Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

martes, 21 de mayo de 2019

RESEÑA: Ellen Foster

ELLEN FOSTER

Título: Ellen Foster.

Autora: Kaye Gibbons (Estados Unidos, 1960) escribió Ellen Foster, su primera novela, mientras estudiaba literatura en Chapel Hill. El libro fue galardonado con el prestigioso premio Sue Kaufman a la mejor primera obra, obteniendo inmediatamente el reconocimiento de crítica y lectores. Hoy en día este libro se considera un clásico de la cultura popular gracias a sus sucesivas ediciones y adaptaciones al teatro y al cine. A partir de esta, siguieron varias novelas como A Virtuous Woman (1989), A Cure for Dreams (1991), Charms for the Easy Life (1993), Sights Unseen (1996), On the Occasion of My Last Afternoon (1998) o Divining Women (2004). En 2005 publicó una secuela de su primera novela, The Life All Around Me by Ellen Foster. (Fuente: Editorial).


Editorial: Las Afueras.

Idioma: inglés.

Traductora: María José Rodellar.

Sinopsis: Cuando era pequeña pensaba en cómo matar a mi padre.” Así empieza Ellen Foster, una de las contadas obras cuya protagonista, al igual que el Huckleberry Finn de Mark Twain o la Pecola Breedlove de Toni Morrison, ha entrado por derecho propio en la cultura popular norteamericana.
Ellen es una niña de once años que, haciendo gala de una inteligencia y una determinación fuera de lo común, busca su lugar en el mundo mientras todo parece tambalearse a su alrededor. Ambientada en un Sur en el que el racismo, la exclusión y la violencia forman parte del paisaje cotidiano, este libro, a medio camino entre la novela de formación y el gótico sureño, también es una obra repleta de lirismo, humor y humanidad. Una obra memorable sobre la búsqueda del amor y la amistad, repleta de imágenes que no abandonarán al lector y que entusiasmará a los lectores de Flannery O’Connor o Carson McCullers. (Fuente: Editorial).

Su lectura me ha parecido:

   Dura, brutal, con una narradora tan carismática como difícil de olvidar, demasiado breve, rabiosamente crítica, último eslabón de una larga tradición literaria dentro de Estados Unidos, capaz de provocar la empatía más abrumadora en el lector... No todas las novelas - aunque debería referirme a los libros en general - pasan a la historia, y las que lo consiguen lo hacen en función a una serie de volátiles y casi imprevisibles causas. Existen las que, debido a la forma en la que están escritas, automáticamente se convierten en referentes para las futuras generaciones de escritoras/es. Existen también las que, en relación con lo primero, acaban engrosando los temarios de las carreras de humanidades, catalogándolas de imprescindibles para el conocimiento o aproximación a un tema determinado de nuestro pasado, por muy lejana que resulte su literatura y por mucho que ésta se envuelva en una retórica fantástica - fijaos en el caso de El Señor de los Anillos o de Alicia en el País de las Maravillas por ejemplo -. Existen, además, las que irrumpen en un momento concreto de la historia, eclosionando en circunstancias de verdadero cambio, crisis o inicio de nuevas etapas históricas. Esas acompañan a los protagonistas de dichos acontecimientos, tanto en sus pensamientos como en los lemas de sus correspondientes pancartas. Pero también, existen novelas cuya autora o autor no pasará a la historia precisamente por el conjunto de su producción literaria, sino por la grandiosa y laboriosa construcción de su protagonista. Sherlock Holmes, Frankenstein, Emma Bovary, Jane Eyre, Peter Pan, Gregor Samsa, Holden Caulfield, Anna Karenina, Jay Gatsby, Pinocho, John Long Silver, Robinson Crusoe, Harry Potter,  Pipi Calzaslargas... La lista es lo suficientemente infinita y clarificadora como para ir añadiendo más nombres a ella. Aunque a decir verdad, y en relación con el libro que hoy tengo el placer de reseñar, debería incluir dos ilustres personajes de la literatura norteamericana. Los cuales han contribuido a enriquecerla en un momento de verdadera urgencia creativa. Ellos son, por supuesto, Tom Swayer y Huckleberry Finn. Dos niños, los dos nacidos en el sur de los Estados Unidos, dos amigos y en última instancia dos inadaptados cuya vida discurre en los márgenes de la sociedad. Algo que también encontramos en la protagonista que Kaye Gibbons construye y entrega como un preciado tesoro al lector. Ellen Foster: la supervivencia entre ríos de alcohol, campos de algodón sureños y rayos de sol llamados sororidad femenina.  

   Kaye Gibbons pare a su personaje más memorable durante su etapa universitaria. Las aulas de Chapell Hill y las clases de literatura fueron el entorno perfecto para que Ellen Foster tomase voz propia, sin perder de vista toda esa tradición dentro de la literatura norteamericana a la que hacíamos referencia anteriormente. De esta novela se han dirimido unas cuantas interpretaciones, algunas poniendo sobre la mesa las posibles conexiones u inspiraciones con tres importantísimas obras del imaginario literario de dicho país, tales como Matar a un ruiseñor, El guardián entre el centeno o incluso hay quien la ha comparado con la evocadora narración de Jo, la eterna protagonista de Mujercitas. Sin embargo, y atendiendo no tanto en su contexto - la novela fue publicada en los años ochenta del pasado siglo - como sí a su temática y forma de abordarla, a mi me parece que la mayor influencia es la de Huckleberry Finn. Para refrescaros la memoria, decir que la novela de Mark Twain narra las peripecias del mejor amigo de Tom Swayer en un intento por hacer de ésta una suerte de continuación de su obra más célebre. Sin embargo, y por fortuna, Huckleberry Finn resultó ser algo más que una simple segunda parte, sino que con el tiempo acabó convirtiéndose en uno de los mayores clásicos de la literatura estadounidense. La fórmula fue sencilla: ambientación temporalmente actual (la de mediados de siglo XIX), el paisaje sureño retratado con una brutalidad extrema, la narración en primera persona desde la perspectiva del propio Huck (recordemos, un niño de 12 años) y la construcción de una grandísima paradoja (la de que Huck, criado en la superioridad de los blancos, padece las consecuencias de una familia desestructurada). Un siglo más tarde y con una fórmula casi calcada decidió Kaye Gibbons construir a su Ellen Foster. No estamos en el despiadado sur de los inicios de la Guerra de Secesión, pero sí en el sórdido sur de la década de los 60. Dos épocas bien alejadas en el tiempo que confluyen sin embargo en lo importante: en un contexto de auge racista como ambientación de una historia de superación, viaje (tanto físico como psicológico) y en el que la violencia se ejercerá - al menos en un primer plano - sobre la población, en teoría, más privilegiada en dichos marcos temporales.

   Con el recuerdo de Huckleberry Finn en la memoria, diremos que Ellen Foster - como personaje - es una niña proveniente de una familia situada en las antípodas de la imagen que proyectaban los anuncios, las revistas o las series de televisión de la America Way of Life. Nada más iniciar su lectura, y para mayor alivio del lector, pronto somos conscientes de que lo peor ha pasado. Ellen se encuentra en un nuevo hogar bajo la tutela de una mujer a la que llama "mi nueva mamá", su tono espontaneo y risueño contrasta enormemente con la historia que ella misma nos narra, lo cual nos hace pensar que probablemente haya pasado un tiempo desde que dejase atrás todo aquel incansable periplo en busca de ese ansiado amor materno y paterno. Por lo tanto, la incertidumbre y la tensión narrativa residen, ya no en el que pasará, sino en el previsible descenso a los infiernos, a la posibilidad de no soportar las secuelas de un pasado tan traumático. De este modo, es inevitable volver - narrativamente hablando - una y otra vez al pasado, a lo que no quisimos leer, a esa terrible convivencia con una madre maltratada - la cual acaba suicidándose - y con un padre alcohólico, a esos familiares que no quisieron hacerse cargo de ella, a esa abuela cuyo odio visceral hacia al padre es proyectado sobre la propia Ellen. Existe una constante necesidad de poner al lector en situación, pero también de hacerle ver, una y otra vez, que Ellen Foster ha vivido demasiado para su edad.

   Sin embargo, y para mayor equilibrio y verosimilitud, no todo es oscuridad en Ellen Foster. De hecho, además de su forma de afrontar los acontecimientos - controlando sus emociones y demostrando determinación a la hora de tomar decisiones -, podemos hablar de dos elementos que arrojan un poco de luz entre tanta crueldad. El primero de ellos está representado por una bondadosa maestra de arte llamada Julia que decide acogerla en su casa durante un tiempo. En ella, Ellen consigue cierta paz y tranquilidad a la espera de saber con qué pariente se queda próximamente. Y el segundo - y más importante dentro de esta historia - su amistad con una niña negra llamada Starletta. Sin duda, pequeños y memorables respiros aliviados para una trama ya de por si viciada con grandes dosis de crueldad y violencia. Esta relación dentro de la novela es vital para entender el paralelismo con Huckleberry Finn, ya que Gibbons construye sobre esta amistad la paradoja a la que hemos hecho mención al principio de la presente reseña. Pues, al igual que Huck traba amistad con un esclavo negro fugado en busca de la libertad y juntos emprenden un peligroso viaje sobre las aguas del Missisipi, Ellen encontrará el apoyo en Starletta - criada entre algodones a pesar de proceder de un entorno humilde - para iniciar su particular viaje a través de los recuerdos y la aceptación de los mismos. La esperanza existe, y en esta novela es doble y tiene nombre de mujer.

   Podría finalizar esta disertación literaria con una de esas reflexiones sobre el poder de la amistad en tiempos revueltos, pero también, y a riesgo de meterme en un jardín, hablar sobre la importancia de este tipo de narraciones en el contexto actual. No hace falta detallar por qué pienso que Estados Unidos atraviesa uno de sus periodos más inciertos, radicales y regresivos de toda su historia. Por ello, creo que novelas como la de Kaya Gibbons son merecedoras de una segunda vida en el corazón de los lectores ya no sólo estadounidenses, sino del resto del mundo. Pues el poderoso mensaje que transmite se traduce en una sonora y pertinente bofetada al establishment social que durante tanto tiempo nos ha comido la cabeza con la enfermiza idea de la superioridad entre etnias o razas. A Ellen Foster no le hacen daño los marginados - que en su momento era la comunidad afroamericana - sino sus propios parientes blancos, y por tanto, superiores según las teorías racistas de la época. De hecho, la propia Foster se siente más cerca de los discriminados por el sistema que de los que componen la masa privilegiada. Desmontando los pilares del mundo de los adultos, Gibbons nos muestra lo fácil que resulta acercarse a valores cívicos y de convivencia tan necesarios en nuestro tiempo. Y más aún cuando en el sillón del poder se sienta un Trump, un Salvini o un Jair Bolsonaro.

Ellen Foster: una historia de superación, desarraigo, soledad, impotencia, supervivencia, alcoholismo, locura, esperanza... Una novela que se enquista en la memoria del lector, deseando una esperada y pertinente continuación.

Frases o párrafos favoritos:

"Podría quedarme toda la noche leyendo. No puedo dormirme si no leo. Hay un momento en el que el cerebro no tiene nada constructivo que hacer y se dedica a dar vueltas. Yo le obligo a dejar de hacerlo leyendo hasta que se apaga del todo. Es que creo que es mejor hacer alguna cosa hasta el momento en que te duermes."

"Y yo me quedé allí sintiéndome lista por saber la verdad y todo lo que puede pasar cuando menos te lo esperas."

"Ojalá se atraganten. Ojalá se atraganten y se mueran y yo prenderé fuego a la casa y los quemaré a todos. Hasta a mi propio padre y así terminará todo."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Las Afueras

2 comentarios:

  1. Qué maravilla de reseña! Y no conocía el libro, pero bien apuntado que me lo llevo, que dejas con ganas.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Hola! No conocía el libro y pese a lo duro que parece que es me ha atraído mucho su argumento así que me lo apunto. Gracias por la reseña.

    Un saludo!

    ResponderEliminar