmo, recuerdos, reproches...Una novela que toda mujer y todo hombre debería tener en su biblioteca.
Frases o párrafos favoritos:
"La relación con mi madre no es buena, y a medida que nuestras vidas se van acumulando, a menudo tengo la sensación de que empeora. Estamos atrapadas en un estrecho canal de familiaridad, intenso y vinculante: durante años surge por temporadas un agotamiento, una especie de debilitamiento, entre nosotras. Después, la ira brota de nuevo, ardiente y clara, erótica en su habilidad para llamar la atención."
Película/Canción: ante la falta de noticias sobre una posible adaptación televisiva o cinematográfica os adjunto la pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. A piano es sencillamente más emocionante.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Sexto Piso
Me parece una historia muy interesante, me lo apunto. Un beso
ResponderEliminarMe descubres novela y desde luego pinta la mar de bien. Me gustan las temáticas que aborda. Menos mal que finalmente ha sido traducida a nuestro idioma. Bien apuntada me la llevo.
ResponderEliminarBesotes!!!
NO me importaría leerla, me parece una novela interesante y me gusta lo que cuentas de ella.
ResponderEliminarBesos
Ayyy esta vez no puedo mirar, noooo, que tengo unas ganas de leerla.... ME la han regalado.
ResponderEliminarBesitos.
no conocía la novela que nos traes esta vez, pero tiene muy buena pinta y como bien apuntas, dado el contexto de re descubrimiento del feminismo por las nuevas generaciones, así como el preocupante repuntar de la misoginia, la lectura de esta historia se torna imperativa.
ResponderEliminaruna gran reseña sobre un tema de candente actualidad.
Yo creo que lo que realmente ha conseguido hacer libre a nuestra protagonista ha sido la cultura
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