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"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

viernes, 6 de julio de 2018

RESEÑA: Quédate conmigo.

QUÉDATE CONMIGO

Título: Quédate conmigo.

Autora: Ayòbámi Adébáyò (Lagos, Nigeria, 1988). Sus historias han aparecido en diversas revistas y antologías literarias, y han sido muy elogiadas por el jurado de Commonwealth Short Story Prize en 2009. Tras cursar un máster en Literatura inglesa en la Universidad de Obafemi Awolowo, Adébáyò realizó otro de Escritura Creativa en la Universidad de East Anglia, donde recibió una beca de Escritura Creativa. También ha obtenido otras becas de investigación y ha sido residente en Ledig House, el Sinthain Cultural Centre, Hedgebrook, la Ox-Bow School of Art, Ebedi Hill y el Sienna Art Institute. Quédate conmigo es su primera novela. (Fuente: Gatopardo).


Editorial: Gatopardo.

Idioma: inglés.

Traductora: Irene Oliva Luque.

Sinopsis: Yejide espera un milagro: un hijo. Es lo único que quiere su marido, lo único que quiere su suegra, y ella lo ha probado todo: duros peregrinajes, consultas médicas, plegarias a Dios. Pero cuando sus familiares se empeñan en buscar una nueva esposa, cruzan el límite de lo que Yejide es capaz de soportar. Y se verá abocada a los celos, la traición y la desesperación. (Fuente: Gatopardo).

Su lectura me ha parecido: intensa, compleja, estremecedora, durísima, de las que dejan huella, exquisita, grandiosa, elegante, deliciosa... Hace unos días, mientras meditaba cual sería el libro que protagonizaría la próxima reseña en este blog, me di una vuelta por el índice de contenidos que podéis encontrar en Jimena de la Almena si deslizáis hacia abajo el ratón. Leí cada uno de los apartados, algo que no hacía desde el momento en el que comencé a despreocuparme de los números y las visitas, y me topé con algunos datos curiosos. ¿Es posible que de las 257 reseñas que llevo publicadas, unas 68 sean de libros escritos por autoras o autores ingleses? Sí, es posible, ya que mi idilio con la literatura de dicho país parece ser eterno. Le sigue de cerca Estados Unidos con 56 reseñas y en tercera posición España con 48 (algo a lo que tendré que poner remedio más pronto que tarde). Bastante más alejados están Francia con 19 y Alemania con 10, pero a grandes rasgos estos serían los cinco países cuya literatura he reseñado más, al menos si nos ceñimos a los datos numéricos. Sin embargo, dentro de todo ese índice compuesto de periodos históricos, nombres de autoras/es, corrientes literarias, temas y editoriales; hay representados una serie de países cuyo número de reseñas es bastante inferior. Entre ellos se encuentra Irlanda con 6 reseñas (este ha sido sin duda el país que más he descubierto este año literariamente hablando gracias especialmente a Edna O´Brien), Italia con 5 (increíble pero cierto), Australia con 5 (cortesía de Kate Morton), Chile con 3 (bendita Isabel Allende) Suecia con 5 (alabada sea Camilla Läckberg y todas las escritoras/es de novela negra de este país), Austria con 3, Dinamarca con 2 y Grecia también con 2. Y un escalón más abajo, una tímida representación países como Brasil, China, Corea del Norte, Estonia, Finlandia, Hungría, Islandia, Portugal, República Checa, India, Suiza, Turquía y Vietnam. Cada uno con un solo libro reseñado. Este repaso general, además de demostrar que soy una lectora bastante ecléctica aunque con claras preferencias, me ha hecho reflexionar acerca de la cantidad de literatura que existe y que nos queda por descubrir. Es cierto que, como acabo de demostrar, en cuanto a gustos literarios la influencia anglosajona pesa mucho, y la americana ya ni os cuento, pero ahí están otras autoras/es procedentes de los países más remotos que nos podamos imaginar, deseosos de que su obra sea conocida por el gran público. El libro que hoy tengo el placer de reseñar está escrito por una novelista cuyo país de procedencia inaugura nueva pestaña en el índice, y con él, la irrupción de un continente, el africano, el cual está demostrando en los últimos años que esta plagado de talento literario. Quédate conmigo: la maternidad como motor de una historia tan dolorosa como hermosa.


La historia de como Quédate conmigo (sí, yo también pensé en Pastora Soler la primera vez que leí el título de este libro) llegó a ocupar un privilegiado lugar en mi adorada estantería es bien sencillo. Pero estaría siendo injusta con todos vosotros si no relatase esta breve explicación de los hechos desde el verdadero principio, que no es otro que desde ese desconocimiento absoluto por la literatura procedente de África. Todo sistema capitalista que se precie, en especial los más invasivos y devastadores, se encargan siempre de repetirte hasta la saciedad que lo que éstos ofrecen es lo mejor y que por tanto es digno de ser consumido salvajemente. Y por el contrario, lo que consideran perjudicial o una posible amenaza al "chiringuito" que tienen montado, no dudan en despreciarlo y realizar un lavado de cerebro a todos nosotros, con el objetivo de crearnos una opinión desfavorable o indiferente sobre X cuestión, producto, cultura, etc. Eso es justo lo que ocurre cuando escuchamos hablar de África. Muchos no dudan en evocar las imágenes del Rey León, fragmentos sueltos de algún documental de naturaleza, la icónica danza de los masáis que se uso para un conocido anuncio, los simpáticos y marchosos lémures de Madagascar o el famoso vuelo en avioneta de Memorias de África. Pero más allá de lo que el mundo audiovisual nos haya podido transmitir, lo cierto es que cuando escuchamos "África" la palabra que se nos viene a la cabeza de inmediato es "hambre"a la que se le suman otras tantas como "pobreza", "muerte", "desnutrición", "guerra" "inmigración" o "enfermedad". Agoreras palabras que consiguen crear una imagen que, si bien es cierta por desgracia, no define en su totalidad al territorio africano dejando a un lado ese poso cultural tan importante que éste posée a lo largo y ancho del continente. África no está muy presente en los telediarios, y cuando lo hace es por una mala noticia (atentados terroristas, golpes de estado, hambrunas, rebrote de enfermedades mortales, catástrofes naturales, inmigración ilegal...) pero no porque uno de sus hijas o hijos naturales, por ejemplo, haya alcanzado un notable logro en cualquier campo del conocimiento o a nivel profesional. Afortunadamente, aunque a cuenta gotas, los lectores occidentales estamos poco a poco conociendo más este continente tan fascinante más allá de los problemas y los tópicos con los que se suele asociar a través de una serie de singulares autores. Desde el candidato al Premio Nobel como el keniata Nügï wa Thiong´o hasta la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (cuyas novelas y ensayos feministas han conseguido colarse entre los más leídos a nivel global), pasando por Yaa Gyasi, Nuruddin Farah o Nii Ayikwei Parkes entre otros. Nadie duda que la literatura africana, por un motivo u otro, ha comenzado a conquistar las ventas y los halagos de la crítica más exigente, y una servidora no pensaba quedarse atrás. Aunque he de confesar que me inicié en la literatura procedente de este continente con los Ted Talks feministas de Chimamanda Ngozi Adichie, no ha sido hasta Quédate conmigo, la novela que hoy reseñamos, cuando de verdad he podido degustar las migas de una literatura tan autóctona y especial como es la africana. En cuanto lo vi por vez primera a través de las redes sociales, supe que el libro de Ayòbámi Adébáyò tenía que ser mío. Un amor a primera vista que parece prolongarse en el tiempo y en mi memoria.


Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Quédate conmigo presenta una de esas lecturas que no quieres que acaben nunca. Sabemos que ningún libro es infalible, ni absolutamente perfecto, pero existen unos pocos que consiguen aproximarse, tanto que hasta parecen rozarla con sus palabras. En el caso de esta novela, Ayòbámi Adébáyò logra una cosa muy difícil: contar una historia tan dura como la vida misma, o más incluso, y al mismo tiempo atrapar al lector en ella sin que éste alce la mirada del papel, sin que dude, sin que pestañeé, fascinado por como la cuenta. En Quédate conmigo ese experimento consistente en filtrar la crudeza de la trama a través de un estilo depurado, sugestivo y hasta colorido si se me permite el atrevimiento, da como resultado una doble fórmula: la de un inmediato éxito editorial y la que convierte a esta novela en un recuerdo imborrable en el lector que se atreve con su lectura. Adébáyò construye una historia que ya nos la han contado muchas veces, sobre todo desde el plano más occidental. Que levante la mano quien no haya leído un libro en el que la protagonista no puede quedarse embarazada y tiene que asistir a los problemas o a las consecuencias de su sino. Sin embargo, al ambientarse en Nigeria, y encima en el contexto de las revoluciones sociales a las que el país asistió durante la década de los 80 del pasado siglo, ésta adquiere una dimensión totalmente nueva y novedosa a ojos del lector. A grandes rasgos, Quédate conmigo narra la historia de Yejide, una mujer movida por un único objetivo: ser madre. Sin embargo, no consigue quedarse embarazada, situación que aviva las presiones desde su entorno más cercano, empezando por las de su marido Akin y finalizando por las de su suegra Moomi, la cual amenaza con buscarle a su hijo una nueva esposa (algo que finalmente lleva a cabo), y que llevará a la protagonista a iniciar un desesperado periplo con el único fin de mantener intacta la vida que tenía. El amor está presente a lo largo de esta novela, pero no es un amor romántico al uso, sino llevado al extremo, hasta el punto de que éste acaba por materializarse en un hilo, tan fino que en cualquier momento puede romperse, y con él, todo lo construido a lo largo de los años. De esta forma tan metafórica, Adébáyò nos habla de la fragilidad de las relaciones de pareja, así como de los sacrificios que se hacen (en este caso de forma evidentemente desigual) para que la convivencia siga siendo tan armoniosa como al principio. Una historia la de Quédate conmigo que nos ofrece unas pocas pinceladas del marco espacial y cronológico en el que ésta se desarrolla. No muchas, pero si las suficientes como para que el lector se sitúe en medio de un país que oscila entre lo político-social (el clima de tensión y violencia se palpa en el ambiente y en el carácter de los propios personajes) y el misticismo de las creencias ancestrales tan arraigadas en los comportamientos humanos. En medio de ese caos en el que parece que ha caído el país, Yejide peregrina hacia una montaña en busca de los milagros de un supuesto profeta. Un contraste que acentúa aún más esa dualidad entre lo ancestral y anacrónico y la realidad más acuciante. Mención a parte merecen los personajes de esta novela, en especial el Yejide de la protagonista absoluta. Su complejidad, su determinación, sus momentos de flaqueza, pero sobre todo su fuerza, la cual saca de donde no hay, hacen que este personaje se quede en la retina del lector. Si bien es cierto que a medida que nos acercamos al final parece decaer en intensidad, no podemos quitarle el merito a Adébáyò, capaz de cargar sobre los hombros de su protagonista femenina todo el peso de la historia sin ningún remordimiento. Akin, el marido de Yejide, también es importante para esta historia, pues si en Quédate conmigo conocemos la historia desde la perspectiva de ella, la introducción de un personaje como el de Akin nos sirve como contrapunto y como excusa para contar la historia desde la otra mirada, es decir, desde la mirada masculina. La cual por supuesto, no tiene nada que ver con la femenina, ni en tratamiento ni en protagonismo. Es interesante conocer su versión, como él vive el hecho de que su mujer no pueda tener hijos, pero éstas escenas son escasas en comparación con las que vive Yejide. Creo que en este sentido Adébáyò podría haber equilibrado mejor las dos narraciones para que éstas no quedasen totalmente descompensadas. Y por último, si ha habido un personaje que he odiado con todas mis fuerzas ese es el de Moomi, la madre de Akin y por tanto suegra de Yejide. Una mujer que representa ese mundo tradicional y a la vez caduco tan presente en la novela y que no hace más que machacar a su nuera para que le de un nieto. Sin duda un personaje tan odioso como atemporal. Nadie a estas alturas de la reseña duda que, además de todo lo mencionado, el poder cautivador de Quédate conmigo reside en su exotismo. El lector occidental, raramente acostumbrado a consumir literatura que traspase las fronteras de lo convencional, encontrará en esta novela la puerta de acceso a un universo literario nuevo, tan fascinante como demoledor, pero que es necesario conocer.


Salta a la vista que Quédate conmigo parece erigirse como un tratado novelado sobre la maternidad en todas sus facetas. Pero también de un enorme tabú, tan antiguo y tan trascendental que éste ha llegado hasta nuestros tiempos. Que no es otro que el de la infertilidad, en concreto de la infertilidad masculina. Desde que el mundo es mundo siempre se ha culpado a la mujer de la imposibilidad de tener hijos, lo cual ha comportado como consecuencia duros castigos o sambenitos que provocan gran estigma social. Y esto es así porque a la mujer siempre se le ha asociado con esa capacidad biológica, sin tener en cuenta que en el proceso el hombre juega un papel fundamental. Sin los espermatozoides la vida no nace dentro de la mujer, eso es de cajón, de primero de educación sexual y de clase de biología. Sin embargo, la sociedad patriarcal salvaguarda el honor de los hombres, pues se da por hecho que los hombres no son infértiles por naturaleza. Todas y todos estamos cansados de ver, ya sea a través de los libros de texto o en algunos casos en vivo y en directo, cuerpos de hombres desnudos. Es una constante: desde las esculturas clásicas de las antiguas Grecia y Roma, hasta los cuadros más modernos, pasando por todas esas corrientes pictóricas y escultóricas del Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo o el Romanticismo entre otras. En cada una de estas etapas históricas, la figura masculina se nos presenta erguida, fuerte, musculosa, en actitud defensiva o realizando algún movimiento concreto (siempre relacionado con actividades tan fuertes e impactantes visualmente como el combate, el ejercicio físico o la toma de decisiones trascendentales). Unos cuerpos perfectos en los que los miembros viriles están presentes y a la vista de todo el mundo. Aunque curiosamente es cierto que a lo largo de la historia éstos se han visto censurados. Ejemplo de ello son las famosas hojas de parra colocadas con posterioridad sobre algunas esculturas clásicas o la censura de la que hizo gala Pío IV al ordenar al pintor Danielle di Volterra vestir los desnudos de la Capilla Sixtina, los cuales en su mayoría son masculinos. Por no hablar de que, en el año 2012, una televisión china pixeló los genitales del David de Miguel Ángel durante un reportaje. Aunque más reciente es el hecho de que en muy pocos productos audiovisuales (cine y televisión principalmente) aparezcan desnudos integrales masculinos. Creo recordar que en Juego de Tronos aparece alguno, al igual que en las series Roma, Deadwood o en la reciente The Leftovers. Y en cuanto al cine la cosa no es muy habitual. Uno de los más recordados es el de Michael Fassbander en Shame, pero también lo son los de actores como Viggo Mortensen, Vicent Cassel, Ewan McGregor o Daniel Craige. Sin embargo, en cuanto a desnudos masculinos en el cine o en televisión siempre nos muestran el plano trasero, por lo que es muy difícil que el espectador pueda ver el pene del actor en concreto. ¿A qué se debe todo esto? Muy fácil, a que todavía persiste en el mundo del arte y en el plano social-cultural la idea de que la debilidad del hombre reside en el pene. En otras palabras, a que su supuesta "masculinidad" y "fertilidad" están en juego en función del tamaño de su miembro. Se que suena demasiado chabacano, brusco incluso, pero es así. Hasta en la actualidad muchos chicos se obsesionan con el tamaño de su pene, midiéndoselo y comparándolo con el de los demás en los vestuarios o en la privacidad del hogar (y esto es completamente verídico). Una obsesión que acaba por convertirse en una cuestión de honor, algo que podemos apreciar en el mundo del cine. ¿Alguien ha pensado alguna vez que hubiese sido de Arnold Schwarzenegger si en algún momento de su carrera cinematográfica se hubiese prestado a un desnudo frontal? Nunca lo sabremos, pues el derecho a preservar esa posible "mancha" en su anatomía, y por tanto su "hombría", está asegurado. De estar en lo cierto, automáticamente su imagen de tipo duro, hipermusculoso y agresivo (no muy lejano a la masculinidad de las esculturas clásicas). Ese hombre que el patriarcado quiere venderte como modelo a seguir a través del consumo de masas se iría al traste. Sin embargo, con las mujeres no pasa eso. Las mujeres en las películas se desnudan, incluso frontalmente, dejando al descubierto sus órganos sexuales. Pero la diferencia radica en que, en el mundo de la ficción, las mujeres sufrimos más el sexo o los desnudos gratuitos. En parte gracias a que nuestro cuerpo ha sido tomado en el mundo del arte como un bello objeto, dejando a un lado claro está, todo debate intelectual entorno a él. Un cuerpo al servicio de los hombres, los cuales están llamados a otros quehaceres de mayor altura. Un cuerpo que es usado hasta la saciedad y cuya única función es la de tener hijos. Un cuerpo, como sucede en Quédate conmigo, sujeto al escarnio público y a las presiones de la sociedad. Un cuerpo cuyo honor y derecho a ser respetado no alcanza al del de los hombres. Un cuerpo diferente al del sexo masculino y cuya evolución en el imaginario artístico, literario y social parece no sufrir cambio alguno con el paso de los siglos. Dejando patente, una vez más, lo mucho que nos queda por avanzar. Quédate conmigo: una historia de amor descomunal, infertilidad, roles de género, tradiciones anacrónicas, maternidad, tensiones sociales...Una novela necesaria para los tiempos que corren.

Párrafos o frases favoritas:

"Ya entonces intuía que habían venido en son de guerra. Los veía a través de las hojas de cristal en la puerta. Oía su cháchara. No parecieron percatarse de que llevaba casi un minuto entero de pie al otro lado de la puerta. Quería dejarlos plantarlos allí fuera, subir las escaleras y volver a acostarme. Tal vez se derritiesen en charcos de fango marrón si se quedaban al solo el tiempo suficiente."

Película/Canción: como no existe una posible adaptación audiovisual a la vista, he optado por adjuntaros una pieza de BSO preciosa, una de mis favoritas. La película para que fue compuesta no tiene nada que ver con Quédate conmigo, sin embargo, sus notas no pudieron evitar evocarme algunos pasajes del libro, en los que la alegría y el drama se funden en un mismo color.


¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Gatopardo Ediciones

4 comentarios:

  1. Hola! No conocía el libro pero la verdad es que pinta muy bien y me encanta la trama así que no lo descarto. Muchas gracias por la magnífica reseña.

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  2. no conocía esta historia. La verdad es que creo que como a mucha otra gente, la producción cultural del África contemporánea me es bastante desconocida, más allá del llamado "arte africano" de los indígenas de las sabanas ¿qué conocemos del continente negro?
    la novela que hoy nos presentas me resulta sumamente atrayente ya que el tema, aunque muy manido, no deja de ser interesante al producirse la trama en el contexto que nos has comentado. Sin duda, se revela aquí un extraordinario talento literario por parte de la autora, si fuera europea o norteamericana, estaría más reconocida. El mundo de la literatura es muy etnocentrico todavía, de hecho, mucha es la gente que desconoce que la novela moderna no se invento en Europa, sino en Japón, de la mano de una mujer.
    Una extraordinaría reseña, con una reflexión muy interesante aunque el tema da para mucho. ¿te has planteado alguna vez incluir bibliografia a tus reseñas? creo que somos muchos los lectores que nos quedamos con ganas de conocer un poco más sobre los temas de los que hablas en los párrafos finales de las reseñas.

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  3. No conocía tampoco el libro. POcas veces me he ido al continente africano y parece que es una buena oportunidad que no hay que dejar pasar. Apuntadísimo me lo llevo.
    Besotes!!!

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  4. No me he acercado nunca a la editorial, pero desde luego es para tener en cuenta esta historia. Adoro las lecturas que dejan huella y que hacen sufrir, porque esas son las que crean empatía.
    La anotó. Besos.

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