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"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

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martes, 4 de mayo de 2021

RESEÑA: Anónimas. La escritura silenciosa de las mujeres.

 ANÓNIMAS

LA ESCRITURA SILENCIOSA DE LAS MUJERES


Título: Anónimas. La escritura silenciosa de las mujeres. 

Autora: Raquel Presumido (Oviedo, 1992). Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Burgos y el Máster de Guion del Sindicato de Guionistas en la Universidad Carlos III de Madrid. Trabajó como becaria en productoras televisivas y teatrales durante algún tiempo, compaginándolo con su formación en escritura de ficción en escuelas como Hotel Kafka o Fuentetaja. En 2016, La Casa del Lector otorgó el primer premio a su relato Amantes insomnes en el certamen Cuentos Sonoros. Aficionada al mundo de los fanzines políticos, debutó en 2018 con la autopublicación de su ensayo Sabrina, cosas de brujas, un análisis feminista del guion de la serie adolescente de los noventa. Actualmente oposita a profesora de Lengua y Literatura e imparte talleres de escritura que giran entorno a la ficción escrita por mujeres. 


Editorial: Antipersona. 

Idioma: español. 

Sinopsis: Sentados juntos a la máquina de escribir, las mujeres han redactado documentos, mecanografiado contratos y escrito cartas para sus jefes. También han aguantado las bromas, los comentarios y el acoso sexual de compañeros y superiores. Convertidas en mito erótico y blanco de chistes, las secretarias escribían en silencio documentos que firmaban sus jefes. Pero eso no sucedía solo en el interior de las oficinas. Las mujeres de los genios de la literatura hacían de secretarias, traductoras, correctoras y agentes mientras se ocupaban de la casa y los niños y a veces incluso trabajaban fuera para sostener económicamente a la familia. Su rastro se perdía en la historia mientras ellos recibían premios y reconocimiento. Otras mujeres, unas pocas, consiguieron publicar enfrentándose a los prejuicios y a las dificultades. A veces no pudieron firmar sus obras, en otras ocasiones lo hicieron con nombre masculino. Este libro traza la genealogía de esa escritura silenciosa de las mujeres para que no la olvidemos y para que no dejemos que continúe pasando.  

Su lectura me ha parecido: breve, ágil, muy accesible, iniciática, con capítulos a destacar (aunque en general todos son necesarios e interesantes), urgente, feminista, capaz de empujar a la o el lector a investigar por su cuenta... Cuando terminé de leer este cortísimo ensayo - demasiado tal vez - fueron dos los personajes (uno seriéfilo y otro cinéfilo) que se me vinieron a la cabeza. El primero fue el de Peggy Olson entrando por primera vez en las oficinas de Sterling Cooper. Aquella mujer de ojos claros, melena oscura, callada, de apariencia tímida, remilgada, vestida con tonos pastel, recorriendo las estancias de la agencia de publicidad. Entraba como secretaria, una de las profesiones más feminizadas, erotizadas, ridiculizadas y menospreciadas del mercado laboral de los años 60 - algo que se extiende en parte hasta nuestros días - . En un lugar en el que los puestos de gran responsabilidad eran copados por hombretones trajeados que se robaban las ideas para grandes campañas o anuncios con sesudas reflexiones y bebiendo más de lo que su hígado podía soportar. Y en un país, los Estados Unidos, que comenzaba a despertar del sueño del American Way of Life a golpe de contracultura y feminismo de segunda ola. Peggy Olson - interpretada por Elizabeth Moss - entró como mera secretaria ante los ojos de los espectadores, a la sombra de su jefe, del protagonista, el totémico Don Drapper (encarnación del macho alfa en decadencia de mediados de siglo XX) pero saldrá, tras siete gloriosas temporadas, como una de las mejores publicistas de la empresa, además de en una de las abanderadas del feminismo liberal - blanco y de clase media por supuesto - de su tiempo, y por extensión, un icono audiovisual para los tiempos actuales. El vivo retrato de algunos de los derechos que Betty Friedan, Gloria Steinem o Bella Abzug entre otras condensado en su personalidad inteligente, despierta y leal. Demostrando que sus ideas eran igual de buenas que las de cualquier otro compañero, que esa "cesta de besos" podía ser una gran campaña. El segundo, fue el de Joan Castelman. Pelo blanco, ojos azules y rostro casi hierático. La impecable representación del terrible dicho "la gran mujer detrás del gran hombre". Un hombre, su marido, al que van a otorgar el Premio Nobel de Literatura, de ahí el viaje a Estocolmo y todas las entrevistas concertadas en la capital escandinava. Joan lo acompaña con resignación, a cada acto, a cada tertulia, a cada cena previa a la ceremonia con embajadores y demás autoridades, harta de la condescendencia con la que la tratan - a pesar de tener estudios - y de la invisibilidad a la que le ha condenado su propio esposo. Pero todo tiene un límite y Joan explota revelando al espectador el secreto que ha estado guardando durante años, el de que ella es, en realidad, es el verdadero coloso literario, la autora de la novela que lo hizo merecedor de dicho reconocimiento mundial. Amarga película que, no solo nos ofrece una de las mejores interpretaciones de Glenn Close, sino que además resulta una reflexión entorno al rol de la mujer del supuesto genio, del artista, del brillante escritor que el patriarcado ha contribuido a moldear. A Peggy Olson y a Joan Castelman les separan décadas, épocas, empleos y circunstancias personales. Pero aunque son dos mujeres procedentes del mundo de la ficción, su inspiración puede rastrearse en el de otras mujeres reales a las que la escritora Raquel Presumido ha querido reivindicar desde lo puramente divulgativo. Anónimas: de secretarias, mujeres de, autoras amordazadas y de como el patriarcado convirtió su talento en invisibilidad. 


Centrándonos en la reseña propiamente dicha comenzaremos, en primer lugar, resaltando la extraordinaria brevedad del presente ensayo. No es de extrañar si tenemos en cuenta que Antipersona - la editorial valenciana que lo ha publicado - siempre se ha caracterizado por hacer llegar a los lectores textos, en su mayoría de no ficción, de una extensión bastante asequible sobre temas que - antes sobre todo - no habríamos encontrado en editoriales más generalistas. Desde un libro sobre la evolución de lo que significa "salir de fiesta" a lo largo de la historia hasta una novela sobre el caso Alcasser y el trauma que causó en la psique colectiva de los años 90, pasando por mujeres barbudas y su representación en el cine, las experiencias de varias voces influyentes del colectivo trans en España, el diario de un oficial al mando del IRA durante su estancia en la cárcel, un fresco sobre señoras victorianas cleptómanas y el nacimiento de los grandes almacenes en Europa o un ensayo sobre la Yakuza entre otros. El texto de Raquel Presumido ha encontrado hogar en una editorial que, como acabamos de comprobar, ostenta una de las líneas editoriales más eclécticas del panorama literario. Rellenando algunos huecos del conocimiento que habían quedado desclasados o directamente ignorados por el gran público desde una intención inminentemente divulgativa. El libro de Pesumido, en comparación con algunos títulos del catálogo, es tal vez el que más se adecúe a la urgencia intelectual del momento, a la necesidad de contar la historia desde otra perspectiva, la de las mujeres, las grandes olvidadas, a las que desde no hace mucho, y por fin, parece que se les empieza a escuchar de nuevo. Tras el montaje teatralizado de la portada  - donde vemos a un jefe demasiado "pachorro" y a una secretaria con la sonrisa demasiado amplia, casi forzada - y tras un impecable prólogo de Silvia Nanclares encontramos una escritura pulida, solida, perfectamente apoyada en una bibliografía que se recoge al final del libro y a la que la autora no duda en recurrir cuando es necesario para su argumentación. Con una clara pretensión divulgativa, la autora invita a que el lector, a posteriori, reflexione, desarrolle mirada y pensamiento crítico, buscando por su cuenta otras lecturas más especializadas, más densas si lo prefiere, relacionadas con los distintos temas que se abordan. Algo que nunca está de más. Dicho esto, y volviendo a la cuestión de la brevedad, es cierto que hay capítulos magníficos donde Presumido construye un discurso y ofrece datos, pequeñas biografías de personajes femeninos invisibilizados y desconocidos para el gran público, citas, títulos de películas, apoyo fotográfico... Pero me ha faltado cierta profundidad en algunos capítulos, como en el de "Personajes femeninos en series y cine", donde me he quedado con ganas de más y es que, en comparación con otros, este apartado se queda un poco corto. 


Sin embargo, y a pesar de lo comentado en el anterior párrafo, Anónimas no deja de ser un ensayo importante dentro del maremágnum de libros feministas que han visto la luz en los últimos años. No solo por su acercamiento al lector, sin planteamientos extraordinariamente complejos y yendo directamente al fondo de la cuestión a tratar, sino por su despliegue de planteamientos y personajes que deberían tener su hueco en la historia de la literatura pero que, por el hecho de ser mujer, o bien nunca lo han recibido o si lo han hecho ha sido demasiado tarde - o lo que es lo mismo, una vez muertas -. Mujeres a la sombra de los grandes. Casadas con quienes, en muchas ocasiones, han impedido que éstas se desarrollasen como autoras de renombre pese a tener el talento suficiente como para lograrlo. Como Zenobia Camprubí - perteneciente a las Sin Sombrero, poeta, autora de una de las colecciones de diarios fundamentales para conocer el contexto de principios de siglo XX pero que, por desgracia, es más conocida por se la mujer de Juan Ramón Jiménez - Vera Slónim - quien tuvo que abandonar sus aspiraciones literarias para leer, traducir, corregir, mecanografiar, asesorar jurídicamente, hacer labores bibliográficas, chófer y hasta cazar mariposas para que su marido, Vladimir Nabokov, pudiese dedicarse solo a escribir - o Sofía Behrs - quien incluso sufrió el plagio de una de sus novelas por parte de su marido, el intocable Lev Tólstoi, quedando reflejada en el imprescindible Guerra y Paz -. Obligadas a firmar sus obras con pseudónimo masculino o siglas - "James Tiptree Jr." era Alice Sheldon, "Currer Bell" Emily Brontë, "A.M" Louisa May Alcott, "George Sand" Aurore Dupin, "Víctor Catalá" Catalina Albert, "George Elliot" Mary Ann Evans o tras "J.K. Rowling" se escondía en realidad Joanne Rowling -. Amordazadas a la retórica patriarcal - escritoras como Phillis Wheatley, María Lejárraga, Colette, Violette Leduc, Sylvia Plath o Lucia Berlin vieron como sus obras eran firmadas por sus esposos o bien murieron antes de recibir el reconocimiento que merecían -. O simplemente inexistentes para el mundo - como es el caso de Bette Nesmith, la secretaria que en los años 50 inventó el Típex cansada de empezar de nuevo cada vez que cometía un error mientras escribía a máquina -. Imprescindible es el capítulo reservado, precisamente, al de las secretarias. Profesión feminizada donde las haya y donde se evidencia, de nuevo, otro tipo de escritura invisible, la de aquellas mujeres que redactaban informes, contratos, cartas y demás escritos en nombre del jefe de turno. Por no hablar de su conversión en falso mito erótico por parte del cine, la prensa y la publicidad. Pasando a ser el flanco de burlas, comentarios machistas, acosos y abusos sexuales de toda clase. Dos escrituras silenciosas: la de las escritoras que luchan por hacerse un hueco en una disciplina intelectual que las desprecia y la de las secretarias que pelean por ser valoradas y reconocidas en un mercado laboral inminentemente masculino. Las primeras, en algunos casos, acaban sin quererlo convirtiéndose en las segundas, y viceversa, de secretarias en escritoras, con mejor o peor suerte, redactando sus propios textos para darlos a conocer al mundo. Interesantes paradojas y lúcidas reflexiones finales - la prevalencia de los casposos prejuicios respecto a las escritoras en tiempos donde se publican más libros firmados por mujeres que nunca - las que se dan en este ensayo que, esperemos, no sea el último de Raquel Presumido. 

Anónimas: un ensayo sobre injusticia, invisibilidad, secretarias que tratan de escapar al estereotipo erótico, escritoras engullidas por el genio, escritoras que no publicaron, escritoras que lo hicieron bajo otro nombre, escritoras cuidadoras, escritoras olvidadas... Una conciso estudio feminista que aboga por una educación en igualdad y en el conocimiento de todas y cada una de ellas. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Por mucho que la crítica literaria y el periodismo más tradicional se empeñen en decir que son buenos tiempos para las mujeres en la literatura, afirmando poco menos que nuestro modesto éxito es fruto de una necesidad de cumplir una cuota de diversidad por parte de las editoriales, en realidad es una moda temporal y las autoras salen a cuentagotas. Además, el público que consume ficción escrita por mujeres está formado, en su mayoría, por otras mujeres. Los prejuicios acerca de autoras no han cambiado tanto, a la vista está que, cuando una mujer escribe un libro, los medios se centran exclusivamente en el hecho de que sea una mujer y hacen aburridas y simplistas comparaciones con otras escritoras que nada tienen que ver con ellas."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Antipersona

1 comentario:

  1. me ha gustado mucho conocer a través de tu reseña este interesantísimo ensayo. Me congratula que jóvenes investigadoras estén preocupándose por sacar a la luz y descubrirnos a las figuras olvidadas, en este caso las mujeres escritoras, o que como en el caso de las secretarias, tienen un trabajo poco considerado aunque es vital para el correcto funcionamiento de muchas empresas.
    Una reseña excelente de un libro que me despierta gran curiosidad

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