Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

martes, 6 de abril de 2021

RESEÑA: Madre soltera.

 MADRE SOLTERA


Título: Madre soltera. 

Autora: Marina Yuszczuk (Argentina, 1978) es escritora y editora del sello Rosa Iceberg. Ha publicado los libros de poesía Los que la gente hace (Blatt & Ríos, 2012), El cuidado de las manos (Melón Editora, 2012), Madre soltera (Mansalva, 2014; Las Afueras, 2020) y La ola de frío polar (Gog y Magog, 2015). También ha publicado los libros de cuentos Los arreglos (Rosa Iceberg, 2017) y ¿Alguien será feliz? (Blatt & Ríos, 2019) y la novela La inocencia (Iván Rosado, 2017). Es Doctora en Letras por la Universidad Nacional de la Plata y colabora con el periódico Página/12 como crítica de cine. 


Editorial: Las Afueras. 

Idioma: Castellano. 

Sinopsis: Madre soltera es un poemario sobre la maternidad de la autora, con sus conflictos, placeres y contradicciones. Una obra que nos sacude con un anhelo tierno y violento al mismo tiempo y que ha alcanzado el estatus de libro de culto en su país. Marina Yuszczuk nos habla del cuerpo y el deseo, de la incertidumbre del embarazo y la intensidad del parto, del entusiasmo y el desánimo que despiertan la crianza. Y lo hace con unos versos bellísimos y feroces que quedarán en la memoria de los lectores. 

Su lectura me ha parecido: desbordante, íntima, natural, despojada de artificios, desmitificador, confesional, valiente... Ser madre es una idea que no entra dentro de mis planes, al menos a corto plazo. Como tampoco sé si lo estará de aquí a unos años. Cuando por fin pueda mantenerme económicamente y permitirme un hogar que pueda considerar mío. En el pueblo o en la ciudad. En la costa o en la montaña. Con la brisa marina golpeando los cristales de la habitación o las hojas de los abetos llamando a la robusta puerta de madera. El simple hecho de que una personita esté creciendo dentro del cuerpo de una mujer siempre me ha parecido algo ajeno. De otro planeta. Nunca he sido de acariciar barrigas, de hablar al futuro bebé buscando una reciprocidad en forma de patada o codazo y, por supuesto, jamás he hecho gala de ese paternalismo tan rancio que recae sobre las embarazadas en el que todo el mundo, incluidos algunos hombres, te dice lo que tienes que hacer. Al contrario. Tenía y siempre tengo más preguntas que consejos, inquietudes que lanzo desde el mayor de los respetos, sin esa búsqueda de la respuesta más amable o complaciente. Una desnudez física y emocional que por desgracia no es fácil de hallar, y menos delante de toda la troupe familiar, normalmente más pendiente de proteger que de dejar actuar con libertad. Alguna vez he soñado que lo era, que mi barriga se hinchaba, como un globo. Que pesaba, que no podía caminar, que me tapaba los oídos, en busca de acallar las exigencias. Aquellas que implícitamente desean que actúes de una forma concreta, aquellas que esperan por tu parte el ejercicio de un modelo muy concreto de maternidad, aquellas que se lanzan, inclementes, sobre tu conciencia si la respuesta que ofreces no satisface lo que ellos esperan de ti. Y llora, y grita, y no deja dormir, y los pañales, y el biberón, y la falta de tiempo, y la falsa promesa de corresponsabilidad, y la desgarradora autoculpa y la cueva, esa famosa y angosta cueva de la que muchas autoras madres hablan, nada que ver con la de Platón, en la que existe cobijo, pero también la angosta rueda de cuidados de la que es casi imposible salir. No es de extrañar que, por estos motivos, la maternidad se haya convertido en un tema literario, engrandecido en los últimos años como consecuencia del auge del feminismo y su correspondiente interseccionalidad e interdisciplinariedad. Son tantos los textos que han aparecido en nuestro panorama libresco que me es imposible citarlos todos. Y aunque si bien es cierto que existen obras que se han adueñado de nuestros corazones lectores por derecho propio, el texto del que hoy vengo a hablaros destaca por transmitir el mismo mensaje a través de un formato que, si bien está con nosotras/os desde el origen de los tiempos, andaba falto de una perspectiva de genero que, por fortuna, una nueva generación de poetas se está encargando de otorgar. Madre soltera: un peldaño poético a añadir a la lo que hoy llamamos "nuevas maternidades". 


A riesgo de meterme en un berenjenal o hacer - no os ofendáis por el chascarrillo empleado por favor - intrusismo maternal, me dispongo a hablaros de un breve poemario que, aunque originalmente se publicó en 2014 en Argentina, no apareció en España hasta el malogrado 2020. De hecho, su portada (en perfecta consonancia metafórica con el contenido del mismo) no podía reflejar mejor el paisaje que mis ojos observaban cuando quería "escapar" de las cuatro paredes de mi habitación. Aquellas sábanas de colores que alguien colgaba en el edificio de enfrente, aquellas danzas perfumadas de Norit al calor del sol vespertino pero, sobre todo, aquel niño que arrojó sin querer su pelota de goma por la azotea, los llantos que le precedieron y la amabilidad de un hombre que se la devolvió con ayuda de un vecino de la misma finca. Imágenes, recuerdos, anécdotas del confinamiento global que ahora, releyendo algunos de estos versos, han regresado con mayor nitidez. De la mano de Marina Yuszczuk nos sumergimos en un océano en calma, persiguiendo la línea del horizonte, donde los tesoros marinos pueden rozarse con la punta de los dedos. Sin embargo, este océano revela su lado más salvaje, embravecido, con olas sobre las que cabalgar, esquivando los destellos de la tormenta, escapando del fondo del mar, en el que también podemos hundirnos, sin remedio, entre criaturas temibles y una perenne oscuridad. O lo que es lo mismo, en una gran oda al hecho de ser madre en todo su esplendor, pero también en toda su marea de contradicciones y abismos. Entre una poesía más lírica y la prosa poética - dos formatos que Yuszczuk maneja a la perfección - llegamos a la mitad del poemario con la sensación de que nos falta algo, no por vagancia o poca destreza por parte de su autora, sino porque los temas y las perspectivas ya las hemos leído en otros lugares. Pero entonces, llega el poema "XXXV", un largo poema en prosa precedido de una advertencia - "Ahora presten atención, porque llegamos al centro del libro" - en el que se nos narra un parto, el nacimiento que justifica el libro, la razón de ser que vehicula el poemario y lo describe como pocas veces se ha hecho. Directo, franco, despojado de idealismos o heroísmos y lúcido. Tremendamente lúcido. Este niño que nace es la consecuencia de un "error" - el cual también es anunciado en las primeras páginas - de un embarazo que no tenía que haber tenido lugar, un imprevisto que, sin embargo, generará una serie de aprendizajes prematuros. Unas enseñanzas a  las que tanto la madre como el recién nacido hacen frente desde las antípodas de lo que la sociedad tradicional ordena. 


Frases aparentemente triviales. Párrafos descriptivos. Poesía de la lactancia. Versos que evocan la vida prematernidad. Y una voz - la de Marina Yuszczuk, y por extensión, la de todas las madres - que se hace oír como un altavoz en medio del gentío o desde un lugar, apartado, escondido, con su hijo en brazos. Ejercicios narrativos sobresalientes, metáforas que embellecen la irritabilidad, emociones naturales, desnudas, casi salvajes. Aquí la maternidad no es perfecta, sino que equilibra esa dicotomía entre alegría y desesperación. Dos caras de una misma moneda no siempre mostradas a plena luz del día, ya sea por prejuicios sociales o por la maldita sensación de no acertar nunca, de estar haciendo las cosas mal, de que la culpa pese más que el orgullo. Mi favorito, aquel en el que nos habla de la cueva que supone para muchas mujeres la crianza de un recién nacido, los primeros meses de contacto, de un amor tan apabullante como físico, pero también de la privación de otros placeres, de esa imposibilidad de salir de casa, de los cuidados las 24 horas que dejan a las mujeres totalmente exhaustas. A su vez, el poema "XXXIII" donde habla de los bebés en los bares - os sorprendería la cantidad de niños que se ven en dichos lugares - la incomodidad de los carritos y, por supuesto, una pequeña mención a la paternidad. Pero no una paternidad cualquiera, sino a esas generaciones de padres que nos precedieron y que, a pesar de su imperfección mayúscula, algunos han acabado observándola con cierta nostalgia. Algo que, por el contrario, no sucede con las madres, a las que les cae un vómito de reproches continuo, por mínimo que sea el "error" - por llamarlo de alguna forma - cometido. Y es que lo hemos mamado (nunca mejor dicho) desde la cuna. Madres que son repudiadas por sus hijos por no haber estado ahí cuando las necesitaban, madres que pagan con el desprecio de sus hijos por haber abandonado el hogar sin avisar, madres a las que se les reprocha su estricto carácter - o su nulo instinto maternal - y en el extremo más trágico, madres que directamente son encarceladas, condenadas a muerte o asesinadas por sus propios hijos. Dicho esto ¿No estamos ante una retórica tremendamente despiadada contra las madres que no se amoldan al rol tradicional? ¿Es posible que nos hayan convencido de que es más grave que la madre se marche de casa que que lo haga el padre? ¿No nos han enseñado, o mandado señales a través de los medios de entretenimiento masivos, que cuando una madre sale de casa para no volver la unidad familiar se desmorona mientras que si es el padre el que lo hace la situación es completamente diferente? Está bien que se hable de maternidad en literatura, que se visibilicen los cuidados, la diversidad, la depresión postparto, el parto en sí o la violencia obstetricia entre otros aspectos. Sin embargo, creo sinceramente que debería ahondarse en la citada problemática para ir deconstruyendo los tótems sociológicos y culturales que nos avasallan desde que pronunciamos la primera palabra hasta que cerramos los ojos definitivamente. No será fácil, nadie dijo que lo fuera, pero con educación - la palabra mágica y que tantas alegrías produce si se emplea correctamente - puede conseguirse. 

Madre soltera: un viaje a través de la vida, el desencanto, la alegría, las dificultades, las ambigüedades, el cansancio, la depresión, la satisfacción... Una buena noticia dentro del renovado panorama poético e intelectual. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Una idea florece en el corazón como una planta con espinas". 

"Ahora estamos saliendo de la cueva
o ya salimos
tenemos una casa que parece un hogar
tenemos ropa
pero los otros meses me escondí con mi hijo en 
    una cueva."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Las Afueras Editorial

2 comentarios:

  1. una reseña muy interesante de un poemario que no conocía pero que me encanta haber descubierto en esa reseña. Me lo apunto.
    Una reseña fantástica con una gran reflexión final para hacernos pensar.

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  2. No conocía tampoco este poemario ni a su autora. Tomo buena nota, qeu me has dejado con ganas.
    Besotes!!!

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