Presentación

"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora." Proverbio hindú

"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca." Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

"Los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer." Alfonso V el Magnánimo (1394-1458) Rey de Aragón.

En este blog encontraréis reseñas, relatos, además de otras secciones de opinión, crítica, entrevistas, cine, artículos... Espero que os guste al igual de todo lo que vaya subiendo.

viernes, 5 de febrero de 2021

RESEÑA: Testamento de juventud.

 TESTAMENTO DE JUVENTUD


Título: Testamento de juventud. 

Autora: Vera Brittain (Newcastle-under-Lyme, 1893-Wimbeldon, 1970) fue una de las escritoras británicas más singulares del siglo XX, conocida también por sus ideas pacifistas y feministas. Estudió en la Universidad de Oxford, aunque se vio obligada a retrasar su formación para trabajar como enfermera voluntaria durante la mayor parte de la Primer Guerra Mundial. En 1923 publicó su primera novela (ya era conocida en algunos círculos, como poeta), The Dark Tide, pero el reconocimiento público le llegó diez años después con Testamento de juventud, fue todo un éxito de crítica y ventas y se convirtió en uno de los libros más comentados de su época. 


Editorial: Errata Naturae. 

Idioma original: inglés. 

Traductora: Regina López Muñoz. 

Sinopsis: Vera Brittain dedicó casi veinte años a escribir esta obra portentosa, en la que debía haber espacio "para los seres queridos y también para aquellos a quienes no conoceremos nunca, pero que, no cabe duda, son nuestros iguales". Pocas veces se ha contado la vida de aquella juventud, la que sufrió la Primera Guerra Mundial y la posguerra, con tanta profundidad, elegancia y exactitud. Se combinan aquí las peripecias (siempre verdaderas) de la hija del propietario de una fábrica de papel de provincias que luchaba por emanciparse con las de la joven estudiante en Oxford y con el sufrimiento que esta misma joven, convertida en enfermera, encuentra en el frente durante la guerra; su pasión por el estudio y la literatura con el afecto por muchos de los que la rodearon de adolescente... Todos sus amigos lucharán en las trincheras, y todos sus amigos vivirán el fin de una época mejor en la que todo parecía más puro e ingenuo. "Si la guerra me perdona la vida", escribió Vera Brittain a su hermano, "mi único objetivo será inmortalizar en un libro nuestra historia, la de nuestros amigos". Aquel deseo, casi una promesa, se convirtió en uno de los libros de memorias más famosos y conmovedores del siglo XX. A pesar de su interés por ajustarse al marco histórico de lo sucedido y a los datos reales, Vera Brittain, cuando escribe, siempre lo hace en los alrededores de la poesía y de los sentimientos, respaldados por una inteligencia viva y sus fervientes creencias pacifistas y feministas. 

Su lectura me ha parecido: inquieta, emotiva, feminista, heroica, enorme (en todos los sentidos), pacifista, veraz, crudo en ocasiones, de grandísimo valor testimonial... Cada día, a las ocho de la tarde, entre los meses de marzo y abril del aciago 2020 se producía uno de los pocos fenómenos de unión vecinal, social, nacional - hasta patriótica me atrevería a decir - más emocionantes de cuantos he presenciado a lo largo de mi corta vida. De pronto, las calles, plazas, avenidas y demás lugares se llenaban de atronadores aplausos. Enérgicas palmadas acompañadas por el Resistiré, convertido por aquellos días en nuestro particular himno en medio del horror y la muerte. Un atisbo de esperanza y de reconocimiento rutinario a todas aquellas personas que, fuera de sus casas, y por tanto, con más posibilidades de sufrir las consecuencias del maldito virus, se jugaban (y se la siguen jugando, a pesar de la amnesia colectiva persistente) la vida por todas y todos nosotros, por nuestra salud y porque siguiésemos protegidos contra las consecuencias de la Covid-19. Dicho acto de empatía se vivía con mayor intensidad si cabía a la puerta de los hospitales y centros de salud, por aquel entonces sumidos en lo que posteriormente se conocería como "primera ola". Sus rostros compungidos, cansados y plagados de cicatrices físicas y emocionales devolvían el aplauso, así como lágrimas de agotamiento y tristeza. Poco importaban las horas trabajadas, la falta de sueño o las interminables guardias en urgencias; su deber estaba allí, con los enfermos, con los más leves y con los de la UCI, los entubados, los que peleaban (e insisto, siguen peleando) por cada bocanada de aire en sus pulmones. Muchos osaron, en su momento pensé que sin mucho atino, compararlo con todas aquellas y aquellos profesionales (voluntarios en su mayoría) que curaron y salvaron del putrefacto barro de las infinitas trincheras de Verdún o Somme a miles de soldados durante la Primera Guerra Mundial. Podríamos extenderlo a otros conflictos armados de gran calibre - como la Segunda Guerra Mundial por ejemplo - pero en realidad fue la conocida como "Gran Guerra" la que puso en valor, por primera vez en la historia, el trabajo de estas mujeres y hombres amparados por organizaciones, a día de hoy importantísimas, como Cruz Roja. Sabían que iban al frente, a primera línea, pero jamás se imaginaron las secuelas físicas y psicológicas que aquello les provocaría a lo largo de los sucesivos años marcando, de forma indeleble, a toda una generación. Aún es pronto para afirmarlo pero, es cierto que el Coronavirus está socavando la entereza de las y los que día a día se enfrentan al virus, llegando a hablarse incluso del desarrollo de estrés postraumático en algunos casos. Justo lo que en su momento padecieron hace más de cien años entre sangre y fuego cruzado. ¿La diferencia? que en la Primera Guerra Mundial la gente se desplomaba tras una explosión o un certero balazo en un espacio geográfico muy concreto, mientras que en la actualidad la muerte, con su icónica guadaña, pulula a nuestro al rededor. Sé que hacía tiempo que tendría que haber escrito la reseña del presente libro mucho antes, pero ha sido ahora y no antes cuando he encontrado el paralelismo, el puente entre dos contextos históricos tan diferentes, que no es otro que las manos que sanan, las palabras que consuelan y, sobre todo, las personas que hay tras ellas. Testamento de juventud: el recuerdo a los caídos o la herencia de lo vivido. 


Vera Brittain, nacida a finales de siglo XIX en el seno de una familia adinerada que, como siempre sucedía, pretendía hacer de ella una mujer florero. Intentando escapar de aquel terrible sino y en aras de alcanzar la ansiada emancipación, Brittain decide cursar estudios universitarios en una de las instituciones más importantes de Reino Unido (la Universidad de Oxford). Formación que decidió suspender temporalmente cuando tomó la decisión de trabajar como enfermera voluntaria durante la mayor parte de la Primera Guerra Mundial. A su vuelta - y tras conocer la noticia de que su hermano, su novio y algunos amigos de la infancia habían perecido en la contienda - le fue difícil insertarse en la sociedad de postguerra. Hasta que conoció a la también escritora Winifred Holtby a la que le unió una inquebrantable amistad hasta la muerte de ésta en los años 30, así como una aspiración compartida: la de asentarse en la escena literaria londinense de su tiempo. A partir de entonces fue habitual ver a Brittain en tertulias intelectuales, como oradora en la Sociedad de Naciones, participando en mítines del Partido Laborista o en manifestaciones a favor de los derechos de las mujeres, destacando por su defensa a ultranza del pacifismo en un mundo a punto de explotar de nuevo. Fue tal su grado de implicación en dicha causa que el Partido Nazi incluyó su nombre en el Libro Negro. Un texto que contenía una lista de más de 2.000 personas que debían ser arrestadas después de la invasión de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, si por algo es recordada Brittain - más allá del mundo anglosajón - es por su productiva carrera literaria, especialmente tras publicarse en el año 1940 el que es considerado su libro más importante y trascendente: Testamento de juventud. El que es considerado por muchos como el libro de memorias definitivo de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, sería muy injusto atenernos a opiniones tan reduccionistas. Es obvio que el grueso del libro - de unas 846 páginas - comprende los años en los que Vera Brittain trabajó como enfermera en el frente, pero no debemos olvidarnos de las importantes páginas que la autora dedica tanto a su vida anterior al enfrentamiento bélico (donde asistimos a las breves andanzas de una joven estudiante en Oxford), así como a esa parte final en la que se nos expone, desde un subjetivismo abrumador, sus opiniones y descripciones acerca de lo devastada que ha quedado su generación tras el fin de la guerra. De este modo tenemos, en primer lugar, una introducción donde su autora nos cuenta lo que suponía en aquellos años que una mujer accediera a la educación superior (con una fuerte impronta feminista), en segundo lugar, y a modo casi de diario personal, las experiencias vividas en la guerra sin ocultar la crudeza y sin descuidar cada detalle del relato (seguimos con esa reivindicación del papel de las mujeres, en este caso durante la contienda) para, en tercer y último lugar, hacer un ejercicio de memoria (con la perspectiva que ofrece el tiempo) que sirva de reflexión, ya no sólo para el lector de su tiempo, también para las futuras generaciones. Es ahí donde da rienda suelta a sus ideas pacifistas, pro feministas (sobre todo en lo que a libertad y emancipación se refería) y de un llamamiento a no repetir los errores del pasado. Algo, que, visto el panorama, no parece que hayamos entendido mucho.


Respecto al contenido de estas voluminosas memorias, lo primero que hay que aclarar es precisamente eso, su extenso número de páginas, capaces de disuadir a más de un lector. Y es que en los tiempos que corren parece que nos hemos acostumbrado a lecturas poco exigentes, amenas y a ser posible que no rebasen las 200 páginas (aunque en ocasiones también nos parezcan una barbaridad). Aunque, como ya digo, su voluminosidad tire para atrás, merece la pena adentrarse en esas 846 páginas para sumergirnos, no sólo en una época muy concreta de nuestro pasado - que aunque hayan pasado más de cien años, en términos históricos, queda relativamente cerca del presente - sino en la cabeza y en las experiencias de una de sus testigos más privilegiadas. Sin obviar esa primera, pero brevísima, parte en donde nos ponemos en sus zapatos y en las dificultades de lo que significaba ser mujer en una de las universidades más importantes, lo cierto es que el gran reclamo es el grueso del libro, en otras palabras, todas las páginas que le dedica a cuando trabajó como enfermera (voluntaria, no lo olvidemos) durante la Primera Guerra Mundial. Lejos de ser un texto nostálgico respecto a la contienda - en el peor de los sentidos - Testamento de Juventud se erige como un testimonio único desde el punto de vista historiográfico. Ya no sólo por ese equilibrio entre lo novelado y lo autobiográfico - aunque en este caso la balanza se incline más hacia lo segundo a pesar de que su autora emplee recursos narrativos para llegar a un público más amplio - también por la voz que nos cuenta estas experiencias. La de una joven que, desde la valentía y un sentimiento de solidaridad que roza la más pura inocencia, decide por voluntad propia viajar a los lugares más peligrosos, aquellos donde las trincheras recorren campos y bosques, aquellos en los que miles de hombres mueren, vomitan, lloran de dolor, de impotencia, acompañados de ratas... En definitiva, donde malviven en aras de una guerra cada vez más absurda y a la que acudieron cegados por un exacerbado heroísmo. La propia Vera Brittain sufrió aquel shock al comprobar como aquellos ideales sobre lo que significaba combatir o ayudar en el frente que tanto se habían inculcado desde las escuelas, universidades o las propias familias chocaban con una realidad más sangrienta y cruda. De ahí su indignación, su rabia, su impotencia de verse como un engranaje más  de un peligroso y falso patriotismo. Su retrato del cuerpo de enfermeras, aquellas que desde una mirada machista se les llamó "ángeles blancos", es abrumador, metódico, sin escaparse ningún detalle. Destacando el legado de Florece Nightingale - la considerada como pionera de la enfermería - vital desde un punto de vista inspiracional. No obstante, entre tanto horror, hubo hueco para la reinserción y la esperanza, ya que, en palabras de la propia autora, lo que la salvó de la desesperación - y de las profundas heridas psicológicas - fue el rodearse de mujeres. Tanto de heroínas de carne y hueso (como su amiga Holtby o sus profesoras del Somerville College), como pertenecientes al mundo de la literatura (entre las que destaca la novelista Olive Schrenier, cuya influencia fue vital para Brittain). Un universo femenino que cimentó aún más sus ideas feministas y su compromiso con la libertad de las mujeres trabajadoras. Como anécdota final - de esas que me gustan especialmente - contaros que la mismísima Virginia Woolf se pasó noches en vela leyendo el presente libro y alabándolo allá donde iba. De hecho, la escritora británica (en un acto de lucidez visionaria) se refirió a él como un relato insertado en un nuevo género, profundamente angustiante, propio de la juventud del momento y que ella no se atrevería nunca a escribir. Pensad por un momento en la cantidad de memorias y diarios que se han redactado en las sucesivas décadas. Y no es para menos, el contexto - encaminado a descubrir la cara más terrorífica del totalitarismo - lo pidió a gritos. No sé si en un futuro más o menos cercano tendremos en nuestras manos la autobiografía de una enfermera que vivió en primera persona la crisis del Covid-19 (lo más probable es que así sea), pero de lo que sí estoy segura es que, si se parece al inolvidable texto de Vera Brittain lo estudiaremos, lo apreciaremos, lo debatiremos, lo analizaremos... Para aprender, comprender, y sobre todo, para no olvidar. 

Testamento de juventud: una historia de guerra, tragedia, valentía, solidaridad, amistad, aprendizaje, secuelas, memoria, homenaje, reconocimiento, superación... La generación que la contienda sesgó a través de los ojos de quien los vio perecer. 

Frases o párrafos favoritos: 

"Mientras dura la guerra, el heroísmo que da lugar supera con mucho al embrutecimiento. Entre 1914 y 1919, hombres y mujeres jóvenes, desastrosamente puros de corazón y ajenos al egoísmo y a la cínica explotación de los mayores, se consagraron una y otra vez a un fin que creían, intentaron seguir creyendo, que era noble e idealista (...) sin duda, este estado mental era, como decían los propagandísticas antibélicos, "exaltación histérica", pero dio resultados concretos en forma de una paciencia formidable, una resistencia sobrehumana y una reafirmación constante de un valor inconcebible."

¡Un saludo y a seguir leyendo!

Cortesía de Errata Naturae

2 comentarios:

  1. Una reseña muy interesante de n libro que no conocía.
    Son muchos los libros de memorias y todos valen la pena en mayor o menor medida, pero si además son las memorias de una enfermera durante la atrocidad que fue la IGM el interés es mayor en tanto en cuanto se convierte en un valioso testimonio historiográfico que puede servirnos para conocer el pasado y no repetir los errores de antaño en nuestro presente. Sin ir más lejos, estoy seguro que del sacrificio de todos los que dieron su vida en la IGM, ya fuera en el frente de batalla o el los puestos médicos, podemos aprender que solo la solidaridad puede salvarnos de las grandes crisis, como la que actualmente vivimos.
    Una reseña excelente de un libro muy interesante.

    ResponderEliminar
  2. Otro libro que no conocía y que me dejas con muchas ganas de leer. Sin duda, como bien dices, un libro para aprender, comprender y no olvidar.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar