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martes, 11 de febrero de 2020

RESEÑA: Al faro.

AL FARO
Título: La señora Dalloway.

Autora: Virginia Woolf (1882-1941), pilar de la narrativa contemporánea y figura central del Grupo de Bloomsbury, cultivó con éxito la novela escribiendo títulos tan memorables como La señora Dalloway, Al faro o Las olas entre otras. Al mismo tiempo también se atrevió con el ensayo literario (El lector común), el político (Tres guineas), el feminista (Una habitación propia), la biografía (Roger Fry) y sendos volúmenes de cuentos. También lo que podríamos denominar un nuevo género: la biografía semificticia, como el caso de Orlando. Miembro de lo que se ha denominado la aristocracia intelectual británica, a su muerte suicidándose en el río Ouse, cercano a su domicilio.


Editorial: Alianza Editorial.

Idioma: inglés.

Traductor: José Luis López Muñoz.

Sinopsis: Virginia Woolf (1882-1941) encontró en la amalgama de sentimientos, pensamientos y emociones que es la subjetividad el material idóneo para alumbrar su obra literaria. Basada en los recuerdos infantiles de los veranos que la autora pasó en la costa de Cornualles y centrada en la figura de una mujer, la señora Ramsay, Al faro (1927) gira en torno al tema de la inexorabilidad del paso del tiempo y a la contraposición entre el orden y el caos. (Fuente: Editorial).

Su lectura me ha parecido: compleja, densísima, muy exigente, hermosa, carente de acción, desbordante de poesía, con ausencia de diálogos, en donde lo importante no es el qué sino el cómo, una de las novelas más brillantes de su autora... Además de la belleza agreste de Islandia, otro lugar que he descubierto recientemente navegando por el Google - el barco/avión para los pobres - han sido Las Hébridas, y en concreto, la conocida como Isla de Skye. Para situarnos un poco geográficamente en el mapa os comento que nos tenemos que situar en el noroeste de Escocia, en esa amalgama de islas que rara vez se les presta atención y que, sin embargo, han formado parte del paisaje natural de infinidad de series y películas. Un territorio mágico que posee la superficie más montañosa del país, incluyendo Cuillin - una espectacular y rocosa cordillera de origen volcánico - diversas penínsulas, así como pequeñas islas - Rona, Raasay, Scalplay y Soay - las cuales se sitúan a su alrededor. La Isla de Skye posee, además, un importante patrimonio histórico-artístico compuesto por castillos, antiguas mansiones y las pequeñas zonas habitadas (aunque sin duda Potree es la más pintoresca de todas), por no habar de sus yacimientos arqueológicos de la época mesolítica. La isla ha sido testigo de asentamientos de cazadores recolectores, de migraciones, de hambrunas y del nacimiento de clanes que habitaban en lugares como el Dungevan Castle o el Armadale Castle (este último morada del clan Donald, uno de los más poderosos durante el siglo XVIII). Por último, el lugar ha estado siempre unido a la mitología y a las historias ancestrales, lo cual ha servido de inspiración para dos creaciones literarias de desigual popularidad. La primera se trata de la canción tradicional The Skye Boat Song basada en la huida de Carlos Eduardo - jacobita y descendiente de la casa Estuardo -. La segunda, inspirada en los veranos de su infancia y haciendo referencia al famoso faro de Neist Point - construido en el año 1909 y situado en una imposible lengua de tierra que antaño se consideraba el fin del mundo - Virgninia Woolf escribió su novela más profunda, introspectiva y brillante. Digna de un Premio Nobel al cual, por supuesto, ni siquiera optó. Al faro: la introspección y el paso del tiempo como metáforas crepusculares.


   Leer a Virginia Woolf es un placer, un privilegio, pero también un reto. Ya no sólo por la trascendencia de su persona y biografía en la historia de la literatura universal, también por el hecho de que la mayoría de sus libros se mueven en unas cotas formales y de estilo extraordinariamente elevadas. Y por supuesto, sin olvidarnos del hecho de que en cada uno de ellos, la autora británica hace un despliegue de reflexiones y debates muy pertinentes en la época en la que vieron la luz. Unos más amoldados a las preocupaciones que ya manifestaban otras autoras o autores coetáneos y otros - sobre todo los que tienen más que ver con el feminismo, y más en concreto con la identidad sexual y de género - se adelantaron décadas y casi un siglo a los discursos y reivindicaciones ahora de tan candente actualidad. El mundo de principios del siglo XX era testigo del nacimiento, iniciación y consagración de una de las más grandes escritoras de todos los tiempos. Sin embargo, y a pesar de que ya tenía en su haber novelas como Fin del viaje (1915) o La señora Dalloway (1927) - esta última un claro ejemplo de la construcción de personajes femeninos potentes así como de la aglutinación del debate entorno al cambio de era - a Woolf le faltaba ese libro que por fin la consagrase en el olimpo literario. El hito llegó tan sólo dos años después gracias al perfeccionamiento de su prosa ya impecable de por si y tras haber encontrado la inspiración que necesitaba en sus más felices recuerdos de la infancia. Esos en los que una niña llamada Virginia Stephen - apellido de soltera - correteaba por la playa de St Ives (Cornualles) y pasaba los veranos en Talland House junto a sus padres y hermanos con vistas a Porthminster, y sobre todo, al faro de Godrevy. De todo ese paisaje y de la tradición modernista de Proust y Joyce - del cual Woolf era una gran admiradora - caracterizada por relegar la trama de la novela a un segundo plano en favor de la belleza de la prosa se empapó y se puso a escribir, dando como resultado en mayo de 1927 la novela que le abriría, por fin, las puertas de la eternidad. Al faro - título explícito y metafórico al mismo tiempo - fue considerada por la crítica de su momento como una originalidad dentro del panorama literario de la época al usar recursos propios de la poesía nunca antes aplicados en el género novelístico. Dejando de este modo un abrumador poso de belleza estilística y un ancho margen para la introspección filosófica. Un año más tarde, Virginia Woolf iría un paso más allá con Orlando, su novela más original, experimental y extraordinariamente avanzada a su tiempo al plantear la transformación de un hombre a mujer a lo largo de varios siglos. Sin embargo, si hay una novela que marca un antes y un después en la carrera de Woolf y por extensión en la historia de la literatura esa es Al faro.


   No os voy a mentir, Al faro es hasta el momento la novela más difícil de Virginia Woolf. La más pesada, la más intimista y en ocasiones la más aburrida que he leído hasta la fecha. Y sin embargo, al mismo tiempo, cuando por fin - y recalco lo del "por fin" con cierto alivio - consigues llegar a la última página sientes algo parecido a cuando finalizas la lectura de Hamlet, Madame Bovary, La metamorfosis o el Infierno de la Divina Comedia por citar algunos ejemplos. Dicho de otra forma: da igual si lo que has leído lo has entendido o no, da lo mismo si ese camino recorrido ha resultado un suplicio, nada importa, porque acabas de dejar atrás una novela de las que hacen historia, de las que marcan época, y en este caso concreto, de las que por si fuera poco representan una doble revolución. La del estilo y la del feminismo, porque no debemos olvidar que Virginia Woolf fue una pionera en la reivindicación, a través de la literatura, de la identidad femenina, de su independencia económica y de su papel en el ámbito de la escritura. Se que hay obras que aunque consideradas clásicos, lamentablemente, no han sobrevivido al paso del tiempo. Ya sea por su farragoso estilo, por los desfasados debates que esta plantea o porque simplemente, en el mundo actual, no consigue encontrar su hueco. Sin embargo, en el caso de Al faro - por muy tortuosa que sea  - su influencia y vigencia no deja de sorprender a viejos y a nuevos lectores que se acercan por primera vez a ella. Adentrándonos en la crítica propiamente dicha, y tras la advertencia al inicio del presente párrafo, diremos que la quinta novela de Virginia Woolf cuenta los pensamientos y observaciones - que no historia - de la familia Ramsay en el intervalo de diez años separados en tres partes bien diferenciadas. Remarco lo de pensamientos y observaciones porque Al faro, como buena novela modernista, da prioridad al estilo que a la trama. De hecho, no podemos hablar de una novela plagada de acciones o de diálogos, al contrario, la poca preocupación por trazar una línea argumental más profunda y la ausencia de conversaciones entre los personajes hacen que en ocasiones el lector se pierda, se frustre o incluso que acabe abandonando la lectura. Por eso, y en contra de los "fastbooks" tan habituales en las librerías de hoy en día, la lectura de Al faro debe ser reposada, calmada, sin agobios, sin pretensiones de acabarla en el menor tiempo posible. Si por el contrario nos tomamos a Virginia Woolf como una autora de fácil digestión contribuiremos, desgraciadamente, a que su literatura se olvide o se convierta en la pesadilla de millones de lectores al rededor del mundo. Si no hemos entendido algo, no debe ser motivo para sulfurarnos, sino una oportunidad para regresar a esa página, a ese párrafo o a esa palabra y realizar una segunda lectura. Seguro que entonces aprenderemos algo nuevo, o no, pero nunca lo sabrás si no lo intentas.


   A pesar de esa intención por parte de la autora de hacernos más partícipes de la reflexión que de los avances de una trama casi inexistente, Woolf si que consigue introducirte en el contexto - principios de siglo XX - y en los pensamientos que definieron una época. La familia Ramsay, con sus tensiones familiares y la imagen del faro como promesa incumplida, representa la pérdida de la subjetividad, el problema de la percepción y un ejemplo de desintegración paulatina ya manifiesta en la primera parte de la novela y siendo más evidente a medida que avanzan los años. Además, el libro enfatiza hasta la saciedad en la importancia de las emociones infantiles, en esos primigenios sentimientos que nacen entre juegos y decepciones que las niñas y los niños no saben muy bien como encajarlas la primera vez que les asaltan. Tal vez uno de los temas que más le preocupan a la propia Woolf es precisamente ese, el de una mirada desposeída de crueldad y pensamientos malsanos envuelta en un paisaje - adoro sus poéticas descripciones sobre la Isla de Skye - idílico y en el que todavía queda hueco para la inocencia en un mundo a punto de venirse abajo. De ahí que, posteriormente, incida en esa transición, en ocasiones traumática, a la vida adulta. Ese ecosistema viciado en el que los sentimientos duelen tras una ardua batalla. Nadie te prepara para ello, no existe una asignatura en el colegio, surge solo, sin que nos demos cuenta, es innato. Aunque como todo haya veces en las que entra a la fuerza, sin previo aviso y sin que nosotras/os queramos. En ese sentido he creído atisbar algunos tintes autobiográficos más allá de sus baños en el mar Céltico. Como si pudiese observar, a lo lejos, esas imágenes que tanto la inspirarían, antesala, por supuesto, de sus primeras depresiones. Las mismas que años más tarde se agudizarían hasta acabar prematuramente con su vida bajo las aguas del río Ourse. Más allá de lo evidente, Al faro explora y se sumerge en el fondo de una sociedad - aunque lo más conveniente sería referirse al término "nación" - a punto de vivir la Primera Guerra Mundial, recordemos, uno de los episodios más impactantes y sangrientos donde la estupidez y la locura convergieron prolongándose en la cabeza de quienes la sufrieron. Aquí no hay soldados retornados, ni historias truculentas del campo de batalla, pero sí las consecuencias morales que para Reino Unido significó la contienda. Preludio, conflicto y esperanza. Así se podrían titular las tres partes de la novela. Una primera en la que se nos muestra el clima de tensión entre la señora y el Señor Ramsay, en la que más se observan las desigualdades de género y en la que Lily Briscoe - amiga de la familia - empieza a retratar a la señora Ramsay y a su hijo James en medio de inseguridades y un mar de dudas. Una segunda inundada por la oscuridad de la guerra, el destino trágico de algunos de sus personajes y la necesidad de otorgar un sentido al tiempo, a la ausencia y por supuesto a la muerte. Por último, en su tercera parte, y tras diez años después de los acontecimientos relatados en la primera parte, la familia visita por primera vez el faro - una década antes ese mismo deseo expresado por la señora Ramsay le es negado - al tiempo que Lily acaba su obra con más seguridad y confianza que al inicio. Al faro podría leerse como una reivindicación feminista o un retrato de una sociedad hoy inexistente, pero en mi opinión, pienso que por encima de todo ello, la novela de Woolf es una oda al paso del tiempo y al valor que cada uno y de forma subjetiva le damos a dichos acontecimientos que dejamos atrás. Un tiempo que se pone en marcha, que se acelera, que se paraliza con la guerra y que posteriormente vuelve a avanzar hacia el horizonte, hacia ese faro en medio de la nada, hacia esa promesa incumplida en un intento por retroceder y enmendar los errores.

Al faro: una historia de pensamientos, opiniones, quebrantos, paisajes de ensueño, guerra, reflexiones filosóficas, infancia, madurez, creatividad en tiempos de crisis... Una novela en la que las manecillas del reloj parecen jugar, a su antojo, con las emociones del lector.



Frases o párrafos favoritos:

"Comenzaba a sentir ese agobio que produce la repetición de una misma vida cuando ningún interés la encauza y ninguna esperanza la sostiene."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Alianza Editorial

3 comentarios:

  1. Una obra muy profunda que sin duda merece ser leída en la actualidad para aprender que,a veces, lo lento y pausado es mejor y cala más hondo que lo rápido y acelerado que en la actualidad tanto reverenciamos. Como si lo más rápido fuera siempre sinónimo de mejor.
    Una excelente reseña de una autora compleja y, por desgracia, no siempre bien entendida.

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  2. Hola! Tengo pendiente ponerme a leer la autora pero nunca encuentro el momento, este libro tiene muy buena pinta así que lo apunto. Gracias por tu reseña.

    Un saludo!

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  3. Hola! me ha gustado mucho la reseña, porque tal y como describes el fenómeno de leer a esta autora es mi vivencia con ella. He leído Una habitación propia y La señora Dalloway, y especialmente con esta última tuve sensaciones similares. Sobre todo eso de llegar al final y me daba igual no haber entendido todo, el sopesar la lectura y lo que me había hecho sentir eran suficientes. Como dices es todo un reto leer a esta mujer, al menos supongo que lo será para la mayoría, yo siento que me echa para atrás a la vez que me atrae mucho, algo extraño jeje. Pero muy disfrutable. Quiero animarme pronto con Al faro y con otras de sus obras, sin duda regresaré a ella. Ya llevo en cuenta lo que hablas de Al faro, aunque ya imaginaba que no iba a ser de fácil lectura... Un saludo.

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