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En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

lunes, 5 de octubre de 2020

RESEÑA: Helena de Esparta.

 HELENA DE ESPARTA


Título: Helena de Troya. 

Autora: Loreta Minutilli (Bari, 1995) es licenciada en física y está haciendo un doctorado en astrofísica en Bolonia. Helena de Esparta, su primera novela, es una versión contemporánea de la Ilíada, narrada a través de la voz y experiencias de la propia Helena desde el interior de las murallas de Troya. La autora ha logrado habitar con inteligencia y delicadeza la piel de una figura mitológica que durante siglos ha sido desdeñada como voluble y portadora de desgracias. En su lugar, relata una historia de anulación femenina y de búsqueda de la libertad que le confiere por fin una dimensión humana al personaje. 


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: Italiano. 

Traductor: Ramón Buenaventura. 

Sinopsis: A Helena de Troya nadie le ha pedido nunca que cuente su versión de la historia. Es esta. Cuando Helena vuelve a Esparta tras el famoso asedio de Troya, Menelao le pregunta por qué decidió desencadenar una guerra. La respuesta de Helena es sencilla: era el único modo de demostrar su existencia, de ser escuchada en un mundo dominado por los hombres. "Cuenta pues", le responde Menelao. Y Helena comienza su relato. 

Su lectura me ha parecido: amena, sencilla, desmitificadora, humana, real, biográfica, feminista, contundente en su argumentación, una perfecta introducción a la cultura clásica desde una perspectiva de género... Cuando iba al instituto mi asignatura favorita era la de Historia. "¡Menuda novedad!" exclamaréis algunos ya que, como he contado en más de una ocasión, tiempo después acabé estudiando dicha carrera. Cuatro años de mi vida en los que me di cuenta que para ser historiadora tienes que saber un poco de todo (incluyendo botánica, economía, sociología, cine, nutrición, medicina y tener un poco de maña para sacar los nódulos de una punta Gravetiense entre otras muchas cosas), tratar de mantener la mente lo más abierta y objetiva posible (hasta cuando te toca analizar un artículo del Fuero de los Trabajadores) y, sobre todo, saber valorar si te compensa gastarte tus cuartos en el libro del profesor de turno (aunque te jure y perjure que es vital su lectura si tu objetivo es aprobar la asignatura). Pero bueno, hoy no os vengo a hablar de mi etapa universitaria, sino de la escolar, la del instituto, tan determinante como conflictiva. Jamás tuve dudas acerca de mis predilecciones académicas - y cuando digo jamás es jamás - de hecho era una especie de rara avis entre mis compañeros, inmersos en un mar de dudas y sin saber muy bien qué hacer con su vida. Historia se me daba bien, era una de las pocas asignaturas con las que disfrutaba de verdad, la única en la que era la mejor de la clase (por encima de los catalogados como empollones) y en la que, a pesar de que la profesora no era la alegría de la huerta que digamos, conseguía aprovecharlas más allá de las cuatro paredes del aula. Siendo así mi pasión por la materia, a día de hoy todavía me sorprendo de mi falta de miras y del nulo espíritu crítico que mostré por aquel entonces ante el escandalo que supone la ausencia de mujeres importantes en un temario como el de historia. Y las pocas que se nombraban, muy de vez en cuando, tendían a presentar biografías muy escuetas o adheridas a las corrientes historiográficas más rancias. 


Hasta no hace mucho como alumna asumí que, por citar el ejemplo más sangrante, Isabel II - reina de España entre 1833 y 1868 - fue una monarca incompetente, fácilmente manipulable y adúltera, sobre todo adúltera. Sí, nos teníamos que aprender de cabo a rabo las características de su reinado, pero de ella, como personaje histórico, se me quedó eso. Años más tarde descubrí la necesaria y siempre estimulante perspectiva de género. Una aproximación intelectual e interdisciplinar que cambió mi forma de observar la historia, de vivir el presente y de paso deconstruir aquellos discursos machistas que durante siglos han sido plenamente aceptados. Ahora sé que Isabel II tenía las ideas claras, que se dejaba aconsejar por quien ella quería y que se negaba a asumir el papel de ángel del hogar dentro de la corte. Nunca quiso parecerse a Victoria de Inglaterra (el modelo de reina-madre por excelencia) como tampoco dejarse ningunear por quien no comulgaba con sus ideas, por lo que no dudó en ejercer su libertad, incluso en el terreno amatorio. Está claro que su reinado lo que se dice bueno no fue, de ahí las numerosas críticas que condujeron a su abdicación y exilio en 1868 con la Gloriosa, pero una cosa es eso y otra muy distinta es que los libros de texto reproduzcan una y otra vez la versión de los opositores, configurando una imagen de Isabel II simplista e injusta. Quiero pensar que las cosas están cambiando, que en los libros de historia la presencia de mujeres es cada vez más abundante. Pero si no es así, si todavía seguimos con los parámetros de siempre, libros como el que hoy os descubro pueden servirnos de inspiración para el urgente cambio de paradigma. Helena de Esparta: cuando las mujeres toman la palabra. 


Las únicas imágenes de Elena de Esparta - que no de Troya - que me vienen a la cabeza, aunque procedan de diferentes disciplinas, están cortadas por el mismo patrón. La primera de ellas, la Helena de la película Troya (2004). Todo un espectáculo de batallas y efectos especiales con poco rigor histórico al servicio del lucimiento de su estrella: un Brad Pitt acertado en los combates cuerpo a cuerpo dando vida a uno de los Aquiles más abruptos y amorales de la historia del cine. Una cinta en la que Diane Kruger - la actriz del momento - daba vida a Helena, una Helena enamorada de Paris - un insípido Orlando Bloom - y cuyo romance viven en secreto. Al enterarse Menelao - marido de Helena y rey espartano - decide conquistar Troya como venganza a la infidelidad con ayuda de su hermano Agamenón y, por supuesto, de Aquiles. El protagonismo de Helena se diluye a medida que avanza la trama, como ya hemos dicho, la supuesta historia de amor y la personalidad de ella no son el reclamo, sino el lucimiento del actor norteamericano. Ni si quiera el desastroso final - traicionando vilmente el texto de Homero - en el que Helena y Paris huyan juntos tras el asedio final nos impide apartar la mirada de la melena rubia de Aquiles, o de Brad Pitt, que en esta ocasión viene a ser lo mismo. La segunda de ellas, no es que nos topemos con una Helena con poco peso en la historia, sino que en esta ocasión directamente ausente. Todos conocemos a grandes rasgos el Juicio de Paris - aunque cabría profundizar en él para entender los entresijos del origen del conflicto armado - así como sus diferentes representaciones pictóricas a lo largo de la historia. Mi favorita no sorprende, es la que pintó Rubens en 1648, esa en la que vemos unos cuerpos femeninos alejados de toda idealización - con controversia añadida ya que no está claro que en la leyenda original dijese expresamente que las tres diosas se desnudaran ante Paris para mostrarle su belleza física - y en la que podemos apreciar un interesante estudio del paisaje que rodea la acción. Pero, como ya he dicho antes, ni rastro de Helena. Es la gran ausente dentro dentro del cuadro, del juicio y de un asunto que le afectará de lleno. ¿No tendría entonces derecho a estar presente? Menos mal que existen escritoras como la italiana Loreta Minutilli para restaurar, humanizar, y sobre todo, dar voz a un personaje al que nadie le ha pedido que relatase su versión de los hechos acaecidos. 


A lo Gorgias en Elogio a Helena - el primer texto de la literatura universal que se atrevió a defender su inocencia - pero bajo el prisma y las gafas moradas del siglo XXI, Minutilli construye un breve relato partiendo de una invitación, la de Menlao a Helena, para que cuente su historia, su punto de vista respecto a lo acaecido tiempo atrás. Desde ese preciso instante, los lectores somos conscientes del poder inabarcable del patriarcado, capaz de otorgar permiso o no a una mujer para que ésta simplemente hable o exprese su opinión. Helena aprovecha entonces para mostrar, tanto a Menelao como al propio espectador que asiste a esta conversación, la verdad de los hechos, su verdad, destruyendo ideas preconcebidas, mitos surgidos al rededor de su figura y, por supuesto, los motivos que la llevaron a ser pieza clave en el estallido de la Guerra de Troya. Siguiendo un eje cronológico perfectamente estructurado dentro de la novela, el lector descubrirá en esta reescritura de la famosa fábula mitológica las vivencias de una mujer amante de su tierra - recordemos que era espartana, no troyana - inteligente, curiosa y que sueña con instruirse en las disciplinas para ella prohibidas. Presa de su extraordinaria belleza, Helena será objeto de vejaciones, mercadeos entre reyes como si de una bonita tinaja de vino se tratase y hasta de violaciones. Resultan especialmente impactantes las páginas que la autora dedica al mal llamado "rapto de Helena" por parte de Teseo y Pirítoo. A ese "rapto" a partir de ahora deberíamos añadirles las palabras "violación" y "humillación", ya que tras llevársela en contra de su voluntad mientras bailaba en el santuario de Artemisa de Ortia, Pirítoo y Teseo, en un espeluznante cara o cruz, se echaron a suertes la violación de Helena, siendo este segundo el que acabó quebrando el alma de la joven. Las rimas con los tiempos que corren - y con las numerosas manadas que siguen impunemente campando a sus anchas - son escalofriantes pero absolutamente necesarias. Asombra la capacidad de Minulilli para imbuir al lector en la historia, así como su basto conocimiento sobre la figura de Helena de Esparta y su constante insistencia en destacar aspectos que jamás nos habíamos planteado entorno a su personalidad, ideas políticas o aspectos más privados como su condición sexual. Para la autora, Helena se sabe atractiva, ama su cuerpo, pero prefiere disfrutarlo ella misma, sin a penas compartirlo y menos con un hombre (de hecho el contacto carnal con el sexo opuesto la repele). De ahí que se sugiera la posibilidad de que se sintiese más atraída intelectual y sexualmente por las mujeres. Helena quiere escucharlas, aprender de ellas, adorarlas y al mismo tiempo sentirse admirada. No es de extrañar que acabe reflexionando, urdiendo tramas y acabando en los brazos de Paris - al que por cierto no ama y aquí pintan como un inútil -  con el único propósito de participar en la vida política, conversar, tomar decisiones y salir de la jaula de oro para poder, por ejemplo, pasear por la calle. La vanidad es su mayor defecto, y Minutilli, lejos de idealizar a su protagonista hasta la extenuación, la acepta con sus pros y sus contras, con sus traumas y sus fortalezas, logrando así un retrato más creíble que el que Homero ofreció en La Ilíada. Por último, antes de acabar, me gustaría rescatar las palabras de Chimamanda Ngozi Adichie en su famoso librito El problema de la historia única: "Las historias importan. Importan muchas historias. Las historias se han usado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla." Con este discurso, Chimamanda resume a la perfección la esencia de la novela de Loreta Minutilli, la de proponer una nueva mirada descontaminada de la escritura patriarcal, lejos de considerarse como la mala del cuento y mostrando a una mujer ambiciosa, dolida pero capaz de sobreponerse a las adversidades, con mil y un contradicciones cuyo deseo era ocupar el lugar que durante siglos ha pertenecido a los hombres. Y para eso, como en cualquier lucha, el primer paso es desobedecer. 

Helena de Esparta: una historia de lucha personal, política, intrigas, feminismo, sororidad, adversidades, violación, injusticias históricas... El relato mitológico más famoso de la historia como jamás te lo habían contado. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Quería hacerlo sin pedirte permiso. Quería sentir a otro hombre dentro de mí y descubrir si era culpa tuya el hecho de que no lograse experimentar el menor placer en la cama, y no es así. Quería sentir remordimiento, angustia, miedo, soledad, quería estar desorientada, sentirme perdida, estudiar lenguas, costumbres, personas, pensar en un modo de sobrevivir sola. Quería esperar y temblar y beberme cada momento de mi vida de modo caótico y desordenado, y no había otro modo de hacerlo, ¿comprendes?"

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

2 comentarios:

  1. Una reseña muy interesante de una novela que no conocía y la cual me apunto, pues me interesa mucho esta relectura del mito de Helena de Esparta.
    Como bien dices no es la primera vez que se trata de exculpar a Helena de la catástrofe que supuso la Guerra de Troya, Gorgias ya realizó su famoso "encomio de Helena", pero hay que tener en cuanta que Gorgias no hizo esto por su convencimiento de que Helena fuera inocente, sino como un mero ejercicio retorico para demostrar al auditorio sus enormes dotes de convicción. Era un sofista, uno de los más famosos de todos los que hubo. Como todo sofista no era más que un "demagogo" es decir, un educador del pueblo, la intención de los cuales era instruir a la gente más humilde para que fueran críticos con lo que se les decía y pudieran ejercer con toda plenitud sus derechos democráticos en la asamblea de la Atenas clásica. Por desgracia Sócrates/Platón ganaron la batalla por el relato y hoy creemos que los sofistas no eran más que simples mercenarios que defendían cualquier posición a cambio de dinero. No hay que conformarse con la historia única.
    Con respecto a Helena, no hay que olvidar que Homero nunca la culpa de la guerra. Homero narra la historia de a dónde lleva la ambición de los seres humanos, las vidas que pueden llegar a costar y en este contexto, me temo, el "rapto" de Helena por parte de Paris no fue más que una excusa, un "casus beli" ficticio para justificar una invasión con objetivos políticos y estratégicos: Troya estaba situada muy cerca del Bosforo y utilizaba esa posición para cobrar un tributo a todos los barcos que por allí pasaban, además controlar la ciudad, que también era griega, implicaba controlar el paso entre Europa y Asia. Helena dio la excusa para el ataque por parte de los aqueos a la ciudad. Helena es inocente, sin duda. Si no la hubieran raptado habría habido guerra de Troya del mismo modo.
    Una reseña excelente. Me encanta que nuevas escritoras y escritores revisiten los clásicos griegos y latinos para ofrecernos lecturas actualizadas de ellos, a ver si así al gente se anima a leer a gente como Homero o Eurípides. Aprenderían mucho.

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  2. Gracias por esta extraordinaria reseña y el descubrimiento de esta novela, que me llevo bien apuntada.
    Besotes!!!

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