Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

martes, 14 de enero de 2020

RESEÑA: Vozdevieja.

VOZDEVIEJA

Título: Vozdevieja.

Autora: Elisa Victoria (Sevilla, 1985). Por este orden y entre otras cosas, se ha dedicado a coleccionar muñecas Chabel, a vender pizzas y hamburguesas con gorra roja, a estudiar Filosofía y Magisterio Infantil y a escribir compulsivamente desde la pubertad como método eficaz de supervivencia. Ha publicado dos libros. El primero, Porn & Pains, salió en diciembre de 2013 gracias a Esto no es Berlín y fue reeditado en junio de 2017. El segundo, La sombra de los pinos, fue publicado en marzo de 2018 por la misma editorial. Ha colaborado en sitios como Tentaciones, Tribus Ocultas, El Estado Mental, Cáñamo, Vice, Playground, El Butano Popular, Primera Línea, diversos fanzines (Una buena barba, Clift, Orfidal, Yo no soy esa, Diario ultrasecreto de Honey, Fango) y antologías (Hijos de Mary Shelley, Erotismo desviado, La familia, Hijos de Sedna, Frankenstein resuturado, El Moyanito). Le encantan los cómics, los sintetizadores y chupar limones. Es capaz de comunicarse rápida y profundamente con los animales y los niños. Con los humanos adultos no tanto. Vozdevieja es su primera, y muy prometedora, novela. Fuente: Editorial.


Editorial: Blackie Books.

Idioma: español.

Sinopsis: Tiene nueve años. Su nombre es Marina, pero en el cole la llaman Vozdevieja. Este verano en Sevilla, el primero después de la Expo del 92, es tan largo y tan seco que ella no sabe si llorar o reír. Si quiere que todo cambie o que todo siga igual. Porque aún juega con muñecas Chabel pero ya mira revistas para adultos. Porque su madre está enferma y ella ya se imagina en un convento rodeada de huerfanitas. Porque todo el mundo, también su padre, insiste en desaparecer. Porque su mejor amiga es su abuela, quien le guisa, la peina, se deja cortar esas uñas como alacranes, le cuenta su amor por Felipe González, le dice tranquila, le enseña nuevos tacos, le cose vestidos de flores. Luego sale y esos vestidos le molestan tanto como si fueran de lija. Y aun así, Marina siempre tiene hambre: de vida, y de filetes empanados. Una voz única, tierna, lírica y divertidísima. Una primera novela tan inolvidable como la primera vez que te pasa algo importante.

Su lectura me ha parecido: tierna, cercana, fluida, fresca, espontanea, muy alejada del retrato de la infancia blanca tradicional, ocasionalmente perturbadora, castiza, con unos personajes (en especial la protagonista) que consiguen tocarte el corazón, poco concreta en algunos pasajes, nostalgia en estado puro... Antes de meterme de lleno a criticar y a hablaros de la que considero una de las mejores lecturas del año que hace unas semanas hemos dejado atrás, me gustaría comunicaros que, ahora sí que sí, una servidora ha vuelto con todas las ganas del mundo para seguir escribiendo las reseñas literarias de esos libros que me han acompañado y siguen acompañándome allá donde voy. Dicho esto, no sería justo empezar la reseña de esta novela - una de las grandes sorpresas del año - sin comentar que, por primera vez en mucho tiempo, como lectora me he permitido salir un poco de mi área de confort. Esa en la que inconscientemente, y no sé muy bien por qué, ignoraba aquellos libros escritos por autoras y autores jóvenes de nacionalidad española. Durante mucho tiempo mi cabeza estuvo en los clásicos (sobre todo en ciertos clásicos), en determinados géneros (los cuales cualquiera que eche un vistazo por este espacio y las redes sociales sabrá a cuales me estoy refiriendo), en el ensayo (especialmente de temática feminista o histórica) y sobre todo en realizar un rescate de todas esas autoras que, desde mi punto de vista, consideraba que merecen más atención de la que en su momento se les prestó. Y sigo en ello, nunca dejaré de nutrirme de todas estas lecturas ni de seguir ampliando mi conocimiento respecto algunas temáticas y pensamientos. Así como continuar poniendo sobre la mesa la ficción y la no ficción de escritoras olvidadas por la historia. Sin embargo, necesitaba urgentemente escuchar a las voces de mi generación, o al menos a las que hablasen de los problemas, sentimientos y debates varios que tanto nos importan y preocupan. Ese interés despertó a la vez que conseguía, después de mucho tiempo, reilusionarme con la escritura, con la escritura de mis propios textos, que aunque no ocupen más de una hoja, para mi simbolizan un logro, una explosión con la que ansiaba desde hacía años. Desde entonces, y siempre que tuve ocasión, no dudé en hacerme con una buena cantidad de libros escritos por en su inmensa mayoría autoras nacidas en los años 80 y 90 del pasado siglo o que, habiendo nacido en décadas anteriores, no pierden la perspectiva de los tiempos que corren. Y aunque si bien es cierto que el género en el que estoy encajando mis microrelatos se encuentre en las antípodas de estas novelas en lo que a género literario se refiere, si que me han permitido situarme como autora, reflexionar sobre la cronología más acuciante o regresar a infancias y adolescencias con las que de alguna forma pueda, por fin, empatizar con lo que se está narrando. En el caso que hoy nos ocupa una servidora no era consciente de lo que sucedía a su alrededor, ya que la novela que tengo el placer de reseñar transcurre en el año en el que nací, 1993, el año de las niñas de Alcasser, de la reelección de Felipe González, de una de las peores recesiones económicas, de la Macarena y del bajón tras Los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla. Precisamente en el seco verano sevillano de 1993 situamos a Marina, a su madre, a su abuela, y por supuesto, a la autora de la presente novela. Vozdevieja: un tragicómico retrato de niñez a golpe de nostalgia noventera.


   El que Vozdevieja, durante los meses que duró la campaña de promoción editorial, estuviese respaldado e incluso recomendado por Elivira Lindo - una de las autoras más importantes de este país y que precisamente gran parte de su producción literaria tiene su razón de ser en esa aproximación a la infancia desde una perspectiva cercana al público juvenil - no es una mera casualidad, sino un anticipo de lo que el lector se va a encontrar en el interior de Vozdevieja. Y es que la mirada tierna y ocurrente propia de esa etapa vital está muy presente, algo que, por supuesto, recuerda a los personajes más entrañables de la autora gaditana de nacimiento y madrileña de adopción como el inolvidable y siempre inquebrantable Manolito Gafotas. Sin embargo, la gran diferencia entre la saga de Lindo y la novela de Elisa Victoria es que, en esa aparente apacible infancia, la autora incide en la otra cara de la moneda, en esa oscuridad que todo núcleo familiar posee y que bajo el paraguas de la hipocresía se trata de ocultar para que la luz del sol no ose si quiera rozarla. Por supuesto esta no es una historia de secretos familiares, ni de historias terroríficas acontecidas en el ámbito privado. Vozdevieja está planteada como una novela-radiografía en la que, por un lado, Victoria nos cuenta como era la sociedad española de 1993 y por el otro nos adentra, sin morbo o autocompasión, en las imperfecciones de la vida doméstica, en los claroscuros de una familia que, como tantas en este país, tiene disfuncionalidades. Empezando por esto último, comenzaremos hablando de Marina, absoluta y rotunda protagonista de la novela. Una niña sevillana de tan sólo nueve años de edad a la que poco a poco iremos conociendo, hasta el punto de que, a medida que avancemos en la historia, queramos abrazarla, consolarla o participar en alguno de sus juegos y ocurrencias varias. Marina pasa gran parte de su tiempo con su abuela, su madre la tuvo en un momento en el que no se sentía preparada y ahora se encuentra sumida en una depresión, tenemos a un padre ausente, al novio de la madre el cual intenta, sin mucho éxito, reemplazarlo de alguna manera. Y por si fuera poco estamos ante el primer verano antes de que empiece las clases en un nuevo colegio de monjas después de tantas mudanzas.  Es en este entorno de la periferia Sevillana, en esos barrios obreros de ladrillos rojos, en esas plazas ardientes al calor del agosto andaluz, en esos coloridos y carcomidos futbolines y en esas tardes de aburrimiento - sí, en los 90 aún nos aburríamos - mirando lo que ponían en la tele donde situamos a Marina y su cotidianeidad.

   Un aspecto que juega muy a favor de este libro, como ya he comentado antes, es esa aproximación a lo innombrable, a esos "tabúes" pertenecientes al ámbito doméstico sin dramatismos de ningún tipo y desde una mirada curiosa, pícara y deliciosamente tierna. Marina no vive ajena a la realidad de su entorno familiar, sino que ella misma es una espectadora más de las virtudes y las imperfecciones de sus seres queridos. Especialmente memorables son sus conversaciones con su abuela - el otro gran personaje de la novela - mientras la acompaña al baño y observa como hace pis, pero también sus juegos en los que las muñecas se restriegan, las siestas de su madre en bragas, los comics para adultos que Marina lee a escondidas o la violencia que subyace entre los niños del barrio. Lejos de mostrar la imagen de infancia blanca perfecta, Elisa Victoria coge lo impúdico y te lo pone ante los ojos del lector y ante los ojos de una niña de nueve años, a través de los cuales veremos como normal todo ese desorden cotidiano que protagoniza cada uno de los días de aquel largo verano de 1993. A partir de ahí, Elisa Victoria se permite el lujo de introducir temas de reflexión tan necesarios como la curiosidad por el sexo - por el cual Marina se interesa precozmente - la mentira infantil, las historias familiares, la enfermedad, el rechazo, la soledad, la diferencia generacional o el miedo a no encajar. Todo eso desde la perspectiva de una niña con el don innato de la curiosidad, la picardía y la cálida voz de quien desea que le traten como una adulta y no como una niña, de quien teme al fin del verano mientras se baña en la playa de Marbella junto a su abuela, de quien odia que se refieran a ella despectivamente como "vozdevieja".


   Por otro lado, Vozdevieja trasciende más allá de la individualidad de Marina y de su retrato único y desprejuiciado de la infancia, sino que Elisa Victoria eleva a su protagonista a la categoría de doble testigo. Primero de la realidad que la rodea en lo privado y segundo de la sociedad castiza y humilde a la que pertenece. En ese sentido, en lo literario se podría comparar con lo que Miguel Delibes hizo en El príncipe destronado al situar a Moncho - ese niño celoso de su hermana pequeña - entre dos mundos: entre el de la historia que acontece y el del contexto de una familia adinerada en el Madrid de los últimos años de la dictadura franquista. Y en lo audiovisual, Carlitos en Cuéntame es el narrador de su propia historia familiar a lo largo de décadas y décadas de la historia más reciente de España y al mismo tiempo se alza como la voz de toda una generación que, al igual que él, también ha vivido directa o indirectamente los sucesivos acontecimientos históricos que se muestran en la serie. En el caso de Vozdevieja, Elisa Victoria nos conduce por las calles de la periferia sevillana, nos sumerge en el salado aroma del mar Marbellí, en los chiringuitos de playa atestados de gente, en esos balcones llenos de ropa interior, en esos bancos donde antaño la gente quedaba para hablar sin tener un móvil entre las manos, en esos parques en los que los niños se pasaban toda la tarde jugando al pilla-pilla o a la gallinita ciega. Y por supuesto en las mentes de los vecinos, en el socialismo de Felipe González, en la desazón por la crisis económica, en sus mundanas preocupaciones o en el fantasma de la Expo, un eufórico espejismo del que a día de hoy quedan los recuerdos, las infraestructuras y el llamado "cementerio de Curros". De lo particular a lo colectivo. De la anécdota a lo trascendente. Entre esos mundos se mueve Marina - claramente el alter ego de la propia Elisa Victoria - aderezado con infinidad de referencias a la cultura de los años 90. Desde dibujos animados como Bola de Dragón Sailor Moon a series como Los Vigilantes de la playa, Salvados por la campana o Melrose Place pasando por la música de Diana Ross o James Brown, las meriendas cargadas de calorías como el Bollycao y sin olvidarnos de los comentarios hacia Carmen Sevilla presentando el Telecupón. Tal vez sea esta la única pega que le pondría a esta novela en su conjunto, el divagar y recrearse demasiado en todos estos guiños a la época que, por muy simpáticos o efectivos que resulten - no todos los revivals televisivos y novelísticos de décadas como los 80 y 90 del pasado siglo no son siempre buenos o necesarios - a veces corren el riesgo de que la tensión narrativa se rompa, viniéndose abajo la novela entera. Por fortuna, y aunque si que había veces en los que la historia rozaba el límite de la inconcreción, Elisa Victoria sale airosa de su primera incursión en la narrativa con tintes realistas. De hecho, dados sus inicios en géneros más experimentales, es de aplaudir el hecho de que haya sido capaz de escribir un silce of life tan particular, personal, cálido, tragicómico y entrañable. Dicho esto, le auguro una carrera enormemente prometedora y larga a la autora sevillana y por supuesto, cruzo los dedos por una posible adaptación cinematográfica, porque la novela tiene potencial visual y no sería descabellada la idea de guionizarla ahora que los 90 vuelven a provocarnos la lagrimilla de la nostalgia.

   Vozdevieja: una historia de infancia, mentiras, juegos en la calle, conversaciones entre abuela y nieta, enfermedad, despertares precoces, comics, muñecas Chabel, picardía, aprendizaje... Una novela generacional con aspiraciones transversales.

Frases o párrafos favoritos:

"Ella sabe que no he nacido para ser su hija y yo sé que ella no podía sentirse más lejos de estar preparada para ser madre cuando parió. Estamos aquí por casualidad, resistiendo las tentaciones como un favor de la una para la otra. Es muy duro. Mi casa es un escondrijo lleno de fugitivos."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Blackie Books.

5 comentarios:

  1. Interesante descubrimiento el tuyo. Habrá que estar al tanto de esta nueva autora.
    Un beso

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  2. No conocía a esta autora y me alegra que vayas en esta nueva temporada a descubrirnos a estas jóvenes promesas de nuestras letras. Yo, como miembro de esa denostada generación de los "milenial" (o como narices se escriba) agradezco que muestres en este espacio que la mía no es una generación vacía, egoísta y sin ningún tipo de interés por la cultura, como algunos columnistas de importantes medios generalistas nos han caricaturizado.
    una excelente reseña y una novela que me parece muy interesante

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  3. Me recuerda a "Ramona" de Rosario Villajos, aunque esta incluye también la adolescencia e intuyo que su tono es más ácido que la novela reseñada. No soy partidario de nostalgias, pero precisamente por eso la leeré con interés.
    Saludos.

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  4. Pues no conocía a la autora. Interesante libro, sin duda. Tomo buena nota.
    Besotes!!!

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  5. ¡Hola!
    Tenía muchas ganas de leer tu opinión sobre la novela, que descubrí por su entrevista en La Resistencia. No estaba segura de si me gustaría, por eso aún no me he hecho con ella, pero, después de leerte, me parece que voy a tener que añadirla a la lista.
    ¡Un saludo!

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