Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

miércoles, 17 de febrero de 2021

RESEÑA: Clima.

 CLIMA


Título: Clima. 

Autora: Jenny Offill (Massachusetts, Estados Unidos, 1968) es autora de las novelas Last Things (1999) y Departamento de especulaciones (2014; Libros del Asteroide, 2016), que fue finalista de los premios Pen Faulkner, International Dublín y Folio y está considerada por la crítica estadounidense como una de las mejores novelas de la última década. Clima (2020) es su muy esperada tercera novela. Actualmente vive en el norte del estado de Nueva York y es profesora de escritura en la Universidad de Syracuse y en la Universidad de Queens. 


Editorial: Libros del Asteroide. 

Idioma original: inglés. 

Traductor: Eduardo Jordá. 

Sinopsis: Lizzie Benson es bibliotecaria en Brooklyn. Divide sus atenciones entre su hijo Eli, su marido Ben y su hermano Henry, que se está recuperando de su adicción a la droga. Además, ayuda a una antigua profesora con el abundante correo que recibe por su exitoso podcast sobre el cambio climático, un tema que atrae a extremistas de todo tipo: desde aquellos que se preparan para el fin del mundo hasta los que afirman que la civilización cristiana está en peligro. Y aunque Lizzie intenta ser positiva, ni las clases de meditación ni los consejos que extrae de los estantes de la biblioteca consiguen calmar su inquietud por la situación de su hermano y por la furia que percibe en su entorno. 

Su lectura me ha parecido: breve, sintomática, retratista, ágil, irónica, algo desesperada, híbrida, sarcástica, mucho mejor que su anterior trabajo... El seis de enero de este mismo año asistimos atónitos a las imágenes de hombres armados hasta los dientes y vistiendo, como si de un chungo ritual chamánico se tratara, pieles y cuernos de bisonte asaltando el Capitolio de los Estados Unidos. Uno de los símbolos, en teoría, de la democracia norteamericana. Al principio nos reímos, sobre todo de Jake Angeli, cuya vestimenta sacada de las mismísimas pinturas de Altamira y su rostro pintado con los colores de la bandera nacional dio para más de un meme o video paródico. Pero a las pocas horas nos quedamos mudos. Las banderas del QAnon - el mayor hervidero de teorías conspirativas - ondeaban junto a las confederadas. Las mismas que a mediados de siglo XIX presidían las instituciones y los balcones de algunas de las mansiones de los terratenientes más ricos de los estados del sur. Miradores desde los que, a pocos quilómetros, podía observarse el campo de algodón. Un manto blanco manchado por el sudor y la sangre de los esclavos negros que lo recolectaban con la amenazante sombra del látigo impactando sobre su espalda. Ahora nos escandalizamos pero, la realidad es que siempre estuvieron ahí, agazapados, escondidos, esperando a que alguien abonara el terreno. Que lo llenara de mierda para, una vez abierta la veda, seguir expandiéndola. Su fétido olor ha llegado a todas partes. Inundando de porquería y de surrealismo el raciocinio de quien menos te lo esperas. La última, durante la histórica nevada que dejó Filomena en gran parte de nuestro país, mujeres y hombres al grito de "Esto es una mierda que nos mandan. Esto es puro plástico y nos siguen engañando con todo" trataron de argumentar, quemando con un mechero bolas de nieve, la inexistencia de ésta. De la nieve, de la violencia de género, del Coronavirus, de la represión franquista, del Holocausto, del matrimonio igualitario, del VIH, de la teoría de la evolución, del terrorismo, del agua, de las vacunas, del cambio climático, de la esfericidad de la tierra, de la democracia, de Australia, del alunizaje, de las patatas fritas, de los osos polares, las camisas con hombreras, del calor en verano... Hay tantos negacionismos como juguetes en el Kinder Sorpresa. Sólo hacía falta políticos igual de irresponsables adscritos a la conspiración (absolutos generadores de escepticismo e intolerancia) y un lugar - o varios - en internet donde amplificar sus locuras para darles (y nunca mejor dicho) alas para volar. El mundo está loco. Enfermo de ignorancia. E incluso da la sensación de que éste gira cada vez más rápido, a la velocidad con la que vuelan los videos de Youtube, las fotos publicadas en Instagram o los titulares - que no noticias - que brotan de la bandeja de Facebook. Todo esto, de alguna manera, lo tenía que reflejar la literatura. Y así ha sido, al menos Offill ha conseguido que nos olvidemos de Departamento de especulaciones para, por fin, mostrarnos de lo que de verdad es capaz. Clima: la inquietud y Twitter a las puertas de un apocalipsis climático. 


Las y los que tenéis más memoria ya sabréis que Jenny Offill - la autora de la novela que hoy reseñamos - lo "petó" bastante con su trabajo anterior titulado Departamento de especulaciones. Un libro que, si recordáis, narraba la historia del derrumbamiento de un matrimonio y los intentos por parte de la protagonista de buscar en el pasado ese elemento, la causa de que todo se esté desmoronando. Dicha premisa le valió a su escritora innumerables premios internacionales, todos ellos de gran prestigio literario. Un reconocimiento que, sin embargo, no entendí, ya que la novela en sí no me acabó de convencer del todo. Si bien es cierto que tenía elementos que la hacían sobresalir, como un particular estilo que en la presente novela ha acabado explotando para bien, pero en general los lugares comunes en los que ésta incurría hacían que perdiera todo ese potencial apreciado. Algo que, afortunadamente, no ocurre en Clima donde Offill, en un ejercicio de madurez interesante, ha sabido conjugar un contenido de rabiosa actualidad con una forma igual o más moderna si cabe, muy a corde con el sistema que nos rodea y las nuevas formas que el ser humano tiene para comunicarse en pleno siglo XXI. Todo ello con una cercanía y una deliciosa ironía (de la cual hablaré más adelante) para hacer aún más accesible sus preocupaciones como autora. La sinopsis puede parecer algo simplona. Tenemos a Lizzie Benson, una bibliotecaria en Brooklyn a caballo entre su vida familiar - marido y un hijo - y la de su hermano Henry - en plena recuperación de su adicción a las drogas -. Así como en su trabajo ayudando a una antigua profesora - al frente de un exitoso Podcast sobre el cambio climático - con su abundante correspondencia. Como ya he dicho, la trama carecería de interés u originalidad de no haber sido por la innata curiosidad que el tema despierta en Lizzie. Una inquietud que evoluciona de los razonamientos más simples a preguntas más complejas a medida que avanza en su conocimiento acerca de los efectos del calentamiento global y que le hace replantearse, no solo su papel en el debate existente, sino su propia relación con las personas con las que convive a diario. De nuevo, lo personal elevado a lo político. Así mismo no debemos obviar el contexto en el que aparece Clima. Una época donde la realidad dominada por las tres "c" - caótica, cambiante y contradictora -  en la que, a la vez que somos conscientes de que nuestro planeta está en serio peligro de sufrir las consecuencias de todos los gases que hemos ido vertiendo a la atmósfera durante siglos, existe una deriva política (la puya al expresidente Trump es más que evidente) cuyo reaccionarismo está agravando más el problema. Ensanchando el, cada vez más frágil, agujero en la capa de ozono. Todo eso está en la novela de Offill, incluyendo esos pellizcos de humor - que alargada es la sombra de Jane Austen en este aspecto -  cuando son los conspiranoicos de toda índole los que toman papel y boli para exponer sus loquísimos y siempre terroríficos argumentos. 


Además de, como ya he apuntado en el anterior párrafo, proporcionarnos un retrato de la sociedad contemporánea actual. Offill lleva más allá su acercamiento a este movido siglo XXI mediante las formas, en otras palabras, a través del estilo empleado y que, en mi humilde opinión, es el mayor acierto de Clima. Su estructura narrativa a golpe de frases cortas, separadas, como si de pequeños textos independientes se tratasen. Una buscada fragmentación que no sólo pisa el acelerador en lo que a la lectura se refiere, sino que además intenta trasladarnos un potente reflexión, muy al hilo de lo que impera en nuestro día a día. Y es que las redes sociales - ese extenso universo escondido tras coloridos logos que lucen apabullantes tras las pantallas de nuestros dispositivos digitales - hoy por hoy son el pan nuestro de cada día. Lugar de comunicación entre personas a millones de kilómetros de distancia, espacio de debates, tertulias, encuentros, donde uno puede fundar grupos de conversación sobre un tema en concreto - clubs de lectura, videojuegos, cocina... - marco en el que poder difundir ideas, noticias, así como llamamientos a la protesta ciudadana - no son pocas las manifestaciones, concentraciones y demás actos similares cuya génesis ha tenido lugar en los muros de Facebook o Twitter -. Un amplio paraje en el que, por qué no, buscamos todo tipo de información u opinión respecto a cualquier cosa que se nos pueda ocurrir. No obstante, las redes sociales también pueden convertirse en una ciénaga, un barrizal en el que tiene lugar el acoso, el insulto, el chantaje, el bullying, el sexting, el racismo, la homofobia, la transfobia, así como la amplificación de noticias falsas, bulos o mensajes de odio de toda clase. No es de extrañar, siguiendo con esto último, que grupos de cariz reaccionario hayan visto en estas plataformas el altavoz extra que necesitaban para llegar a un público más amplio, ese que divide su tiempo entre la televisión, el ordenador y el móvil, ese que prefiere ver telebasura - o cualquier serie de Netflix - en lugar de estar informado de lo que pasa en su país, en definitiva, el miso que un día decidió cambiar el libro por el smartphone. Un público más inculto, menos leído, polarizado, y por tanto, más susceptible de creerse toda fake new o mensaje de intolerancia que se le presente, por muy fascista, machista o loco que suene. Está claro que Clima llega en un momento muy particular a estos niveles, en el que parece haberse instaurado una pereza lectora sin precedentes, en el que parece que poco a poco se está perdiendo esa curiosidad innata por como funciona este mundo, y por supuesto, en el que se le da más credibilidad a las palabras del tertuliano/influencer/famoso de turno que a la que sale por boca de expertos en X materia. Ese estilo twittero, de pocos caracteres, fugaz, es el que emplea, de forma crítica, la novela de Offill. Un libro en el que, paradójicamente, la protagonista del libro deposita la respuesta al porqué de las cosas en la información que obtiene a través de internet. Dejando claro desde el primer momento que los seres humanos no moriremos por una apocalíptica crisis climática, sino por no poder vivir sin Internet. Vamos, que de esta tampoco salimos bien paradas/os. 

Clima: una historia de opiniones polarizadas, emisiones de efecto invernadero, dramas familiares, correspondencias masivas, tweets, teorías de la conspiración, curiosidad, luz, espíritu crítico... Ahora sí, Jenny Offill ha vuelto. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Vete a dormir, solía decirte. Ya te despertaré cuando lleguemos a algún sitio."

"En las películas de catástrofes, si alguien descubre un objeto perteneciente a la época anterior al desastre - un cargador de teléfono, por ejemplo, o la Estatua de la Libertad - de repente se echa a llorar."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Libros del Asteroide

3 comentarios:

  1. Una reseña muy interesante de un libro que no conocía. Me lo apunto.
    ¿En serio existe un negacionismo de las patatas fritas? vale que a mi no me gusten las patatas, pero de ahí a negar la existencia me parece que hay un salto epistemológico importante. Me parece muy absurdo, pero yo ya me creo cualquier barbaridad en temas de negacionismos desde que vi que hay gente capaz de creer que el planeta Tierra es plano y que las instituciones científicas, como la NASA o la ESA pagan a gente para hacerse pasar por australianos, porque según los "terraplanistas" Australia no existe.
    Indudablemente las redes sociales son en parte responsables del actual incremento de la conspiranoia, pero es importante recordar que antes que Facebook o twitter ya existían teorías de la conspiración que se propagaban por otros medios, como los periódicos o la televisión, como en el caso de la teoría de la conspiración que envuelve todo el caso de las niñas de Alcasser, que se propagó a través de un programa de la televisión de aquel entonces, promovido por el padre de una de las victimas y un periodista sin escrúpulos. Al final, tanto da como se extienda el mensaje, yo creo que lo importante es formar a la gente para que tenga un autentico pensamiento critico y sepa diferenciar las informaciones pausibles y validas desde el punto de vista de la lógica de las tonterías basadas en falacias argumentativas, donde la conclusión a la que se llega no tiene nada que ver con las premisas de las que se partía. ahora, que dado que cada vez hay menos horas de filosofía en la educación obligatoria es cada vez más difícil encontrar a alguien que sepa qué es una premisa. En resumen, que hace falta pensamiento critico y este es imposible sin la enseñanza de la filosofía y el resto de las llamadas ciencias humanas.
    Una excelente reseña de un libro que parece muy interesante ya actual

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  2. Pinta interesante este libro, pero no lo veo para mí en esta ocasión.
    Besotes!!!

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  3. Me sonaba de verlo en la editorial pero ni idea de que iba. Y por lo que cuentas suena todo muy interesante. Besos

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