Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

domingo, 12 de abril de 2020

RESEÑA: Mujeres en lucha.

MUJERES EN LUCHA 


Título: Mujeres en lucha. 

Autora: Isabella Lorusso nació en Ostuni, Apulia, en 1967, y terminó sus estudios en Bolonia con una tesis sobre la guerra civil española. Se trasladó a Perú donde enseñó italiano en las universidades de Lima, Cuzco y Tumbes. Actualmente vive en Inglaterra. Ha publicado La maga, Senza pelle y T/3. Storia di un femminicidio y, en España, Un día sin ti, Potosí: historia de un viaje en el sur del mundo y Voces del POUM. (Fuente: Editorial). 


Editorial: Altamarea. 

Idioma: italiano. 

Prólogo: Beatriz Gimeno. 

Epílogo: Dolors Marín. 

Sinopsis: Mujeres en lucha es un libro coral, un conjunto de entrevistas realizadas a mujeres españolas que participaron en la guerra civil. Algunas tomaron las armas y combatieron en el frente, otras militaron en el POUM, en Mujeres Libres o en diferentes grupos anarquistas. Todas lucharon contra el franquismo y por la emancipación de la mujer, y juntas lograron avances sociales tan significativos como el aborto libre y gratuito. Emprendieron toda una revolución, y para ello no solo tuvieron que enfrentarse al fascismo, sino también, a veces, a sus propios compañeros. Sus sobrecogedoras memorias nos invitan a reflexionar acerca de una lucha que pertenece a otro tiempo y que, sin embargo, se revela aún hoy actual y necesaria. Sus voces, que poseen la fuerza y la inmediatez propias del testimonio directo, presentan sin tapujos la complejidad de una época cuyas contradicciones casi nunca afloran en el discurso historiográfico oficial. Sus punzantes recuerdos arrojan una nueva luz sobre acontecimientos tan cruciales como las Jornadas de Mayo de 1937 o el asesinato de Andreu Nin, y ahondan en los orígenes del movimiento feminista en España. Gracias al trabajo de Isabella Lorusso, este extraordinario mensaje de rebelión y justicia queda al resguardo de la voracidad del olvido y se reaviva para las nuevas generaciones de mujeres en lucha.

Su lectura me ha parecido: valiosa, completa, un documento histórico al que debemos acudir en masa a consultar, completa, veraz, impactante, rebosante de sabiduría, imprescindible... La primera vez que me acerqué a un texto cuya importancia trascendía a lo puramente literario fue gracias a la lectura del Diario de Anna Frank. Por aquel entonces tendría entre catorce o quince años y quedé completamente ensimismada, perturbada, maravillada y horrorizada. Todo eso al mismo tiempo. Ese fue sin duda el libro que me impulsó, como quien se tira de cabeza a la piscina, a investigar por mi cuenta y a leer sobre historia. Primero, como no podía ser de otra forma, me obsesioné con el tema del holocausto, de ahí pasé al nazismo y de ahí a la complejidad de la Segunda Guerra Mundial en un momento en el que en el instituto todavía no nos habían hablado de ello. En segundo de bachiller me topé con otro título fundamental y que acabó reafirmándome en la valiente - o kamikaze según algunos - decisión de estudiar la carrera de Historia. Esta vez fue una novela titulada Los pilares de la tierra. Evidentemente no estaba ante un documento histórico como tal - aunque años más tarde lo usaría para evidenciar la visión que desde el siglo XXI se tiene de la Edad Media - pero a partir de su lectura me sumergí en un montón de historias - algunas más memorables que otras - y sobre todo en el homenaje que su autor, Ken Follett, hizo a la arquitectura gótica y a los constructores que la ensalzaron a través de catedrales (edificios góticos por excelencia). Esta historia de amor, luchas de poder, guerras civiles y venganzas personales en la Inglaterra del siglo XII al amparo de la construcción de una catedral ficticia me alucinó y me hizo más llevaderos los días de estudio y nervios. Un año después, entendí el poder de la literatura para adentrarse en un tema del pasado a través de la lectura de Los Miserables. Me costó, sí, pero gracias a ese libro - hoy prestado y ausente de mi apreciada librería - pude comprender por fin como lo ficticio puede ayudar a investigar el pasado o a meterte de lleno en el pensamiento del autor que lo escribió, en este caso a mediados de siglo XIX. Además de que la relación entre Jan Valjan y el inspector Javert es una de las más completas de la literatura universal. Tuve que esperar a cuarto de carrera para encontrar la última pata que sostendría mis valores como historiadora y lectora empedernida. Ese pilar se llamaba "perspectiva de género", algo con lo que ya me había topado sin darme cuenta - recordemos la lectura de Anna Frank - pero que hasta ese momento no supe ponerle nombre. Tuvo que ser Betty Friedan y su Mística de la feminidad la que me dio la bofetada de realidad que necesitaba para comprender que la historia había sido contada y construida por los mismos, por los ganadores primero, y en segunda instancia y más importante, los hombres. Desde entonces devoré cada ensayo donde se resaltase o relatase la historia de las mujeres, tradicionalmente ninguneada, ridiculizada u olvidada. Uno de esos libros fue el que hoy recupero de mi estantería para hablaros de uno de los episodios más interesantes, y a menudo poco tenido en cuenta, dentro de la Guerra Civil Española. Mujeres en lucha: la doble revolución de las mujeres republicanas. 


Tal y como se desprende en la lectura de este libro, hubo un tiempo no tan lejano en el que los bailes - una de las formas de distracción más populares de la época - se convertían en cantera de futuros y futuras sindicalistas. Remarco esta distinción de género porque, aunque hayan pasado a la historia muchos nombres de hombre en este ámbito, también existieron mujeres que guiadas por sus convicciones políticas y su espíritu rebelde e inconformista no dudaron en afiliarse a los sindicatos o partidos políticos de izquierdas más potentes y multitudinarios del momento. Unas fueron a parar, entre otros, al POUM (Partido Obrero de la Unificación Marxista) - fundado en 1935 y contrario al comunismo estalinista - o a Mujeres Libres - organización femenina dentro del anarcosindicalismo español fundada en abril de 1936 como respuesta al machismo imperante de sus compañeros de lucha dentro del ámbito anarquista -. Y es en este punto donde me gustaría detenerme unos segundos para resaltar, creo yo, la mayor virtud del trabajo de la investigadora Isabella Lorusso en el presente libro: el de dejar clara la doble lucha que estas mujeres llevaron acabo, además de la impresionante recopilación de testimonios que abalan dicha tesis. Lorusso recorrió cientos de kilómetros para dar con las voces de esas mujeres que mejor podían ilustrarle la época y el tema que le inquietaba intelectualmente para, esta vez sí, escribir el libro que le hubiese gustado leer en su época más militante dentro del movimiento feminista italiano. Su pasión por la historia del POUM la llevó a rascar en la historia, encontrando las vivencias de estas mujeres republicanas que habían participado de los acontecimientos desde la primera fila de batalla o desde posiciones más políticas. Marxistas, comunistas, anarquistas, milicianas... Su procedencia era lo de menos, para Lorusso, lo importante era lo que podían aportar a través de su experiencia y vivencias, las cuales habían permanecido ocultas demasiado tiempo. Sí, la historia olvida a los perdedores, los sepulta bajo toneladas de tierra hasta ahogarlos - perfecta metáfora de lo que aquí sucedió una vez finalizó la Guerra Civil hasta llegar a nuestros días - la historia es doblemente injusta con aquellas que fueron injustamente apartadas dentro del mismo bando derrotado, las que por el hecho de ser mujer no fueron reconocidas de igual modo que a sus camaradas hombres. Ni siquiera cuando militaban juntos, ni siquiera cuando pronunciaban discursos ante un pueblo ávido de sus ideas, y por supuesto, ni siquiera cuando en la guerra empuñaban el mismo fusil contra los fascistas. 

De este modo, conocemos historias como la de Pepita Carpena (1919-2005) obrera de una fábrica textil desde los doce años que se inició en política de la mano de la CNT para posteriormente unirse a Mujeres Libres en el momento de mayores turbulencias sociales. Ella, como tantas otras, vivió el golpe de estado, la Guerra Civil, la posterior dictadura y por supuesto el exilio. Su testimonio rinde cuenta no sólo de su lucha constante fuera y dentro de casa, también del machismo imperante dentro de las propias filas. De hecho, señala como el momento más duro de su experiencia como militante el hecho de enfrentarse a ellos, los cuales no entendían del todo el papel de Mujeres Libres dentro del movimiento anarcosindicalista. A veces, incluso, lo confundían con libertinaje. Jamás volvió a España. En esa misma línea el testimonio de Teresa Carbó ( 1908-2010) arroja una pequeña pero importante reflexión: la de la normalización de la invisibilidad. Si no se habla de tu labor, si no se reconoce tu trabajo, si no se valora tu papel en la historia; normal que muchas de estas mujeres acabasen quitando importancia a hazañas o experiencias dignas de señalar. Así le ocurrió a Carbó, quien en un primero momento declinó la entrevista pero que más tarde accedió a ella al darse cuenta de que su testimonio podía aportar luz sobre la presencia de las mujeres en la Guerra Civil al ser ella la última persona que vio con vida  a Andreu Nin - fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista - tras haber desaparecido durante los hechos de Mayo de 1937. Su condición de enfermera dentro del conocido como Socorro Rojo dedicado a ayudar a heridos y presos le permitió ser testigo de los que probablemente serían los últimos momentos de Nin con vida. Ya en el exilio, Carbó siguió ejerciendo la enfermería a la vez que colaboraba con la resistencia Francesa. Tras una vida de peregrinaje y huida por varios países de Sudamérica, volvió a España tras la muerte de Franco. En el presente volumen también encontramos testimonios como el de Dolores Jiménez Álvarez, más conocida como Blanca Navarro, (1918-2012) militante anarquista y miliciana que luchó en la famosa Columna Durruti asistiendo a la dura retirada del frente de Aragón permaneciendo en el frente a pesar de la prohibición por parte del gobierno central de que las mujeres combatiesen en la guerra, el de Manola Rodríguez (1917-2009) perteneciente a las Juventudes Comunistas que participó activamente en la defensa de Madrid donde conoció al que sería su futuro marido - su testimonio es importante para entender las relaciones sexuales y amorosas en el frente - o el de María Manonells i Riera ( 1913-2003) sindicalista del POUM y articulista; su testimonio fue determinante para el director de cine británico Ken Loach que a partir de sus palabras construyó los personajes femeninos de la película Tierra y libertad. Todos ellos, como acabamos de comprobar, marcados por una juventud en sindicatos o partidos de izquierdas, una guerra en las que estuvieron en el frente o en la retaguardia, el exilio a un país desconocido en el que sin embargo arrimaron el hombro en su lucha contra el Nazismo y por supuesto la vuelta o no retorno a la patria. 


Hace unos años mi madre me contó una historia que hoy, más que nunca, vuelve irremediablemente a mi memoria. Un día me habló del abuelo de una de sus mejores amigas. De izquierdas, culto y gran lector cuyos valores eran bastante progresistas. La abuela, en cambio, era una mujer que no sabía ni leer ni escribir. Curioso contraste para un matrimonio en el que uno de los dos miembros gozaba de unas ideas aprendidas a través de los libros y el otro ni siquiera era capaz de entenderlas ante la falta de un aprendizaje vital durante la infancia. Dicha carencia llamó la atención de la amiga de mi madre, la cual acabó reprochando a su abuelo su pasotismo al respecto. ¿Por qué no le has enseñado a la abuela a leer? le preguntó un día. Desconozco cual fue la respuesta, pero ya me puedo imaginar que ésta habría revelado la verdadera naturaleza de la situación. De puertas para afuera todo eran consignas de revolución, propuestas para conseguir la tan ansiada justicia social, proclamas por un estado más igualitario y libre. De puertas para adentro nada cambiaba, todo seguía siendo igual, bajo una justicia patriarcal que no hacía sino ahogar a las mujeres entre crianza y tareas del hogar. Seguro que ni se le ocurrió la posibilidad de enseñarle a leer y escribir, o simplemente consideraba que no le hacía falta a juzgar por sus actividades que ella ejercía en el hogar. Muchos de estos hombres que lucharon por cambiar este país a golpe de discurso o con metralleta en mano sostenían, erróneamente, que una vez se alcanzasen los objetivos deseados, la situación de sus compañeras cambiará, beneficiándose de los mismos derechos. Sin embargo, lo que desconocían o no querían admitir, era el hecho de que para que un cambio social se produzca hace falta lucha, tomar las calles, hacerse visibles y perseverar. Sobre todo perseverar. Y si las mujeres no participaban de dichos actos, difícilmente podrán alcanzar objetivos que las equiparen a la misma altura que los hombres. Sin el clamor por los derechos destinados a las preocupaciones de un colectivo en concreto, el de las mujeres, jamás podrán ser libres. Pero claro, eso entonces era considerado libertinaje, cosa de chicas o cuestiones que a nosotros como hombres no nos interesan para nada. En aquella historia que un día mi madre me contó echo en falta implicación, empatía y reconocimiento. Por el contrario, lo que veo es machismo, injusticia y superioridad patriarcal. Y la moraleja es bastante cruda, la que evidencia como, independientemente de la ideología política, hubo un tiempo en el que los hombres, quienes tenían el altavoz para hacer llegar sus ideas a más gente, prefirieron acogerse a la máxima del absolutismo - "cambiar para que nada cambie" - en vez de aprovechar su visibilidad para hacer más visibles a sus compañeras y apoyarlas en su respectiva lucha. Los tiempos cambian, aunque todavía queda el resquicio de quienes aspiran a recortar los derechos de las mujeres hasta retrotraernos a una España neofranquista. De ahí que el libro de Isabella Lorusso se presente como una urgente lectura de cara a combatir las falsedades de una ultraderecha intolerante y que odia profundamente a las mujeres. 

Mujeres en lucha: una radiografía del patriarcado, la valentía, el feminismo, la Guerra Civil, el exilio, los ideales políticos, las desigualdades internas, sindicatos, la retaguardia, el frente, el olvido... Un texto contra la desmemoria y los que pretenden convencernos de que aquello jamás existió. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Ponían a los hombres ante una contradicción cotidiana, porque ellos mismos hablaban de cómo cambiar el mundo y luego volvían a casa y el mundo que hubieran podido cambiar no lo cambiaban"

¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!

Cortesía de Altamarea 

3 comentarios:

  1. Hola! No conocía este libro pero sin duda el tema que trata es muy interesante así que me lo llevo apuntado. Gracias por tu magnifica reseña.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Otro libro qeu no me sonaba y del que tomo buena nota. Mucho que voy a aprender con esta lectura, por lo que cuentas en tu impresionante reseña.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  3. una extraordinaria reseña. Espero poder hacerme con el libro cuanto antes ya que trata un tema muy interesante y poco conocido. Además soy muy fan de la película de "tierra y libertad". Demonios, la leí para prepararme el examen de historia de selectividad ya que la perspectiva de los trotskistas del POUM nunca sale en los libros de texto -aunque en sus filas militasen gentes de la talla de Orwell- y vaya, descubrí un peliculón.
    No hace falta acudir a la extrema derecha para encontrar desprecio a la causa de las mujeres y del feminismo. El 15M sin ir más lejos, a pesar de su clara alma progresista y "revolucionaria" en el sino de las asambleas de las plazas podía encontrarse una actitud machista ya muy arcaica, actitud que se manifestó con el infamen episodio de la pancarta de "la revolución será feminista o no será" o con el ocultmaiento de los numerosos casos de acoso en las propias acampadas. Aun hoy hay varones de pensamiento progresista que creen, como creían no pocos dirigentes revolucionarios y progresistas en 1936, que el movimiento y las reivindicaciones feministas no hace si no que dividir la lucha de la clase obrera.
    Una excelente reseña de un libro muy interesante y que me he quedad con muchas ganas de leer.

    ResponderEliminar